Paso 8 - Una misión de compasión

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El Camino del Corazón

PASO OCHO Una misión de compasión

PASO OCHO

Una misión de compasión

Las ilustraciones de tapa y de la página 26, fueron inspiradas en la obra de Marko Rupnik S.J.

Este libro en todo y en parte es propiedad de la Red Mundial de Oración del Papa. Es gratuito su acceso total o parcial. El contenido no se puede modificar total o parcialmente sin autorización previa dada por la Oficina Internacional. La Red Mundial de Oración del Papa autoriza la distribución gratuita de este libro. El contenido puede ser reproducido total o parcialmente y presentado en diversos soportes (virtuales o papel) indicando la fuente “Red Mundial de Oración del Papa”. Queda prohibida su venta o donación con cargo sin autorización expresa emitida por la Oficina Internacional.

El Camino del Corazón

Prólogo a la Colección Libros El Camino del Corazón Queridos amigos en el Señor, El Camino del Corazón es el itinerario espiritual que propone la Red Mundial de Oración del Papa. Es el fundamento de nuestra misión, una misión de compasión por el mundo. Se inscribe en el proceso iniciado por el Papa Francisco con Evangelii Gaudium, “La alegría del Evangelio”.

Es el resultado de un largo proceso impulsado por el P. Adolfo Nicolás, entonces Superior General de la Compañía de Jesús. Al inicio se escribió un esquema, llamado aquí marco referencial, con un equipo internacional liderado por el P. Claudio Barriga SJ. Este itinerario lo presentamos al Papa Francisco, en un documento intitulado: “Un camino con Jesús, en disponibilidad apostólica” (diciembre 2014). Presentaba una nueva manera de entender la misión del Apostolado de la Oración, en una dinámica de disponibilidad apostólica. El Santo Padre lo aprobó en agosto 2014.

El Camino del Corazón es esencial para la recreación de esta obra pontificia como Red Mundial de Oración del Papa. Es una profundización de la tradición

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espiritual del Apostolado de la Oración para hoy, y articula de una manera original elementos esenciales de este tesoro espiritual con la dinámica del Corazón de Jesús. Es la clave de interpretación de nuestra misión. Por eso en 2017 presentamos un comentario a este itinerario espiritual, llamado aquí “Dinámica interna del paso”, para ayudar a los equipos nacionales de la Red de Oración del Papa a entrar y profundizar la dinámica interior de El Camino del Corazón. Con el deseo de profundizar en el proceso de recreación vimos la necesidad de ampliar los contenidos escritos. Así, iniciamos en 2017, un trabajo de escritura y compaginación de contenidos que es hoy 11 libros de El Camino del Corazón. Esta labor se realizó con un equipo internacional liderado por Bettina Raed, directora regional de la Red de Oración del Papa en Argentina-Uruguay. Así, desde la tierra del Papa Francisco, y con el apoyo de varios compañeros jesuitas y laicos, se articuló este trabajo. Agradezco particularmente a Bettina por toda su disponibilidad, su trabajo de escritura y coordinación. Agradezco también a TeleVid, de las Congregaciones Marianas de Colombia, por su apoyo para transformar este material en un recorrido accesible al nivel digital y visual. www.caminodelcorazon.church

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Espero que estos materiales ayuden a proponer esta misión de compasión por el mundo con creatividad (retiros espirituales, sesiones de formación, encuentros los primeros viernes del mes, etc.). Es el fundamento de nuestra misión. Nuestra manera propia de entrar en la dinámica del Corazón de Jesús.

P. Frederic Fornos SJ Director Internacional

Red Mundial de Oración del Papa -incluye el Movimiento Eucarístico JuvenilCiudad del Vaticano 3 diciembre 2019 San Francisco Javier 175 años del Apostolado de la Oración

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PASO OCHO

Una misión de compasión

PASO OCHO.

Una misión de compasión

1. Esquema para orientar el paso.

Palabra clave: MISIÓN.

Objetivo: Colaborar con Jesús en su misión.

Claves actitudinales: Apertura al encuentro con el otro.

Lo que se quiere obtener – Fruto: Compasión por el mundo y docilidad al Espíritu Santo.

Dinámica interna del paso: Sentir compasión – Salir de sí mismo al encuentro con el hermano – Hacia una cultura del encuentro.

2. Marco Referencial

Dios, el Padre de Jesús y Padre nuestro, quiere hacer presente su compasión en el mundo en y a través de nosotros sus discípulos. Somos invitados a hacer nuestra su mirada sobre la humanidad y a actuar con los sentimientos del Corazón de Jesús.

Aun cuando nos encontremos limitados por la enfermedad o restringidos físicamente, aún cuando

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nos sintamos incapaces de cambiar las estructuras injustas de nuestra sociedad, participamos de esta misión haciendo nuestra la mirada compasiva de Dios hacia todos nuestros hermanos y hermanas. Somos enviados con el Hijo, de maneras diversas, a las periferias de la existencia humana, allí donde hombres y mujeres sufren la injusticia, para contribuir a sostener y sanar a los que tienen el corazón desgarrado.

Ya que nosotros mismos hemos sido beneficiados de la compasión de Dios, podemos entregarla a otros. Es nuestra respuesta a su amor por nosotros (reparación). Vamos más allá de las fronteras visibles de la Iglesia, pues allí donde existe la compasión, allí está el Espíritu de Dios. Nos unimos espiritualmente a todos los que en diferentes culturas o tradiciones religiosas son dóciles a este Espíritu y se movilizan para aliviar el sufrimiento de los más débiles.

3. Dinámica interna del paso

En los Ejercicios Espirituales, San Ignacio nos da a contemplar a Dios (la Trinidad), que mira al mundo, y para salvar a la humanidad decide encarnarse. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree

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en El, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Evangelio de Juan cap. 3, 16-17). La decisión de Dios, que encuentra su origen en su profundo amor por la humanidad, espera nuestra propia decisión.

Como dice el Papa Francisco: «Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tenga necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin. Es tan insondable la profundidad del misterio que encierra, tan inagotable la riqueza que de ella proviene» (Misericordia Vultus n°25)

Las palabras “compasión” y “misericordia”, que se encuentran en la Biblia, reflejan un término griego que significa que sentimos el sufrimiento de los demás y somos empujados interiormente, por amor, a actuar en su favor. Es un movimiento que viene de dentro, de las “entrañas”, del “seno materno”, del “corazón”. Es lo que vemos en Jesús. A menudo se nos dice que tiene compasión frente a la muchedumbre, a los enfermos, los ciegos y leprosos, el hombre poseído en el país de los Gadarenos, o la viuda de Naím que perdió a su único hijo. Jesús tiene esta capacidad increíble de conmoverse profundamente por los demás, y lo que

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siente internamente se vuelve decisión, lo moviliza hasta conducirlo a la acción. Lo que vive es también lo que enseña, la parábola del buen samaritano es significativa en este sentido: “Bienaventurados los misericordiosos, pues ellos recibirán misericordia” (Evangelio de Mateo cap. 5,7)

En la Red Mundial de Oración del Papa se nos invita a una misión de compasión por el mundo, orando y movilizándonos por los desafíos a los que se enfrentan la humanidad y la misión de la Iglesia. Esto requiere consentir hacerse vulnerables, dejarse conmover profundamente por lo que viven nuestros hermanos y hermanas en todo el mundo. Esto significa dejar caer nuestros “escudos” y derribar nuestras “paredes” para salir de la indiferencia y entrar en una “cultura del encuentro”. Es porque estamos totalmente unidos al Corazón de Jesús que podemos, con Él, abrimos en confianza. Porque hemos hecho la experiencia de ser amados y perdonados, y hemos experimentado la profunda misericordia del Señor para con nosotros, es que podemos a la vez convertirnos en misioneros de la misericordia, testigos de la Alegría del Evangelio.

