Tamaro

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“TÁMARO Y La Vasija Originaria” Antonia Lara Gómez Junio 2011 Ilustraciones / Historia / Diseño: Antonia Lara Gómez Editado por: María Soledad Gómez C. Queda prohibida la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento sin la autorización de la autora. Colaboraron: María Soledad Gómez / Historia Andrés Alday A. / Diagramación.

Escrito e ilustrado por

Antonia Lara Gómez


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erca del pequeño pueblo de Yaco, en una hermosa punta de playa vivía Támaro. Era una zona de pocos habitantes, rara vez el niño se encontraba con alguien cuando salía a caminar.

En aquel tiempo en que ocurre esta historia, Támaro habia cumplido 13 años y vivía con sus padres, ambos eran buzos y amaban con pasión la naturaleza. Támaro jugaba en ese maravilloso lugar todas las horas que la luz del sol y sus estudios se lo permitían, sin importarle el frío o calor. Trepaba árboles y saltaba las rocas con gran habilidad. Conocía muy bien ese mundo de conchitas, piedras y plantas, las que observaba con mucha dedicación para descubrir siempre alguna nueva o diferente, siempre llegaba a su casa con nuevos tesoros en los bolsillos para alegrar a sus padres. Era un lluvioso día de invierno. Támaro trataba de poner atención a su libro de Historia al lado del fuego, no lo lograba porque en su mente aun resonaban las palabras de su profesor. Esa mañana le había dicho que el pequeño pájaro negro aceitoso que había encontrado sobre unas algas, tenía que ver con la mancha oscura que hace tiempo veía a lo lejos. Un barco había derramado petróleo. Pe-troleo trató de recordar. Su profesor de Ciencias siempre le contaba de cómo el hombre dañaba la naturaleza para beneficiarse. Los llevaba a recorrer la playa, recogían conchitas, piedras y trozos de cerámicas para luego revisar y observar una a una. Les daba una clase completa por cada pieza. ¡Cuánto sabia su profesor! También se enojaba mucho cuando les contaba del daño a los animales y plantas, golpeaba la mesa muy fuerte con el puño y gritaba. -¡Son unos bárbaros los hombres! Su cuello se agrandaba y su cara se ponía muy colorada. Usaba un sombrero negro que estaba muy gastado y sucio. Decía que se lo sacaría sólo si el hombre dejaba de usar la naturaleza para enriquecerse. Los demás profesores y los alumnos mayores se burlaban de él y le decían que tendrían que enterrarlo con el sombrero puesto porque eso jamás pasaría.

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Esa tarde Támaro estaba contento, le llegaba desde la cocina un rico olor a machas que su madre preparaba, pensó que hace tiempo que no las había comido. En esa zona, estos moluscos estaban escasos. De pronto la lluvia comenzó a sonar cada vez mas fuerte y más fuerte, el viento soplaba, y el techo de coirón parecía que no aguantaba. Támaro saltó del sillón, agarró una chaqueta y corrió hacia la puerta. - ¡Mamá! ¡Se me olvidó el pajarito! ¡Lo dejé en la cueva de las rocas!, ¡Voy y vuelvo! Desde la cocina se escuchó a la mamá -¡Támaro!, estás loco!, no salgas con esta tormenta! ¡Que este niño no salga así! -Nadie respondió. Bajó corriendo muy rápido, apenas podía ver con la lluvia que le corría por su cara. Justo antes de llegar donde había dejado al pequeño pájaro, se desequilibró. El viento lo impulsó a correr más fuerte de lo conveniente y Támaro cayó al tormentoso mar al resbalar con una roca. Se vio envuelto por el agua en un turbulento torbellino de espuma y algas que lo golpeaban contra las rocas. De pronto todo se calmó, vio una ballena iluminada de luz azulada que lo rodeaba a cierta distancia, había un maravilloso silencio mezclado con un canto inexplicablemente placentero y majestuoso. Un gran empujón lo lanzó desde el mar hacia las rocas. Un poco ahogado se intentó parar, pero se deslizó sobre algo rígido y resbaloso. Lentamente comenzó a subir la vista, cuando se dio cuenta que aquello en lo que había resbalado era un enorme ojo. Algo insondable lo miró desde este círculo brillante rodeado por párpados rocosos. Asustado Támaro salió corriendo. Cuando llegó arriba su casa no estaba, miró a un lado y otro pero su querido hogar, junto con sus padres, había desaparecido.

