Agustín Pisani - SinMonNefas

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SinMonnefaS AgustĂ­n Pisani


incluido


“Contario”

S

urge por el autor la pretensión ineludible de urdir en este libro la

no muy explotada idea de “contario”. A pesar de la autonomía de cada cuento sus historias, se entrelazan. Así pretende el autor exponer este libro. Claro está que no todos lo escritos son cuentos, por ello la pretensión de "“contrario”. Un hilo que desde los extremos hasta el centro está compuesto por cuentas. En caso de que faltare una sola cuenta el collar carecería de armonía. Pero cada universo es personal y cada collar se construye en una armonía subjetiva, con un orden particular dentro de un realidad convenida. Cada perla es caótica, cada perla es irregular; sin embargo ese chaos dentro de este universo o collar se encuentra en armonía.

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Parodia

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arodia: F. (Lat. Parodia). Imitación burlesca de una obra de literatura:

una parodia de la Eneida / Cualquier imitación burlesca de una cosa seria / Representación teatral festiva, satírica, para ridiculizar algo serio. Es eso. Si poseemos un mínimo sentido del humor, por más pequeño que sea, repararíamos en que todo (absoluta-mente t o d o) es parodia. Reproducciones del original, toda copia por más tecnología y precisión que alcance, ridiculiza necesariamente al original (sinónimos de copia: Plagio, versión, trascripción, duplicado, imitación, adaptación, ficción, ergo engaño). No es malo, no es bueno, es. Así, de esta manera, vamos por la vida satirizándola, satirizándonos, alienándonos, así. Asimismo, sabemos y es lógico, que esta ridiculización o esta vida es graciosa. Cosa seria. Cosa seria fue la primera, ya no más (¿Existe la Primera?). Empero, se admite que sea una seria ridiculización. Sátira de sátiras. Parodia al fin. No nos quedemos aquí, abramos el tema. Desde esta expresión se

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desprende algo muy importante que nos permite pasear por otros campos. ¿Qué es? El tema. No hay muchas cuestiones sobre qué hablar, más que nada en lo artístico, pero en la vida misma, mundana, también. Habrá, siendo bondadosos, unos dieciocho temas para investigar; esto si tomamos la raíz del árbol, no las ramas (desengaño = amor). Tal vez tengamos millones de contenidos para tratar, pero son sólo disfraces de aquellos dieciocho. Sátiras si las hay. Para ahondar en este tema es preciso parodiar, o como se dice también, citar. Cita (acepción pertinente al objeto de estudio): Referir lo que otro ha dicho o escrito. Una cita es la reproducción o interpretación de algo preexistente que lo podría tanto enaltecer, sublimar, como humillarlo, opacarlo. Sea cual fuere el resultado, es una ridiculez, una caricatura. ¡Tengamos sentido del humor para disfrutar! Y citemos, seriamente:

“Qué tal, López

Un señor encuentra a un amigo y lo saluda, dándole la mano e inclinando un poco la cabeza. Así es como cree que lo saluda, pero el saludo ya está inventado y este buen señor no hace más que calzar un saludo. Llueve. Un señor se refugia bajo una arcada. Casi nunca estos señores saben que acaban de resbalar por un tobogán prefabricado desde la primera lluvia

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y la primera arcada. Un húmedo tobogán de hojas marchitas. Y los gestos del amor, ese dulce museo, esa galería de figuras de humo. Consuélese tu vanidad: la mano de Antonio buscó lo que busca tu mano, y ni aquélla ni la tuya buscaban nada que ya no hubiera sido encontrado desde la eternidad. Pero las cosas invisibles necesitan encarnarse, las ideas caen a la tierra como palomas muertas. Lo verdaderamente nuevo da miedo o maravilla. Estas dos sensaciones igualmente cerca del estómago acompañan siempre la presencia de Prometeo; el resto es la comodidad, lo que siempre sale más o menos bien; los verbos activos contienen el repertorio completo. Hamlet no duda: busca la solución auténtica y no las puertas de la casa o los caminos ya hechos, por más atajos y encrucijadas que propongan. Quiere la tangente que triza el misterio, la quinta hoja del trébol. Entre sí y no, qué infinita rosa de los vientos. Los príncipes de Dinamarca, esos halcones que eligen morirse de hambre antes de comer carne muerta. Cuando los zapatos aprietan, buena señal. Algo cambia ahí, algo que nos muestra, que sordamente nos pone, nos plantea. Por eso los monstruos son tan populares y los diarios se extasían con los terneros bicéfalos. ¡Qué oportunidades, qué esbozo de un gran salto hacia lo otro! Ahí viene López. -¿Qué tal, López? -¿Qué tal, che?

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Y así es como creen que se saludan.” 1

Ahora bien, la cita propone además una “innovación”, por lo menos una esperanza o la quinta hoja del trébol. Ésta provoca miedo y maravilla. La parodia no lo es, no existe en realidad, hasta que el señor López la ve. No hay teatro sin espectador, no hay sátira sin conciencia. Aceptemos esta vida, esta caricatura y luego elijamos si queremos el trébol, aquél de cuatro hojas que mal o bien siempre trae algo de suerte. Pero sepámoslo todo el tiempo, aquí y allá. Aquí y ahora, sintamos vergüenza de sentir vergüenza, no de encontrarnos en la parodia que nos parió. Aprovechémosla, riámonos con ella, y si algún hidalgo vestido de ejecutivo, o vaya a saber uno quién, se atreve a reírse de ella: ¡Bienvenido sea! Y que plante en cada maceta tréboles de cinco hojas; y así al otro día alguien dirá de pie: “Aprovechémosla, riámonos con ella, y si algún hidalgo vestido de ejecutivo, o vaya a saber uno quién, se atreve a reírse de ella: ¡Bienvenido sea! Y que plante en cada maceta tréboles de seis hojas” para que luego venga otro y grite: “Aprovechémosla, riámonos con ella, y si algún hidalgo vestido de ejecutivo o vaya a saber uno quién, se atreve a reírse de ella: ¡Bienvenido sea! Y que plante en cada maceta tréboles de siete hojas”. Así, circularmente o de manera espiralada, se suscitará este absurdo ridículo que es la vida, o la parodia. La parodia que nos parió y que crece casi tanto como la corrupción, desarrollo inversamente proporcional al de las hojas en los tréboles.

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1 “Qué tal, López”. Julio Cortazar, Historias de cronopios y de famas, Buenos Aires, Ediciones Minotauro 1962

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Trabajo o Paperback Writer

siete.

