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Agradecimientos

Este trabajo deriva de una ponencia presentada en el panel .Prisión política en América Latina» del Congreso Internacional de la Latín American Studies Association, llevado a cabo en Dalias, Texas, en marzo del 2003. A Carlos Aguirre de la Universidad de Oregon, organizador de dicho panel y sin cuyo estímulo este trabajo jamás hubiese visto la luz, mi agradecimiento. A mi hermano Arnaldo Rénique, igualmente, por alentarme a acompañarlo a visitar a los internos del pabellón 4B del penal de Miguel Castro Castro, Canto Grande, en una época de gran tensión. Ese es el origen remoto de este texto.

En junio del 2002, Eduardo Ballón Echegaray y Gino Costa Santolalla me proporcionaron ayuda crucial para la realización de este trabajo, que también agradezco encarecidamente.

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En la realización de esta investigación he hecho uso de fondos provenientes del National Endowrnent for the Humanities .Extending the Reach» y del George N. Shuster Fellowship (Lehman College).

A Andrés Blondet, José Gonzáles Manrique, Gustavo Gorriti, Carlos Indacochea Espinoza, Ricardo Melgar Bao, Luis Pásara y Alberto Portugal, debo aliento, sugerencias y preguntas acuciosas que no siempre he podido responder a cabalidad. A Julio Cotler, cuyos comentarios y entusiasmo explican que este trabajo haya sido acogido por el Instituto de Estudios Peruanos, gracias igualmente.

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Aunque no leyeron este manuscrito, agradezco a Forrest Collbum y Nelson Manrique enseñanzas importantes sobre el tema general del radicalismo latinoamericano y peruano.

A Elizabeth Acha y Carlos Iván Degregori de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación debo, la satisfacción de haber participado como consultor en el trabajo de dicho organismo en el altiplano. En esa condición acompañé a miembros del equipo regional del sur andino de la Comisión Edgardo Rodríguez, Luz Herquinio, Percy Tapia. Raúl Salamanca. Ricardo Portocarrero e Iscra Chavez- en sus visitas al penal de máxima seguridad de Yanamayo, en junio del 2002. A todos ellos mi gratitud.

A mi madre -doña Juana Caycho de Rénique-en Lima, y a mi esposa e hija -Blanca Rosa Vílchez e Inés Rénique Vílchez-en Weehawken, les debo el calor de hogar vital para pensar y escribir. A Blanca Rosa,muy en particular, por la paciencia y el apoyo generoso de siempre.

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