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Comentarios de Roberto Abusada y Javier Iguíñiz
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sempeños (junctionings) valiosos factibles. Las capacidades son la parte de los desempeños posibles que efectivamente se escogen para ser ejercidos. El desarrollo visto así es la creciente práctica de desempeños humanos valiosos sean productivos o no. Desde la preocupación por la pobreza, el primer desempeño es sobrevivir a la niñez en buenas condiciones. Los análisis de los médicos están, como sabemos bien, muy basados en indicadores de desempeños. Mirando el Perú desde esta perspectiva, creo en las décadas pasadas los peruanos somos quizá más pobres pero no más oprimidos o menos libres y, en ese sentido, menos desarrollados. En ese marco, la llamada de atención de Efraín sobre la insuficiencia de la inversión en el Perú es clave porque ella es fundamental para ampliar la libertad de acción, en este caso productiva, de las personas.
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Finalmente, el comentario sobre la ponencia de Augusto Alvarez Rodrich. Augusto se caracteriza por poner algo de racionalidad en el debate nacional sobre el proceso de privatizaciones en el Perú. Estamos efectivamente, ante un proceso que se impulsa a toda velocidad y "a la bruta" suponemos por el temor a que cambie el clima ideológico al respecto. Antes de aludir a este tema de su exposición deseo abrir un interrogante sobre su reseña histórica. Debido al tópico entre manos, en ella se resalta al Estado como personaje determinante de la situación nacional. ¿Fue así? Yo se que es lo más común en estos tiempos responsabilizar al Estado del conjunto de la crisis actual y no sólo del mal manejo de las empresas públicas. Sin embargo, sabemos bien en qué medida cada época construye su pasado. A mi juicio, la crisis del Estado es mucho más parte de una crisis más amplia que el comienzo de las explicaciones sobre la crisis en el Perú; además, la crisis económica es previa a la del Estado.
En segundo lugar, su planteamiento me anima a proponer una manera de enfocar el problema saliendo de la distinción Estado-mercado que parece ser la común. Creo que la distinción relevante es la que separa al Estado de la Empresa y a ambas de la Sociedad Civil. En este marco, el mercado es unlugar de intervención de cada una de esas tres entidades y no solamente la expresión de una mano invisible que oculta actores demasiado importantes tras sus dedos. La discusión debe centrarse entonces en las distintas maneras de intervenir en la competencia mercantil que tienen cada uno de esos actores sabiendo que la sociedad civil sobre todo incluye muchos componentes diversos. No estamos como para discutir en términos de intervención y no inter
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vención. La empresa capitalista contemporánea es la entidad que más extensivamente practica la planificación de sus actividades y que incide sistemáticamente sobre el contexto mercantil en el que opera. De hecho, esa intervención tiene un carácter internacional y transnacional que supera muchas veces al Estado o en todo casos a muchos estados nacionales. Basta, pues, de ficciones y falsos candores ideológicos. El asunto de la regulación por el Estado es, pues, fundamental y no se opone a la no-regulación sino a la regulación de otros actores. En efecto, la regulación debería ser ejercida más concientemente por las distintas entidades de la sociedad civil sea a través del Estado o sea directa e independientemente.
Pero no basta en algunos casos la manera de intervenir el mercado que llamamos regulación. En campos como la salud, resulta necesario excluir de la relación mercantil el acceso de la población a ciertos servicios. ¿Qué excluir de la competencia? Es un interrogante ineludible y más aún en un país como el nuestro.