-N

ecesito una idea para escribir un algo, que sea antes de las

- La tengo: un hombre se enamora de una mujer, entonces se aleja de ella así sus vidas nunca se cruzan. Al principio él llora y sufre porque no tiene la posibilidad de tocarla, de mirarla, quizá oler su sudor, sentir sus palmas chocándose chochas de la cháchara de algún ministro de educación, y así etcéteras, sucesivamente etcéteras. Un día sumido en lo más de las angustias, porque le aclaro: la angustia es, o sea existe, ante la nada y la nada es todo. Le explico mejor: La ausencia de la mujer es el móvil del hombre, una hipotética presencia de ella sería la ausencia de la teórica ausencia de ella, y así etcéteramente. Entonces y como le sugería, una tarde, temprano, el señor joven repara en que su histeria no es más que angustia, necesariamente ante todo. De manera que se abstrae de la existencia de ella y a partir de ese momento, se da cuenta que ella no es más que lo que él idealizaba. Por lo tanto saca un revolver y se mata por ignorante. -¿Qué? - Nada, perdón. Era un chiste… Desde ese estado concentra su atención en

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él mismo. Su vida empieza a transformarse de tal manera, o sea, de manera tal, que el hombre comprende que no hay mayor engaño que el que sufrió por sus sentidos. Una vez controlado su cuerpo, empieza a dominar su mente. Entre otras cosas la telekinesia, con lo cual comprar el diario se transformaba menesterosamente en robarlo, y generalmente todo. Su crecimiento fue tal, pero crease o no, tal fue su desarrollo que desglosar milagros era parte de su rutina matinal. A no detenerse en esto por su carácter inabordable e inexacto, se comprende. Sin embargo, una noche, tarde, el onírico enemigo se le hizo presente olvidando la presente ausencia de ella, la angustia. Digo, soñó con la muchacha y despertó vanagloriando un potencial triunfo. Vislumbró en su descanso una hermosa vida junto a ella. El hombre, desde esa noche, volvió a ser quién era, su angustia. Dejó su vida por planos que conducían a calles donde ella tal vez se encontraría. Perdió de manera precisa las enseñanzas que sus sentidos le habían brindado, esto significa que él vuelve a brindarse a sus sentidos, a su mente. Otra vez se mezclan las jerarquías y el dominante pasa a ser el dominado, etcéteras sucesivos. Él piensa “Chau chochas palmas chocándose por las chácharas, chau”. Hasta que ayer la encuentra. -¿Qué? - Ok, hasta que se levanta a la mañana por milagro, se recupera penosa mente de la resaca narcótica y lenta mente lee en la TV: “Atrapan afamada ladrona de diarios, intenta huir pero es muerta por policía”. Por lo tanto saca un revolver y se mata por ignorante. - ¡Ja Ja Ja! Puede ser… Pero para ser un buen detective federal, te faltaría fumar.

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AsĂ­, prenden un cigarrillo y uno tose, el otro rĂ­e.

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Son Eto

A Dios le pedí tanto, le pedí tanto como a vos. A Dios lo miro a los ojos tanto como te miro a vos.

A Dios le he mentido, le he mentido como a vos. A Dios este soneto, este soneto es para vos.

A Dios lo he acariciado tanto, tanto como te acaricio a vos.

A vos no he de perdonarte tanto, tanto como a Dios ¡Adiós!

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Parónimos Verdaderos

U

na tarde cuando ya anochecía caminábamos los dos juntos por

la vereda entre algunas que otras personas. Ella me dice que imagine la siguiente situación, figúrese: Mientras avanzamos podríamos divisar de repente a dos personas iguales a nosotros viniendo en dirección contraria. Mi comentario fue que tal vez sería interesante que aquellos dobles no se conozcan entre sí. Hoy por hoy la idea de los individuos miméticos que se cruzan me aterroriza. Velo por preguntarme qué decir en ese caso o cómo actuar. De todas formas el punto crucial de este escrito es el análisis de la escena mencionada al comienzo. Por un lado ella plantea verse a sí misma con migo pero en otras dos personas. Parecería que quiere multiplicar lo que vive. Por más que ellos caminen en opuesta dirección, la representación de verse conmigo le pareció tentadora. De la manera más romántica le contesto que qué bueno sería el hecho de que eso suceda con la salvedad de que estas replicas no se conozcan entre sí. Ahí quedó la conversación.

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¿Por qué creyó ella lúdico el juego de los dobles? ¿Por qué yo quise que se desconozcan esas personas? Eso todo, es no importante. Lo valioso aquí es la vieja idea que el cine y otros han inculcado en la mente de algunos. Por mi parte, no tiene más sentido la vida que para encontrarme a mí mismo sobre alguna esquina, de hecho todo foráneo cree eso de un porteño. Ahora bien, esta es la conversación inaugural que yo tuve conmigo mismo cuando me encontré por primera vez:

y: Hola. Y: Buenas. y: Me alegro mucho de encontrarte. Y: Yo también.

En ese momento me invadió una alegría gigantesca que me impidió seguir charlando, él desapareció.

A la mañana siguiente, luego de levantarme, me cepillo los dientes. Dudo por lo tanto si soy yo. Efectivamente el espejo no dio indicio alguno, recurro a algún pariente que no vacila en tratarme mal, entonces creo que sí soy yo. Sin embargo, un rato más tarde, mientras sonaba soberanamente la música del vecino que siempre detesté(a los dos por casi igual), la piel se me eriza y disfruto de sobremanera tanto la música como lo que ella implica (que mi vecino se encuentre tan cerca mío). Instantáneamente pongo en tela de juicio la idea de que yo soy yo.

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Salgo desesperado a buscarme en aquella esquina, pero no había nada más que dos personas idénticas a mí, platicando de esta manera: y: ¿Qué tal? Y: ¿Cómo te va? y: Qué bueno encontrarte. Y: Sí, verdaderamente.

En ese momento me invadió una alegría gigantesca que me impidió charlarles, volvieron a desaparecer.

Sin embargo con el transcurrir del tiempo me fui animando a dialogar con cada uno de los replicantes que afloraban y, gracias al tiempo nuevamente, fui aprendiendo las características de cada doble. Me conocí en mis dieciocho versiones. Aprendí a elegir cuál quería ser en qué momento; pero claro, cuando descubrí esto ya era tarde porque todos lo habían experimentado desde niños. Me refiero a todos los seres humanos. Obviamente al reparar en esto fui matando a cada una de mis versiones; pero fue tanta mi cobardía que me quede con la que está escribiendo justo ahora. A veces salgo a buscar a algún doble perdido, mas cuando lo encuentro me da tanto asco que lo asesino. Desde hace un tiempo que vengo aniquilando a estas cosas, como a la gente de mi entorno también, pero especialmente busco a la mujer que metió esa idea en mi cabeza. El problema es que la veo a menudo y flaqueo en mi decisión porque no distingo si es ella u otra copia.

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Quizá sólo me propuso un juego y yo no entendí las reglas, o es que los demás seres humanos conspiran ante mí para hacerme creer que ella es un doble. En una de esas, ella conocía la existencia de los pares (sin participar de la experiencia) y quiso probar si estaba conmigo. No sé cuán bien salió el juego, aunque yo, la veo en todas partes constante mente.

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Vuelvo

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uelvo de un vuelo cada vez que revuelvo entre las cosas que me ha

devuelto. Le devuelvo mi desenvuelvo y así, resuelvo la cuestión del vuelto. He vuelto a mirarla de reojo, vuelvo a mis pensamientos y resuelvo alejar mi mirada. Vuelvo al problema del vuelto que desenvuelvo de una servilleta, la cual devuelvo a mi memoria. Me moría por resolver el desvelo de un vuelto que ha vuelto a perturbar los bolsillos malintencionados de los que no saben desenvolver. Vuelvo a la idea de sus ojos y una vez más resuelvo que le debo algo; ese maldito vuelto me ha vuelto a revolver el estómago. Entonces resuelvo que si le devuelvo el vuelto no resuelvo la contaminación global, tampoco podría volver y revolver sin irme un par de veces, mas y peor aún, no podría bajo ningún aspecto (claro está que vuelvo y revuelvo a revolver entre todos los aspectos) tomar un revólver y desenvolver la historia con su muerte. De todos modos nada de esto me importa. Importa productos manufacturados de la vieja Europa y se regocija con saber que le deben un vuelto. Paga de más, busca deudas, de Judas proviene su bondad y de vuelos sabe tanto como de costurera. Era todo para mí. Todo era para mí muy extraño. Extraño sus ojos, la vuelvo a mirar de reojo y no la vuelvo a comprender y revuelvo a resolver que no hay nada más que ver. Se esconde. Es conde, condesa, duque, duquesa, rey, reina. Reina lo que se propone con sus tropas de palabras. Vuelvo de un vuelo que sólo él me podría permitir, que sólo

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ella me dejaría hacer. Revuelvo y revuelvo y vuelvo a revolver entre mí y resuelvo que no me desenvuelvo muy bien si está presente. Presente o no su forma de conquistarme, me percibo sistematizado. Matizado por sus matices, sus temas: sistemas. Me revuelvo el estómago con sólo pensar en lo que cada vez que te veo, te pienso, dejo concluso y a su vez no lo resuelvo.