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Desconcertado decidió sentarse bajo un enorme árbol que estaba sobre una pequeña colina. Angustiado y triste, se acurrucó como un gusanito y cayó en un profundo sueño. Despertó en la noche con una fuerte luz de luna sobre su cara. Al sentarse vio que estaba rodeado por cientos de pequeños animalitos que estaban mirando en dirección al mar. Támaro ya no estaba tan asustado, pudo sentir el apoyo de estos marsupiales sobre su corazón. El niño se agarró la cabeza en un gesto de confusión, al verlo así los animales se pararon y avanzaron por un sendero. El entendió que debía seguirlos. Le costaba ir tras ellos porque corrían cada vez más rápido y se perdieron entre los árboles. Entonces decidió parar. Con la mente muy confusa escuchó unos ruidos que parecían humanos y caminó hacia ellos. Desde lejos a través de los árboles vio unos personajes morenos, de mediana estatura, comiendo algunos crustáceos y peces, a la luz del fuego, al menos eso le pareció, y tenían unos extraños artefactos en la boca. Támaro cayó sentado de la impresión, comenzó a entender lo que estaba pasando. Primero su casa no estaba, había un montón de fieles yacas que estaban casi extinguidas y un grupo de indígenas que comían alrededor del fuego. No podía ser otra cosa, estaba en el pasado. Cuando logró que su corazón se calmara y del miedo pasara al desconcierto, entendió que necesitaba saber lo que estaba pasando y encontrar una explicación a todo esto. Volvió al lugar donde cayó para investigar todo desde el principio. Vio en la roca algo que reflejaba luz, parecía un pedazo de cerámica, más nueva que las que solía encontrar. Brillaba y tenía el color del mar. Jugó con ella en su mano, mientras observaba curioso a su alrededor Comenzaba a amanecer y se abrazó a si mismo para pasar el frío. -Batos, eran batos, nativos- escuchó una voz ronca y serena. Asustado se dio vuelta y miró el enorme ojo que había visto hacía un rato. -No te voy a pedir que te tranquilices, al parecer lo sabes hacer muy bien. -Muéstrame lo que tienes ahí .

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Támaro abrió su mano y brilló el trozo de cerámica. - Por fin llegas muchacho, dijo La Roca -¿De qué hablas? ¿ Por qué llegué y por donde ? -Escucha con atención, te voy a contar una historia. Los seres humanos, que en un principio eran parte de la naturaleza, se mezclaban integrándose a ella como un todo. Incluso cuando el hombre miraba las estrellas acostado sobre la tierra, sentía que observaba en conjunto con todo lo que lo rodeaba. De a poco los hombres se fueron aislando. Esto hizo que perdieran la capacidad de comunicarse entre sí y con el resto de las cosas que habitaban la tierra. Así dejaron de ver el significado de los actos naturales. Támaro pensó que hablaba como su profesor pero mucho mas calmado. -Yo, La Roca, soy la encargada de enseñarles a los Batos a mirar la vida con tranquilidad. A disfrutar, pero también a luchar. A darle el tiempo que necesitan las cosas. Támaro creyó entender. Pero quería saber por qué él estaba ahí y donde estaba su familia y su casa. La respuesta de La Roca fue - Tienes una misión. -¿Yo una misión? y ¿cuál misión es esa? - Preguntó confundido y angustiado. - Encárgate de averiguarla, yo estaré aquí siempre, ya es de día y podrás mirar todo mejor. La Roca esconde su enorme ojo entre los parpados rugosos. Un montón de emociones transformadas en mariposas dentro de su estómago le hicieron sentir a Támaro que esto que estaba pasando era muy importante. Fue hacia la playa donde el mar mojaba tranquilo la arena. Todo era diferente. Los bosques más frondosos e impenetrables. La puntilla llena de hermosos y variados arbustos. Animales que corrían de un lugar a otro, muchos que nunca había visto. Los pájaros sonaban más felices. En la playa no había nadie, además de las gaviotas y otros pájaros costeros. Ya no estaba el condominio de casas iguales que había ahí. En vez de eso, un maravilloso humedal, los cerros muy verdes, con plantas altas de enormes y húmedas hojas. En las rocas había montones de pingüinos conviviendo tranquilos con su entorno. Támaro volvió a las rocas desde donde divisó una numerosa familia de chungungos. Uno de ellos parecía despedirse del resto. Era inevitable mirar el espectáculo. Además siempre había tenido una fascinación por esos lindos mamíferos.

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De pronto el animalito que se alejaba del grupo se dio vuelta, corrió hacia el, se paró al frente y lo miró directo a los ojos. Luego trepó por sus pantalones hasta llegar a su cuello, y se posó como una bufanda. -Continúa- le pareció que decía. Támaro pensó que lo mejor era hacerle caso a este confiado animal que se sentía tan seguro. Caminó con su nuevo amigo por la playa mirando sorprendido la gran cantidad de estrellas y soles de mar que había entre las rocas, así como caracoles y ostras. Era nuevo para él que ningún animal le temía. Normalmente cuando salía a caminar por la playa, todos los pájaros o insectos arrancaban corriendo o volando. Pensó en voz alta que el hombre debia haber hecho cosas muy malas para provocar ese miedo en los animales y otra vez se acordó de su profesor. El chungungo se sentó a su lado y le dijo que esto que pasará en el futuro, no solo será culpa del ser humano, los animales tampoco harán su trabajo muy bien. En el momento que sienta que el hombre toma el poder y que no le interesa cuidar el planeta; la naturaleza se enoja, y en ese periodo de tiempo dejarán de comunicarse. El ser humano pensará que podrá arreglárselas solo, usando la naturaleza a su antojo porque hay mucho de todo. Comenzará a cometer muchos errores, a crear nuevas cosas, nuevas comodidades sin importarle que está dañando la naturaleza. En algunos casos el daño no lo verá de inmediato y si lo ve tampoco le importará mucho. De ahí para adelante no se llevaran bien ni siquiera entre los propios hombres. - Todos sufriremos las consecuencias -dijo el pequeño chungungo, puso la cabeza gacha y soltó una lágrima. Entonces se sacudió y enérgico dijo - Para eso falta mucho, y tu tienes una muy importante pero difícil misión. - Cuéntame chungungo, cuál es mi misión. - Parte de tu misión es que lo averigües, ya vas encaminado. Y mi nombre es Juan, Juan Chungungo.

