revista mandeb 01

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#1 Abril 2010


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Editorial

DEL PORQUÉ DE MANDEB. Leer parece ser una actividad en decadencia. Aparentemente, cada vez menos gente

es capaz de seguir la trama compleja de un relato o tener la constancia de leer un ensayo y, aún más, pensar luego de él, digerirlo para construir una opinión propia. Nos hemos habituado, con ya décadas de pantallas indicándonos el camino a seguir, a no digerir, a no procesar. “Entretenimiento ya molido para su mejor absorción”. Esta idiotización (¿existe un término mejor?) que sufrimos día tras día es cada vez más severa. No sólo está el televisor, ordenándome qué debo hacer, también está el celular, la computadora, los carteles de publicidad. Entre tanto color y brillo nos deslumbramos. Nos hacemos piedra. Nos insensibilizamos. ¿Cómo ser sensible, entonces, ante un poema, que no se comprende porque no es literal, porque no se razona ni se siente? La literatura es hija de la relación carnal entre pensamiento y emoción; es producto de esa vinculación profunda de mente y alma que posee todo arte (porque aunque muchos lo olviden, no es “Arte y Literatura”, separación odiosa de enciclopedias, sino que “Literatura es Arte”). Por esto Mandeb. Para que en una pantalla (o en un papel, si se prefiere) se pueda salir un rato del hechizo diabólico. Para sentir y pensar. Para vivir la literatura no como un negocio editorial, sino como electricidad estática corriendo despacio por las manos de cada uno de los lectores. Como un refugio sencillo pero estable de la violencia y la velocidad del día a día. Como solidaridad, con el candor que tiene el compartir lo que salió de cada autor con cada lector sin presiones, sin mentiras, sin publicidad, sin engaños. Mandeb es Literatura Viva, pensamiento y latido conjugados. Es Literatura Viva, de hoy, del hoy. Es escribir entre todos la identidad de la literatura contemporánea. Bienvenidos.

RM.

DE QUIÉN ES MANDEB. Manuel Mandeb es el Pensador de Flores, personaje central

en la mitología del barrio bonaerense de Flores creada por Alejandro Dolina. Junto a Jorge Allen, Ives Castagnino y el ruso Salzman forman el grupo de los hombres sensibles, enfrentado al grupo de los refutadores de leyendas, que se dedican a quitar la belleza, misterio y encanto a las maravillas del barrio con explicaciones racionales y científicas, completamente lógicas, que el grupo de Mandeb desautoriza desde el irracionalismo más radical. Mandeb tiene una obra tan prolífica como variada e inconclusa, citada al principio de “Crónicas del Ángel Gris”. Mandeb nos presta su voz polifacética para dar identidad a esta revista; identidad que no es otra que la Literatura Viva en sí misma con toda su diversidad. Para que cada vez seamos más sensibles y nos dediquemos menos a refutar. Es más, para que tengamos el valor de construir nuevas leyendas, paso a paso.

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EN ESTE NÚMERO:

Del Porqué de Mandeb. ......................................................................................................... 2 De Quién Es Mandeb. ............................................................................................................ 2 Al Che... León Arabeug ............................................................................................................ 4 Eterno. Ganzo Borelli ............................................................................................................... 5 Fábula de la Flor, la Hora y el León. Ganzo Borelli ............................................................ 6 Abismito. María ...................................................................................................................... 7 Regalo. María .......................................................................................................................... 7 Ya No Me Peleo. María .......................................................................................................... 8 Unas Palabras Sobre Marianela y Hard Times. Lucas Abal .............................................. 9 Resumiéndote a Un Enamorado. Nico Giménez .............................................................. 11 Salvando Una Ilusión. Nico Giménez .................................................................................. 12 Tiempo de Decir Adiós. Nico Giménez .............................................................................. 12 Alguien y Nadie. Rodo Ramone ........................................................................................... 13 La Arenera. V.K.F. Polar ...................................................................................................... 14 Vete a la Mierda. Mario Pires .............................................................................................. 17 Antes Pensaba. Mario Pires .................................................................................................. 17 pendeja. axel luchilin krustofski ............................................................................................ 18 Obras. ViQui Montanaro ...................................................................................................... 23 Base Luca. ViQui Montanaro ............................................................................................... 23 No Estoy Seguro. Junnecus .................................................................................................. 24 Caperutti Rojas. Junnecus .................................................................................................... 25 Sin Título. Ricardo García ..................................................................................................... 28 Sobre la Imagen de Portada ................................................................................................ 29 ^.^

A Quien Pueda Interesar Mandeb es y será una revista bimensual gratuita, de distribución libre, en formato PDF y diagramada en A4 para facilitar su impresión si así el lector lo desea. Los editores no recibimos nada a cambio de nuestro trabajo excepto dolores de cabeza por las horas pasadas frente al monitor de la computadora y algo de satisfacción artística. Todas las obras que aquí se publican son mérito, responsabilidad y propiedad de sus autores. Por esto, las felicitaciones o críticas a sus contenidos serán derivadas a ellos. Finalmente, la revista, en su totalidad y sin modificaciones, puede ser distribuida y copiada cuanto se quiera; pero para reproducir aisladamente alguno de los textos que la componen se deberá solicitar el permiso expreso del autor. Para esto, basta con enviar un mail a revistamandeb@yahoo.com y nosotros lo pondremos en contacto con él. Los editores Abril, 2010.

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AL CHE... León Arabeug

Ahí estás Comandante Ernesto Che Guevara con tu mirada tenaz, sobria y vehemente, con tu melena leonina, volando, al viento, y con esa ira contenida tan mansamente.

Trasciende el afiche la fuerza de tu espíritu, el que enciende el fuego sagrado, de esos tus ojos; hartos de ver tanta desigualdad e injusticia persiguen en el firmamento un sueño utópico. Ya no existen las fronteras en tus horizontes allí no son ni pueblos, ni razas, ni naciones pues es uno solo el sudor y el llanto del pobre y es una sola la lucha por sus convicciones. Ni la muerte, ni el paso irremediable del tiempo osarán jamás corromper a tus ideales porque tu alma es quien le Brahama con furia al viento que ante el Señor todos los hombres somos iguales.

León Arabeug Nací en la provincia de Corrientes, Argentina, en el año 1987. Me gusta leer desde que aprendí a hacerlo leyendo los carteles desde la ventanilla del colectivo de camino al colegio y escribo desde que me di cuenta que así podía expresar aquellas cosas que jamás hubiera imaginado estaban allí.

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ETERNO Ganzo Borelli

Brillan Los relámpagos -Rugen-DestellanCrujen los árboles -Crujen-DestellanVuela el Mirlo y la Gaviota Y las nubes van Y las nubes vienen Y la nieve cae, eterna, Y la roca cae, eterna, Y el juego de los niños es Eterno. Eterno es también el juicio, Y eternas son las miradas.

Se agita, violento,

El manto del tigre Mientras el sol Intenta perturbar el sueño Del Indio Eterno. El brillo del oleaje Se torna valioso, -Agua para algunos, Plata para otrosY el amanecer presagia Un poniente embrollado. Los ojos del público, Diafragma siempre abierto, Juzgan acomplejados El ir y venir del viento, El baile de los patos, La nieve en la montaña. Siempre juzgan más lejos.

Brillan, eternas son las voces De esta sinfonía pastoral; De esta sinfonía Que ya es eterna Y brilla. -... -... -...

Pero las olas cambian, Y van a medio tempo; Y los árboles se aceleran: La eterna percusión eterna De ese miedo al fuego Eterno Y los pájaros se callan Y la montaña no despierta -Tres picos Tres monjes, Uno se durmió, Los otros no despiertan-.

Las olas son olas Y vuelven a ser olas, Y frente al reflejo Del embrollado espejo Distingo mis rasgos. Soy ola y sufro el lago, Busco ser ola Y perdido entre tanto Dios Desfondo el lago Y subo hasta lo más alto De la montaña. Y me enredo y desenredo A mi piacere de las ramas.

Pero la espuma Vuelve a ser ola Y la ola vuelve A su cúpula de espuma.

Y estoy acá, y estoy allá, Y ya dejo de estar Porque creo que soy eterno.

