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revista literaria
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Agosto 2010
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año
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número
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AVISO:
Editorial
Revista mandeb
es (o pretende ser) un intermediario entre el escritor y el lector; entre el emisor deseoso de dar el fruto de su trabajo y el receptor deseoso de nutrirse de literatura no comercial. Pero para tener lectores, mandeb necesita escritores dispuestos a compartir su trabajo. Invitamos, entonces, a todos los autores que ya han publicado con nosotros, y a los que todavía no lo han hecho a “probar suerte” a revistamandeb@yahoo.com. Notarán que este tercer número se adelgazó, esperamos que sólo sea que el frío ha adormecido a los autores y con la primavera renazcan. De todos modos, bien que vale el dicho “son pocos pero buenos”. Gracias a estos autores que siguen confiando en mandeb para publicar. Recordamos que en mandeb pueden publicarse poesías, relatos, cuentos, novelas fraccionadas, ensayos, artículos periodísticos y todo lo que entre dentro de la concepción de arte literario, o al menos que se aproxime a ella. Para la edición de octubre pretendemos tener ya inaugurada una sección donde se pueda difundir la publicación de libros independientes, como comentamos en el editorial del número dos. Bienvenidos.
RM.
DE QUIÉN ES MANDEB. Manuel Mandeb es el Pensador de Flores, personaje central en la mitología del barrio bonaerense de Flores creada por Alejandro Dolina. Junto a Jorge Allen, Ives Castagnino y el ruso Salzman forman el grupo de los hombres sensibles, enfrentado al grupo de los refutadores de leyendas, que se dedican a quitar la belleza, misterio y encanto a las maravillas del barrio con explicaciones racionales y científicas, completamente lógicas, que el grupo de Mandeb desautoriza desde el irracionalismo más radical. Mandeb tiene una obra tan prolífica como variada e inconclusa, citada al principio de “Crónicas del Ángel Gris”. Mandeb nos presta su voz polifacética para dar identidad a esta revista; identidad que no es otra que la Literatura Viva en sí misma con toda su diversidad. Para que cada vez seamos más sensibles y nos dediquemos menos a refutar. Es más, para que tengamos el valor de construir nuevas leyendas, paso a paso.
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EN ESTE NÚMERO: Editorial. .................................................................................................................................. 2 De Quién Es Mandeb. ............................................................................................................ 2 El camino de la montaña. Mariela Loza Nieto ...................................................................... 4 Oho chugui iñe’ë”. Mariela Loza Nieto ................................................................................. 5 Canción Bajo La Lluvia. Hebert Loza Nieto .......................................................................... 6 Dios Se Murió En Mi Casa. Hebert Loza Nieto .................................................................... 7 Blues Deforme Para un Alma Atormentada. Mario Pires ................................................. 8 Morbo. Mario Pires ................................................................................................................. 8 Manto Negro Entrenado. Mario Pires ................................................................................ 10 Una Mano. Ganzo Borelli ...................................................................................................... 11 Deberías Sonreír Más. Ganzo Borelli ................................................................................... 11 Libro Azul. Manuel Olcese ................................................................................................... 13 Adveniat Regnum Tuum. Manuel Olcese .......................................................................... 13 En Soledad... Fede ................................................................................................................. 14 Segundo Tiempo. José Alejandro Brito Boadas .................................................................... 15 Inframercado. axel luchilin krustofski .................................................................................. 18 Maldita Primavera. Junnecus .............................................................................................. 22 Mamushka nº 3. Cecilio Pastrami ........................................................................................ 24 Sobre la Imagen de Portada. ............................................................................................... 27 x_x
A Quien Pueda Interesar
Mandeb es y será una revista bimensual gratuita, de distribución libre, en formato PDF y diagramada en A4 para facilitar su impresión si así el lector lo desea. Los editores no recibimos nada a cambio de nuestro trabajo excepto dolores de cabeza por las horas pasadas frente al monitor de la computadora y algo de satisfacción artística. Todas las obras que aquí se publican son mérito, responsabilidad y propiedad de sus autores. Por esto, las felicitaciones o críticas a sus contenidos serán derivadas a ellos. Finalmente, la revista, en su totalidad y sin modificaciones, puede ser distribuida y copiada cuanto se quiera; pero para reproducir aisladamente alguno de los textos que la componen se deberá solicitar el permiso expreso del autor. Para esto, basta con enviar un mail a revistamandeb@yahoo.com y nosotros lo pondremos en contacto con él. Los editores Agosto, 2010 3
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EL CAMINO DE LA MONTAÑA Mariela Loza Nieto No confundir, somos poetas que escribimos desde la clandestinidad en que vivimos, no somos, pues, cómodos e impunes anonimistas, de cara estamos frente al enemigo. Roque Dalton
A la montaña me trajo el dolor, el himplar que se extingue de una yaguar, el alarido en la quebrada, los desgarrones de los días, sollozos de niña por el camino, huellas de mujer por las veredas. A la montaña me trajo el dolor, la noche que noche no es, un lamento desbordante en la cañada, la espalda del uyar ztotzok, el rezumar de primavera desterrada. A la montaña me trajo el dolor, el llamado entristecido de la muerte, lontananza menstruando el sufrimiento, arrebatada una sonrisa, la milpa sumida en desolación. El dolor me trajo a la montaña, martirizada la luna, destazado el arco iris en la tierra, no llegó el beso del girasol. A la montaña me trajo el dolor, los versos libres despojados al nacer, saqueadas las alas, zarandeado el cuerpo, roto el pincel. Descalza, desnuda, zaherida por la espalda la esperanza. A la montaña me trajo el dolor, buscando el rugido en la mirada, hurgándole a las piedras un retazo de alegría, la ternura que quedó despellejada.
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Poesía
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Como al desplazado, como la que sufre eterno exilio, como un maldecido lagarto chorreando sangre por los gemidos. Como la mariposa se revuelca en la red del cazador. Así me trajo a la montaña. Me trajo a la montaña el dolor.
OHO CHUGUI IÑE’Ë” (Relato en 200 palabras)
Mariela Loza Nieto
Empezó la travesía, a su paso encontraba los árboles y las lianas que crecen en ellos. Y quiso ser el viento.
