pa ii
X>3
1911
3
A
FELIPE LÓPEZ MUY CORDIALMENTE /?.
D.
)
ESPuÉs de algunos anos vuelvo a Barcelona, tierra buena.
En
otra ocasión
os he dicho mis impresiones de este país grato y amable, en donde virtud
común y
el
la
laboriosidad es
orgullo innato y
las tradiciones defensa contra
decadencias. Salí de París
nevada, que anunciaba
la
el
el
sustento de
debilitamientos y día de la primera
crudez del próximo
in-
vierno. Salí en busca de sol y salud, y aquí, des-
de que he llegado, he visto del sol español,
ses;
la
luz alegre
y sana
un cielo sin las tristezas parisien-
y una vez más me he asombrado de cómo
Q
U
É
B
DARÍO
N
Jean Morcas encuentra en París
de Grecia,
el
cual tan solamente
mismo
el
en las tierras solares. Bien es cierto que se refiere
más
al
ambiente que a
respirar que al mirar.
Pero
la
cielo
da todo su gozo el
luz,
la
bondad de
poeta
más
al
este cielo
entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al cálido cariño del
inmenso y maravillo-
so diamante de vida que nos hace
la
merced de
existir.
Cuando os
escribí de
España
fué a raíz de la
guerra funesta. Acababa de pasar
Estaba dolorosa y abatida país.
Y
la
la
tempestad.
raza, agonizaba
os hablé, sin embargo, de
la
el
mina de
energía, del vasto yacimiento de fuerza que hallé
en esta provincia de Cataluña, gracias ter
al
de los habitantes, de antaño famosos por em-
presas arduas y bien realizadas; y admiré
queza y
el
no han mirado nunca con buen mirar a sana cigarra de
Castilla.
irremediable muerte.
la
po-
la
corte-
España estaba, por
opinión general, condenada a
10
ri-
hormigas ambas que
tente Bilbao, afortunadas
la
la
movimiento productor de esta Barce-
lona modernísima, hermana en trabajo de
a
carác-
No
la
perpetua ruina,
se veía venir por
.
T
ninguna parte
caba en de
SOLARES
ñ R R A S
J
la
el
caballero esperado, a quien bus-
la lejanía del
camino
hermana Ana. Hubo
profetas del
creía
aparecimiento de ^os
mal y la irrupción de los improvisa-
dos salvadores. Todo indicar
el
el
mundo
el
mundo
llamado a poner nueva sangre en
Todas
Se
dijera
un consejo de
músculos nuevos
pellejo del
del
cuer-
políticas.
cual se iba a hinchar con
el
mundo
el
se
y todos los politiquistas sa-
las políticas
bían un secreto con
el
era hábil para
una senda propicia; todo
po agotado.
En
mirada ansiosa
la
el
maltrecho León.
pensamiento se veían apenas
unas cuantas esperanzas entre
el
coro de emi-
nencias amojamadas. Apenas los pocos violentos, los revolucionarios, los iconoclastas, lo posible
olía
hacían
por encender una hoguera nueva.
Y
demasiado a podrido en Dinamarca
Hoy,
al
pasar, mi impresión es olra.
Desde
hace algún tiempo se ha notado un estremecimiento de vida en políticas
la península.
Cierto que las
y los politiquistas continúan con sus
ruidos inútiles y sus discursos verbosos; cierto
que
ni los del
carlismo renuncian a su vago so-
ñar, ni los de la república pierden
momento para 11
RUBÉN proclamar que
ellos
DARÍO son los dueños
del porvenir
grandeza nacional, entre escándalos y rivalidades poco provechosas al verdadero ideal
y de
la
perseguido; cierto que rial,
por un lado, y
por otro, tiempos
el
clericalismo inquisito-
el
militarismo monljuichesco,
no han cambiado un ápice desde los
terribles
en que cayó, rojamente,
po-
el
bre y grande conservador D. Antonio Cánovas;
pobre y grande libeEmilio Castelar; cierto que cierta prensa en
que nadie sucede
cierto ral
que los antiguos
mes y
al
diretes continúan en
rancia de cultura, aún
hambre
del pueblo
una tradicional igno-
persiste;
no mengua;
cierto
cierto
reza general y la inquina porque tra el otro,
o di-
baturrillos, tiquismiquis,
que
que
sí, del
se sigue manifestando; cierto que
ta
una fragancia de juventud en
pe-
uno con-
gue oliendo a podrido en Dinamarca. Pero, bien:
la
el
si-
fijaos
flor llega
has-
nosotros. Voces individuales, pero poderosas
y firmes, dicen palabras de bien y de verdad que el
Hay un rumor. ¿Es un despertamiento. Se
país comienza a escuchar.
una resurrección? No, es renace.
Se
vuelve a vivir en un deseo de acción,
que demuestra y anuncia una próxima era de 12
SOLARES
TIERRAS No
victorias.
los
tenían razón los desconsolados,
que juzgaron
el
daño irremediable. He ahí los
buenos pensadores de
la
nueva España que pien-
sa; he ahí los buenos profesores de trabajo, los
bravos catedráticos de actos, que enseñan a las generaciones flamantes el
la
manera de conseguir
logro, de sembrar para recoger.
Los
superfi-
ciales del pedantismo desaparecieron; los superficiales del odio inmotivado, fiva palabra,
existen
de
la
improduc-
de las envidias absurdas, esos no
más que en
sí
mismos. Existe, empero,
una juventud que ha encontrado su verbo. Existen los
nuevos apóstoles que dicen
saludable de tencia; los
la
la
doctrina
regeneración, del gozo de la exis-
buenos escritores de desinterés y de
ímpetu; los nuevos poetas que hablan armonio-
samente, con sencillez o con complicación, se-
gún sus almas, deben
decir,
Y
que sienten,
lo
que juzgan que
en amor y sinceridad, con desden del
lodo verbal, de to.
lo
la
vulgar hazaña, del
reír
injus-
eso en toda España, desde entre los vas-
cos y catalanes activos, hasta entre los vibrantes
andaluces y entre los habitantes de
la corte.
La salud
la
gárru-
será, pues, luego, total.
13
U
lí
Mas
me
Barcelona
tan propio, y sin
versalizada
DARÍO
N
É
B
con su carácter
embargo, desde antes tan
más que
floridas hierven
detiene,
europeizada.
'unl-
Sus ramblas
de almas, con su paseo de Gra-
cia; las fábricas
vecinas han adquirido
mayor
empuje. Llegan numerosos los barcos a traer
el
material de las industrias y salen cargados de la
exportación pingüe que aumenta la existente queza.
Se
alzan palacios flamantes.
dad ayuda
La
ri-
electrici-
progreso por todos puntos. La
al
urbe se ensancha y
lamente turban
la
la
población crece.
Tan so-
paz activa de producir las agi-
taciones que de tanto en tanto siguen manifes-
tándose y tomando incremento en
el
elemento
obrero.
Hay un huevo que empolla desde hace
años
revolución latente, pero de ese huevo no
la
saldrá ni con
mucho
la
soñada gallina gorda de
ios socialistas; antes bien, el ave roja de la anarquía. El obrero aquí
viendo por
momento a
sí solo.
no se deja embaucar y va
Los
cabecillas pueden de un
otro perder su cabeza- El trabajador
aquí se impone, y su imposición se nota.
No
se
ve un solo establecimiento público que esté ve-
dado a 14
la blusa,
y la blusa hace ostentación de
— T
B
I
R A 3
1^
3 O L A
B S
í^
su presencia en todas partes. La cultura general es también mayor, notar,
como ya
otra vez lo he
hecho
que en otras provincias. El ambiente bar-
celonés es
el
de un pequeño París. Sus artistas
y escritores, genuinamente catalanes, están en contacto con todo el mundo. Esta tierra de hombres de labor material, vasto nido de menestraes también sustentadora de fuertes cerebros,
les,
de aladas almas, de finas y sutiles imaginaciones.
En
lo cual
go
el
siglo xix surge
el
marqués de Campo;
no obsta para que nazca después Santia-
Rusiñol. Rusiñol, espíritu encantador,
pintor
de soñaciones, maestro de melancolías, y en todas sus obras pone algo de
ha aprendido en sas de ser
en
la vida.
el
cual
la tristeza
que
las partes dolorosas y misterio-
Le conocí en París, después de
muy amigos desde lejos. Es la primera vez que la persona no me causó decepción por el
artista.
Personal e intelectualmente es
Gracias a Dios que no
me
lo quite
nunca!
—
el
me ha
el
mismo.
quitado aún
\m
don de admirar. Admirar
de veras, con mente sincera, con
el
corazón o
ambas cosas. Me habló entonces Rusiñol de su drama L Héroe y de la recon
la
cabeza, o con
16
RUBÉN
DARÍO
sonancia del estreno, pues en
enseñanza popular dicha, ble artista,
si
la
pieza hay dura
con manera de no-
con claridad que pone a
la
vista de
todos una amarga lección de los injustos horrores de la guerra.
Los
del gobierno, los del
poder
y los entorchados, protestaron e iban a provocar grueso escándalo; las representaciones cesaron por orden de
go tuvo que
la
autoridad, y
salir
5e
dramatur-
para Francia. Ahora veo en los
carteles anunciada título
el artista
una obra nueva, que por su
juzgo causará,
si
cabe, mayores protestas.
llama El Mistich, El soñador hace así su
ofrenda de bien a los oprimidos, ayuda a los de abajo.
Como
debe hacerlo: desde arriba.
Otros poetas traducen a los clásicos, y a los
modernísimos extranjeros. Hay un «teatro no» que equivale a l'Oeuvre, o
Se
al
lati-
Libre de París.
publican excelentes revistas de ideas y de
arte,
y libros de ingenios y talentos bregadores
presentados en formas artísticamente llamativas
Todo ésto en catalán. Pues como el noble poeta Marqui-
y de bella tipografía.
son raros los que,
na, prefieren vestir de castellano sus ideas.
La juventud— ¡brava 16
«joventut»!
— cultiva
su
SOLARES
TIERRAS campo, siembra su torre en
el
semilla.
Alza, construye su
limitado cerco en que se
oye su
len-
gua: pero desde lo alto de su torre, ve todos los horizontes.
Fecundo núcleo de vivaz
civilización,
generosa y gallarda Barcelona de ahora, se afianza en su seguro valor y alza la cabeza orgullosa coronada de muros, enBarcino,
la vieja
tre la
la
montana y
mar, que vio partir en otros
el
siglos los barcos de sus conquistadores. ¿Existe el
catalanismo? ¿Existe
contra
el
resto de
nismo se entiende la
catalanismo,
el el
la
lo si
creo
nir
ha-
amenazadora bancarrota ge-
derecho de
la
Mas
hormiga para decir a
así
como
el
la
man-
ansia de porve-
ha unido a los obreros catalanes con todos
los de la península en
mo
el
mismo haber
cigarra: «¡baila ahora!»; y la voluntad de
dar en su casa.
lo
ni
por catala-
deseo de usufructuar
separación de ese
para salvarlo de neral, el
odio que se ha dicho
España? Yo no
noto ahora. Existe
ber propio,
el
sentimiento,
el
comienza a unir a na con
la libre
una misma mira y un mis-
deseo de vuelo y expansión la
intelectualidad libre catala-
intelectualidad española,
repre-
sentada por admirables personalidades pertene2
17
RUBÉN
DARÍO
cicnícs a todas las provincias, ligados así todos
por
la
solidaridad del pensamiento y
el
propósito
de olvidar pasados defectos y errores, y colaborar en la
misma
Cierto, rcpiío,
bondad y de gloria. que quedan los anquilosados de tarea de
ayer, los rezagados de
la pacotilla;
sucia y seca hojarasca desaparece
nueva selva,
al
renovarse
dín, a la entrada triunfal
la flora
de
pero toda al
la
brotar la
del viejo jar-
recién nacida pri-
la
mavera. La América española ha mandado también sus embajadores, y
mando más
poco a poco se va
íntima relación entre
ambos
for-
conti-
nentes, gracias a la fuerza íntima de la idea, y a la internacional
potencia del arte y de
Pues hasta, por mayor decoro,
misma ha sacado
ventajas,
la
la
palabra.
vida comercial
ayudada por
los pre-
dicadores de las letras y misioneros del perio-
dismo. La unión mental será
más y más
funda-
mental cada día que pase, conservando cada país su personalidad y su
manera de expresión.
Se cambiarán con mayor
frecuencia las delega-
ciones de los intereses y las delegaciones de las deas. Seremos, entonces
sí,
pana, antes de que avance 18
la el
más grande Es-
yanqui haciendo
SOLARES
TIERRAS
Panamaes. Que cada región tenga y conserve su egoísmo
altivo,
pues de
la
dos esos egoísmos se forma
conjunción de io-
la
común grandeza;
cada grande árbol crece y se
fortifica
dos forman
me
la floresta.
Esto
solo y to-
hace pensar
la
Barcelona de las rojas barretinas y de las compañías de vapores, Gual, y
la
altos,
Barcelona de Rusiñol y de
de las copiosas fábricas y nutridos
almacenes; flores
la
la
que hace oro, labra
y se fecunda a silenciosos
sí
hierro, cultiva
misma, entre lo» montes
y las inmensas aguas
que
hablan.
19
L^
U
fí
DARÍO
N
E
B
mucho de lo típico, en los barrios singulares, como el Perchel, la Trinidad y la escalonada Alcazaba; mas la ciudad no os ofrecerá mucho que satisfaga a vuestra imaginación, sobre todo
imagináis a
la
francesa, y no buscáis sino pande-
navaja, mantón y calañas.
reta,
si
Hay
sí
la
reja
cantada en los versos, y los ojos espléndidos de las mujeres, y la molicie,
Hay
y
el
las callejuelas estrechas
ambiente de amor. y antiguas
,
y las
ventanas adornadas con los tiestos de albahacas
y claveles, como en los cromos; hay bastante morisco y no poco medioeval. Mas, del lado del mar, surge una Málaga cosmopolita y nueva, y más que cosmopolita, inglesa, durante la «season», pues demás está decir que desde que un
Mr. Richard Ford escribió en su «Hand-Bock for
Spain» que
íravellers in
«superior a todos los de
fermedades
del
desconocido», tada.
el
clima de Málaga es
Italia
pecho» y que «aquí
la
invierno es
Los ingleses no han llegado a Andalucía
quios,
24
el
invasión británica estuvo decre-
tan solamente por bien de sus
les,
y España para en-
y
así,
como
lo
pulmones y bron-
hace observar José Noga-
que es autoridad y que es andaluz: «en las
SOLARES
TIERRAS
zonas andaluzas donde se extiende inglesa
— exclusivamente
modo
reacciona de un
rior
inglesa
Por Málaga, por
otra gente.
—
la influencia ,
la
vida inte-
maravilloso. Parece el
campo de
Gibral-
y por Huelva, van entrando los ingleses en mansa y tranquila invasión de intereses que de
íar
por mí observado consiste en
Y
el
fenómeno
lo bien
y rápida-
ensanchan y afirman.
día en día
mente que se entienden y hermanan
A
el inglés.
los
dos días de
el
andaluz y
llegar, el
inglés es
«don Guillermo», o «don Roberto», o «don Jorge».
acomodan bien a sus may hay, andando el tiempo, deseos del enrara vez desperdiciados. De ahí va salien-
Unos y
neras,
íruque
do
el
otros se
núcleo de una raza nueva y vigorosa». El
extranjero ha traído a Andalucía trabajo,
el
impulso del
ha implantado fábricas, ha dado gran
aumento a
la
exportación de frutas y de vinos.
¿Quién se acuerda ya
del inglés «aborrecido»?
El nombre de uno está grabado en un to público, el inglés
do por Estas
la
causa de
Robert Boyd,
la libertad,
monumen-
c,ue fué fusila-
junto con Torrijos.
villas floridas, estos chalets llenos
de mo-
renas meridionales y rubias anglo-sajonas, 25
al
RUBÉN lado de
la
Caleta y
DARÍO
el
Polo, hacen recordar que
por aquí pasó Byron y afirman que esto es encantador. Sobre todo, no hay ese las
bullir lujoso
ciudades balnearias revueltas por
emponzoñadas por
el
la
casino. Aquí no hay casi-
no, ni moda, ni viene Liane de Pougy, ni sieur de Phocas. Aquí
de
moda y
hay
luz,
mon-
montes apacibles,
Mediterráneo, barcas pescadoras. «Laiios y
el
boquerones», corrige un andaluz que
mas
palabras que he escrito.
En
¿Larios? rios.
lee las últi-
efecto, en la ciudad todo es
La propiedad,
la influencia
La-
política, están
en poder de ese apellido. Vais por un paseo y encontráis una estatua del marqués de Larios. Lo calle principal
de
la
ciudad, es
las casas todas que forman esa
los Larios; de los Larios tas
regadas en
la
la calle
calle,
de Larios;
pertenecen a
son también otras cuan-
población.
fábricas de hilados, con unos
Hay dos grandes ocho
mil trabajado-
res, y demás
está deciros que esa fábrica es de los
Hay
diez fábricas y refinerías de azúcar,
Larios.
—
y pertenecen igualmente a la famosa familia. ¿Y ese gran asilo?— De Larios. Desde Gibraltar hasta
Almería, 26
me dicen,
todo es de
ellos.
Málaga es
SOLARES
TIERRAS la
ciudad de los Larios.
será de ellos? catedral,
|síí
— ¿Y
la catedral,
— La catedral no;
pero
también
el reloj
de
la
Estas son andaluzadas en serio.
«Les damos por armas
la
forma de
ciudad y fortaleza de Gibralfaro, con los cautivos en un
la
el
misma
corral de
campo colorado, y por
rencia y en cada una de sus torres, las
de los patronos de Málaga,
reve-
imágenes
San Ciríaco y Santa
Paula, y por honra del puerto las ondas del mar,
y por orladura de las dichas armas,
el
yugo y
las
flechas». Así se expresa la real cédula en
que los
Reyes Católicos, Don Fernando y Doíía
Isabel,
concedieron a Málaga
el
blasón que queda dicho.
Gibralfaro es una ruina,
como todo lo que queda He visto la bella
recordando
el
poderío árabe.
puerta de las Atarazanas sirviendo de entrada a
un mercado, en
el
mismo
lugar en que se levan-
taba una magnífica mezquita en tiempos no de tanta miseria para
el
pueblo malagueño. Es
la
obra de los cristianos y civilizados vencedores.
