Órbitas - Carlos Quevedo Arteaga

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Órbitas Carlos Quevedo Arteaga 2012 Poesía desde Valencia Colección Nuestras Voces, Plaquettes N° 1 2012 Segunda edición, 2016 Esta obra está sujeta a una licencia Creative Commons Atribución CompartirIgual 4.0 (CC BY SA 4.0): Usted es libre de: Compartir — copiar y redistribuir el material en cualquier medio o formato. Adaptar — remezclar, transformar y crear a partir del material. Para cualquier propósito, incluso comercialmente. El licenciante no puede revocar estas libertades en tanto usted siga los términos de la licencia. Contacto: poesiavln@gmail.com poesiadesdevalencia.blogspot.com


“Estar orbitando es estar cayendo” AQUILES GONZÁLEZ



burbuja

Después de

todo

volví a imaginar pinté lienzos todas las vidas futuras b

f

u

e

r b u j

l de

i c i

a

d s

d

a inoxidables

para que así quisieras quedarte

ni aun así.


gravedad Su nombre me orbita los labios. JULIO VALENCIA

Giramos sobre todo en nosotros mismos y nuestro deseo como órbitas cayendo hacia nuestros labios nos alejamos / acercamos una vez y otra vez y otra vez y otra‌ colisión de bigbanes en el pecho al intentar permanecer gravitando


rutina Todo lo cercano se aleja. GOETHE

Dejar que el agua hierva colar el cafĂŠ dejarse el cigarro encendido sobre el cenicero distante consumiĂŠndose lento respirar el olor a primavera mezclado con trigo y miel del desayuno asomarse a la ventana reconocer los dos planetas de siempre -tĂş y yodesorbitados niĂąos perdidos buscando una mano para sostener entre tanta gente sin conseguirse.


circulación Mis ojos no creen en la marcha del tiempo. ROIS ABREU

Te repites a lo largo del supuesto tiempo medible sobre el resplandor de las superficies claras, lisas y brillantes. Se repite la idea que tengo de ti y todo lo que los demás hacen que recuerde. Te repites sobre los charcos de luces fluorescentes, sobre las gotas que se quedan en el dosel - cuando amanece. Y en cada vuelta que damos al ocultarnos del sol. Apareces entre mis páginas en blanco y en las que ya no cabe ni una letra. Reapareces en los besos que le doy a la cerveza... y al vino. Desapareces entre cada colilla de Lucky negro que apago con suavidad y firmeza en el viejo cenicero artesanal. Te alejas durante los diez minutos en el que el Barça le gana al Madrid uno por cero en Pro Evolution Soccer. Reapareces, de nuevo, acomodada, con el café, como un cometa de órbita asimétrica alrededor del suéter rosa que olvidaste una vez sobre la mesa. También en los recuerdos de tus besos a contraluz, con todo su vaivén antojoso, mezquino y malintencionado, y en mi sangre, acelerada y rítmica, ramificada en cada arteria y convergiendo en cada vena de regreso al corazón.


a CortĂĄzar

he andado alrededor de los mismos caminos de trinitarias fucsias moradas rojas y blancas que llueven sobre gramas siempreverdes alrededor de miradas y sonrisas vencidas de encuentros y reencuentros imperfectos a lo largo del tiempo y espacio te lo dirĂŠ una vez, CortĂĄzar: no existe tal cosa como parques alejados del recuerdo.


humo Cierro los ojos y soy humo entrando a mis pulmones alcanzo cada alvéolo empaño todas las superficies me abro paso por caminos rojos hacia los centros nerviosos venzo en batalla a todos los ligandos me abandero más tiempo del necesario hasta degradarme sé te prometí dejar de fumar como tú me prometiste dar una vuelta y volver y tampoco lo hiciste.


Órbitas Cuesta moverse entre el papel y el llanto de las cosas solas BENITO MIESES

La cama prácticamente me empuja para que me levante, voy a la cocina, enciendo la cafetera y agrego café y agua para dos personas, aunque estoy solo. Abro la ventana para que entre el olor del mundo. Está fresco, la primavera se extiende sobre todas las superficies de la cocina. Tomo un cigarro de la caja sobre la nevera, rozo la textura lisa, fría y gris. Me enciendo el cigarro y dejo que se consuma solo, entre mis dedos. Lo dejo sobre el cenicero, tomo un bol y rompo un huevo en él, me deshago de la cáscara, le añado una cucharada de mantequilla, leche y harina de trigo y lo mezclo todo. Pongo a calentar una sartén. Tomo el cigarro y aspiro. Voy al baño, las baldosas frías me besan los pies a través de las medias. Levanto la tapa, hago un pis largo, tiro de la palanca y todo se va como un remolino. Bajo la tapa nuevamente y la dejo acomodada, por si acaso. Abro


el grifo del lavamanos y remojo mis manos un segundo mientras el espejo refleja un solo cuerpo, el mismo de siempre. Me devuelvo a la cocina y añado mezcla para panquecas en la sartén ya caliente. Apago la cafetera y me enciendo otro cigarro y aspiro dos veces. El cigarro se consume entre mis dedos mientras veo el cielo de las siete y tres minutos de la mañana. Solo nubes sin forma. Un amanecer callado y fresco. Me pregunto dónde estará Júpiter y Venus, en qué parte de arriba estarán ocultándose. Recuerdo, de pie en esa misma habitación, ella me señalaba el cielo oscuro hacia Júpiter. Yo miraba como su dedo se prolongaba con suavidad, cómo sus manos se extendían y se alzaban hacia el cielo, cómo se dibujaba su sonrisa al decir “¿Ves? Ése es Júpiter”. Yo nunca vi, no lo hice porque nunca me ha gustado conocer los nombres de las cosas que veo en el cielo. ¿De qué me sirven la Osa Mayor, o Casiopea, o el cinturón de Orión? Dejo esa pregunta en el aire mientras no hay señales de la órbita de Júpiter, ninguna estela en esta mañana que acaba de nacer.


Volteo la panqueca, espero, la retiro y añado más mezcla. Tomo un nuevo cigarro y lo fumo completo mientras me devuelvo a la ventana. Me imagino que me vuelvo humo, atravesando cada alvéolo pulmonar, batallando con el oxígeno, haciéndome paso hacia los sitios ligandos de cada neurona post-sináptica. Hago panquecas para dos personas, aunque estoy solo. Pongo la mesa, me sirvo café en una taza y un vaso de agua. Me tomo el agua de un solo trago. Me sirvo las panquecas con miel y queso, vieja costumbre de placeres concedidos. Dejo todo en la mesa, me acerco a la biblioteca y tomo la antología de Cernuda y me regreso. Me siento, tomo el librito y lo abro en una página aleatoria: Qué ruido tan triste el que hacen dos cuerpos cuando se aman. Llaman a la puerta y el silencio se quiebra; yo solo espero que para esta noche Júpiter no se haya salido de órbita.



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