Narrativa
Traía el rostro aun manchado por el carbón de la fábrica y esa tristeza que le recorría las venas desde hacía tiempo. Caminó hacia el monte sudándole lágrimas por los poros, iba a buscar el lugar donde el agua y la planta medicinal no tienen dueño. Llegó a lo mero alto del monte, hizo cantar la congoera y su sonaja se mezcló con el vuelo de las aves. Miró hacia el cielo y apretó sobre el corazón los huesos de sus ancestros. Volvió la vista hacia la tierra del estanciero, los bosques que, presumen, hoy tienen dueño… y otra vez la flauta, y la sonaja, y quiso lanzar una lluvia de flechas y piedras para liberar de aquella miseria y esclavitud a su gente. La tristeza le recorrió el alma, el cerebro; tomó la soga que llevaba en el morral, la lanzó sobre la rama y ató su cuello. “Nos despojaron de la tierra”, gritó… se suicidó otro guerrero. Oho chugui iñe’ë”, “se le fue la palabra”, dijo el padre del guaraní mientras bajaba su cuerpo. Mariela Loza Nieto (México, 1977 ) Publicaciones: Poemario: Nuestra América: el dolor pariendo a la esperanza, Mandala Ediciones, España, 2010 Esbozo histórico: Ciénega de Zapata, un cocodrilo aprende a leer en las trincheras, Bubok, España, 2009. Esbozo histórico: México: los naturales de la tierra, Bubok, España, 2009 Antologada en: El espacio no es un vacio, incluye todos los tiempos, Asociación Canadiense de Hispanistas, Editorial Broken Jaw Press, Canadá, 2010 Letras Vivas 2010, Editorial Nuevo Ser, Argentina, 2010 Borumballa 2010 , VII Festival de Narrativa de Altea, España, 2010 Colaboradora de las secciones: "Literatura y Derechos Humanos" y "Derechos humanos en América", de la Revista Antropológica: Homo Homini 5 Sacra Res (España). Colaboradora de la Revista de Literatura y Humanidades Gibralfaro (Universidad de Málaga, España). Directora, diseñadora y webmaster de la Revista Internacional de Literatura Molino de letras.
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CANCIÓN BAJO LA LLUVIA
Poesía Hebert Loza Nieto
Con sencilla devoción planteo este verso, y aseguro que después habré callado. No será más mi boca negro heraldo, y mis manos no serán más utensilios. Habré callado, y se escurrirá el silencio entre mi carne ulcerada y mi lomo de desierto, y mi pecho, henchido por la lluvia, será un ancho muro en barricada; y mi sangre exigirá su cause, como río desbordado, y mi piel será pantano de moscas y gusanos, de balas y cuchillos. Entonces habré callado por completo, de hombre, de árbol y de pueblo, y de flor y de viento y de nube… ¡Ay de mí, que hasta de verso habré callado! Pero después, cuando se evoque una canción bajo la lluvia, y el verso se empape de nuevos labios y nuevas salivas, y bruña y rectifique en luz la sangre de los caídos, regresaré con mi voz en aguacero, con mi sangre de relámpago y mi rostro líquido en lágrima y asecho. Y entonces quedará el eco de mi estancia en las ventanas, y mi rastro perdurará en el gris profundo de las calles solitarias, y mi verso vivirá en el brumoso vislumbre de las crestas alejadas; y entonces caeré y seré canción bajo la lluvia...
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DIOS SE MURIÓ EN MI CASA Hebert Loza Nieto
Poesía
Bajó Dios a sentarse en mi mesa, comió de mi hambre y bebió de mi sed. Se arrellanó en mi sillón y miró por la ventana. Observó lo que yo miro, pensó lo que yo pienso, y bendijo lo que yo maldigo. Comentó de bondades y verbenas, me convidó su paraíso en los cielos, y yo sólo le ofrecí mi realidad en la tierra. Pernoctó en mi casa y se desveló conmigo. Había enfermo en casa, enfermo de muerte hubo en mi casa y después hubo muerto. Dios estuvo ahí y miró al niño muerto, y a la madre del niño, desecha de dolor, sólo le dijo: “reza, mujer, pide por su alma”; y luego me miró, y yo estaba loco de rabia, y me pidió arrepentirme... Dios se murió en mi casa…
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Hebert Loza Nieto
México, 1979 Poeta y músico mexicano, autodidacta, colaborador de las revistas Molino de letras y El Canto del Ahuehuete, ambas mexicanas. Su poesía ha sido publicada en la revista Isla Negra (Italia).
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BLUES DEFORME PARA UN ALMA ATORMENTADA Mario Pires
Mi mujer no me quiere dice que soy un super-hermético Mi perro no me quiere piensa que no le dedico el tiempo que se merece Mis amigos se quejan no saben si aún existo o si soy sólo un recuerdo Y así voy defraudando gente animales animales y gente Y así voy humano hasta el fin Humano hasta el fin
Poesía
MORBO
Poesía Mario Pires
Morbo Morbo... Quiero morderte la vida y un pezón Quiero ser el ente vacilón y callarme la primicia 8
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que te quiero sólo por causa del amor Quiero verte saltando del placard en el salto del tigre fatal y justo cuando no lo esperes corro la cama sin que te enteres ya sólo te para el suelo y yo suelo quedarme solo A eso yo llamo placeres Morbo Morbo... Cobro Cobro... Por matar tus ilusiones, cobro Por vengar mis decepciones, cobro Por provocar tus confusiones, cobro Por calmar mis obsesiones, cobro Cobro por mi morbo Morbo Morbo... Quiero ser la paz del pacificador y causarte, una buena impresión Pero nena te advierto todo el mundo está de cuento Cuando crees todo saberlo siempre queda un cabo suelto El cordero es el lobo y el bueno es el otro Quiero Quiero... Quiero muchas cosas Quiero ver tus manos adornadas con esposas Quiero esposarte al lecho Mi pecado ya está hecho Esposada a la cama Tus gritos rompen la calma -¡Adónde vas HIJO DE PUTA no me dejes encadenada! Soy simplemente producto 9
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de mi mente Soy simplemente el logro de mi morbo Soy el ogro en tu sueño Soy... Puro morbo
MANTO NEGRO ENTRENADO
Poesía Mario Pires
Tropezones, caídas bebés en vías de desarrollo Hielos salvajes se derriten al tacto Maquiavélicos desenlaces finales llegan a tu puerta pidiendo permiso piedad y vida Horrores están si abres bien los ojos con los ojos cerrados serás sólo un ciego más guiado...
Mario Pires (1974) Nace en Oporto, Portugal. A los 3 años se traslada con su familia a Alemania. A los 8 se traslada a Montevideo, Uruguay, donde reside actualmente. Comienza a escribir relativamente tarde, allá por los 18 o 19 años. Antes de esa edad no manifestó ningún interés por la escritura, pero siempre demostró un gran interés por la lectura y la música. Entre otras cosas publicó poemas y cuentos en diferentes revistas under, participó en varios libros colectivos, editó una revista under, publicó dos librillos con textos propios, escribió una novela y un libro de poemas y cuentos que permanecen inéditos, escribió varias obras de teatro que fueron llevadas a los escenarios, produjo varios espectáculos, publicó en diversos sitios web. Más info: maldicionpoeta.blogspot.com.