La labrada piedra
contesta:
Le galib Ule Aláh:
El vencedor solo es Dios... 27
RUBÉN y
DARÍO
herencia arábiga se encuentra por todas
la
partes, en la faz de las mujeres, en las figuras del
pueblo, en las rejas de las casas, en los guturales gritos de los vendedores ambulantes.
Cuando he
recorrido la cindadela de la antigua
Alcazaba, he creído ver revivir ante mis ojos
pasada
existencia. Habitan gentes en las
la
mismas
viejas construcciones, casas estrechas y escalo-
nadas en
la altura,
desde donde se domina
el
ancho puerto.
En rintia
algún punto veis, sobre una columna codel
tiempo de
la
dominación romana,
el
arco en herradura que vio pasar los albornoces
blancos y los estandartes verdes. poeta y novelista Arturo Reyes,
el
He conocido
al
primero de los
malagueños y bien amado de sus conterráneos; jamás he visto moro de pintura o de
portaliras
verdad que
le
supere en aspecto. ¡Qué modelo
para Benjamín Constantl
moda de
He
visto vestida a
la
París y en un elegante carruaje, a Za-
lema; y, con una
flor
en
la
cabeza, comprando
pescado, cerca del seco Guadalmedina, a Zoraida.
28
T
/
E Q
SOLAPES
Á S
/?
Entrando a
la
pueblo pobre,
realidad de la vida, halláis un
falto
de sangre y de trabajo. El ex-
ceso de población apenas halla salida escasa en los inmigrantes que atraviesan
el
Océano.
indolencia nacional... Iba yo recorriendo
Y
la
la ciu-
dad, en un tranvía tirado por flojos caballos. Allá,
en un lugar llamado Puerta Nueva, se en-
contró un carro en tos sacos, y
el
en
la vía,
carro unos cuan-
el
carrero consiendo uno de ellos.
El hombre
vio venir
indiferente,
y siguió cosiendo su saco. ¿Pasaría-
el
tranvía con una mirada
mos? ¿No pasaríamos...? dió a hablar con
el
carrero; oí
saco...
A
los cuatro minutos,
pasar, eí pour cause. El
de
el
tranvía
pudo
hombre había acabado
coser su saco...
En un
lugar de la larga
hondonada que forma
lecho del sediento Guadalmedina, he visto una
especie de lamentable mercado
y
vagas palabras,
pocos gestos El hombre seguía consiendo su
vi
el
El conductor descen-
fruta, cestas
de pulpos
ranjas doradas.
Lo
como
al aire libre,
peces
en Ñapóles, y na-
pintoresco no quita
la
sensa-
ción de miseria, entre calles y callejuelas llenas
de malos olores, de charcos peslilenciales, de 29
RUBÉN focos de enfermedad.
DARÍO Me
explico la abundancia
de pálidos rostros, de colores marchitos en las
más hermosas facciones. Hoy veo, en un diario, que vacunas sacrificadas es de
más de
el
veinte;
y Málaga
tiene
ciento treinta mil habitantes... \Y la carne
paga una peseta
el kilo,
de derechos de consu-
mo! Un muy discreto y activo he tenido García,
número de reses
el
placer de tratar,
me da
los
periodista, a quien
el
Sr. Fernández y
más penosos
detalles:
«La
carestía de los artículos alimenticios, dice, equi-
vale a un grave motivo de alarma.
para los pobres, resulta un artículo de
La carne, lujo.
chos enfermos tienen que prescindir de ese
mento necesario para reponer
las fuerzas,
su precio excesivo no
al
lo
pone
alcance
Muali-
porque
más que
de las personas bien acomodadas. La leche es
mala y cara. ¿De qué nos sirve nuestra vecindad con Marruecos, ja
de
si
rara vez disfrutamos la venta-
recibir, en cantidad suficiente, huevos y
aves a precios económicos, importados de los terrenos inmediatos a nuestras posesiones de
África? El pescado mismo, con excepción de los
días de pesca abundante y extraordinaria, sufre
SOLARES
TIERRAS carestía. ¿El
bacalao? Si
gobierno no toma
el
buen acuerdo de pedir a las Cortes
el
supre-
la
sión de los derechos arancelarios, se venderá tan caro, que,
como sucede con
la
carne,
alcance de los pobres. Sólo faltaba
al
to en los precios fícil
no estará el
aumen-
de los alquileres, y ya es tan
encontrar albergue higiénico y barato,
un avóro con alma. De
modo que
el
acentúa para todas esas clases de quienes
la
lucha por
de estos infortunios.
Con
sociedad a
decir que la
penosí-
en las zarzas
la piel
se vislumbra, se expresa que
como
malestar se
la
la existencia resulta
sima, y que van dejándose
di-
el
remedio no
desgracia que
nos afluye parece mayor porque se vive sin esperanzas». Hay, pues, necesidad en las clases pobres,
hambre en
La antigua
el
pueblo.
religiosidad ha
mermado mucho,
y,
en sus sufrimientos, ya no se vuelven los necesi-
tados a
Se
la
siente
que va de
Divinidad, ya no se ruega a Dios...
una invasión de protestas anárquicas, la
ciudad a
la
campiña, a pesar de las
congregaciones religiosas que luchan por conservar su influencia, a pesar de las vírgenes que
podéis ver en algunos
sitios,
a
la
entrada de
al-
31
RUBÉN
DARÍO
gunas casas, adornadas de
flores artificiales,
y
aníe las cuales arde una pálida lamparilla de de-
voción tradicional.
Hoy,
de Diciembre, aniversario
11
del fusila-
miento de Torrijos y sus compaperos, he ¡do a ver
el
monumento levantado en memoria
pantoso
sacrificio...
res de recuerdo.
y pedregales,
Por
vi
del es-
coronas profusas,
calles sucias, entre
flo-
baches
llegué, por el barrio del Perchel, a
Carmen, donde estaba
la iglesia del
convento. Por
cuerda
No
el
antiguo
el
camino, un compañero
me
re
página sangrienta que inmortalizó ar-
la
tísticamente un célebre pincel. Encontrábanse en
Gibraltar unos cincuenta desterrados a causa de
sus ideas
liberales,
mente por
el
y fueron llamados secreta-
gobernador de Málaga, Moreno,
proponiéndoles pronunciarse con ellos en favor
de las libertades de
la
Constitución,
como
se
decía entonces. Salieron de Gibraltar cincuenta
y un hombres. En camino, pasaron el cortijo
de
la
Alquería, y
por las tropas que 52
allí
mandó con
la
noche en
fueron copados
ese objeto
el
mis-
T
I
mo
SOLARES
E R Q A S
gobernador de Málaga. Lograron escapar
dos ingleses, de
tres
que venían en
Llegaron los presos por ciembre, y
La
mañana
la
expedición.
del 10 de Di-
día siguiente, a pesar de ser día
al
domingo, con lados.
la
el
permiso episcopal, fueron
capilla la
fusi-
pasaron en una inglesia del
La ejecución empemañana y duró media hora.
entonces convento carmelita.
zó a
las siete
de
la
El último que mataron fué abuelo,
oyó
me
el
dice la persona que
los tiros desde
el
Boyd. «Mi
inglés
me acompaña,
vecino matadero de reses.
Calcula que se tirarían mil
tiros...
De
lo
que no
hay que asombrarse, teniendo en cuenta que entonces se usaban fusiles de chispa, que estaba lloviendo y que se mojaba la pólvora de las cazoletas, por lo
que fallaban muchos
quejidos de las víctimas y los el
mismos soldados de
horror de
tal
el
y ayudó a bien morir a
Los
estado nervioso de
la ejecución
manera, que
tiros.
el fraile
aumentaban que confesó
las víctimas se volvió
loco...»
Al llegar a la iglesia, un chicuelo zaparrastroso
me
sale al paso.
— ¿Qué quiere usted? 3
33
RUBÉN
DARÍO
—Visitar — Venga. — Dime: ¿en dónde estuvieron la iglesia.
El chico contestar.
me
mira asombrado.
Le explico más. Se
mataron hace tiempo... Por
— Venga usted. Ya rio en
Én
encerrados To-
y sus compañeros?
rrijos
sé.
No
cae en
Aquí está
qué
de unos que
trata
fin
halla
el
cuenta.
la
confesona-
donde los confesaron. efecto: en
una
capilla
que está
al
lado dere-
cho del altar mayor, y cuya entrada aún conser-
va
la
gruesa reja que sirvió de cárcel de una no-
che a los sacrificados, logré ver entre
la
obscuri'
dad, aislado, un confesonario viejo y polvoroso.
Luego salgo con mi amigo acompañante a buscar
el
lugar en que fueron ultimados.
Lo encon-
tramos, preguntando, en una callejuela inmunda.
Hay una base
gastada, de mármol, sobre
la
que
Hay una insNi una flor. Hay coma-
reposa una tosca cruz de hierro. cripción borrada, ilegible.
dres conversando en las puertas de las casuchas vecinas,
y muchachos mugrientos
jugando a
pleno cielo, y un perro soñoliento hacia
por donde se va
54
al
mar
azul...
el
lado
.
TIERRAS
SOLARES
Esta es M谩laga
de donde son las fa-
mosas pasas,
las
la Bella,
famosas mujeres y
el
vino pre-
ferido para la consagraci贸n
35
U
DA
N
É
B
II
Por
mañana he
la
ido a ver «sacar
el
copo» a
los pescadores, a un lado del esbelto y blanco faro.
Las gentes están ya de
el sol.
Miro animación por
cerca de
la
Plaza de
puñado de barracas rasteros.
La
calle
la
fiesta
como
la
mar y
las calles, sobre
todo
Constitución, donde un
atrae a los transeúntes y fo-
de
lujo, la calle
Larios, ofrece
sus vitrinas llenas de dulces, de pintura criarde
y de artículos de París. Allá en
más
la
playa hay ropas
vistosas que de costumbre, mantones blan-
cos y azules, pañuelos y corbatas policromas, entre las gentes
de
la red.
que van a presenciar
la
sacada
Tirada por unos cuantos hombres y las aguas por odres in-
muchachos, sostenida en fladas,
dad
do
va saliendo poco a poco ante
del Mediterráneo azul
y
la
inmensi-
del cielo azul.
Cuan-
llega a la arena y la recogen rápidamente los
pescadores— después de larga 36
fatiga,
—se
ve
la
SOLARES
TIERRAS
carga de boquerones semejantes a vivas rebanaduras de plomo, los opalinos y flácidos calamares, la pescadilla
teada y profusa.
como una lanza, la sardina plaDe allí los recoge el vendedor
que va después gritando su calidad y llevando, como la balanza los platillos, dos callejero,
cestos laterales colgantes del palo que sostiene
sobre sus hombros.
Por
las calles
va
la
gente atareada en busca
de los preparativos de las cenas caseras. Los paveros, «de su banda de pavos en compañía»,
como
canta la sonora guitarra del poeta Rueda,
van, en efecto, conduciendo, con una vara larga
como de
alcalde y un
ancho sombrero, a los su-
culentos animales que son de costumbre y ley en
noche de Navidad. Se compran en
las dulcerías
y confiterías las sabrosas cosas miliunanochescas o monjiles, hechas de harinas y mieles, y cuya nomenclatura regocijaría a pantagruélicos abates: turrones y mazapanes, pestiños, roscas, tortas de aceite
y manteca, y entre cien otros, los
polvorones de Estepa y Laujar, los alfajores exquisitos y golosinas de almendras y azúcar
se deshacen inefablemente en
el
paladar.
que
Apenas 37
RUBÉN me
a
referiré
la
DARÍO
charcuíerie nacional, con sus
salchichones de Vich, sus chorizos de Candelario
y
la
Rioja y Extremadura, sus incomparables
morcillas y salazones^ y la egregia butifarra catalana.
Las
frutas tienen admirable representa-
ción en los puestos que se establecen a la entrada
de
Nueva, con una variedad y lozanía
la calle
que sorprenden. lunto a
la
uva deliciosa
del país,
cuya fama es universal, y junto a las doradas naranjas dulcísimas, se ve la americana chirimoya
y
la
misma caña de
azúcar, y
brotado en este suelo tropical. El la
mercado de
la
banana, que han
amor de un clima
al
frutas en plena calle es a
manera de un zoko árabe, por su
movimiento, rriquillos
lo
casi
bullicio
y
pintoresco de las gentes, los bo-
cargados, los tipos mismos populares
y perdurable influencia que los antiguos habitantes africanos dejaron en el ambien-
y
te
la invisible
de esta ciudad indolente, poética y llena de cá-
lida gracia.
Y
he de celebrar siempre, ante todo y después
de todo,
el
dablemente
hechizo de la
la
mujer malagueña, indu-
primera en hermosura en todo
reino de belleza que es la tierra de España.
el
Hay
T
E
/
¡?
/?
3 O L A
A S
que ver Málaga en un día como
y paseos, su Caleta y
lles
el
I?
n S
éste,
con sus ca-
Palo, su
Alameda y
su nuevo Parque, animados de maravillosas ro-
sas vivientes, que van y vienen, sin coqueterías de países
más
parisienizados, pero todas carne
y colores de vida, de salud y amor.
floral
mismo
las
malagueñas de
la aristocracia,
Lo
que sa-
ben bien los usos y modas de París y Londres, que
las
de
la clase
media y
en sus rostros un
las del pueblo, llevan
poema de encanto
natural
y una atávica chispa encendedora de corazones que hacen
revivir en las
tiempo práctico,
más
prosaicas almas de este
un enamorado son de guzla, o
una declamación que valga por una kásida. La
malagueña es sultana u odalisca. la
mirada, o halaga con
O
la sonrisa.
impera con
Hay cuerpos
que van rítmicamente andando con manera que
el
Hay
incensu pataií dea os sale de los labios.
ojos malagueños que son inmensos, y en su
inmensidad está todo el
amor, junto con
el cielo
la
como
y todo
la
saturada del perfume de
mahometano
el
mar y todo
inmensa voluptuosidad.
Este es don particular de
del
tal,
paraíso.
Son
hembra de la ilusión
aquí,
moruna
las anticipadas hu-
59
RUBÉN ríes,
y como
cismo
la
DARÍO
a sus abuelas les impuso
catoli-
el
devoción, hay en ellas una inquietante
mezcla de ángeles católicos y zoraidas sarracenas. Tienen
más provocador de
el
los pudores.
Las cabelleras son copiosas y doradas o renegriHe visto pasar dos hermanitas de las más
das.
opuestas cabelleras:
una nocturna, de noche
la
otra auroral. Llevaban
tempestuosa;
la
caído por
espalda, y no se podía
la
menos de
pensar ya en Margarita, ya en Mignon.
meralda?
A
Esmeralda
vais al suburbio, en
el
la
pelo
el
¿Y Es-
veis a cada paso.
Y
si
medio gitano, veis apare-
aun en horribles tugurios, sus dos ojos ne-
cer,
gros llenos de pasión y maleficio.
La
goletera, la heroína de Arturo Reyes, sale
multiplicada de su barrio, seguida del novio y de los varios Pipirigañas que
Como
andan alrededor suyo.
no soy muy ducho en
distinguir las
Goleta entre las del Perchel y de
me
antoja una Trini cada
moza de
la
de
la
Trinidad, se
las
que llaman
barbianas, con bellos ojos y caras y cuerpos de celeste
a
pecado mortal. En
40
paseo, por
la tarde,
amoroso en su dulce
in-
se juntan todas esas Trinis en grupos
fa-
orilla del
finito,
mar
el
quieto y
SOLARES
TIERRAS
de pequeñas hogueras en que en
miliares, cerca
sartas se asan las ricas sardinas recién salidas
y que se comen calientes, regadas después con el chispeante Moníilla que pone luz sodel copo,
lar
en
la
cabeza y suelta estas ágiles lenguas, es-
tas ágiles
manos y
pre se toca
estos ágiles pies, pues siem-
la guitarra,
siempre se
jalea,
se acom-
con las palmas, siempre se can-
pafia al tocador
tan las gimientes
malagueñas o
los rítmicos tan-
gos, y a veces se ve a una brava muchacha ciar
un paso en que luce
el
ini-
garbo heredado de
las
antiguas danzarinas andaluzas. Las percheleras
y
son famosas por su gracia y su
las trinitarias
habilidad para
mirado
al
canto y
el baile.
Así las he ad-
pasar, mientras un sol cariñoso teñía
ya de oro, de cristal
el
violeta,
de púrpura,
el
inmenso
mediterráneo.
Los hombres pasan con sus
trajes
nuevos, las
americanas ceñidas a la torera, los
sombreros
grises cordobeses, los zapatos de charol con la inevitable
caña de color
claro.
Y
con ciertos an-
dares y ademanes que hacen ver que drito
el
compa-
bonaerense ha heredado algo de por acá.
las mujeres
andan como que se
deslizan,
Y
con los 41
RUBÉN mantones de
DARÍO amigos, y llevan las
hermosísimas, adornadas con
cabezas
como
lana, blancos, rojos, azules,
las corbatas de los novios y
flores,
profusamente, rosas fresquísimas y rosadas, claveles ultraviolentos, y unas especies de crisante-
mas
pajizas que llaman goyeíinas, y que comple-
tan la decoración floral. Quién va a la casa a pre-
parar
la
cena de
la
noche, quién va a las barra-
cas a comprar juguetes con los niños; juguetes
que tienen todo
el
carácter local: guitarritas, cas-
tañuelas, panderetas y figuras de nacimiento, que
se venden
lado del pin-pan-pum, divertimien-
al
to grotesco en
que
la brutalidad
y
instinto
el
de
agresión humanos encuentran contentamiento, lo
mismo en
la feria
de Neully que en
la
diminuta
fiesta
pascual malacitana. Las borracheras popu-
lares
comienzan a hacer ruido por
oyen pasar
las
la
noche.
Se
sonoras «parrandas», reuniones
de muchachos y muchachas del pueblo, que van
cantando coplas por cuerdan
la
las
celebración del día,
sebre, José,
el
niño Jesús,
paso va entremezclada ca, al
42
calles,
son de
las
la
el
la
coplas que re-
Virgen en
buey y
la
muía.
copla amorosa o
zambombas,
al grito
el
pe-
Y de
satíri-
de los
pi-
SOLARES
TIERRAS tos, al
chocar de las almireces y castañuelas,
rasgueo
Hay
de la inseparable guitarra.
al
quien se
acuerda todavía de por qué se celebra esa noche;
hay quien piensa, por
en
la tradición,
de los reyes magos, en
la
la
estrella
aldea de Belén, en
el
Dios de los cristianos que nació pobremente, que
murió hace muchos siglos, y por ratos
muy
cual se
el
pasan
agradables y regocijados.
La nochebuena se viene, nochebuena se va,
la
y nosotros nos iremos y
no volveremos más.
¡Carrasclás, que gordo está
el
pavo;
carrasclás, que gordito está;
carrasclás, qué enjundia que tiene;
carrasclás, carrasclás, carrasclás!
¿Quién se acuerda en París,
al engullir el
«bou-
din» blanco, ni de Cristo ni de la muerte...?
Luego se va aquí a tes
invaden
la
la
iglesia,
misa del gallo. Las geniluminada
como para
la
alegre fiesta. El órgano lanza sus chorros armo-
niosos.
Los
villancicos resuenan,
como
las co-
43
RUBÉN
DARÍO
pías de una celeste juerga.
voz humana,
del
Los
registros de la
bombardón, de
la chirimía,
de-
rraman sus sonidos como en un trueno de música. !a
Hay verdadero gozo en el ambiente, aunque muy grande. Las campanas
devoción no sea
han anunciado
nacimiento del buen Pastor, ce-
el
lebrado por los pastores y adorado por los reyes.
Todo eso de
ir
a los
está
muy
losina, tanto vino
mal de
bien; y así
ha llegado
la
hora
ágapes copiosos en que hay tonta goencendedor de sangre y
ani-
el
ritual:
iCarrasclás, que gordo está
el
pavo;
carrasclás, que gordito está; carrasclás, qué enjundia que tiene;
carrasclás, carrasclás, carrasclás!
Luego será
la
danza, los cantos; airosas sevi-
donairosos panaderos, saltantes y garbosas jotas. Y el buen pueblo continuará en la zamllanas,
bra; saldrá por la población
caminando
pás de sus instrumentos, echando las estrellas, estrofa
y estrofa;
la
aire,
bajo
parranda llena-
rá con sus ecos todos los barrios;
44
al
com-
al
el
vino
irá
de-
SOLARES
TIERRAS ¡ando vencidos, y
la
última canción se escuchará
hasta después de que haya salido
el sol.
Sol andaluz, que vieron los primitivos
celtas,
que sedujo a los antiguos cartagineses, que des-
lumhró a los navegantes fenicios^ que atrajo a los
brumosos vándalos, que admiró a
los
roma-
nos, pero que, sobre todo, fué la delicia de los africanos de ojos y sangre solares;
todo
el
es
más que
donador de gracia y amor en esta
Málaga es
predilecta del divino Helios.
días, dice D. Juan Valera,
Málaga se jactaba de la libertad.
tierra.
«En
oíros
cuando teníamos en
España un pronunciamiento cada de
él
seis meses,
ser la primera en
Ahora que felizmaníe
el
peligro
la libertad
peligra,
Málaga, con su región, bien puede
tarse, si
no de ser
la
primera, de
y de descollar mucho en
humanas y de
la
el
ir
cultivo
muy
no
jac-
adelante
de las letras
palabra hablada y escrita.
Es
singularísimo que los hijos de esa región se distingan hablando y escribiendo, por dos cualida-
des extremas en las que se la
cifra
todo
el
poder de
palabra humana. El discurso hablado del ma45
RUBÉN
DARÍO
lagueño es torrente impetuoso que arrebata y conmueve: acusaciones serias, chistes, burlas, sistemas políticos y económicos, y hasta filosofías
de
la historia,
inventado todo de repente
y derribar para convertido en masa de proyectiles a los contrarios y meterlos debajo de los bancos; tal
es la elocuencia torrencial de
la
región mala-
gueña: algo semejante a una venida del Guadal-
medina.» Esas son cualidades solares. El sol da su a la
a
brillo
la
la
imaginación malagueña, su fuerza
fecundidad malagueña, su singular encanto a
hembra malagueña; Castelar no era de Mála-
ga, era de Cádiz; hermana solar también; pero
Cánovas era malagueño. La paleta del egregio maestro Moreno Carbonero concentra mucho de esta luz poderosa y dominante. Los poetas malagueños Díaz de Escovar, que hace
oyendo
el latir
que lleva
la
cantares
del corazón de su pueblo; Reyes,
primacía, ardoroso moro, y
más que
andaluz supermalagueño; Rueda, maestro en gay saber andaluz; Urbano, delicado; Sánchez Rodríguez,
triste
y melodioso; González Anaya, ena-
morado melancólico de su los Reyes, que labra
46
el
tierra;
Fernández de
verso sincero y vibrador;
I
T
I
E
I^
R A S
SOLARES
iodos los poríaliras malagueños son dignos de su raza solar.
Son almas que
vismos, de los cuales brota
el
sufren lejanos ata-
canto
como
la
rosa
del rosal.
Hay una
estatua que levantar en Málaga: la de
Hamehet-el-Zegrí.
Y
así
concluyo estas líneas sobre
la
Nochebue-
na, en pleno sol.
47
U
B
DARÍO
N
É
III
Los extranjeros que llegamos en tual a
la
hora ac-
España, sufrimos ciertamente desengaños-
Hemos
llegado tarde; les lauriers sont coupés.
El progreso es
el
enemigo de
lo pintoresco,
y su
nivelación no va dejando carácter local ni origi-
nalidad en ninguna parte.
Hay andaluces de
hora presente que protestan contra
la
la
Andalucía
de figuras de pandereta y caja-de-pasas, que tanto ha
dado que
escribir,
cantar y pintar,
Andalucía byroniana, de Gautier, cis;
la
la
de D'Ami-
protestan porque quieren otra Andalucía se-
mejante a los Dorados comerciales en que piensa mi amigo Maeztu. |AhI desgraciadamente ya
no encontramos
la
venida a menos o
poética Andalucía sino
muy
muy
ida a más. El progreso
aquí en Málaga, por ejemplo, ha traído los altos
hornos y se ha llevado los encantos de antaño. Las particularidades andaluzas que antes daban 48
SOLARES
TIERRAS
viva lección de las gracias autóctonas y de las locales bizarrías, la indumentaria misma, todo lo
que constituía tema para páginas de colorido y de dibujo característicos, queda en los viejos libros.
En
El Solitario es
la calle principal
el
como en Palermo o
mente, y poeta
la
como Nepote.
de Málaga hay tiendas pa-
dos clubs. En
risienses,
corso
tan antiguo
paseo principal hay en
el
Bois, relativa-
ciudad cuenta con un automóvil, ¡oh
Ovando
Santarén!, que no podría entrar
en tus octavas reales.
Los malagueños progresistas que quieren su ciudad igual a no importa qué «ciudad moderna», con las abominaciones rectangulares que
odiaba
como
el
gran Yanqui, están en su derecho,
los venecianos
nalazzo y echar
al
que quieren rellenar
Ca-
olvido las góndolas. Están
en su derecho; pero también están en artistas del
el
mundo que
el
suyo los
defienden la belleza del
pasado y la razón del arte. Nada más odioso para mí que un doctor japonés vestido de londinense, que durante
el
tiempo que nos tocó estar
juntos en un compartimiento de ferrocarril,
me
hablaba con desprecio de los pintores japoneses 4
49
RUBÉN y de
la
DARÍO
poesía de su raza, y
me
elogiaba
la
inva-
sión del parlamentarismo y Is occideníalización
de sus compatriotas de ojos
más tor
simpático que
la
circunflejos.
idea del fuerte y noble pin-
Moreno Carbonero, que
según
me
Y nada
un proyecto,
inició
dicen, de reconstruir la ruinosa Alca-
zaba morisca malagueña, para resucitar en
la ciu-
dad luminosa un rincón pintoresco y animado de la vida antigua, sin duda alguna más activa, y,
más
sobre todo,
bella
damas desdeñan ya
que
la presente.
la mantilla.
No
Las
altas
se encuentra
una maja sino en cromos. Los hombres quieren, por su parte, parecer ingleses, como los elegantes
de iodos lugares. El pueblo bajo no
vagos restos de
las tradicionales
tiene sino
maneras. Los
toreros quieren ser personajes sociales.
Luis» es
el
modos de gran señor y de su trufas.
«Don
célebre Mazzantini, y se habla de sus
El otro Mazzantini,
biblioteca y de sus el
cadeíy se mete
en los asuntos electores de su pueblo, perora,
toma parte coleta
y
activa en las luchas políticas.
queda, por milagro,
como un recuerdo
como una costumbre, que acabará por
Los 60
tipos bizarros de antes
La
caer.
quedan para mo-
I
.
SOLARES
TIERRAS
y pour T exporialion El mismo cante flamenco ha degenerado, ha de
délos
pintores
los
perdido sus bríos antiguos. ruinas,
tanto
Vagan aún
gloriosas
como Chacón, famoso por sus
como por sus buenas
ticos caprichos,
Don Alfonso
«jipíos»,
fortunas en aristocrá-
y Juan Breva,
«cantaor» de
el
va hoy
XII, que, viejo corpulento,
por ahí cantando en falsetes lamentables las
eter-
nas malagueñas de quejas e hipos, o las amorosas y armoniosas soleares, último aeda del antes triunfante flamenquismo. Dicen de
uno de
los
Chacón que es
que han contribuido a
cante, porque
ha sido
el
como
el,
ruina del
decadente con talento de
los «cantaores», y los que le
querido hacer
la
han seguido y han
han resultado con
caso de todos los serviles acólitos que sin xión ni fuerza imitan.
el fra-
refle-
Donde algo queda de
pasadas gracias nativas es en
el
baile,
las
pues las
danzarinas andaluzas guardan aún las mismas condiciones que las hacen aparecer en los exá-
metros de Juvenal. La exportación que ya señala
hoy en más auge que nunca. El español se ha hecho un número preciso en
el satírico,
baile
está
lodo programa de cafc-eoncert o music-hall que 51
RUBÉN
DARÍO
se respeta, y hay países en donde es singular-
mente gustado, como en Rusia y en los Estados Unidos. Carolina Otero conoce los rublos,
y
el ilustre
la
admiración de
cubano José Martí contó,
en una de sus bellas cartas, a los lectores de
La
Nación, de Buenos Aires, cómo los yankis salían de su frialdad anglosajona
al
mover sus estupen-
das piernas aquella ruidosa y preciosa Carmencita, que quedó, para regocijo de los ojos, perpetuada en
la tela
de Sargení, que guarda
el
Luxem-
bourg. Así, toda joven que aprende a bailar, sueña, si
es bella, con la felicidad que existe en ro,
con
hay
las contratas en
gloria y
amor
el
extranje-
grandes ciudades en que
rico,
en las victorias de las
Carmencitas, Oteros, Guerreros y Chavitas que
van conquistando
el
jota, vito, seguidilla
mundo
a son de sevillana,
o tango. Entretanto se van
cerrando los cafés típicos de cante, aun en esta
misma Andalucía de ias guitarras, coplas y claAquí en Málaga había cinco, por ejemplo,
veles.
entre ellos
uno,
el
famoso de
Silverio,
muy mediocre y poco
se cerró
el
y apenas queda
atrayente.
sonadísimo Burrero, en
En
Sevilla
la calle
de las
SOLARES
TIERRAS
Sierpes, después de haber tenido en su tablado
todas las celebridades guitarreras y coreográfi-
cas de
la tierra,
que como sabéis, es «de María
Santísima». Restan apenas las vistosas y decorativas casas de cante y baile que
puedan
satis-
facer la curiosidad del viajero, en ciudades de
segundo orden, como Ronda, Vélez-Malaga o Antequera, lugar por donde muchos quieren que salga
el sol...;
o
allá
en Algeciras, o La Línea,
en las cercanías de Gibraltar, en donde los ingleses de
guarnición van a dejar sus libras con-
la
vertidas en castizas pesetas.
Yo he
ido a ver aquí en
paña. Leí
el
Málaga
el
café de Es-
anuncio en un diario: «Todas las no-
ches, grandes bailes nacionales y cante, por la célebre cantadora por res,
y
zano.
el
A
Tangos
la
Niña de Poma-
aplaudido cantador José Beda, las siete
y media. Entrada
el Jere-
consumo».
al
El local es un largo salón, con mesitas, cualquier café, y en
el
como
centro un tablado, sin ador-
no alguno. Concurrencia heteróclita;
humo de
uno que otro «señorito», uno que otro
gunos campesinos, que aquí llaman
cigarros; militar, al-
catetos.
De 53
RUBÉN
D
R
A
O
I
pronto, los acordes de un piano se oyen, y apa-
recen en
el
tablado seis u ocho
mozas
semimajas; es decir, de majas, que a
vestidas de la
conocida
indumentaria han agregado adornos y pompones a
la francesa.
Llevan colores vistosos en las faldas cortas y los corpinos; y en las cabezas,
acampanadas, en
rizadas y de peinados bajos, portan
moños de
cintas y flores de tintes violentos, flores natura-
o
les
son
artificiales.
las
pañan con ne
el
Bailan p.nmero las boleras, que
que llevan esas faldas cortas, y se acomlas castañuelas, bailan
el ole,
ritmo de un vals; los panaderos,
más
paciosos, por dos parejas; las sevillanas, el vito,
jotas.
las soleares, las «seguirillas»,
Hay
cierta gracia;
el
tie-
des-
jaleo,
y hasta
pero deslucen las arru-
gadas medias color de carne, ro, los
que
los trajes sin
esme-
zapatos usados, las sonrisas forzadas en
las caras llenas de pintura, los horribles calzones
que se exhiben
al
dar las ligeras vueltas o
al
ha-
cer un quiebre de cintura.
Después de
las boleras bailan las flamencas
sus polos, medios polos, zapateados, tangos y otros bailes. Las flamencas llevan faldas largas,
54
SOLARES
TIERRAS
no llevan castañuelas; pero hacen sonar
los de-
dos imitándolas, y tienen un coro de jaleadores que las anima con gritos, con los tradicionales «oles» y «arzas», y que sigue
ritmo con las
el
palmas. Todas esas danzas se parecen; jero,
el
no conocedor,
difícilmente
hay
guir la diferencia que
entre
extran-
el
puede
una y
distin-
otra, la
cual diferencia es de pasos y compases, con cl
ritmo
más o menos
precipitado o contenido.
Después que han bailado, descienden boleras y flamencas a
visitar a los
mesiías, a hacer gastar lo
gún
la
consumidores en las
más que
se pueda, se-
consigna del dueño del café. Todas las
que he visto son
muy
jóvenes y bonitas, afeadas
tan solamente por lo sórdido de los vestidos.
Hay una
niña de trece a catorce años, portadora
de monstruosas piernas postizas. Pregunto a un vecino qué dice
la liga
a este respecto, y
me
contra la trata de blancas contesta que estas jóve-
nes son, o por lo menos dicen que son, hones-
De mesa en mesa van trasegando manzaniy más manzanilla, de mesa en mesa donde
tas. lla
hay extranjeros o forasteros, porque los nativos conocen
el
juego y no se dejan explotar. Las ca55
RUBÉN
DARÍO
ras de las muchachas, cubiertas de polvos y de afeites,
exageradamente brochadas de
resplandores de
la luz eléctrica
toman
rojo, a los
reflejos ex-
traños, se ven en una verdad lamentable, con un
aspecto cuasi grotesco, penoso y
lices
triste,
en su
como en un cuadro de Zuloaga. Las
fiesta,
infe-
beben, beben, para volver a bailar y volver
a beber. Las interpelan conocidos, de chaqueta o
americana corra y sombrero cordobés, groseras galanterías,
murmuran
les-
les dicen
proposicio-
nes, se burlan de ellas, y, a veces, las insultan...
El piano inicia de nuevo
el
son, y ellas, descara-
das, bestiales, ingenuas, suben de nuevo a las tablas.
Toca a
los cantadores la tarea.
realidad hay uno sólo de los
Cantaor en
dos hombres bien
afeitados y ceñidos que se sientan en sendas sillas.
Uno
toca la guitarra. El otro,
clava los ojos en
el aire,
el
mirando hacia
cantaor^ arriba,
y comienza a quejarse, a quejarse largamente; con un bastón pesado golpea
compás,
do, grito, ay, lamento; y
como a6
si
las tablas, llevando el
y la queja se extiende, ondulante, gemila
boca sigue
abierta,
fuese saliendo de ella una interminable
TIERRAS
SOLARES
gemebundas, hasta que sale
cinta de notas
verso de la copla, que se refiere a tres cosas,
el
una de estas
que desde hace mil años forman
el
tema de los poetas andaluces: su mamá, su novia, la muerte,
o una de tantas vírgenes de su
devoción. Entre verso y verso hay unos ayes
desgarradores, unos ayes feroces, de alguien a quien se está asesinando, y entonces', del públi-
co conocedor salen unos cuantos ¡ole ya! aprobativos, mientras la guitarra sigue en rasgueos,
o canta o gime también como rreante cantaor.
Y
niío».
el
afeitado y be-
Luego se anuncia
el
sale a cantar un chico de
«america-
unos diez o
doce años, que bien pudieran ser catorce o quiny grita, y gime, y berrea también amores desesperados, habla de la Virgen y de una puñalaice,
ta.
Y
ole ya.
Cuando
llegó el chico a
mi mesa
me
pidió un chocolate.
A
él
no
le
obligan a beber montilla
ni
manza-
nilla.
— ¿Por qué llaman «el Americanito»? —Porque zoy americano. —¿De dónde? — De Buenozaire. te
57
RUBÉN
DARÍO
— ¿Y acuerdas de Buenozairc? — No zefíó. — ¿y cuánto hace que viniste de allá? — Doze años. íc
iCómo no haya venido dre!
Y
en
el
vientre de su
ma-
vuelta otra vez a los bailes de las pobres
muchachas
pintarrajeadas, a los clamores deses-
perados de José Beda
gos de
la
«el Jerezano»,
y a los tan-
«niña de Pomares». Sale uno fastidia-
do, aburrido. Gauíier y D'Amicis llegaron a estas tierras en tiempos mejores.
tamente, no tenían
a
el
veneno
Sus almas,
del Livor
cier-
que mata
las generaciones de hoy; pero también las co-
sas de España eran distintas entonces. Imperaba la alegría
bandistas,
de Fortuny. Había diligencias, contra-
mendigos pintorescos... Hoy éstos
abundan de todas ria
de
la
to sobre
layas...
Y la vulgaridad
universal civilización lleva rieles
el
utilita-
desencan-
o en automóvil a todos los rinco-
nes del planeta. Si no fuesen las soberbias mujeres, el
hechizo de la
Eso ayuda a
la
tierra, la
imaginación y hace que aun se
levanten castillos «en España».
58
dulzura del sol.
