La acción en el vacío. El agotamiento de la doctrina militar peruana
Inventando al “comunista-salvaje” De esta manera, la práctica de las matanzas generalizadas fue lo que expresó de forma más nítida la doctrina contrasubversiva adoptada por las fuerzas armadas peruanas. ¿Cómo se explicaban estos enormes costos sociales? El primer jefe de la zona de emergencia de Ayacucho fue el general Roberto Clemente Noel Moral241, que ejerció dicho cargo entre diciembre de 1982 y diciembre de 1983. Posteriormente, en 1989, el general Noel publicaría un libro en el que expondría su versión de parte. Aunque más de la mitad de este texto tiene como objetivo plantear sus descargos sobre los hechos ocurridos en Ucchuraccay242, nos interesa lo presentado en su primera parte, que refiere a la doctrina que justificaba las acciones que condujo cuando le tocó cumplir funciones como jefe militar en Ayacucho. Noel inicia su argumento trazando la naturaleza internacional y permanente de la amenaza comunista, que se expresaba en el país mediante situaciones de caos y desorden —“agresión a la fuerza pública, desacato a la ley, tumultos, paros, huelgas, sabotaje, terrorismo, guerrillas, secuestros, asesinatos y otras técnicas destructivas”— que conducían a afirmar que se presenciaba la fase de “generalización de la violencia”. Para contrarrestarla se necesitaba ejecutar tres acciones básicas: adecuar el marco legal a esta situación de excepcionalidad, ejecutar una contracampaña de información para deslegitimar a “los enemigos y traidores de nuestra Patria” y, por último, definir una estrategia antisubversiva global en la que participaran los organismos del Estado y la civilidad (Noel, 1989: 12). Por otro lado, tal como discurrió a través del siglo XX, la idea sobre “el comunista” que se habían formado los militares peruanos continuó expresándose casi sin variaciones. Para Noel estábamos ante individuos ganados por su “deseo de figuración”, “mentirosos y destructivos”, agregando que abrigaban “el resentimiento social en su yo interno, las frustraciones y complejos que mantienen desde sus orígenes y los defectos morales que exhiben en su vida privada y comunitaria”, todo lo cual los descalificaba para asumir responsabilidades individuales y colectivas (Idem: 21). El hecho de que estuviéramos ante un argumento persistente fue producto de dos cuestiones que han resultado los elementos más importantes para comprender la necesidad de aniquilar a este tipo de enemigos. En primer lugar, está la certeza de que se estaba ante un grupo que no pertenecía a la “comunidad nacional”; y, en segundo lugar, debido a sus deformaciones estructurales, no cabía la posibilidad de su incorporación.
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