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Tradiciones (nosotros)

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e todas, la mejor tradición en mi familia, es indiscutiblemente los

moretones. Cuando saludo a mi padre le dejo el moflete morado. Los pies todos de mi parentela son color violeta, como nuestras nalgas todas. Cuando llego tarde a una reunión empresarial alego que me intentaron hurtar todo en el camino pero en realidad estuve amándome con mi mujer. Todos me creen, aunque sea los primeros días, pero después se desvirtúa todo. Sostienen que vivo con algún golpeador o que me auto flagelo todo, porque si hay algo que nos gusta con mi mujer, es apasionarnos todas las mañanas. Descubren toda la verdad y los inspectores, muertos de envidia todos, me dejan cesante. De todos modos yo me encargo de ir hasta la empresa (luego de que me hayan intentado robar todo) para despedirme formalmente de mi jefe. Nos damos la mano y más tarde consigo a un abogado para denunciarlo por el daño que hizo en mi mano derecha toda. De esa manera y con la prueba del machucón, a pesar de que me moleste que ese amanecer me prive de amar a mi esposa para no perder el juicio; gano claramente tras justo fallo de un Juez supremo. Consigo todo: buen dinero suficiente como para vivir dieciocho meses de algarabía junto a mi mujer. Todo me lo enseñó mi abuelo, mi madre no supo sacar mucho provecho al asunto. Pero su vendedor de maquillaje sí, todo. No es del todo fácil para una

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mujer lidiar con la eterna violácea. Anda cuidándose de no chocarse con todo, estuvo años sin sentarse ni acostarse para tener sólo moretones en los pies. La gente la llama “Mora” aunque su nombre sea Violeta Tutti. Nadie se da cuenta de lo fácil que es jugar con su nombre, parece que es más divertido apuntar a lo que se reconoce socialmente como un defecto. Las tradiciones son así. Yo adoro a mi familia toda, a pesar de que mi madre reniegue de ella y de todo. Sin embargo mi hijo se obstinó en no seguir con la genética, pero de vez en cuando lo engancho todo lleno de moretones. Él dice que no puede explicarme mucho o todo y me pide que le salga de testigo en un juicio contra el Gerente General de Todo- Cola.

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Ádres

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a madre, mientras sostiene entre otras cosas el buzo del hijo que

juega por ahí, charla con otra dama. De repente se le cae la indumentaria del niño a la famosa agua podrida del cordón de la vereda. Instantáneamente ella le grita al niño: “¡Matías! Se cayó tu buzo ¡Che!”. Para su sorpresa el chico se había mandado otra macana por la cual ameritaba ser retado y con razón. El padre camina por la florida calle, perdón, por la calle Florida cuando ve a una estatua viviente. Frena delante de ésta y le administra al hijo unas monedas para que él se las entregue, y así poder ver la gracia del artista. El nene toma con manos temblorosas el dinero redondo y vacila en su camino, consecuencia de esto: empujoncito del padre. Con la cara más pálida que haya tenido jamás, el niño provee el capital al artista. Éste hace su gracia, el pibe se esfuerza por disimular la metamorfosis de su tez que en segundos pasó de blanca a roja. El padre feliz y orgulloso, inclusive del Estado porque cree que los artistas son parte de algún impuesto, sonríe, se deleita. Palmea al niño pero no como agradecimiento de haberle permitido ver lo que quería; sino como un “el día de mañana me lo vas agradecer”. Un hombre viejo camina por Lavalle, pensando en el por qué del nombre de la calle Florida, entonces se topa con una madre que sostenía, entre otras

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cosas el buzo del hijo que jugaba por ahí, mientras charlaba con otra dama. De repente se le cae la indumentaria del niño a la famosa agua podrida del cordón de la vereda. Instantáneamente ella le grita al niño: “¡Matías! Se cayó tu buzo ¡Che!”. Para sorpresa del chico se había mandado otra macana por la cual ameritaba ser retado y con razón. El anciano continúa sin mucho tiempo para reflexionar sobre lo acontecido. Sucede lo siguiente; a saber: El padre camina por la florida calle, perdón, por la calle Florida, cuando ven a una estatua viviente. Frenan delante de ésta y el padre le administra al hijo unas monedas para que él se las entregue, y así poder ver la gracia del artista. El nene toma con manos temblorosas el dinero redondo y vacila en su camino, consecuencia de esto: empujoncito del padre. Con la cara más pálida que haya tenido jamás, el niño provee el capital al artista. Éste hace su gracia y el pibe se esfuerza por disimular la metamorfosis de su tez que en segundos pasó de blanca a roja. El padre feliz y orgulloso, inclusive del Estado porque cree que los artistas son parte de algún impuesto, sonríe, se deleita. Palmea al niño pero no como agradecimiento de haberle permitido ver lo que quería; sino como un “el día de mañana me lo vas agradecer”. Entonces el abuelo revive lo que le había pasado cuando niño y comprende inmediatamente por qué la calle se llama así. Claro que nunca consigue entender cómo es que estamos cada vez más, en una sombra decadencia.

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Non Thue

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in inspirarme en el paisaje, las piedras, tábanos en mis pies, secuestran

mi mirada y tu huella a mis pies. La adrenalina salvaje en la embestidura del agua de tus ojos provoca olas en el lago que ya casi descansa a mis pies. Quizás te llegué este mensaje en la botella o lo capture un pescador, prefiero dejarlo escrito en el papiro de mis pies. No sé leer la partitura del lugar, imagino en el espejo y te acuso con el dolo de querer. Instancias decisivas, cálculos extravagantes, el cuero sucio, las posibilidades mínimas de tenerte y más, tener. El señuelo de tu boca, la comida rancia, la pupila de tu voz rompen a pedradas esta choza cansada de aletear. La sangre o tus microbios se escuchan con un eco, sueltan las parodias del pasado y unas chispas que enceguecen las fronteras entre vos y otra sensación.