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El chungungo se quedó pensando y dijo - Bueno, para ser justos, sí habrá algunas personas y grupos humanos que mantendrán en parte ese contacto con la tierra y lucharán por ella. Támaro se paró y enseguida Juan Chungungo le trepó por la espalda. Juntos salieron a caminar en silencio por el bosque. Junto a su nuevo amigo pasó tres días con sus noches, conociendo una maravillosa diversidad de animales y milenarios bosques. La cuarta noche Juan Chungungo se alejó corriendo hacia las rocas y todo se tornó más enigmático y tenebroso. Támaro intranquilo y curioso, divisó agazapado entre dos árboles, a un señor de brazos largos que lo estaba mirando. Era completamente verde, con un terno sucio y una elegante corbata roja. Se acercó para verlo mejor. Todo en la mente de Támaro se confundió, ese curioso hombrecillo usaba chaqueta y corbata, pero, esa ropa formal se invento mucho, mucho tiempo después de ahora, pensó Támaro. Sus facciones eran muy distintas a la de los Bato, que eran los únicos seres humanos con que se había topado. Támaro lo estudió con la mirada. - ¡Te diste cuenta que estoy! -grita el señor de la corbata roja. ¿O no? dice luego con tono inseguro. - ¡Perdón! ¿Quién es usted?- dice Támaro. - ¿Está aquí igual que yo? ¿Es usted real?. -¡Nada ¡ nada aquí es real, todo es una pesadilla. Los magos, los Chamanes malditos, odio la magiale gritó el hombrecillo. El tipo se tomó el pelo y comenzó a caminar en círculos. -¡Alto, para!- Le gritó a su vez Támaro- ¿Cuál es tu problema? ¿Tu también tienes una misión?, tu no eres de aquí, traes puesta ropa del futuro.

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El hombre se detuvo, miró a Támaro y se sentó en el piso mirando hacia arriba - Son hermosos, hermosos los árboles. No puedo dejar de quererlos, le dijo extrañado. Mira, siéntate en la tierra como yo. Támaro miró a todos lados y acompañó al hombre verde de la corbata roja. - Mira muchacho- le comentó- Yo estoy pagando, estoy pagando por todos los árboles que desaparecieron, por todos los que maté, por todo el dinero que gané convirtiendo a estas hermosas criaturas en objetos para la vanidad del hombre, deambular entre ellos para siempre, recordándome el daño que les hice, es un castigo eterno. - ¿Pero quién te hizo estar aquí? Támaro preguntó desconcertado - Me trajo un Bato, un maldito brujo… pero no hablemos de eso… - Soy muy egoísta, ambicioso e incompetente. Pero debieron haberme convertido en árbol, no hacerme esto, no tienen piedad, magos malos, malos... Así continuó repitiendo. Se hizo tarde. Támaro prefirió volver y caminó pensando en aquel personaje que parecía venir del futuro y haber hecho algo malo. Nuevamente le vino a la cabeza su agitado profesor. Al llegar a las rocas Juan Chungungo se le subió encima otra vez. - Quiero comer- le dice Támaro-Tengo mucha hambre, estos días solo hemos comido frutos. - Que mal educado de mi parte - dice Juan. Se bajó del cuello del niño, comenzó a correr por las rocas y se tiró al mar. Támaro miró absorto la felicidad que había en el rostro de su amigo, la manera en que este pequeño ser disfrutaba cada uno de sus propios movimientos. Como su cuerpo se movía al ritmo del agua. -¡Ven nademos! - Gritó alborotado Juan. Támaro se quitó la ropa y se zambulló seducido por la magia del mar. Abrió los ojos y vió todo muy nítido, como si sus ojos tuvieran un nuevo don. Por debajo del agua Juan Chungungo le señaló una roca. Habían muchas especies de peces, piedras, plantas y apetitosos moluscos. Támaro y el chungungo tomaron algunas conchas y subieron a la superficie, se sentaron en una roca y comieron con avidez.