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UNA MANO
Poesía Ganzo Borelli
Dejaste el habano en el cenicero Y el pelo, tu pelo, cambia de color Con sonrisas de caramelo Y cada nuevo amanecer. Encontraste, guardado en el abrigo, Un billete de veinte que te alcanzó Para cigarrillos, vino y pan. Te regalaste una comilona, Para la yerba no te sobra, Y en tu abrigo ajado llevás Las manos. Me miraste, desde tu abrigo, Aquella tarde de viento. Me sonreíste, y me atravesaste, Mientras la lluvia rociaba el pavimento. Me invitaste, y me mataste... Ya no quiero unirme a tu paso. No tengo hermanos, No pasamos malos tragos, No te conozco... No nos conocemos.
DEBERÍAS SONREÍR MÁS
Narrativa Ganzo Borelli
Eran las diez
de la noche y no lográbamos dormir. La llamada del banco acarreando la noticia de que nuestra cuenta había sido embargada nos había golpeado duro y, desprevenidos como estábamos antes semejante noticia, había dejado un sabor amargo en nuestras bocas resecas por la carencia de amor. Un sabor amargo que se acrecentó al mezclarse con el humo de un paquete de cigarrillos que aspiré en cuestión de minutos como si los necesitara tanto o más que el mismísimo oxígeno. Hacían dias, meses que ya no dormíamos juntos; ella reposaba en la cama a mi lado pero por las noches me daba la espalda. Yo también me había acostumbrado 11
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a soñar con indiferencia, pero cualquier intento de acercarmele antes de dormir la hacía reaccionar de la peor manera, casi con la violencia de una mujer ultrajada, víctima de una violación de la peor calaña. Y mi estómago no soportaba más whisky. Era un perdedor más entre la fila de perdedores que iría a pedir préstamos a sus amigos, y que recibiría portazos generosos. Le acaricié el hombro sin esperar respuesta, y un ronroneo suave me sorprendió, desmoronandome el castillo de cartas negras que se había formado en mí. Las mentiras, las sonrisas falsas, las miradas de odio camufladas tras costosos vasos de vidrio azul... todas las maldiciones del mundo entero me abandonaban repentinamente, y al penetrarla sentí que finalmente volvíamos a ser humanos, y un sonrisa como hacía tiempo que no me sorprendía, me invadió. Qué plenitud! Qué dicha... mi dulce ángel perfecto, tu sonrisa, tus gemidos, la música de fondo y tus ojos brillando en mi corazón. Pero ahí estaba de nuevo, mi eterna maldición y un orgasmo perfecto, prematuro, intenso, maldito, que le arrancó de lo más profundo de su ilusión una risa fría, intensa, que de un soplido reconstruyó en mis ideales un odio tan profundo que me recosté, sin agradecerle ni mimarla, a simular que dormía. Por la calle pasaron los autos, una y otra vez, y yo sin poder dormirme. A mi lado, sentí cómo ella se iba durmiendo, dando bruscos movimientos con la pierna, y al rato sus hombros comenzaron a moverse acompasadamente, dirigiendo la orquesta maldita que en sus sueños debía estar sonando. Las luces de la calle entraban tenues por entre las rendijas de las persianas, y un perro ladró dos veces. Al tercer ladrido me levanté suavemente de la cama, procurando no despertarla, y me senté en la silla a fumar un cigarrillo, exhalando el humo y disfrutando de las formas que se creaban a contraluz. -Siempre vas a brillar para mí-. Le dije, apagado el cáncer, al oído. Dió un brusco movimiento con el hombro, como insinuando que la dejara dormir, y de nuevo volví a mi cáncer sedentario. Antes de terminar el cigarrillo, empecé a llorar. Vacié sobre las sábanas y la almohada un frasco de bencina, tibia en temperatura natural de aquella noche de verano, y cuando el perro ya se había cansado de ladrar, prendí el fósforo. Me vestí de casual mientras las llamas la envolvían, y cubrí mis hombros con un saco, al aventurarme a la calle solitaria, donde mis pasos resonaron en el suelo de adoquines. Otro cigarrillo consumía lentamente mis pulmones a medida que avanzaba, y aunque el olor a quemado ya alertaba a algunos vecinos, fue el de ella el que me llegó cuando agarré enérgicamente la colilla de entre mis labios, para exhalar el humo. Cómo brillaba mi ventana, candente por el fuego... cómo brillaba ella en el más negro y obscuro de mis recuerdos... Mis miedos y mi repulsión no brillaron ni sonrieron.
Ganzo Borelli Escribo porque me cansé de soñar, y me cansé de contar las estrellas y de mirar como sonríen los demás, como todos sonríen entre todos; y yo, sin encontrar mi solar, sonreír y ser uno más.
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LIBRO AZUL
Narrativa Manuel Olcese
Un siervo llora al encontrar papeles que de ley carecen, un tintero con sangre azul para escritos de burgueses. Los últimos ganan por una cabeza, apuestan al Anillo y sale el XVI, papeles se vuelven notas y esas notas serán la ley. Se ve un libro que está en imprenta pero forrado de encaje, sus hojas no pesan nada y no es papel de biblia. Hoy una gloria divina quema una corbata, apagan el incendio hombres libres sin dejar cenizas, las tiran a tumbas decapitadas a quemar pelucas decrépitas. Se ven alambres que fueron campos y que supieron ser praderas, un perro gris sangra atrapado, fue ovejero y si no Gran Danés, nunca carroñero. Un ciervo llora al no tener cuero, los siervos se lo pidieron.
ADVENIAT REGNUM TUUM
Narrativa Manuel Olcese
La iglesia está en penumbras, las sombras forman vitrós de cera que una vela negra llora con la duda divina. Se consume la vela y hace al mármol alquitrán mientras graniza carbón que rompe las ventanas. Al fondo, el piano desafinado por las tardes sin santa misa retumba y hace caer la cruz, sus ojos se rompen. Llega un mendigo a los bancos del fondo que aún conservan un lugar para arrodillarse y allí muere mientras un águila se traga un cuervo sin alas y observa al cadaver desde lo bajo. Le cae al cuerpo agua bendita y oro sucio al alma para que nunca se eleve. Sale tibiamente un sol incoloro que no calienta. Afuera, un árbol de alguna navidad se posa sobre el pasto quemado por la nieve que vino de Roma, vigilando que lo barroco no se vuelva caótico. Un ejército llora al rededor del monumento y sus ojos fabrican más velas. Su llama no tiene luz pero muestra un camino hacia una copa de vino contemplada por un hombre desnudo.
Manuel Olcese Soy Manuel, un porteño nacido en 1992. Vengo de una familia bastante lectora y de un colegio francés con una orientación literaria muy fuerte. Sin embargo ninguno de éstos creo que haya sido el motor de mi incursión en la escritura. Creo en cambio, que sí lo ha sido mi tendencia al malestar gratuito y cualquier infortunio por el que haya pasado, ya que son el verdadero creador de la escritura, y lo tomé para tener un sustento para poder escribir todo lo que no me animé nunca a decir. Nadie que me conozca imaginaría nunca que escribo, y nunca lo reconocería públicamente tampoco, soy un estudiante de abogacía muy simple y que tiene una segunda personalidad para sí mismo.
