San ValentĂn
z Curioseando… ¿Quién fue San Valentín? Hoy no dudaríamos en decir que fue un rebelde. Cuentan que en el año 270 d.C., Claudio II, Emperador de Roma, prohibió contraer matrimonio. Estaba convencido de que los hombres casados eran malos soldados ya que, en caso de guerra no querían separarse de sus familias. Valentín era obispo en Roma durante ese período. Las parejas jóvenes acudían a él, y él los casaba en secreto. Pero llegó un momento en que apresaron a Valentín y lo llevaron ante el Emperador. Mientras se hallaba en la cárcel su carcelero le presentó a su hija Julia, ciega de nacimiento, para que le enseñara. Valentín le contó cuentos, le enseñó aritmética y le transmitió su fe en Dios. Durante el tiempo que permaneció encarcelado, se produjo un milagro, y ella recuperó la vista. Valentín, antes de ser ejecutado el 14 de febrero, le envió una nota de despedida pidiéndole que se mantuviera cerca de Dios. Carta que firmó de este modo: "de tu Valentín."
z ¿Cómo es Cupido? A ver cuánto sabéis de Cupido: ❤︎❤︎¿Es un hombre o un niño? ❤︎❤︎¿Rubio o moreno? ❤︎❤︎¿Lleva algún objeto? ❤︎❤︎¿Cómo va vestido? ❤︎❤︎¿De dónde viene esa imagen? ❤︎❤︎¿Quién se ‘inventó’ a Cupido?
t Y, LA PREGUNTA DEL MILLÓN… ¿Qué es la mitología?
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z ¿Quién fue Cupido?
Cupido es uno de los símbolos de San Valentín, se le conoce como un niño alado y armado con arco y flechas que son disparadas a dioses y humanos, provocando que se enamoren profundamente. En ocasiones lleva también los ojos vendados, para mostrar que el amor es ciego.
En la antigua Grecia, Cupido era conocido como Eros, el hijo joven de Afrodita (la diosa del amor, la belleza y la fertilidad). Para los romanos Cupido es el dios del amor hijo de Venus (diosa del amor) y de Marte (dios de la guerra). Cupido era ayudante de su madre Venus, dirigía la fuerza primordial del amor y la llevaba a los mortales. Era pícaro y carismático, pero a veces cruel con sus víctimas, ya que no tenía escrúpulos. A la espalda llevaba dos clases de flechas: unas doradas con plumas de paloma que provocaban un amor instantáneo, y otras de plomo con plumas de búho que provocaban la indiferencia.
Consciente del poder que tenía, Cupido a veces rechazaba las peticiones de su madre y los demás dioses de interferir en el curso de la vida de algunos mortales y por este motivo provocaba frecuentes problemas a los dioses. Un día Cupido se enfadó muchísimo con Apolo (dios de la belleza) porque este había osado bromear sobre sus habilidades como arquero, así que ideó vengarse de él. Para ello lanzó al hermoso dios una flecha de oro, que causa un amor inmediato a quien hiere; por el contrario, hirió a la ninfa Dafne con una flecha de plomo, que causa desprecio y desdén.
Como consecuencia de lo anterior, Apolo no paraba de perseguir y agobiar a Dafne de manera obsesiva. Describamos el día en que pasó todo: el calor había recluido en sus guaridas a las fieras; el río parecía haber detenido el curso de sus aguas y ni siquiera rasgaban el aire las alas de las mariposas; el sol dejaba caer sin piedad sus rayos, entre las ramas y sofocaba en el bosque todo signo de actividad. Silencio. Dafne, con los ojos entornados, descansaba sentada en la orilla, refrescando sus pies en la corriente del río Peneo. De pronto, se incorporó y giró hacia atrás la cabeza. Quizá la alertó un ruido, el roce de una hoja, o la sensación de una mirada ardiente sobre su nuca. A unos pasos de ella, un hombre en pie la miraba. Al percibir el sobresalto de la muchacha, el hombre tendió hacia ella su mano y le dice: “No temas, soy Apolo y ardo de amor por ti.”
