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La hora de los amautas

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contrapeso del caciquismo» escribió en 1907.25 «¡Queremos patria!», demandó Belaúnde en 1914. El Partido Nacional Democrático que en 1915 ellos formaron -un intento de dar una salida ilustrada a la crisis del orden civilista-demócrata-, como la Unión Nacional antes -partido de intelectuales ambos-, no alcanzó a despegar.26

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La hora de los amautas

Más propicio para milenaristas que para letrados ilustrados era el ambiente que la guerra mundial y la revolución de octubre, de un lado, y las rebeliones indígenas, del otro, infundían en el Perú. En 1917, Teodomiro Gutiérrez Cuevas –un oficial militar inicialmente designado comisionado indígena por el mandatario demócrata Guillermo Billinghurst- se convirtió en líder indígena bajo el nombre de Rumimaqui, capturando con su gesto la imaginación de anarquistas y radicales. Como lo registró el joven periodista José Carlos Mariátegui, hasta la lejana Lima llegaba el eco de la rebelión: «La ciudad se agita, se estremece, se llena de angustia», y es que «debe andar por allí el general Rumimaqui con una tea encendida en la mano derecha». Y mientras sus seguidores «sueñan con la restauración de su mascaipacha simbólica», en la capital «tenemos arte incaico, teatro incaico, música incaica». Se diría -concluyó el cronista- «que asistimos a un renacimiento peruano».27 El Comité Pro-Derecho Indígena Tawantinsuyo, con subcomités a lo largo de las sierras sur y central, fue el más destacado producto de la confluencia de «militan

25. Manuel Vicente Villarán, «Condición legal de las comunidades indígenas», en M.V.

Villarán, Páginas escogidas, Lima 1962, pp. 3-8. 26. Sobre la breve historia del PDN véase Carmen McEvoy, La utopía republicana. Ideales y realidades en la formación de la cultura política peruana (1871-1919), Lima, PUCP, 1997, p. 412 y siguientes. 27. José Carlos Mariátegui, «Minuto solemne (voces)», 25 de abril de 1917, en Mariátegui total, Lima, Empresa Editora Amauta, 1994, pp. 2901-2903. Para un perfil de Rumimaqui véase, Carlos Contreras y Jorge Bracamonte, «Rumi Maqui en la sierra central. Documentos inéditos de 1907», Documento de Trabajo núm. 25, Lima, lEP, 1988.

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tes» y «mensajeros» indígenas.28 Fue alentado, incluso, por el propio gobierno modernizante de Augusto B. Leguía (1919-1930) que, en su pugna contra la República Aristocrática, hizo del indigenismo la ideología oficial en sus primeros años en el poder.29 Sus aliados indigenistas le imprimieron discursos en quechua en que el aparecía como la reencarnación de Wiracocha.

La intelectualidad regional se sumó al entusiasmo proindio. Bergsonianos, intuicionistas, anti-positivistas, sintieron que podían captar el espíritu de un resurgimiento andino que los «racistas científicos» negaban: «nuevos indios», cultos y nacionalistas, emergerían -según Uriel Garcíacomo los verdaderos forjadores de la nación. En la comunidad indígena -a ojos del piurano Hildebrando Castro Pozo- estaba el embrión de la futura cooperativa socialista.30 Desde el siglo XVI, el Perú -según Luis E. Valcárcel- había vivido «fuera de sí», consumiendo los «frutos podridos» de una civilización decadente. A su debido tiempo llegarían las «huestes tamerlánicas» encargadas de practicar «la necesaria evulsión». Ni los despreciables mestizos, ni Lima con sus «chinerías» y sus «zamberías», nada en la «femenina» costa podría detener el gallardo resurgimiento de la «masculina» sierra. Si la «generación del novecientos» había delineado el paradigma de una nación mestiza, para la «generación del centenario» la nación surgiría de una inevitable polarización: de los Andes «irradiará otra

28. Véase al respecto, Wilfredo Kapsoli, Ayllus del sol. Anarquismo y utopía andina, Lima,

Ediciones Tarea, 1984; Manuel Burga, «Los profetas de la rebelión, 1920-1923 (imaginación y realidad en una sublevación andina)», en J.P. Deler e Y. Saint-Geours. compiladores, Estados y naciones en los Andes (hacía una historia comparativa: Bolivia-

Colombia-Ecuador-Perú), vol. II, Lima, IFEA-IEP, 1986, pp. 465-517; y Gerardo Leibner,

«Radicalism and integration: the Tahuantinsuyu-Comrnitee experience and the

Indigenismo of Leguía reconsidered. 1919-1924», (ms.). 29. José Luis Rénique, Los sueños de la sierra, Lima, CEPES. 1991, capítulo 3. 30. José Uriel García, El nuevo indio. Ensayos indianistas sobre la sierra surperuana, segunda edición corregida, Cuzco. H.G. Rozas Sucesores, 1937; e Hildebrando Castro

Pozo, Del ayllu al cooperativismo socialista, Lima, Ediciones PEISA. 1973.