Y el ritmo se acelera... Y el ritmo se acelera... Brillan eternas, En el agua las estrellas

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FÁBULA DE LA FLOR, LA HORA Y EL LEÓN Ganzo Borelli

En

mi viaje introspectivo interpreto. Me encierro buscando salidas, y no me doy cuenta que la salida condiciona el encierro. Viajo más de treinta siembras en el tiempo, un trampolín del presente me envía al pasado, y ya había Coca-Cola. Átomos olvidados, sendero de migas de pan, negativo rebelado y libros añejos en el desván. Súbitamente, carezco de Nombre y de Nacionalidad. Y vuelvo a ser yo mismo -parece que el niño también se cansó de jugar-. Nado y salto y vuelo y amo. Nado y salto y vuelo. Ya no amo, la amo. Ya no la amo, te amo. Y del triunfo también huye el dueño. Y te miró de reojo. –¡Auxilio –dice la radio–, son las 2:17am, y hemos viajado en el tiempo!

–¡Caigan las flores! –¡Caigan cortadas! –¡Caigan y exploten! –¡Caigan y exploten! –¡No sean más siervos culinarios de la ventana del Nilo Oriental Milenario! –¡Escupan las flores de tela y violen a sus madres y a sus hermanas! –¡Y a sus padres! –¡Y a sus hijas! –Y a sus hijos... –Y a sus nietos.

Poesía

Anoche llovió en la luna, blancas dentaduras cayeron destellantes sobre los polvorientos cráteres de fábulas interespaciales. Mientras tanto, una mujer daba a luz, el niño cobijaba la flor mientras la radio anunciaba la hora y la esfinge acababa violenta dentro del león. Todo lo demás murió.

Allí donde el río encuentra su Rompiente, Un niño cobija entre sus manos Una flor marchita Que poco a poco revive, Gracias a sus lágrimas De almíbar. Una muñequita supo adornar esas risas tiernas con algo más que ámbar, oro y alquitrán. Algo más supo saciar esa sed, porque de la noche no renace la mañana. 23 días y 1 noche pasaron los parientes invisibles en la cámara del Nilo. Dulce fue ese jugo cuando lo probaron mis labios salados. Dulce fue la voz, que cantó ciega tres veces su dolor. –Quieran las cuchillas de sus súbditos ser falsas y brillantes –cantó alegre la Niña Segunda. –Amen al caballo, obedézcanle con retribución –agregó la Niña Primera. –¡Caigan las flores!

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Ganzo Borelli Escribo porque me cansé de soñar, y me cansé de contar las estrellas y de mirar como sonríen los demás, como todos sonríen entre todos; y yo, sin encontrar mi solar, sonreír y ser uno más.


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ABISMITO María

Estar acá es perder el tiempo. Una vez toqué la ciudad con mis manos y se deshizo en polvo de hueso. Voy a vivir en este lugar para siempre. Poesía

Todas las calles tienen baches. En esta esquina me castraron el corazón Todavía siento el golpe de los faroles en el lomo. Abismito, Te veo todos los días desde mi lumbrera A veces me olvido que estamos hechos de sangre y tierra

REGALO De esos nudos no me olvido nunca

No me olvido Con qué facilidad se rompe la carne La suya, Tenía el gusto de lo estropeado De la belleza que pide más belleza Y yo sin nada que ofrecer.

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YA NO ME PELEO. María

Abismito:

Pisé la tierra húmeda de los campos, la gente con autos deja marcas Pero yo me hundo en los charcos. Y siento otra vez cómo el barro se mete en mis botas. Mis pies fríos Con ampollas de lo más frescas, las besaba sin asco. A la noche, Verlo bailar es una victoria. (A quién le habré robado tanta suerte) Él sabe amasar el pan, Su espalda es casi de mujer Pero su mirada pega puñetazos. Árbol mío, Tus ojos son perlas olvidadas Tus pupilas canicas de animal Cuando no estás siento que podría pasarme cualquier cosa

María Nacida en 1991 en el seno de una familia de inmigrantes ilegales judebolivianos, mi pasión por la lectura no comenzó hasta el día que cumplí 8 años y mi tío José "el loco" Movilevsky me regaló una edición de el Talmud y otro de poemas de Bukowsky. Supe que era lo mío. Dejé de comer jamón y comencé a escribir relatos eróticos, que fueron editados posteriormente en la revista "Humi" bajo el seudónimo de Zarita Ruth Ramone. Hoy en día subsisto del tráfico knishes, y de los poemas que escribo.

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UNAS PALABRAS SOBRE MARIANELA Y HARD TIMES Lucas Abal

En un taller de escritura al cual concurro, el profesor a cargo instruyó a los

alumnos para que leyeran Marianela de Benito Pérez Galdós. En unos pocos días, leí la novela y al terminarla presumí instintivamente que había una clara relación entre la obra mencionada y otra que había leído un par de años atrás; me refiero a Hard Times de Charles Dickens. En efecto, la finalidad de estas líneas es dilucidar los motivos por los cuales encontré una relación entre las obras de estos magnos literatos. En honor a la brevedad y para evitar el temprano agotamiento del lector, presumo que quien lee este ensayo conoce ya el contenido de ambas novelas. Por lo que paso llanamente a precisar aquellas circunstancias que pudieron llevarme a relacionar ambas obras. Ante la necesidad de escribir estas líneas y desconociendo el motivo de lo que intuí, mi primera acción fue escribir en el buscador de Internet: biografía de Pérez Galdós, ya que era notoria mi ignorancia sobre el autor. Al leer la biografía, descubrí que el autor no sólo era un gran admirador de Dickens, sino que también fue traductor de varias de sus obras. Ante ello mi alivio fue significativo: mi percepción no había sido equivocada; necesariamente el Benito Pérez Galdós, por Joaquín Sorolla en 1894 autor inglés debe haber influenciado en la obra del escritor que nos ocupa. Pero esta admiración no era suficiente para justificar mi intuición, ya que el palmense poseía una singular estimación por León Tolstoi, con el cual incluso se encontró en numerosas ocasiones, pero no encontramos en Marianela ningún elemento que nos lleve a relacionarla con Guerra y Paz, por ejemplo. Frente a la apremiante necesidad de redactar este ensayo, comencé a releer Hard Times, en la búsqueda de aquellos elementos que pudieran llevarme a dilucidar los motivos de mi intuición. El primero de ellos puede encontrarse en el sitio en el cual se desarrollan los relatos: ambas son ciudades ficticias cuya actividad principal corresponde al primer eslabón de la cadena correspondiente a la naciente economía industrial. Si bien esta característica es compartida por las obras estudiadas, no parece responder a la influencia de Hard Times sobre Marianela, sino que obedece al contexto histórico en el cual transcurren los relatos. Otra característica que comparten las novelas es el género literario al cual pertenecen, es decir, el realismo. A pesar de ello, esta conexión no nos parece la más adecuada a los fines de relacionarlas; el género citado dio origen a una multiplicidad de obras que no guardan ninguna relación entre sí. Por ejemplo, comparemos La muerte de Iván Ilich de Tolstoi o La Madre de Gorki, símbolos del realismo, con la novela española y no encontraremos ni un solo elemento en común. Continuando con la lectura de Hard Times, encuentro una característica común a Marianela, que es expuesta en gran parte de la obra de ambos autores: la crítica social. Sin

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Ensayo


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embargo, aquella no se dirige al mismo punto. En efecto, mientras que Dickens critica tenazmente la sociedad industrializada, Pérez Galdós centra su ataque en la sociedad de las aldeas. Como podemos observar, más que una similitud, la crítica social constituye una diferencia sustancial entre las obras, ya que el autor español acomete contra la falta de educación en las aldeas comparándolas con el avance que han logrado las ciudades en esta materia. En cambio, Dickens parece centrar su crítica en el excesivo utilitarismo que han alcanzado las ciudades victorianas. En este punto del ensayo, crece mi escepticismo de lograr justificar mi intuición, ya que las aparentes similitudes que abordé hasta el momento he podido desestimarlas individualmente sin dificultad alguna. Reconociendo el problema en el que me hallo inmerso, consulto a un cercano mío que no ha leído las novelas estudiadas, pero que se caracteriza por su ingenio, quien me recomienda que busque puntos en común entre los personajes. Siguiendo su propuesta, analizaré, a continuación, los paralelos que pueden encontrase entre los protagonistas de ambas novelas. Arbitrariamente, empezaré con Teodoro Golfín. Este personaje puede ser fácilmente asimilable a Thomas Gradgrind, ya que ambos son representantes de la ciencia. Asimismo, en el final de la novelas, estos personajes sufren porque la ciencia, a la cual tanta importancia adjudican, no logra solucionar un problema propio. En el caso de Golfín, la pérdida de Marianela y respecto de Gradgrind, en el momento en que éste le pide a Bitzer que salve a su hijo, el personaje citado se niega, dando una respuesta de acuerdo con la ciencia, tal como Thomas le había enseñado de niño. Finalmente he podido encontrar una clara relación entre las novelas, que se manifiesta, además, por la importancia que se le da a la ciencia en el siglo XIX. En efecto, los protagonistas mencionados personifican el ideal positivista de su época. Al mismo tiempo, Teodoro Golfín representa el ideal capitalista respecto de la posibilidad del ascenso social. En este punto, se asemeja al señor Bounderby de Dickens caracterizado como self-made man, aunque Bounderby recuerda mucho más a la codiciosa Señana que desprecia la educación y se caracteriza por su avaricia. Continuando con el análisis de los personajes, llegamos a Celipín Centeno, a quien se puede vincular con Thomas Gradgrind Junior. Ambos jóvenes terminan la novela lejos de su hogar; uno en gran parte por desprecio a la educación que le han impartido y el otro, Celipín, en busca de la educación de la que se lo privó.

