
3 minute read
39 dígasc
- 12ce.prichosamente bord&do8por sus compàaeros le.i
de mil me.tices. Al--a.proxime.rsele.jente se espar· cian por el aire rompiendo en multitud de peque1'10si dorados trozos el rico pa1'10,que luego se complacian en formar de nuevo más allá: imájen viva de las fanta.sias de la ilusión humana. con sus brillantes, pero fujitivos matices, con sus frájiles alas para volar siempre más allá. Los expedicionarios creyeron ver en ,esas blanca~ aladas auspicios de buena fortuna; fmajinaron que iban á realizar todas las felicida.des de la zarzuela.
Advertisement
III
Viaje anfibio
~in pérdida de tiempo comenzaron los aprestos para el viaje fluvial. La primera dificultad con que se tropezó fué la escazés de los árboles llamados de balsa; sólo unos pocos de éstos, que se encan traron cortados por los salvajes en una inmediata pla· ya, lograron procurarse, teniendo que emplear en la fábrica de las embarcaciones setico verda. Este palo, á más de ésto, por lo que es en extremo pe· sada, es acanalado, de suerte qae al negarse el ,-acio interior su poder flotante se limita más: s610 teniendo alguna manera de tapar herméticamente sus extremos, podía obtenerse un buen flotador.
Mientras unos se ocuparon en cortar los palos i atarias, otros pescaron abundantemente con tiros de dinamita; después vino hasta dos veces un chuncha, el humo de cuya mansión se divisaba, trayen. do mucha yuca i muchos plátanos; asi mismo se lo agradecieron; i mucho más el obsequio que luego les hizo este buen José salvaje, que José dijo lIa·
ma l'se.
Cuando, poco después del medio día. fueron á • probar sus balsas, resultaron enteramente inÚtiles.
- 13-
pues se sumerjian hasta irf:e á pique con el peso que debían llevar. Fué entonces cuando José pres· tó el mejor de BUS auxilios cediendo una balsa de su uso, cuyos pales desatados i agregados por igual á las otras les dieron la flotación indispensable. y llegó la hora de emprender la marcha. Sobre una tarima ó barbacoa levantada en el centro de las balsas se acomodó la car~a, armas i municio· nes i en seguida cada cual ocup6 un sitio. Aquí fueron los conflictos de Palomo, que ni á palos que· ría entrar en la balsa; lo de á palos no es hipérbo· le, pues fué necesario dárselos bien duros i ama· rrarlo como á un criminal. Fué el único que lloró al abandonar esa playa donde ninguna prenda querida dejaban.
Sí, era un yiajc verdaderamente anfibio; el po del' flotante de las balsas no era con todo el que correspondía al peso que llevaban, de suerte que iban entre dos aguas i casi hasta la cintura bajo de ellas sus tripulantes, quienes, PUl' otra parte, no se cuidaban sino de que no se mojaran las armas, cama i ropa que iban levantados en el arma·· zón central, como ya se ha ,dicho. Era esto de via jar en baiío de fisiento lo que no agradaba á Palomo, que, como perro que era, no cumprendía que no había otra manera de salir del paso.
El segundo día de este fresco viaje estaban los tripulantes de ht primem balsa esperando que Ile· gara la otra que había quedado mui atrás, razón la misma pOI'la que pusiet'On fin á la jornada en hora temprana, abol'ùand0 {t una isla cuya parte central estaba cubierta de \'ejetación; i cuando poco falta ba para que el dia entregara el hemisferio á las ti·· nieblas, apareció la rezagaùa ¡pero falt-aba uno de sus trípulantes! ¿Qué se había hecho? - Se ahogó Carrasco ..... por testarudo! dijo el mayor consternado.
Es que el que faltaba, así nombrado, tenía esa . propiedad dígase de paso, que. sólo tienen las jentes poco rawnabll'S i qUE os mni distinta. de la firmeza