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Volvieron al mar a disfrutar del espectáculo de las especies, todo en unas cantidades inexplicables, los peces los rodearon y Támaro se sintió feliz, conectado con el mar, bailaban los peces y los moluscos, todo era muy divertido. Luego de comer y jugar se tumbaron relajados sobre una roca entibiada por el sol. Támaro pensó que esta era la forma de vivir, si él podía nadar y mirar el cielo junto a su amigo chungungo, todos los hombres también podían hacerlo. Convivir con su amigo estos días le había enseñado tanto. Su corazón se llenó de felicidad, se paró y se puso a dar saltos, ante la mirada divertida de Juan que no acababa de entender muy bien por qué tanto alboroto. Continuaron descansando hasta que su pequeño amigo le tiró el pantalón indicándole que mirara hacia la Puntilla. Venían caminando un grupo de 10 batos, en dirección hacia donde estaban ellos. - ¡Juan! Escondámonos - dijo Támaro -¿Por qué? ellos no pueden verte- Respondió Juan con tranquilidad. Los Batos Se veían fuertes y caminaban en fila, en su mayoría eran jóvenes. El orificio de su labio inferior que todos tenían, era enorme. Al medio del grupo había uno diferente, tenía más edad que el resto y llevaba en la mano algo parecido a una pipa. Claramente era más importante, caminaba más derecho y vehemente. A lo mejor era aquel mago del que tanto hablaba el señor verde del bosque. Cada vez estaban más cerca. Mientras más se aproximaban , más fuerte latía su corazón aunque sabía que no lo podían ver. De hecho, ninguno de ellos parecía notarlo. Los vio pasar uno a uno, impresionado por su caminar intenso y silencioso. Al acercarse aquel Bato mas anciano, sus ojos negros e intensos miraron a Támaro directo a los ojos. Casi se cayó del salto que dio su corazón. El Bato lo miró fijo hasta que estuvo frente a él, entonces, giró la cabeza e hizo un gesto, como si le diera su apoyo o mas bien quisiera que Támaro cumpliera bien su misión, o al menos eso le pareció. Los ojos de Támaro y Juan siguieron a los Batos que se perdieron detrás de las rocas, Juan lo miró con una ceja en alto, se encogió de hombros y se tiró al agua otra vez.

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Támaro lo siguió, no podía dejar de pensar en la mirada del Chamán. De pronto frente a sus ojos brilló una luz. Era otro trozo de cerámica similar al anterior. Lo tomó, salió del agua y al juntarlos vio que aún faltaban algunos pedazos. Estaba muy concentrado mirando los dos trozos de cerámica hasta que un sonido intenso lo sobresaltó. No podía escuchar nada más. Vio un lomo negro levantarse de las profundidades del mar, de un tamaño enorme. - ¡ Una ballena!- Gritó Hubo tantas veces que miró durante horas el mar al lado de su papá, soñando ver algún día a este enorme y maravilloso animal. Su padre con tristeza le contaba que quedaban muy pocos ejemplares, que los cazaban sin control y que era probable que nunca pudieran ver alguna. Ahora estaba frente a el, hubiera querido sonreírle a su papá. Se puso triste y quiso estar cerca de La Roca, pensando que en su tiempo casi todas estas criaturas no estarán o quedaran muy pocas. Támaro se sentó acurrucado en la tibia piedra preciosa que era su ojo. En silencio comenzó a llorar. De pronto Támaro tenía mojada toda la ropa y un pequeño río de agua lo deslizó fuera del gran ojo. -Perdón- habló La Roca- mis lágrimas son porque tu tristeza es mi tristeza y es la tristeza de los tiempos, por la forma en que los hombres tratará la naturaleza- dijo la Roca. Y comenzó a llover copiosamente, agua proveniente de todos lados inundaron el lugar. Támaro se agarró de un trozo de roca hasta que nuevamente salió el sol. Muchacho, tendrás que comprender que cada cosa que sucede tiene un sentido, cuando lo descubras, deberás encontrar el camino de vuelta a tu tiempo dijo solemne La Roca.

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Támaro fue a caminar por la puntilla. A aquel lugar que recorría a diario junto a su mamá para recolectar todo tipo de moluscos. Justo al final del sendero donde siempre se sentaban a mirar el mar, vio una espalda morena de pelo largo azabache que tomaba agua de un pequeño estero que el nunca había visto. Támaro se acercó despacio y tímido, aunque sabía que ella no podía verlo, porque recordó la mirada del chamán. La muchacha tenía unos ojos negros y alargados, labios oscuros, las manos finas y unos pies grandes como paletas agarrados a las rocas. Tomaba agua como si fuera bendita. Entonces Támaro estando cerca intentó tocarle la cara con un dedo. Para sorpresa del muchacho, la niña se echó hacia atrás, asustada. La niña Bato miró a todos lados tocando su mejilla. De su mano cayó un trozo de cerámica y se alejó corriendo. Era otro trozo que le hacía juego a sus anteriores piezas. La tomó, se sentó bajo un árbol y buscó las otras piezas en su bolsillo. Intentó unir las piezas de varias maneras hasta que las partes calzaron perfectamente. Se juntaron quedando una sola pieza. Pudo ver que era una hermosa cerámica y que sólo faltaba un pequeño trozo para completarla. Se trataba de una bola del tamaño de sus dos manos juntas. No costaba mucho imaginar lo que faltaba por completar. Ya no cabía en su bolsillo, entonces buscó algunas varas finas para poder amarrarla y colgarla a su cuerpo.