Charles Dickens

Para finalizar con el análisis de los personajes, me dedicaré a escribir sobre Marianela y Cecilia Jupe. Ambas protagonistas personifican la imaginación y se caracterizan por no diferenciar entre el mundo real y el de fantasía. Asimismo estos personajes no han tenido una educación formal desde pequeñas, aunque Ceci luego la consigue. En este momento del ensayo, me encuentro aliviado, ya que mi primigenia percepción no era errada. Luego de mucho pensar, he encontrado la justificación de la relación entre Marianela y Hard Times que intuí en un primer momento. Ésta es perceptible mediante la apreciación de los personajes en particular y la comparación

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entre ellos. El resto de las razones negadas individualmente no son lo suficientemente sólidas para convencerme de que constituyen el fundamento de mi intuición. Por ello las descarté, aunque no absolutamente, ya que todos los motivos señalados ayudan a comprender la vinculación que existe entre las novelas estudiadas. En conclusión, finalizo con júbilo este ensayo y dejo de lado toda desconfianza o duda sobre la analogía que puede establecerse entre Hard Times y Marianela, ya que pude hallar la ansiada justificación que tanto indagué en el desarrollo de estas líneas.

Lucas Abal Potencialmente soy un jurista, un estadista, un filósofo, un historiador, un político y un escritor. Pero por ahora estudio derecho, visito con frecuencia una oficina pública para tomar agua fría de un bidón, me pregunto quién soy y hacia dónde voy, leí dos libros de Félix Luna, visité el Congreso en una oportunidad y escribí las próximas palabras.

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RESUMIÉNDOTE A UN ENAMORADO

(SONETO) Nicolás Giménez

Común a tu volar de blancas alas liberas las palabras en despojos, armándose entre los papiros rojos la frase más hermosa que regalas.

Sabiendo que tus ojos son las armas, que matan voces calmas por los soplos de nubes esculpidas por escoplos, en el madero de amor sin sus ramas. Por eso apuesto por tu piel, un don; hacerme piedra de una dura arena, en los pilares muertos sin la pasión. Y así tenerte en esta esencia plena cantando notas sabias de razón; paciente, amena, ausente, algo serena.

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SALVANDO UNA ILUSIÓN Nicolás Giménez

Una mirada fija en un vendaval de ilusiones

marcan ese destino cruel a mi sentir dándole el fuego a mi alma en somnolencia, llenando de carencia este corazón sin sangre ni piel. Un puerto sin amarras fue este amor si descanso a mi paciencia, sacrificios de paz. Virtuosos los alardes de tu visita a mi cuerpo marcaron tu esencia, me redimió de este mal.

Poesía

Y hoy tu alcoba está vacía, en silencio por los ecos, donde tu brújula no marcara ese punto cardinal derramando una lágrima hecha hielo entre tus velos congelando el tiempo de las almas en tu alcázar.

TIEMPO DE DECIR ADIÓS Nicolás Giménez

Calma el llanto de los mártires sin credo una voz de susurros en hastío, marcan la clemencia de sus almas volcadas al escabroso vacío siendo luctuoso y marchito a mi calma, la pasión de saber amarte sabiendo que eres perdón y olvido.

Te veo entre rituales sin practicar, esquizofrenia de lo que jamás pasó. Una soledad quebrante sin remedio sólo la magia de este corazón de saberse dueño de su vida gritándole a la inmunda tristeza, murmurando bajo un posible adiós.

Es un sentir entregado al río de misericordias sin rezar. Un salmo olvidado de letras blancas pero sucias del rancio malestar; matan nuestros sueños, y nos sentencia al dolor de no saber cómo poder amar.

Nico Giménez

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Hola! Mi nombre es Nicolás Giménez y si me preguntan qué soy, mmmm... soy un simple estudiante universitario que encontró en algún recodo de su vida la creatividad de realizar escritos en base a un ahogo momentáneo en su felicidad. Uno sabe de manifiestos emocionales y por ahí se siente desbordado, es ese momento que uno puede encontrar cosas dentro, que le causa cierta “saciedad” a sus angustias, pero luego pasa más por un lado de expresión literaria que una herramienta de bienestar. Es así cómo aprendí y me desarrollé en esta área del arte escrito, escribiendo sobre un amor perdido, estudiando sobre las posibilidades poéticas existentes y luego experimentando, o simplemente imaginando situaciones y trasladándolas dentro de algún género. En fin... si me preguntan qué soy diría que soy un aprendiz de mis propias experiencias dispuesto a liberarlas en palabras entramadas en alguna delirante realidad, un escritor algo singular.


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ALGUIEN Y NADIE

Narrativa Rodo Ramone

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sí. Tal vez me sobrepasé. Pero la soledad te adentra en estos excesos. A uno se le van de las manos, son difíciles de controlar. Primero comienza como un juego, un simple pasatiempo que pronto acabará, que (por supuesto) soy capaz de controlar. Pero luego las cuatro paredes que te encierran se hacen cada vez más grandes y tenebrosas, y la puerta está abierta pero no querés o… no, todavía no… no querés salir. Cómo explicárselo a alguien que nunca lo sintió, o tal vez lo experimentó de otra manera o con otra intensidad. Quizás para algunos sea fácil, y para otros sea más difícil, pero mi método es éste, y para mí es así. Yo no soy capaz de clasificarlo ni de cuestionarlo. Esto está y no hay vuelta atrás, y no se puede borrar todo en un segundo. Tal vez sería más fácil dejarlo a un costado y caminar, pero en esta época, plagada de facilitarismos, prefiero ahogar a una puta hoja con lo peor y lo mejor de mí. Y uno grita, en silencio, pero grita. Y ni todas las palabras existentes te sirven. Nada. Allí es donde te estás ahogando. Y lo sabes, y lo sé, lo sabemos… Estamos naufragando en una balsa que se hunde de a poco, muy de a poco. Y ves la orilla alejarse, dejarte solo, solo con la luz (artificial o no), el agua (rígida y gris o no) y la balsa (con frazadas o no). La comida no importa, respirar no importa, que te rescaten no importa, que te miren no importa, pero hay algo (o alguien) que importa. Y vos lo sabés y yo lo sé, pero nadie lo sabe. Nosotros somos nadie. Y nadie es la tumba de alguien. Y alguien es importante para otro. Y si hay otro, ¿para qué voy a estar yo? Pero yo puedo ser el alguien de otra persona. Esa persona que se mire al espejo y su reflejo no exista, y su luz sea tenue y solemne; y por su mirar corran lágrimas por alguien, alguien tan tonto como todos, alguien tan inteligente como todos, alguien tan alguien como todos, alguien que necesita como todos. Pero alguien que te ama como nadie…

Rodo Ramone Soy Rodo Ramone. Mis dos pasiones son la música y la literatura. Se podría decir que soy un intento de músico e intento de escritor. Espero que les guste lo que les dejo. "A poet's gut reaction is to search his very soul" RAMONES