Finalmente, estoy muy de acuerdo con Augusto en la necesidad de tener un marco regulatorio para proceder a las privatizaciones con sensatez. Su conocida insistencia al respecto es un rasgo de seriedad poco común en el debate sobre el proceso de privatizaciones. Es más, la cuestión sobre la regulación nos lleva preguntamos por el tipo de regulación conveniente en un país sin tradición burocrática seria y tras una destrucción sistemática del aparato estatal. Además nos parece que en el caso de servicios públicos, la sensibilidad política del asunto y la innovación tecnológica actualmente en marcha obligan a una regulación pública que incluya la presencia del Estado en las empresas de las diversas actividades, como socio menor o como propietario de algunas empresas aunque no pretenda dirigir la política del sector; pero, en cualquier caso, con capacidad de saber "por dentro" lo que sucede en dicha actividad. De lo contrario, creemos que la política regulatoria se moverá de un extremo demasiado concesivo y políticamente insostenible a otro interventor destructivo en razón de la desconfianza que surge de la ignorancia. En cualquier caso, es necesario establecer con la mayor precisión posible la naturaleza misma de la regulación según los casos.
SOCIEDAD
El movimiento de mujeres en el Perú
CECILIA BLONDET*
HOY EN DÍA, en el Perú, es ampliamente reconocida la presencia de las mujeres y de los movimientos femeninos en la escena pública nacional. A nadie sorprende que una mujer dirija la Orquesta Sinfónica; que cada vez sean más las reporteras y las empresarias destacadas; que haya un gran número de alcaldesas, congresistas, juezas y ministras. La presencia de poetas, pintoras y críticas de arte sustentando posiciones feministas, tiene aceptación plena en el medio. Las mujeres, incluso las de zonas campesinas muy atrasadas, explican en base a la categoría del machismo, una serie de aspectos de su dramática condición actual. Mujeres lideran dos de los tradicionales partidos políticos y mujeres protagonizan las acciones de los más radicales partidos de la izquierda nacional. Expresión de ello es la importante presencia femenina en los "comandos de aniquilamiento" o en la propia cúpula directiva del sanguinario y terrorista Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Como movimiento social, feministas y mujeres organizadas en los co
*Directora del Instituto de Estudios Peruanos.
Quiero dedicar este artículo a María Elena Moyano. Agradezco a Julio Cotler, Jürgen Golte, Carmen Montero, Patricia Oliart y Rocío Palomino, quienes leyeron y comentaron el manuscrito, dándole interesantes aportes. A Carmen Y on por su delicada y eficiente ayuda. A Rafael León, por su paciencia y excelencia para traducir al castellano esta versión. Otras personas me acompañaron y animaron durante estos meses: mis tres hijos, que son una fuente inagotable de confianza y orgullo, y mi hermana Marta, que en el último año se ha convertido en el referente cotidiano con quien comentar sobre la vida.
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medores comunales, en los clubes de madres y los comités del Vaso de Leche salieron a las calles y presionaron para ser escuchadas.
Hace muy pocas décadas cualquiera de los hitos señalados resultaba impensable en el Perú. Las mujeres individual y colectivamente tenían mínimas posibilidades de acceso al espacio público y lo femenino, con contadas excepciones, se reducía al ámbito familiar. Hoy es evidente que ese panorama ha cambiado: las mujeres participan social y políticamente en todos los planos - aunque de manera irregular -, y ello ha pasado ya a formar parte del sentido común de la población. Sin embargo, la situación dista mucho de ser óptima. Si bien las mujeres líderes en diferentes ámbitos constituyen símbolos de nuevos roles femeninos, en pocos casos reivindican los derechos de las mujeres. De otro lado, las estadísticas sobre educación y empleo siguen mostrando la brecha que persiste entre los hombres y las mujeres, en tanto se mantiene la segregación y la discriminación ocupacional. Y en el ámbito privado, la violencia sexual y doméstica se reproduce, preservada por las normas de la dignidad y el respeto a la intimidad familiar. ¿Cómo se han ido procesando estos cambios en el país? Las nuevas imágenes de la mujer corresponden con mejores condiciones de vida para la mayoría de la población femenina? Este artículo muestra el proceso de cambio: el desarrollo y los límites que encuentra el movimiento de mujeres en el Perú desde fines de los años setenta hasta la década de 1990. Discute los importantes intentos para unir intereses y las dificultades que encuentran las mujeres en su esfuerzo por forjar y consolidar un movimiento social en una sociedad débilmente articulada y pauperizada, en un momento histórico de aguda crisis y violencia. En ese sentido, se hablará de variosmovimientos de mujeres, más que de una experiencia unificada. Precisamente, en razón a esta múltiple experiencia de organización, los movimientos de mujeres en el Perú pueden ser tomados como un espejo de la compleja realidad social y política del país, y entendida como una representación del microcosmo nacional.
