GUERRA Y DEMOCRACIA. LOS MILITARES PERUANOS Y LA CONSTRUCCIÓN NACIONAL

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La sistematización de la experiencia

Según Pando Egúsquiza, una deficiencia destacada había sido, precisamente, la falta de preocupación en la militarización, debido a que se la creía circunscrita al poderío militar solamente, cuando remitía más bien al nacionalismo y el patriotismo, cuyos puntos de partida eran saber que pertenecíamos a un país de gran extensión pero con discontinuidades geográficas, que formábamos parte de una población heterogénea y escasa en número, en donde era palpable la dependencia económica del capital extranjero, y que estaba aún por construirse todo aquello que involucraba la idea de nación178. Así, era imperativo suministrar “fuerzas espirituales” a la nación en ciernes, en un intercambio recíproco entre la población y los militares: “El Ejército es hoy más que nunca el reflejo del pueblo que lo produce”179.

La amenaza comunista Hacia finales de los años de 1950, repentinamente, las publicaciones militares especializadas empezaron a darle cada vez más cobertura al tema subversivo. En 1959 había triunfado la revolución cubana y, seguramente, fue un condicionador muy importante para que los militares latinoamericanos prestaran mucho interés a la guerra de guerrillas. Más aún cuando esta modalidad estaba asociada íntimamente con el esquema de seguridad mundial que había surgido luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial, expresada en la tensión bipolar entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Si bien, en términos generales, la Guerra Fría, tal como se conocería al ambiente formado por la pugna entre las dos grandes potencias mundiales de entonces, descansaba sobre la lógica del “miedo nuclear”, es decir, los continuos equilibrios buscados a partir de la capacidad de disuasión que podía otorgar la mayor posesión de armas nucleares tanto a los Estados Unidos como a la Unión Soviética, la misma configuró diversos escenarios a partir de las prioridades estratégicas de las potencias, estableciendo así varios niveles y formas de conflictividad alrededor del mundo. En este escenario, América Latina fue vista como una zona de baja intensidad. A diferencia de lo que venía ocurriendo en África y Asia, en América no se llevaban a cabo luchas anticoloniales que sirvieran, en mayor o menor medida, para que los rivales mundiales pulsaran entre sí buscando mayores espacios de influencia, siempre bajo la implícita norma de evitar la propagación del conflicto, que podría tornarlo incontrolable.

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