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vez la cultura»; la sierra, a fin de cuentas, «es la nacionalidad». Luis E.Valcárcel, 1927.31

De retorno de Europa -imbuido del espíritu de «crisis de Occidente» y de «resurgimiento de los pueblos orientales»-, José Carlos Mariátegui percibió en esa prédica indófila el materialespiritual y cultural que permitiría al socialismo entroncar con la demanda indígena.32 Si Valcárcel y sus amigos habían logrado captar el contenido mítico del pensamiento andino y el socialismo era una «planta exógena» requerida de aclimatación, en la fusión de ambos estaba el sendero hacia la nación moderna. De hacer este encuentro realidad se encargaría una vanguardia docta en las ideas de avanzada y a la vez sensible a los impulsos telúricos del mundo del Ande, una suerte de «amautas» de nuevo tipo. Como los «jóvenes turcos» de Ataurk y los Meiji del Japón, creía Mariátegui, coadyuvarían estos fusionando mito y marxismo, tradición y modernidad- a la forja de una gran voluntad colectiva genuinamente nacional.33 Es decir, del «pensador solitario» del González Prada de 1905 al esbozo del partido como «estado mayor» de artistas e intelectuales. En el caso del Cuzco la fusión comunismo-indigenismo dio sus primeros pasos.34 Corriendo contra el tiempo, en octubre de 1928, fundó Mariátegui el Partido Socialista que a poco de su muerte -en abril de 1931- cambiaría de nombre a Partido Comunista, adoptando una línea clasista opuesta al «valcarcelismo» y cualquier otra tendencia

31. Luis E. Valcárcel, Tempestad en los Andes, p. 120 y p.l07. 32. Sobre Mariátegui y el indigenismo, véase Manuel Aquézolo, recopilador. La polémica del indigenismo, prólogo y notas de Luis Alberto Sánchez. Lima. Mosca Azul. 1987. Sobre el debate indígena y nacional en general. Malgorzata Nalewajko. El debate nacional en el

Perú(1920-1933). Varsovia 1995. Sobre la vital relación entre vanguardismo e indigenismo, véase Cynthia Vich. 1ndigenismo de vanguardia en el Perú. Un estudio sobre el Boletín Titikaka. Lima. PUCP. 2000. 33. Véase por ejemplo. José Carlos Mariátegui. «Lo nacional y lo exótico», 1924, en

Mariátegui total. pp. 289-291. 34. Véase al respecto. Carlos Ferdinand Cuadros. La vertiente cusqueña del comunismo peruano, Lima. Editorial Horizonte. 1990 y Julio C. Gutiérrez. Así nació el Cuzco rojo.

Cuzco 1986.

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«filoindígena» de la «pequeña burguesía intelectual». 35 La voluntad había encontrado su instrumento; cultura e ideología. sin embargo, parecían divorciarse en la definición del camino de la revolución.

Para la tradición radical, los años veinte36 son un período crucia1: la bisagra entre el literati y el militante, entre el «gonzalespradismo» y el marxismo, entre el cenáculo y el partido. De ahí su larga sombra a lo largo del siglo XX. El «mariateguismo» -uno de sus más refinados productosoperaría como texto fundamental de una propuesta socialista afincada en la comunidad indígena andina. Frente a la «generación del novecientos» se definieron los de la «generación del centenario» como un momento de ruptura con el formalismo académico y el «batiburrillo mental» de los «profesores de idealismo»novecentistas, ávidos más bien de «vida de militante» y pletóricos de «preocupación social».37 Ellos, la tradición letrada. Noso

35. La cita provIene de un documento del PCP de los años treinta. citado en J.L. Rénique, Los sueños de la sierra, p. 173. Sobre Mariátegui y el tema indígena véase Gerardo Leibner, El mito del socialismo indígena de Mariátegui. Lima, PUCP. 1999; Oscar Terán. Discutír

Mariátegui. Puebla. Editorial Autónoma de Puebla. 1985; José Aricó. Mariátegui y los orígenes del marxismo latínoamericano. selección y prólogo de José Aricó. México. Siglo

XXI Editores. 1978; y Alberto Flores-Galindo. La agonía de Mariátegui, Lima, DESCO, 1980. 36. Los años veinte en un sentido amplio, incluyendo los últimos años de la década anterior, cuando se produjeron el primer paro general obrero y la reforma universitaria y se sintieron en el Perú las reverberaciones de las revoluciones mexicana, rusa y, por supuesto, de la primera guerra mundial. Véase al respecto: Jesús Chavarría. «The intellectualsand the crisis of modern Peruvian nationalism: 1870-1919», en Hispanic American Historical

Revie,. 50: 2. mayo, 1970, pp. 257-278; Jeffrey L. Klaiber. «The popular universities and fue origins of Aprismo. 1921-1924». en Hispanic American Historical Review, 55 (4), noviembre 1975, pp. 693-715; Juan Manuel Gamarra Romero, La reforma universitaria.

El movimiento estudiantil de los años 20 en el Perú, Lima, Okura Editores. 1987; Peter

Blanchard. The Origins of the Peruvian labor movement. Pittsburgh. University of

Pittsburgh Press. 1982; y José Luis Rénique. «De literati a socialista: el caso de Juan

Croniqueur. 1911-1919». en El hombre y los Andes. Homenqje a Franklin Pease G.Y. Javier Flores Espinoza y Rafael Varon Gabai. editores. Lima. PUCP, 2002. pp. 157-178. 37. Luis Alberto Sánchez, Balance y liquidación del 900. Santiago de Chile. Ediciones

Ercilla. 1941. p. 22 y siguientes.

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