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Fede
En soledad visité el cielo y el infierno; a pesar de lo que se creería no hay grandes y ostentosas puertas que golpear. ¿Porteros con grandes libros de registro? Yo no vi a nadie ni creo que los hubiese jamás. Nadie que pregunte qué hice, pensé o sentí o dejé de hacer, pensar o sentir en mi ya anecdótica existencia terrenal. Lugares sin tiempo ni ecos, en fin, sin sentido ni respuestas. En todo similares. Interminable laberinto de espejos colocados en todos los ángulos posibles y algunos imposibles también para observarse de formas que uno jamás soñaría. La única diferencia es que en el cielo, mi mano, sostenía un martillo.
Fede Nací en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 10 de marzo de 1984, empecé a escribir a los 20 porque no puedo dejar de transformar el mundo en una metáfora del mundo en sí mismo. También soy actor y fotógrafo autodidacta.
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Narrativa
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SEGUNDO TIEMPO José Alejandro Brito Boadas
Narrativa
Las gradas destrozaban el silencio. Abajo, en proyección frontal: los vaivenes del cuero. Anhelarlo, mezclar en su trato la furia y la elegancia: eso correspondía a los semidioses bohemios e italianos. Noventa minutos resultan suficientes para forjar leyendas con una esférica, para que los hombres señalen a César la debacle del ídolo, para que las mitómanas lubriquen, para que la casa de apuestas reconfirme la gloria del lucro. Y sin embargo, en ese momento, los actores del duelo se batían indiferentes a tales ansias y orgías ajenas. Las tribunas se erigían como galaxias remotas, pobladas por estrellas sin nombre. La única verdad transcurría sobre la grama de la Eurocopa. Allí, abajo, en proyección frontal, el cuero definía las únicas cuatro o cinco nomenclaturas que importan en el universo: la indumentaria deportiva, el automóvil, la bebida energética, el hombre que camina, la puta de Babilonia. P. prácticamente no participó durante la fase de clasificación. Exceptuando los dos últimos partidos y unos veinte minutos intrascendentes en otro duelo. P. sólo era un fantasma del balón, un apellido que algunos asociaban con incredulidad y asombro al éxito del país en la edición previa de la Eurocopa. Su rostro no interesaba mucho. Interesaba que ya los chicos no lo preferían por encima de los nuevos, juveniles y transnacionales conglomerados de cuádriceps que ilustraban las revistas deportivas. Alguien aventuró que P. se había retirado del fútbol, aquejado por dolencias físicas irreversibles. Otra publicación, de tendencia descaradamente amarillista, aseguró tener pruebas de que P. extinguía sus últimos días como profesional jugando para un equipo de segunda división (“el retiro digno hubiese sido preferible”, dijeron). Otros, más románticos, plantearon la hipótesis de un hombre bendecido por la fortuna, ocupado en las inversiones del acero y el petróleo en la distante Sudamérica. En realidad esto fue lo que ocurrió: P., no repuesto aún de la embriaguez del triunfo, experimentó el placer temporal y la desgracia eterna de ahogarse en los senos manoseados de una vedette extranjera. En P. no subsistió nada del proyecto de labrador que su padre había delineado para él, y se transformó en un sonámbulo de fiestas ofrecidas por desconocidos, y en un consumidor voraz de los remanentes de la noche. Un penoso episodio en un hotel (que por suerte no trascendió a la opinión pública), supuso el abismo de su carrera y su intempestivo regreso a la cordura. Pero ya era tarde. Había perdido aquella gracia para el control, la anticipación del pase, la sutileza del regate y la precisión del disparo. La tarde gris
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cuando tomó el autobús hacia la segunda división sólo lo acompañaron unas escasas monedas y una ropa indecisa entre la vejez y la suciedad. En el fútbol, vivir o morir resulta indiferente. Algunas mentalidades obtusas, ignorantes de la herencia austrohúngara, se obsesionaban en presentar las aventuras del cuero como un atajo al paraíso, como un bálsamo contra la inflación y los sangrientos roces étnicos. Jóvenes e ingenuos soñaban que el balón se los llevaba muy lejos, directo a los senos de la vedette que alegraba el mes de Febrero en el calendario. El problema con este ensueño era que la selección parecía no reunir las virtudes requeridas para decretar la felicidad nacional. La derrota del primer juego, de locales contra Rumania, prefiguraba la catástrofe. Entonces aparecieron ellos: los políticos y su abierta predilección por un 4-4-2, las tertulias técnicas en los bares y cafés, las mujeres insatisfechas, los integrantes de añejas y olvidadas selecciones nacionales, repentinamente resucitados y convertidos en comentaristas deportivos. A pesar del éxito en la Eurocopa anterior, Sports Today debutó aquella semana con un titular implacable: “¡Dimisión ya! ¡Nuevo técnico ya!”, acompañado de un conspicuo análisis sobre las nulas proyecciones de los laterales y las pobres rotaciones en el mediocampo, lo que de alguna manera sugería la insania del director técnico; el artículo acababa exigiendo la inmediata contratación del técnico anterior, que en su momento había sido despedido por motivos más o menos similares. La federación ignoró las quejas, y gracias a su astucia de zorro viejo del fútbol, el técnico logró preservar las opciones de clasificación hasta el penúltimo encuentro. Pero luego de tres empates consecutivos contra algunas de las peores selecciones de Europa, se activaron las alarmas ensordecedoras. Se ignora quién lo postuló como redentor. Suele suceder que cuando se indaga en las razones de éxitos pretéritos, los nombres de los protagonistas recobran algo del fulgor sustraído por los años. A partir de allí, todos reconstruyeron su imagen de regio gendarme del mediocampo, los trazos en el aire de su melena rubia como única evidencia del regate exitoso, su transporte exquisito del balón, su remate orgásmico. P. resurgió como un sentimiento colectivo, como un profeta que había regresado del calvario de los lodazales de un oscuro campo de la segunda división. Apelando más a la resignación que a la fe, el director técnico lo convocó para los dos últimos encuentros de la fase clasificatoria. Varios balones rivales rechazados por el travesaño y algunos saques de esquina injustamente premiados por la fortuna contribuyeron al triunfo mucho más que P. Aportó poco: tres pases de peligro, un deambular sin balón, un disparo estratosférico, unas sustituciones fijas a los 75 minutos. La camiseta 10 pertenecía ahora a la joven promesa del fútbol nacional, pero para un miserable como él, aquel 13 significaba una bendición. Para ser justos, debe reconocerse su regular ejecución de los saques de esquina finalizados en gol. Pero para los pueblos hambrientos de héroes, no existe la regularidad ni la normalidad, sólo lo extraordinario. Sports Today lo aclamó con una foto a color, inmensa, en primera plana, coronada con “El regreso del león asesino”. La imagen lo exhibía en una pose clásica, cual David de Miguel Ángel, con la mirada extraviada en alguna jugada incierta. 16
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Octavos de final. La estrategia de los italianos recurría a una muralla inexpugnable y unas punzadas violentas hacia cualquier flanco descubierto. El primer tiempo culminó con la nulidad en el marcador para ambos equipos, aunque poco hicieron los italianos en procura del gol, y realmente, parecieron muy inferiores durante algunas etapas. El segundo tiempo inició con un disparo fantástico del número 10, apenas desviado, luego de un pase magistral de P. Pero esta promesa de intensidad se diluyó paulatinamente en una maraña de pelotazos y saques de banda. 80 minutos. 85. 89. El técnico, guiado por sus mañas y sus experimentados instintos, decidió dejar a P. en el campo durante todo el juego. No se equivocó al juzgar que en P. aún latía cierta magia que en cualquier momento podría filtrarse a través de los resquicios de su fútbol monótono y empobrecido. Minuto 90. P. se acordó de que era P. Sintió de pronto eso que sienten los héroes, el fervor en la sangre, el ímpetu salvaje de otrora. Algunos dijeron al término del partido que habían visto la alucinante figura de un león embravecido, transportando indomable la esférica a través de una selva de marcas de cauchos para autos, guaridas de apostadores, refrescos, desodorantes, lavadoras, televisores, prensa deportiva, compañías petroleras, telefónicas y burdeles. Recibió el balón, se deshizo de un rival, completó una pared con el 10, humilló a tres o cuatro italianos con su regate, incendió la grama, animó a sus compañeros a seguirlo, la meta estaba próxima. Pero algo impreciso ocurrió en las adyacencias del abductor de su muslo derecho. Trastabilló. La pelota infiel fue a alojarse en las botas de un azzurro. Tres pases de vértigo, y gol.
