Desvío Cósmico

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RACCONTO REVOLUTION JAQUE INTIMO “Cristhian me jode más que Gioja en la Rosada” CIURCA SLIP Portfolio hot de un ministro en desarrollo CORNEJO COPYRIGHT “¡Cobista se nace, Papá!!”

fanzine

Nº 19

Desvío ico sm c ó www.desviocosmico.ar.tc Año II

3 de setiembre 2010


Por Romina Garshabene

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“Las minas: un concepto culiable”

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De qué hablan los hombres, ahora que se acabó el mundial y todavía no empieza el torneo apertura, cuando se reúnen más de tres alrededor de una botella de cerveza? De nosotras, las mujeres. De eso hablan los hombres. Pero ellos no hablan sobre las mujeres, hablan específicamente de “las minas”. Es decir, hablan sobre un concepto (imaginario) que ellos han inventado sobre las mujeres, y que por picardía o por ignorancia le llaman “las minas” ¿Pero qué cosa es para los hombres una mina? Por ahora sólo les diré que es una invención. Así también, cuando los hombres se reúnen para hablar de “las minas” y su relación con ellas, utilizan diferentes definiciones según su formación o su oficio. Los bohemios (escritores-actores artistas plásticos-vendedores de elixires) declaran tener con las mujeres una relación de “construcción poética”, los filósofos (libres pensadores del universo y su movimiento) la definen como una “contemplación de las ninfas”, y los obreros metalúrgicos le llaman a esta relación “coronado e introducción del perno de engranaje”. Pero en definitiva la invención del término las minas prevalece por encima de todos los ámbitos, las formaciones y las profesiones de los hombres reunidos para hablar sobre las minas. Sé que es un tema architratado, sé también que hay muchos libros jocosos escritos sobre el tema y todo lo demás, pero esos libros de cuentos y ensayos (escritos por hombres) hablan sobre ese concepto inventado de la mujer. Muy pocos de esos ensayos bienaventurados hablan de las mujeres en el sentido genealógico del término, es decir, del origen de la mujer. De lo que hablan los hombres, ya sean poetas, filósofos u obreros metalúrgicos, es sobre una invención de la definición del término mujer. No sabemos porqué, quizás por cobardía, por inmadurez o simplemente por desprecio hacia las mujeres. Muchas veces se ha dicho que las mujeres somos tratadas por los hombres como un objeto sexual. Pero pocas veces se ha dicho que las mujeres somos tratadas por los hombres como un objeto de conocimiento y que ese trato tampoco es menos miserable que todos los demás tratos. A esta altura todos y todas ustedes creen que esta nota se trata de un delirio, pero me animaré a desafiar su inocencia y demostrarles lo contrario. Veamos más de cerca qué es el conocimiento y cómo es su relación con la naturaleza. En una serie de conferencias que dio Michel Foucault sobre "La verdad y las formas jurídicas", apoyándose especialmente en Nietzsche, explica que el conocimiento no tiene origen, sino que fue inventado por el hombre. El conocimiento, entiéndase la ciencia, es el resultado de un juego, el conflicto, la lucha y el compromiso entre los instintos. No hay continuidad entre el instinto y el conocimiento, sino una ruptura. Por lo tanto la relación que el hombre tiene con su objeto de conocimiento es de dominación, subordinación, violencia, en definitiva es“una relación de violación. El conocimiento sólo puede ser una violación de las cosas a conocer y no percepción, reconocimiento, identificación de o con ellas”. ¿Pero cómo hace el hombre para comprender la naturaleza y así poder inventar su concepto sobre ella? Para comprender la naturaleza el hombre utiliza tres instintos: reír, deplorar y detestar. El conocimiento no es más que la compensación entre esos tres impulsos. Esas tres pasiones reír-deplorar-detestar- es la manera que tiene el hombre no de identificarse con el objeto, sino de mantenerlo a distancia, “de diferenciarse o de romper con él, de protegerse de él por la risa, desvalorizarlo por la deploración, alejarlo y finalmente destruirlo por el odio”