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ENTRADA DESDE LA PERSPECTIVA BÍBLICA

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4.

Entrada desde la perspectiva Bíblica

4.a. Mirar con nuevos ojos

Seguramente hemos experimentado alguna vez lo significativo que puede resultar una mirada: mirar y ser mirados es una experiencia humana que nos configura en nuestro desarrollo. Hay miradas que nos inspiran, otras que nos infunden miedo, hay miradas que no nos dicen nada y que nos pasan desapercibidas, otras con las que nos sentimos elegidos. La mirada puede ser un canal por el que expresemos sentimientos, dejemos traslucir ideas, el modo en que miramos dice mucho de nosotros y de nuestro mundo interior. Con una mirada podemos expresar ternura, odio, miedo, angustia, necesidad, tristeza. La mirada es un modo de vincularnos, de hablar sin palabras de entrar en diálogo con otra persona. Al recorrer las páginas de la Biblia, nos encontramos con numerosos relatos en los que la mirada de alguien es un elemento clave en lo que allí acontece. Hay en ella numerosos cuadros de encuentros, cercanías, conversaciones en las que si nos detuviéramos a imaginarnos qué podría estar ocurriendo allí, advertiríamos que las miradas que allí se intercambiaron definieron la situación.

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En el Antiguo Testamento, los relatos nos hablan de un Dios que mira y elige, Dios tiene para los que ama una mirada de elección, que escoge, que ama y en el amor crea. La mirada de Dios hace sentir a quien es mirado como exclusividad de ese Dios que lo mira. El relato de la creación nos trae una expresión al final de cada etapa “Y vio Dios que era bueno” (Libro del Génesis cap. 1,21).

Los cánticos del Siervo en Isaías “Miren a mi siervo, a quien sostengo, mi elegido, a quien prefiero” (Libro del Profeta Isaías cap. 42,1) “Tú eres valioso a mis ojos” (Libro del Profeta Isaías cap. 43,4).

Y como respuesta a esa mirada de amor y, ante las dificultades “los mirados de Dios” lo invocan suplicantes de su mirada de compasión y amor. ”Mírame, respóndeme, Señor, Dios mío, da luz a mis ojos, o me dormiré en la muerte” (Libro de los Salmos 13, 4).

Jesús marcó con su mirada muchos encuentros, situaciones que expresamente nos hablan de su mirada hacia las personas y otras en las que si nos detenemos en la escena podremos imaginarnos cómo

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su mirada habría acompañado los gestos que tuvo en ese momento. “Entonces Jesús los miró indignado, aunque entristecido por la dureza de sus corazones” (Evangelio de Marcos cap. 3, 5). “Al pasar vio a Leví de Alfeo sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos” (Evangelio de Marcos cap. 2, 14). “Caminando junto al lago de Galilea vio a Simón y a su hermano Andrés que echaban una red al agua pues eran pescadores” (Evangelio de Marcos cap. 1, 16) “Viendo Jesús su fe dijo al paralítico” (Evangelio de Marcos cap. 2,5). “Jesús lo miró con cariño y le dijo” (Evangelio de Marcos cap. 10,21).

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Jesús es en el mundo el rostro del Padre, bien podemos imaginar que los ojos con los que Él miró es la mirada del Padre en el mundo. Así, San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales recrea “la mirada” de la Trinidad al mundo invitando al ejercitante a que entre en la escena y contemple, mire y se deje mirar con la mirada de la Trinidad… Contemplar cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de todo el mundo… […] El primer punto es ver las personas, las unas y las otras; y primero las de la haz de la tierra, en tanta diversidad, así en trajes como en gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros muriendo, etcétera. (San Ignacio, Ejercicios Espirituales 102 y 106).

Y es esa mirada de la Trinidad, de compasión por el mundo creado es lo que impulsa en el corazón trinitario el envío del Hijo, y seguirá siendo esa mirada ahora encarnada en el Jesús histórico la que recorra las calles de pueblos y aldeas de la antigua Galilea, sanando, curando, reconstruyendo vidas, haciéndose historia la misión de compasión de Jesús. “Recorriendo toda la región le fueron llevando en camillas todos los enfermos, hasta el lugar donde habían oído que se encontraba. En cualquier pueblo

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o ciudad por donde pasaba, colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejara tocar al menos el borde de su manto, y los que lo tocaban se sanaban” (Evangelio de Marcos cap. 6, 55-56).

Y serán sus amigos íntimos, sus discípulos, quienes reconozcan después de la muerte de Jesús, la Presencia del Resucitado, y con él la continuidad de la misión de Jesús ahora en sus propias historias. Así María Magdalena, es encontrada por Jesús y puesta en marcha por su Maestro: “Jesús le dice: María. Ella se vuelve y le dice en hebreo: Rabbuni, que significa maestro. Le dice Jesús: Déjame, que todavía no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: Subo a mi Padre, el Padre de ustedes a mi Dios, el Dios de ustedes” (Evangelio de Juan cap. 20, 16-17).

Estos encuentros con el Resucitado, definirán sus vidas para siempre, pues a partir de ellos forjarán una nueva mirada, la que empuja al oficio de consolar. Una mirada resucitada que gestará una relectura de sus historias y de sus vidas compartidas con Jesús, desde esa Presencia que se les revelará después de la Resurrección. Sus vidas cobrarán nuevo sentido y podrán volver a pasar por el corazón “re – cordar” la intimidad con Jesús desde la fuerza y la alegría de esta Presencia Consoladora.

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Los discípulos de Emaús, encontrados por Jesús en el camino, son reconfigurados en su experiencia vital desde una relectura de sus historias que el mismo Jesús hace con ellos: “No sentíamos arder nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba la Escritura?” (Evangelio de Lucas cap. 24, 32). Así el envío al mundo, del Hijo en la persona de Jesús, que hace el Padre es, para quienes compartieron el tiempo histórico con Él, un acontecimiento que adquiere su real densidad y profundidad desde la perspectiva del encuentro con Jesús Resucitado y la experiencia de su oficio de consolar. En Tiberíades el Apóstol Juan lo reconocerá en la abundancia de la pesca: “Es el Señor” (Evangelio de Juan cap. 21,7). Y nacerá en ellos una nueva mirada a la Promesa de Salvación de Dios a todos, desde el comienzo de la Creación, que los impulsará en adelante a continuar en sus vidas esa misma misión de Jesús. Ahora serán su colaboración, sus manos y sus pies los que continúen restaurando vidas en la misión de Jesús de compasión por el mundo, el oficio de consolar.

Del mismo modo que a sus discípulos, hoy Jesús nos invita a que miremos el mundo con sus ojos, que nos contagiemos de su mirada y forjemos una mirada de discípulos comprometidos con el mundo que Dios tanto ama. Una mirada que sintonice con

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su corazón y su misión de compasión, y que nos lance al encuentro de los hermanos. Jesucristo quiere necesitar de nosotros, elige contar con cada uno de sus discípulos, contigo, conmigo con todos los que más se quieran comprometer con su misión. Y nos invita a colaborar con él, con su estilo, a su modo, para que hoy sean tus pies y los míos los que recorran el mundo, tus manos y las mías las que trabajen con Él por los que sufren y necesitan consuelo. ¿Qué le dirías a este Gran Señor que hoy te pregunta, “vienes conmigo”?

