2 minute read

Darío Jaramillo Agudelo

Next Article
Esteban Dublín

Esteban Dublín

DARÍO JARAMILLO AGUDELO

(Santa Rosa de Osos, Antioquia, 1947)

Advertisement

Poeta, novelista y ensayista colombiano, calificado como el principal renovador de la poesía amorosa en Colombia. Perteneciente a la llamada Generación sin nombre. Premio Internacional de Poesía, en su edición número 15.

Comentarios reales 21

Si no existen los caballos, los reyes tampoco pueden existir. Es sencillo: nadie le cree a un rey que no tenga caballos. (En cambio, todo el mundo le cree a un caballo aunque no tenga rey: esto demuestra que son más necesarios los caballos que los reyes.) Aun en estos tiempos, un rey en motocicleta, o esquiando, será un rey, pero es un rey en vacaciones. Para reinar, los reyes necesitan a los caballos.

Todo esto lo sabía el rey Apolonio y llegó a angustiarse cuando descubrió que los caballos y las yeguas de su territorio no se reproducían. Se entregó con tanto ahínco al problema que aprendió el lenguaje equino y, conversando con una yegua, descubrió que todos los caballos de su reino eran antimonárquicos. Así, rápidamente, trajo a su reino caballos de dogmáticas creencias absolutistas y pudo salvar el régimen monárquico en sus tierras.

1 Textos tomados de La voz interior, 2006.

Pentecostés 91

Ignacio y Hortensia, marido y mujer, son dos católicos practicantes y convencidos. Como tales, ambos tienen plena convicción de que los sacramentos son sagrados, cosa de Dios para regular la vida de los pecadores y señalarles el camino al cielo. Cuando se casaron, ambos sabían que contraían un compromiso solemne, hasta que la muerte los separara, que eran una sola carne, que se debían apoyo, compañía y respeto, que compartirían techo, lecho y mesa de por vida.

Un buen día Hortensia se da cuenta de la más cruel verdad: si continúa viviendo con Ignacio, lo va a odiar y se va a ir al infierno por no amar al prójimo, y no a cualquier prójimo, sino por no amar al prójimo al que juró amar. Se lo dice a Ignacio y él también se da cuenta de lo que podría pasar: odiaría a la mujer que antes amaba si ella lo llegara odiar. También son conscientes de que no pueden deshacer lo que Dios unió, que no está en sus manos romper un juramento sagrado.

Después de discutirlo sin ponerse de acuerdo, Hortensia decide abandonar a Ignacio. Ese día les cambia la vida a los dos. Ella enfrenta su conflicto religioso con la inmodificable decisión de no romper el vínculo, de purgar su falta sin divorciarse, pero sin odiar a Ignacio, más bien con afecto por él. Ignacio, que no tiene motivos para sentirse culpable, al fin y al cabo, no fue él quien rompió el matrimonio, se llena de remordimientos cuando, pocas semanas después del abandono de su mujer, se enamora de una compañera del coro donde canta.

1 Textos tomados de La voz interior, 2006.

This article is from: