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Arequipa contra San Román
LOS DIfíCILES Juan MiguEl TIEMPOS DE LA Bákula, notaBlELuCHA EnTRE historiador dE la CAuDILLOS Y LAS diploMacia CAMBIAnTES pEruana, rEsEña LEALTADES DE LOS P así su JuEBLOS DELuicio PERÚ histórico soBrESE POnEn DE El significado dEl RELIEVE En un congrETExTO so dEDE LA panaMá dE 1826 COnOCIDA ESCRITORA fLORA TRISTán.
rEflExionEs soBrEAREquIPA COnTRA El priMEr SAn ROMán congrEso panaMEricanista
En cuanto a los objetivos generales del Congreso de Panamá, creo innecesario insistir en que sus propósitos reales y sus posibilidades no fueron más allá de intentar una coalición defensiva en mayor grado, destinada a resguardar la independencia. Hasta entonces, los modelos en uso en Europa no habían pasado de ese tipo de entendimientos, siempre coyunturales, dirigidos a una finalidad concreta y renovados de acuerdo con las circunstancias. (...) No parece aventurado afirmar que ninguno de los Estados comprometidos por sus plenipotenciarios estaba en condiciones ni tenía voluntad de asumir tales obligaciones y el resultado confirmó que en Panamá –tampoco en la infructuosa espera en Tacubaya las negociaciones lograron superar las nebulosas de la imagina Pero, no fue, tan sólo, en Panamá, donde los pactos quedaron pospuestos al día siguiente de haber sido suscritos: Más adelante, en 1847, en 1856, en 1864 y en alguna otra fecha, en circunstancias iguales o aún más apremiantes, se reunieron los negociadores de las repúblicas americanas, consumieron incontables semanas o meses en sus debates, y suscribieron múltiples instrumentos, de los cuales ni siquiera uno, sólo uno, llegó a ser perfeccionado y a tener cumplimiento. En los primeros cincuenta años de vida independiente, no fue posible unificar puntos de vista. Tampoco acercarse a un consenso en aquello que pudiera ser un elemento crucial; ni aún a
La ciudad de Arequipa se alzó a favor del presidente Orbegoso, teniendo por líder al general definir dónde estaban o cuáles eran los intereses compartidos. Es este aspecto el Domingo Nieto. El 2 de abril de 1834, que se ha mantenido en la penumbra, este debió batirse contra las tropas del como si existiera un asomo de pudor para general San Román, quien intentaba explicar la incapacidad de proyectar la vida ocupar la ciudad. Por entonces residía en común, prefiriéndose disimular las desaen Arequipa la posteriormente famosa venencias recíprocas u ocultar los propios escritora feminista francoperuana Flora errores. El resultado ha sido que, en muchos Tristán, quien ha dejado un sabroso de estos casos, se ha preferido discurrir por relato de los sucesivos cambios de las plácidas veredas de una “historia laudahumor del pueblo arequipeño mientras toria” –expresión de Raúl Porras o escribir la batalla estaba aún indecisa. Tomado las páginas de una “historia rosada” –irónica de: Peregrinaciones de una paria, Lima: calificación de Jorge Basadre ya que, en UNMSMCentro de la Mujer Peruana las otras circunstancias, el empeño se ha Flora Tristán, 2003, p. 411. dirigido en uno o en otro de nuestro países a buscar un responsable de nuestra mala“Esta noche estuvo para mí llena de ventura, perfilando el síndrome de un “eneenseñanzas. El carácter de este pueblo migo predilecto”; o estimulando los ejercitiene un sello que le es peculiar: su gus cios de pensamiento para convertir las histo por lo maravilloso y la exageración toria en el derrotero de la persecución de es extraordinario. No podría decir cuán un “territorio imaginario” como resulta de la tas historias macabras fueron referidas propuesta de un sociólogo argentino. Pero, durante esta larga velada, cuántas por lo mismo, estas conclusiones, de ser mentiras fueron dichas, todo con un ciertas, nos deberían llevar a un análisis de aplomo y con una dignidad, que no las causas de nuestsociólogo argentino. podían dejar de admirar. Los que escu Pero, por lo misra conflictiva realidad interchaban probaban, con su fría indiferen nacional, que ya se anuncia cuando se cia, que creían muy poco de los cuentos clausuran las sesiones del Congreso de Pa que les narraban. Pero, de repente, cada vez que se recibían noticias verdaderas o falsas de lo que ocurría en el campo de batalla, se abandonaba la narración de cuentos y la conversación cambiaba. Si un soldado herido se arrastraba hacia el hospital y decía que los arequipeños habían perdido la batalla se elevaba enseguida en la sala un rumo burlesco. Se vociferaba contra el cobarde, el bribón, el imbécil de Nieto y se exaltaba al digno, al bravo, al glorioso San Román. Los buenos frailes de Santo Domingo dirigían al cielo sus votos sinceros para que ese perro de Nieto fuese muerto y se ponían a hacer hermosos proyectos para la brillante recepción que contaban hacer al ilustre San Román. Un cuarto de hora después, si otro soldado pasaba gritando: ‘¡Viva el general Nieto! ¡La victoria es nuestra! ¡San Román está perdido!‘, entonces los asistentes aplaudían, los buenos padres palmoteaban con sus toscas manos exclamando: ‘¡Oh!, ¡el valiente general! ¡Cuánto valor! ¡Cuánto talento! ¡Condenado sea ese miserable indio, ese zambo de San Román!‘. Mi tío [don Pío Tristán, quien tras la capitulación de Ayacucho, fuera nombrado por Madrid, virrey del Perú] temía verse comprometido por aquellos impertinentes charlatanes, tan ridículos como despreciables, pero en vano empleaba toda su elocuencia en hacerlos callar. Sus esfuerzos eran inútiles pues en la naturaleza de las gentes de este país está el abrumar sin piedad y sin medida al que cae, para alabar con exageración al que ha tenido éxito”.