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Narrativa

LA ARENERA V. K. F. Polar

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i visitan ciertos pueblos del interior, quizás lleguen a conocer a Damián. El chico de la arenera. O a la historia que lo rodea. La verdad es que ojalá sólo lleguen a saber indirectamente sobre él. Vivía con su madre, solos los dos en una casita de las afueras, donde la gente mantiene la rutina casi sin cambios durante generaciones y donde todos se conocen. En el verano a la hora de la siesta Damián leía historias de piratas, como cualquier chico. Pero cuando el frío llegaba, y los árboles del frente de la casa quedaban sin hojas, Damián prefería subir a la terraza, siempre que lo dejaban. Desde ahí podía mirar, ya sin obstáculos, hacia el lugar que más le gustaba. La arenera. Encandilado por las altas montañas amarillentas, imaginaba que las escalaba como un corsario y dirigía ejércitos. Otras veces se veía deslizándose con un cartón que hacía las veces de trineo. Su hora preferida era la noche porque los faroles de la calle las iluminaban de modo que parecían un extraño planeta, entonces se figuraba vestido de astronauta y le daban ganas de crear un cohete para despegar desde los techos, atravesar el negro cielo para caer en ellas. Una de esas noches se dio cuenta que uno de los portones estaba medio abierto. Comenzó a desear más que nunca entrar. Siguió los pasos de los últimos operarios que salían. Ya no había movimiento ni luces interiores. Un vigía en su garita y nada más. Si sus movimientos eran rápidos podría infiltrarse, tocar cada uno de los tres inmensos depósitos y salir. Los camiones que esperaban el amanecer para cargar formaban un laberinto que favorecería sus movimientos. La luna parecía pedirle que se animara, el silencio total era una señal y el hecho de que su madre estuviera en casa de una vecina también. Corrió a buscar la linterna y se acomodó la gorra antes de salir a la calle desierta. Escuchaba más los latidos de su corazón que los lejanos sonidos de coches y perros. Llegó al portón y observó la distancia y el recorrido entre los camiones. El primer paso era el más difícil. Ya tenía pensada la excusa si lo descubrían y eso le dio seguridad. Un Scania blanco de trompa cuadrada estaba más cerca, se metió por el costado contrario a la garita. Cada sombra era una amenaza pero después de unos instantes ya se sentía con ganas de tocar la arena. La rueda de un segundo camión lo cubrió de la luz de un coche que pasó por el frente. Se puso en cuclillas para ver por debajo de la carrocería y esperó quieto sintiendo el olor del gasoil y las manos mojadas. La primer montaña estaba a unos veinte metros. Caminó hacia su conquista con paso firme, empezó a sentir la blandura resbaladiza del comienzo del montículo, miró hacia arriba. Sus pies acariciaron el resplandor de la superficie, también sus manos, el ocre magma se escurrió entre los dedos. “Arena, arena, arena, arena”. Se movía como un lagarto buscando el sol en la cima. La locura llegó al extremo cuando se vio completamente rodeado del elemento de sus sueños. Miró el techo de los camiones, la terraza, el cielo y sus manos. Atrás en el canal se encendían las luces de una vieja barcaza. Pasó el invierno y por segunda vez quiso sentirse el rey de las arenas. El plan estuvo pensado y la voluntad medida. Las circunstancias parecían darle lugar al deseo. Pero la fatalidad escapa al control humano y es tan misteriosa como el destino. Esa noche las arenas estuvieron bajo el control del diablo. Damián logró escalarlas como la primera vez. Pero nunca bajó. La desesperación de una madre, recorrer el pueblo buscándolo, la difusión de su cara en volantes, ocuparon el verano entero. Aunque Damián nunca apareció sí hubo otra serie de extraños hechos que se relacionaron con su pérdida. Una serie de accidentes en poco tiempo

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ocurrieron a los camiones que, cargados de arena, recorrían sus rutas de transporte. El primero se trató de una maniobra que se consideró error humano pero inducido por la niebla. En los tres siguientes estuvieron involucrados otros vehículos particulares. Hubo cuatro más en un mes y medio, en diferentes recorridos. Los peritos policiales ya no tenían argumentos. Todos tuvieron algo en común, en ninguno de los camiones hubo sobrevivientes. Ramón era chofer desde los 22 años, provenía de Santa Fe, su padre y su abuelo también fueron camioneros. Una empresa constructora contrató sus servicios, con el sueldo completaría las cuotas de la hipoteca de su casa. Antes de llegar a la arenera había oído sobre los accidentes pero su abuelo le había contado antes casos más tremendos. Salió a las 9:15 cargado hacia Rosario. El dueño de la arenera Rafael Sandoval le sirvió lo que le quedaba de café en la oficina y hablaron sobre la calidad de las modernas construcciones. El suyo era un Scania azul de doble acoplado. El tránsito era pesado por tratarse de las vísperas de un feriado. Le quedaban unos 20 kilómetros para llegar a Ramallo. Estaba cansado pero el sol que entraba de costado a la cabina renovaba sus energías. Sintió mucho frío de golpe. El termómetro del tablero marcaba 22 grados. Sintió heladas las piernas y el pecho. Sintió como un calambre en el cuero cabelludo. Los pelos de los brazos erizados. Comenzó a preocuparse. Miró la casita perdida entre los árboles y el molino. Fue entonces cuando escuchó el susurro de una voz frágil y lejana. “Arena, arena, arena”. Trató de mantener la calma hasta donde pudo. En un segundo su mente recorrió cien palabras: “freno, esposa, hijos, abuelo, celular, asfalto”. Bajó dos cambios, pensó en el lugar de descanso, al girar la cabeza lo vio. Era una imagen azul y terrorífica. El camión quedó a un costado de la ruta hasta que llegó la policía vial. No encontraron a Ramón porque había avisado a la compañía y caminado hasta Ramallo. Días después Ramón llamó a Sandoval. Le explicó lo sucedido. Le dijo que estaba casi seguro que el chico que había visto era el perdido. Que conservara el volante que había pegado en la pizarra de la oficina y que él iría a reconocerlo. Era él, Damián. Con sentido del deber -y vergüenza- tres días después Sandoval golpeó la puerta de la triste casa. La mujer secó sus manos en el delantal y lo invitó a pasar. Le explicó lo que el camionero había visto. La conversación fue cruel, dolorosa. ¿Visiones que producen tragedias? El alma de su hijo era tan pura como lo era en vida. Su hijo nunca deseó el mal a nadie. Contuvo las lágrimas hasta que estuvo sola de nuevo. Ahora sabía que Damiancito, de alguna forma, estaba vivo. La mujer pasó toda la noche asomada a la ventana, entre los cortinados imaginaba la sombra del chico pasar. Cuando escuchaba el motor de algún camión que llegaba el cuerpo entero le temblaba y se ponía de pie. Su mente acompañaba cada mínima alteración de sus sentidos. Varias noches se repitió el desvelo. Era casi medianoche. Sólo uno de los tres faroles de la calle funcionaba. La mujer abrió la puerta de su casa, caminó hasta la arenera. Sin saber que su vecina la observaba, se quedó parada enfrente al portón cerrado. “Arenera Río de La Plata”, “entrada prohibida”, las cadenas y los candados, y atrás la casa vacía y sin luces. Miró la terraza y decidió subir, desde ahí vería mejor. Los árboles todavía no eran obstáculo para la visión. Observó cada detalle del lugar. Su mirada se detuvo en una de las montañas. ¿Qué era eso? ¿Su imaginación? ¿La locura en su máximo punto? Abrazándose las piernas, con el mentón en las rodillas, en el segundo depósito, resplandeciendo como la luna estaba él. “¡Damián! ¡Hijo mío! ¡Ya voy Damián!” Gritó varias veces. Mientras bajaba la escalera pensó dónde estaba el martillo. Se acomodó los pelos y salió de nuevo a la calle. Cuando llegó a la entrada descubrió que el portón no tenía candados y las cadenas estaban en el suelo. Empujó hasta

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poder pasar de costado. La arena estaba húmeda por la lluvia. El cielo todavía cerrado por la tormenta. Caminó despacio pero con la desesperación contenida en el pecho. El chico estaba en la misma posición en que lo había visto y su presencia no lo modificó, parecía no verla. “Damián. Hijo.” El chico levantó la cabeza y por fin le dedicó la mirada. La mujer quiso caminar hacia él pero sus ojos la paralizaron. Se incorporó despacio y cuando estuvo por fin de pie estiró una mano hacia ella. La mujer vio lo que parecía una sonrisa en el pequeño rostro, sintió la paz de tenerlo de nuevo con ella. Un rayo de luz iluminó su corazón. Se sintió como cuando lo abrazaba. Subió por la arena fría y con cada paso la unión se hizo más fuerte. “... golpeó con el martillo, sin parar. Yo no supe qué hacer, entiéndame. Todas las noches escuchando sus gritos, su llamado. Pobrecita..., entiéndame..., los gritos”, dijo la vecina. “Cálmese señora”, dijo el comisario. El cadáver de la mujer nunca fue encontrado. La causa judicial se caratuló también como búsqueda de paradero y quedó cerrada con los años. Los accidentes de camiones fueron en total nueve. La arenera cerró sus puertas para siempre a los pocos días de esa noche del 10 de abril de 1987. Sandoval vive en Sevilla donde tiene parientes. Antes de irse aseguró haber escuchado las voces de los muertos y de cadenas. La arena nunca fue retirada de los depósitos; llama la atención que mantengan, después de 15 años, la misma forma que entonces, como si ni un grano se hubiera corrido de su lugar.

