12 minute read

INTRODUCCIÓN Julio Cotler

11 Julio Cotler

nacional y democrática del Perú sigue presente en las preocupaciones del IEP.

Advertisement

Durante estos 30 años los peruanos hemos vivido intensas y rápidas transformaciones que han alterado los meridianos emocionales e intelectuales de dos generaciones, lo que ha descolocado continuamente a los investigadores. Esto es motivo suficiente para que el IEP deba ajustarse a los nuevos tiempos, cuidando de preservar sus objetivos originales. Esperamos que los trabajos que acá se presentan contribuyan a dicho propósito.

Los cambios y las continuidades experimentadas por el país, de los cuales esta compilación da cuenta parcialmente, marcan las señas de identidad del país. Figueroa atestigua la persistente y creciente desigualdad en la distribución de los ingresos entre las diferentes capas sociales, lo que ha dado lugar a que se cuestione la legitimidad del orden institucional. De ahí que la solución de este problema sea crucial, no sólo para lograr el desarrollo económico sino también para vitalizar los lazos nacionales.

Gonzales de Olarte señala el agudo contraste entre las capacidades sociales y los derechos ciudadanos, lo que ha motivado continuas oscilaciones políticoeconómicas que han procurado rápidas transformaciones sociales pero que no se han traducido en el desarrollo económico del país. Por eso, concluye, se hace necesario institucionalizar mecanismos que fomenten la cooperación social, como condición necesaria para corregir esa situación.

Alvarez Rodrich afirma que la falta de una clara división y complementación de los roles del mercado y del Estado produjo alternativamente la invasión de uno por el otro, con la consiguiente confusión y desorden económico. De ahí la necesidad de fortalecer el Estado en tanto entidad reguladora de los agentes y mecanismos del mercado.

Como salta a la vista, los diagnósticos y prescripciones de los autores citados apuntan a cuestiones referidasa la estructura social y al comportamiento político, distantes de posiciones tecnocráticas. En este sentido, nos remiten a la naturaleza de los actores y los patrones institucionales que condicionan sus comportamientos.

A este respecto Golte, en una travesía de larga duración, señala que el carácter tradicionalmente rentista de los grupos dominantes permitió que, desde los años sesenta, los migrantes andinos, que escapaban al yugo tradicional, desarrollaran funciones productivas mediante el recurso a redes de parentesco y de paisanos. De esta suerte,

12 Julio Cotler

en los años de la crisis, se constituyeron nuevos actores de vieja procedencia cultural cuya emergencia ha opacapo y sustituido a las tradicionales clases sociales.

En esta matriz de cambio en la estructura social, Blondet y Tanaka advierten que las mujeres y los jóvenes han tenido una presencia destacada en diferentes ámbitos sociales; sin embargo, por su heterogénea composición e intereses, así como por la crisis económica y política marcada por la violencia, los movimientos sociales que los han congregado no han logrado consolidarse institucionalmente y plantear de manera autónoma reivindicaciones específicas.

En la esfera política, Rubio y Rospigliosi dan cuenta de la persistencia de los rasgos tradicionales de las instituciones judiciales y castrenses. La legislación recoge avanzados preceptos sobre los derechos humanos, pero su implementación es defectuosa y limitada; esto motiva que se perciba a los tribunales como entidades que incumplen los fines previstos. A su vez, los militares persisten en sus concepciones y prácticas antidemocráticas, en parte por la desaprensión de la clase política para ocuparse de los problemas de la seguridad colectiva.

Al examinar la situación actual, Grompone observa que la crisis de los partidos y de los referentes políticos y culturales ha producido el "descentramiento" de la sociedad y la dificultad para articular y representar políticamente sus variados intereses.

Paralelamente a los cambios quela sociedad ha experimentado, la imagen de los rasgos nacionales ha sufrido variaciones notables. Cornejo Polar observa que a diferencia de lo que acontecía anteriormente, en la producción literaria actual existe una fluida comunicación entre los referentes rurales y los urbanos, que dan cuenta de la naturaleza de la modernidad peruana que se viene constituyendo. En paralelo, Degregori sugiere que los intensos procesos de movilidad -social, geográfica, política y cultural- que el país ha experimentado durante los últimos 30 años han condicionado cambios significativos de los enfoques relativos a la etnicidad. Sin embargo, Remy advierte la dificultad que tiene la rica y variada producción historiográfica para penetrar y modificar las versiones estereotipadas relativas a la existencia de constantes e irresueltos antagonismos sociales.

Los comentaristas precisan y matizan los conceptos elaborados por los ponentes, a la vez que formulan críticas teóricas a los enfoques y proponen nuevas avenidas para examinar los problemas debatidos;

13 Julio Cotler

por esto, sus observaciones sugerentes son contribuciones valiosas a pesar de su relativa brevedad.

Como es de esperar, la lectura de este conjunto de trabajos y comentarios es difícil de discernir y está sujeta a distintas interpretaciones que los lectores deberán calificar. Sin embargo, una posible y muy apretada visión general es la que contrasta la persistencia del funcionamiento tradicional de las instituciones con los cambios en la estructura y en los valores de la sociedad, motivo del "descentramiento" al que alude Grompone.