José Alejandro Brito Boadas De Margarita, Venezuela. Cosecha de 1981. Completó un doctorado en cosas. Cosas relacionadas con abstracciones y computadoras. Lee otras cosas. Cosas relacionadas con laberintos, espejos y pestes. Escribe. Escribe como forma de secreta revancha. Las cosas que escribe terminan en gavetas, en revistas, en la boca de los perros o en chocolatesparalucia.com.
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INFRAMERCADO axel luchilin krustofski por las malas, a los gerentes de supermercado. por la buenas, a o-sensei.
trabajar
en un supermercado no requiere de habilidades especiales. casi podría decirse que basta con andar erguido y tener pulgares opuestos. y a veces ni siquiera lo primero es imprescindible. es por esto, creo, que abundan en esos sitios los ineptos, incapaces y chupamedias. “¡hace dos meses que entré y ya soy subgerente, mamá!”, podría decir alguien. “sólo tengo que poner cara seria y mandar a los demás a hacer lo que a mí no me gusta.” no es broma, así funcionan las cosas. ¿por qué, cabría preguntarse entonces, existe tal cosa como los supermercados? yo trabajé en uno y sé esa respuesta, la veía todos los días en la mirada de los clientes. a la mañana, para preparar el almuerzo, hacendosas amas de casa iban a comprar lo que necesitaban; a la tarde, viejas aburridas de nada en especial y de todo en general recorrían las instalaciones con geriátrica parsimonia; y a la noche, familias completas se paseaban por allí haciendo acopio de tantas de esas cosas que no necesitaban. y todo eso sólo porque al hacer sus vidas más inventariables ven las nuestras volverse un poco más miserables. es así, por definición, los clientes son una especie de vampiro que se hace más fuerte alimentándose de las desdichas de los empleados de los lugares de venta. pero me fui de tema. lo que intentaba decir, nada más, era que cualquier retrasado es capaz de “hacer carrera” en el negocio de los supermercados. un día entra como reponedor (el escalón más bajo de la cadena alimenticia en esas selvas) y si se esmera lo suficiente puede ir subiendo puestos a base de hundimientos y tontas deslealtades ajenas. un encargado de depósito que afana un caramelo equivale a una vacante, un encargado de salón que se va es otro vacío para llenar. y si se está el tiempo suficiente se puede presenciar la salida de un gerente y ser la única posibilidad de remplazo que queda. es esta degeneración en las líneas sucesorias la que ha dado como resultado el advenimiento de grotescos jefes de sucursales. durante mi estancia en el inframundo del supermercado conocí a tres. es del tercero de quien quiero hablar. era de maldonado, como la cadena toda. bajo, con forma de corcho y un sutil olor a algo descompuesto (también como la cadena). se llamaba evaristo. tenía un carácter más bien tranquilo y era tan amable con nosotros como con los clientes, lo que desde un principio nos resultó sospechoso a todos. por lo general no llegaba más allá de las ocho y cinco u ocho y diez. esto quizá no parezca nada destacable, pero 18
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para la señora que haya alguna vez ido a un supermercado pidiendo “hablar con el encargado, porque esta licuadora la enchufé y empezó a echar humo y a mí me cuesta ganarme la plata, ¿sabe?”; para esa señora no será un dato menor. antes de nueve y media o diez nunca está ese encargado que se necesita, y que no es otro que el gerente. por supuesto que nuestras suspicacias fueron, teniendo que esperar muy poco, completamente confirmadas. le pasó primero al gordo. era viernes, el día que llegaba el camión con mercadería. el pasillo de los enlatados y los aceites era un páramo. serían cerca de las nueve de la noche. el local cerraba a las diez. invierno, lluvioso, frío. en el depósito, el negro édgar, que por entonces estaba encargado del fondo, estaba terminando de controlar los pallets que habían venido ese día y apilando lo que ya estaba pronto para que nosotros lo repusiéramos. el gordo gonzalo había agarrado un par de fundas de choclo en lata, arvejas, algunos frascos de espárragos, alcaparras. tomándose su tiempo, hablando con el verdulero, mirando algunos culos al pasar, mandaba las latitas para arriba del estante. y en eso apareció el petiso. -¡está haciéndolo todo mal! -nos trataba de usted, a diferencia de sus antecesores. -¿qué? -preguntó el gordo desde atrás de sus lentes de marco ancho. -¡que está todo mal! ¿no me oyó? -y le sacó las latas que tenía en las manos-. se hace así -lo hizo a un lado y se puso a hacerlo él mismo. el gordo lo miró, se acomodó los lentes y siguió mirándolo. y evaristo, el gentil gerente, se encargó de aquel trabajo hasta la hora del cierre. al día siguiente, todos hablábamos de lo mismo. el tipo era muy amable, muy simpático, llegaba notablemente temprano para ser un gerente, pero tenía una manía, una irritante y patética manía. pasaron los días en una relativa calma. todo iba inusualmente normal, de manera queda y sosa. hasta que a la semana siguiente volvió a pasar. esta vez fue con una de las cajeras. en las tardes, en especial cuando llueve y hace frío, el lugar solía caerse de vacío y quieto. y en esas horas muertas las cajeras se dedicaban a arreglar el pasillo de la perfumería. metían mano en los desodorantes y los shampoo y dejaban todo peor que antes. fue entonces que llegó nuestro amigo. -¡eso está mal! ¡no se hace así! -y le quitó un frasco de gel para el pelo y se encargó él. por supuesto que a nadie le molestaba que el gerente hiciera el trabajo en lugar de ellos. pero estaba, claro, el detalle del modo. poco a poco, la mayoría de nosotros probó aquel pedazo de costumbre del tipejo. a mí me tocó soportarlo dos veces. la primera vez fue una tontería y realmente resultó un alivio que apareciera. estaba intentando armar una pila de latas de durazno, de esas tan prolijitas y estúpidas y piramidales que hay siempre en los supermercados. pero no me salía. no lograba alzarla más allá de la segunda fila cuando se iba al piso. entonces oigo que se acercan sus pasitos cortos y rápidos, su voz que saluda a alguien (muy amable), los pasos se detienen detrás de mí. su voz otra vez: -¡koldowsky! ¿qué está haciendo? ¡ESO ESTÁ TODO MAL! -y sonreí con las entrañas. 19