SOLARES
TIERRAS
IV
Algunos historiadores malacitanos recuerdan cierta
to el
horrorosa tempestad que padeció este puer-
año 1567. «Aunque no ha sido
Málaga de des,
los
más combatidos por
no obstante,
des—dice
el
poeta Díaz de
de los temporales más
las tempesta-
Escovar— que la
terribles,
muchos daños y no pocas el
puerto de
registra varias tristes efeméri-
ron de luto a los habitantes de
cido
el
cubrie-
ciudad».
Uno
que ocasionó
víctimas, fué
el
acae-
8 de Febrero de 1567. Pocas noticias de-
mismo, y sólo Martínez de Aguilar, en su Breve descripción talladas
encontramos sobre
el
cronológica de ia fundación de la ciudad de
Málaga^ impresa en 1819, nos da algunos datos que hacen comprender ral.
Marzo, en
el
la
importancia del tempo-
tomo segundo, página 72 de
la
Historia de Málaga, escribe algunas indicacio-
nes sobre este suceso. El puerto estaba lleno de
m
Q
U
DARÍO
N
É
B
navios importantes, que debían conducir carga-
mento de
artillería,
municiones y otros bastimen-
tos para las plazas de África.
A
bordo de estos
navios se hallaban seis mil hombres del
ejército,
que tenían necesidad de desembarcar en Cartagena. El mar, agitado violentamente, arrojó contra las
piedras de los muelles
muchos de aque-
llos barcos. Veinticuatro días, según Martínez de
Aguilar, duró
el
corros y grande cer tanto y tanto
No
temporal, siendo el
so-
difíciles los
pánico de los que veían pere-
hombre y perdida
tanta riqueza.
están conformes los historiadores, de quienes
estos datos tomamos, respecto
al
vios que se hicieron pedazos.
que fueron
veintisiete, cantidad
número de na-
Marzo asegura con
la
cual
no
está conforme Martínez de Aguilar, que escribe
fueron veintitrés, añadiendo que sólo se salvó de aquel horrible desastre un navio vizcaíno. El se cubrió de víctimas, pues
mar
muchos soldados y
marineros perecieron.
Esto
me hace
recordar otra catástrofe reciente
que tanta conmoción produjo; me dida del buque-escuela de
la
refiero a la pér-
marina alemana que
se despedazó contra los escollos, a 60
la vista
de
la
SOLARES
TIERRAS
población malagueña. El barco había salido fuera del puerto, a pesar de
amenazar mal tiempo, a
hacer algunos ejercicios. La tempestad se vino violentamente, y cuando
el
capitán quiso entrar a
ponerse en salvo, no pudo conseguirlo y
chocó contra
las rocas.
murallones y desde
hombres, fué
el
la
buque
el
Todos miraban desde
playa
la
los
muerte de tantos
logró salvar a algunos, grande
y, si se
número de
los que perecieron.
Quiénes se
pudieron asir a cables o boyas, quiénes lograron
ganar
la
costa a nado, a pesar del fragor y fuer-
za de las olas enormes. Fué aquel un día de luto
para
la
escuadra alemana, para Alemania entera
y su emperador.
Y
he podido ver en este aniver-
sario las coronas que ornaron las tumbas de al-
gunos de
los
que perecieron en
glés de esta ciudad. cuela,
como
la del
el
cementerio
in-
La pérdida de ese barco-es-
«Vienne» francés, es de esos
golpes terribles que
la ira
del
mar asesta sobre
los países que conquistan su elemento
der de las escuadras, y la escuadra y
con la
el
po-
nación
argentinas saben de esos duelos con recordar solo
A
nombre de veces
el
la
mar
el
perdida «Rosales».
asalta a la tierra, o temerosa-
61
RUBÉN meníc
DARÍO
amenaza; fuera de
la
clismos cíclicos,
como
los formidables cata-
aquel en que se hundió
la
misteriosa Atlántida. Algrunos sabréis del clamor
que se oyó en «iEl
mar
Callao en tiempos ya lejanos:
el
se sale!»
Y
mi memoria no yerra, he
si
leído que hubo, en efecto,
Pues
bien, aquí en tierra
una invasión del mar.
malagueña se oyó a me-
diados del antepasado siglo, en
año en que
el
mismo mes y
sufrió Lisboa su histórico
terremoto, se
oyó
y
terrible
mismo espantoso clamor.
el
Serían las diez y media de
la
mañana, dice Díaz
de Escovar— que sabe admirablemente los pasa-
dos y presentes secretos, leyendas e
historias de
su ciudad-— del 27 de Noviembre de 1755. cuando violentas oscilaciones, que, según
el
autor de las
Conversaciones malagueñas, duraron de cinco a seis minutos, conmovieron los edificios de Málaga.
A
la
vez se esparció entre los vecinos
pavorosa voz de que
«el
mar se
salía».
la
Díaz de
Escovar, que es varón creyente y valiente en su fe católica, confiesa
sertaciones sobre fia
que no ha de entrar «en
si la
voz fué
hija
di-
de una extra-
realidad o alucinación de exaltadas fantasías».
No faltan 62
historiadores, cuyas dotes de veracidad
SOLARES
TIERRAS son notorias, que
la
como
presenten
verdadera.
Barban de Castro parece dar a entender que
la
voz no fue sobrenatural, sino que se esparció y propaló de unos en otros, casi instantáneamente. Esto es más racional y
que nada hay imposible
más
si
verosímil por
Dios
lo quiere.
ceme que Málaga, país en donde cen
la
más
Paré-
los gitanos di-
buenaventura, lleno aún de terrores me-
como
dioevales
estaba, fue posiblemente presa
de una vasta autosugeslión colectiva, días des-
pués de
O
la
ruina de la capital lusitana.
había terremoto y maremoto, y alguien gri-
mar se
tó: «|el
rece,
sale!»
Aunque
dice en su Cronología:
tando
ni
esto último pa-
pues ese mismo citado Barban de Castro
el
«¿Quién creyera que es-
mar entonces con
serenidad visible, pues era
cionada para
ello,
la
la
mayor quietud y
hora más propor-
se pudiese persuadir a todo
un pueblo tan numeroso a que creyese que
mar se
le
tragaba?
Se puede con
el
toda verdad
asegurar a nuestros venideros, que apenas hubo
persona de todos estados y condiciones que
no creyese a un tiempo mismo que
como
el
mar,
decían, se había salido, y era menester
69
RUBÉN
DARÍO
huir aceleradamente a los montes». tes volaron las gentes,
por
A
los
mon-
que según pare-
lo
ce no fué cólera del mar, sino
broma neptunia-
na; de gente se llenaron los cerros de
San
Cris-
tóbal y Gibralfaro, que están ¡unto a la ciudad.
De Escovar
escribe que: «El magistrado de la
ciudad recorrió las alturas, costándole gran trabajo y no pocas palabras convencer a los que
allí
se refugiaba de que sólo existía una alarma in-
fundada, que tenía por base
mar estaba espíritus
tan
el
miedo, pues
el
sosegado como intranquilos los
de los habitantes de Málaga. Los me-
nos temerosos volvieron a
la
Se
ciudad.
publi-
caron bandos referentes a los hechos ocurridos, en los que se anunciaba que
si
ocurriese novedad
alguna se avisaría por medio de había sobre
la
la
campana que
Puerta de Mar, en cuyo
sitio
un
regidor perpetuo, con centinelas avanzadas, en cl
caso de notar algún movimiento peligroso, o
extraño en
el
mar, dispararía algunos tiros
que servirían de señales».
cómica en medio de
Y si
al aire,
gustáis de la nota
las tribulaciones,
he aquí
lo
que cuenta, entre otras cosas, un escritor que presenció los sucesos: «El Dignidad de Tesoro 64
SOLARES
TIERRAS de nuestra
iglesia, al ver correr
campo quiso
buscar
el
que en
calle
que
manteo y
el
seguirlas,
a las gentes a
y pareciéndole
de Beatas se atrasaba a otros, por-
sombrero
el
le
estorbaban, los
soltó en la calle, para seguir la marcha, alzándo-
se bien la sotana. Advirtiendo después que en ella llevaba, entre el
(me contó
él
pecho, metidos los guantes
mismo), que los arrojó
reciéndole que aun aquello
zo»,
Y
servía de embara-
agrega Medina Conde: «Fueron muchas
las confesiones generales
formó más
He
le
pa-
al suelo,
este susto
que se hicieron, y re-
que muchas misiones».
ido a ver en día de
mar agitado
la
playa
malagueña. El agua, que tantas veces ha mostrado a mis ojos su espejo de azules profundos
y pacíficos, ruge y se arquea y avanza hacia la tierra de manera tal, que bien se explica hayan
padecido «¡El
el
mar se
legendario susto los que gritaban: sale!»
Las espumas saltan sobre
las
macizas obras del puerto que aquel gran mala-
gueño que se llamó D. Antonio Cánovas Castillo dejó a su ciudad
5
del
nunca olvidada. Por 65
el
R
U B
É
lado del faro
y a
la furia
largo de
lo
espuma de
la hirviente
sobre
la
marina se manifiesfa igual,
que se extiende hacia
la vía
Hablando en poeta
parle de la Caleta. la
DARÍO
h
los briosos caballos de
diría
la
que
Neptuno, o
leche de los rebaños que «carnerean»
revuelta superficie, o bien
agitado
el
jabón que mil colosales Nansicaas derraman de colosales artesas, llega alzándose, echando al aire saladas pulverizaciones,
rompiéndose en
las
piedras, hasta salpicar los jardines que en flori-
das mansiones hay para encanto de hidalgos, ricos
o adinerados extranjeros.
He visto,
a pesar de
la
mar brava, que
los pes-
cadores estaban sacando sus redes con gran trabajo.
Me
he acercado a
ellos.
Unos
veinte
bres de cada lado tiraban, apiovechando
gada de
la ola,
las
a veces
les
el
sol
agua no
y casi desnudos, ha-
A veces les bañan
hace retroceder
y se entierran hasta encorvados con 66
la vuelta del
ganado.
Poco a poco, bajo cen su tarea.
la lle-
cuerdas resistentes; y luego
hacían esfuerzos para que les quitara lo
hom-
la
más
la
los espumarajos;
potencia del agua,
arriba de los tobillos,
cuerda del hombro.
Y
parece
SOLARES
TIERRAS que
el
monstruo está
la fatalidad,
colérico, sin razón,
contra esos pobres trabajadores del
mar. Porque las cóleras del mar son
todas las cosas de todos.
como
naturaleza, iguales para
la
La hormiga o
así,
el
hombre,
acorazado o
el
lancha del pescador, son aplastados por
la
misma
mano, sorbidos por
invisible
unidos en
visible elemento,
la
manda
azotar,
o
si
están
el
la
mismo
destrucción, en la
universal muerte. Thalasa no sabe la
como
allí
si
el
rey loco
los pies de ese
otro rey para mojarlos o no. Ella vive en su misterio. finito.
Hace su Apenas
eterna obra, cumple su destino insi
se comunica con los corazones
que se acuerdan con
la palpitación del
suyo, con
mentes de los sonadores y pensadores que se hunden en lo insondable del tiempo y del eslas
pacio, con los buzos de Dios.
La ronca mar sigue en sus vaivenes y en sus clamores furiosos, y los pescadores «copo».
Un
grito seríala el
tiran
momento de
de su
unir el
empuje. Entre los que trabajan hay ancianos,
hombres robustos, adolescentes dorados de niños que están
aprendiendo
agua
Un
y del viento.
capataz
los vigila.
oficios
A
sol,
del
lo lejos
67
RUBÉN se recortan en
el
DARÍO
lejano horizonle las velas
lati-
nas que andan aguas adentro. Los colores del
agua cambian. Aquí es
el
blanco lácteo de las
espumas, en seguida un gris verdoso, en seguida verdeoscuro, luego verdepálido, luego azul. las
Y
voces del mar enojado son roncas, hondas,
cuando se desploman
los arcos de cristal
y de
ámbar, alborotadas como de muchedumbre saltar los ramilletes
al
enormes, las cascadas es-
pumosas, y con ruido de sedas, de papeles que se rozan, de cóndor que se arrastra, del aire entre los ramajes de pinos de un bosque.
Gracias a Dios.
A
pesar de
la'
cólera del mar,
a pesar del ímpetu de esas poderosas fuerzas, he aquí que los pescadores han sacado por el
fin
«copo», y más cargados de peces que otras
ocasiones en que los he visto trabajar con viento propicio y Mediterráneo en calma.
La red ha
traído un buen por qué de calamares, sardinas,
rojos salmonetes, pequeños y saltantes boquerones, un crecido, feo y amarillento pulpo.
pescadores están contentos.
Y me
sando— asociación de ideas — en Hugo y en N. S. Jesucristo. 68
Los
alejo— pen-
Wells, en Víctor
I
ABÉIS oído a un «caníaor»? Si lo habéis oído, os recordaré esa voz lar-
ga y gimienle, esa cara rapada y seria, esa mano que mueve el bastón para llevar el compás. Parece que el hombre se está muriendo, parece que se va a acabar, parece que se acabó.
A
mí me ha conturbado
do,
tal hilo
tal
gemido de otro mun-
de alma, cosa de armonía enferma,
copla llena de rota música que no se sabe con qué
afanes va a hundirse en los abismos del espacio. El «cantaor», aeda de estas tierras extrañas, ha
recogido
el
alma
triste
de
la
España mora y 71
la
RUBÉN echa por
la
DARÍO
boca en quejidos, en largos ayes, en
Más que una
lamentos desesperados de pasión.
pena personal, es una pena nacional
hombres van gimiendo al son de las tarras.
Son cosas
la
antiguas, son cosas melodio-
sas o furiosas de palacios de árabes... a Juan Breva, el
«cantaor» de
el
He oído
más renombre,
que acompañó en sus juergas
don Alfonso
que estos
histéricas gui-
rey alegre
al
Juan Breva aulla o se queja,
XII.
lobo o pájaro de amor, dejando entrever todo
pasado de estas regiones asoleadas, toda rería,
toda
la
inmensa
tristeza
que hay en
la
el
mo-
la tie-
rra andaluza; tristeza del suelo fatigado de las
llamas solares, tristeza de las melancólicas hembras de grandes ojos, tristeza especial de los mis-
mos
cantos, pues
no se puede escuchar uno que
no diga muerte, cuchillada,
o nota crepuscular. cantar a un to a
mozo
la orilla
virgen penosa
del
mar he oído
pescador, que descansaba jun-
una barca; y su canción era tan
amarga, como lo
A
luto,
mismo
vida, que
las
las coplas
ponen
tan
de Juan Breva. Cantan
muchachas
tienen un novio.
triste,
frescas,
rosadas de
claveles en las ventanas y que
Porque
así
son aquí
la
vida y
el
SOLARES
TIERRAS amor; todo
lo contrario
de
lo
que piensan los
que sólo han visto una Andalucía a
francesa,
la
de exposición universal o de caja de pasas.
verdad os digo que este es suelo y de la muerte. El to
y
laíta».
reino del
amor popular
es inquie-
si
el
vientre de un navajazo.
Hace algún tiempo, en un
malagueño, se celebraba una
moza
gallarda
descon-
La mujer ama con ardor y con miedo. engaña al novio, le partirá éste el
fatal.
Sabe que pecho y
el
En
«Una punapatio
florido
fiesta,
y
cierta
se puso a cantar. Cantaba
ravillosamente.
ma-
De pronto cantó una copla que
dice en dos de sus versos:
¿No hay
quien
me pegue un
tirito
en medio del corazón?
Un
loco,
sacó una
o un enamorado novio, estaba
pistola,
y
le
pz^ó
el tiro,
allí,
y
en medio del
corazón. Estos salvajes amorosos son taño no habría sido pistola, sino gumía.
así. AnTodos los
poetas de estas regiones son dolorosos y excesivos, fatalistas, o violentos. del sol.
Todos
Todos son amados
no: he aquí uno
amado de la
luna...
73
—
RUBÉN En uno de que
estos crepúsculos de invierno, en
Mediterráneo ensaya un aspecto gris que
el
borrará
do a
DARÍO
la
aurora del siguiente día, he comenza-
leer el libro
daluza,
el
de un poeta nuevo de
tierra
cual acaba de aparecer y es ya
el
an-
más
sutil
y exquisito de todos los portaliras españo-
les.
Al hojear su libro Arias tristes, lo juzgaríais
de un poeta extranjero. Fijaos más; es un poeta
como su nombre. Se Arcipreste, y Jiménez, como
completamente de su llama Juan, el
como
el
tierra,
Cardenal. Surge en momentos en que a su
país comienzan a llegar ráfagas de afuera, so-
bre
más de una
parte derrumbada de la antigua
muralla chinesca que construyó
y macizó
el
la
intransigencia
exagerado y falso orgullo nacional.
Quiero decir que llega a tiempo para de su esfuerzo. del siglo XIX
Como
triunfo
todo joven poeta de fines
y comienzos del xx, ha puesto la
Mas,
desdoro de
lejos del
la
imitación y ajeno a
indigencia del calco, ha aprendido a ser
mismo
étre
el
siringa francesa de Verlaine.
oído atento a
la
el
soi méme — y
sos sencillos como
lirios
dice su
y musicales
él
alma en ver-
como aguas
de fuente. Este poeta está enfermo, vive en un 74
SOLARES
TIERRAS
sanatorio, allá en Madrid. Así, en su poesía no
busquéis salud gozosa
ni
rosas de
risa.
Cuando
más, a veces, una sonrisa, una sonrisa de convaleciente:
Convalesccntc
pero en
la
más granCuando Camille Mau-
cual se insinúa
des misterios de clair, el
di squisitti malí..,
la vida.
uno de
los
crítico meditativo del «Arte en silencio»,
se complacía en escribir versos, colocó un volu-
men de
verbales sonatinas de otoño bajo la in-
vocación de Schumann; Jiménez tiene
como
trono de su libro musical y melancólico
al
pa-
melo-
dioso Schubert. Antes de cada división de sus
poemas, aparecen, a las notas
la
manera de introducción,
de «El elogio de las lágrimas», de
la
Se penetra así, a la influencia de la música, a uno como parque de dulzura y de pena en donde, al amor de la luna, un alma dice, como el risueñor, sus arias crepusculares o nocturnas. Nunca como ahora «Serenata», de «Tú eres
se ha cumplido
el
paz».
precepto de Pauvre Lelian:
De Id musíque avant dijo el celeste
la
touíe chose,..