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Se hizo casi de noche preocupado por buscar con qué colgarse la cerámica y estaba muy lejos de su refugio. A esa hora no le gustaba andar por ahí solo por lo que se fue sin las amarras donde La Roca. Támaro se perdió en la fría quebrada por donde bajaba el río. La cerámica brillaba de un tono azul, medio verdoso que iluminaba en parte el camino. Se escuchaban sonidos de sapos y grillos. Quería llegar al río para así poder bajar por su ladera hasta la playa y llegar a las rocas. Cuando caminaba por el borde del estero se sintió observado, apuró los pasos pero alguien se le tiró encima y le intentó quitar la vasija. Támaro la cubrió contra su cuerpo con todas sus fuerzas y entre los forcejeos y tirones, en la penumbra distinguió la cara del tipo que se cree árbol. Sus ojos se encontraron y el hombre de la corbata roja cobardemente salió corriendo. Támaro se quedó en el piso abrazando fuerte su cerámica. Pequeños animales se le acercaron, eran ellas, las yacas. El muchacho abrió los ojos y vió uno de los animales que con sus ojos enormes y sus pequeñas manos le decía que le entregara la cerámica. Támaro por un momento dudó, pero recordó que la naturaleza en esos tiempos era buena, que no existía la maldad, que había un respeto los unos por los otros y esos enormes ojos de bondad no pretendían hacerle daño. Entonces Támaro le pasó su cerámica luminosa. Todas las yacas se juntaron. Támaro vió que se movían de un lugar a otro y que un grupo rodeaba la cerámica. Luego de unos cortos minutos la vasija estaba envuelta en un bolsito tejido minuciosamente. Algunos de ellos se la amarraron a la espalda muy firmemente, quedando muy segura. Abrazó agradecido a todas las yacas que pudo. Se pusieron a caminar y Támaro las siguió camino a su refugio. Se acostó sobre algunas hojas y soñó con la ballena, descubrió que era el símbolo del camino a casa, la conectora de los tiempos. En la mañana despertó con la imagen del tipo que se cree árbol en su cabeza. Corrió hacia el bosque para preguntarle y enfrentarlo por lo del día anterior.

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En la entrada del bosque aparece un pajarito con un pedazo de la cerámica en sus patitas. Támaro lo persiguió, adentrándose más y más en la espesura. Corrió mucho rato, hasta que en un momento el pajarito chocó contra una casa muy mal hecha con pedazos de madera. El pajarito cayó al piso destartalado, con la cerámica agarrada entre sus pequeñas y delgadas patas. Támaro lo tomó con cuidado. Al mirarlo bien se dio cuenta que era el mismo pajarito que habia dejado en las rocas y lo puso en su pecho para protegerlo y darle calor. Entonces el pequeño pájaro sacudió su cabeza, abrió un ojo, luego con dificultad el otro e intentó volar, pero volvió a caer. Támaro se acercó otra vez para ayudarlo. A pesar de los intentos de Támaro el pajarito no quería ayuda e intentaba arrancar. Calma- Támaro lo tranquilizó - No quiero hacerte daño, recuerda que te cuide antes, cuándo estabas lleno de petróleo. Solo quisiera saber si me puedes dar tu cerámica.Mira yo tengo el resto -le mostró su bolso con la cerámica. Quiero juntar todas las piezas para… Cerró los ojos para pensar. La verdad es que no sabía muy bien para que, lo que si sabía es que todo se había dado para que el buscara con entusiasmo todas las piezas. El pajarito notó que para el muchacho era importante, pero no muy convencido de soltar su tesoro brillante, levantó sus patitas y le entregó la cerámica. Támaro sacó del bolsito tejido la cerámica y la unió a esta nueva pieza, quedando ésta completamente redonda. Solo parecía faltar la tapa. Dio un salto de alegría que casi hizo desmayar de susto a la pequeña avecilla, que al rato ya recuperada del susto también se alegró. Estaban los dos mirando ensimismados la vasija. De pronto, el pajarito se puso a aletear asustado, apuntando con su ala por sobre el hombro de Támaro, este solo alcanzó a dar media vuelta y recibió un fuerte golpe en la cabeza.