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y el laburo, tedioso, inútil, ridículo y endeble, lo llevó a cabo él con toda la eficacia que le daba ser El Hombre. puteó, como siempre, se le saltaron las venitas a los costados de su cara enrojecida. y yo sólo tuve que mirarlo. la segunda vez fue un poco distinta. bastante, en realidad. era un martes por la mañana, a eso de las nueve y media o diez. el tipo de bimbo acababa de dejar la mercadería y yo la estaba colocando en su sitio. me gustaba aquello. el pan es blandito y callado adentro de sus bolsitas de nylon y su lugar estaba en una zona poco transitada del mercado. eso daba como resultado que la reposición del pan fuese una actividad tranquila, donde por lo general nadie te iba a joder. a veces a los clientes se les antojaba pasar con sus carritos repletos de boludeces justo por donde vos estabas, pero, ¿qué se le va a hacer? ésa, justamente, es la función que les corresponde a los clientes, joder. y no es de personas de bien enojarse con alguien por cumplir con su deber. yo, antisocial por naturaleza, ese día me hallaba más a gusto de lo normal allí en aquel rinconcito. estaba irritado, molesto sin razón aparente, de ningún modo quería estar cerca de seres humanos, menos que nunca. y entonces llegó el querido evaristo. -¡eso está todo mal! ¡TODO MAL! -evaristo -dije-, hoy no es un buen día. -¿QUÉ? ¡ESO NO SE HACE ASÍ! -evaristo, por favor, no estoy de humor. -¡Y A MÍ QUÉ ME IMPORTA! ¡ESO ESTÁ MAL HECHO! entonces perdí la compostura, la poca diplomacia que estaba intentando tener. -¡¡¡ME TENÉS PODRIDO EVARISTO!!! ¡HIJO DE PUTA! ¡VAMOS AFUERA QUE TE VOY A ROMPER LA CABEZA! entonces, como por arte de magia se calmó. dejó de tener roja la cara, se acomodó el pelo, se secó el sudor de la frente. -koldowsky, ¿por qué no vas arriba y te tomás media horita de descanso? estás muy alterado. -¡¡¡ALTERADO LAS PELOTAS!!! ¿acaso sos el único con derecho a gritarle a los demás? ¡NO! ¡ESTO SE TERMINA HOY ACÁ! ¡O SALÍS O TE SACO, PERO TE VOY A ROMPER LA CARA! el resto del mercado estaba en silencio. los clientes nos miraban, y ni hablar de mis compañeros. el tipo tenía cara de no terminar de creer lo que veía. salí. estaba tan enojado que ni veía. cuando llegué afuera me di vuelta pensando que no me habría seguido, pero sí lo había hecho. se paró a unos dos metros de mí, los brazos colgando a los lados del cuerpo. lo miré, estaba tan tranquilo que me dio asco. me avalancé sobre él. mi puño derecho iba directo a su cara. movió un brazo, luego el otro y me revolcó. así de sencillo. caí de espaldas. hice el mismo ruido que algo podrido que explotase. me levanté como pude. no tenía nada roto. me dolía más o menos en todas partes, pero lo más dañado era mi orgullo. lo odié más, mucho más. supe exactamente qué era aquello en el mismo instante en que me dio vuelta por el aire. era aikido. el hijo de puta era un aikidoka. pero no podía entregarme así nomás. tenía que seguir. me tiré otra vez arriba de él y esta vez el golpe fue más fuerte. no tenía escapatoria. si defendía mi honor me iba a reventar el cuerpo, y si protegía mi cuerpo 20
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mi honor saldría mortalmente herido. no lo pensé mucho más. me levanté y fui otra vez a la carga. ahora me torció un poco el brazo y al caer choqué con el hombro en el piso. y lo peor era que su expresión era totalmente neutra, sin nada detrás. y movido por el odio, desoyendo el instinto de conservación, lo intenté otra vez. volé más alto y más lejos. caí de costado y me arrastré un trecho. al levantarme rengueaba. caminé hasta él. me paré con mi cara a unos cinco centímetros de la suya, más o menos. -andá a que hagan los papeles. renuncio -lo pensé un segundo-. no, mejor correme. fue para adentro tan tranquilo como había salido. lo seguí. las cajeras, los reponedores, los clientes, los carniceros, las fiambreras, el verdulero, todos estaban allí disfrutando del espectáculo. “aikidoka puto”, pensé mientras él llamaba a la casa central para pedir mi despido. -te puedes ir, estás desvinculado de la empresa -me dijo, y no supe qué decirle.
axel luchilin krustofski no sé cuál es la bendita gracia de tener que presentarse. es decir, ¿no se supone que es la obra la que habla por el artista? además, en mi caso, hay muy poco para decir. nací, fui a la escuela, dos o tres chotos me pegaban a la salida, las pendejas no querían ser mis novias porque era gordo y feo. ésa fue la infancia. en la adolescencia hubo más de lo mismo. de adulto casi todo me dejó de importar excepto el animé, el ajedrez, internet, y por supuesto la literatura. y como soy un inconformista crónico y la mayor parte de lo que hay escrito no me gusta, escribo para poder leer.