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Cuánto nos falta desaprender…

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ué ideal que suena esto para la vagancia que se junta cada tarde

en la placita, para los alumnos del último banco, para quienes ignoran sus “faltas”. En fin, para muchos. Sin embargo dudo de la existencia de asuntos más jodidos. Romper el hábito del cigarrillo, de la tensión innecesaria en el músculo inmediato inferior al cóccix, reeducar nuestra respiración, la forma de mirar, recordar que hay un ser humano del otro lado del chat; entonces: reconquistar la manera de pensar (que es siempre lo que influye en todo lo demás). Qué difícil dejar de lado lo aprendido por imposición, para tomar una nueva imposición que promete ser mejor que la anterior; pero que no es más que un nuevo modo de… lamento en este preciso instante no recordar aquello que escribí durante una clase de simiología, quiero decir: semiología. Estaba yo, gracias a mi magnífico poder de concentración, tan poco divertido que escribí lo siguiente (pero muy distinto): $%&%$·”!%$%& y más. Luego llegué a una conclusión: lo que estaba estudiando en ese momento no era más que lo refutado por un tercero que a su vez y, tal cual el otro también lo había hecho (valiéndose de la teoría previa) iba a ser refutado por un diferente quía y que así sucesivamente se seguirían refutando por los siglos de los ¿Siglos? Estudiar en minutos o en cuatrimestres, vidas de

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seres que canalizaron su máxima energía en lo que ahora uno toma derretido de diversión, suele aparecerse en mi balero como algo radicalmente despectivo. Después de todo pensaba yo, la puerta está abierta y podés ir a aburrirte por ahí. En las radios o en las teles o en los medios (que deberían llamarse enteros por su importancia, pero nulos por su mensaje próspero de comunicación), digo entonces en los nulos de ética; pasa algo muy parecido. Ya no importa. Una vez más, gracias a mi poder de concentración desvié el tema principal. Quiero explayarme pues, en la red de subterráneo de París. Termina siempre esa trama en los mismos lugares, pero cada viajante va, si bien por la misma senda, por diversos trayectos. Como sostengo lo de la semiología, defiendo lo del año bisiesto también. Qué difícil desaprender las técnicas que aprehendemos. Qué difícil aceptar el vocabulario formal en una tribuna de fútbol, qué situación querer comprar una computadora con especias. Se sobrevive o se vive. Se vive o se vive plenamente. El pulgar hacia arriba, hacia el medio o hacia abajo. Norte, sur, este, oeste. Cómo desprendernos de cuatro puntos cardinales que preestablecen al mundo que observamos. Qué sería del ser que no posea ubicación, digo; además de desubicado, aprendió gracias a desaprender que de las dos formas, se puede cada uno tanto ubicar como desubicar. El perro si obedece es inteligente, los seres humanos si acatan órdenes no siempre son inteligentes. Obtener un uno como nota en la escuela en Alemania equivale a un diez. El naipe aquél es el mejor para “la canasta”, no así en “el truco”. Simultáneamente vemos cómo todo es relativo y cómo esta afirmación resulta absolutamente cierta. Causa gracia tal vez, pero aunque sea por un momento

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el perro es absolutamente inteligente, el uno es la mejor nota, etcétera. Es una cuestión de perspectivas. El problema es creer que lo que se acaba de afirmar es cierto, o sea, lo es pero sólo en parte. Se desconoce un fragmento y se testifica el hecho desde lo conocido. De este modo es como andamos por la vida, a medias. Por lo menos no vamos descalzos, aunque tal vez eso nos ayudaría a dejar de pensar sobre cosas como estas, de una estirpe completamente ficticia, irreal, que sin conciencia lastiman a la raza humana tanto como los perros inteligentes. Qué sendero el de desaprender y aprender, qué comodidad tan ficticia como hipocondríaca resulta lo que tenemos. Sólo me cabe pensar en pensar positivamente, “Yo pienso positivo por eso vivo, por eso vivo”, escuché en una canción mientras mi amigo me terminaba de despertar con el teléfono… habían caído las Torres Gemelas, era un once de setiembre sin clases, como todos los once de setiembre. Recién hoy me entero que los once de setiembre no hay clases porque es el día del Maestro. Sé que me he desviado completamente por culpa de esta última apreciación del planteo de las perspectivas, mas volveré al asunto, aunque sería mejor que cada uno retorne cuando se le antoje desde el punto que le plazca y si no se le parece… Qué difícil es desaprender que nuestras manías no son más que papeles que llenan de manera efímera el hueco que Lacan percibe siempre insaciable. Ese vacío que se enemista con las publicidades, así como el Coyote con el Correcaminos. Todo, claro está, desde mi perspectiva, que es la única que vale.

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Aquel chupetín

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s otro desencuentro nada más y ningún reloj pulsera da la hora.

Como una ostra de chocolate con la mirada parca entretengo su llegada que no es más que un partir de vuelta y llegar, para devuelta partir. La censura de los coches y estas casas; todos me ojean cual río sin correntada. Les gusta, se asustan y vuelven cargando sus efemérides putrefactas de seguir ya podridos. Su llegada debe estar cada vez más cerca, sino no hubiese servido de nada que haya flotado el tiempo, aunque las muñecas ya ni la hora me dan. Sé que puedo resistir, soportar aquí, sólo como sendero de ripio que quizá te sirva; tan sentado que ni la idea de tener que compartir tantas cosas cosquillea mis burdas y descendentes neuronas como la visión del reencuentro. A mi izquierda un cerro, hermoso; a mi derecha Nahim, el niño mayor roba y miente descaradamente a su madre sobre aquel chupetín. Aquel chupetín. Es inevitable, ni siquiera es menester intuirlo, su llegada ya es casi una realidad.

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Universidad de Gartenhanging

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n estudio realizado en la Universidad de Gartenhanging ha

determinado que con la ayuda de una pastilla de última tecnología, el ser humano para el año tres mil dieciocho, dejaría de mentir. Además sería de un costo y eficacia tan contraria que será obligación ingerir el remedio. Una persona de los remedios de comunicación ha decidido arriesgar discursos posibles de gente adiestrada por la píldora. Hemos recompilado sólo algunos. Los restantes serán producto de su imaginación y de su verdad.

Taxista y clienta Clienta: Qué tiempo loco ¡Eh! Taxista: Le voy a robar con lo que le cobre. Clienta: Está bien, admito que usted hará algo malo pero lo que cuenta es la sinceridad. La clienta termina su viaje, se baja del coche y lee el diario. Por ello se entera de lo que sucede. Al rato desconfía de la efectividad de la pastilla que les colocan a todos los seres del universo (especialmente por el escaso monto que entregó al taxista). Además

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ella le oculta al mundo entero, tal vez sólo por un rato, lo enamorada que quedó de aquel chofer.

Árbitro y jugador de fútbol Árbitro: Fue Orsai fue. Jugador: ¡Qué dice! Si el colega de la escuadrilla contraria habilitaba a mi compañero cual designio epopéyico. El partido termina uno a cero, tras ese fallo del juez. El equipo pierde la final de la Copa del Universo. Hora más tarde aquel jugador que había discutido es penado por la Federación Universal de Futbolistas Asociados. La sanción se otorga tras dar positivo su examen de ultra-doping. El profesional había olvidado que la pastilla de la verdad no es permitida para practicar deportes.

Discurso de político (fragmento) “… Gracias a este marcado progreso es que nos sentimos todos más unidos. No nos hace falta ninguna Copa del Universo para realzar este vínculo nacionalista. De todas formas felicito a la Selección Nacional. Lo digo por compromiso pero también por verdad. Quiero advertir que esta algarabía seguramente se verá reprimida por algún que otro problema. Seamos felices y recordemos el gol de hace una semana que tan felices nos hace…”

Otro discurso político (fragmento)

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“…Estamos pasando por un momento de crisis, hace un mes que el abastecimiento de las pastillas se ve interrumpido por el bloqueo continental que nos designan los enemigos. En honor a la verdad, a la gloria, en son de paz, de amor y de profundo ordenamiento del presente caos, se ha tomado una decisión: A partir de ahora he priorizado el suministro de este medicamento. En primer lugar al pueblo; luego a los extranjeros; después a los artistas y por último; al cuerpo político. Estamos seguros de poder decir la verdad aún sin medicarnos. Nos han entrenado para eso. La historia de la política del país está llena de próceres incapaces de calumniar al pueblo, mas el pueblo necesita de la medicación para llevarse bien y así acabar con la maldita lucha de clases que una vez hubo existido…”

Esposa y Esposo No hay conversación posible.

