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Peregrino de la vida: Pedro Martínez QPD

Peregrino de la vida

¿Quién fui, quién soy?: peregrino sin reposo, sin valor en este mundo… son las palabras con las que define Pedro Martínez Delgado su andar por esta vida durante 73 abriles.

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Fácil decirlos, no así vivirlos en sus diversas facetas. Son 65 años participando de manera ininterrumpida, con entrega y devoción, en La Morisma de Bracho; una treintena como tahonero, más por obediencia y disciplina que por devoción; en el intervalo de ambas, boxeador y manager por gusto y afición; es ahí donde se gesta su famoso apodo de “El Perchas”.

Bajo respetuoso orden cronológico, Pedro Martínez platica de sus andares como cristiano en la representación de la “Batalla de Lepanto”, atuendo que portó orgulloso desde los 8 años de edad, bajo el mando del tío Antonio Alvarado Lara (Mi General Fierritos), a quien recuerda como un hombre sabio, inteligente y con verdadera devoción a San Juan Bautista.

Un día, cuando la edad se le vino encima, Mi General Fierritos me dijo: Ya está bueno que vayas haciendo algo bueno por la Cofradía y te responsabilices de la escuadra de Los Devastados, integrada en aquel tiempo por sólo 20 elementos.

Seré sincero —murmura mientras fija la mirada—, la representación no atravesaba por su mejor momento y pensar en la responsabilidad me hizo dudar, a lo que le respondí: tío, ¿no estaremos equivocados?, hay más personas que pueden con el paquete, los de mayor edad y experiencia. Me miró a los ojos y su respuesta se me quedó muy grabada: Pedro, a esos ni me los toques, no sirven, siempre andan por las nubes.

Ante aquella insistencia y su simulada resistencia, Pedro Martínez asumió el compromiso. Actualmente es General de la Escuadra de los Cristianos y su máximo orgullo es presumir que, de aquellos 20 elementos, ahora “gobierna” nada más y nada menos que cinco mil 500.

Pormenoriza que cuando hay una vacante en la directiva o puesto militar, ya sea por retiro o fallecimiento, los líderes eligen al sucesor por “dedazo”, muchas veces aunque el recién designado no tenga los conocimientos suficientes para el cargo, por eso propone que cada uno de los mandos tenga su respectivo suplente, tal y como sucede con los diputados.

Debido al permanente crecimiento de actores, Martínez Delgado sugiere que la directiva de la Cofradía actué con mayor autoridad y profesionalismo, que exija a los nuevos integrantes aprenderse los diálogos, el significado de la tradición y, lo más importante, concientizarlos sobre los riesgos que se corren con el mal uso de la pólvora. Todo se puede, si se quiere.

Con este uniforme andrajoso, a la fe

no le he soltado la mano… continúa su “final del Peregrino”, recordando sus inicios como tahonero, por órdenes e instrucciones de su señor padre, Don Refugio Martínez Rodríguez.

Se inició en el oficio a la temprana edad de 12 años, en la panadería “La Corona”, que en aquel entonces estaba a un lado de la fuente de Los Conquistadores y que al poco tiempo registró un incendio que fulminó varios pisos del inmueble, experiencia que a nuestro personaje se le quedó tatuada en lo más sublime de sus recuerdos.

Así la relató: ya en varias ocasiones se habían presentado problemas similares por la negligencia de los dueños, ¿a quién se le ocurre instalar la manguera del petróleo junto a la chimenea y el quemador?, se les hizo notar el peligro, pero nunca hicieron caso. Por pura suerte nos salvamos de morir achicharrados.

A su corta edad era el que detenía la famosa manguera, “un día el combustible comenzó a evaporarse, yo la estrangulaba con todas mis fuerzas, para que no soltara el chorro, así toda vía me decían: ¡aguanta!, aguanta hasta que se cosan los cortados (pastelillos), pero el calor quemaba, aunado a lo resbaladizo del plástico y la presión del mismo vapor me hicieron soltarla. Apenas y pude correr con todos los miedosos que ya estaban en la calle y en eso todo empezó a arder, pero gracias a Dios todos nos salvamos y no hubo nada que lamentar, sólo lo material”.