Después de la Segunda Guerra Mundial se inició enel país un abrupto proceso de migración, urbanización e industrialización, que trajo consigo una desigual modernización. Como consecuencia de este fenómeno, el modelo oligárquico de dominación comenzó a erosionar los cimientos de una relación social basada en la explotación de una minoría urbana "blanca" sobre la mayoría rural indígena. Pero mientras se iban rompiendo las viejas estructuras, las nuevas demandas so
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ciales obligaron al Estado a intervenir activamente para tratar de integrar este país diverso y contradictorio (Cotler 1978).
Con la expansión del sistema educativo nacional iniciada en la década de 1950, se incorporaron a las aulas escolares un numeroso contingente de niños y niñas. Este proceso fue el principal impulso para transformar la ubicación de las mujeres en la estructura social, económica y politíca del país. Este hecho marcaría la relativa ruptura del aislamiento de las mujeres en el seno familiar, la ampliación de sus instancias de socialización y el acceso (aunque irregular), a la información y la castellanización. Hecho que posteriormente, se vería reflejado en la expansión del número de mujeres universitarias y profesionales, lo que actuaría como un poderoso mecanismo de democratización de la sociedad (Bourque 1993). A su vez la mayor apertura del sistema educativo a la mujer redundó también en la ampliación de la poblaciónelectoral. En 1955 se otorgó por primera vez en la historia peruana el voto a las mujeres alfabetas.
Paralelamente al incremento del nivel educativo, se inicia la paulatina incorporación de las mujeres al mercado de trabajo, fenómeno que se masificará en la década de 1970 (Barrig 1988; Tello y Paredes 1989; Elías 1994).
Los cambios demográficos que estos procesos generaron, postergaron la edad de unión de las parejas, el número de miembros de las familias se fue reduciendo y las mujeres manifestaron su interés por el uso de métodos anticonceptivos.
Pero paradójicamente, estos cambios agudizaron las distancias en la sociedad y en mayor medida, en el universo femenino. El acceso desigual a la educación ahondaría las diferencias culturales y sociales entrelas mujeres pobres y las de clase media, y entre las del campo y las de la ciudad. Se comenzaron a ampliar los espacios de participación femenina pero de una manera estratificada, reflejando y reforzando las marcadas distancias sociales.
El golpe de estado del general Juan Velasco (1968), retumbó en este contexto de movilización. El "Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armada" removió las tradicionales estructuras sociales y políticas1, introduciendo grandes reformas sociales y económicas, acompa
1. Sobre este punto ver: Barrig 1989; Cotler 1978; McClintock y Lowenthal 1985.
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ñadas de un radical discurso ideológico que alentaba la participación popular y reconocía el rol central del Estado.
Ello contribuyó al desarrollo de importantes movilizaciones y a la formación de una diversidad de organizaciones populares a nivel nacional. Los campesinos se unieron en centrales regionales y confederaciones nacionales; en las ciudades los migrantes intensificaron la invasión de terrenos eriazos, fundando los "pueblos jóvenes" que rodean y aprisionan la ciudad. Los pobres ganaron espacio de manera organizada a través de federaciones de pobladores, de trabajadores, de campesinos y de empleados; de esa forma, se convirtieron en fuerza de presión sobre el Estado para exigir servicios urbanos, seguridad laboral y social o mejores salarios. La intensidad de esta participación popular se explicaría tanto por la acción agitadora del propio gobierno militar, como por la actividad de los partidos políticos de izquierda que influenciaban estas organizaciones.
Sin embargo, a partir de mediados de los años setenta, la economía del país sufrió un quiebre significativo y el gobierno militar truncó el proceso de transformación iniciado, desordenando aún más el escenario social. Huelgas y manifestaciones contra las medidas de estabilización del nuevo gobierno, se sucedieron diariamente en los siguientes años. En este marco efervescente de participación y protesta social y política es que irrumpe el movimiento social de mujeres (Barrig 1989; Blondet 1991).