Esposa y Esposo II o Segunda temporada de Extensa reseña sobre las parejas en general o novela de las 18:00 Horas (Bs. As) 18:00hs México, Guatemala, Puerto Rico, 18:00 hs Sierra Leona Mira querida: Hoy no fue, tal vez para mí, un buen día. Vos quizá tenés tantos malos días, como si fuera parte natural de tu vida, como si la lluvia arrancara a penas bajás del colectivo y como si yo, querida, tuviera que rendir parciales adeudados de otras vidas.

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Tradiciones II (ellos)

E

n el epicentro de una familia romana, de clase alta, yace altiva la

tradición. Madre de éstas: la comida. Los miércoles por la noche se juntan todos los miembros de cada persona y cada pariente de la familia Cosmo a cenar. La conglomeración de los Cosmo sirve de excusa para el deglutido de exquisitos platos. Es por ello que el noventa y siete por ciento de los integrantes de la parentela (hay uno en “coma tres”) son eruditos en lo que respecta al arte culinario. A mitad de semana el reloj da las veinte horas a través de un pájaro cantor. A partir de ese instante se debate unos largos minutos hasta que deciden qué comida van a deliverar. Hecho el pedido, apuestan por la categoría de los alimentos a ingerir. A veces la charla no excede su foco, entonces se comentan cosas aledañas a la ingesta del pasado encuentro. Se tratan a menudo temas como el sabor, el origen del manjar, pero sobre todo, se platica extensamente sobre la forma y el color de la materia fecal proveniente de la última cena compartida. Como este asunto lleva varias horas de conversación y el pedido (“delivery”) suele interrumpirlo, siguen dialogando sobre sus exuberantes excreciones mientras saborean los alimentos. Mario, el mayor de la familia, es quien posee absoluta sapiencia sobre las

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distintas tiras fecales: Sus colores, variedades, espesor, longitud, si caen en forma de piedra o de brisa otoñal, excétera. Él cree conocer mejor a las personas a través de sus deshechos internos. Nadie se atreve a mentirle, descubriría enseguida la falacia y es que conserva información de cada excremento (examinado) desde hace treinta años. La única manera de engañarlo es comentándole falsamente sobre lo desechado. En esos casos él dice con una suerte de melancolía: -“Cómo estás cambiando, algo no anda del todo bien”-. Ahí es cuando su estado varía, se transforma en un ser desdichado, en consecuencia nadie intenta tergiversar las confesiones corporales. Algunas tradiciones son estúpidas, claro que no ésta. La juntada semanal permite al clan esbozar una ciencia que se nutre de extenso material y fácil de conseguir. Conocer el alma, la esencia y lo lindante a esto a través del excremento, es algo productivamente revolucionario. Mario Cosmo sin embargo, tuvo que vérselas con algunos inconvenientes por ser fiel partidario y necesitado de este dogmatismo familiar. Para consumar su matrimonio con Elena Fressen se vio inevitablemente obligado a explorar la evacuación de la Doña a diario. Dependía la concretización de la sagrada institución del matrimonio de las características de los exilios internos en las últimas tres semanas de Elena. El problema era acceder a ello, de manera que Mario urdió estrategias para que antes de tirado el botón o apretada la cadena, él pudiera extraer a los seres interinos. Mario sustrajo por primera vez los desechos gracias a una ruptura (hecha por él) en un caño pluvial. Más tarde excusó que el excusado perdía e hizo defecar a la Elena en palanganas, bolsas de residuos y platos varios. Al final no era necesario plan alguno, ya que la confianza era tal, que ella se abría a él

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exponiéndole ToDo. Hoy por hoy poseen bolsas especiales que se conceden a diario, para llevar mejor su relación. Una vez casi rompen matrimonio porque Mario no le entregó durante dieciocho meses ningún excreto a ella. Elena creía que estaba siendo engañada hasta que el día de su cumpleaños fue regocijada con dieciocho bolsas de residuos que contenían el equivalente a esos meses de fidelidad descreída. Esto fortificó aquella unión, aquel lazo sostenido a base de heces. Toda, la parentela, sigue metódicamente, con la tradición, pero cada, vez hay, menos gente que, la respeta. Los Cosmo, son pioneros en la cuestión, y, dato poco irrelevante, ningún Cosmo se ha divorciado alguna vez. Es decir, que no hay para ellos, ninguna problemática, con los “ex”, simplemente no los tienen. De allí que son tan unidos, comensales extraordinariamente fieles y felices. A modo de comentario, otros, sin exagerar, nunca llegaron a casarse.

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Nulos rulos en su culo

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ay rulos como tubos. Tu voz sale de a rulos. Hay gente que se

cepilla los rulos y hay gente que no. Se pillan los rulos cuando quedan en el retrete. Hay rulos de colores blanco, celeste, rulos de cabellera, de caballero. Rulemanes, alemanes, rulos de carnaza com煤n, rulos de chorizos. Rulo que te envuelve; que te asfixia con primicias de vuelta de calesita, de orejas (rulos de mujer). Carrusel. Lluvia de rulos en varios marulos. Spaghetti, pasta asciutta; rulos en los cocos. Cocos con rulos. Cocorulos, cucuruchos, cocodrilos, c贸ctel de rulos. Ondas, curvas, c贸ncavo, convexo, conjuro de rulo que los hombres tienen en el zapato.

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Sobre la lingüística, el signo y la semiótica

P

ido gancho el que lee esto es un afortunado. Sabemos de la existencia

de ciertas frases que nos van a dejar (más inocentemente o a propósito) un poco mal parados. De todos modos, obstinados ante la idea de la propia decadencia o al creer: “esa chiquilinada no me afecta”, continuamos. El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma convexo. ¿O no? Por otra partera, seguimos aferrados a la ideología de dos autores, uno de ellos Dacuenta y el otro Paga. Stop, frenemos. El signo lingüístico está para no detenerse del todo en el mismo. Si cometemos esa atrocidad la palabra pierde sentido (si es que alguna vez lo tuvo, al margen. Marginado, margen). No siempre el margen es marginado, de repente el margen resalta por su marginalidad transmutándose en el rey imperante de la función del signo. Pero ya. Volvamos mejor a lo esencial. El problema vital se genera cuando Dacuenta y no Paga, pues la suerte del signo se ve relegada a un 2ª puesto (peldaño no deseado ni siquiera por un margen). Sabemos que los márgenes son buena gente, trabajadores, honestos, leales.