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Al rato despertó con un enorme dolor. Estaba dentro de una pequeña cabaña de troncos viejos, entremedio de árboles, donde habían algunos pájaros enjaulados y un olor repugnante. Estaba amarrado con unas lianas a uno de los troncos. Por más fuerza que hizo no logró desatarse. Recordó que antes del golpe alcanzó a ver al hombre verde de la corbata roja. Alarmado recordó su vasija, revisó desesperado a ver si la hallaba en algún lado, pero no estaba. Comenzó a llamar, suponiendo que el que lo había amarrado andaba por ahí. - ¡ Señor, disculpeme! ¡Podríamos conversar de esto! ¿Hay alguien? Pero por más que Támaro hablaba Nadie contestaba. Támaro pensó en la yacas y las comenzó a llamar con su mente. No aparecieron y lo encontró entendible, ese lugar era realmente desagradable. Estaba seguro que había alguien muy cerca porque se sentía observado. -Vamos señor yo te llevaré de vuelta al lugar donde quieres estar, pero primero debes desatarme. Se escuchó un ruido . -Vamos, suéltame y me muestras tu hogar, todo lo que tienes. Entonces el tipo con los dientes apretados sin poder aguantar esa falta de comunicación que lo estaba desesperando. Se acercó rápida y bruscamente donde Támaro. -¿Si? ¿mi casa en la cuidad? ¿La quieres conocer? Jajaja!,seguro que es mejor que la tuya, que debe estar llena de basura. La mía tiene tres empleados, mas las que cuidan a cada uno de mis hijos Pedro Juanito y la otra mas chica. -Mi mujer es preciosa y tengo los mejores autos, la mejor ropa, el Club, mi casa en la playa, la lancha... Se queda callado, pensando, un rato. Aunque no se para que tantas cosas, si algunas nunca las usé. A lo mejor si no hubiera tenido mi super auto deportivo no me habrían maltratado los brujos, si no hubiera botado tantos árboles, parado tantas torres- No paraba de hablar de sus pensamientos. Después de un largo rato escuchando al hombre, Támaro descubrió detrás de unas rocas amontonadas el brillo de su vasija. -Discúlpeme señor, pero ¿no cree que estar conversando de esta forma es muy poco acogedor? - ¿Podría desamarrarme para tomarnos un vaso de agua? -Nunca te entregaré la vasija, yo voy a volver a mi casa. No tú. Dijo el hombre mirándolo enojado

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Támaro se dio cuenta que la vuelta a casa y la vasija estaban relacionados. Pero tenía que haber algo más, le intrigaba saber cuál era la importante misión que tenía. Por qué el Bato lo había mirado de esa manera. El hombre verde lo miraba amenazante con una piedra afilada en su mano, abrió un paquete hecho de una piel seca de pingüino. A Támaro le dieron un par de tiritones ver en qué se había convertido tan lindo animal. Pensó que para qué trajeron a este hombre del futuro, quizás con el había comenzado la destrucción del hombre a la naturaleza. Mejor hubieran traído a su profesor. -Mira lo que tengo- le dijo el hombre verde de la corbata roja, con voz de burla. Brilló algo rojo. Era la tapa que debía sellar su vasija. El hombre debió haber robado la tapa de la vasija de alguna parte, era algo que sabía hacer muy bien. Támaro necesitaba recuperar su vasija y obtener la tapa. Comenzó a forcejear con las lianas que lo amarraban. El hombre se burlaba de sus delgados brazos de niño soñador, diciéndole que se le iban a estropear. El hombre volvió a la posición amenazante con la filosa piedra. Mirándo su pecho le dice que sin un buen corazón, no podrá volver a casa porque el de él esta estropeado y malo. Támaro le gritó que si estaba loco , si lo mataba su corazón dejaría de latir y así no le serviría. Defendiendo su vida y con todas las ganas de salir de ese horrible lugar dio un grito pidiendo ayuda. Entonces del tronco del cual estaba amarrado, comenzaron a subir unas raíces amenazantes. Se soltaron las amarras que tenían preso a Támaro y éste salió corriendo a agarrar su vasija y la tapa que escondía el malvado hombre. Cuando miró hacia atrás vio al árbol maltratando al señor. Támaro soltó a los pájaros enjaulados, le grió al árbol dándole las gracias y salió corriendo. Corrió hasta llegar a la playa. Decidido a juntar su vasija con la tapa rojiza brillante. Cuando estaba a punto de hacerlo pasó volando un albatros que bajó en picada para soltarle la tapa de las manos y le gritó. - ¡Si no tiene nada, no lo selles! - Uff, otro moderno por aquí. Esos magos van a tener que dar una buena explicación. - Sígueme.