• El Señor me ha enviado para vendar los corazones desgarrados. (Libro del Profeta Isaías cap. 61,1)

• Si ves un pobre, no vuelvas el rostro, y Dios no apartará su rostro de ti. (Libro de Tobías cap.4,7)

• Tengan entre ustedes los mismos sentimientos del Corazón de Jesús (Filipenses 2,5)

• Jesús tuvo compasión del hombre enfermo de lepra, lo tocó con la mano y dijo: Quiero, queda limpio. (Evangelio de Marcos cap. 1,41)

• El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres… (Evangelio de Lucas cap. 4,18)

• Contemplar cómo las tres personas divinas miraban toda la planicie o redondez de todo el

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mundo… […] El primer punto es ver las personas, las unas y las otras; y primero las de la faz de la tierra, en tanta diversidad, así en trajes como en gestos: unos blancos y otros negros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo, unos sanos, otros enfermos, unos nasciendo y otros muriendo, etcétera. (San Ignacio, Ejercicios Espirituales 102 y 106)

4.b. Una entrada bíblica desde la compasión “¿Qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?” “¿Qué está escrito en la ley?” “¿Qué lees en ella?” “¿Quién es mi prójimo?” El Evangelio de Lucas nos trae un relato en el que estos interrogantes dan vueltas en el diálogo entre Jesús y un letrado. Y empieza el Señor a narrar… “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos, y se marcharon, dejándolo medio muerto” (Evangelio de Lucas cap. 10, 25-37). Y esa parábola, esa construcción del relato le sale al Señor de las entrañas, del corazón, pues caminaba las calles muy atento a los mendigos, necesitados que veía tirados en las orillas de los caminos.

Y esta vez nos cuenta que este hombre, que no tiene nombre, sólo dice de él que era un “hombre”, bajaba

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de Jerusalén a Jericó ciertamente un camino peligroso, nada sencillo de hacer en ese tiempo. Y este hombre debía saberlo y aun así se decide a “bajarlo”, bajo su riesgo. Y ha encontrado lo que era de esperarse, que ese peligro abstracto se concretara en una acechanza real. Unos forajidos lo asaltaron y lo dejaron medio muerto. Podríamos decir que se la buscó o que lo debió haber previsto. Como tantas veces pensamos de las personas que conocemos que toman decisiones riesgosas y sufren las consecuencias negativas de ellas. Y allí ha quedado este hombre tirado, desvalido y necesitado. Y así por ese mismo camino pasa un sacerdote y luego un levita. Personajes conocidos de esos tiempos, hombres religiosos y bien formados, ocupados de la piedad y el culto a Dios. Sin embargo “haciendo un rodeo”, diríamos “esquivando el bulto”, siguen su camino. Miran para otro lado, cierran su corazón y no ven o “no quieren ver” al desdichado hombre tirado y necesitado de ayuda. Puede ser también para nosotros una gran tentación, si estamos cerca del mundo de lo sagrado, vivir lejos del mundo real donde los hermanos luchan, trabajan y sufren y quedarnos cómodos en nuestros espacios devocionales alejados de la realidad. Enfermos de una espiritualidad intimista encerrada en las paredes

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de los templos. Otras tantas veces muchos de nosotros pasamos de largo siguiendo nuestro camino, metidos en “nuestros temas” sin siquiera advertir si alguien necesita de nosotros.

En el relato construido por Jesús para quienes lo seguían, no serán los hombres del culto los que mejor nos pueden indicar cómo hemos de tratar a los que sufren, sino las personas que tienen un corazón misericordioso. No es el culto la clave, sino el amor. Pues por el camino se acerca un samaritano. Claramente no viene del templo. No pertenece al pueblo elegido de Israel. Tampoco es una persona valiosa a los ojos de los que oían en ese momento a Jesús. Es más bien un personaje no querido, de quien nada bueno podía esperarse. Los samaritanos estaban enemistados con los judíos, pues éstos acusaban a los primeros de no ser fieles al Dios de Israel y en cambio adorar a otros dioses.

Sin embargo, este samaritano, sí se detuvo, prestó atención al hombre tirado en el camino y lo asistió. Prestemos atención a algunos detalles del relato. ¿Qué ha movido a este samaritano a detener su marcha? Sólo la misericordia y la compasión, pues este hombre desconocido y medio muerto no iba

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a poder retribuir ningún gesto que este samaritano tuviera con él. Es que la misericordia es la única reacción verdaderamente humana ante el sufrimiento del otro. La misericordia del samaritano humaniza, la indiferencia del levita y del sacerdote del relato deshumaniza. La compasión es la actitud radical de amor que ha de inspirar la actuación del ser humano ante el sufrimiento de los demás.

Este samaritano “lo ve”, es decir que no pasa distraído, va atento, presta atención y se da cuenta de aquello que los otros dos ignoraron. También se detiene y asiste al caído, curas sus heridas con aceite y vino. Es que la compasión no es un sentimiento sino un principio de acción, un principio que nos mueve a actuar. ¿Cómo? Miremos al samaritano:

1. Ve, se da cuenta que sufre.

2. Se detiene, y pierde el tiempo con el que está tirado.

3. Se desvía de lo propio y deja lo de él, el camino que había planeado.

4. Da lo que el otro necesita, invierte tiempo, dinero y creatividad para aliviar al otro.

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No son datos menores el aceite y el vino. El Samaritano comparte lo que tiene con el que lo necesita sus gestos son un bálsamo, son compasión concreta y suave representada en la historia por el aceite. Y esta actuación restaura y reconstruye la vida de la persona, la pone en camino y en marcha nuevamente, le devuelve la alegría de vivir, la capacidad de celebrar y disfrutar la vida, simbolizados por el vino sobre las heridas.

Y así el samaritano, se encarga del hombre, se hace cargo y lo carga sobre su montura. Lo lleva a la posada para que allí lo sigan ayudando. Es la posada lugar de acogida, de puertas abiertas y de recibimiento para los que llegan heridos como este hombre. Símbolo de nuestro corazón, de nuestras vidas, de nuestras comunidades y de la Iglesia misma que debe ser “de puertas abiertas” para acoger y recibir a quienes la vida los ha dejado tirados en los caminos. Así “las posadas” deben:

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1. Abrir las puertas y recibir 2. Hacer lugar 3. Cuidar 4. Volver al camino
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Este relato nos puede ayudar a dejarnos interpelar ¿Quién es el samaritano? Sino el mismo Jesús que nos muestra su estilo, su modo de proceder, el núcleo de la misión que el Padre le ha encomendado. La compasión es el rostro del Padre y el principio que configura toda la vida, la misión y el destino de Jesús.

Creer en Jesús no es creer una doctrina o un conjunto de buenos preceptos, es seguir a una persona que con su actuación nos pregunta ¿a qué nos dedicamos? ¿a quién amamos? ¿qué hacemos en concreto por hombres y mujeres que sufren en el mundo, cerca y no tan cerca nuestro?

Por aquí pasa nuestro seguimiento y la conversión de nuestro corazón, hacernos disponibles a la misión de compasión que inauguró Jesús y que nos deja simbolizada en este relato. Hemos de acercarnos más a las personas que vamos encontrando en la vida para ofrecerles nuestra amistad fraterna y nuestra ayuda solidaria. Hemos de encarnar un amor “práctico” a los hermanos.

Por eso Jesús nos dirá: “ve tú y haz lo mismo”. Que equivale a decirnos, ve tú y haz con los demás lo

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que tú has experimentado. Quien se siente amado y salvado no puede si no amar y procurar alivio para sus hermanos.

Es este relato una invitación a recorrer las palabras de Jesús con el corazón, a sentirnos salvados por Él, buen samaritano, cuando hemos estado tirados por la vida a orillas de los caminos. A darnos cuenta de nuestros rodeos y cegueras para no ver las necesidades de otros. Y a experimentar a Jesús buen samaritano que nos salva, nos suaviza las heridas con aceite y nos devuelve la alegría con el vino nuevo de su amor. Para finalmente ser nosotros Iglesia posada, que acoge, que recibe, que cuida y que vuelve al camino a los que Jesús va poniendo en nuestras vidas.

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ENTRADA

DESDE LA PERSPECTIVA DE LA FE

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5. Entrada desde la perspectiva de la Fe 5.a. La iglesia es misionera.

La idea y la experiencia de misión nos abre a la exploración y precisión de algunas preguntas: ¿De qué misión se trata? ¿Quién la envía? ¿De qué modo? ¿A quiénes? Y parece conveniente al inicio de este buceo en el extenso mundo de la misión detenernos en algunas palabras del Papa Francisco en Evangelii Gaudium, que nos pueden iluminar el tema: “La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús: “Id y haced que todos los pueblos sean mis

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discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado” (Evangelio de Mateo cap. 28, 19-20). En estos versículos se presenta el momento en el cual el Resucitado envía a los suyos a predicar el Evangelio en todo tiempo y por todas partes, de manera que la fe en Él se difunda en cada rincón de la tierra y la presencia del Reino sea. En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de “salida” que Dios quiere provocar en los creyentes. Abraham aceptó el llamado a salir hacia una tierra nueva (cf. Libro del Génesis cap. 12, 1-3). Moisés escuchó el llamado de Dios: “Ve, yo te envío” (Libro del Éxodo cap. 3, 10), e hizo salir al pueblo hacia la tierra de la promesa (cf. Libro del Éxodo cap. 3,17). A Jeremías le dijo: “Adondequiera que yo te envíe irás” (Libro del Profeta Jeremías cap. 1,7). Hoy en este “id” de Jesús, están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva “salida” misionera. Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan luz del Evangelio” (Papa Francisco Evangelii Gaudium nº 19 y 20).

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Decimos que la Iglesia es misionera, que su esencia es la misión, la salida y el éxodo. No hay Iglesia para sí misma, ni para sostenerse a sí misma sino Iglesia por y para los demás. La Iglesia como comunidad de creyentes no es la sumatoria de los que han creído en Jesús por su propia cuenta y que se reúnen para sí mismos, sino que la Iglesia es una realidad que procede de Jesús, es algo previo a los creyentes que acoge y, alberga en su seno a cada una de las personas que forman parte de ella por su fe en Jesucristo. La fe de cada uno de los que forman parte de la Iglesia es plena y perfectamente posible sólo en comunidad, en esa santa comunidad que procede de Jesucristo sostenida por su Espíritu.

La Iglesia, ese cuerpo místico de Cristo, su esposa, no debería ser una Iglesia que le importe ella misma y su subsistencia, sino una Iglesia de los hombres y mujeres y para los hombres y mujeres. Es deber de la Iglesia ser para los hombres y no para sí misma. Por eso es en ese ser para los demás que debe forjar testigos que, como signos para todos, pongan de manifiesto la gracia de Dios que actúa en todas partes del mundo. Por tanto, la “eclesialidad” en la Iglesia ha de significar que todos los hombres y mujeres de Iglesia sirvan a todos sin excepción. Pues la Iglesia es para servir. El corazón de la Iglesia es la oración y de

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la oración y el encuentro con el Resucitado emerge el servicio. Por tanto, servir está en el corazón de la misión. “Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud” (Evangelio de Marcos cap. 10,45). Servir a los pobres, ancianos, enfermos, excluidos, marginados de la sociedad; a todos los que no tienen poder y no pueden aportar ni poder, ni fama, ni éxito ni pagar por su servicio. La Iglesia, y decimos así, los hombres y mujeres que forman parte de ella deben luchar por la justicia, la libertad y la dignidad humanas aunque eso los perjudique. Misión por tanto es salvaguarda de lo humano, del hombre en toda su unidad, espíritu corporal y cuerpo espiritual; salvaguarda del hombre que es también misterio, del hombre de la eternidad y de la finitud.

Si la Iglesia procede de Jesús, también de Él proceden la misión y el envío. Jesucristo envía a su misión de compasión. Pues Él es el enviado del Padre y nosotros somos enviados en El, por Él y cómo Él.

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Y somos enviados porque el mismo Jesucristo ha querido contar con nosotros para llevar adelante la misión que el Padre le ha encomendado. Él nos ha enviado. Jesús es envío del Padre, pues Él es el Reino, el corazón del mundo que habita todo lo creado. Y también es enviado, la segunda persona enviada desde toda la eternidad a “hacer redención”. Y así, como todo lo que existe, existe por Él y en Él, así nuestra misión y nuestro envío existen por el Hijo, en el Hijo y proceden del Hijo. Con la ofrenda de nuestras vidas nos hacemos hijos con el Hijo y compartimos su misión.

En definitiva, la misión de compasión por el mundo es la misión de Jesús, la que el Padre le encomienda y a la que Él nos llama y nos hace sus colaboradores. ¿Y qué es una misión de compasión?

Una misión de perfecta y plena entrega a todo lo creado, en la medida del propio límite y posibilidad. Y el modelo de entrega es el propio Dios. Dios que sin dejar de ser Dios puede darse al mundo en la encarnación del Hijo, en la salida de sí mismo como Ágape, constituyendo la verdad, la realidad y la posibilidad fundamental de Dios.

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Dicho en otras palabras, la esencia de Dios es esa entrega perfecta, esa salida de sí. El Padre en la salida plena y entrega perfecta de Amor engendra al Hijo e inspira al Espíritu Santo. En su esencia de entrega, de Amor perfecto, Dios no puede otra cosa más que amar. Y en ese “amar y entregarse” sirve, nos sirve, se hace nuestro servidor.

El amor perfecto de Dios es oblativo, entregado, salido de sí mismo, tan perfecto amor que crea lo que ama. Y así como el Hijo es engendrado en el Amor del Padre, todo lo que existe es creado en el Hijo, con la vida del Hijo, participando del Hijo. Y como el Padre ama a su Hijo engendrado ama a todo lo que ha creado por el Hijo, porque ama al Hijo.

¡Todo este laberinto para atisbar el misterio! Intentar poner en palabras, que no podrán expresar en toda su extensión la exuberancia del Amor de Dios que al engendrar al Hijo lo envía a su misión de amor, de misericordia, de compasión para “hacer redención del género humano”, en la eterna encarnación del Verbo en la que se hace presente el Dios Trinidad. A esa misma misión somos llamados, y unidos por

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Jesucristo, como colaboradores de su misión de amor. En ella, será nuestra vida la que complete la acción de Jesucristo en el mundo, la que cristalice el amor de Dios en gestos concretos, la que llegue a todas las periferias existenciales, restaurando vidas, siendo testigos de la gracia de Dios presente en todos los rincones de la creación.

Jesús nos llama a todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, para que unidos a Él colaboremos con su misión de compasión, ayudando a llevar a plenitud el Reino que ya está entre nosotros, que es, ya pero que todavía no.

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ENTRADA DESDE LA PERSPECTIVA ESPIRITUAL

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6. Entrada desde la perspectiva Espiritual

6.a. Voluntarios del Reino del Padre

El mundo actual enfrenta numerosos desafíos, por eso el Santo Padre nos invita a rezar y a ser más conscientes de las consecuencias de las crisis en las que estamos inmersos, la económica, la causada por el terrorismo, la violencia contra el planeta, las persecuciones políticas y religiosas. Francisco nos llama a rezar y a movilizarnos, como seguidores de Jesús, para colaborar con su misión de compasión por el mundo, en la construcción de un mundo más fraterno y solidario. Nuestra disponibilidad apostólica a Su misión de compasión es la clave de nuestra misión.

Aun cuando el panorama mundial puede presentarse desolador, la crisis actual, no ha logrado apagar el anhelo profundo que existe en el ser humano, de que el mundo sea más digno, justo y fraterno para todos. El gran desafío que tenemos los seres humanos, creyentes o no, es encontrar caminos nuevos para hacer que la vida sea más humana, digna y sana. Y de esto se trata la misión de compasión, entusiasmarnos, vibrar, trabajar… en definitiva orar y movilizar nuestras vidas por los desafíos que nos propone el

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Santo Padre cada mes en sus intenciones de oración. Estos desafíos son el lugar de encarnación de la misión de Cristo para la Red Mundial de Oración. Allí, en las intenciones de oración del Papa, se concreta nuestra misión.

Debemos recuperar el entusiasmo por la misión de Cristo, la pasión por su Reino de Justicia y de Amor. Pero, además, los seguidores de Jesús, no llevamos la misión adelante de cualquier modo, lo hacemos con el estilo de Jesús. Así, es el Camino del Corazón que nos ayuda a sintonizar con las actitudes y sentimientos de Jesús y salir al encuentro de los hermanos.

Del encuentro personal e irremplazable que tenemos con Él en la oración, brotarán de nuestro interior los sentimientos y las actitudes que movilizaron el Corazón de Jesús cuando vio el sufrimiento de tanta gente. Él buscó ante todo que la existencia de las personas sea más digna, y propuso con su vida un estilo particular para que el mundo sea más justo. Acercándonos al Corazón de Jesús, nos acercamos también a sus sufrimientos y a sus sentimientos por todos. Por eso El Camino del Corazón que estamos recorriendo nos conduce a una misión de compasión por el mundo.

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Necesitamos dejar que el Amor de Dios nos alcance y que las actitudes de Cristo nos marquen el estilo personal. De allí surgirá en nosotros el entusiasmarnos por su causa o su misión concreta, la pasión por Su proyecto de vida más humana y dichosa para todos. El Amor del Señor nos forja Su estilo para Su misión.

El amor del Padre manifestado en Jesús no es teórico. Es un amor concreto en palabras, gestos y obras que debemos encarnar en nuestra vida en el lugar en el que se nos concreta la misión: los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia.

6.b. Seguidores del Resucitado

En la Iglesia, y conformando una Red Mundial de Oración, cada uno de nosotros es un apóstol de la oración, o como le gusta decir al papa Francisco, «discípulos misioneros». Colaboramos con Jesús en su misión, respondiendo al llamado particular que nos hace el Papa por medio de sus intenciones.

Cada mes el Santo Padre pide que movilicemos nuestro amor, para que no quede sólo en palabras o sentimientos epidérmicos. Nuestra manera de amar a Jesús debe reflejarse en gestos de compasión,

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El Camino del Corazón solidaridad y misericordia con los demás. Nuestro amor en la Iglesia debe anunciar a Cristo. «La Iglesia ha de llevar a Jesús: este es el centro de la Iglesia. Si alguna vez sucediera que la Iglesia no lleva a Jesús, sería una Iglesia muerta» (Homilía Santa Marta, 7 de septiembre de 2013).

Él nos envió a que todos los pueblos sean sus discípulos (Evangelio de Mateo cap. 27, 19), por medio de acciones que expresen que el reino de Dios ya está entre nosotros. Nuestro modo de vivir en la sociedad actual debe ser una alternativa de estilo de vida, que construya relaciones más sanas y un mundo más justo y fraterno.

Si creyéramos un poco más en la fuerza del testimonio y el poder transformador que tienen nuestros gestos en el corazón de los demás, nos esforzaríamos para que el mundo siga creyendo que Jesús sigue vivo en medio nuestro. Nadie se convence que Cristo es Buena Noticia para el hombre por medio de discursos, tratados o documentos. Cuando las personas en el evangelio se encontraban con el Maestro, quedaban atraídos por Él, porque manifestaba interés auténtico y verdadero por sus vidas. ¿Cómo hemos de proceder nosotros? Revelando con nuestros gestos que el otro

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nos importa. Esta actitud es fruto de la oración y del encuentro personal con Jesús, que nos hace mirar a las personas con sus ojos.

El Papa Francisco ya ha repetido en varias ocasiones que «Quien no cree o no busca a Dios quizá no haya sentido esa inquietud porque le ha faltado un testimonio». Nuestra responsabilidad como discípulos misioneros es anunciar con nuestra vida, que Dios ama al hombre incondicionalmente. Y para que podamos expresar correctamente ese amor, debemos discernir bien qué gestos concretos hacen creíble ese amor, y cuáles no pertenecen al corazón del cristianismo. Cada vez que nuestros compasión, solidaridad y misericordia alcanzan la vida de las personas, que se sienten excluidas de un sistema que descarta vidas, estamos haciendo presente el Reino de Dios. Cuando contribuimos a promover una sociedad más justa y fraterna, más sana, digna y solidaria, estamos anunciando que el proyecto del Padre es una realidad siempre presente.

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El Camino del Corazón

Los cristianos debemos ser una alternativa creíble de que es posible vivir de manera más humana, y en una sociedad donde se construya una «cultura del encuentro». Nuestro estilo de vida debe ayudar a desterrar de la sociedad el crecimiento de la soledad, la incomunicación y el pragmatismo en las relaciones.

La invitación que nos hace el papa Francisco, cada mes, es rezar y movilizarnos juntos para hacer frente a los desafíos que tenemos por delante. Esta es la manera de sintonizar con el Corazón de Jesús, que no permaneció indiferente ante el sufrimiento de la humanidad. La actuación de Jesús fue siempre en provecho de una vida más saludable y fraterna para todos.

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LAS PALABRAS DEL PAPA

7. Entrada desde las palabras del Papa

“Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. Pero «ninguna definición parcial o fragmentaria refleja la realidad rica, compleja y dinámica que comporta la evangelización, si no es con el riesgo de empobrecerla e incluso mutilarla».

Ahora quisiera compartir mis inquietudes acerca de la dimensión social de la evangelización precisamente porque, si esta dimensión no está debidamente explicitada, siempre se corre el riesgo de desfigurar el sentido auténtico e integral que tiene la misión evangelizadora.

El kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad.

Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que «con ello le confiere una dignidad infinita».

Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne

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Camino del Corazón

humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Su redención tiene un sentido social porque «Dios, en Cristo, no redime solamente la persona individual, sino también las relaciones sociales entre los hombres». Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales: «El Espíritu Santo posee una inventiva infinita, propia de una mente divina, que provee a desatar los nudos de los sucesos humanos, incluso los más complejos e impenetrables». La evangelización procura cooperar también con esa acción liberadora del Espíritu. El misterio mismo de la Trinidad nos recuerda que fuimos hechos a imagen de esa comunión divina, por lo cual no podemos realizarnos ni salvarnos solos. Desde el corazón del Evangelio reconocemos la íntima conexión que existe entre evangelización y promoción humana, que necesariamente debe expresarse y desarrollarse en toda acción evangelizadora. La aceptación del primer anuncio, que invita a dejarse amar por Dios y a amarlo con el amor que Él mismo nos comunica, provoca en la vida de la persona y en sus acciones una primera y fundamental reacción: desear, buscar y cuidar el bien de los demás.

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Esta inseparable conexión entre la recepción del anuncio salvífico y un efectivo amor fraterno está expresada en algunos textos de las Escrituras que conviene considerar y meditar detenidamente para extraer de ellos todas sus consecuencias. Es un mensaje al cual frecuentemente nos acostumbramos, lo repetimos casi mecánicamente, pero no nos aseguramos de que tenga una real incidencia en nuestras vidas y en nuestras comunidades. ¡Qué peligroso y qué dañino es este acostumbramiento que nos lleva a perder el asombro, la cautivación, el entusiasmo por vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia! La Palabra de Dios enseña que en el hermano está la permanente prolongación de la Encarnación para cada uno de nosotros: «Lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, lo hicisteis a mí» (Evangelio de Mateo cap. 25,40). Lo que hagamos con los demás tiene una dimensión trascendente: «Con la medida con que midáis, se os medirá» (Evangelio de Mateo cap. 7,2); y responde a la misericordia divina con nosotros: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados; dad y se os dará […] Con la medida con que midáis, se os medirá» (Evangelio de Lucas 6,36-38). Lo que expresan estos textos es la absoluta prioridad de la «salida de sí hacia el hermano» como uno de los dos mandamientos principales que

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fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual en respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios. Por eso mismo «el servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la misión de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia». Así como la Iglesia es misionera por naturaleza, también brota ineludiblemente de esa naturaleza la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve.” (Papa Francisco, Evangelii Gaudium nº 176 a 179). Para profundizar. Recursos. Anexo Tres. “El marginado con hogar”.

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ENTRADA DESDE LA PERSPECTIVA DE LA ORACIÓN

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PASO
8 | El Camino del Corazón

8. Entrada desde la Perspectiva de la Oración

8.a. Los desafíos de la compasión

Las personas dejamos huellas en los demás. Algunas son dolorosas, pero otras están llenas de amor, aceptación, compasión, misericordia. A muchos tenemos que agradecer lo que somos. A lo largo de nuestra vida seguramente nos encontramos con personas que nos dieron el consejo oportuno, un

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apretón de manos, y no faltaron los abrazos cálidos y amables que nos dieron seguridad y contención. Esas personas han dejado una huella de amor imborrable. ¿Puedes imaginar la huella imborrable que dejó Jesús en todas aquellas personas a las que curó, liberó, resucitó? Jesús se encontró con un pueblo necesitado de compasión y se brindó a ellos hasta la muerte.

Pero Jesús no era un curandero. No vino a remendar la vida de las personas o a poner paños fríos a los conflictos, sino a iniciar una revolución interior, profunda, que comienza en el corazón de todos los hombres y que espera que se extienda a todos los confines del mundo. Inauguró una misión de compasión.

Jesús nos invita a vivir desde la compasión como actitud fundamental de vida. La compasión resume el amor que recibimos de Jesús y el que estamos llamados a dar a los demás. Es la síntesis de la dinámica amorosa en la que el Señor nos «primerea» en el amor y la compasión y nos invita reproducirla con los demás. ¿Cuenta con nuestra colaboración para que la propuesta de amor del Padre llegue a todos los confines del mundo? Jesús no fue indiferente al dolor, a la esperanza y a la fe de su pueblo. Dejó que la vida de los demás resonaran fuertemente en

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su corazón y obró en consecuencia con su amor y misericordia. Aquellas situaciones fueron desafíos de su tiempo que tocaron profundamente su corazón. Seguramente fueron temas de conversación con su Padre durante sus momentos de oración.

Para tener parte con Él necesitamos transformar nuestro corazón, sintonizar con el suyo, escuchar la voz de Dios en nuestro interior y aprender a mirar con sus ojos. Solamente así habrá garantía de disponibilidad interior para lo que el Espíritu de Dios nos inspire. ¿De qué manera desarrolló Jesús su misión de compasión y cómo podemos colaborar nosotros con él?

El primer desafío con el que se encontró Jesús fue comunicar que el amor de su Padre es gratuito. Esta fue y será el primer y más grande desafío. Sentirse amado gratuitamente. Es maravilloso sentirnos amados por quienes somos y no por nuestros logros y conquistas. Vivir el amor gratuito es una experiencia que nos funda como seres humanos. Cuando podemos experimentar este amor, nos abrimos a la relación con los demás con un corazón agradecido. No hay experiencia más honda para engendrar un corazón compasivo que sentirse amado incondicionalmente.

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Camino del Corazón

Jesús, necesita que entendamos que el amor que Él nos tiene no se debe a nuestros logros y conquista personales. Esa experiencia de amor es la que nos abre a la compasión por los demás.

El segundo gran desafío que reconoció Jesús en su tiempo fue ayudar a los demás a recuperar la confianza en ellos mismos. Cuando por alguna circunstancia de la vida no hemos logrado realizar nuestros sueños o alcanzar nuestras metas, sentimos interiormente que nuestras fuerzas decaen y la confianza se resquebraja. Ese es el momento en que necesitamos de esa palabra oportuna que logra devolvernos la confianza. Esa mano firme que se extiende y logra que nos pongamos nuevamente de pie. Jesús ayudó a que muchos recuperaran la confianza en ellos mismos y así sintieran que su vida vuelve a resurgir. Es la experiencia de renacer lo que nos vuelve a poner en marcha. Sentir que alguien nos ayuda a recuperar la confianza en nosotros mismos es una de esas vivencias que con mayor fuerza se graban en el alma. La presencia de otro, su ayuda, su aliento, puede ayudarnos a redescubrir nuestro valor ante el Señor y cómo el Señor nos mira. Por eso, la confianza en nosotros mismos debe surgir del propio valor de quienes somos ante Dios, y del sentirnos amados por Él.

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El tercer desafío que percibió Jesús fue la necesidad de ayudar a los demás a experimentar el perdón y la misericordia. Cuando amamos a otro de verdad anhelamos no defraudar. Queremos ser fieles y entregarnos de corazón a esa relación. Pero en ocasiones no somos los suficientemente coherentes con ese deseo de entrega y fallamos. Todos hemos experimentado lo que significa quebrar la confianza de otro, y cuando ello ocurre sentimos un dolor enorme y una necesidad de restablecer la comunión. Porque nuestro corazón fue creado para la comunión, cuando sentimos que la hemos roto necesitamos recuperarla. Sentirnos perdonados, es la experiencia más grande del amor gratuito. Porque cuando no hay mérito para ser amado, cuando ha quedado al descubierto la propia miseria y no hay máscara que pueda ocultar la fealdad del pecado, hay alguien que vuelve a creer en nosotros y nos ofrece nuevamente su amor y confianza. Jesús restableció el vínculo de amistad entre Dios y los seres humanos. Nos comunicó que el Padre no se cansa de perdonar y de ofrecer su amor.

Jesús reconoció numerosos desafíos presentes en la sociedad de su tiempo, que hizo visibles y a los que les dio respuesta. Desafíos que eran desigualdades, vacíos, injusticias, opresión, exclusión unos de otros,

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Camino del Corazón sin sentidos de ese tiempo que traían sufrimiento a numerosos hombres y mujeres. Jesús contempló, rezó a Su Padre y discernió estas realidades, a las que luego les dio respuesta. Así, en primer término, Él enseñó que al que llamaban Dios era “Padre” de todos, que amaba a todos sin excluir a nadie y especialmente a los más frágiles, necesitados y pobres. Padre que hacía salir el sol sobre justos e injustos.

Ese mismo Espíritu de Jesús que a Él inspiró en aquel tiempo, inspira hoy en el seno de la Iglesia los desafíos de este tiempo, para atender y dar respuesta. En la actualidad estos son los desafíos de la humanidad y de la misión de la Iglesia que están presentes en las intenciones de oración del Papa. Estos desafíos la Iglesia los discierne contemplando el mundo y percibiendo las intenciones del Corazón compasivo de Jesús.

El Papa como obispo de Roma y sucesor de Pedro hace visibles los desafíos de nuestro tiempo, al modo como Jesús los percibió y se los comunicó a sus discípulos. Jesús entendió que para dar respuesta a esos desafíos no podía hacerlo solo, sino que era

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necesario hacerlo en comunidad. Hoy, la Iglesia, nos invita formar parte de esta Red Mundial de Oración que por medio de la oración y la acción colabora con Jesús en su misión de compasión por el mundo.

La Red Mundial de Oración del Papa quiere conectar a las personas con el Corazón de Jesús, para que, sintiendo como Él, puedan hacer suyos los desafíos que nos da la Iglesia en el mismo espíritu de Jesús, y colaborar en la construcción del Reino. Para profundizar. Recursos. Anexo Uno. “Escandalizar con la ternura”.

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9. Propuesta de Ejercicios

9.a.

Disponibilidad a la misión de Cristo

Te invitamos a que entres en un ejercicio inspirado en el libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Es una adaptación de los puntos 230 a 237. Toma un tiempo para estar de corazón a corazón con el Señor. Haz silencio interior y entra en clima de oración:

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1. La primera cosa que conviene fijarse es que el amor ha de ponerse más en obras que en las palabras. El amor es decisión y obra concreta.

2. La segunda cosa, a su vez, es que el amor es comunicación en la que los que se aman se dan y comunican de lo que tienen y pueden. Cada uno da en la medida de su haber y poseer y según su posibilidad. Y mutuamente los que se aman expresan cariño, amor y entrega en lo que se dan recíprocamente.

Luego que hayas tomado un tiempo para considerar estas dos cosas, imagina que te encuentras frente a todos los Santos y Santas del Cielo, e incluso frente a la Madre de Jesús, con los ángeles del Señor. Allí todos para ti y acompañándote en este momento. Ellos serán tus testigos y tus aliados.

1. En este momento pídele al Señor que te dé a conocer todo el bien que Él te ha dado y tú has recibido. Que te ayude a reconocerlo y a gustarlo para que habiéndolo reconocido por completo, enteramente, puedas hacerte disponible a su misión de compasión por el mundo, y colaborar en ella con Él.

2. Trae a tu memoria lo que has vivido en este recorrido de El Camino del Corazón. Vuelve a

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El Camino del Corazón

pasar por el corazón el don del Amor del Padre manifestado en Jesucristo; el modo en el que Él conociendo tu corazón herido y necesitado nunca ha dejado de estar a tu lado para perdonarte, sanarte y liberarte de aquellas cosas que te esclavizan. Vuelve a mirar el mundo entre sus tensiones de Vida y de muerte y cómo el Espíritu del Señor viene en tu ayuda y apoyo cuando eliges la Vida. Medita, reflexiona sobre el bien que el Señor te regala sosteniéndote en la Vida como creatura amada y salvada por Él. Y luego de haber gustado en tu interior estas cosas pregúntate ¿qué querrías ofrecer al Señor como respuesta de amor a tanto bien que te da? ¿Qué piensas sería justo, conveniente o deseas entregarle a Él?

3. Mira ahora cómo el Señor está presente y viene a ti en todo lo creado, en las personas con quien compartes, amigos, familia; en toda situación que vives en el trabajo, los estudios, la diversión; en los lugares que recorres, en la naturaleza toda, animales, plantas, aire. En aquello creado que conoces y en aquello que ni siquiera sabes de su existencia en algún lugar del planeta. Otros hermanos, de otros continentes, países. Recorre el mundo, pierde el tiempo con tu imaginación en todo lo creado que el Señor te ha regalado para que al verlo lo tengas presente a Él, para llamar tu

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atención. Y pregúntate ¿qué sientes en tu corazón al contemplar tanto regalo? ¿Qué te surge del corazón? ¿Qué estarías dispuesto a ofrecer?.

4. Considera en este momento cómo el Señor obra y trabaja por ti en todo lo creado. Mantiene la vida, la perfecciona, la hace crecer. El Señor mora en las cosas y las creaturas, trabaja en toda situación y dispone las cosas para el bien de los que ama. Medita y gusta del modo en el que el Señor desde el interior de lo creado trabaja y sostiene la vida para ti. ¿Qué surge desde tu interior? ¿Qué respuesta das al Señor por este trabajo que hace por ti?

5. Mira cómo todo lo creado no ha podido darse vida ni sostenerse en ella por sí mismo. Todo absolutamente todo proviene del Padre. Todo es don, el bien, la belleza, la justicia, la bondad, toda cualidad que hay en ti proviene de Dios, todo lo que admiras y amas proviene de Dios. Él es dador universal, nada hay fuera de Él, todo existe en Él, por Él y para Él. Hasta tú mismo. Contempla lo que amas, lo que admiras, las cualidades en tus hermanos. Deja que tu corazón se afecte y siente gusto por tanto regalo que hay en el mundo.

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6. Ofrece al Señor todo lo que eres y tienes, pues de Él vienes, ofrece tu vida haciéndote disponible al servicio de Su misión de compasión por el mundo. Ora con devoción y afecto nuestra oración de Ofrecimiento para cerrar este momento de oración.

Padre Bueno, sé que estás conmigo. Aquí estoy en este nuevo día. Pon una vez más mi corazón junto con el Corazón de tu Hijo Jesús, que se entrega a mí y que viene a mí en la Eucaristía, que tu Espíritu Santo me haga su amigo y su apóstol, disponible a su misión de compasión. Pongo en tus manos mis alegrías y esperanzas, mis trabajos y sufrimientos, todo lo que soy y tengo, en comunión con mis hermanos y hermanas de esta Red Mundial de Oración. Con María, te ofrezco mi jornada por la misión de la Iglesia y por las intenciones de oración del Papa y de mi Obispo para este mes. Amén.

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6.a. Practica del Examen Temático

Aquello que define el centro de nuestro carisma en la Red de Oración del Papa es “la actitud de disponibilidad”. La apertura de corazón y de mente para dejarnos conducir allí donde nuestro servicio sea mayor en la misión de compasión de Jesucristo por el mundo. Pero esa actitud de disponibilidad no es que se concrete en aquella o en esta obra, sino que es una disposición interior que se concretará o no en una acción.

Y como ya hemos meditado esta misión se nos concreta en las intenciones de oración que el Papa nos encomienda cada mes. Estas intenciones son desafíos del mundo que piden ser atendidos, nuestros hermanos y nuestra casa común sufren sus consecuencias negativas. No debemos engañarnos pensando que estos desafíos algunas veces tocan realidades lejanas a nosotros y que sólo podemos rezar a la distancia sin involucrar nuestra acción. Cada mes, de cada desafío es posible desentrañar actitudes concretas para nuestra vida diaria que pueden ayudarnos a “bajar a tierra” la intención que se nos confía. Y ese es el gran desafío “hermanarnos” en la intención llevando a nuestra vida cotidiana las actitudes de base que yacen en cada intención.

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El Camino del Corazón

Por ejemplo, cuando el desafío nos propone “rezar por los jóvenes de África para que encuentren oportunidades de trabajo y estudio en sus propios lugares”, podemos rápidamente pensar en los jóvenes y las oportunidades que tienen en nuestras propias comunidades, barrios, países. Y cómo nosotros nos involucramos o podemos involucrarnos en esta concreción.

En este momento te proponemos releer el modo en que concretas en tu vida diaria las actitudes que están en la base de la intención de este mes. Si las llevas a la vida cotidiana.

1. Inicia este momento de relectura tomando distancia de tus actividades cotidianas. Haz silencio en tu corazón, respira varias veces de manera pausada. Toma consciencia que el Señor se hace presente a ti y viene a tu encuentro.

2. Agradece al Señor tu participación en la Red Mundial de Oración del Papa y el llamado que te hace en ella a ser apóstol al servicio de su misión de compasión por el mundo. Agradece que Él te elige.

3. Repasa la intención que el Papa nos encomienda y trata de descubrir qué actitudes de base están en ella: diálogo, paz, concordia, creatividad,

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solidaridad, escucha, ser puente, cultivar la oración, etc.

4. Piensa cómo vienes viviendo en el mes estas actitudes. Haz memoria por días, en tu familia, trabajo, diversión, comunidad.

5. ¿Qué te gustaría haber vivido de manera diferente?

6. ¿Qué deseas hacer en adelante? ¿Qué actitud concreta deseas cultivar para lo que resta del mes?

7. Toma nota de tu propósito.

8. Ponlo a los pies de Jesucristo y pide ayuda al Espíritu Santo para ser disponible a cultivar la actitud propuesta.

9. Despídete del Señor y cierra este momento. Para profundizar. Recursos. Anexo Dos. “Rezar con la vida”.

10. Recursos: 10.a. Anexo Uno Escandalizar con la ternura

J. Vanier dice en su libro titulado Amar hasta el extremo, que «Jesús nos pide que le sigamos por el camino de la pequeñez, de la comunión, de los corazones,

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del perdón, de la confianza y de la vulnerabilidad, sin renunciar, en otros momentos, a asumir el papel de responsables, de maestros, llamados a ejercer una cierta autoridad sobre personas y grupos con fuerza y justicia, bondad y humildad. Nos pide que vivamos toda la locura del evangelio: amar sin medida, ser compasivos, no juzgar, sino perdonar sin cesar, ir hasta el amor al enemigo. Esto es imposible si no nos despojamos de nuestros propios vestidos y nos volvemos hombres y desnudos ante Dios para “revestirnos de Cristo”.»

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Sabemos que ser buenos no es nada fácil y que ser coherentes no es tarea que se hace una sola vez para siempre. Supone vivir un deseo continuo de revestirnos de Cristo para comunicar al mundo la belleza, bondad y verdad de su amor. ¿Sabes? Hay personas que dependen de tu coherencia de vida para acercarse a Jesús. Si, necesitan del testimonio de tu vida, de la belleza de tus palabras, de la bondad de tu corazón y del coraje de vivir sabiendo que Dios te ama en toda tu verdad sin juzgarte.

Somos invitados a expresar con sencillez de corazón el amor que Dios ha puesto en nuestros corazones. Debemos asumir el papel de manifestar el mundo la alegría y la esperanza que nace de la fe. Debemos atrevernos a escandalizar con la ternura al mundo.

10.b.Anexo Dos Rezar con la vida

Todos conocemos la antigua tensión que existe entre la oración y la acción. Si rezamos sin una perspectiva social o apostólica se nos recuerda aquello de «No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos» (Evangelio de Mateo cap. 7, 21). Sin embargo, si nos volcamos de lleno a la acción

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apostólica, corremos el peligro de que nos reciten las palabras de Jesús: «Marta, Marta, te preocupas y te inquietas por muchas cosas, cuando una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y no se la quitarán» (Evangelio de Lucas cap. 10, 41).

La oración cristiana corre el peligro, en ocasiones, de transitar por «un camino paralelo a los caminos de la vida» (Velasco, 2008, p. 129). No puede estar desvinculada, indiferente a los acontecimientos del mundo, porque la Iglesia orante no puede olvidar que recibió el mandato de «vayan y hagan que todos sean mis discípulos» (Evangelio de Mateo cap. 28, 19).

El Papa confía cada mes a su Red Mundial de Oración una intención que debemos llevar a la oración y la acción. Esta intención toca la vida de cada varón y mujer del planeta. Es una clave de lectura para comprender el curso de la vida que acontece a nuestro alrededor y un llamado a vivir en coherencia con aquello que estamos orando.

La disponibilidad apostólica que necesitamos cultivar para sumarnos al proyecto de construir el

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Reino de Dios junto a Jesucristo, no será posible sin una conversión de la sensibilidad, y sin una oración profunda, íntima y apostólica. La oración nos conecta con el mundo porque la vida es concreta. «Dios mora en las cosas reales, en los lugares reales y en la gente real» (Velasco, 2008). La Iglesia orante y apostólica está llamada a estar presente allí donde haya necesidad de anunciar la fe, pero también donde haya un abandonado al que acoger, un “desechado” al que integrar, un hambriento al que alimentar, un desnudo al que vestir, un preso al que visitar… En fin, allí donde el corazón compasivo de Jesús quiere estar presente por medio de nuestra ayuda concreta y eficiente. La intención de oración mensual encarna nuestra oración y acción en esta misión.

10.c.Anexo Tres

El marginado con hogar Mirar el sufrimiento a través de la pantalla del televisor es siempre menos impactante y terrible que ver a tantas personas marginadas, y en muchos casos ancianos, que viven en las plazas, en las calles o veredas de nuestras grandes ciudades. ¿Te has detenido alguna vez a mirarlos y acercarte a ellos? Tal vez. Lo cierto es que en la mayoría de los casos vivimos tan aprisa y sólo sumergidos en nuestros pensamientos, que el dolor y el sufrimiento de los demás forman parte del

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paisaje cotidiano. Hay muchas personas que sufren igualmente la marginación, la soledad y el abandono en nuestras ciudades y no están precisamente en la calle. Muchas de ellas son ancianos y circulan por los pasillos de nuestras casas, se sientan en nuestras salas de estar y comparten con nosotros el pan de cada día. No viven en la calle, tienen un lugar donde reposar, pero se sienten igualmente a la intemperie de los afectos y cuidados. No dejan de partir el pan, de alimentarse como es debido, pero añoran ese tiempo precioso que brinda la escucha empática y cordial. El sufrimiento y la pobreza, la soledad y el abandono, la marginación e incluso el mal trato ya no son realidades que solamente vemos en las calles: también están bajo nuestro techo.

El Papa Francisco nos invita a mirar la vida que llevamos y a sumarnos a un gran desafío que presentó en una intención de oración: «Para que los ancianos, marginados y las personas solitarias encuentren, incluso en las grandes ciudades, oportunidades de encuentro y solidaridad». Las calles no deberían convertirse en hogar de alguien, y menos de los ancianos. Pero tampoco nuestros hogares deberían convertirse en un lugar donde nuestros abuelos o personas ancianas sean marginadas. Necesitamos recuperar aquello que nos hace humanos como nos

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PASO 8 | El Camino del Corazón

enseñó Jesús: ser compasivos. Éste es un gran desafío hoy: generar espacios de encuentros con nuestros mayores y ser solidarios con ellos. Recuerda, no solamente la corrupción y las políticas inhumanas generan sufrimiento y dolor en los demás, sino también la indiferencia

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Indice

Paso 8. Una misión de compasión

1. Esquema para orientar el paso. 8 2. Marco Referencial 8

3. Dinámica interna del paso 9

4. Entrada desde la perspectiva Bíblica 14

4.a. Mirar con nuevos ojos 14 4.b. Una entrada bíblica desde la compasión 21

5. Entrada desde la perspectiva de la Fe 30 5.a. La iglesia es misionera. 30

6. Entrada desde la perspectiva Espiritual 38 6.a. Voluntarios del Reino del Padre 38 6.b. Seguidores del Resucitado 40

7. Entrada desde las palabras del Papa 46

8. Entrada desde la Perspectiva de la Oración 52 8.a. Los desafíos de la compasión 52 9. Propuesta de Ejercicios 59

9.a. Disponibilidad a la misión de Cristo 59 9.b. Practica del Examen Temático 64

10. Recursos: 66

10.a. Anexo Uno Escandalizar con la ternura 66 10.b. Anexo Dos Rezar con la vida 68 10.c. Anexo Tres El marginado con hogar 70

Queridos amigos en el Señor, El Camino del Corazón es el itinerario espiritual que propone la Red Mundial de Oración del Papa. Es el fundamento de nuestra misión, una misión de compasión por el mundo. Se inscribe en el proceso iniciado por el Papa Francisco con Evangelii Guadium, “La alegría del Evangelio”. Esperamos que estos materiales ayuden a proponer esta misión de compasión por el mundo con creatividad (retiros espirituales, sesiones de formación, encuentros los primeros viernes del mes, etc.). Es el fundamento de nuestra misión. Nuestra manera propia de entrar en la dinámica del Corazón de Jesús.

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