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Biografía de la espiralada lucha entre cuerpo y margen. Acotada, mas inédita. Un margen va camino a su casa cuando recuerda que se olvidó de pagar las facturas. Entonces Dacuenta y Paga escriben un ensayo que triunfa en todo el mundo, excepto en Ojalillos (pueblo pequeño, a veces inservible, que suele encontrarse cerca de otro pequeño pueblo de mismo nombre en el cual se respalda). Los ojalilleños son gente buena, pero obesa. Son perez-osos aunque solidarios para con el mundo entero. Bastantes amigos de los márgenes, no obstante se visitan de vez en cuando o para festejar fechas patrias, como el fin de año. Pero los cuerpinos. Son seres envidiables. Un cuerpo vive una vida larga y enteresante. Su promedio de vida varía según el planeta en el que existan. Los cuerpinos suelen encontrar tesoros o humillación. Aquí los márgenes. Ellos ríen de la humillación de los cuerpinos, esos seres tan poco amigables. Un margen hecho y derecho se reproduce fácilmente, así supera la población cuerpina, luego sonríe porque humilla a los cuerpinos todos. Aunque el margen suele tener problemas graves. Culpa de los cuerpinos, dicen. Los ojalilleños parecería que todo lo ven con sus dos ojos infinitos y piensan

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y tratan de resolver la gran problemática. Pero los cuerpinos.2

2 Una vez leída la historia, hágase la prueba alegórica siguiente. A saber: Desplace el significado de Ojalillo por ojalillo de hoja, cuerpo por cuerpo de hoja (ojo, hoja para escribir) y si le queda valor remplace margen por margen de hoja.Y ahí sí ehhh. Si fue capaz de crear una analogía tan oculta sin la ayuda del creador de tal apuesta, invierta su tiempo poetizando, simbolizando nuevamente a estos seres como se ha demostrado con la alegoría de la hoja (ojo, hoja para escribano. Aquí volvemos a la idea inicial, y el mareo empieza a sentirse) pero cambiando la hoja por una relación sexual, como ejemplo burdo, mas eficaz. Así.Vos, sol.Yo, pero los cuerpinos, son tan dulces.

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Monografía sobre lo nefasto en el género monográfico académico o Monografía sobre varias cosas

U

na vez recibidos los parámetros bajo los cuales se debe escribir la

monografía (tipo de letra, espacio entre líneas, etc, etc,) uno procede a desarrollarla. No importa aquí tanto la temática, el vocabulario específico, la extensión y demás. Sobre lo que trabajaremos es el género mismo. En primer lugar una monografía académica suele ser concerniente a uno o dos temas a lo sumo, o relativo a las relaciones entre diversos asuntos. Es decir (además) que debe ser coherente y cohesiva. Lo cual conlleva cierta problemática, en el sentido de que se debe “ir al grano”. El grave inconveniente que se nos presenta al explayarnos de la manera mencionada es el siguiente: A saber, cada palabra que escribimos posee varios sentidos, acepciones. Asimismo cada término cobra un significado distinto dependiendo del campo (léxico y de abordaje) en el que se lo utilice; a su vez estos falsos parónimos no sólo deben explicarse aunque sea una vez para la comprensión del sentido que queremos atribuirle, sino que también debemos no repetir

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vocabulario ya que eso sería ser un mal escritor de monografía académica. Para comprender mejor lo explayado sintetizaremos: Cada palabra debe ser (ser en su tercera acepción de la R. A. E) dada a conocer bajo (como preposición, no como instrumento) qué se entiende en el escrito por tal vocablo. Una vez establecido lo antedicho (que no fue dicho sino escrito, pero por cuestiones formales, de convencionalismo, entenderemos decir por escribir) debemos inventar sinónimos para no repetir ningún término en el enunciado (entiéndase por enunciado lo que usted quiera, pero ¡Ojo eh, que no tenga que ver con semiología! A no confundir). Y así sucesivamente. En segundo lugar y dándose a conocer por lo ya planteado, la monografía sería tan extensa como la vida misma. Y aquí aparece lo trágico de este género. Uno debe explicar porqué “extensa como la vida misma”. Es decir (decir será desde ahora y para siempre en este trabajo escribir) recurrir al ejemplo que cuente la vida entera de un ser humano que vivió más o menos cincuenta años, depende de él y del promedio de vida del espacio, país donde existió. Ergo, “tan extensa como la vida misma” implica necesariamente (esto es lo terrible) solazarse en, cuánto tiempo dura esa vida, porqué o en qué época, país, vivió aquel/lla señor/ ita y si murió de viejo/a o le cayó un satélite en la cabeza a los dieciocho meses de vida. En fin, tal vez lo mejor sea no utilizar expresiones como “tan extensa como la vida misma”. ¿Ok? Otrosí la dilucidación, suscita menesterosamente nuevas aclaraciones que sí o sí deberán proveerse de manera definida. Por tanto nos encontramos con la desviación pertinente que se desprende de la constante explicación. Pues bien, ¿De qué manera llegamos al meollo de la cuestión, si jamás podemos elucidar la misma por la propia limitación del género? Una vez hechos todos estos comentarios convenientes, concluiremos en

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que quizá quien está escribiendo entiende las cosas de manera literal, no simbólica (vale aclarar aquí que el hombre es el único animal con la capacidad de simbolizar) y por ello complica algo tan simple como una monografía (¿O es al revés?). Quisiera exponer en este punto del escrito que dado los métodos de escritura me he mareado con la cuestión del yo inclusivo y el restante, de esta forma encontrará que por momentos digo nosotros, aunque en realidad escriba yo solito. Volviendo entonces a lo central de la investigación, me refiero al hombre como único animal con poder de simbolización, tomaremos esto último como epicentro de la monografía. Circunstancialmente si desea ahondar en lo que se ha esbozado al principio, léase: Desde el comienzo de la monografía hasta este punto, una vez más. Como todos sabemos, o en realidad sólo algunos pocos, pero queda tan lindo ser soberbio (una monografía no es más que una actitud soberbia plasmada en un papel o de manera virtual, a su vez tantas veces en la monografía académica se limita la opinión personal, ya que los autores que se abarcan fueron o son sumamente superiores a cualquier estudiante - es lógico- y por otra lado la extensión restringe la posibilidad de algún bosquejo personal sobre lo tratado) se conocen dos formas de simbolización por parte del ser humano. Las mismas no serán abarcadas, puesto que no se quiere profundizar en el tema para no convertir en profuso al texto; trataremos el tópico aquel que se basa en cuestionar sobre la capacidad del lenguaje y su relación con el ser humano. Paso a explicar retóricamente: ¿Es inevitable comunicarnos a través de lenguajes (entiéndase siempre como habla)? ¿Por qué los demás animales viven comunicados entre sí sin la necesidad de un lenguaje? ¿Es algo natural para nuestro aparato fonador el hecho de articular a través del tiempo unidades lingüísticas cargadas de un

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significado y un significante? ¿Cómo es que nos comunicamos por la palabra, si esta remite distintos sentidos para quienes las emiten y las reciben; o será que el lenguaje es un nefasto género monográfico que comunica desastrosamente? Por estos tiempos se debate en los medios de comunicación masiva acerca de cómo nos “incomunicamos” en la era de las comunicaciones. ¿No es el lenguaje una forma de comunicación, o por lo menos no la usamos con tal fin? Tal vez el problema yace en el cómo utilizamos las cosas no en ellas mismas, el ejemplo de la dinamita cabe aquí. Hoy por hoy somos casi inconscientes de que la escritura es una tecnología, así como también de la utilización que le damos a ésta. ¿Las artes deben poseer contenido conceptual, o están “muertas” si lo poseen? ¿La escritura será una forma de arte “muerta”, o las artes no son más que tecnologías usadas de manera distinta? ¿Qué es arte y/o en qué se diferencia de la tecnología? ¿No es acaso el lenguaje otro tipo de tecnología? ¿Serán todas estas tecnologías; técnicas, formas de expresión que el hombre no puede dominar completamente? ¿Será simplemente que confundimos la tecnología y la técnica (ciencia de las artes y oficios en general y, -tekhné, arte- conjunto de procedimiento de un arte o ciencia, respectivamente) con otra significación, o es que realmente hay muy pocos especialistas en el asunto; si los hay, quién decide quiénes son? ¿Estará bien visto hacer una monografía con tantas preguntas y tantas pocas respuestas? Como vemos, estas son cuestiones inabordables en cierto tipo de investigaciones. Por otro lado es imposible no comunicar, se desglosa de esto que una no contestación implica necesariamente comunicar algo al otro, por ejemplo. Siguiendo esta línea podemos introducir el concepto de interpretación. Este está intrínsecamente ligado a la simbolización, la cual no abordaremos por el momento. La interpretación marca un punto clave en la comunicación. Para ello