V.K.F. Polar Me llamo Juan Pablo Chaparro. Soy profesor de filosofía. Tengo 38 años, vivo en Avellaneda. Me dedico desde chico a la escritura, he concurrido a varios talleres literarios desde entonces. He participado de algunas revistas literarias y antologías, gané un concurso y me han publicado un librito en el año 2003. Me dedico al cuento breve aunque me interesa también la poesía. Me gusta la literatura de Carver, Chever, Dylan Thomas, Borges, Cortázar, y todos los escritores dedicados al cuento.

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VETE A LA MIERDA

mientras los años se alimentan de mujeres y hombres rotos.

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Mario Pires

La gente se junta

se ama y se separa cuando es tan difícil encontrarse La gente ama y después aprende a olvidar Construiremos casas se prometen familias construiremos futuros tendremos hijos papá y mamá serán felices pero si en algún momento no logramos entendernos ya sabes vete a la mierda La gente se junta dicen ellos por fuerza del destino como un momento mágico química y alquimia suerte o poder divino quizás casualidad La gente se separa por estupideces falta de diálogo orgullo o egoísmo y un vete a la mierda es toda la explicación que pretenderán dar Parece ser tan fácil destruir una gran obra para intentar construir otra de nuevo tal vez más perfecta tal vez más de acuerdo con nosotros mismos tal vez más permanente tal vez con más suerte tal vez tal vez tal vez

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Antes pensaba

Poesía

que vivir no valía la pena Después pensé que no tenía ni idea de qué ofrecía morir Ahora pienso que si mis ojos ven lo que me rodea que si mis oídos perciben sonidos que me alcanzan que si mi voz se mezcla con otras voces que si toco, siento que si caigo, siento que si me pegan mal, siento entonces maldita sea estoy acá vivo, jodido y tal vez necio, saboreando derrotas Ya muerto lograrán que abandone esta estúpida batalla mientras tanto doy guerra una guerra anónima y solitaria sin mucha repercusión pero es mi guerra y eso me mantiene vivo

Mario Pires (1974) Nace en Oporto, Portugal. A los 3 años se traslada con su familia a Alemania. A los 8 se traslada a Montevideo, Uruguay, donde reside actualmente. Comienza a escribir relativamente tarde, allá por los 18 o 19 años. Antes de esa edad no manifestó ningún interés por la escritura, pero siempre demostró un gran interés por la lectura y la música. Entre otras cosas publicó poemas y cuentos en diferentes revistas under, participó en varios libros colectivos, editó una revista under, publicó dos librillos con textos propios, escribió una novela y un libro de poemas y cuentos que permanecen inéditos, escribió varias obras de teatro que fueron llevadas a los escenarios, produjo varios espectáculos, publicó en diversos sitios web. Más info: maldicionpoeta.blogspot.com.

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PENDEJA axel luchilin krustofski por las malas, a vladimir nabokov. por las buenas, a las pendejas como laura.

yo tenía once años. era un día de verano, brillante y polvoriento. estaba tirado de

panza en el piso de tierra del patio de atrás. tenía calor y me empezaba a hundir en uno de esos sopores que miles de años antes inventaron la siesta. el hombre halcón golpeaba al capitán américa en su cara de goma. un rato antes era al revés. aquello ya me estaba aburriendo. alguien llamó a la puerta. rodeé la casa y me asomé. era diego rivero. vivía a dos casas de la mía, cruzando la calle. diego era lo más parecido a un amigo que tenía en el barrio. los demás eran, o bien más grandes que nosotros, o bien adeptos a jugar al fútbol. y a nosotros no nos divertía ni jugar al fútbol ni que nos pegaran los más grandes. –se está mudando una familia nueva al lado de lo de los pagola. –¿y? –tienen una hija –pensó un instante–. más o menos de tu edad. él era dos años menor que yo. –¿es linda? –más linda que –y nombró a una mina de la televisión. “¡mierda!”, pensé. –¡mierda! –dije. salimos para allí. nos sentamos en la vereda de enfrente y nos pusimos a mirar a los recién llegados. disimulamos haciendo como que buscábamos tréboles de cuatro hojas junto a la cuneta. había dos adultos –un hombre y una mujer– entrando cajas que sacaban de la parte de atrás de una combi. –no hay ninguna gurisa –recriminé. –yo la vi –dijo diego–. iba con un vestido amarillo. como para afirmar sus palabras, apareció por la puerta. y no era linda sino perfecta. tenía el pelo, entre rubio y rojo, recogido en una coleta descuidada, con varios mechones cayendo a los lados de la cara. los ojitos verdes, feéricamente grandes, con un brillo inquieto en el fondo. un muy leve hoyuelo le coronaba el mentón y varios lunares le salpicaban el cuello y el pecho. el vestido era liso, suelto, abotonado por delante. le di un piñazo en el hombro a diego. –¡no pegues! –se frotó el brazo–. ¿por qué fue eso? –porque sos un mentiroso: ¡ese vestido no es amarillo, es ocre! –de verdad me fijaba en esos detalles. se paró enojado, la nariz arrugada para no llorar. –¡ándate a la mierda! se fue. ella estaba inclinada con medio cuerpo dentro de la camioneta buscando algo. sacó una caja de cartón un poco más pequeña que las demás, decorada con lo que parecían coloridas flores de papel. entró, volvió a salir. yo la miraba hipnotizado. esperaba algo (tenía la sensación de quien espera), pero no sabía qué. hasta que sucedió. –¡laura! –la llamaron.

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eso, justo eso quería yo. un nombre. su nombre. mi fetiche más querido: la información. si se hubiese presentado desnuda en mi dormitorio, entregándome su alma 1, su cuerpo, para que le hiciese lo que quisiera, yo habría pedido antes que nada saber su nombre. tal ha sido siempre mi desequilibrada situación mental. al rato volvió diego. seguramente se aburrió en su casa. –¿qué ha pasado? –nada. pero ya sé su nombre –y me hinché de un placentero orgullo. –se llama laura –dijo él con una naturalidad asquerosa–. le dijeron el nombre cuando recién llegaron. me levanté mascullando un par de maldiciones y esta vez fui yo el que se marchó. –¿qué pasó? –preguntó–. ¿qué hice? a la tardecita siguiente diego y yo estábamos sentados en el murito bajo que había delante de su casa. movíamos en el aire, ya por inercia, un par de autitos de colección majorette. el calor era demasiado para hacer cualquier otra cosa, pero no podíamos desaprovechar, de ninguna manera, la posibilidad de pasar los días como si fuesen fines de semana. ¡eran vacaciones, por dios! era nuestra OBLIGACIÓN disfrutarlas. –hola. ... me desperté en la cocina de diego. su madre me estaba poniendo hielo en la cabeza. –¿te duele mucho? –me preguntó. –bastante. ¿qué pasó? –te caíste del muro. pero no te preocupes que tienes sólo un chichón. yo estaba un poco mareado. no recordaba lo que pasó. –ven, te voy a acompañar a tu casa. al pasar por el porche todo se aclaró. había sido Ella. llegó sin previo aviso, se plantó delante de nosotros y nos saludó. y ahora hablaba alegremente con diego. yo no quería ir para mi casa, quería quedarme allí, hablarle yo también, escuchar todas esas idioteces que las pendejas de mi edad decían. pero sabía que aquella mujer estúpida, sin importar lo que yo le dijera, persistiría en llevarme. al día siguiente lo primero que hice fue presentarme en casa de diego. abrió su madre. –hola. ¿estás bien? –su preocupación era tan sincera, tan verdaderamente real y generosa, que la odié muy muy muy mucho. –sí, estoy muy muy muy bien –la aparté y entré. –¿qué te dijo, pedazo de cebolla podrida? él dormía. entreabrió los ojos y miró mi gordo y furioso ser. –¿de qué hablaron? ¿de cómo se cayó el gordo estúpido y cómo tu estúpida madre lo llevó para su casa? –¡o te betas on mi madre! –está bien, pero ¿de qué hablaron? ¿cómo es? está divina, pero ¿ES divina? es decir, es decir... –sí, no sé. es simpática –se lo pensó un poco–. sí, supongo que es buena además de ser linda. –pero, ¿y yo? ¿qué piensa de mí? –no sé. no hablamos de ti. no sé de qué hablamos. me dijo cómo se llama, me preguntó mi nombre. lo normal. pero quiso saber si estabas bien.

me gusta más la expresión japonesa kokoro (心). es más completa, significando corazón, alma, espíritu, mente, idea. 1