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MALDITA PRIMAVERA Junnecus
Tácitamente desentendido de este infructífero sol de primavera recorro los jardines por primera vez en años. La luz es excesiva. Olisqueo desconfiadamente el aire desde mis pantuflas pardas de pelo de zarigüeya y decido que el aroma de las flores no huele bien. Mis pantuflas tampoco; supongo que deberé soportarlas porque mi adorada Sveta así lo hubiera querido... No echo de menos a Sveta de todos modos... Hace frío. Por un momento me distraigo del extraño panorama que presenta hoy la Levhiasha contra la avenida Ladtkhong Prospkt y me concentro en los detalles del pasto: es indudable que esas cuatro deposiciones de gato se parecen a la difunta condesa Miickstvirsna cruzada de piernas... Es curioso, aquí precisamente fue donde Alexandr enterró su cadáver... Claro, eso fue mucho antes que aquel carcinoma broncopulmonar acabara con él. El infortunado muchacho... Ya en última instancia fueron las modernas teorías del finado doctor Petróvni las que terminaron de rematar al bueno de Alexandr. Una víctima más de la ciencia moderna. El estúpido “prokrees” como a Vladimir le gustaba llamarlo... Recuerdo que Vladimir solía defender acaloradamente aquellas ideas baratas bajo el influjo del opokhmelitsya en las recepciones aquéllas... El muy imbécil... Su muerte finalmente resultó ser de gran ayuda para su familia. A Katja y los niños nunca se los vio tan felices. Una pena que todos murieran poco después en aquel gran incendio de Novosibirsk. Hubiera sido fácil cortejarla. Sí señor... Un verdadero desperdicio que sólo Vladimir disfrutara de aquellos esplendidos pechos... Ahora que levanto la vista me maldigo a mí mismo por permitirme recorrer este sitio. En este instante acabo de recordar que en realidad aborrezco cualquier contacto cercano con la naturaleza... Las esculturas son siempre las mismas pero aún así el panorama es distinto... Muchas cosas han cambiado desde la última vez... Por ejemplo, ¿qué diantres son esos insoportables sonidos que se escuchan a los lejos, más allá de la vista? Definitivamente, este jardín ya no es el mismo desde que el soez impulso de la modernidad arruinara su histórico encanto. Ahora hay un gran cerco que separa atolondradamente la Kanavka... Para colmo esos engreídos y afeminados paisajistas de la corte han osado profundizar la Moika conectándola con la Fontanka... Los muy idiotas. Otra evidente muestra de mal gusto y mediocridad tan afín a los tiempos modernos... Grotescos e imbéciles tiempos. Ya nada es lo que era antes. “Vnimanie”. Ahora he divisado una hormiga... Como si quisiera reclamar mi atención, el insignificante himenóptero carga con una enorme hoja de caléndula que lo triplica en tamaño... Se interpone ahora en mi camino distrayéndome de mis reflexiones. Maldito bicho social. Ya estoy viejo para consentir esas pretenciosas demostraciones de fuerza... Mis huesos protestan ahora cuando consecuentemente intento inclinarme para torturar a la hormiga en cuestión. El movimiento me produce un dolor punzante en el bajo vientre, pero no me importa, seguramente será debido a la retención de gases... Probablemente debo dormir boca abajo para expelerlos correctamente como me aconsejaba Zaitsevna... Regordeta y maravillosa criatura sexual Zaitsevna... Aún me causan gracia las últimas palabras que pronunciara en su lecho de muerte. “Daj Bog ne v poslednij raz”. La pobre infeliz 22
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siempre creyó que la amaba... Ahora, si la memoria no me falla, fue el ministro Vorobiov quien murió por retención de gases. ¿O fue Cesev? Mis recuerdos son vagos y no logro establecer claramente quién fue... El difunto Mijail lo hubiera recordado al instante... Mijail Vladislav Smirnov. Un buen hombre a pesar de su mal aliento... Bien. Por fin logro enfrentarme a la hormiga y su preciada carga... Creo que aquella piedrita convendría estupendamente a mi propósito de dividir a esta hormiga separándola de su trasero. Oh sí... Debo alcanzar esa piedrecilla... Ya está... Un momento... ¿Qué es esto? ¿Mis dedos atraviesan la piedra? ¿Cómo? Mis manos traspasan los sólidos cual si fueran aire... No. No es posible... No es posible... ¡Bogdanov! ¡Nastia Bogdanov Volkova! Ojalá estuvieras aquí para asesorarme... es que por más que lo intento no consigo explicar este inconveniente de una manera calmada y racional... Desfallezco... ¿Acaso es esto un patético sueño? No. No lo es, no puede serlo... ¿Una broma acaso? No. No logro entenderlo... Maldición... Maldición... Oigo pasos por el sendero. Alguien viene... ¿Pero quién es este sujeto que se aproxima? ¿Por qué viste tan ridículamente? Ahora el extraño pasa a mi lado sin siquiera mirarme... Quizás sea el responsable de lo que me sucede, quizás sepa algo... Debo retenerlo: “¿Quién es usted? ¿Cómo se atreve a pasearse por estos jardines sin expreso consentimiento del zar de Rusia? ¿Es usted el culpable de esta estúpida broma? Llamaré a los guardias... ” Insolente... ¿Por qué no se digna a contestarme siquiera? Es como si no consiguiera escucharme... Un momento... ¿Qué día es hoy? Eso es... Maldición. Finalmente he caído en la cuenta... Ahora lo entiendo todo. Maldita primavera... ¡Proklyatie! Otra vez he olvidado que he muerto.
Junnecus Casi podemos afirmar que este pobre nabo, quien les habla, se llama Juan debido a que él mismo considera que ése fue el nombre que efectivamente le pusieron sus padres al inscribirlo en el registro cívico de su país... Al menos todo lo induce a pensar de ese modo ya que por más que se esfuerza no encuentra motivos para dudarlo... Junnecus en realidad no se acuerda exactamente de haber nacido pero confía en haberlo hecho dada su aparente capacidad de influir y afectar el entorno, lo que presupone cierta presencia permanente en el espacio y el tiempo lo cual (sumado a la consciencia de ser el mismo que lo acompaña desde que recuerda) hace muy plausible que ésta premisa sea cierta. Es más, teniendo en cuenta los documentos existentes y presumiendo que son genuinos quien les habla incluso se atrevería a afirmar que nació en Montevideo allá por el año 1980 siendo además del signo de Aries (Eso, claro está, si damos por válidos los enunciados zodiacales que especifican las fechas y los intervalos que se corresponden con cada signo dentro del horóscopo y que afirman que son de Aries los nacidos a finales de Marzo sin lugar a excepciones) De todos modos asegura que el último dato es irrelevante. Finalmente Junnecus es de la creencia que actualmente reside y trabaja en Montevideo.