Hacia fines de los años setenta, activos grupos de mujeres empezaron a protagonizar un fenómeno singular de integración social en la historia reciente del país. Así, al compás de la crisis económica, de la emergencia de la izquierda y del discurso feminista, emergieron un sinnúmero de organizaciones femeninas.
Pobreza, política y feminismo confluyeron en el Perú, produciendo un complejo movimiento de mujeres. En los últimos quince años las mujeres de clase media, militantes de partidos políticos y feministas se aliaron con las mujeres de los barrios populares y produjeron manifiestos o salieron a las calles a exigir cambios en sus condiciones de vida, subsidios y víveres para sus organizaciones o el cese de la violencia doméstica. De esta manera, contribuyeron significativamente a cambiar la imagen que ellas tenían de sí mismas y de su ubicación en el conjunto de la sociedad (Vargas 1986).
En un panorama heterogéneo, en el transcurso de la década de 1980 las dirigentas de los distintos grupos de mujeres fueron elaboran
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do un lenguaje y una plataforma común para articular en una sola agenda política, el derecho a la alimentación y el derecho a la igualdad. Sinembargo, esta tendencia integradora se bloqueó a fines de los años ochenta, ante la agudizacion de la crisis económica, el incremento de la violencia terrorista y la pérdida de legitimidad de las instituciones sociales y políticas en general, incluyendo al Estado. A todo esto se sumaría el ajuste estructural que desde 1990 aplicó el actual gobierno, que contribuyó a desestabilizar y fragmentar lo que había aparecido como un incipiente movimiento de mujeres.
En la primera y en la segunda parte de este artículo se presentan los principales actores del proceso y su encuentro. La confluencia de intereses y necesidades que surgen con la pobreza, la política y el feminismo lleva a los diferentes grupos de mujeres a establecer alianzas entre sí y en esta relación cada uno se fortalece, constituyéndose a su vez en interlocutores reconocidos por el Estado y los partidos políticos. La tercera parte muestra el conflicto entre las distintas organizaciones de mujeres y las instituciones sociales y políticas, conflicto que se desencadena con la crisis del Estado y los partidos políticos, el impacto de la violencia terrorista y las medidas de ajuste estructural.
I. LOS ACTORES
El movimiento de mujeres en el Perú se ha nutrido de diversas fuentes. Por un lado, el feminismo internacional explicitó en la Conferencia de México (1975) la importancia de comprender las distintas muestras de subordinación de las mujeres, su invisibilidad social y la necesidad de luchar contra toda forma de discriminación y segregación.
El mensaje de la Teología de la Liberación constituyó otra referencia clave en este proceso. En la Conferencia Episcopal de Puebla (1979) se señaló cómo la mujer pobre del continente vive una doble opresión y marginación, y que su aporte a la lucha por la liberación del pueblo debería unirse a la aspiración a ser reconocida en su dignidad como persona (Lora y otros 1985).
Por último, la nueva izquierda inspirada en el movimiento del 68, y en las Revoluciones Cubana y China, ofrecieron un nuevo sentido a la lucha popular bajo los principios del marxismo-leninismo-maoísmo, que en el Perú se expresó en la formación de los partidos de la llamada nueva izquierda.
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En el Perú el clima parecía propicio para recibir y procesar nuevas ideas e influencias. Las mujeres de clase media - que como producto de la expansión del sistema educativo décadas atrás, ya para fines de los años sesenta ingresaron a las universidades - participaron del proceso de politización y cuestionamiento que allí se vivía, interesándose de otra manera por el país, y también por ellas mismas. Las universidades fueron lugares privilegiados de trabajo político para el reclutamiento de nuevos militantes; así como de aprendizaje y ensayo de nuevas formas de expresión femenina.Desde ese espacio, muchas jóvenes se emolaron en la actividad política o feminista, promoviendo la participación y la igualdad de las mujeres.
