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Tejer alas con las hojas del otoño
Soliloquio de un hombre ciego
Lo daría todo para no verlas jamás. Rehúso imaginar sus formas, también sus colores. No quiero volverme su esclavo, tampoco quiero, que al callar mientan por mi silencio, persiguiéndome, tirando de mis orejas en público. No las odio. Jamás lo haría. Pero no entienden que ellas, en mi universo, son personas no gratas. Su olor, o sus sonidos. Ellas se juntan a conspirar, paradas en las esquinas. No puedo verlas, pero las oigo susurrar entre ellas frases ya conocidas como: “Vamos a traspasarle el ego con una aguja de cristal –dicen- y perderá su codiciada libertad, o, cántale un bolero de Omara Portuondo, y verás cómo rinde su incondicional placer en nuestras manos.” Un ciego, ¡qué puede hacer un pobre ciego! para alguien en su lastimosa situación. Rozarnos, sentir nuestros bordes, es alcanzar el cenit de todo orgasmo. Pero ellas olvidan que soy templario. Un narcisista estoico, a quien la naturaleza forjó con un sexto sentido para acometer ese imperio superficial, que son las formas de los objetos.
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Tejer alas con las hojas del otoño
No caben más platos rotos por el otoño en mi vida. Si para detenerlos tengo que admitir mi cobardía, haré gala de mis dotes escénicas, convenciendo al viento a desviar el curso de los objetos y así evitar el sonido desagradable del meandro quintuplicándose en mi cabeza, como melodías de un violonchelo aquejado por la vejez. No quiero levantarme en sombra, con mil paraguas de excusa por cada fracaso que me persigue y que toma forma a medida que huyo. Al contrario, deseo que sean miles las rosas que se abran a mi paso, aunque sea el día del eclipse mayor, cuando ni las aves se atreven a dejar sus nidos y los roedores sus madrigueras. Voy a recoger las hojas caídas de los árboles y me tejeré con ellas alas con las cuales sentir fragilidad, y poder llorar, porque mi máscara me pesa, y ha llegado a suplantar mi osadía. No caben más platos rotos por el otoño en mi vida o gatos rojos sobre las alas azul cielo de mi sombrero blanco. Me rehúso a justificar esto porque haría más quejumbrosa la historia, que ahora no deseo contar. ese imperio superficial, que son las formas de los objetos
Daniel Montoly. Nació en Montecristi, República Dominicana, 1969, poeta y traductor. Obtuvo el primer premio del concurso de poesía convocado por la revista literaria Niederngasse, el “Editor’s Choice Award The International Poets Society”. Aparece en varias antologías de poesía tales como: Colección Sensibilidades (Alternativa Editorial, España 2001), Maestros Desconocidos de la Poesía Contemporánea (Ediciones El Salvaje Refinado, USA, 2004) y en la antología norteamericana: A Generation Defining Itself –In Our Onw Words- (AMW, Interprises, North Caroline, USA, 2009). Libros de poesía: La Ritualidad del Círculo (Obsidiana Press, 2008, USA), Tránsito del Agua (Editorial Taller del Poeta, 2008, Galicia, España) y Papeles Robados al Más Allá (Linden Lanes Press/ Colección de Poesía, San Antonio, Texas, USA 2014). Dirige el blog literario: El Wong Side.