Ya
antes
Shakespeare: 75
RUBÉN
DARÍO
The man íhat hath no music Nor is noí mov'd with concord Is
fií
for trcasons, síraíagems,
The moíions
And
in himself,
of swcet sounds,
and spoils;
of his spirit are dull as night.
dark as Erebus...
his affecíions
Conozco de esos
Y
seres.
veo, en cambio, a
través de esta poesía de sinceridad y de reserva,
a un tiempo mismo, ritu
sitivo.
de
la
transparencia de un espí-
fino como un diamante y deliciosamente sen-
He
aquí un
lírico
de
familia de Heine,
la
de Verlaine, y que permanece, no
la familia
solamente español, sino andaluz, andaluz de triste
Andalucía.
Es de
de su existencia y claman sión,
el
secreto de su
adornando su poesía con
interior, lejos
mundo
de
la
flores
cracia artística de todas partes,
su
el
tierra
fondo son suyos como y
el
de su jardín
Su
el
de
pero el
cultura le la aristo-
la
expre-
perfume de
ritmo de su sangre. Desde Becquer
no se ha escuchado en ínsula un son de
76
ilu-
especulación «literaria» y del
del arribismo intelectual.
unlversaliza, su vocabulario es
sión y
la
los que cantan la verdad
este ambiente de la pen-
arpa, un eco de mandolina,
—
SOLARES
TIERRAS más
personal,
más
individual.
Pudiendo ser obs-
curo y complicado, es cristalino y casi ingenuo.
Se el
si
diría
que tiene timideces de orfandad, como
Maestro
—
pour le pauvre Gaspard!
¡priez
no se viesen
a
brillar
la luz
de
la
luna las es-
puelas de oro de sus pies de príncipe, que
mulan
esti-
un pegaso joven y ardiente
los bríos de
cuyas crines están húmedas de rocío matinal. El poeta dice, dulce
el
como
tán alumbradas por
«Es
Ingenia de Morcas:
la
sol», pero sus ansias el
y sus visiones es-
Y hay
clair-de-Iune.
allí
en esos versos admirables y exquisitos, las mis-
mas
mismas ansias que en las mozas enamo-
visiones y las
coplas populares que cantan las radas, y los sonoros,
duros y aullantes can-
íaores. Allí está la irremediable obsesión de la
muerte, de la podredumbre sepulcral, de los co-
razones partidos, de
que
el artista
tiene
la tristeza
matadora. Sólo
una cultura europea, y
fuese su «acento» mental, no se
origen
ni la patria,
der germánicos
acompañaría a violetas.
la
o
le
no
si
conocería
el
y sus arias podrían ser
lie-
sonatinas parisienses
que
música de Debussy. Hay un olor
Hay
paisajes entrevistos
como por 77
RUBÉN
DARÍO
una ventana, cielos y campos de viñeta. Hay una gran castidad poeana, a pesar de los gritos de
la
vida;
hay valles que tienen un ensueño y
un corazón: El valle tiene un ensueño
y un corazón; sueña y sabe
dar con su sueño un son
triste
de flautas y de cantares,
hay
flautas pánicas, dulces flautas
campesinas.
iDeliciosos romances!
Río encantado, las ramas soñolientas de los sauces,
en los remansos dormidos
besan los claros
y un
el
cristales.
cielo es plácido y dulce,
ciclo bajo y flotante,
que con su bruma de plata
va acariciando los árboles.
Ese romance suena a
la
música del divino
Góngora; y para nosotros, los americanos, a la música de un rimador de encantos y de tristezas, 78
SOLARES
TIERRAS
de un adorable orfeo cubano, ha tiempo desaparecido.
Esas notas
las
das que acariciaba
la
hemos oído en
las cuer-
mano de Zenea. Escuchad
a Jiménez:
Llora la
el
ángelus de otoño
campana de
la iglesia,
un ángelus mustio, muerto entre la lluvia y la niebla.
Recordad a Zenea:
Baja Arturo
al
occidente
Bañado en púrpura
Y
al
soplar
el
regia
manso
alisio
Las eolias arpas suenan.
En todo
el
libro
de Jiménez hay una, diríase^
sonrisa psíquica, llena de lica
que da
el
anhelo de
la
suavidad melancó"
lo imposible,
antigua
enfermedad de soñador. Los que hablan de un arte
enfermo, juzgo
hay
arte enfermo,
las
hay
almas es como en
equivocan.
No
artistas enfermos;
y en
que
la
se
naturaleza.
Hay ma79
— U
R
É
B
DARÍO
h
ñeras de expresión que da
obscuro destino.
el
Los antiguos no andaban errados cuando hablaban de la influencia de los astros. Hay maneras de expresión que da exijáis a
una pálida
el
flor
obscuro destino, y no de
lis
que tenga los co-
lores violentos de una rosa roja, ni modestia a la cola del
pavo
real, ni
un solo de ruiseñor
papagayo. El poeta nace, turales nacen; lo que
sí;
al
todas las cosas na-
no nace es
lo artificial. Así,
no penséis en que Francis Jammes o Juan R. Jiménez harían mejor en pensar en el porvenir político
de sus respectivas naciones, que en decir
los sentimientos que brotan al calor apacible de
sus dulces musas.
No
naciste absolutamente tu tierra,
por
la
seas alegre, poeta, que
amado de
la tristeza,
morena y amadora y
triste
por
An-
dalucía; y porque tu sino te ha puesto al nacer
un rayo lunático y visionario dentro del cerebro.
Hay en rias;
este libro
vagas reminiscencias
por ahí pasa, un momento, un enlutado
misterioso semejante el
enlutado «qui
me
al
de
la estrofa
ressemble
musseíiana,
comme
suena uno que otro acorde de
fiesta
íntima, sia decoración ni preciosismo
80
litera-
un frére»; galante
—y
se al-
SOLARES
TIERRAS
zan, bajo la claridad lunar, los chorros de agua
de Lelian, «svelíes parmi aquí; allá,
más
allá,
marbres».
les
Y
Febe,
siempre:
Las noches de luna tienen una lumbre de azucena, que inunda de paz y de ensueño
Yo no
el
alma
la tristeza.
sé qué hay en
la
luna
que tanto calma y consuela, que da unos besos tan dulces a las almas que
la
besan.
Si hubiera siempre una luna,
una luna blanca y buena, triste
lágrima del cielo
temblando sobre
la tierra,
los corazones que saben
por qué las flores se secan,
mirando siempre a
la
;
luna
se morirían de pena.
Mi
jardín tiene
una fuente
y la fuente una quimera, y
la
quimera un amante
que se muere de
6
tristeza...
-
gl
p U
N
E
B
Hay de cuando
D
R
A
O
I
en cuando, entre los sedo-
sos romances, estrofas que hacen vibrar sus consonantes de armónica, sus acordes de oca-
Y
rina.
Lo
amor
del astro en todos los siglos misterioso
preciso se junta a lo indeciso.
el
melancoliza todo. El poeta explicará su atrac-
lo
ción: «Libro
no
za. Si
monótono,
soñadores, pues de luna en
el
lleno de luna
existiera la luna,
alma
tal
triste,
y de
no sé qué
modo
entra
que, aunque
la
triste-
sería de los el
rayo de
apena más,
inunda de consuelo: un consuelo lleno de
la
grimas,
como
lá-
Los que os hayáis estreestrellas, oyendo venir en la
la luna.
mecido bajo las
brisa la sonata de un piano, sintiendo qué pobre
es la vida entre la noche y ante
caer
la
mismo
la
muerte, dejad
mirada sobre estas rimas iguales, de un color, sin otros matices
que los que en
noche surgen confusamente de los macizos jardín, allá
en
la
donde
negrura.
Y
están las flores casi
soñad conmigo con
la
del
ahogadas las visio-
nes blancas de siempre y con los poetas muertos:
Enrique Heine, Gustavo Becquer, Pablo Verlaine,
Alfredo de Musset: y lloremos juntos por
nosotros y por iodos los que nunca lloran.» Mi-
€3
SOLAR ES
TIERRAS rad con simpatía
esa juventud que, en estos
impudentes tiempos, tiene
el
franco valor de las
lágrimas: Lacrímabiliter. Juzgad que ha elegido bien
el
patronato de Schuber. «Llave de plata de
de las lágrimas», dice Shelley de
la fuente
la
música. El poeta nuevo loca esa llave y hace caer
el
agua de
la fuente
una vez más. Así, An-
dalucía, entre todos tus tocadores de guitarra
de pandereta, entre todos los que hacen
y
literatu-
ra alegre con tu color y tu exuberancia, te ha
nacido un sonador de viola, de arpa, que sabe a
cantar, noble y deliciosamente,
recóndita nostalgia, el
fondo de
tu
la
pecho.
la
sordina, la
melancolía que llevas en
En
copioso y fuerte-
tu
de claveles, ha
mente perfumado
jardín
abierto sus pétalos
armoniosos una rosa de plata
lleno
pálida espolvoreada de azul.
vida y en
el
Y yo
tengo
fe
en
la
porvenir. Quizá pronto, la nueva
aurora pondrá un poco de su color de rosa en €sa
flor
de poesía nostálgica.
canta por
la
noche
al
Y
hechizo de
al
ruiseñor que
la luna,
sucede-
rá una alondra matutina que se embriague de sol.
83
i
E venido, por un instante, a visitar viejo paraíso
un nieros,
ferrocarril
hecho entre
piedra dura.
He
moro. He venido por osado, bizarría de inge-
las entrañas
visto
la
de otro; abajo, en
tiguo ensueño.
nes.
boca de un
abismo, cerré
el
túnel
y agua
al
an-
Y cuando he admirado la ciudad tenido muy amables imaginacio-
He pensado
He recordado
el
la
progreso moderno conduce
el
de Boabdil, he
de montes de
inmensas rocas tajadas; he
pasado sobre puentes entre sonora. Así
el
en visiones miliunanochescas.
el título del lírico libro del
proven87
RUBÉN zal
D
La granada
Aubancl:
Q
A
Y
entreabierta.
ideado las impresiones de
O
I
he
pequeña alma de
la
una coccinela pequsñiía que se pasease por una
granada
entreabierta...
Va por
la
corteza rugosa
que acaba en una corona, que ha sido
como una
las durezas lisas
o ásperas de
llegar al borde, desde
palacio de pedrería... el
de
la
cascara, hasta
donde se divisa
Y
el interior
los rayos solares
encanto de los juegos de la
flor roja
brasa. Va, la pequeñita coccinela, por
la luz
granada entreabierta; y
la
en
el
ponen
corazón
coccinela penetra
entre las riquezas que se presentan a sus ojos,
y se maravilla de ese esplendor, y luego sabe que el corazón de la granada es dulce como la miel.
Como alma.
la
almita de esa bcstezuela de Dios mi
He mirado
corteza rugosa de la antigua
la
mahometana,, en un tiempo muy poco
capital
propicio, entre calles lodosas
blado; ta
mas luego he
que deja ver
propio corazón.
el
Y
y bajo un
ido hacia la parte entreabier-
corazón de su historia y su he visto
la
pedrería fantástica
de un arte exótico, amoroso y sensual. pués,
el
sol
ciudad se
ha
me
cielo nu-
brillado;
y
así, la
Y
des-
encantadora
ha mostrado primero brumosa y
T
SOLARES
ñ R R A S
I
Y
luego luminosa.
sé que
el
corazón de
nada entreabierta es dulce como
Razón tuvo
Es
este
rey que lloró
el
uno de
los países en
para una primavera sin
Un
nes.
fin,
la
gra-
la miel.
como una
mujer...
que uno crearía,
un Jardín de
ilusio-
«carmen». Carmen, verso... jóvenes
enamorados, parejas dichosas de todos los puntos de la tierra,
os amáis, en
el
si
sois ricos, venid a repetiros que
tiempo de
men granadino; y
si
de vuestro deseo, en
el
compañía de un poeta
He
la
primavera, a un car-
sois pobres, venid en alas
carro de una ilusión, en
favorito...
Verso, carmen.
tenido, por llegar en este frío Febrero,
un
singular gozo; estar solo en la Alhambra y en Generalife.
En
el
otra estación, la afluencia de via-
jeros abruma y perturba, como en todos los lugares adonde puede guiar el rojo Baedcker. Pues
es esta una de las ciudades
por los rebaños de guía, discreto,
cando de
la
la
la
más
frecuentadas
agencia Cook. Además,
el
no ha pretendido instruirme evo-
sombra
del erudito Riaño.
Los rebaños
agencia Cook, que van a dar de comer a
las
palomas de Venecia, a
rio
de Pisa, y a reflexionar sobre
oír el
eco del baptistela
inclinación
89
RUBÉN de
la
DARÍO
que andan en busca de
torre; los
la
espe-
cialidad señalada en las guías, o narrada por los
commis-voyageurs, ya se sabe
lo
que vienen a
ver a Granada: los mosaicos y azulejos, que an-
taño destrozaba
cómo gozaban
dótica: «iah,
Chorro e Jumo, gos de
Alhambra anec-
aquellos moros!»;
rey de los gitanos y los tan-
el
las giíanillas, en las cuevas, en
compran
En
turismo; la
el
cestillas
donde se
de mimbre y candiles de cobre.
otra ocasión y en otra parte,
me
he compla-
cido en bailes de gitanas que bailaban maravi-
cómo
llosamente, y he contado
Duran dejó caer en Esmeralda un
luis
el
la
pintor Carolus
corpino de una pequeña
En cuanto al lamentacomo los contrabandistas
de oro.
ble rey fálof, veslido
de
el
era romántica, con una indumcnturia de
comparsa de ópera cómica, «jpalojinglese!» he mirado
al
pasar, a
la
entrada del palacio.
le
Ya
está muy viejo el pobre modelo de Fortuny, y vive apenas de las propinas anglosajonas.
No me
perdonaríais que a estas horas os re-
sultase con
el
descubrimiento de Granda. Todos,
más o menos,
acariciáis el recuerdo de vuestro
«último abencerraje», y
90
si
no,
el
yanqui
Was-
SOLARES
TIERRAS
hington Irving os habrá, de seguro, conducido
por estas encantadoras regiones. Pero no es posible
poner
templar
la
el
pie en este suelo atrayente,
de leyenda, sin hacer un poquito
¿Quién no se
briand.
con-
decoración histórica de estos recintos el
Chateau-
un caso igual
siente en
poseído de ese tartarinismo sentimental, que sin
que notemos a
la
inmediata su influencia, nos
solidariza un tanto con los tipos de nuestras lecturas,
con los personajes que nos han hecho
pensar y sonar un poco, por
que nos
liberta
la
por instantes de
tra existencia práctica
poesía de su vida, la
cuotidiana? Así, pues, no
he de negaros que he evocado a raja cerca de su mirador,
vez más aquellos
la
prosa de nues-
la bella
Linda-
que he lamentado una
atroz expulsión de los .moros, de
moros
cultos, sabios, poetas,
con indus-
trias hermosas y pueblo sin miserias. Desde la Alhambra se mira el soberbio paisaje que pre-
senta Granada y su vega Deliciosa. la
antigua capital,
con sus tejados riscas, su
el
viejos, sus construcciones
amontonamiento
al frente, la
A la derecha,
barrio actual del Albaicín,
oriental
ciudad nueva, en que
la
mo-
de viviendas; universalidad 91
RUBÉN cdilícia
sigue
el
DARÍO
patrón de todas partes; a
la iz-
quierda, la verde vega, con sus cultivos y sus
inmensos paños de
billar;
mansión de encajes de
más
acá, cerca de la
piedra,
los cármenes,
estas frescas y pintorescas villas, donde los gra-
nadinos cultivan en los ardientes veranos sus
heredadas gratas perezas, sus complacencias
amorosas y sus tranquilas indolencias. En fondo, la sirena coronada de blancura.
dad se sienten saudades prende
el
del
En
recibir
lle-
una nueva revelación de
Se
belleza de la vida.
ver-
pasado. Se com-
entusiasmo de los artistas que han
gado aquí a
el
la
piensa en los novelescos
guerreros y amadores que vinieron del África
cercana a anticiparse en este país espléndido un
poco
mahometano. Nadie ha vivido
del cielo
poesía
como
hombres
la
esa misteriosa y pensativa raza de
tristes
de amor y de fatalidad.
Su
arte
labra esas mansiones de recelo y capricho con talento de abejas.
La decoración viene de
turaleza misma, de
geometrías de cristales
de
92
la clara del
la nieve.
las herraduras
las líneas
Su
de
florales,
la
na-
de las
huevo batido o de los
arco diríase imitado de
de sus caballos; sus columnas de
TIERRAS los datileros,
SOLARES
o de los
tallos
Y
de las azucenas.
hay algo de inaudito y de fantástico en todo esto, tal, que vienen al pensamiento esas
de manera
moradas
ilusorias en
que habitan los inmortales
príncipes de los cuentos c,ue cuenta la prodigiosa
Scherezada.
Y
tan
no puede separarse
la
poesía
de estas mágicas arquitecturas, que sus decoradores y ornamentistas aprovechaban sus magníficas caligrafías
para adornos, adornos que
mismo tiempo que
los ojos
con sus combinacio-
nes y bizarrías de caracteres, halagan
con
el
sentido de las suras o
los versos. cia, frescor,
Y
al
la
mente
la significación
de
¿ese encanío del agua, transparen-
armonía, en los patios de mármol,
para creyentes en cuya religión son obligatorias las abluciones,
paraíso
el
y ardientes polígamos en cuyo
primer premio es
la
limpia,
perfu-
mada, adolescente y siempre virgen belleza menina?
fe-
El agua por todas partes, en las copiosas albercas, en los estanques que reproducen las bizarrías arquitecturales, en las anchas tazas la
que sostienen los leones del famoso
como
patio,
o
simplemente brotando de los surtidores coloca93
RUBÉN
DARÍO
dos entre
mármol. Compren-
las lisas losas de
dían aquellos príncipes imaginativos que habla-
ban en tropos pomposos, que
la
vida tiene he-
chizos que hay que aprovechar antes de que
sobrevenga
fatal
la
desaparición. Fijaos en
el
significado de las inscripciones decorativas que
«Yo soy una esposa
a cada paso encontraréis:
las vestiduras nupciales, dotada de hermo-
con
sura y perfecciones. Contempla
me
rodea y comprenderás
la
el
gran verdad de mis
palabras. Mira también mi corona,
semejante a
la luna nueva. Ibn
este orbe del esplendor
y
esplendor que
la
encontrarás
Nazar es
la belleza.
en su elevado puesto sin miedo a
el
sol
de
Permanezca la
hora del
ocaso. Mientras yo, llena de gloria por misericordia suya,
Contempla
publico siempre sus felicidades.
esle esplendor.