Al mismo tiempo, las mujeres populares migrantes o hijas de migrantes, participaban activamente en la construcción de sus barrios. La defensa del lote, el enfrentamiento cotidiano con la policía y la organización de la vida cotidiana, dotó a las mujeres de una experiencia y un reconocimiento importantes en los nuevos asentamientos.
Estos fenómenos que se sucedieron en el marco de movilizaciones sociales y políticas promovidas por el régimen velasquista resquebrajarían los modelos tradicionales de familia; los hombres, en un mercado de trabajo reducido, no lograban ya completar el presupuesto familiar y las mujeres se vieron obligadas a colaborar. Ello significó una verdadera revolución en los roles tradicionales de género, que con resistencias los varones tuvieron que aceptar. Y en la escena pública, la movilización social y la acción colectiva se convirtieron en el canal inmediato de expresión, a través de organizaciones femeninas para la alimentación (Comedores Populares, Vaso de Leche, etc.) y las organizaciones no gubernamentales de desarrollo (ONGs).
En síntesis, el cambio en los roles femeninos producto de la modernización, de la participación social y del colapso de los modelos económicos, sociales y políticos vigentes, constituiría una tierra fértil para el desarrollo del movimiento de mujeres.
1. Cambios dentro y fuera: las feministas
Entre 1968 y 1975, coincidiendo con el tiempo de Velasco Alvarado en el poder, importantes acontecimientos en el país y en el mundo quebraron el rumbo de la vida social y política establecida. Los estudiantes de las universidades privadas y públicas, como nunca antes, marcharon juntos por las calles demandando atención y solidarizándo
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se con otros sectores: los mineros en huelga o los maestros; pidiendo el retiro de los norteamericanos de Vietnam o en contra de Somoza. Tensión, camaradería, reconocimiento e identidad de ser parte de un importante sector de la población, del país y del mundo y un proyecto común de cambio social y político, fueron los sentimientos que compartieron los jóvenes de los años setenta.
En este marco de movilizaciones, fue desarrollándose la nueva propuesta feminista. Un pequeño grupo de mujeres se reunieron en ALIMUPER (Acción para la Liberación de la Mujer Peruana), ellas en su mayoría de clase media, en la militancia política conocieron directamente el malestar de la discriminación y se sintieron reforzadas por las ideas cada vez más presentes del feminismo internacional. ALIMUPER, fundada en 1973, impulsó las primeras manifestaciones de protesta contra los concursos de belleza; y las mujeres, con vergüenza y temor, reivindicaron públicamente su derecho a controlar su cuerpo (Vargas 1989:33).
Durante los últimos años de la década de 1970, se formaron las primeras cuatro organizaciones femeninas nacionales: el "Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán", el "Movimiento Manuela Ramos", la organización "Mujeres en Lucha" y el Frente Socialista de Mujeres. En ese entonces, un grupo variado de mujeres se movilizaron en contra de la penalización del aborto, de la utilización comercial del Día de la Madre y apoyaron al Frente Sandinista de Nicaragua, exponiéndose a las sonrisas burlonas o las agresiones directas, por el hecho de juntarse entre mujeres. Sus acciones se articulaban en los canales clásicos de la sociedad y la política nacionales, combinándose con otros específicamente ligados a asuntos de interés femenino y con reivindicaciones frente a la opresión patriarcal. Estos grupos llegaron a formar el Comité de Coordinación de Organizaciones Femeninas, para aunar esfuerzos y desarrollar una acción política que pusiera de manifiesto el compromiso de cambio social que los signaban.
En este primer momento, su propuesta se definió en la tendencia del Feminismo Socialista. Ligando los problemas de clase y género, estos grupos rescataban los rezagos de su adscripción político-militante, al reconocer las desigualdades sociales e incorporaron a su discurso la especificidad de la condición de subordinación femenina. Pero a poco andar, renunciaron a los planteamientos de los partidos de izquierda. Las dificultades iniciales para reconocerse como un grupo de clase media de vanguardia, que tenía que buscar su propia base social, fue