Novela negra Juan Podestรก B.
Se perpetra el asesinato de la palabra Escenario del crimen Lugar de los hechos Ă rea cercada por huinchas amarillas Punto final: tiro de gracia en la pantalla El que sabemos guarda sus utensilios No limpia huellas, no deja rĂĄpido el lugar No le interesa escapar No tiene de quĂŠ escapar.
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Armas
Víctimas
Tres libros Un teclado con letras borrosas Un disco de tangos dos cocacolas Una foto que ya no dice nada
Unas letras Georgia cuerpo 12 Una chica que decidió dejar al novio Un novio humillado Una historia mal contada Después, el último muerto: Una mujer que recibe el cuento en gmail y que tras leer envía a la papelera de reciclaje Como la peruana que mataron no hace mucho cuyo cuerpo salió de la morgue al resumidero de su pobreza.
Un disco duro que se pone lento Una lámpara infame La imaginación calurosa Y una rabia (prácticamente) adolescente.
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Conspiración
A
Joaquín
Gianuzzi
La torpeza de mis manos al escribir El revés solitario del papel La hermandad de los objetos (el escritorio, la ventana, etc.) conspiran alegres con la escritura
El pensamiento de lo que sería este país si los diarios de vida de psicópatas y notas de suicidio tuvieran vasta circulación Ese pensamiento (no) desasosiega a cualquiera.
La mirada insidiosa de la pared Y el ruin televisor interfiriendo Micros braman afuera Y la resaca no es nada tampoco a la hora de corregir un verso La puerta siempre se cierra por fuera No hay vocación aventurera Ni la intrepidez necesaria para moverse entre resmas y lápices A veces los libros, sólo deben usarse para trancar puertas Afuera, el hombre de chaqueta de cuero me espera con las manos en los bolsillos.
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Prontuario
Entierra el cuchillo en la espalda Trata de empezar bien el verso Lleva el cuerpo a un lugar oscuro Quiere rematar con una buena rima Corta del cuello hacia abajo Separa una estrofa Tuerce el cuchillo Cambia un adjetivo Saca algunos órganos Corrige el último verso Cercena el cuello Vuelve a corregir Se ensaña con el cuerpo Borra lo escrito Corta pedazo a pedazo Intenta escribir de nuevo Envuelve trozos en bolsa de papel No puede escribir nada Al papelero el cuerpo Borra todo lo que ha escrito hasta el momento Todo.
El prontuario de 3500 versos con el que cargo me hace acreedor de una temporada en el retén del anonimato Ahí me solazaré con currículos más aventajados Con mayor experticia en el arte de abrir cerraduras Y mayor habilidad para hacer saltar con alambres Aquello que no pude hacer surgir ni con rimas consonantes.
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Deserciones
I
II
Cuelgo el hacha sin limpiarla Quemo otros objetos que me inculparán En el lavamanos me seco el sudor Me voy a la cama tranquilo así como tranquilo la otra vez me interné en la ciudad después de lo hecho
Deserto, me voy, se acabó Boto la resma Me deshago de los lápices Vendo el notebook Liquido los libros Agarro unos cedés y me largo Para un rati tonto la desaparición de un escritor no es un hecho consignable El último cuento me hizo sudar como caballo Me demoré menos que mi viejo amigo poeta que dijo en una noche definitiva que a él sólo le bastaba con la vida.
Otro cuerpo habrá desaparecido A otra chica el novio la llamará al celular Para un rati tonto 40 llamadas perdidas le harán decir: “Este hueón quiere que creamos que la llamó y no la encontró” Deserto, me voy, se acabó La última muerta me hizo sudar demasiado.
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Malos olores
I
II
Escurre bajo la puerta el caldo sucio de los cuentos no terminados Se va por las ventanas el mal olor de las letras estancadas El golpeteo vecinal no para y el intruseo de algunos llega a límites insospechados (un habitante del piso de abajo trata de asomarse a la ventanilla del baño) El laptop se apagó solo y un gato lame esas páginas impresas que tiradas en el piso, son como espantapájaros de moscas que no saben descifrar ese cadáver pues no tiene la consistencia de los cuerpos que acostumbran frecuentar.
Las moscas, rápidas en el arte de reconocer suicidios se desconciertan alrededor de ese papel solitario saliendo de la impresora Ante la duda se van sin saber si esa hoja brindará ese olor que reconocen a kilómetros.
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Tecleo
III Colgado en el baño no tomó la precaución de cancelar la impresión Y así le irá: sólo cuando la novela salga entera llegarán los tiras a reventar la puerta.
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Tracatracatracatraca Metralla, tecleo Paredón, pantalla, tecleo Fusil, teclado Villa Grimaldi, novela negra Escritor, milico, tecleo Fusilado, personaje Asociación de ideas, asociación ilícita Secuestro permanente, papelera de reciclaje Tecleo.