Aquí se establece para
administrar justicia a sus siervos. Siempre que
de aquí se
aleja,
encontrarlo.
sus vasallos se entristecen de no
Pues por mi Señor Ibn Nazar colma
Dios de beneficios a los que
hecho descendiente
del
le
sirven. Habiéndole
Señor de
la tribu
de Jax-
red Saad, hijo de Obada». jGloriosos nazaritas
y
feliz
94
Abul Walid Ismael!
Y
allí
en dos nichos
SOLARES
TIERRAS de
la
Gomares:
sala de
«j
Alabanza a Dios!
Yo
deslumhro a los seres dotados de hermosura con mis adornos y mi diadema, pues los luceros descendieron a mí desde sus elevadas mansiones.
Aparece fiel
vaso de agua que hay en mí como un
el
que en
quibla del templo permanece absor-
la
to en Dios.
A
pesar del transcurso del tiempo,
continuarán mis generosas acciones dando alivio al
que tiene sed, y albergue
al
Pues
indigente.
por mí pasan las numerosas liberalidades de mi
Señor Abul Hachac. Nunca dejan de
brillar
en mí
sus resplandores, pues su luz resplandece aun en las tinieblas
de
dedos de mi
artífice
la
noche. Tallaron sutilmente los
mis labores, después de ha-
ber ordenado las piedras de mi corona.
mejo él,
al solio
Me
ase-
de una esposa, pero soy superior a
pues contengo
la felicidad
de los desposados.
Aquel que venga a mí sediento,
le
conduciré a un
lugar donde encuentre agua limpia, fresca, dulce
y sin mezcla. Pues yo soy a manera del arco iris cuando aparece, y el sol nuestro Señor Abul Hachach.
No
tiempo cuanto
dejen de vivir sus bondades tanto la
casa del Excelso continúe con-
cediendo los favores de
la
peregrinación».
Por 95
RUBÉN
DARÍO
todos lugares encontraréis las alabanzas
choso dueño y morador,
y,
Nada que contenga mayor
al di-
sobre todo, a Alah.
filosofía
que
la
divisa
de los Alhamares: «Sólo Dios es vencedor».
Para
disfrutar tranquilamente de la magnificencia
y suavidad de estos parajes y recintos, ninguna ayuda mejor que la tradición, eso que no está en los libros ni certifican los documentos. Así, al llegar a la pila en
donde algo que se asemeja a
una gran mancha sangrienta llama del visitante,
no escuchéis a
los
la
atención
que os dicen que
Ginés Pérez de Hita inventa, y creed firmemente en que esa oscura tacha de mármol es debida a las rojas degollaciones de que se habla en las
leyendas de zegríes y abencerrajes. estéis en el patio de Lindaraja,
Y
cuando
no pongáis aten-
ción a los arabizantes que os pretendan explicar la
elimología del nombre y negar
la linda figura;
sada,
muy
la
existencia de
antes bien: imagináosla
blanca,
muy
ardiente para
el
muy
ro-
amor, y
con unos ojos almendrados, de negros mirares,
como corresponde cuento.
a una verdadera sultana de
Los traductores como Lafuente Alcántara
pueden serviros para saber que en 96
la
taza de la
SOLARES
TIERRAS fuente, en esc patio, dejó
mientos:
un poeta estos pensa-
«Yo soy un orbe de agua que se
ostenta
a las criaturas diáfano y transparente; un gran
océano, cuyas riberas son obras selectas de már-
mol escogido, y cuyas aguas, en forma de perlas, corren sobre un inmenso hielo primorosamente labrado.
Me
llega a inundar
el
agua; pero
yo, de tiempo en tiempo, voy desprendiéndome
con que
del transparente velo
me
cubre. Enton-
ces yo y aquella parte de agua que se desprende
desde los bordes de
un trozo de
la fuente,
hielo, del
aparecemos como
cual parte se liquida
y
parte no se liquida. Pero cuando mana con mucha abundancia, sólo somos comparables a un cielo tachonado de estrellas. Yo también soy una
concha, y
la
reunión de las perlas son las gotas.
Semejantes a las joyas que artífice
colocó en
zar, del
la
la diestra
mano de un
corona de mi Señor Ibn Na-
que con solicitud prodigó para mí los
te-
soros de su erario. Viva con doble felicidad que hasta leb,
el
día
el solícito
de los hijos de
la
varón de
la estirpe
de Ga-
prosperidad, de los ventu-
rosos, estrellas resplandecientes de la bondad,
mansión deliciosa de 7
la
nobleza.
De
los hijos de
97
RUBÉN la
DARÍO
Rabila de los Jazrcch, de aquellos que clama-
ron
la
verdad y ampararon
al profeta, él
ha sido
nuevo Saad, que con sus amonestaciones ha
di-
sipado y convertido en luz todas las tinieblas.
Y
constituyendo a las comarcas en una paz estable,
ha hecho prosperar a sus vasallos. Puso
la ele-
vación del trono en garantía de seguridad a
dido
el
Y
y a los creyentes.
religión
más
alto
grado de
a mí
belleza,
me ha
Occidente,
ni
ni
jamás
mayor que yo en Oriente
ni
en
en ningún tiempo alcanzó cosa se-
mejante a mí rey alguno Arabia».
conce-
causando mi
forma admiración a los eruditos; pues se ha visto cosa
la
ni
en
el
extranjero ni en
Salones, torres, ajimeces, bordadas
piedras, aéreos calados, baños, jardines, miradores... allá
más
Aquí encuentro que había
que había Salud; más allá
allá
Justicia;
más
que había Belleza;
que había Placer. Eran sabios aquellos
hombres de
turbante; eran buenos, eran fuertes y
eran artistas.
más grande, más suntuosa, Generalife es más cordial, más
Si la Alhambra es
más imponenle, el íntimo, más amable. escribió en
98
el
«Delicioso para
álbum de
la
el
amor»,
dulce mansión una
SOLARES
TIERRAS
mujer llamada D.° Cristina Santoyo. D.^ Cristina sintetizó así todo lo
que pueden
hilar los literatos
y rimar los poetas sobre este rincón hechicero.
Yo no
sé
si
marquesa de Campotejar, dueña
la
actual de esa maravilla, es joven; pero si es, tiene
no
lo
que haberlo sido y que haber amado en
este nido de ensueño; y, por lo tanto, haber teni-
do por escenario de su amor rían todos los reyes
de
la
el
tierra.
que
le
envidia-
Cuan
explica-
bles son los entusiásticos arranques del viejo
Dumas, en
las cartas en
que se manifiesta poeta
y amoroso: «Lo que hay de maravilloso en
el
Generalife, señora, no son por cierto sus salas,
sus baños, sus corredores, pues que esto
contraremos en conservado;
lo
la
lo en-
Alhambra mejor y más bien
que es
allí
bello, maravilloso,
son
sus jardines, sus aguas, su vista. Permaneced» pues, en medio de esos jardines lo que os sea posible, señora;
embriagaos con los perfumes
que no encontraréis iguales, porque en parte nin-
guna se hallarán reunidos en un más pequeño espacio tantos naranjos, tantos jazmines, tantas rosas; impregnaos con la muelle frescura que
despide
el
agua, porque tampoco en parte algu99
RUBÉN
DARÍO
na veréis brotar tantas fuentes, despeñarse tantas cascadas, rodar tantos torrentes; y, en
fin,
mirad
por cada abertura, que cada abertura es una ventana abierta sobre
el
paraíso.
Y
lo
que más os
seducirá, señora, es ese sabor de Arabia que ha
quedado flotando en
el aire».
Yo
he gustado ese
sabor de Arabia desde que penetré por entre doble
fila
de cipreses y entré por
la
me ampa-
puerta del Generalife. Buenos genios
raban en mi paseo hija del jardinero,
solitario.
Por guía tuve a
una preciosa niña de
catorce años, rubia y seria, que secular ciprés, bajo
Zoraida, y les,
y
el
el
la
baja y ancha
la
trece a
me enseñó
el
cual se sentaba la sultana
estanque, y los mirtos, y los rosa-
las salas en
que en los viejos lienzos se
representan los antiguos señores, y
el
gran árbol
genealógico, y las galerías silenciosas en donde
dan ganas de suspirar y de besar. ¿Para qué hablaros de lo demás? ¿Para qué deciros vulgares noticias de las guías, datos y fechas que os resultarían ridículos?
Granada
¿Para qué hablaros de
actual, de la ciudad
que hace
política
la
y
en donde se pregonan las últimas noticias del conflicto ruso-japonés?
100
He dejado Granada ron
SOLARES
TIERRAS
pena, por su corazón de mármol labrado, por su viejo corazón, por sus divinas vejeces,
más adorables una
de los pocos lugares de rría
permanecer,
Y
la tierra
no fuese que
siempre más
adelante,
fuera del
si
fas de una
el espíritu
tiende
íhe worldí»
romanza que en mi niñez al partir
su corazón desgarrado
las estro-
oía cantar:
de Granada, sintió,
y allá en la vega, al perderla de vista,
con
débil
-
adelante, si es posible
han venido a mi memoria
Aben Amct,
Es uno
en que uno que
mundo, «anywhere out of
al dejarlo,
que hace
naturaleza singular.
voz su lamento expresó...
101
UNQUE es invierno, he hallado rosas en Sevilla. El cielo ha estado puro
y francamente hospitalario pasadas las primeras
horas de
la
mañana. La Giralda se
ha destacado en espléndido campo de azur. Luego, las mujeres sevillanas, entrevistas por las rejas
que hay a
la
marmófama. He visto,
entrada de los patios
reos y floridos, dan razón a
la
pues, maravilla.
I
No
sin razón es esta la ciudad de
don Juan y
ciudad de don Pedro. Siempre
la
poesía, la
leyenda, la tradición, os saldrán
al
encuentro.
la
105
RUBÉN
DARÍO
Estrella, el Burlador,
bero... rrilla
Por eso
el
el
Monarca
cruel,
se recomendaba aquí evocando
de su Tenorio y de su Rey
moda, a
viene, por
el
Bar-
grande y armonioso José Zo-
la
el
jusliciero. El
Semana
nombre turismo
Santa. Es decir,
a pagar cuentas enormes de hospedaje, a dormir
sobre una mesa de
en veces, y a ver pa-
billar
sar las procesiones, entre católicos irreligiosos,
santos macabros, cristos lívidos y sangrientos
con cabelleras humanas. Al mismo tiempo,
el
viajero escuchará los gritos extraordinarios de las saetas
rá la
y las carceleras.
buena ocasión para
ir
En
el
día aprovecha-
a ver a las cigarre-
ras en la fábrica, con sus deshabillés sugereníes; si
ha leído La femme et le pantin, de Pierre
Louys, tanto mejor; y volverá a su país dicien-
do que ha conocido
el
encanto sevillano. No,
ciertamente, indiscutiblemente, llano está en otra parte.
dan
al
encanto sevi-
La Semana Santa y
son notas singulares, y
feria
el
la
las cigarreras ayu-
color local que se ha conocido en las lec-
ínras; pero
el
alma de Sevilla no
tiene
gran cosa
que ver con todo ese pintoresco reglamentario, NI con eso,
ni
con
el
industrialismo y la vida co-
106
I
I
SOLARES
TIERRAS mercial
que puebla de barcos las riberas del
Guadalquivir; te
ni
aun con
batallón trashuman-
el
de toreros calipigios que se entretiene en
la es-
trecha y retorcida calle de las Sierpes. El encan-
de Sevilla está en
to íntimo
su pasado.
Su alma
ciosa; así
alma
el
lo
que nos comunica
habla en
triste
soledad silen-
la
de toda
la vieja
España.
Dicen sus secretos las antig-uas callejuelas en las
horas nocturnas.
Y nada
es comparable a la
me-
lancolía grave de sus jardines, esos jardines que
ha interpretado
pictórica
melodías del color
do de Santiago
el
y magisíralmente en
talento excepcional y hon-
Rusifiol
— ese
«ruiseñor» de
la
fuerte Cataluña. íSevilla!
Las
injusticias
de
gran fundamento: abominad las Sierpes en
donde
existió
menco que se llamaba
el
la la
fama no tienen célebre calle de
un célebre café
Burrero...;
fla-
abominad
la
manzanilla misma, que es un brevaje aceitoso y
poco amable; abominad, aunque os gusten los toros, a los toreros fuera del coso.
Pero adorad,
extasieos, para vuestro reino interior, en los jar-
como en Aranjuez, mágica Granada. De todo lo que han
dines del Alcázar sevillano—,
como en
la
107
RUBÉN
DARÍO
contemplado mis ojos, una de
las
cosas que más
han impresionado a mi
espíritu
sos y frescos
Ni las vetustas murallas
retiros.
son esos
carcomidas de siglos, que aún atestiguan
deleito-
poderío de los conquistadores romanos, restos visigodos, ni
viejo
ni los
esbelta Giralda muarita-
cuyo nombre alegra como una banderola,
na, la
la
el
Torre del Oro
ficencias del Alcázar, que renuevan en mi ria las
ni
a la orilla del río, ni las magni-
sensaciones experimentadas en
la
memoAlham-
nada me ha hecho meditar y soñar como estos jardines que vieron tantas bra granadina,
históricas grandezas, tantos misterios
voluptuosidades. La culpa
la tiene
y tantas
en gran parte
ese don Pedro que tenía tanto de don Juan...
Cuando uno que llevan
el
comprendía
entra, a un lado de las galerías
nombre de aquel raro monarca que la belleza
morisca, que tuvo
mucho
de oriental, mucho del Arum-al-Raschid de «Las mil y el
más blando de
por el
una noches»,
el
lo
primero que conmueve es
los silencios,
fino hilo líquido
apenas turbado
que cae de un surtidor en
ancho estanque de verdes aguas. El suave
viento 108
mueve
el
ramaje de dos grandes magno-
I
SOLARES
TIERRAS vecinas.
lias
Y
y arrayanes, se des-
entre rosales
cienden dos graderías y se va a ver lo que se
Hay
llama los baños de doña María de Padilla.
una grande y larga piscina, bajo bajas bóvedas góticas. res
Nada más.
Pero, ¿qué imporía? Pinto-
ha habido que han intentado resucitar
sual capítulo de la bella novela de vida. al
amor de vuestras
pájaros de
la
¿No
donde
el
oís
primavera?
el
sen-
Quedaos
¿No oís cantar los ¿No veis al monarca
ideas.
que se acerca entre las tes?
el
flores
nuevas y
lujurian-
agua transparente en
ruido del
cuerpo sonrosado de
la
real querida
forma a su rededor círculos de diamante? Ella ríe, el
duro rey sonríe. Cerca hay palomas blan-
cas y de plumajes que
la luz tornasola;
y un pa-
vón de Oriente, vestido de orgullo, ostenta sus gemas, como un
visir
de
fiesta.
Ahí tenéis
el
encanto sevillano.
Más
allá iréis al
jardín
de
la gruta,
y
allí
los
arrayanes forman un famoso y pueril laberinto; y en un rústico templete, bajo extraña bóveda, una blanca estatua de dos mujeres unidas por
la es-
palda, arroja de sus cuatro pechos cuatro chorros
de agua. Neptuno decorativo os saluda en
el 11a-
109
RUBÉN mado
jardín
DARÍO
Grande, y en
el
León hay seña-
del
ladas huellas leoninas: hic sunt leones. efecto aquí
donde se conserva
cesar Carlos V.
Allí,
cenador del
mármoles y los maderas admirable-
entre los
policromos azulejos y las
mente
el
Es en
guardan
talladas, las águilas imperiales
orgullo de sus actitudes y recuerdan la pre-
el
sencia desvanecida de
la
soberbia y soberana
persona.
Cuando
salís,
lleváis
una sensación imbo-
rrable.
Como
decía antes, por las calles os llamará
siempre, con su callada voz,
la tradición.
En
va-
no, en las vías estrechas, os hará pegaros a la
pared
el
tranvía eléctrico.
En vano
los
vendedo-
res de antigüedades os querrán atraer con sus letreros en
inglés.
Por muy poco meditativos o
poetas que seáis, tendréis que pensar en uno de ios
dos hombres-sombras zorrillescos, don Pedro
o don Juan. Allá en la iglesia del hospital de la
me
he inclinado ante nombres
Candad,
ilustres,
saístas, pintores y tallistas; bastará
el
de mosolo de
Murillo mulíiplicado en obras excelentes,
como
SOLARES
TIERRAS
un Dios Niño que se apoya en gracia, y un
el
mundo, iodo
Moisés en que Bartolomé Esteban
demuestra que celeste suavidad y pincel dulce no impiden el dar cuando le venía en voluntad
le
una nota de
fuerza.
Y
luego
y maca-
realista
el
bro Valdés Leal, cantado en las labradas rimas de Gautier, que renueva en triunfo
de
la
más de un cuadro
el
muerte, y las visiones cadavéricas
de los frescos del camposanto pisano.
Cuenta un cronista que muerto llo
la
descomposición en
a su amigo
el
artista:
menester mirarlo con
Mas, pasad a la
visión de
la
la
el
ataúd, dijo Muri-
«Compadre, esto es
mano
en las narices».
No
os detengáis en
sacristía.
San Cayetano, de Céspedes,
San Miguel, de Roela. Ved ese retrato del tiempo llero
ver pintada tan a lo
al
viejo,
ni
en
el
ved ese caba-
firmado por Valdés Leal y ved esa espada
antigua, que en estos tiempos de ruines prosas
no hay mano digna de
tocar.
Ese caballero or-
gulloso, cuya estatua se ha inaugurado reciente-
mente, es un révenant, es un habitante del en-
sueño, es un vecino de I
I
Ilusión, es 111
un héroe de
la
la
ciudad de
la
eterna
poesía, un fantasma de
RUBÉN
DARÍO
capa y espada. Ese hombre es
amor y
el
campeón de
la
asesino del
el
Es
voluptuosidad.
el
Sr. D. Miguel de Manara, celebrado en la inmortalidad del arte bajo
el
nombre de Don Juan.
Y
esa es su espada. Está en una sacristía, porque
ya sabéis que metió
diablo cuando se hizo viejo se
el
fraile.
En guías
mucho hay que admirar y las pero allí también, como en
la catedral
lo
detallan;
todos lugares, es
el
pasado
el
que os detiene con
su historia o con su página legendaria. Así, de ese pulpito que encontráis en un patio, en donde
predicaron varones ilustres
como
el
vigoroso Vi-
cente Ferrer, pasáis a las maravillas de las naves, en
donde gloriosas paletas dejaron
valor y de renombre.