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“Las minas...” De la misma manera que el hombre inventó los conceptos (la ciencia) para comprender los fenómenos de la naturaleza, para poder así dominarla, poseerla y violarla, de la misma manera se atreven los hombres a hablar de las mujeres, o mejor dicho, de “las minas”, su invención, su creación ideal, su concepto erótico. Los hombres no conocen el origen de las mujeres, que no pueden intuirlo, ni siquiera sospecharlo, y por lo tanto es imposible que puedan identificarse con ellas, su objeto de conocimiento. Para poder crear, inventar su concepto“mina” o “minita”, no les queda más que la compensación de la risa, la humillación y la repulsión. De esta fútil y nada poética manera es cómo los hombres conocen y conciben a sus estimulantes musas ¿Pero qué tanto quieren los hombres conocer de las mujeres? No les hace falta imaginarse mucho, simplemente deben hacer conciente la simple resolución de un instinto primario. Los hombres hablan, debaten y discuten alrededor de una botella de cerveza, sobre la manera más factible de poder cojerse a una mina, o dicho de una manera más epistemológica, poder convertir su objeto de conocimiento en un concepto susceptible de definición, es decir, un concepto culiable. A ese debate, discusión, planteo teórico o construcción imaginaria, los contertulios reunidos en el bar de la esquina le llaman “hablar de minas”. Y sin ir más lejos, a esta misma hora, en algún lugar de tu pueblo o de tu ciudad, tu padre, tu hermano, tu novio y tu vecino están discutiendo con otros hombres sobre la posibilidad de inventar un concepto culiable. Su objeto de conocimiento: las minas que desearían cojerse. No te alarmes, no pegues el grito en el cielo, sólo es ciencia, la gaya ciencia

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RACCONTO REVOLUTION

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espués de cursar el primer trimestre de Ciencias Políticas, rendir todos los parciales y asistir como oyente a la cátedra “Procesos Sociales Contemporáneos”, dictada por Caramelo Cortés, el vigoroso joven Cristhian está dispuesto a dar su gran asalto a la Bastilla. Se cansó que lo ningunearan y lo trataran de adorno, que se abusaran de su buena fe y sus principios de correcto ciudadano. Inspirado por los mensajes de aliento que recibe constantemente por twitter y que lo inspiran a una revolución permanente, Cristhian decidió patear el tablero. Como un iniciado, a comenzado su largo peregrinaje al monte de los poderes, ha elegido quizás el sendero más riesgoso, pero quién puede negar que su espíritu se templa en la más ardientes de las fraguas. Sin duda, Cristhian nos llegó al corazón, es el personaje más tierno y sincero que ha dada esta tierra de buitres ponzoñosos.

Historias de vida (amor, locura y muerte) Contános tu historia en no más de 500 palabras. Requisito: en algún lugar del texto debe aparecer la frase “en el auto de mi viejo”. La historia que más nos guste será publicada el mes próximo. Las demás dignas se publicarán en el blog.


“Negu ”