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Letra muerta
I
II
Con palas amontonan los fiambres Y esa muralla putrefacta hiede Es el gesto tenue, un ir hacia atrás y tirar Ver la curva en el aire, el descenso pesado y la caída sobre más cuerpos mosqueados.
El protagonista de la novela tira hojas arriba de sus muertos en Nueva Orleáns no hay problema: los cocodrilos y el pantano harán lo suyo. Antes de morir, el negrito dijo: “no haga eso tío”. En cambio el matón del pueblo ni se enteró del balazo en el hueco que hay bajo el cráneo. El río Mississippi terminará el trabajo.
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III Las oscuras palabras cotidianas arrumbadas quién sabe dónde Amontonadas en el garaje de herramientas no supieron cuándo Cuándo suspendieron ir y venir, la curva, la elevación y el incruste en la celulosa en la pantalla líquida, en una de mica
Asimismo como Norman Mailer acuchilló a su esposa Asimismo entierran algunos el lápiz en el roneo Asimismo el policía firma la constatación de lesiones Así también se firma el acta de defunción Así, los ejemplares numerados.
El olor del trabajo no hecho, o deshecho, también hiede Y nadie sabe si el vecino alertará por estas palabras podridas De letras muertas.
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Mano a mano
En una novela, una hermosa portoricense deja su país para buscar fortuna en Atlantic City: Se hace puta. La mata el mismo que la siguió en San Juan: un violador. La poesía es una mala costumbre a la que el sujeto vuelve siempre: un hecho turbio, algo impreciso. Como llevar una dirección en el bolsillo, para sacarla y mirarla cuando todos se hayan ido del sitio del suceso; cuando el último rati haya virado, y el cuerpo ya se hiele en la morgue, y no quede más delicia que mirar la sangre en el pavimento, secándose afuera del edificio. Luego releer “Brillo”, masturbarse con la escena clásica, recordar la sangre en el piso, la mujer tapada con una bolsa café.
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Cómo corre la Bombal tras Eulogio Difícil mantenerse en pie después de varios tragos Cómo corre la Bombal con la pistola Eulogio Sánchez trastabilla casi cae Y la última niebla son cuatro balazos Pero la suerte siempre se ensañó con la viñamarina Ni en el amor ni en el juego salvó En cambio Sánchez la sacó barata: se recuperó rápido y no puso querella.
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Novela negra
Con la misma pistola se fueron cagando los De Rokha La muerte a veces es una pura burocracia Ir al registro civil de la cabeza y firmar el documento Será la evidencia para el funcionario Hay burócratas de la muerte Como ése que lleva veinticinco años pensando en suicidarse.
Taconeo en calle San Antonio Y el juego del despiste ya los cansó Extreman pisadas, ahorran cautela No miran para atrás Se sabe perseguido y perseguidor Perdieron la ética del rol Se disuelven en una calle Que es el inicio y el final La llegada y el destino “Con una pistola en tu poder ¿Qué hace distinto a un policía de un delincuente?”, dijo Nicholson El de chaquetón es la fuga El de chaquetón la persecución Cuando entren al topless de Mac-Iver, descansarán Se verán multiplicados por los espejos puteros Y ahí sí que ninguno sabrá quién es el otro.
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Hay algo que no está bien
Un declive en la mesa al fondo del corredor Y un mantel a medio correr en la misma mesa Cierto aire enrarecido en la pieza oscura Una puerta descreída de las cerraduras y una llave en otro lugar En otro lugar la revista que dejaron sobre ese mueble y el mueble ladeado en un ángulo infinitesimal La gotera se multiplica y el que la quiere cerrar no puede Hay una cierta mirada Cierto desdén en los ojos Un chasquido de labios Una parada que algo quiere decir Una respiración Cierto dolor entre ambos
“Me gustan las mujeres rubias y cargadas de pecados”, alcanzó a decir antes que la blonda le hiciera estallar la cara con una automática. Apenas una hora atrás le había dedicado un poema triste.
Hay algo que no está bien Una pistola que brilla en el velador.
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Policiales
La puta colombiana quedó tirada con 16 puñaladas en el séptimo piso de un edificio de calle Estado. Apenas fue llorada por sus tres compañeras. Es el velorio más triste que ellas hayan presenciado, el más macabro ritual de iniciación, porque la negra fue asesinada por su primer cliente.
Tiró al hijo del quinto piso Mató a un carabinero de quince balazos Le dio de comer sal a su hija de meses Acuchilló a su amigo De un palo mandó a la abuela al patio de los callados Lo violó porque no quiso ver con él la noche final del Festival de Viña Le quitó la cocaína que le vendió y de paso lo tajeó
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Los sospechosos de siempre
Joven poeta tratando de escribir una obra maestra Novelista con los años encima queriendo ser descubierto de que le llegue la fama, que lo lean con fanatismo que suban de precio sus libros, que lo pongan en las mejores librerías y lo inviten a dictar cátedra Poeta frustrado gritando a viva voz su resentimiento: “Debo hacer algo para que me pesquen antes de los 40” En lugares ruidosos estos tipos se juntan a planificar sus violaciones Basta ir a esos locales y mirarlos cómo impunemente señalan rutas, modifican recorridos, corrigen mapas, dibujan el cuerpo de la víctima y el sitio preciso donde entrará la letra.