Y
la
telas
de
anécdota tradicional
os espera asimismo por toda capilla y rincón, desde la
colosal
Gamba,
llaman la
el
el
hasta
San el
Cristóbal, junto al altar de
pequeño Niño Jesús,
mudo, obra de Montáñez.
Y
a!
cual
aquí llega
nota curiosa.
Encontráis gentes de añeja devoción, a quienes dirigís la palabra,
y que, por más que
les habléis,
no os dan contestación alguna. Esos son
fanátl-
113
T
E
/
¡?
€os que han hecho
mesa
del silencio
una de derna
3 O L A
A S
I?
al
niño rubio del aliar
el
la
pro-
por un tiempo determinado.
las capillas-— y aquí la
— está
E 3
¡?
En
anécdota es mo-
famoso San Antonio, de
Murillo,
cuadro que fué mutilado por un visitante norteamericano, que creyó oportuno aislar
el
santo
del resto de la composición para provecho propio.
Sabido es que
el
cónsul español en Boston
íuvo denuncia del paradero del fragmento pictó-
y logró rescatarlo. Hoy, gracias
rico
habilidad de un pintor eminente,
el
al
arte
y cuadro apa-
rece restaurado, y no se notan las señales de la
amputación
No
del
robador yanqui.
os detendré ante las muchas obras
artísti-
cas y renombradas que aquí se guardan, pues
son tantas y
tales
que hay libros de eruditos,
como Cean Bermúdes, que
están dedicados a
dios. Pero no dejaré de deciros que veáis cierto
fúnebre
monumento que
de Pérez de Alesio,
el
está cerca del Cristóforo
cual
monumento
es obra
moderna y muy celebrada, compuesta de cuatro figuras que soportan una urna, y que segura-
mente os es familiar por urna
8
las ilustraciones.
En esa
— idescubríos! — están las cenizas, las discu113
RUBÉN
DARÍO
íidas cenizas de Cristóbal Colón,
tuvieron depositadas en
Creo que
más
el
la
que antes es-
Habana.
catedral de la
impasible e indiferente de lo»
americanos, no dejará de sentir así sea una vaga
emoción delante de ese puñado de huesos. Hasta después podrá llegar
la eterna
ros comprender que no es
Eironeia, y hace-
muy grande
el
favor
que nos hizo.
La tarde estaba alegre y dorada cuando pasé Puente deTriana para ir al barrio de ese nom-
el
bre tan cantado en las coplas. ¿Diré que tuve
más de una
ilusión
deshecha? Fuera de una que
otra ventana llena de los tiestos usuales en toda
Andalucía, y una que otra cara de cromo o de caja de cerillas,
no pude satisfacer mi curiosidad
de belleza sevillana. Vi
mucho mozo de chaqueta
y pantalón ajustado, haraganeando en las esquinas,
no
lejos
de los muelles en que
el
sevillana
trabajador suda en los afanes del tráfago moderno. Vi portales sin aseo y tiendas de salazones, y
una diligencia a trico
la tarde,
114
antigua, que
al
lado del eléc-
trenvía iba cargada de gentes y maletas a la
Torre del Oro bañada del oro
el río
de un color sucio amarillento;
alguna parle. Vi
de
la
y
SOLARES
TIERRAS y a
lo lejos las alturas
esfumar
el
crepúsculo.
que empezaba a borrar, a
Y
si
no volví contento de
Triana, puesto que quizás yo iba con la idea de
un Triana fantástico, o imposible o demasiado a la
francesa, tuve un desquite con la salida de
una bella niña y una iglesia.
Dona
Inés del
vieja
dueña de una
vieja
alma mía y su inseparable
guardadora.
116
Ní^
modesta
estación;
un
qu2 va mal que bien por
ómnibus
la calle,
so-
bre baches y fango.
Mal tiempo. He ahí mi primera impresión en ilusire
y secular Córdoba.
En cambio,
la
los ver-
des naranjos, en los cercanos jardines, y flores
a pesar del tiempo,
me
resarcieron del inicial
desencanto. El hotel en que vía principal de I
del
la
me hospedo da
población,
la
a
la
alameda llamada
Gran Capitán, en memoria de aquel magní-
fico guerrero D.
Gonzalo, cuya casa natal estuvo
por este punto. Cuando
la
lluvia
ha cesado y 119
RUBÉN puedo en
la
DARÍO
veo grupos de gentes estacionados
salir,
alameda,
eterno grupo de ciudad espa-
el
ñola, que conversa y
«mata»
las horas.
Fuera de este paseo, de que están orgullosos los habitantes, las otras calles te típicas,
ciudad a
descendiendo de
la baja,
o Ajerquia.
la
son marcadamenparte alta de la
No
he podido mela
ama-
argentina, a cada paso que he
dado
nos que tener presente en mi memoria a
Córdoba
ble
en
la
antigua
Córdoba andaluza. No
gan nada de semejante, fuera
del
raza llevado por los hombres de
que
el
nombre imponía
el
es que ten-
espíritu
de
la colonia,
recuerdo, y
el
la
sino
haber
sido centro de estudio y de saber en tiempos re-
motos esta ciudad abuela, como esa en no íaa lejanos, continuando su tradición en los presentes.
de
No
son pocos los pergaminos de nobleza
la patria
latinista
de Séneca y de Lucano, a
moderno
la
cual un
hace declarar sus grandezas
en clásicos exámetros: Illa
cum ínter
ego sum quodam
dedit
illa
latialis gloria
romanas sum prima colonia
sola que patricio nomine clara
120
Roma
mihi quee sibi jura dabat.
fui.
facía
SOLARES
TIERRAS Deliciis fruor ipsa
mcis Moníisque Marian
ad cujus grcmium doíibus aucía cubo... Piscosus
me
Boeíis amat,
me
argéntea cingit
unda cabalino fonte sacraía magis,
y vaya
et., etc.
esa transcripción de sabios metros en
gracia a las dos Córdobas gloriosas, pues ese lado del
mar también pudiera
la
de
con
repetir
ésta:
Mille mihi Senecae, Lucani mille fuissenl, si
mihi Mecoenas unus ab urbe foret.
Decía, pues, que las calles de la población
han parecido de zón, pues según
lo
más
la
característico,
me
y con ra-
monografía histórico- topo-
gráfica de Ramírez, «ni en su dirección ni en
su
anchura han sufrido alteración alguna sustancial desde los tiempos más remotos, y son, por la general,
como todas
las de las poblaciones an-
tiguas, estrechas y torcidas,
por
lo
tro
de
o poco alineadas,,
que es cosa digna de reparo que en la
el
cen-
ciudad se encuentren algunas calles de
mediana anchura». Yo,
ni
en Granada,
ni
en Se12t
RUBÉN villa, ni
DARÍO
en Málaga, he encontrado ese ambiente
de antigüedad de
esta capital esclarecida y en
una época foco, puede decirse, de universal.
Y
lles, la reja
río de
en
la
estrechez y soledad de las ca-
siempre,
la
ventana propicia
el
al
amo-
romance, los patios misteriosos que se
entrevén. Si en un lugar, a está
sabiduría
la
modo de
nombre de Séneca, y evocáis
plazoleta,
la
memoria
de aquel admirable filósofo y periodista avant la lettre, conocimientos mentales no tan viejos se
os presentarán en esas casas de tas,
las vías
angos-
y de las cuales suele brotar, inesperadamen-
te, el
eco de un piano.
la señorita
puede
doña Pepita Jiménez;
forjando sus ilusiones no, en una o en otra el ilustre
Allí
el
muy allá
bien vivir
puede estar
doctor Faustino; y
si
morada puede haber nacido
D. Juan Valera, porque es sabido que,
como Ambrosio de Morales
y
el
gran Góngcra,
D. Juan es cordobés.
De edades
en Córdoba De César quedan, cuando des-
lejanísimas quedan
huellas cesáreas.
pués de ser cartaginesa fué romana.
Como colo-
nia patricia consta en las medallas y en los
bros que fué notable.
1^
Y aun
li-
afirma uno de sus
TIERRAS
SOLARES
historiadores que, siendo pretor de las citerior
y
ulterior
Españas
Marco Claudio Marcelo,
«la
ciudad fué ampliada y ennoblecida con suntuo-
y parece se hizo de moda en Roma, por aquel tiempo, poseer una quinta en los ame-
sos
edificios,
nos campos de Córdoba». Hoy de aquellas grandezas quedan apenas lápidas, inscripciones monumentales, columnas miliarias, monedas de Au-
gusto en que hay borrosos problemas para los
que aún
numismatds, y un venerable puente,
al
sostienen sus pesados arcos sobre
turbio
dalquivir.
el
Fué goda y luego árabe, y
tas la elevaron en verdad a su
más
Gua-
los islami-
alta potencia.
Leer esa historia es penetrar en su vida cuasi fabulosa de capital imperial, de un imperio de
cuento miliunanochesco.
Hoy queda
casi
nada en comparación de los
antiguos esplendores califales; pero lo que queda,
la
mezquita convertida en catedral y cuya
como
transformación enoja a todo artista viajero,
D'Amicis, da idea de qué clase de cerebros cubrían aquellos prestigiosos turbantes.
¿Qué
sería
aquella magnífica Rusafa, o huerto real, en don-
de
el
poderoso Abderramán
I,
que también,
como 125
RUBÉN buen
DARÍO anticipándose
oriental, era profeta,
bano José María Heredia compatriota esta tierra?
de
la historia
cu-
cantó a su
palmera, entonces extranjera en
la
Y
viejo,
el
al
sobre todo, ¿qué escenario
como
Camaralzamán y
del príncipe
la
princesa Badura, u otros príncipes en cuyas vi-
das se interesaba tanto Dinarzada, no sería
la
Azhara de Abderramán
el
nombre de
la
III,
llamada así por
favorita del harén?
pudo venir a habitar en compañía de
la
el
palacio
el
reina de Soba.
En
verdad,
rey
Salomón
No
os repeti-
ré los datos algo prosaicos de cronistas crislia-
nos como Díaz de Rivas; pero
sí lo
que refieren
narradores árabes contemporáneos de aquel espléndido
califa:
«Las casas edificadas bajo un plan uniforme, con mucho gusto y magnificencia y coronadas de azoteas, tenían jardines plantados de naranjos,
y correspondían a
dad
del alcázar a
construcción de este
mán inmensos en
la
la
grandeza y suntuosi-
que estaban agregadas. En sitio
tesoros.
real
la
empleó Abderra-
Los obreros ocupados
construcción eran mil, mil y quinientas las
muías y cuatrocientos los camellos que condu124
SOLARES
TIERRAS
cían materiales. Ayudáronle en la dirección de la
obra los más célebres arquitectos de Bagdad, Toslhat y Kaiorán, y de Constantinopla, que
le
envió su aliado Constantino VI, regalándole
al
mismo tiempo cuarenta columnas de granito, las más hermosas que pudo encontrar. Pasaban de mil doscientas las de varias clases de
mármoles
que había hecho traer a gran precio de algunas provincias de España, de Francia, de cia, África
y Asia. El exterior, así
rior del alcázar, contra la
bes, estaba prolijidad
el
como
el
el
el inte-
mismo empeño y
resto del edificio, y en
se encontraba cuanto
Gre-
costumbre de los ára-
hermoseado con
que
Italia,
arte
el
interior
ayudado de
la
ri-
queza puede producir de más bello y encantador.
Las paredes estaban incrustadas de arabescos de mucho gusto, las ventanas y puertas eran de cedro adornadas de preciosas esculturas, y los techos pintados de azul celeste y esmaltados
de oro.
«Pero como era natural, nada llegaba al primor y riqueza que en el salón destinado para su morada había prodigado el califa. Los adornos de sus muros estaban formados de oro, perias y 125
RUBÉN
DARÍO
Otras piedras preciosas, y en varios sitios, según
En una
costumbre, se leían aleluyas alkoránicas.
magnífica fuente de alabastro, que estaba en medio de la pieza, arrojaban
agua por
la
rios animales de oro, y en su centro
cisne del
mismo
metal.
Sobre
boca va-
nadaba un
fuente pendía
la
una perla de extraordinario precio que había regalado
el
tinopla. El retrete
emperador León, de Constan-
donde estaba
vorita, se veía cubierto por
tido
el
las luces
medio
un artesonado reves-
del resplandor
la
del alcázar, se veía la estatua
de
no
puerta principal la
sin indignación de los
musulmanes, que censuraban
la
hermosa
el
impiedad del ca la
forma
expreso precepto del Koran.
jardines que rodeaban
dían a lo
es-
más severos
que se había atrevido a representar
humana, contra
hermo-
plata líquida caía en un
so pilón de alabastro. Sobre
clava,
que despedían
de cien arañas, saltaba un chorro de
azogue que cual
Los
lecho déla fa-
de oro y acero, y sembrado de piedras pre-
ciosas; y en
lifa,
al califa
el
demás en primor y
palacio corresponbelleza,
íasía más fecunda había prodigado
pues
la ftin-
allí
cuanto
puede lisonjear los sentidos. Bosques de mirtos 126
T
SOLARES
B R Q A S
I
y de laureles se mezclaban con los olivos, cuyo
verdor se retrataba en las cristalinas aguas de
vagaban encerra-
los estanques: animales raros
dos en jardines dispuestos para
este fin
y aves
de vistosos plumajes y agradable canto anima-
ban tan encantadora mansión.» Al suspender esa descripción, no creeríais oir la voz de Dinarzada: «¿Hermanita, quieres contar
mosos cuentos que
tú
nes no se gloiia hoy
uno de
los her-
sabes?» De tales mansio-
la
más
soberbia de las tes-
tas
coronadas y solamente pueden contemplar-
se,
con ayuda de
la
imaginación, en las renom-
bradas narraciones que he citado y que ha saca-
do a y
el
la luz
al arte
y
modernos
talento admirable del Dr.
Vagando de un punto a veces en
dado con
el
la
sabia voluntad
Mardrus.
otro y perdiéndome a
laberinto de esas calles orientales,
fuentes, ruinas,
he
un curioso monumento
al
ángel Gabriel, que, según tradición, ha librado
a
la
ciudad repetidas veces de pestes, tempesta-
des y calamidades, y por fin encontré lo único que verdaderamente atrae a los extranjeros: la mezquita.
En
descripción
este caso,
alguna,
como en
otros,
no cabe
pues muchas hay en las 127
RUBÉN
DARÍO
guías y en cien libros de viajes. Diré,
asombró cios de
como
este edificio de fe,
do Al-Andalus, y que uní mi voz a la
me
los otros edifi-
amor y de guerra que dejaron en
han lamentado
que
sí,
las
s\i
ama-
mil
que
vandálica religiosidad de los
católicos que creyeron preciso demoler obras del arte
y afear
el
recinto de Alah para adorar mejor
a Jesucristo.
La selva de columnas,
profusión de los ar-
la
cos, hacen pensar en lo que sería cuando no había tapiadas puertas y la luz penetraba lateral.
Se
diría
una vasta petrificación de palmeras.
Y
gracias que aún queden joyas arquitecturales y
de mosaico, cual ese prodigioso mihrab o sagrario
mahometano, que es
admiración de los
la
conocedores. Aunque hay en construcción española
como el coro, más que para tan bellas
el
muy
visitante
no
los islamitas,
la
parte de intrusa
notables trabajos, tiene
pensamientos
que sabían
moradas de oración. Al
entrar,
edificar
da de-
seos de cambiar los zapatos por un par de babuchas, y murmurar que «sólo Dios es grande».
128
129
U
Q
DARÍO
N
E
B
Reina Cristina, que está construido en una altura
y en
el
cual se eleva un largo mástil, se hacen
señales semafóricas con Gibraltar. Al día siguiente
tomo en
el
muelle inglés
nacionalidad, que
el
vapor de
me conduce
Un malagueño que
al
no
le invita
a que
le
misma
Peñón.
se llama Paquito y que es
portador de una guitarra, va a bordo.
miss se ha acercado a
la
él
y en
Una joven
muy buen
dé una lección
castella-
al aire libre,
sobre cubierta. Paquito se excusa. Luego, solas conmigo,
— iVamos, Voy
me
allá
a
hace sus confidencias.
que los ingleses no
me
agradanl
a Gibraltar ppr unos días a ganar un dine-
riío...
A
usted, si gusta, le invito para que
me
oiga tocar y cantar.
La enorme mole se va agrandando sobre el cielo invernal. Se distinguen las casas escalonadas sobre la roca, y más tarde los muefondo del
lles
y escolleras; por todas partes
el ir
y venir de
barcos, y, con ayuda del anteojo, las innumerables baterías, la floración de cañones que hacen del
promontorio un inmenso panal de piedra y
132
SOLARES
TIERRAS acero en que aguardan
el
momento
propicio para
lanzarse los enjambres de avispas de fuego que alborotará la
— ¿Qué
mano de
la guerra.
parece, Paquito?
le
Paqnito alza los hombros, resignado. Después,
a media voz, co,
canta, junto a la borda del bar-
una canción, con ritmo de tango, cuyas padesgreñadas estrofas, no por serlo
trióticas y
dicen
L
me
menos
lo
que siente
España
corazón popular.
el
fué la nación
que más lauros conquistó; por
la tierra y
por
mar
el
extendió su autoridad;
sacrosanto
al grito
de Castilla y de León,
más
clavaba en lo
alto
su glorioso pabellón.
Tiempo
que de
feliz
fijo
para siempre ya pasó. Al comparar
con
De
ira
antigua situación
causa pena y dolor.
y de vergüenza
deberíamos al
la
la actual,
llorar
conlemplar, y es la verdad, 133
RUBÉN
DARÍO
que nuestra dignidad
manchada
está
desde que vio ondear
bandera inglesa
la
en
el
Peñón de
Qué vergüenza
Gibraltar.
da,
que vergüenza da, y es
Aunque
el
verdad.
la
mundo sabe
que ese invencible Peñón
hoy es inglés por una traición.
Porque jamás pudo vencer el
pueblo inglés
al
español,
y en lucha igual, franca y el
Águila se humilla ante
leal,
el
León.
Pero ha de llegar el
día en que
volvamos
nuestro Peñón a recobrar y ese día cerca está,
y subiendo a lo y
allí
más
alto,
gritando ¡viva España!
nuestro glorioso pabellón clavar.