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estuve a punto de caerme otra vez. y otra vez me hinché de un orgullo que me quedaba grande. esa tarde diego y yo jugamos a los soldaditos y tuvimos el cuidado de evitar el muro y hacerlo en el césped del frente. yo en realidad esperaba que ella volviera. y volvió. iba con otro de esos vestiditos abotonados por delante, esta vez era verde. me perdí pensando en lo fácil que sería desabotonarlo. se sentó junto a nosotros. tenía un año más que yo y según nos dijo no le gustaba jugar con las niñas. –son bastante estúpidas –dijo–. me gusta más jugar con los varones, subir a los árboles, jugar con autitos o al fútbol –señaló hacia la esquina, al campito frente a mi casa–. ¿quieren ir a jugar ahora? –la verdad que no –dijo diego–. nosotros no jugamos al fútbol, no nos gusta. –lo que él quiere decir es que hace mucho calor –me acerqué a ella, el corazón me golpeaba el pecho, la cara se me congeló al sentir su aroma, no a perfume, sino el aroma suave de su cuerpo. paré cuando mis labios estuvieron junto a su oído –es que con este calor el nenito suda como chancho. y no vas a querer saber lo mal que huele su sudor. y reí, más por el triunfo de no haberme desmayado (o meado) por estar tan cerca de ella, por haberla olido y haber podido evitar que se me parara la pija; fue una risa más de alivio que de creer graciosa mi broma tonta. ella me miró, inclinó levemente la cabeza a un lado y me sonrió (se le arrugaba apenas la nariz al sonreír, hermosa). luego dijo: –hasta donde sé los chanchos no sudan –diego rió a carcajadas. rió de mí de una manera que me humilla hasta el día de hoy–. pero no se preocupen que ya sé a qué jugar. nos invitó a ir a su casa. yo de inmediato dije que sí. diego fue a preguntar a su madre. a los pocos minutos estábamos sentados en el piso de su cuarto, el cuarto de una niña que no era una de mis horrorosas primas o alguna compañera de clase con quien tenía que hacer un trabajo para la escuela. había cajas por todas partes, muchas todavía sin abrir. junto a la cama estaba la cajita de las flores de papel, pero ahora, al verla más de cerca, parecían más bien de tela. fuera como fuera, aquello se borró de mi mente al notar que el aire allí dentro olía un poco como ella. entonces sí se me paró la pija. crucé las manos sobre el regazo. –se llama verdad o consecuencia –dijo–. uno pregunta “¿verdad o consecuencia?” y otro elige una cosa o la otra. si elige verdad tiene que contestar una pregunta y si elige consecuencia tiene que cumplir con una prenda. –¿y cómo se gana? –pregunté con mi más que sencilla mentalidad. –no se gana ni se pierde. es para pasar el rato y reírse. –pero... –empezó diego. le di un codazo. empezamos. –¿verdad o consecuencia? –preguntó ella. –verdad –contesté. –¿te gusta alguien? –no –mentí. ella volvió a inclinar la cabeza como hizo cuando mi chiste estúpido. –¿sí? –así está mejor. ahora te toca preguntar a ti. era aburrido. casi tan aburrido como las luchas entre el capitán américa y el hombre halcón, pero allá al menos sabía cómo actuar. yo manejaba los dos muñequitos de goma y hacía, entendiendo lo que hacía, que se pegaran mutuamente. acá, en cambio, nos preguntábamos tonterías sin llegar a ninguna parte. no es que molestara estar allí, pero no era como lo imaginaba. hasta que, al parecer, diego encontró la llave de aquella puerta.

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–¿verdad o consecuencia? –dijo, y tendría que haber notado algo raro en su voz, pero no lo hice. –consecuencia –contesté. hasta ahora habían sido cosas como “decí súper califragilístico espialidoso tres veces” o “no respires por un minuto y medio”. –dale un beso a laura –pausa–. en la boca. ella rió con una risita rara, entre burlona y vergonzosa, pero no puso objeción. yo no sabía qué hacer. me acerqué muy lento, pensando cómo se hacía aquello y si estaría bien que metiera mi lengua en su boca y tratara de llegar a su garganta como hacían los héroes de la películas cuando besaban a sus novias. concluí que lo intentaría. tragué saliva. cuando estuve a menos de un palmo del rostro de laura ella cerró los ojos. instintivamente me toqué la punta de la nariz para ver si no tenía un moco pegado. empecé a sentir su respiración caliente y agitada, los labios se me secaron, les pasé la lengua. y la puerta se abrió. vi entrar primero un pie, después el resto de una pierna y luego apareció el techo encima de mí. laura me empujó y volvió la cara hacia su madre que entraba cargando una bandeja con galletitas y tres vasos. sí, todo muy rico. las galletitas eran de chocolate rellenas de vainilla y el contenido de los vasos era jugolín de durazno. sí, muy amable la vieja. sonrió y se fue enseguida, sin hacer las preguntas estúpidas que hacen siempre. sí, muy ubicada la vieja chota. ¡pero yo estaba a punto de chuponearle a la pendeja y ella rompió el ambiente! cuando la gentil intrusa volvió adonde sea que vuelven las madres después de joder, diego empezó a reír de tal manera, de tan incontrolable modo, que arrancó a toser y a hacer esos ruidos asmáticos que los dos conocíamos tan bien. y como es obvio, ninguno de nosotros tenía allí su inhalador, y la nena era sanita además de estar divina. conclusión: tuvimos que marchar a su casa para que se diera los disparos. ella nos acompañó. al rato ya estaba respirando perfectamente, así que propuse volver al cuarto de laura a jugar a verdad o condolencia. –consecuencia –me corrigió diego. –como sea. ¿volvemos? –yo no quiero –dijo él. “mejor”, pensé. así, además de revolverle las amígdalas con la lengua podría meterle un poco de mano (aunque tampoco tenía idea de cómo se hacía eso). –yo la verdad que me quedé con ganas de seguir jugando –dijo ella, y sentí temblarme hasta la sangre–, pero de a dos no tiene mucha gracia. mientras nos íbamos, diego seguía alternado una risa desquiciada con toses de asma. al llegar a la calle me despedí y enfilé para mi casa. –espera –me dijo ella–. tengo un regalo para ti. –¿un regalo? –sí; si lo quieres, claro. –bueno –traté de no sonar demasiado ilusionado. –pero te lo tengo que dar en casa. ¿me acompañas? “sí sí sí sí”, pensé casi con el sonido mental de un perro jadeando. –bueno. fuimos otra vez para su cuarto. las galletitas y el jugolín estaban sin tocar. –eres gracioso –dijo ella mientras por mi mente desfilaban las caras de todas las pendejas divinas que me habían dicho alguna vez eso pero que no querían nada conmigo. y entonces sucedió el milagro, el evento más enloquecedor de todos los tiempos. estábamos parados frente a frente, a menos de un metro el uno del otro. –cuida que no venga mamá –me pidió. yo no entendí por qué.

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se inclinó un poco hacia delante, metió las dos manos por debajo de la falda del vestidito verde, levantó la pierna izquierda, después la derecha y lo siguiente que sé es que sostenía una bombacha rosada a la altura de mi cara. –es para ti –y sonrió como si me estuviera dando una de las putas galletitas rellenas de vainilla. entonces me apuntó con el índice de la mano que tenía vacía–. pero me la tienes que devolver en unos días, si no mamá se puede dar cuenta. cuando me la traigas te presto otra. –¿y yo tengo que prestarte mis calzoncillos? –pregunté pensando en mis slips raídos. sonrió. –eres muy gracioso –me dijo–. ahora ándate, que mamá va a pensar cosas raras si estamos mucho rato acá adentro los dos solos. miré su bombacha y me pregunté qué tan raras eran las cosas que podría pensar aquella mujer. fuimos al living y me despedí de la madre y del padre. aquel pedazo de tela arrollado como podía en la mano me quemaba la piel. y la idea de laura, a mi lado, tan cerca, desnuda bajo el vestido, me quemaba en la mente. salió conmigo a la calle, me acompañó hasta la esquina y me dio un casto beso en la mejilla. entonces giró, por el movimiento la falda adoptó un instante la forma de una campana para después volver a su sitio, y se fue para su casa.

axel luchilin krustofski no sé cuál es la bendita gracia de tener que presentarse. es decir, ¿no se supone que es la obra la que habla por el artista? además, en mi caso, hay muy poco para decir. nací, fui a la escuela, dos o tres chotos me pegaban a la salida, las pendejas no querían ser mis novias porque era gordo y feo. ésa fue la infancia. en la adolescencia hubo más de lo mismo. de adulto casi todo me dejó de importar excepto el animé, el ajedrez, internet, y por supuesto la literatura. y como soy un inconformista crónico y la mayor parte de lo que hay escrito no me gusta, escribo para poder leer.