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necesitamos de nuestra psiquis que jamás se despegará del poder de simbolización, por consiguiente tenemos un grave problema. Surge pues la necesidad de echar culpas o señalar con el dedo a algo o alguien, otra diferencia de los humanos como género animal, creo yo. Desde mi posición sostengo que hemos desarrollado una tecnología que nos controla, cual ficción en la que los robots se rebelan y dominan al mundo. Mejor dicho, no somos capaces (los hombres) de utilizar nuestras herramientas. Nos desbordan, perdimos los manuales de uso, vendimos la cordura por novedades, así como podríamos pasar la tarde mirando los programas de chimentos; y todas esas valoraciones cero aptas para un compendio académico. En conclusión, no me gustan las monografías como tales, aunque dominar el género sería algo extraordinario. Me permitiría escribir cosas coherentes, cohesivas, no lo que acabo de garabatear a lo largo de este informe. Quizá sea un buen paso saber cuán mal usamos ciertas técnicas, tecnologías, para dejar de hacerlo o simplemente intentar adentrarnos en la cuestión y dominarla, no ser dominados.

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¡Paz ciencia! Y un poco de len ti

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e n e l andar

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Sobre la incertidumbre en el realismo

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travĂŠs de la ventana mira el nene un pajarito.

La madre mira al nene. El esposo mira a la madre.

El hijo mira a su abuela. Su abuela mira la tele.

A travĂŠs de la tele el abuelo mira a un personaje.

El personaje mira a travĂŠs de la ventana una gaviota.

La madre del personaje mira a su extraordinario hijo.

El esposo mira a la culta madre del personaje.

El hijo mira a la bella abuela del personaje.

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La abuela del personaje mira a la tele.

A través de la tele el amable abuelo mira a otro personaje.

El otro personaje no es más que un nene superdotado mirando un pajarito.

Vaya a saber uno qué sucedía alrededor de aquel otro personaje.

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Tradiciones III (sólo nosotros)

L

a existencia de tradiciones se podría denominar como una necesidad

de las sociedades. Sin embargo algunos “ritos” no son más destacables que otros. Deseo manifestar que, aunque esta última afirmación sea correcta, la descartaré en pos de poder escribir sobre la siguiente tradición. Es clásico que dentro de las familias se utilicen códigos que para la parentela son de lo más común, no así para los foráneos. En mi familia tenemos por costumbre usar ropa de color blanco en la sala, celeste en el altillo, negra en la cocina (por una cuestión de ahorrar jabón en polvo), amarilla en el jardín y fucsia en los demás rincones. Cualquier ser biótico que ingrese en nuestra casa debe acatar esta simple regla a raja tablas. Quien se niegue a los cambios de vestuarios recibirá los Ravioles Naranjas. Como nadie sabe, esta es la comida que mi madre prepara usualmente los lunes al mediodía. Si alguien se opone a la tradición, el alimento se transmuta en un brebaje que obliga a quien lo ingiera a sentir la constante necesidad de quedarse turulato. Una vez pasmada la visita, mi hermana mayor y mis otros quince hermanos, nos encargamos de calzarle al agasajado las prendas adecuadas. Además el carácter de dopado es utilísimo para entablar conversaciones convenientes y obtener firmas en cheques, siempre necesarias. En realidad y, a pesar de esta festiva tradición, no siempre es primavera en casa…

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Una tarde de primavera, mi padre yacía enfermo en su lecho. Fue imposible no acudir a un médico que nos visite para revisar la salud de nuestro amado Tata. El clínico no se hizo esperar. Habíamos planificado, los sanos en mi familia que éramos en ese entonces dieciocho solamente, toda una estrategia para poder cambiar de ropaje al médico. La intención era que él no quebrante nuestra más preciada tradición. Tuvimos más de una hora para urdir el plan. Cuando el Doctor Sonasatam toca el timbre de nuestra casa, nuestro Padre ya había muerto. Su pulmonía fue muy dura, aunque su vida haya finalizado cuando dormido, soñó una pesadilla que lo volteó de la cama e hizo que choque su cabeza directo contra el piso. Logramos que el Médico no ingrese a casa, porque a esa altura era insólito llevar a cabo lo planeado y, obviamente no queríamos que nadie viole nuestras propias leyes, nuestra preciada tradición. El señor Sonatasam aguardó que extrajéramos de casa al cuerpo para verificar el fallecimiento de nuestro padre y en caso afirmativo seguir con los procedimientos correspondientes. Debo confesar que demoramos casi tres horas en sacar a nuestro querido Finado, ya que los cambios de indumentaria con Alguien que no colabora suelen ser mucho más difíciles (nos había sucedido una vez con Manuelita, la tortuga muerta en su decimoctavo aniversario). El problema mayor se suscitó al pasar por la sala. Sucede que las ropas blancas, debido a la sangre que chorreaba de su cráneo, se volvían rojas o rosas, intentando romper así la deliciosa costumbre. Mi madre a la sazón pensó en el truco de los Ravioles Naranjas e intentó que los coma todos. Al ver que eso no sucedía, le abrió la mandíbula manualmente haciéndole tragar raviol por raviol. Sorpresa aconteció cuando al decimoctavo raviol, mi madre se quedó en sus manos el maxilar entero de nuestro padre. Aunque me cueste admitirlo, en ese

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segundo yo pensé en decir que Papá estaba repitiendo la comida. Pero sé que eso pierde gracia porque nadie sabe lo feo que cocina mamá, por lo cual el chiste jamás causaría el fervor que generó allí. Al escuchar las carcajadas, el Doctor quiso ingresar a casa pero nuestra mascota lo impidió. Cuando vencimos la dificultad, volvimos a reparar en pá. La rigidez de mi padre seguía siendo la misma de siempre, lo cual nos motivó a continuar respetando la Tradición. Es por ello que siendo el camisón de nuestra madre la única prenda fucsia que quedaba, sacamos a papá vestido con el femenino atuendo. El doctor tuvo la sutileza de no carcajear ante aquella indumentaria. Luego de hacer un comentario sobre la falta de mandíbula y de sugerir jugar a la bolita porque teníamos hecho el “opi” en el cráneo del Viejo; llamó a una ambulancia. Adiós Patriarca… Pensamos todos. Nadie lo acompañó. No es que seamos crueles, ni mucho menos, recuerden que somos dieciocho. Para decidir quién viajaba con él en el móvil, empezamos un Terrome Terrome Te Sin Te San Terrome Terrome Te Pum Bajá, pero Sonasatam se cansó de esperar y se fue con nuestro Ex padre.

