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Un minuto de silencio
La campanilla sonaba intermitentemente, y el que la tocaba decía: ─¡Señores, por favor: un minuto de silencio! Pero los señores seguían hablando como si la campanilla no existiera, como si el director de la sociedad secreta no hubiera dicho nada. ─¡Un minuto de silencio por el alma de nuestro hermano! ─Para guardar un minuto de silencio por el alma de nuestro hermano ─respondió uno de los neófitos ─, tenemos que saber, primero, qué cosa es un minuto, qué cosa es el silencio, qué cosa es el alma humana. ─Un minuto ─explicó el director ─ es el estuche donde cabe toda la eternidad. El silencio es el estuche donde cabe todo el sonido. Y el alma humana, ya lo dijo el Maestro Pitágoras, “el alma humana es un número”. ─Sí, pero un número romano, o sea una letra ─dijo uno de los maestros ─. El alma humana ─recalcó ─, el alma humana es una letra. Recordemos que las letras de los números romanos son siete y que el siete es número de perfección. Sólo por eso decimos que “el alma humana es un número”… de perfección. Y por eso aquí estudiamos, fundamentalmente, Letras y Matemáticas para llegar al Súmmun del Conocimiento, respetando la superior jerarquía de las Letras. ─De suerte ─añadió el director─ que todo el tiempo cabe en la eternidad, toda la eternidad cabe en un minuto, y todo el sonido cabe en el silencio, como todas las palomas en el sombrero del mago, todo el ser en la nada, todas las jugadas en los dados, todos los dados del mundo en un solo cubilete, toda la espada en la vaina, o en la boca del tragaespadas del circo. ─ ¿Entonces…?... ─preguntó otro de los neófitos. ─Si un minuto es el estuche donde cabe toda la eternidad, y el silencio es el estuche donde cabe todo el sonido ─dijo otro de los maestros ─, entonces un minuto de silencio es el estuche donde caben todo el sonido y toda la eternidad. ─Y… ¿dónde guardamos ese estuche, ese minuto de silencio? ─preguntó el más neófito de los presentes. No hubo respuesta. Todos callaron. Y, puestos en pie, comenzaron a guardar el minuto de silencio tantas veces suplicado. En ese momento, un horrible accidente, una horrible explosión de gas, voló el local de la sociedad secreta. Hoy hace siete años que sus ocupantes están guardando un minuto de silencio.
13 de julio de 1986 (de Cuentos para la media noche, Ediciones Universal, Miami, 1992)
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