Los pies de Dafne volaron más veloces que el viento, se internaron entre los árboles, saltaron nudosas raíces, esquivaron obstáculos. Si antes eran aliados de su belleza, ahora sus cabellos eran un estorbo, pues se prendían en las ramas y le frenaban la huida. Apolo no era menos veloz: a él no lo impulsaba el miedo ni el rechazo, sino el deseo. El descarnado e inmediato deseo por la joven espoleaba su cuerpo entero, le confería energía y lo hacía incansable. A Dafne se le agotaban las fuerzas: sus piernas flaqueaban, la respiración se hacía más fatigosa, sus movimientos se tornaban torpes. Sentía a sus espaldas el aliento del dios, las puntas de sus dedos que estban a punto de aferrarla. La ninfa dedicó su último esfuerzo a pedir auxilio a su padre, el río Peneo: “Padre” – dijo – “si tienes algún poder divino, ayúdame. Haz que desaparezca este cuerpo mío, puesto que es lo único de mí que desea mi perseguidor”.
Y su padre, compadecido, hizo que al instante brotaran ramas de sus dedos, raíces de sus pies, hojas de sus cabellos. Cuando Apolo consiguió al fin alcanzarla, abrazó a un tronco leñoso, a un esbelto laurel y viendo su deseo burlado, dijo: “Y puesto que no puedes ser mi mujer, en verdad serás mi árbol. Siempre te tendrán, laurel, mi cabellera, mi cítara, mi aljaba.” Nota El árbol de laurel fue así consagrado a Apolo, y la corona de sus brillantes hojas se convirtió en el premio que recibían los mejores poetas, músicos o artistas.
z Lope de Vega Desmayarse, atreverse, estar furioso, áspero, 2erno, liberal, esquivo, alentado, mortal, difunto, vivo, leal, traidor, cobarde y animoso; no hallar fuera del bien centro y reposo, mostrarse alegre, triste, humilde, al2vo, enojado, valiente, fugi2vo, sa2sfecho, ofendido, receloso; huir el rostro al claro desengaño, beber veneno por licor süave, olvidar el provecho, amar el daño; creer que un cielo en un infierno cabe, dar la vida y el alma a un desengaño; esto es amor, quien lo probó lo sabe
Romance del Conde Niño
Conde Niño por amores es niño y pasó a la mar va a dar agua a su caballo la mañana de San Juan. Mientras su caballo bebe, él canta dulce cantar : todas las aves del cielo se paraban a escuchar. La reina estaba labrando, la hija durmiendo está : - levantáos Albaniña, de vuestro dulce folgar, sentiréis cantar hermoso la sirenita del mar, - No es la sirenita, madre, la de tan bello cantar, sino es el Conde Niño que por mi quiere finar. - Si por tus amores pena, ¡oh, mal haya su cantar!
y porque nunca los goce, yo le mandaré matar. - Si le manda matar madre, juntos nos han de enterrar. El murió a la medianoche, ella a los gallos cantar ; a ella, como hija de reyes, la entierran en el altar ; a él, como hijo de conde unos pasos más atrás. De ella nació una rosal blanco, de él nació un espino albar ; crece el uno, crece el otro, los dos se van a juntar. La reina llena de envidia ambos los mandó cortar ; el galán que los cortaba no cesaba de llorar. De ella naciera una garza de él un fuerte gavilán, juntos vuelan por el cielo, juntos vuelan par a par.
Anónimo
Poema 20. Pablo Neruda.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos, Mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo
z Te quiero (Mario Benedetti) Tus manos son mi caricia mis acordes co2dianos te quiero porque tus manos trabajan por la jus2cia si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro tu boca que es tuya y mía tu boca no se equivoca te quiero porque tu boca sabe gritar rebeldía si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo
y en la calle codo a codo somos mucho más que dos y por tu rostro sincero y tu paso vagabundo y tu llanto por el mundo porque sos pueblo te quiero y porque amor no es aureola ni cándida moraleja y porque somos pareja que sabe que no está sola te quiero en mi paraíso es decir que en mi país la gente viva feliz aunque no tenga permiso si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo y en la calle codo a codo somos mucho más que dos
Escucha al autor
z Vivir en los pronombres
Para vivir no quiero islas, palacios, torres. Iré rompiendo todo ¡Qué alegría más alta: lo que encima me vivir en los echaron pronombres! desde antes de nacer. Quítate ya los trajes, Y vuelto ya al anónimo las señas, los retratos; eterno del desnudo, yo no te quiero así, de la piedra, del disfrazada de otra, mundo, hija siempre de algo. te diré: Te quiero pura, libre, «Yo te quiero, soy yo». irreduc2ble: tú. Sé que cuando te llame entre todas las gentes del mundo, sólo tú serás tú. Y cuando me preguntes quién es el que te llama, el que te quiere suya, enterraré los nombres, los rótulos, la historia.