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OBRAS ViQui Montanaro

Haceme obra tuya, quiero ser arte de tus manos. Que mis movimientos sean tu música, mis gemidos tus pinceladas. Esculpí mis convulsiones, escribime tu novela en mi cuerpo. Que las contracciones de mis músculos sean por tus pasos y mis gritos por tus caricias. Hacé que todo mi ser te alabe. Haceme ser tu consecuencia, tu huella, tu llanto.

Narrativa

BASE LUCA ViQui Montanaro

Eran las tres de la tarde, el cielo de un gris áspero no me decía mucho. Yo cortaba una rama del gran árbol sin bautizar. Se encuentra en un lado del jardín, junto a las matas donde suelen albergarse unas serpientes. Las había ahuyentado con tambores para poder podar. No es la poda de estos días, puesto que la primitividad fallecería. Sólo corté la rama que molestaba al pasar. En ese momento, oí unos gritos desde lejos. El viento había levantado y había algo extraño. Algo extraño en el aire. Un silencio. Una inquietud. Las serpientes no volvían. Unos pájaros se fueron. “¿Qué sucede?” Se me ocurrió mirar al cielo. Éste giraba. Nunca lo había visto girar. Unos espirales en algodón me cautivaron. Giraban y giraban. Y después, ese espiral bajó a nuestra tierra de a poco. Un fino hilo que se estiraba a tocarnos. Luego, todo fue nube. Un tornado arrasó a mi ciudad y a mi jardín primitivo.

ViQui Montanaro ViQui Montanaro es una joven escritora y actriz del ámbito independiente. Estudia Letras en la UNLZ, y actúa en la compañía de teatro Arte Ludovica. Ha publicado críticas teatrales en la revista Mirábilis, poemas y relatos en revistas virtuales como Entre Evangelios y Medios Mundos y El Tintero. Publica habitualmente en sus blogs personales de poesía y de cuentos y en el sitio taringa.net (con el usuario ViQuiconQ). Actualmente se encuentra editando su primer libro de poemas "emeotiv", que saldrá a la venta a partir de Abril y cuya impresión será totalmente artesanal. .

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1 Narrativa

NO ESTOY SEGURO Junnecus

Quizás el título no sea del todo correcto. O quizás sí. En realidad tengo serias dudas acerca de si este otro enunciado es realmente confiable. Es que aún sin estar del todo convencido acerca de lo primero, no sé si podría afirmar a cuál de los dos enunciados que preceden al anterior me refiero al decir “este otro”. Tampoco estoy seguro de que sean dos ni confirmar que me refiero a alguno en particular así como tampoco estoy seguro de tener dudas al respecto de ambos o de uno de ellos. Sin embargo no albergo certezas en cuanto a esta última frase en ninguna de sus posibles interpretaciones. Aunque ahora que lo intelectualizo un poco más, en realidad no sé si no estoy exagerando un poco al decir en “ninguna” porque puede que quizás las albergue en alguna interpretación que yo desconozco y bien podría darse que al ignorar todas las interpretaciones posibles de aquel enunciado, se me escape una de ellas cuya certeza me resulte indudable llegado el caso. De todos modos no puedo saber si al desconocer una de las interpretaciones posibles que se deriva de aquel enunciado hubiera sido viable el albergar certeza alguna en el caso hipotético de haberla conocido, quizás no puedo porque primeramente ignoro cuáles son esas interpretaciones y en segundo lugar porque ignorar una interpretación que se deriva de algún enunciado quizás equivalga inequívocamente a no disponer de certezas al respecto de esa cosa a la que nos referimos sin saber de qué se trata. Probablemente algún punto se me haya escapado en la oración anterior, probablemente lo que acabo de decir esconde ciertas incorrecciones y como no las he visto no puedo estar seguro de que las tiene. A pesar de esto otro, siento que no podría ser categórico en el sentido de que no las he visto ya que sin ir más lejos he visto una, ocurre que si me pongo quisquilloso debo admitir que estoy escribiendo en completo silencio sin decir nada mientras escribo y por lo tanto “lo que acabo de decir” lo he dicho la última vez que literalmente he hablado y no al escribir (las palabras que he dicho no las recuerdo porque no vienen a cuento y probablemente porque no tienen nada que ver con nada de lo que ahora escribo. O quizás sí. No lo sé porque es cierto que no las recuerdo. Aunque lo dudo. ¿Lo dudo? Me sucede que dudo ahora acerca de si recuerdo haber dicho algo. Quizás algo dije por última vez ya que si alguna vez dije algo, tiene por fuerza que haber habido una última. Si lo pienso no sé si lo que creo recordar que dije esa última vez que hablé es lo que he dicho realmente, ya que si lo pienso un poco creo que siempre recuerdo haber dicho algo por última vez, aun cuando no pueda estar seguro de que sea efectivamente eso, quizás dije algo que no recuerdo luego de haber dicho lo que ciertamente creo recordar que dije. Hablaré ahora con voz firme y clara para despejar dudas y cerrar las consideraciones entre paréntesis). Pero nada es seguro; si me lo cuestiono un poco puedo cambiar de opinión y considerar que aquello que he visto como un error arriba realmente no lo es. No sé si es válido esto según las normas gramaticales y por ende tampoco lo que consigné recién acerca de lo que dije. Ignoro el sentido de estas cuestiones después de todo. Además ignoro (porque no queda claro) qué nivel de esas reflexiones estoy ignorando en este preciso momento, si las del paréntesis o las anteriores. Tampoco queda claro y admite un amplio margen de duda la escasa precisión con la que me 24


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refiero las “anteriores” y nadie puede asegurar tampoco a cuál de los dos paréntesis hago referencia en aquella consideración. Asimismo me resulta difícil confirmar que “aquella consideración” es realmente la última ya que parece haber dejado de serlo, prueba de ello es la presente oración en la que estamos caminando en este momento (que dicho sea de paso ya no es “la presente” sino la anterior a esta otra que está entre paréntesis). Por último no sé qué he dicho y esto es ambiguo. Seguramente no es lo que creo y podría reiterarlo si supiera qué palabras evocaba con esas otras a las que hago referencia al decir “he dicho” pero de ningún modo podría atribuirles un sentido que desconozco ni pretender que hay uno solo o que no hay duda posible acerca de cuáles palabras citaba en aquéllas. O quizás sí. En realidad no puedo saber si de verdad es incierto en coherencia con lo que conozco en realidad acerca de aquello que no ignoro y por lo tanto carezco de bases firmes para declarar que no estoy seguro; menos aún si parto de la base de que es dudoso el haberlo “dicho” porque como dije antes estoy “escribiendo”. Lo cual tampoco es seguro ya que usted lee en un momento en que seguramente no escribo nada. En definitiva tampoco dispongo de criterios para deducir si es certera la afirmación de que en realidad no escribo porque de hecho lo hago ahora y tengo mis serias dudas al respecto de lo otro que anteriormente afirmé. ¿En realidad las tengo? Si las tuviera (lo cual no es seguro) no puedo saber por qué es que las tengo ni qué es lo que las motiva así como tampoco tengo idea de por qué son “mías” o “serias” las dudas al no saber cuáles son. Sucede también que no puedo ser tajante al considerar el “no tener idea” como concepto ya que puede ser muchas cosas cuando la referencia acerca del objeto no queda clara. ¿O sí? Lamentablemente la pregunta en realidad es retórica y no especifica su alcance por lo cual jamás se podría afirmar de manera concluyente qué es lo que en realidad pone en duda, es que a pesar del contexto que la rodea y la frase que la precede, dicha interrogante puede referirse a todo el texto o a la mitad de él o a nada en particular de manera que se comprende a sí misma. Por otro lado quizás sea necio pretender que el contexto no desambigua el sentido de la pregunta, probablemente lo hace. Aunque debo aclarar que de esto último no estoy seguro (me refiero a la oración número treinta y siete que antecede a la actual). Estas son mis convicciones. ______________________________________________________________________________

CAPERUTTI ROJAS Junnecus

Mariana Caperutti Rojas era una niña inteligente, antipática y fea de siete años. Vivía con su madre soltera en una casita del barrio Palermo. No tenía amigos ni hermanos ni padre (solían contarle que su padre había muerto en un accidente poco tiempo antes de que ella naciera). Por eso ese día, cuando su madre la mandó a lo de su abuela a llevarle un dinero, Mariana pensó que lo que en realidad pretendía su madre era sacársela de encima un rato. En realidad lo que su mamá precisaba era un 25