De ahí se fue a la “Flor de México”, hasta llegar a la pensión aún en contra de su voluntad, toda vez que su ilusión era llegar a ser farmacéutico o laborar en la entonces Compañía de Luz y Fuerza —ahora Comisión Federal de Electricidad—, un sueño que no se realizó a pesar de los múltiples intentos.

“Eso motivó a que mi desempeño no fuera completo, pues me dediqué sólo a elaborar bolillos, cachuchas y pan de canela, lo que molestaba a Inés Ríos, el dueño, quien me regañaba y aconsejaba que aprendiera de todo, que tal si te vas a otro lado y te exigen más cosas, pero no, ahí seguí hasta que comencé a recibir una bicoca de pensión”.

En esta esquina, de 61 kilos, peso

ligero, el “Cuervo de La Pinta”… ¿A caray y ese quién es?, se preguntaron todos cuando lo presentaron en su debut como boxeador en la plaza de toros San Pedro.

Así me anunciaron en los carteles y arriba del ring, narra, sucede que nadie sabía cómo me llamaba y sin preguntarme nada me subí a darme de trancazos, dando paso a mi aventura —que por cierto fue corta—, sólo cinco peleas, y no porque yo haya querido, más bien porque ya no hubo quién la hiciera de promotor o de empresa.

Recuerda intercambiar golpes con Many López, Inés y Rafael Ríos (hermanos que juntos con él sirvieron de “costales” al primero) y “nos ponía cada cueriza en los entrenamientos, que eran en el gimnasio improvisado de la escuela Francisco Goytia. Muy seguido también hacia guantes con Inés, al que batallaba para pegarle, por chaparro y correlón, muy ágil se veía”.

En este punto de la charla la emoción invadió a El Perchas y comenzó hacer un “raund de sombra”, de tal manera que quien escribe, sentado a su izquierda, estuvo atento para cabecear en caso de que un jab y un recto de zurda se le salieran de control.

Explica que nadie quería arriesgar su dinero, se acabaron los Benito de la Cruz, Jesús Félix, Genaro Espinoza, Enrique “El Hampa” Uvario, Juan Rivera, entre otros. Los años pasaron y como ya no le fue posible continuar como boxeador, se experimentó como sparring, ayudante, entrenador y manager. Aclarada la situación, “El Cuervo dejó de ser ave negra” y se convirtió en Pedro “El Perchas” Martínez.

Fue evidente su satisfacción cuando habló del reconocimiento que le entregó la Federación Mexicana de Box Amateur por su trabajo como Presidente Estatal de Entrenadores de Zacatecas.

Como manager, recordó tener en su establo a pugilistas de la talla de Rafael “Kingo” López, Arturo “Chino” López, Antonio “Yay” Dávila y Jorge “Cokena” Sandoval, entre otros. Refiere que primero estuvo en un gimnasio móvil en las instalaciones de los ferrocarriles y después se mudó a la finca del minero.

Cerró este capítulo hablando del box femenil y plantea apoyar a las boxeadoras en todo lo que se pueda, sin embargo no está del todo de acuerdo en verlas con las narices “chatas”. Por su naturaleza, es necesario poner más atención y tener cuidados especiales, aunque “no crean, son muy buenas, arriba del cuadrilátero, tal y como me tocó verlas en Ciudad Victoria.”

Amor de mi Alma, Cenizas de mi Vida, Mandato de Dios, El Final del Peregrino…

Sólo una probadita del amplio repertorio de escritos, poemas y canciones que tiene en su haber Pedro Martínez Delgado QPD.

Sólo bastan un lápiz y papel para adentrarse y auscultar en la faceta cuidadosamente escondida que guarda el sentimiento, la nostalgia y el talento para componer los versos, prosas, rimas, estrofas y sonetos dedicados a la vida, al amor y al final de la existencia. Revela que su inspiración principal es su señora esposa, María Castillo López, quien desde hace tiempo lo dejó para reunirse con el Creador. A ella, con permiso de Juan Gabriel, le dedica la canción de Amor Eterno, gesto que agradecen sus hijos Alfonso, María de los Ángeles, Laura Rosalía, Pedro, Humberto, Salvador (el hijo pródigo que ya regresó al redil), Isela del Patrocinio y María de la Trinidad, además de sus 13 nietos.

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