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Bus y Señora

U

na señora le hace señas (levanta el brazo derecho) al chofer del

colectivo. Él le para aunque un poco lejos de dónde ella estaba. La dama sube peldaño tras escalón. Le pide a quien conduce algo y luego deposita monedas en la máquina expendedora. Se sienta, siempre sujetando su cartera. Ahora pasó un tiempo a lo mocha hasta que dio un gran salto en la humanidad de su universo, es decir, se cambió de butaca. La música de fondo es marcha, también gentes hablando a través de máquinas. La señora se sentó en un lugar que ya casi ni la veo. Para ello me tengo que valer de cierta caradurez que hoy no quiero (por ahora). Hablemos entonces de lo otro. La dama se subió a un colectivo, venía toda vestida y con joyas y con cartera y pisaba dentro de sus zapatos. Sacó de su monedero monedas. Introdujo el redondo metal (no sin antes un imperativo al colectivero) en la máquina expendedora de boletos. Tomó ese símbolo de papel y se sentó en una de las seudo sillas para llegar a su destino- de hecho la “boletería” sugiere:- “indique su destino”- e, inventar historias desde aquí sería demasiado cómodo por eso sigo con lo otro; sin más.

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Entre tanto, entra en juego el desplazamiento del móvil. Éste se desliza sobre el asfalto, vale recordar que el contacto entre el bus y ese suelo cementoso se da por medio de los zapatos del bondi, o sea sus neumáticos. Ahora baja un hombre. El chofer frena y abre las puertas (o se abren las puertas) porque sonó el timbre- algo así como estímulo respuesta y viceversa-. Entiéndase timbre como artefacto tecnológico electrónico que produce un sonido al ser prisionado un botón correspondientemente equidistante. El largo está cronometrado gracias a cables. Y la señora no se bajó. Sus lentes miran mi nuca que vendría a ser algo así como mi trasero superior. Yo me pregunto: ¿Cuánto hay de humano en todo esto? Conozco respuestas posibles; pero prefiero abrir la ventanilla y respirar un poco de dióxido de carbono mientras me olvido de la señora.

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Un problema de verdad: La Realidad

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ntonces salgo de adentro mío y estoy yo, rompiendo máscaras de

papel celofán o arriba de un edificio, que por suerte, un cartel publicitario me defiende del sol y estoy a cinco minutos de llegar. Luego, salto entre charquitos de agua de sol y otra vez había caído en ese maldito juego filosófico: “la realidad”. El problema de la realidad. El problema de la realidad no es más que un inconveniente, algo poco real o carente de importancia real. Yo creo que Luis XV provino de una familia real, pero no estoy seguro de que haya conocido la realidad. En verdad nadie conoce de verdad la verdad, ¿O es que se aparece por los agujeros de los bolsillos hasta que se escurre por los mismos y la perdemos? ¡Bingo, Eureka! Mi John C. Look no tiene agujereados los bolsillos, una vez más y tras demasiado esfuerzo, puedo decir que he conseguido la felicidad; eso que parece pertenecerle, no sé, a famosos como a Palito Ortega, la tengo hoy en mi John C. Look de dieciocho bolsillos, sí de dieciocho bolsillos.

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Elegir estar enamorado

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o maravilloso de estar enamorado es que yo no elijo.

Si hay que salir con amigos alguna noche o simplemente hacer algo en alguna casa, siempre es para líos. Que adónde vamos, que cuáles son las opciones y si nos quedamos en qué casa y qué hacemos y a qué juego de mesa jugamos y qué película podríamos llegar a ver y qué y cómo y dónde y hasta cuándo y lo peor y lo mejor y etcétera. Por eso siempre es bueno tener a alguien que elija, ya sea por conveniencia o porque sí. Cuando yo estoy enamorado no elijo si es linda, arbitrariamente lo es. Tampoco pienso en la ropa que lleva porque siempre tiene puesto el vestido gris con rosas blancas y alguna pintita roja que tanto promueve mi enamoramiento hacia ella. A veces vamos al teatro o al cine a ver una de esas de terror, pero yo me entero lo que hice porque me lo comenta ella. Recién cuando me desenamoro y veo los tickets de las salas de cine y teatro, reparo en mis acciones. Cuando yo estoy enamorado me dice algunas cosas como “soy muy feliz a tu lado, amado” o “la cena está lista, cociné lo que más te gusta”. A veces me suspira (soy completamente consciente de ello) que lo único que quiere es irse de viaje conmigo a alguna isla paradisíacamente desierta. Cuando yo estoy enamorado ella cuenta las mejores historias para dormirme, también deja perfume en cada retazo de mi ropa. Si no me peino

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es pensando en que su mano jamás podría deslizarse torpemente por cualquier superficie. Yo me enamoro y encuentro campo donde después de desenamorarme hay pavimento estropeado. Por eso me enamoro, porque vivo una realidad plena, su voz no desafina y la tele hace bien a mi salud. Pero tengo un grave problema: Nunca pude elegir cuándo enamorarme. En esos momentos en los que estoy desenamorado sufro de un síndrome terrible que muchos padecen momentáneamente, ver la otra realidad. Esa verdad que te condena a los programas de la tarde, al zapping (que no es más que elegir y cuesta tanto hacerlo que yo le he sacado las pilas al control remoto). El bendito zapping. Los desenamorados sostienen que no es más que el síndrome de creer que uno se pierde de algo mejor, por eso cambian de canal. Intentan elegir. Intentan pero nada más. Su intento es el intento de intentar elegir, por eso yo quiero enamorarme; no elegir ser tonto o inteligente. Porque hay que ser inteligente para elegir entre ser tonto o inteligente; bueno o malo, de postura correcta o insalubre. Asimismo en las elecciones todos perdemos (no estoy hablando de política). De todas formas, una vez escuché que todos estamos enamorados ya sea de objetos, de “súper yos” (o yoes, o hasta de yoyos o yo yoes), de gente o de programas de TV. El estar enamorado dicen que es un hipnotismo, pero no sé si es tan cierto. Cuando yo me enamoro regalo flores a los taxistas, pongo carteles de “busco empleado” en cada comercio; juego a la ruleta rusa con pistolas de agua y de vez en cuando meto un gol en la “Bombonera”. A mí el “estado hipnótico” me enaltece como ser humano, ser humano que nunca elige; para ello hay otra gente que trabaja de eso. Hablo de política y de economía, ahora sí. Por tal motivo me enamoro de un gusano que canta bajo la lluvia los martes de primavera - verano; pero los otoño- invierno… ahí me las rebusco. Me refugio en mi casa, que es

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el futuro enamoramiento; dejo que otros tomen decisiones por mĂ­, total para cuando entra el calorcito, yo ya estoy enamorado y ella me prepara siempre ese manjar tan exquisito.

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Falta envido o anti-epopéyica

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antame una estrofa tuya de esas que recuerdan al melón, soltate

de tus piernas como quien duerme de a dos. Rompé el martillo que tenés cual carozo a una pared. Cantale envido a mi puntaje, ya no tengo treinta y tres. Tocá en mayores mañana, no disperses tus milongas, partí la tregua del tal vez. Tirá la piedra, escondé tu mano, decime hasta siempre.

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Se単or Lector

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ueno bueno. A partir de este momento cierre los ojos y escuche lo que dice este texto.

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Índice Parodia Trabajo o Paperback Writer Son Eto Parónimos Verdaderos Vuelvo Tradiciones (nosotros) Ádres Non Thue Cuánto nos falta desaprender… Aquel chupetín Universidad de Gartenhanging Tradiciones II (ellos) Nulos rulos en su culo Sobre la lingüística, el signo y la semiótica Monografía sobre lo nefasto (..) Sobre la incertidumbre en el realismo Tradiciones III (sólo nosotros) Bus y Señora Un problema de verdad: La Realidad Elegir estar enamorado Falta envido o anti-epopéyica Señor Lector

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