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Partieron los dos caminando hacia La Roca. Cuando llegaron apareció Juan Chungungo. - Dónde estuviste Juan! ¡No sabes lo que me ha pasado! - le dice abrazándolo . - Trabajando mucho Támaro, para lo poco que queda de tu misión - le responde Juan - Así que Támaro ¿eh?- dice la gran ave, amistosa pero algo irónica. - Bueno ¡los invito al evento más entretenido del año! ¡hay regalo de peces hoy Juan!. - Muchas gracias Albatros pero ya tenemos rumbo- dice Juan sabiendo que mas tarde se arrepentirá recordando todos esos peces que caerán del cielo. -¡Ustedes se lo pierden, yo amo este momento! -Y parte volando hacia el mar. Juan le dice a Támaro que lamenta no haber llegado en el momento indicado para ayudarlo con el hombre verde. El destino hizo que las cosas funcionaran como tenían que ser. Que si las cosas pasaron así es porque así tenían que pasar. Támaro lo mira un largo rato tratando de descifrar sus palabras. La Roca abrió su ojo cuando llegaron. De un salto apareció el chamán Bato, y comenzó a oler a Támaro. El se asustó pero se tranquilizó cuando miró al chungungo y este le hizo un gesto de asentimiento. El Chamán agarró al niño de la mano, bajaron por una roca hasta llegar a unos acantilados interiores, donde había agua y animales marinos. Todo apacible y de colores muy nítidos. Muchos Batos formaban un círculo, hombres y mujeres. El chamán entró con Támaro poniéndose juntos al medio del círculo. Le indicó a Támaro que se sentara. El anciano frente a el con la tapa en una mano y la vasija en la otra comenzó una extraña danza. En actitud ritual entregó ambas partes a Támaro y prendió una pipa. Se la pasó a uno de los Batos que la aspiró y la pasó a su compañero, cada uno sopló solemnemente el humo dentro de la vasija que tenía Támaro en su mano, y así también al siguiente Bato y los demás. Támaro pudo observar que el humo se mantenía adentro, sin salir. El Chamán le tomó las manos y juntos levantaron la vasija. En ese momento entraron las yacas con una hoja de nalca que contenía tierra y la vaciaron dentro del recipiente. Apareció también su amigo

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Juan Chungungo que tomó agua de una de las tranquilas posas marinas interiores y la vació en la cerámica. Una libélula que estuvo durante toda la ceremonia volando sobre las cabezas de los Batos, se detuvo por un momento sobre la vasija y de cabeza entró en ella. El Chamán le entregó la tapa a Támaro indicándole que la cerrara. El niño obedeció. Cuando tomaron contacto la vasija y la tapa en el recipiente, aparecieron unos dibujos muy hermosos de triángulos, círculos y rayas y un intenso brillo, hasta quedar convertida en una sola pieza. Los Batos se pusieron a saltar y a celebrar en círculo, cantando y danzando. El Chaman envolvió nuevamente la vasija en el bolso, se la entregó y le pidió que fuera en busca de la ballena en un idioma universal que el muchacho comprendió. Támaro salió corriendo de la cueva, dejando a los Batos atrás alzando sus manos desenfrenados de alegría. Corrió con sus manos afirmando el bolso tejido que cruzaba su pecho sosteniendo la vasija. Támaro pasó por la Roca y la abrazó dándole las gracias por guiarlo y por todo lo que aprendió de ella. - Que ni la tierra, ni el mar, ni el viento, ni las tormentas te detengan Támaro. - Lucha por la tierra, sé fuerte. - No serás el único. -Aplica lo que aprendiste- le decía La Roca, mientras cierra su enorme ojo. En el acantilado lo esperaban Juan chungungo, algunos pájaros volando, muchos animales, las yacas y desde lejos observaba también el hombre que se creía árbol. Juan se le subió por última vez a su cuello rodeándolo en señal de cariño, miró un rato hacia el infinito y se dejó caer en un piquero cayendo en el silencioso mar. Támaro hizo lo mismo. En el gran ócéano corría un ritmo de tiempo diferente. Nadó con fuerza y por mucho tiempo, con sus pensamientos en la ballena, en un estado de completa liberación.

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Cada vez que comenzaba a sentir cansancio, escuchaba el canto de la ballena que lo llenaba de fuerzas otra vez. Pasaban y pasaban los minutos que parecían horas. Se cruzó con un grupo de toninas que lo acompañaron algunas millas. Cuando lo dejaron, Támaro sintió que su capacidad no podía ni un segundo más, se detuvo flotando de espalda sobre el mar. De pronto sintió que lentamente un gran lomo se puso bajo el, era un enorme tiburón Martillo, su cuerpo cansado se desplomó y descansó confiado encima del animal. Navegaba como un jinete experto sobre el tiburón, que se desplomaba pesado y ágil sobre unas enormes ondas mar adentro. Unos pájaros piqueros, unas golondrinas de mar y varias aves revoloteaban, se le acercaban dándole mucha fuerza y ganas de continuar. Támaro hubiera alargado ese momento para siempre pero los pájaros tenían que continuar su camino y el tiburón hundirse en el mar. El muchacho se dispuso a nadar nuevamente, metió su cabeza dentro del oscuro océano y sintió el canto de la ballena otra vez, más y más fuerte, más y más. La enorme presencia emergió desde las profundidades dándole a Támaro un empujón que lo impulsó en el aire , la ballena saltó y abrió su boca. Támaro fué tragado cayendo en un enorme espacio. Entre oleajes potentes y corrientes costeras se pudo ver la cabeza de Támaro llegando a la orilla agotado, mareado y confundido. Volvió a ver el condominio que había en la playa. Había una luz general que atravesaba un humo anaranjado. Un grupo de personas reunidas en círculo, en actitud ceremonial parecido al momento del conjuro de la vasija que le encargaron custodiar. Al centro del grupo pudo distinguir a su profesor . Notó que había algo muy diferente en su aspecto ¡Si! su cabeza brillaba reluciente y tenia su viejo sombrero en la mano.