Esta situación puede ser evaluada, indistintamente, como un hecho negativo en tanto apuntaría al desarrollo de un proceso de "anomia colectiva"; o bien, puede ser evaluado positivamente porque da cuenta de un proceso de realineamiento y de redefinición de los referentes políticos y culturales, que tienden a reemplazar los encajonamientos y antagonismos tradicionales por una relación compleja y plural.

Si esto último fuera el caso, la responsabilidad de los actores es decisiva - particularmente de los intelectuales y los científicos sociales -para redefinir los mecanismos institucionales que respondan a las cambiantes necesidades y las aspiraciones sociales. A este respecto, el IEP tiene un compromiso ineludible de propiciar el desarrolo de la democracia y la justicia social. Los treinta años que hoy celebramos, con sus aciertos y sus desaciertos, son testimonio de dicha vocación.

Julio Cotler Lima, noviembre de 1994

Economía

La cuestión distributiva en el Perú

ADOLFO FIGUEROA *

EL ESTUDIO MÁS completo que conozco sobre la distribución del ingreso en el Perú es el que realizó Richard Webb para la década de 1960. En 1975, el Instituto de Estudios Peruanos publicó un resumen del estudio de Webb y un trabajo mío sobre el efecto redistributivo de las reformas del gobierno del general Velasco en un solo volumen, bajo el título de Distribución del ingreso en el Perú. El año base del estudio de Webb fue 1961. Como un homenaje al trigésimo aniversario del IEP, quisiera examinar los cambios que han ocurrido en esa distribución del ingreso tres décadas después.

En consecuencia, el presente trabajo tiene por objeto responder dos preguntas: (a) ¿Qué ha cambiado, y qué no ha cambiado, en la distribución de ingresos del Perú en los últimos 30 años? ¿Ha cambiado el orden de los grupos sociales en la pirámide de ingresos? ¿Los ricos siguen siendo los mismos grupos sociales? ¿Los pobres siguen siendo los mismos? ¿Hay nuevos ricos y nuevos pobres? En términos cuantitativos, ¿han aumentado las desigualdades? ¿Cuánta pauperización ha ocurrido? (b) ¿Cuáles son las causas de esos cambios y cuáles sus consecuencias sobre el tipo de sociedad que tenemos? ¿Hay costos de la excesivadesigualdad, o la desigualdad es una cuestión puramente ética? ¿Cuál es la naturaleza de la cuestión distributiva en el Perú de hoy?

*Profesor del Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

18 Adolfo Figueroa

1. LA PIRÁMIDE DE INGRESOS

Para fines del análisis de la distribución del ingreso en el Perú, se distinguirán seis grupos sociales: la clase propietaria, los profesionales universitarios, los trabajadores asalariados permanentes (empleados y obreros, excluyendo a los eventuales, pero incluyendo a los empleados domésticos), los autoempleados tanto en las ciudades como en el campo (el campesinado) y los desempleados. El criterio de clasificación utilizado aquí se sustenta en la teoría que desarrollé para explicar la distribución del ingreso en el Perú (Figueroa 1992).

La posición de estos grupos sociales en la pirámide de ingresos en 1961 puede ser calculada a partir del estudio de Webb para ese año. En la cúspide de la pirámide se encontraba la clase propietaria, cuyo tamaño era muy pequeño. A continuación venía el grupo de los profesionales, lo que podría denominarse "la clase media". Esta clase media representaba apenas el 2% de la PEA. En el tercer escalón se encontraban los asalariados, que constituían el 47% de la PEA. A continuación estaba el sector de autoempleo urbano, que conformaba el 11 %. En la base de la pirámide social se encontraba el campesinado, cerca del 40% de los trabajadores. El campesinado andino era el grupo con los más bajos ingresos. ¿Cómo se ha modificado este orden? La primera cuestión a examinar es si el tamaño relativo de estos grupos sociales se ha modificado.

Los estudios sobre la clase propietaria en el Perú de los inicios de los años sesenta mostraban que la propiedad estaba muy concentrada (Bravo Bresani 1966; Malpica 1970). En las décadas de 1930 y 1940, cuando la agricultura era el sector más importante de la economía peruana, la clase terrateniente (los llamados "barones del algodón y del azúcar") era la principal clase propietaria en el Perú. Hacia inicios de los años sesenta, la economía peruana se diversificó un poco más (pesca, minería, industria) y con ello se modificó el tamaño de la clase propietaria. Esta clase estaba, según algunos, muy vinculada a las empresas extranjeras, las cuales concentraban una parte importante de la propiedad del capital. Se discutía mucho el carácter de esta oligarquía, pero no tanto su tamaño: era una oligarquía que no pasaba de las cuarenta familias (Bravo Bresani 1966: 58).