Por Pablo

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-Hola, Negu. -Hola, Simón, ¿podemos hablar? Simón asiente con la cabeza. Salen juntos del bar de Pocho, para evitar dialogar, incluso gesticular, delante de Teresa: la moza. Es noche de estrellas y de luna llena. Desde la calle se ve el pedazo de cielo que se cuela por la abertura que dejan los edificios. Es como si la noche se fragmentara cuando uno se adentra en la ciudad. Ese cielo, que aparece inmenso a pocas cuadras del bar de Pocho, se va achicando a medida que se abandona el barrio de casas bajas y terrenos baldíos; cuadriculándose, como reflejando arriba los laberintos que trazan las calles. Los mismos laberintos que pueblan el alma de Negu. - Otra vez me pasó, Simón: volví a soñar con Tere. Pero este sueño parecía más real que los anteriores. Yo estaba en mi habitación, dormido sobre la cama luego de haber terminado el porro; vestido con este pantalón, con las zapatillas puestas y con la remera de Marley, así como me ves. Era como haber salido del cuerpo, porque lo que veía era exactamente lo que estaba pasando. Como si el mundo real se hubiera replicado en mi sueño: podía ver la habitación iluminada, reconocer los objetos, incluso podía percibir por la ventana los movimientos del laurel que está en el patio. En medio de esa confusión, que parecía más una duplicación de mi persona -a la vez actor y testigo de mi propio dormir-: apareció Teresa. Vino caminando despacio por el costado de la casa; tan sigilosa fue que no ladró mi perro. Qué digo mi perro, Simón… No ladró ningún perro de la cuadra. No sé cómo lo habrá hecho, pero silenció a la jauría interminable que puebla las calles, las casas y, particularmente, las noches del barrio El Sapo. Así de silenciosa posó su carita de ángel en el vano de la ventana. Yo seguía dormido sobre la cama y a la vez mirando la escena, apoyado o flotando- contra la pared opuesta. Entonces ocurrió algo que nunca hubiera imaginado: Tere se asomó un poquito, metiendo apenas la cabeza y comprobó que estaba acostado. Pasó la mano y me tocó la cara, acariciándome despacio. Luego ingresó: saltó por la ventana sin hacer demasiado ruido es tan liviana esa mujer, Simón, que era imposible que hiciera ruidos al aterrizar en mi cuarto-. Se acomodó las ropas con unos gestos nuevos, que nunca le había visto. Eso no era un mero arropar, era un bailecito erótico, un ir encendiendo las llamas de la pasión. Se tendió a mi lado en la cama, realizando una serie de movimientos que eran a la vez una caricia y un esfuerzo para despertarme. No escatimó en abrazos, en roces, me apoyó las tetas, juntó su sexo con el mío qué te cuento, Simón-. En ese momento mi parte que soportaba la conciencia intentó ingresar al cuerpo, pero la entrada estaba blindada. Traté de colaborar de algún modo para despertarme: grité, soplé, empujé; pero nada… Fue imposible despertar. Mientras fracasaba en esos intentos, Tere seguía en lo suyo. Y ahí ocurrió algo inesperado: tratando devolverle el alma a mi cuerpo, no sé por qué extraño accidente, entré en el de ella -creéme, Simón, no te estoy bolaceando-. Entré en su cuerpo. Ella lo notó: cerró los ojos. Desde donde estaba ya no podía ver sus gestos, pero me pareció que había puesto esa cara que ponen las mujeres, entregadas a la pasión, cuando son penetradas por su hombre. Lo que ocurrió ahí dentro no tiene precedente, Simón. Vi que me quería y me cociné en las llamas de su pasión. El ardor de esa mujer era único. Su interior era un entramado fabuloso, perfecto y erótico. No eran sus genitales los que participaban del sexo, sino todo su ser. Toda ella se había erogenizado de la cabeza a los pies. Su espalda, sus piernas, sus manos, sus labios, sus axilas, sus talones: todas sus partes estaban encendidas y eran fuente de placer y de locura. A la vez, Simón, como un manto que cubría ese desenfreno estaban la ternura y el amor. Eran como un halo más grande que envolvía aquel torbellino sexual. Y aquí me confundí aún más. Yo podía entender que su cuerpo entero vibrara y que estuviera tan encendida como el centro de La Tierra, pero no conseguía asimilar que esa fuerza se desatara acorazada por otra, que lo cubría todo, como el Cielo que rodea a La Tierra.


“Negu ”