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Diazepam y explotar inmediatamente en llanto sin que la niña le hiciera preguntas. Sin saberlo acababa de dar su consentimiento para que se repita un cuento… Llovía mucho esa mañana, por eso Mariana llevaba puesta su camperita roja de “Dora la exploradora” y unas botitas rosadas preciosas e impermeables. Ya tenía la capucha puesta cuando su mamá terminó de perfumarla. Sorpresivamente para Mariana, ese día su madre no la acompañó a la parada: -Andá rápido que te vas a mojar- alcanzó a decir la madre antes de salir corriendo a apagar el fuego de la caldera que quizás no hervía. Al instante comenzar a caminar rumbo a la parada, a Mariana le pareció oír una especie de llanto… “Debe ser el gato de la vecina”, se explicó Mariana y siguió caminando. Al doblar la esquina lo primero que hizo fue abrir su mochila para ver cuánta plata le mandaba su madre a la abuela paterna. “Muy poco para la abuela”, calculó. “Con esto no le alcanza ni para un refuerzo de salame bien hecho.” Ya en el kiosco de la parada se había gastado parte del dinero de la abuela en la compra de tres chupetines y un paquetito de cigarros de chocolate para compartir con su abuela a la que le gustaba fumar. -¿A dónde vas Caperucita? -dijo alguien en la parada. -¿Quién? ¿Yo? Estoy esperando el 407. Mi mamá no me acompañó a la parada. Me dejaron ir sola a la casa de mi abuela que tiene 76 años y los grandes dicen que se está por morir… Tiene cáncer de pulmón y el cáncer no se cura. Está sola porque mi papá se murió y no tiene más hijos. Anda con un respirador y un tanque de oxígeno pero fuma igual y limpia el piso y lava los vidrios. Mi mamá la ayuda a veces con plata para el surtido cuando puede. -Cuánto lo siento… - respondió el desconocido con voz apagada. -Y no me digas Caperucita que no me gusta. Todos los tarados de mi clase me molestan con eso… Mi apellido es Caperutti Rojas. -Lamento oír que te molestan con lo del apellido... Era de esperar. No le des importancia, los niños de tu edad a veces son así, después cambian ¿Y en que año estás? -En segundo. ¿Quién es usted? -¿El lobo feroz? Ja ja. Espero otro ómnibus… Yo me llamo Franco, soy asesor educativo y hace poco que llegué a Montevideo. Vengo de Salto. ¿Dónde vive tu abuelita? María Mariana había olvidado que llevaba su capucha de color rojo y no vio la gracia en esa pregunta que no esperaba respuesta… seriamente respondió: -Cerca del parque de los aliados, en una calle que se llama Bahía blanca… Ahí viene mi ómnibus, me voy… Mi mamá no me deja hablar con gente que no conozco. -Eso está muy bien. Adiós amiga. La niña Mariana Caperutti Rojas se subió al 407 rápidamente y el hombre se quedó solo en la parada. Una vez que el ómnibus se hubo marchado, el desconocido se subió a un taxi. 26


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-Soy el lobo feroz ¿sabe? Vamos a la calle Bahía blanca, rápido por favor -el taxista tampoco entendió el chiste ni pareció importarle. Arrancó y bajó la bandera... Como era de esperarse, el lobo feroz llegó antes que Caperucita a la casa de la abuela, sólo que en esta versión tocó el timbre. Como no contestaba nadie, sacó una llave de su bolsillo y abrió la puerta. Apenas entró el lobo vio a la abuelita sentada en un su butaca de mimbre junto al tanque de oxigeno, el tabaco desparramado por el piso, las hojillas tiradas y el respirador en la mano... Lo supo. Por fin, cuando Caperucita llegó a la humilde casa de su abuelita encontró la puerta abierta y al lobo feroz llorando desconsoladamente y de rodillas junto a la butaca de la abuela que parecía dormir la siesta. -Hola Mariana. Yo soy tu papá, vine de Salto para conocerte y para ver a tu abuelita que era mi mamá. Se nos murió... Finalmente llegó la ambulancia y ningún leñador con escopeta pasaba por allí.

Junnecus Casi podemos afirmar que este pobre nabo, quien les habla, se llama Juan debido a que él mismo considera que ése fue el nombre que efectivamente le pusieron sus padres al inscribirlo en el registro cívico de su país... Al menos todo lo induce a pensar de ese modo ya que por más que se esfuerza no encuentra motivos para dudarlo... Junnecus en realidad no se acuerda exactamente de haber nacido pero confía en haberlo hecho dada su aparente capacidad de influir y afectar el entorno, lo que presupone cierta presencia permanente en el espacio y el tiempo lo cual (sumado a la consciencia de ser el mismo que lo acompaña desde que recuerda) hace muy plausible que ésta premisa sea cierta. Es más, teniendo en cuenta los documentos existentes y presumiendo que son genuinos quien les habla incluso se atrevería a afirmar que nació en Montevideo allá por el año 1980 siendo además del signo de Aries (Eso, claro está, si damos por válidos los enunciados zodiacales que especifican las fechas y los intervalos que se corresponden con cada signo dentro del horóscopo y que afirman que son de Aries los nacidos a finales de Marzo sin lugar a excepciones) De todos modos asegura que el último dato es irrelevante. Finalmente Junnecus es de la creencia que actualmente reside y trabaja en Montevideo.

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Ricardo García

El viento le agitaba el cabello electrizado mientras descendía calle abajo en su bicicleta. La caída de la calle era larga y el tiempo corto, pero eso lo solucionaban los pedales girando velozmente y la inercia hacía el resto. La cafeína le mantenía los ojos abiertos y éstos eran golpeados por el viento, o al menos la sensación de él que daba la velocidad. La boca le solicitaba el humedecerse los labios cada diez largos segundos por las paspaduras que había causado el frío, lo cual no hacía otra cosa que empeorar la situación. El frío le había adherido las manos al metal descubierto y desvaído, mientras que los pies hacían un esfuerzo para seguir arraigados a los pedales. Las casas pasaban y las gentes se ocultaban en ellas, tenían miedo de aquella campera negra a la cual su cierre le había dejado de responder. Un abrigo traicionero que cedía ante el frío húmedo de la madrugada. Se habían sonrojado sus rodillas por la vergüenza cósmica, o más lógicamente hablando, por el frío que entraba por las aberturas desgastadas. Sólo un perro fue testigo de su desaparición al final de la bajada. allí estaba su vieja campera, el morral, la bicicleta y una extrema aguja de coser recubierta de sangre y el incansable fuego de unos fósforos.

Ricardo García Nació en Aulad Salama, Egipto, en 1977. Empezó a escribir a los doce años amenazado por unos terroristas turcos conocidos de su padre. Sus primeras obras, por esto, fueron agresivos panfletos a los medios de comunicación que eran enviados dentro de cartas bomba. Se desconoce la calidad literaria de los mismos. Actualmente está radicado en Bolivia y se dedica a la confección de vestidos de novia artesanales para las mujeres quechua de Oruro.

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Narrativa


mandeb.

revista literaria

año

1

número

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LISTA PARA EL SÚPER

Un poco de tolerancia y tranquilidad, llevadas de la mano por un sujeto que no sabemos su nombre ni su edad, ni su

sexo, pero que está ahí, presente, atento a nuestras inquietudes. Una llovizna de enero mezclada con granizo azul en un desierto. Un puma que nos ronronea al ritmo de Machito Ponce, mientras en el espejo se ven nacer tulipanes. Toda una epopeya del futuro, un collage hecho de zapatos viejos y como marco una bufanda de esas coquetas… de las más caras. ¡Quiero que sea una gran bufanda con colores brillantes! Dos chocolates de menta (uno para mí, otro para más tarde) para la señora o el caballero, de esos que se pegan en el paladar. Un perro con castañuelas hechas de cartón pintado de diferentes colores. Ya estoy llegando a la caja… la señora de adelante se da vuelta y me hace el escaneo clásico desde los zapatos embarrados, hasta el roce del cuello de la camisa. Sólo resta un toque de aceite, revolver bien y listo… Hola, ¿qué tal? Pago con tarjeta. Sugerencia: servir bien frío. Montevideo, 2010

Título: LUNAR Medidas: 150cm x 100cm Técnica: Mixta 2009 Foto: Federico Basaldela

Jarbu Jawad nace en Rocha, Uruguay, en 1982. Estudia dibujo y pintura en Casa de la Cultura de Rocha. A los 14 años comienza a incursionar en diferentes lenguajes, deteniéndose en joyería y pintura. Ya instalado en Montevideo, estudia en Bellas Artes la carrera de Licenciado en Artes Plásticas y Visuales y en Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari estudia joyería. Habiendo culminado ambas carreras, hoy en día sigue trabajando de manera independiente en su taller.


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