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RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO


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RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

Nombre común: Ballena Jorobada. Nombre científico: Megaptera novaeangliae. Estado de conservación: Peligro de extinción

Nombre común: Picaflor de Cora Nombre científico: Thaumastura cora Estado de conservación: Peligro de extinción 2

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PÁ G I N A 5

Nombre común: Colliguay, Duraznillo. Nombre científico: Colliguaja integerrima.

1

2

PÁ G I N A 6

Nombre común: Llacas Nombre científico: Marmosa Elegans. Estado de conservación: Pronto a extinción.

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4

Nombre común: Chagual. Nombre científico: Puya chilensis. Nombre común: Chungungo Nombre científico: Lontra Felina. Estado de conservación: En peligro de extinción. Nombre común:Lagarto de Zapallar Nombre científico: Liolaemus zapallarensis. Estado de conservación: Amenazado Vulnerable.

1

Nombre común: Belloto del Norte Nombre científico: Beilschmiedia miersii. Estado de conservación: Amenazado Vulnerable

2

Nombre común: Nalca o pangue. Nombre científico: Gunnera chilensis

3

Nombre común: Lechuza Nombre científico: Tyto Alba.

4

Nombre común: Escarabajo, Cleopatra Nombre científico: Brachysternus viridis.

5

Nombre común: Colilarga, Cola de Paja Nombre científico: Sylviorthorhynchus desmursii

6

Nombre común: Gato Guiña Nombre científico: Oncifelis guigna Estado de conservaciòn: Amenazado Vulnerable

7

Nombre común: Mariposa Nombre científico: Terias deva chilensis.

8

Nombre común: Carpintero Negro, Gallo del Monte (Hembra) Nombre científico: Campephilus magellanicu. Estado de conservaciòn: Peligro de extinción.

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RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

1

Nombre común: Alga Chilena Nombre científico: Algaphyllium serpentinum

Nombre común: Nalca o pangue. Nombre científico: Gunnera Chilensis.

2

Nombre común: Huiro Nombre científico: Macrocystis pyrifera.

Nombre común: Orquídea Nombre científico: Asarca Verrucosa.

3

Nombre común: Loco. Nombre científico: Concholepas concholepas Nombre común: Almeja, Taca Nombre científico: Protothaca thaca

4 Nombre común: Ostión del Norte. Nombre científico: Agropecten purpuratus.

PÁ G I N A 1 4 5

Nombre común: Caracol negro Nombre científico: Tegula atra.

7

Nombre común: Patas de Jaiba Marmola Nombre científico: Cancer edwardsi.

8

Nombre común: Langosta de Valaparaíso. Nombre científico: Projasus bahamondei.

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PÁ G I N A 1 4

Nombre común: Macha. Nombre científico: Mesodesma donacium.

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Nombre común: Gaviota de Cahuil. Nombre científico: Algaphyllium serpentinum

Nombre común: Digueñe Nombre científico: Cytharia espinosae

Nombre común: Camarón nailon. Nombre científico: Heterocarpus reedi.

2

Nombre común: Hongo (no tiene nombre especial) Nombre científico: Mycena haematopoda

3

Nombre común: Yacas Nombre científico: Marmosa Elegans. Estado de conservación: Pronto a extinción.

4

Nombre común: Sapo de Rulo. Nombre científico: Bufo Chilensis.

Nombre común: Besugo Nombre científico: Epigonus crassicaudus.

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RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

RECONOCIMIENTO CIENTÍFICO

1

Nombre común: Rayadito Nombre científico: Aphrastura spinicauda

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Nombre común: Araña tigre. Nombre científico: Scytodes globula.

PÁ G I N A 2 5

Nombre común: Matapiojo, Libélula Nombre científico: Phenes raptor.

1

Nombre común: Ave del trópico de pico rojo Nombre científico: Phaeton aethereus

2

Nombre común: Albatros de Salvin. Nombre científico: Thalassarche salvini.

3

Nombre común: Fardela capirotada Nombre científico: Puffinus gravis.

4

Nombre común: Golondrina de mar de vientre blanco. Nombre científico: fregetta grallaria

5

Nombre común: Pelícano. Nombre científico: Pelecanus thagus.

6

Nombre común: Piquero Nombre científico: Sula variegata.

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1

Nombre común: Albatros Nombre científico: Thalassarche melanophris.

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Iluminaciones: Pág 2. Lápices. Pág 4. Burbujas. Pág 7. Punta de flecha y mostacillas Bato. Pág 8. Alga marina. Pág 11. Lagarto de Zapallar Pág 12. Rama de Belloto de Norte. Pág 15. Mano de Juan con pata de Jaiba. Pág 16. Tembetá (Elemento que se ponían los batos en la boca). Pág 19. Alga Chilena. Pág 20. Detalle de Orquídea. Pág 23. Cola de Yaca. Pág 24. Pluma de Rayadito. Pág 27. Corbata del ser verde. Pág 28. Albatros. Pág 31. Pipa de cerámica de los Batos. Pág 32. Rocas de Acantilado Pág 35. Aves lejanas. Nota: En las especies que no sale indicado el estado de conservación están fuera de pelígro.

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