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Finalmente, Simón, estando dentro de Teresa pude comprobar algo más: en un punto, que podría situar a la altura del cuello, del lado de atrás, casi en la base del cráneo, se conectaban las fuerzas del sexo y las del amor; y las primeras se alimentaban de las segundas, sin consumirlas pero agotándolas de algún modo. Me hubiera quedado a vivir allí, pero la escena terminó cuando Tere llegó al clímax; creo que la fuerza de ese orgasmo ocupó el lugar -no sé si es físico, etéreo, sutil, mental o espiritual- donde yo me había colado. Salí disparado contra el techo, reboté contra la pared que da al pasillo, para caer en el suelo, al lado de la cama. La escena posterior era la despedida de Tere, dándome un beso en la frente y saliendo por la ventana para perderse en la noche del barrio El Sapo. Más tarde desperté, comprobando que mi cuerpo y mi alma estaban juntos. Miré en la cama buscando signos de la visita, tratando de averiguar si lo que había pasado era un sueño. Pero no pude siquiera descifrar en los pliegues de las sábanas si esa mujer había estado conmigo. Me pareció percibir su perfume en mis ropas, pero estaba confundido y no sé si el olor dulzón es del porro o de su colonia. Me levanté. No fue necesario vestirme. Salté por la ventana para buscar su rastro. Mi perro ladró y aulló como un lobo, y esos sonidos fueron respondidos por la jauría que puebla las noches del barrio El Sapo, cuyas voces se encienden con la presencia de un gato, con un gaucho que pasa en bicicleta, con una perra en celo: con todo, Simón, con cualquier cosa que ande por ahí. Sin pensarlo caminé hasta acá. Sabiendo que te iba a encontrar en el bar de Pocho y sabiendo también que Tere estaría atendiendo. A medida que me acercaba sentía que se me dormían las piernas, que me caía en un pozo, que se me secaba la boca. Traté de mantener la compostura, pero una sensación en el pecho no me deja estar quieto. Tengo todos los interrogantes del mundo y el Cielo y la Tierra metidos en la cabeza y necesito saber, Simón. Necesito que alguien me diga si Tere estuvo toda la noche, si soñé con ella bajo los efectos de la marihuana o si estuvo conmigo. -Yo estuve en el bar desde las doce de la noche, Negu. Teresa estuvo toda la noche adentro. Es probable que lo tuyo haya sido un sueño, nada más. Sin embargo, hace como una hora la vi cerrar los ojos y poner esa cara que ponen las mujeres, entregadas a la pasión, cuando son penetradas por su hombre. Me llamó la atención ese gesto. Unos minutos después soltó un gemido, como si hubiera contenido un orgasmo y se desplomó sobre la barra. Al instante recuperó la postura y continuó sirviendo cervezas, con la gracia de siempre. -¿Qué me decís, Simón? Me estás tirando una bomba, un acertijo macabro… Tengo que saber si estuvo acá o se fue conmigo. Vos me la dejás picando. No me decís nada. Mentime, Simón: decime otra cosa… Simón da media vuelta. Entra en el bar y recupera su lugar en la mesa junto a sus compañeros de copas. Negu entra detrás de él y sin decir palabras se dirige a la barra. Se sienta, esperando cruzar su mirada con la de Teresa. Teresa lo mira. Negu trata de descifrar en esa mirada si estuvieron juntos; trata de averiguar, en el rostro de la moza, si existió algún tipo de intimidad entre ambos. Ahora es él quien se incinera por dentro. Los ojos de Tere no le dicen nada. Se transforman en ojos de gato que brillan en oscuridad. Su mirada es ahora esquiva y mentirosa. Negu pregunta: ¿Tenés adentro el Cielo y la Tierra? Teresa suspira, como lo hace cada vez que un borracho le tira los perros, con la cintura única que posee para gambetear entre las groserías y las insinuaciones. Negu está aterrado. Mentime Tere le pide. Teresa, indulgente, le dice una mentira al oído: hace un rato fui a tu casa y vos dormías...


Por Don Cósimo

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“Los mendigos a sus mugres”