Tres décadas después, el tamaño de la clase propietaria ha aumentado, pero la concentración de la propiedad parece continuar. En 1989, los trece grupos económicos mas grandes del Perú, donde figu

La cuestión distributiva en el Perú 19

ran once familias peruanas, generaban un ingreso equivalente al 17% del PBI (Campodónico y otros 1993: 122). El trabajo más completo que toma como unidad de análisis la familia es el de Malpica (1989), y se basa en datos de 19871988. Utilizando el criterio de propiedad de empresas quefacturaban por un valor anual superior a los seis millones de dólares, Malpica identifica cerca de 330 familias que concentran el poder económico en el Perú. De este total, cerca de 80 familias están vinculadas a grupos económicos que poseen un banco.

En esta relación de familias que presenta Malpica se puede ver que algunos apellidos de la oligarquía tradicional ya no aparecen en este grupo, mientras que nuevos apellidos de menor alcurnia (cholos, chinos, japoneses) se incluyen en la lista ahora. Ciertamente, se ha dado una cierta movilidad social. Pero, la clase propietaria sigue siendo de un tamaño muy reducido.

La "clase media" incluye a aquéllos que tienen educación universitaria completa. La característica de este grupo es su alta dotación de capital humano. El censo de 1961 calculó que 2% de la PEA tenía "algo de educación universitaria", mientras que el censo de 1981 mostróque esta cifra había subido a 5%, y el de 1993 a 9%. Parece claro que se ha dado una expansión importante en el tamaño relativo de este grupo. Pero, también en este caso, la "clase media" peruana es pequeña.

El censo de 1961 calculó que 48% de la PEA ocupada era asalariada. Esta proporción ha cambiado muy poco en los últimos años: 49% en 1981 y 51 % en 1993 (INEI 1994: cuadro 3.20, p. 124). Los datos del censo incluyen los empleos temporales, pero no hay manera de separarlos. Sin embargo, el uso de la misma definición, y la aplicación de los censos en meses similares, nos autoriza a utilizar esas cifras como mediciones de tendencias. También estos datos incluyen a los profesionales que se encuentran laborando en condiciones de asalariados. En términos de nuestra definición de "asalariados" el nivel es, entonces, un poco menor, aunque la tendencia debe ser la misma.

Según los censos, la población rural representaba el 53% de la población nacional en 1961 y bajó continuamente hasta llegar al 30% en 1993. Evidentemente, en términos relativos, el tamaño del campesinado se ha reducido significativamente. Este resultado, unido al hecho que la proporción de asalariados ha aumentado sólo ligeramente, implica que el grupo social que más se ha expandido relativamente es el de los autoempleados urbanos. Es en este sentido que la gran migración interna de las últimas décadas ha creado un "desborde popu

20 Adolfo Figueroa

lar" en las ciudades. Este fenómeno ha sido señalado por varios autores (Matos Mar 1984; De Soto 1986).

2. LA DESIGUALDAD

Los cálculos de Webb sobre la distribución del ingreso nacional para 1961 mostraron una concentración marcada. El 1 % más rico, recibía el 31 % del ingreso nacional; el decil más alto recibía el 53% del ingreso nacional. En el otro extremo, el tercio más pobre recibía 5% del ingreso nacional. La distancia entre los deciles extremos era de 53 a 1. Estos datos colocaban al Perú entre los países con la mayor desigualdad, no sólo en América Latina, sino en el Tercer Mundo.

Al final de la década de 1960 y a inicios de la de 1970, el gobierno militar del general Velasco llevó a cabo varias reformas dirigidas a reducir la desigualdad. Las medidas principales fueron la reforma agraria, la nacionalización y estatización de las principales empresas extranjeras, la participación de los asalariados en la ganancia capitalista. Sin embargo, el efecto redistributivo de estas reformas no fue muy significativo. Mis propios cálculos mostraron que las reformas no lograron modificar el orden de los grupos sociales en la pirámide de ingresos, excepto que algunos terratenientes (sin interés en otros sectores) perdieron su posición relativa; tampoco transfirió mucho ingreso, apenas el 2% del ingreso nacional al 18% de los trabajadores, la mayoría de los cuales se encontraba en el cuartil más alto de la distribución del ingreso. La gran mayoría de los campesinos, por ejemplo, quedaron fuera del programa de reforma agraria (Webb y Figueroa 1975).

El estudio de Webb había mostrado que entre 1950 y 1966, período de rápido crecimiento económico, la concentración del ingreso aumentó, aunque los trabajadores también obtuvieron un incremento en sus ingresos reales. Durante el gobierno de Velasco (1969-1975), donde también la economía peruana experimentó un crecimiento económico importante, este patrón distributivo se volvió a repetir (Figueroa 1982). A pesar de que el patrón de desarrollo había cambiado hacia uno donde el peso de la industria y del sector estatal era mayor, el patrón distributivo no se modificó significativamente.

A partir de mediados de la década de 1970 la tendencia de la economía peruana cambió de rumbo: del crecimiento a la contracción. En este largo período de contracción económica, las políticas económicas

This article is from: