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Introducción
Domingo Marte
Los estudios y las evidencias han demostrado que el agua es sinónimo de vida. Por igual, las evidencias muestran que los ríos, como exponentes mayores de los cursos fluviales y transportadores de las aguas que contienen, son las redes de la vida. Son aguas que corren día y noche a lo largo de lugares distantes, suplen acueductos que sirven a hogares e industrias, irrigan tierras agrícolas, generan electricidad limpia, y mantienen viva la flora y la fauna ribereñas. Además, alimentan acuíferos, habilitan lugares de pesca, refrescan y alegran a los bañistas, embellecen el paisaje, y crean espacios para la práctica de varios deportes acuáticos. Por causa de huracanes y otros eventos, los ríos pueden provocar inundaciones, pero las posibilidades de que estas ocurran disminuyen cuando las cuencas hidrográficas tienen una adecuada cobertura vegetal. La disponibilidad del agua aprovechable en el país es difícil de proyectar, pero se sabe que es menor que la oferta total debido a que muchas de estas aguas se van al mar, se pierden por fugas varias, y son contaminadas por el ser humano. Además, el impredecible cambio climático no solo ha trastornado los patrones de lluvias y de sequías, sino que los huracanes y otros fenómenos se han exacerbado, destruyendo las fuentes fluviales e infraestructuras de almacenamiento. Estos fenómenos modifican también la disponibilidad del agua. Un reporte de 2016 estima que la República Dominicana cuenta con un promedio total de recursos hídricos al año de 25,900 millones de metros cúbicos, de los cuales el 91 por ciento son de aguas de superficie o sea ríos, lagunas y otros. Un nueve por ciento pasa como escorrentías subterráneas. En cuanto al uso de estos recursos, se estima que el 80 por ciento del agua disponible se destina al riego agrícola, pero con un nivel de eficiencia de solo un 20 por ciento. Los demás usos son el consumo humano (12 por ciento), con una eficiencia de aprovechamiento estimada en un 60 por ciento. El resto está dedicado a los sectores industriales y fines ecológicos. Tanto el reporte anterior como el Plan Nacional Hidrológico Nacional de 2007, elaborado por el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI), indican que la oferta total de agua sobrepasa la demanda, pero que faltan infraestructuras para almacenarla. Más allá de las cifras aproximadas de oferta y disponibilidad, lo palpable es que desde hace años la demanda de agua es creciente debido al aumento de la población, el aceleramiento de las actividades agrícolas, industriales y turísticas y, lamentablemente, por los desperdicios de agua. Lo significativo es que en muchos lugares del país el racionamiento de agua ya es común, así como las disputas por su distribución y control en zonas urbanas y, principalmente, en las rurales. Por el lado de la producción, si estudiáramos qué ha pasado para que en la mayoría de nuestros ríos la cantidad y calidad de agua hayan disminuido, convirtiéndose algunos en simples hilos de agua o, en casos extremos cadáveres tendidos en lechos de piedra y arena, encontraríamos la respuesta en los daños causados a nuestras cuencas hidrográficas, tanto por la deforestación en las partes altas y medias, como por el socavamiento de los cauces en las partes bajas. No se puede dejar fuera de la ecuación que del agua producida se pierden cantidades apreciables por la contaminación química, el vertido de desechos y de residuos sólidos. Y todavía hay más: la sanidad de nuestras playas y mares está ligada a la salud de los ríos. A pesar de lo anterior, ahí están nuestras cuencas, ríos y acuíferos. Aunque su capacidad para producir, transportar y almacenar agua en cantidad y calidad están menguadas, todavía hay oportunidad de actuar, con seriedad y sostén, para devolverles parte de la capacidad perdida. Si no lo hacemos, el deterioro será mayor y estaremos malogrando los planes del bienestar colectivo por el que todos clamamos y merecemos, poniendo en riesgo la sostenibilidad del país. Este libro, “Ríos dominicanos. Redes de vida”, tiene como propósito aumentar el conocimiento de nuestros recursos hídricos superficiales, sus valores y sus condiciones actuales. Es un recorrido textual, gráfico y fotográfico por los principales ríos y sus afluentes, por algunos de sus charcos, saltos y cascadas, por las presas y canales, sus aprovechamientos diversos y las infraestructuras construidas para lograrlo. Se resaltan las condiciones de la cobertura vegetal en las cuencas hidrográficas. La presentación en el libro está individualizada por cada cuenca que sustenta el río principal y sus afluentes, mostrada como un eje vertical que corre de oeste a este del país. Complemento importante de este libro es el documental Redes de Vida, una serie de cuatro capítulos que presentan un valioso extracto de las funciones y valores de los ríos, y sus aprovechamientos turísticos, agrícolas, hidroeléctricos, así como el apoyo que prestan a muchas comunidades para su desarrollo económico. Otro complemento novedoso y de interés es la aplicación móvil “Ríos dominicanos”, que permitirá ubicar de forma rápida la localización de algunos de los ríos más importantes del país, con imágenes de sus atractivos y las informaciones necesarias para conocer estos recursos naturales desde el plano digital.
2. PARA INFORMARNOS MEJOR
El Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INDRHI) indica que la Red Hidrográfica Nacional está constituida por 97 ríos que desembocan en el mar, 556 afluentes que se unen a los anteriores - denominados afluentes secundarios - y 1,197 afluentes terciarios, cuyas aguas les caen a los secundarios. Los ríos de mayor longitud son, en kilómetros: Yaque del Norte (300); Yuna (203); Yaque del Sur (186); Ozama (136); Artibonito (119 en su porción dominicana); Boba (91); Bajabonico (90); Soco (90); Haina (82); Ocoa (65); Yásica (81) e Higuamo (70). Debido a la presencia de cavernas y otras depresiones de la tierra, muchos ríos son subterráneos o se sumergen en algunos tramos de sus cauces. Tal es el caso de los ríos Brujuelas, en Santo Domingo, capital dominicana; el Nizaíto y Bahoruco, en Paraíso, provincia Barahona, en el suroeste del país; Las Damas, en Duvergé, provincia Independencia, también en el suroeste y otros. ¿De dónde viene el agua de los ríos? Se sabe que parte del agua líquida contenida en los mares, lagos, ríos y otras fuentes se evapora por el calentamiento del sol. Ese aire húmedo y caliente, o vapor de agua - ayudado por el viento y temperaturas más altas - sube a la atmósfera. Ahí se mezcla con polvo y otras partículas, y bajo condiciones de temperaturas más bajas se condensa en forma de nubes. Otra variante importante sucede cuando una masa de aire húmedo y caliente sube por la pendiente de una montaña, se enfría y luego se condensa para generar las nubes, que en esencia son gotitas diminutas de agua. Otro fenómeno equivalente es el ascenso, enfriamiento y condensación de las masas de aire húmedo provocadas por centros de baja presión atmosférica como huracanes, tormentas tropicales y vaguadas. Cuando en algunas nubes las gotitas de agua se unen, pesan más y caen a la tierra, incluyendo a los ríos y al mar en forma de lluvia, o de nieve en otras latitudes. El agua de muchos de esos ríos desemboca en el mar; y se repite la evaporación y los otros eventos mencionados. Es un proceso continuo, denominado ciclo del agua. Por la explicación anterior podría inferirse que los ríos solo tienen agua cuando llueve, pero no es así. ¿Por qué en algunos lugares el cauce de los ríos se mantiene con agua, aun en tiempos de sequía? Si el terreno donde cae el agua tiene una cobertura vegetal apropiada, en el suelo se puede formar una barrera de troncos de árboles, raíces y hojas. Así, parte del agua corre con lentitud y otra es infiltrada al interior del suelo y se almacena en él. En el caso de zonas montañosas, el resultado es que esa agua fluye gradualmente en forma superficial o subterránea como ríos, arroyos, arroyuelos, cañadas y venas que llegan al cauce colector de un río principal. Sin embargo, si el terreno tiene poca cobertura vegetal, el agua que cae se transporta con rapidez, se infiltra poco y erosiona parte del suelo superficial empobreciéndolo. Otro fenómeno que abastece de agua a los ríos ocurre en lugares de altura donde hay presencia de bosques nublados (bosques que casi siempre están rodeados de nubes). Ahí, el cuerpo y las hojas de los árboles, al rozar constantemente con las nubes, ordeñan el agua que estas tienen y producen lo que se llama la lluvia horizontal. Esos eventos tienen una conclusión de mucha importancia: las lluvias no bastan. Sin vegetación arbórea, preferiblemente bosques, las cuencas hidrográficas, los ríos y otros cursos fluviales no tendrán agua en cantidad y calidad apreciables. Otro aspecto
importante es que si en el territorio de una cuenca hidrográfica existe un área protegida, la cobertura vegetal en esa área tendrá más posibilidades de conservarse, lo que beneficiará la producción de agua y otros valores. Cuencas hidrográficas. Se denominan así los espacios geográficos donde nacen y se trasladan las aguas de los ríos y otros cursos fluviales, y toman el nombre del río principal. Esos espacios están delimitados en sus cabezas y por dos de sus lados por topes de montañas. Desde ahí las aguas corren hacia el fondo, al cauce del río principal. Es importante anotar que, en la mayoría de los casos, los nombres de los afluentes de los ríos principales pierden su nombre cuando se unen a estos últimos. Ejemplo: el río Yaque del Norte y el río Jimenoa se unen en la famosa Confluencia, en la ciudad montañosa de Jarabacoa. Pero de ahí en adelante lleva el agua del afluente, y se llama Yaque del Norte. Las montañas, colinas u otros accidentes topográficos de la parte alta que dividen una cuenca de otras se llaman divisorias de agua. Cada cuenca principal está formada por subcuencas. Por ejemplo, la cuenca del río Ozama cuenta con las subcuencas de La Isabela, Savita, Yabacao y otras. En las cuencas se distinguen las partes altas, medias y bajas. La cantidad de cuencas hidrográficas del país varía de acuerdo con el criterio de dos instituciones: el INDRHI y el Ministerio de Medioambiente y Recursos Naturales (MIMARENA). La primera contabiliza 97 y la segunda 47, divididas en 30 principales y 17 cuencas costeras. Estas diferencias se atribuyen a sus enfoques de planificación que le permiten agregar o desagregar las formaciones naturales. Los 12 ríos con cuencas de mayor área son, en kilómetros cuadrados: Yaque del Norte (7,044), Yuna (5,498), Yaque del Sur (4,972), Ozama (2,685), Artibonito (2,614 en la porción dominicana y 6,399 en la haitiana), Higuamo (1,182), Soco (1,051), Yásica (824), Bajabonico (678), Ocoa (677), Boba (624) y Haina (564). Para el presente libro se escogieron 25 cuencas principales. En algunas de ellas se insertan comentarios de ríos ubicados en cuencas contiguas o cercanas a las descritas. Es importante recordar que la existencia de los ríos dominicanos se debe también a las cordilleras y otras formas de montañas que tiene el país, porciones que se encuentran en cada cuenca. Ellas atrapan las nubes y favorecen el nacimiento y el flujo primario de nuestros ríos. Hay que mencionar la porción terrestre de Los Haitises, valioso reservorio de aguas subterráneas que alimentan muchos de nuestros ríos. En los relieves geográficos se destacan las cordilleras Septentrional, la Central (Madre de las Aguas) y la Oriental. Son importantes también la existencia de sierras como las de Yamasá, en la provincia Monte Plata, ubicada en la región central del país; Samaná, al noreste de la isla; Martín García, en Bahoruco, y la de Neyba, en el suroeste del país. Estuarios. En los ríos que desembocan en el mar, estos dejan un mensaje de despedida que sella su valor. Hay un área anterior a la desembocadura final llamada estuario, cuya característica principal es la mezcla de agua salada y dulce. Esta propiedad, junto a otras condiciones, incuba el desarrollo de plancton que es básico en la cadena alimenticia de los mares y favorecen el desarrollo de manglares, el desove y el crecimiento de especies con alto valor ecológico y económico como anguilas, lisas, camarones, jaibas, cangrejos, aves y de millones de microorganismos. Los estuarios se sitúan entre los ecosistemas más productivos de la tierra. Los más reconocidos del país son los de los ríos Yuna, en Sánchez, en la región norte; y los ríos Soco, Cumayasa, Higuamo, en la región este del país; y Bajabonico, y Yásica, en el norte, entre otros.
Cuenca Río Pedernales1
36.5 kilómetros. Sin embargo, de estos, 11.9 kilómetros desde el noroeste de la región fronteriza hasta el cruce de la carretera de Mencía llevan el nombre de río Bonito. El caudal histórico mensual medio (aforado en el Paso de Sena) es de 1.73 metros cúbicos por segundo (m³/s).
Esta cuenca se encuentra en el extremo suroeste del territorio dominicano, y es fronterizo con Haití. La superficie total en ambos países es de 348 kilómetros cuadrados, de los cuales la mitad pertenece a la República Dominicana. Los principales drenajes que contribuyen con el nacimiento del río Pedernales se encuentran en la comunidad Los Arroyos. Del territorio haitiano emanan también drenes en las comunidades Platón Pistache y Bois Codeine, desde altitudes que oscilan entre los 1,300 a 1,700 metros sobre el nivel del mar. El río tiene 40 kilómetros de longitud y el cauce que delinea parte de la frontera tiene El río Pedernales alimenta el acueducto del municipio que lleva ese nombre, y mediante un dique derivador suple 0.25 metros cúbicos por segundo de agua para el riego agrícola regional. Existe un caudal similar para Haití. Hasta ahora se toman 0.075 metros cúbicos por segundo para el acueducto. Este río, en el extremo suroeste de la República Dominicana, es la única oferta importante de agua dulce superficial y cercana para cumplir con la demanda presente y futura del municipio de Pedernales, y el ansiado proyecto turístico que se propone construir en Cabo Rojo, en la misma provincia. Su principal afluente es el río Mu-
Río Pedernales, sector Mulito, sirve de frontera. 17
Río Mulito
lito, cuyas aguas frescas y cristalinas - y la cadena de pequeñas cascadas que engalanan su curso - lo convierten en un atractivo turístico para bañistas y amantes de la naturaleza. De este último río se toma agua para operar una pequeña hidroeléctrica. La deforestación de la cuenca pone en riesgo el uso presente y futuro de los dos ríos.
El lugar de nacimiento del río Mulito no está definido, pero es probable que sea en las cercanías de la Loma La Manigua, Sierra de Bahoruco, cordillera que corre entre Haití y República Dominicana. La gran mayoría de los demás afluentes son temporales y solo drenan en períodos de lluvia. Como en otras áreas, en la confluencia de los citados ríos hay una gran deforestación en el lado haitiano.
Parte del agua del río Mulito se utiliza para operar una microhidroeléctrica con capacidad instalada de 68 kilovatios. Se inauguró en 2017, con intenciones de beneficiar a 314 familias en las comunidades de Mencía y Altagracia, en esa importante región. En el año 1979, los gobiernos de la República Dominicana y Haití inauguraron un dique derivador del río Pedernales, construido a
Río Pedernales en área fronteriza y dique derivador de agua
un costo de RD$214,368.00, que aporta 0.25 metros cúbicos por segundo del caudal derivado para cada país. En el caso dominicano las aguas se usan para alimentar el acueducto que sirve a parte del municipio de Pedernales y para irrigar cerca de 14,600 tareas (918 hectáreas), en terrenos situados cerca del kilómetro 4 al este de la ciudad de Pedernales.
Una porción de 66.47 kilómetros cuadrados del Parque Nacional Sierra de Bahoruco, se encuentra dentro de la cuenca alta del río Pedernales y de sus drenajes. Pero existe una franja transversal de 16 kilómetros cuadrados de este parque que cada vez más incluye actividades agropecuarias, incluyendo el establecimiento creciente de plantaciones de aguacate. Esta situación pone en peligro las manchas de bosque nublado del parque y las principales fuentes del agua del río. La deforestación amenaza también la valiosa flora y fauna del Parque Sierra de Bahoruco, hábitat de especies endémicas y aves migratorias, que atraen tanto a científicos como a turistas nacionales y extranjeros.
La desembocadura del río Pedernales en el mar Caribe se ha ido deteriorando por la desaparición paulatina del bosque ribereño. Le afecta también la extracción de arena y el precario flujo de agua, que solo se alivia en períodos de lluvias.