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obres mendigos que dormitan en medio del tráfico de la sociedad mendocina, esta noche puede ser la última o la primera del resto de vida que les queda. Cuántas horas faltan todavía para que el sol de la mañana caliente las cobijas fragosas, cuánto vino malo hará falta para adormecer sus cuerpos tullidos antes que la escarcha de la mañana los sorprenda, cuánto más hastío hará falta para que definitivamente la muerte haga su trabajo. Desprendidos de la historia y alagados con la fantasía popular que supone a un millonario, un actor o un exiguo científico en cada linyera que golpea la puerta, estos desgraciados no entran en las categorías sociológicas más que como un subgrupo marginado del sistema productivo, inactivos sin hogar, sin profesión, sin ascendencias ni descendencias, que no buscan trabajo ni reciben planes sociales, y que efectivamente no emitieron su voto en las últimas elecciones. Homeless, desclasados, sin techo, descalzados, sin vento, hambreados y harapientos. Con su carácter ultra-ultrajado, durmiendo desmayados en los cajeros electrónicos, en las puertas siempre cerradas de las iglesias, en los bancos de las plazas y de las calles, esos seres sin nombre ni lugar, sin memoria ni futuro están ahora agonizando sus calores sobre las anchas avenidas de las ciudad, a orillas de los canales, debajo de un puente, o quizás en medio de los cañaverales. La literatura los ha adoptado como mascotas entrañables, siempre fieles a sí mismos, respetuosos y sin honorarios. Simpáticos personajes nocturnos, entre misóginos y alegres, burlescos y demoníacos, ellos completan las historias fantásticas con escenas recortadas de su devenir cotidiano y de su hábitat subterráneo. Quiénes son sino esos seres mitológicos de los cuentos urbanos que aparecen y desaparecen de la escena -mientras una chica rubia sube a un taxi u otra morocha con un lunar encima de la boca cruza las piernas-, que pasan lentamente con sus harapos y sus eternas bolsas del supermercado, mugrientos y hediondos, sin que nadie se percate de ellos. Los que escribimos esos cuentos urbanos, donde una chica sube a un taxi o tiene un lunar encima de la boca, nos creemos vagabundos de la noche y de la literatura porque hemos recorrido las calles en invierno tanto como en verano, y sin buscar demasiado hemos conectado dos o tres palabras con estos seres extraviados del universo, y ellos nos han dejado sus legados grabados para siempre. Para recompensar sus migajas de existencia, les hemos dedicado al pasar dos o tres líneas de nuestros relatos noctívagos, como decorativos, como testigos de un crimen innombrable. En la mitad de nuestra neblina intelectual y de su miseria offside, al borde de todo y sin nada que perder, le hemos convidado con un cigarrillo y un trago de alcohol. Ante su lisergia bucólica hemos festejado y delirado con su locura inmunda, burlándonos del mundo que gira estúpidamente. Desafiando la ética de la razón consumista y barata, nos hemos envenenado con sus licores de sobriedad extrema, dejándonos llevar más allá de las conductas y de los márgenes. Descolgándonos del hemisferio izquierdo de la “verdad humana”, mofándonos del tótem de la cultura occidental y de ese homo politucus insaciable que nos domina, los literatos y los roñosos nos hemos prometido una hermandad mentirosa y efímera, para volver después de cada noche trashumante, los poetas a sus musas y los mendigos a sus mugres.


“Elixir Biliar”

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Por Micaela Guidarelli

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http://enlaveredadelsolmm.blogspot.com

Ella se dibuja en espejos, tiene la convicción de que la belleza es su dios. Se idealiza y crea. Vive una historia paralela que le da algo de sentido a su mente esquiva. Tiene una meta, un fin que requiere de esta exigente metamorfosis. Se mira, se odia. Desea mil veces haber nacido en otro cuerpo. Se maldice mil veces más por no poderse controlar. Tiene una guerra interna que marca su infelicidad, no lo demuestra. Se disfraza de cuerda y se evita, todo el tiempo se evita. Ella tiene un pecado capital: cada mordisco vital es un puñal a su dignidad, es un alimento asesino que le socava el cerebro. No come. Intenta no comer, pero cuando cae en ese hecho vulgar se desata de sus cadenas mentales y engulle como si el mundo terminara mañana. Luego de cada exabrupto la culpa invade capa parte de su cuerpo. Siente asco. Se mira en el espejo y se avergüenza. Asco. Se golpea. Se rasguña las piernas. Se perturba el rostro. Entonces introduce sus dedos en la garganta: los mete y los saca; una, dos, tres veces… hasta que al fin llega la primera arcada. Vomita, siente como su estómago se contrae, siente como la culpa ahora semisólida va atravesando su faringe. Vomita…hasta que el líquido amarillo le indica el final, como si la bilis fuera el elixir bendito que indica la conclusión de este ritual perpetuo. Mira al inodoro, se siente limpia. Se siente libre. Se lava la cara y los dientes.