Seca y guarda el cuchillo Deja que la pistola se enfríe Abotona el cierre y se limpia el semen Mira a todos lados para evitar que lo sigan Deja al atropellado en la calle (era una venganza) Sigo al que me la hizo Aquél saca las fotos de la mujer infiel Hay uno que guarda todo lo escrito en Mis Documentos Y por último apaga el cpu.
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¿Acaso no matan a los caballos?
Como ése que se aleja de una víctima a la que dejó tranquila sin haberle hecho nada. Así se va el otro del escritorio, así se aleja del papel, sin haber escrito ni el nombre de la mujer que lo tiene de cabeza.
“-
¿Es
esto
lo único que puedes alegar? ¿Acaso no matan a los caballos?” “¿Acaso no matan a los caballos?”, Horace McCoy.
¿Acaso no matan a los caballos? ¿Acaso no matan a los hombres? ¿Acaso no matan a las palabras? ¿Acaso las palabras no matan? ¿Quién dijo que las palabras no son una 44 Magnum? ¿Quién dijo que las letras no cargan a una 9 milímetros?
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Epitafios
I
II
Nací en 1888 Año nada despreciable Año de invenciones, locuras, delirios Murieron y nacieron demasiados escritores y artistas Basta que se pongan a buscar en alguna enciclopedia ¿Quién podré ser? Me consideran el otro maestro de la novela negra Pero no soy Hammett¿Quién soy? Ese mismo Pero ojo, no te confundas, no es lo mismo llamarme por mi nombre que por el de Phillip Marlowe: a él sólo lo escribí.
“Me gustaría dedicarme a pintar, salir adelante y comunicarme por medio de pocas palabras. Que la pintura hable por mí” Antes de que me arrestaran por violaciones y homicidios Yo, Roberto Martínez Vázquez, alias “El tila”, dije estas palabras a una psiquiatra Ahora, debajo de estas toneladas de tierra, difícil que me pueda excitar Eso sí, nunca les diré quién me consiguió la máquina de escribir con cuya cinta me ahorqué.
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III
IV
Después de 44 años como funcionario de Investigaciones vi todo lo que había que ver y hecho todo lo que tenía que hacer Pero nunca maté a nadie Y qué ironía A los dos días de jubilado, un punga que me tenía sangre en el ojo me clavó un desatornillador en el pulmón derecho Me fui en dos horas.
¿Qué puedo decir? Les apuesto a que hace tiempo ya , cuando en el sur la gente ve a un caballo masacrado, lo primero que dice es: “A este animal lo dejaron más roto que a Hans Pozo” Nadie se merece lo mío.
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Poeta menor se queja
V A 75 metros de profundidad Tengo una pesadilla recurrente: Encerrado solo en una casona abandonada me da por tajearme los brazos y las piernas Por quemarme con un pucho el pecho y la pichula También sueño que me saco el poco pelo que me queda Y me lo como En todo caso, la idea es más amigable que la soledad en la que morí de puro aburrido, cuando ni los parientes de los que torturé cuando mandaba pinocho se daban el trabajo de ir a funarme. Soy el que durante la UP se hacía pasar por mirista, para después cagármelos a todos. Fui el más malo. Eso. Pueden irse a molestar a otro muerto, no estoy para nadie.
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El tribunal oral me ha sentenciado a borrar mi historial de un plumazo Consideran que fue tramado a base de engaños comisiones, llamados telefónicos, documentos ampulosos Yo, que inventé el desmembramiento poético, tengo pasaje asegurado al remezón eléctrico clavado a una silla tan distinta a la que fatigué en el decanato de letras.
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Espejeo
I
II
Mientras él seguía la huella de un párrafo huidizo El otro salía del país con pasaporte falso y varios pecados inconfesables.
Mientras lo buscaba en las peores poblaciones y callamperíos El otro escribía lo suyo en un confortable departamento.
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Me ve cómo la miro mientras corrijo el cuento desato conflictos afino detalles perfilo sujetos Me ve cómo la miro mientras busco finales imagino tragedias rehago diálogos Me espía desde su ventana del edifico del frente y esconde su cabeza en un florero de la terraza Sabe que la miro y que conozco su presencia Me ve cómo la miro y traga saliva cuando me ve moverme en la silla Suda cuando me paro a buscar un vaso de agua
Deja a mano el celular para llamar a emergencias cuando me vea dejar definitivamente el computador para ir a aburrirme con los capítulos finales de una serie infame de un canal regional en el que un italiano tiene la mala costumbre de agarrar a batazos al que le ponga las cosas difíciles.
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