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MAMUSHKA Nº 3 Cecilio Pastrami
“Nunca
pensaron que quizás no seamos más que moscas molestas para Dios? No se equivoquen... Estamos solos... Atrapados en un remolino de vidas que se encienden y apagan como lo hacen las estrellas. Sólo somos... Puntos de luz rodeados de oscuridad y silencio. No hay diferencias entre nosotros y las estrellas... Somos apenas una llama abandonada al viento... Y moriremos Y las estrellas morirán Mientras Dios observa nuestra agonía... ¿Y ustedes? ¿Creen en él? ¿Creen? Yo creo a mi manera. Mi Dios es esta mano que ustedes ven, es este fuego que nos da calor, está en sus rostros absortos ante mis palabras. Dios es el Universo que nos contiene... Y eso que se llama Universo: esta marea incesante de años, de polvo, de felicidades, de pestes, de guerras, de locuras infinitas y maravillosas, de crueldades malsanas, de hambre, de inevitables injusticias, de adrenalinas y de aburrimientos simplemente... Todo eso sólo sucede, mientras vuestro Dios descansa. Y nosotros nos creemos héroes o demonios, sufrimos y reímos, nacemos, amamos, nos sacrificamos y nos sacrifican mientras dios... ... dios se aburre... y nadie ose molestarlo, el sólo tratará de alejarte con un manotazo desganado... Yo les aconsejo que no tarden mucho en alejarse, porque su mano es pesada y esta cargada con toda su ira. Si no me creen recuerden a quienes lo molestaron , recuerden cómo les fue. Recuerden a Jesús, recuerden a Juana de Arco, recuerden a Lucifer... Y no hay mucho más, sólo agradecer (no sé si agradecerle a él) esto, su pereza nos obligó a valernos por nosotros mismos. De su pereza nace nuestra libertad...”
El anciano calló. Los pocos que todavía lo escuchaban comenzaron a alejarse del fuego lentamente. Había hablado como un juglar profeta, como un poeta profano, como un héroe maldito, como un hereje, como un conejo ciego. Y los que lo habían escuchado se reirían de él. Y él lo sabía. Siempre sucedía de la misma forma. No quedaba más que cerrar (inútilmente) los ojos y preguntarse: “¿Será ésta la noche en que alguien terminará con mi sufrimiento?” Y también sabía la respuesta a eso... 24
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Había pasado tanto tiempo desde aquel día. Desde aquella revelación que tanto había esperado... Desde que comenzó a vagar pueblo tras pueblo, villa tras villa, cantando su verdad. Tratando de abrir los ojos de los hombres. Y cada día la carga se hacía más pesada. Pues nadie estaba preparado para su verdad. Sus palabras cosechaban apenas burlas. Apenas incredulidad. Inconscientemente pensó en ese dios indiferente. Deseó ser esa mosca que revoloteaba y deseó que aquella mano divina aplastara su existencia “y se llevara tantos años, tanta carga, tanto para... nada... dios... ” Su alma estaba tan cansada que le pidió. Que rezó. Y rogó que algún intolerante, algún guerrero idiota saliera a defender con la espada a aquel dios cansado. Y así terminar su calvario. Pero cada profeta es esclavo del dios que sus palabras revelan y nadie escuchó sus súplicas. Entonces no le quedó más que tomar su bastón y buscar a tientas la salida de aquel poblado. Una vez que se sintió en campo abierto, buscó donde pasar la noche. A la intemperie como siempre, pero sin preocuparse por hombres ni por bestias, había alguien que no dejaría que nada le ocurriera... “Otro día terrible y a la vez fructífero”, pensó y los ánimos fueron volviendo a su corazón. La temple a su voluntad. La luz de la verdad a sus ojos muertos. Y pensó en lo hecho ese día y le pareció que había obrado bien. Y pensó en lo que venía haciendo desde hace años y le pareció aún mejor. Gota a gota se llenan los océanos... Y pensó en aquello que habían planeado hace tanto, en aquella misión que se habían jurado perseguir en aquellas orillas situadas del otro lado, del lado lejano del tiempo. ¿No se conquistó Roma ni Troya en un día no? Llevaría centurias sembrar la duda en el corazón de los hombres. Pero eso no importaba... ¿Acaso él no se lo había advertido? ¿Que sería largo y penoso? ¿Que habría momentos en que desfallecería? ¿En que buscaría el apoyo de dios? ¿De ese dios que buscaban destruir? “Es natural en el hombre. Elevar su cabeza al cielo. Pedir su ayuda cuando nos sentimos cansados, perdidos y solos. A ti también te va a pasar, vas a pedir su ayuda en algún momento y no será sólo una vez... ”, le había dicho. Y había aceptado sin chistar. Ni siquiera fue necesario usar sus fantásticas armas de seducción. Su determinación era innegociable. ¿Cuánto tiempo habría pasado? Desde que vagaba por el mundo cumpliendo esa misión. ¿Cuánto tiempo? ¿Años? ¿Décadas? ¿Siglos? ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que había firmado con su sangre aquel pacto con la Bestia?
El escritor terminará su cuento y no escribirá la palabra fin. Será todavía joven cuando termine ese cuento y nunca lo creerá lo suficientemente completo. No es el primero ni será el último que escribirá. Sabrá que es probable que ese cuento nunca sea leído. Pero no le importará. 25
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Guardará la secreta esperanza. De encontrar esa verdad que todos buscan sin saberlo. Será de aquellos soberbios que dicen no creer en Dios. Soberbio. De aquellos que se sienten inferiores si aceptan mi existencia. De aquellos que se cuestionan constantemente la existencia de un ser superior. Pobre ignorante. Sólo intuirá que no hay seguridades en la vida del hombre. Que no se puede decir ni sí ni no, que todo es un quizás, que siempre hay un más allá... que todo no es sino búsqueda. Y de allí vendrá su error pues su búsqueda será a través de las palabras de las que tanto desconfía. A pesar de que creerá que no hubo, que no hay, que nunca habrá ninguna verdad detrás de las palabras. Y tantas veces pensará que está tan cerca y todo escapará de sus manos. Y tantas veces comprenderá aquel absoluto pero sin saberlo y se sentirá pleno. Correrá tras lo inalcanzable, en mínimos instantes como ése (apenas un segundo después de terminar el cuento) conocerá (pero sin darse cuenta) los secretos del universo.
Cecilio Pastrami Se podrían decir muchas cosas sobre Cecilio Pastrami. Huraño, antisocial, ermitaño lo describen con cierta precisión. Aunque egoísta, ingrato, soberbio pueden aplicarse sin dudar a su persona. Las últimas evidencias lo ubican en el norte de Argentina, en una cabaña perdida en la quebrada de San Lorenzo, a unos veinte (o quizás treinta) kilómetros de la ciudad de Salta, lugar donde se desterró en un desesperado intento por evadirse. Las permanentes negativas a mostrar (y publicar) sus cuentos ha disminuido en los últimos tiempos y se habla incluso de un libro de cuentos de inminente edición. Su exclusivo círculo íntimo ( no más de diez personas, los únicos que alguna vez han accedido a leer lo que escribe) cree que este cambio en su mentalidad se debe a que pronto cumplirá setenta años, edad a la que se comienza a experimentar el inevitable terror, el relámpago frío que recorre a cada persona que descubre la segadora a su espalda.
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Título: Shimei Ryomou Técnica: Acrílico sobre madera Kurofuji Ryū. (Chiba, 1968) Soy autor de ficción lógica.En mi tiempo libre pinto. No me importa que me salga mal.