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Cordúa

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Tupac Catari

Tupac Catari

vivos y los muertos. La tristeza corre por las aguas del río Toja, amarillea las hojas de los árboles, sube la montaña del Junke y nubla el cielo. Desde sus escondites serranos, las tribus piden al gran sol, dueño de todos los poderes del universo, que "entregue al gran cacique toda la fuerza que necesita para resistir al castigo. Que la luz de su cuerpo no se apague ni con el viento de los huracanes, ni con la voz del trueno, ni con la lluvia de los diluvios". En los alrededores, en la explanada que lleva al mar, en el descampado de Yara, los españoles invocan nuevamente la muerte del fuego. El hereje es el cacique Hatuey. La hoguera, el vino y el festejo son partes del rito preparado por los europeos. Un sacerdote conversa con el indio: - Hijo no temas a la otra vida. Esta vida no es la única que has de vivir. Si tu alma acepta el bautismo, irás al reino de los cielos donde Cristo es rey. - ¿Y quiénes viajan a ese reino? - Los cristianos, los hombres buenos. - ¿Y los españoles son cristianos? - Sí, ellos creen en Cristo... son hijos de Dios... - Entonces yo no tengo que hacer nada entre ellos. Mi alma no puede caminar con el alma de los españoles. Ella debe ser libre y vivir en el territorio que separa el reino del cielo del reino de la tierra. - Ave María Purísima. Dios perdone tu rebeldía. Entre las llamas, la imagen luminosa

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