“Un día domingo” Por Timonayre

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n día domingo es como una mosca en el seno de una mujer. Con ella sabemos que está todo por hacerse, pero quién tiene ganas de hacer algo una siesta de domingo nublado y lluvioso, con la humedad pegajosa y la cerveza tibia y el café frío. Ni siquiera dan ganas de espantar a la mosca del monte, se ve tan perfecta, frotándose las patas, yendo y viniendo, pero volviendo siempre al mismo sitio. Ella se ve tan linda. De repente no hay más cigarrillos, hay que bajar a comprar, además todo está por hacerse. Convengamos querida que todo es una gran mentira, una gran vergüenza, una gran burrada, pero todo está por hacerse. Lo patético, lo ético, lo estético. Che, ¿pero dónde está tu caballerosidad? Hombre, bajá y comprá cigarrillos y chocolate y vino. Ella se ve tan linda, adormilada con su mosca en el seno izquierdo. Abajo todo se compra y se Ella se vuelve a mirar al espejo, se odia porque vende. Y como todo está por hacerse, hay sabe… Sabe que seguirá repitiendo la escena que optar por una operación rápida, pero hasta que algún día su cabeza logre por fin no por ello sencilla, ponerse cualquier amar a su cuerpo. ropa a la marcha, descender a las corridas los tres pisos y comprar lo que se vende. Subo como bajé y es tan difícil ascender de espaldas con una botella y bolsas. La Repostaría Artesanal misma mujer, posiblemente la misma cine . mosca sobre el mismo seno. ¿Ya está todo arte . hecho? Qué más puede pedirse un Alquiler Cabaña 4 p. domingo a la noche, si lo que resta es Camino a Vallecitos jabonarse y quitarse todo el dulzor 8 km 155101251 pegajoso que tanto aman las moscas.


“Esa pendeja coge”

Por Don Cósimo

Esa pendeja coge, profesor. No me diga que no”. Quién afirma esta verdad a voces es Carlitos, celador del Centro Educativo de Nivel Secundario, que con sus 34 años a convencido a directivos y al cuerpo docente que nadie podría ejercer mejor que él las funciones de maestranza, conserje o lustrabotas de turno. Por una particular razón, el profesor de literatura le tiene un aprecio desmesurado, sucede que Carlitos es el mejor preparador de café de todo el sistema educativo. Sabida es la satisfacción que le da a este profesor entrar a la cocina y deleitar su paladar con ese elixir del caribe. Es un misterio la razón por la cual el profesor de literatura no toma café en su casa. Las malas lenguas afirman que no tiene casa, que vive en una terraza, y se pone en duda si dicha vivienda satisface las necesidades básicas de higiene y bienestar. La duda se convierte en leyenda en aquellas mañanas cuando el profesor llega al establecimiento con la cara más pálida que un funebrero en una película de Tim Burton. La bulliciosa sala de profesores enmudece por unos segundos cuando el profesor de literatura ingresa para firmar su asistencia. Más que el paso de un ángel, la aparición del profesor se asemeja a la de un fantasma caído en desgracia. Las reaccionas ante su presencia son diversas: la profesora de química y matemáticas lo ha excluido de su cariñoso beso en la mejilla, que suele dar a todos sus colegas, gratificándolo apenas con una simple bajada de parpados. El profesor de historia, sociólogo desgravado, le tiene aprecio, pero prefiere seguir a la horda de comentarios mal habidos antes que caer en sospecha. A la profesora de biología le atacan sentimientos encontrados, por un lado se suma sin problema al desprecio colectivo, pero por otro lado le es imposible evitar la revolución hormonal que le provoca la desalineada conducta de este singular profesor. Los demás sólo miran fijamente el reloj intentando detener el tiempo y que nunca sea la hora de entrar a clases. Con semejante recepción, el profesor de literatura se limita al saludo formar y se despide excusando que va a pedirle un café al celador. El ingreso a la cocina está vedado a todo personal que no sea de maestranza, incluso a la directora, sin embargo Carlitos hace una excepción con el profesor de literatura, con quien intercambia opiniones de la vida cotidiana y del devenir de la humanidad, pero siempre con afirmaciones tan voraces y profundas como la que se describe a continuación: “Mire cómo le han crecido las tetas a esa pendeja, profe”

Desvío cósmico se distribuye en Resto “Los Dos Amigos” - Bar “Iguanahaní” - Bar “Casa Usher” - Bla Bla Bar - Bauhaus Bar Creativo - Blondie Peluquería Pop - Lupita -Centro Cultural “La Casita Colectiva” - Feria Plaza Independencia - Feria del libros Paseo Alameda, grupo “La Colmena”- Bar “Kasa Babilön” - Bar Juguete Rabioso - Bar Under - Video Club “Sólo Jazz” Carrito Bar “Barloa” - Buffet de FCP y S - Buffet FFy L - Centro Estudiantes UTN - Biblioteca General San Martín. Si te interesa distribuir “desvío cósmico” conectate vía mail: desviocosmico@gmail.com


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