¡Alas poor, Paquito! Mientras das
al aire
sua-
vemente esa cordial protesta, yo admiio a estos fuertes y temibles
134
hombres. Este Peñón es
el
más
T
SOLARES
E R Q A S
I
vasto
altar, el
más
colosal
monumento de
la
con-
Por un lado se impone do-
quista y de la guerra.
minante sobre España, por otro sobre África, y el Mediterráneo que vio en lejanos tiempos la omnipotencia
presencia hoy
latina,
omnipo-
la
de Britannia, sobre las olas
tencia
—
,
on the
waves.
El vapor atraca
al
muelle. AI pisar tierra, creo
entrar en un cuartel.
Las murallas,
las
amenazantes baterías de
mi
vista.
los fuertes,
la altura
AI entrar por una puerta de
un soldado
me
están ante la
ciudad,
da un cartoncito con un número
y un permiso para circular por ella hasta el cañonazo de las doce. En una plazoleta, oficiales rojos enseñan
banda suena a hotel
el ejercicio
lo lejos.
a soldados kakhi.
Por
fin,
Una
heme aquí en un
carísimo— parece que no hay de otros en
ciudad— y
la
luego, en la calle, para aprovechar mi
tiempo.
Noto
que, a pesar de todo,
desarraigar pañol.
En
el
idioma.
las vitrinas
Toda
no se ha logrado la
gente habla es-
de las tiendas, los objetos 135
RUBÉN
DARÍO
están expuestos con los precios escritos en ingles
y en español. Asimismo circula,
moneda española
la
y se puede pagar una cosa, correspon-
Mas la sello. Hay
dientemente, en chelines o en pesetas.
poderosa
Roma moderna impone
su
algo de cada colonia que podéis observar paso. Aquí un negro,
más
vende labores de Persia y
allá
al
un hindú, que os
del Indostán.
extrañarán, por la vecindad, los moros,
No
os
y
los
muchos malíeses y judíos en sus tiendas curioLos tipos son marcadísimos. He visto en
s'as.
verdad y en una esquina, a Alí Baba. renta ladrones, entre ellos
Y
los cua-
cochero que
el
me
pa-
sea; y a Shylock, junto a un sórdido mostrador,
un Shylock como tido de negro. rillos,
que hace Novelli, todo ves-
Pasan, en fiacres de toldos ama-
soldados y
cuarteles. Veo,
el
no
oficiales, lejos,
que se dirigen a lo»
humo
de chimeneas, y
oigo agitación de máquinas. Sobre todo se siente el
de
peso de una consigna y
la
la
regularidad dura
vida militar. Aquí se han de leer
mucho
los
versos de Rudyar Kipling. Todos esos caras morenas de comerciantes de
Tommy 136
la
India, sonríen al
que pasa. Los judíos están contentos
T
I
SOLARES
B R R A S
porque hacen negocio. Los gibralíarinos están satisfechos porque los bien.
Y
negocios van siempre
misma ma-
los españoles vecinos, de la
nera, pues
hay aquí buen mercado para los pro-
ductos que se importan. Por su parte, los militares llevan una existencia de lo
pues
tienen
más
agradable,
desde «whisky-and-soda» hasta
«music-hall», con estrellas de
la
Alhambra
londi-
nense, y cacerías en tierra española, con todo
el
confort y cuidado que un inglés pone en esas
cosas.
Allá lejos,
puerto
pasadas
las puertas del lado sur del
— una española,
otra inglesa, puertas ge-
melas que decoran sendos escudos, tiempo de
no—; más
la
antigua dominación,
allá
el
uno
el
otro
de los jardines que en
la
del
moder-
roca es-
cueta han hecho florecer con bellas vegetaciones, las activas autoridades,
he ido a ver los trabajos
délos grandes diques en construcción. Los bajadores bullen en nosos.
Se me
la
tra-
inmensa escavación, afa-
dice que de algunos días a esta
parte se han recibido órdenes de apurar las ta137
U
JR
N
E
B
Se escucha
reas.
el
D
R
A
I
ruido de las dragas.
o Los
pitos de vapor silban, las vagonetas cargadas de tierra corren, la
multiplicada labor se siente in-
Se ve que es que dirige. Hay aspectos cansable.
energía británica la
la
imprevistos, de rinco-
nes floridos, cerca de las garitas y de los depósitos. El
rade,
me
cochero que he tomado en Gunners Palleva hasta
una de
las baterías bajas,
donde un enorme cañón rodeado de
proyectiles,
también enormes, amenaza
Hay en
entrañas de rra,
la
mar.
al
la»
colosal roca vastos trojes de gue-
en previsión de posibles cercos, así fuesen
los traídos por consecuencia de
una
liga conti-
nental.
Hay cordones de bocas de fuego
en las distin-
tas salientes del Peñón. Y, a pesar de lo que se
murmura contra
hay una admirable teligencia cl
capacidad del
la
disciplina,
ordenada
y eficaz
ejercito inglés,
y se ve que una
in-
ha precedido a todo
abastecimiento y defensa de ese formidable
castillo natural
sobre las olas.
No
soy
perito en
cuestiones militares, pero no sé hasta qué punto
tenga razón un miembro de
la
Comunes, Gibson Bowles, en 138
Cámara de
los
las afirmaciones
I
SOLARES
TIERRAS hechas en un ruidoso
folleto
sobre
la vulnerabili-
dad y debilidad estratégica de Gibraltar. Sin embargo, a la simple vista, no me parece de una imposibilidad absoluta que por
un
ejército
a tomar
la
lado de
el
tierra,
audaz y bien dirigido pudiese llegar gran fortaleza, apoyado por moderní-
simos cañones, que encontrarían
el
más
estupen-
do blanco que imaginarse puede. Por esto es
muy tado
de Inglaterra
explicable la actitud celosa
que, cada vez que fortificar
su
el
gobierno español ha inten-
territorio
sos, ha protestado por
por los lados peligro-
medio
del
embajador en
Madrid, y ha impedido toda probabilidad de turos perjuicios. el
Por su
fu-
parte, el almirantazgo
y
ministerio de guerra londinenses tienen siem-
De Rooke a White, todos mando en el Peñón han sido
pre buenos centinelas. los que
han tenido
espíritus hábiles
y meritorios soldados.
ce que en los versos de Paquito
hay profecías Pont, en
The
difíciles
el
de cumplirse.
Galleries,
Me
pare-
malagueño,
En
Highest-
en Signal-Síation, hay
muchos ojos vigilantes. Y cada día que pasa se va aumentando el número de cañones", el trabajo de
los diques de carena y el arreglo y
buen man139
—
RUBÉN
DARÍO
ícnimiento de los innumerables galpones, bode-
gas y depósitos de municiones y víveres. Hay talleres excelentes
y cantidades de carbón creci-
dísimas. El nuevo muelle, concluido casi, es de
primer orden,
Una
lluvia
como
los oíros en construcción.
de libras esterlinas amaciza y fortale-
ce todo eso.
Difícil
de abordar
el
gobernador,
el
secretario
colonial,
Mr. Evans, es en verdad tipo simpático
y
Un mi compañero
afable.
ocasional, Mr.
Fox
sonriente zorro anglosajón, que viaja por placer
y sport, y que ha recorrido todo el mundo, se hace lenguas del secretario. «¿Y la guerra,
—
Mr. Fox? ¿Y
la
guerra?»
— «No sabe nadie lo que
puede pasar. Pero Inglaterra es tan prudente
como
potente, y
no crea usted que se
precipite a
causar conflictos, de los cuales no se puede cular
Bretaña está
lista
simpatiza con
por
resultado.
el terrible
la
el
No
obstante, la
cal-
Gran
para todo evento. El pueblo
Japón,
más que por la alianza, el Oso. En cuanto al
antigua enemiga con
estado de la marina y del ejército, no crea usted 140
SOLARES
TIERRAS
a los pesimistas. Se ha trabajado y se trabaja. 5ir Charles Beresford, no diría ahora lo que en
época no muy
lejana.
Esta es
la
opinión del ven-
cedor de Ladysmiíh y de su amable secretario».
Miss Fox, que acompaña a su padre y que los
más
lindos ojos azules en
el
rosado rostro, aprueba. Lo cual tinenti,
más
me
fino
tiene
y son-
hace, incon-
no tener ningún cuidado por
la
buena
suerte asegurada de los barcos y soldados de su
majestad
En un
el
rey Eduardo.
solo día he visto pasar un hermoso cru-
cero francés, tres barcos de guerra de otras na-
como doscientos vapores merSe espera pronto a la escuadra nacional.
cionalidades y cantes.
Además,
el
King Alfred y
Singapoore se dirigen a días, la visita del
Mr. Fox pintorescas. les
el
Diadem, que de
Inglaterra.
Y
dentro de
emperador de Alemania.
me hace Hay un
saber cosas interesantes y club Ladysmith que da bai-
de máscaras en sus salones, situados en 141
el
R
B
U
Fíat Bastión
E
Road. El
su parte, predica
DARÍO
h
ejército
de salvación, por
bien y pone en las calles los
el
grandes letreros usuales, con máximas evangélicas y declamatorios consejos. Pero los oficiales
que escuchan y siguen
al
pie de la letra la
palabra de esos comisionistas del Señor, son
pocos como
los temperantes de tal
o cual aso-
entre
el
hunting y
unas salidas gratas por
el
lado de
ciación. Prefieren
la
el
tennis,
Línea, en
donde hay cante flamenco, guapas mozas españolas y
y
cocia, pire,
el
a
Variety
la
consiguiente pale-ale y whisky de Esaquí, en la ciudad
armada, está
el
Em-
manera de Londres, con una London
Company, en que hay una
llama mademoiselle Vanmeeren.
«star» que se
— «¡Soberbio,
Mr. Fox\—¡ I fhínk so, Mr. Darío, The Channel Fleet will thus fínd ampie amiisement for their
evenings on shoreh
Miss Fox mira, distraídamente, hacia
la
costa
de España, donde Tarifa semeja una ciudad sin vida.
La banda ensaya, no
lejos,
todos los him-
nos nacionales habidos y por haber. Las sombras nocturnas se adelantan.
li»
1
SOLARES
TIERRAS —I Alio, Mr.
Darío!
— — ¿Una taza de té? iAlIo,
Mr. Fox!
Tomar una
taza de té con Mr.
Fox
es un pla-
cuando no da en hablar de cacerías y otros
cer,
sports.
Miss Fox
le
acompaña siempre, y loma
parte activa en charlas sobre literatura, sobre
ocultismo, sobre artes.
Ambos son admiradores
de Rodín, y se esfuer-
zan en convencerme de que los franceses no
comprenden
al
Los ingleses y Fox. Se celebra
gran escultor y los ingleses
Miss
los norteamericanos, dice la
sí.
poesía de Rudyard Kipling,
algunas de cuyas composiciones, demasiado argóticas, confieso
modestamente no comprender.
Se
trata del valor japonés, y no soy simpático cuando expongo mis simpatías por Rusia. Así,
llegamos a tratar de la
la
cuestión anglo-española,
eterna cuestión de Gibraltar.
— Los españoles,
dice Mr. Fox, dicen que los
Ingleses ocupan Gibraltar por una traición. los japoneses se les del
a
acusa de traidores por causa
golpe por sorpresa que inició
tual.
Y
¿Qué guerra no
es,
la
guerra ac-
en realidad, traidora? 145
RUBÉN ¿y qué cosa rra?
Ahora
DARÍO
es íraición, cuando se traía de gue-
bien, si los ingleses dejaran actual-
mente poner excelentes y modernísimas ciones en
el
Fraile, en
La
Camorro^ en
Lefia, en
Palomas y en otros lugares
las
del litoral del es-
unos tontos.
trecho, confiese usíed que serían
Puesto que usted ha leído
«Más trar
allá del
fortifica-
alemán de
al filósofo
Bien y del Mal», no tengo que en-
en mayores diseríaciones.
Además
el
tiempo
€S oro.
Miss Fox pone un poquito más de brandy en mi
té.
Pronto he de dejar
y de muerte.
Me
el
he de
Peñón, erizado de hierro dirigir
a
la
vecina África,
cuyas costas se divisan, alzándose en grande Atlas. Mis amigos ingleses
el
fondo
el
me dan una
carta de presentación para un rico árabe, que re-
side en Tánger, y llevo
además
otra, del
cónsul argentino en Málaga, para
dor español de correos en
144
la
el
amable
administra-
ciudad blanca.
7
¡
En
SOLARES
E R R A S
csíos días ha habido,
como muy
a menu-
do, divertimientos alegres para los distinguidos oficiales
de esta férrea guarnición. Persona que
ha asistido a
ellos,
me
celebra la distinción y las
elegancias de las jiras sportivas.
huníing de
lo
más ameno y
gozar los invitados de ríos—, uno de
la
la
Ha
sido un fox
variado, después de
hospitalidad de Mr. La-
egregia familia que sabéis. Ga-
lopes animados hacia Salí Pans, por amables colinas, por
Agua
Corte; persecución de un zorro
cerca de Polmones Village;
amazonas animosas
y bravos cazadores, que iban en caballos veloces; magnífica jauría;
Van
perros de fina raza.
Cornetas de monte, en
fin,
Cuanto exige Moralín,
En su poema La Caza. 10
145
RUBÉN como
diría,
versos, bia.
el
DARÍO
en los buenos tiempos en que hacía
señor presidente Marroquín, de Colom-
Además de
los cuales
uno
zorros, ha habido jabalíes, entre viejo y terrible
que
menta a dos sabuesos. Nada os
hirió
diré
grave-
de las ex-
celentes provisiones, siendo ingleses los de la partida. les
Hasta versos se han rimado, en los cua-
se dicen bromas anglosajonas que tocan
«honorable secretario».
humor
He
britanocalpense:
Oh wherc and oh where is íhe gallant Oh whcre and oh where can he be?
«Hon. Sec?
There's no one to keep íhese bold «Ihrusíers»
No
signs of E. M. can
We
met
al
aquí esa muestra del
ai cihe
Farm»
we
in
check
see.
(sure 'Iwas afíer íhe Ball)
And gossiped and «coffe-housed» íhere, And drinks (though Íhe need of Dutch courage While violéis deckel each dame Iherc.
is small)
Chorus.-hná Ihere, oh yes Ihere, was Íhe genial «Hon. Sec
.
*
His smile beaming broadly and bland
As field money lickels he swift did eollecl By scores were Ihey Ihrusl in his hand.
Eso, con otras estrofas más, se ha cantado
con uno de esos joviales aires ingleses que ha146
SOLARES
TIERRAS bcis oído
más de una
miliíares
que guardan
que humilla
el
vez. Así se divierten los la
vasta fortaleza de rocas
amor propio de
Así se divierten,
como
la
Europa
entera.
en todas partes donde
moran. Unos son enviados a
o a otras
la India,
posesiones coloniales. Oíros hay que viven aquí
desde hace mucho tiempo. fano, se oyen tambores.
pasa, solemne.
Se
A
veces suena un
Un grupo
el
de soldados
un compa-
lleva a enterrar a
ñero que quedará por siempre en están en
el
pí-
peñón,
como
cementerio viejo, bajo túmulos grises,
llenos de inscripciones, víctimas de Trafalgar...
Pero son
Como
los
amos de cuanto su
leyese
las anteriores
amigo español que
está en el
yo, sonríe amargai-nente. ta
dónde
vista abarca.
líneas a
mismo
un mi
hotel
que
— «¿Usted no sabe has-
llega la conquista de la libra esterlina
de los cañones del Peñón, en
tierras
y
de España,
en tierra de nuestro D. Quijote? Pues escuche.»
Y me
lee
unos recortes que saca de su
cartera:
«Junto a Algecirqs los ingleses disponen de
campos para
jugar
al «golf»,
de cotos para ca147
RUBÉN
DARÍO
de huertas para recrearse. Apenas alguien
zar,
necesita en Algeciras vender una casa, los ingle-
ses
adquieren, y a buen precio. Pronto habrá
la
en Algeciras
más
propietarios ingleses que es-
panoles. Sin embargo, Algeciras, es bralíar
una plaza
fuerte.
como
Gi-
Bien es verdad que esta
condición no se halla justificada sino por una vetusta batería artillada por algunas piezas de las
que se cargan por
la
boca; pero no importa,
buena, o mala, Algeciras es una plaza de guerra,
y como
más
ni
tal,
está sujeta a reglas
menos que
Sin jxtremar,
man — por que rige
—
ser la
la
ni
plaza de Gibraltar.
como en
allí la
especiales,
Gibraltar se extre-
jurisdicción militar la única
dignidad,
el
honor,
si
todavía estos
vocablos quieren significar algo en nuestra patria,
debieran imponernos cierta línea de conduc-
modo que La
ta.
Entretanto, del propio
El
Campamento y Puente Mayorga son
les
arraba-
de Gibraltar, Algeciras se convierte paulati-
namente en una dependencia co.
Línea,
Hay una
pital Gibraltar,
ñón, 148
el
del imperio británi-
provincia inglesa que tiene por ca-
y que comprende de hecho
Campo,
Algeciras y todo
el
el
Pe-
territorio
SOLARES
TIERRAS
hasta Tarifa por un lado, y de
Ronda por
Es verdad que
tiene autoridades
esta provincia
otro.
y judiciales españolas; pero quien gobierna efectivamente en ellas es el Fociviles
militares,
mandato suyo,
reign Office de Londres, y por
general gobernador de Allí
no se hace nada
la
sin anuencia
de los inglelo
que
aprobación
táci-
ses, en tanto que los ingleses hacen les parece,
ta
o
la
el
plaza de Gibralíar.
seguros de hallar
la
allí
sanción legal de parte de España. La so-
beranía española en aquella región de
Penín-
la
sula es una pura ficción. Conviene hablar claro
y que lo proclamemos muy alto; es indispensable que España lo sepa: existe de hecho, encla-
vada en
los dominios de la
monarquía española,
una provincia inglesa de Gibralíar, de
Peñón es
la
cabeza y
la
quiera,
desde
la
significa para
intereses».
Bretaña en
Márquez y
margen
Todo
del
el
el
intereses por do-
estrecho hasta la
mundo sabe
lo
que
los ingleses la fórmula «crearse
La intervención la la
cual
cindadela.
Los ingleses se han creado serranía de Ronda.
la
activa de
la
Gran
colonia portuguesa de Lorenzo
transformación de ésta en una es149
RUBÉN
DARÍO
pccie de protectorado británico, débese principal-
mente
ai ferrocarril
de Delagoa a Komati-Port,
cuyo primer interesado es un subdito también
la
zona recorrida por
el
inglés. Así
ferrocarril
de
Algeciras a Bobadilla cae, según la teoría diplo-
mática inglesa «dentro de
esfera de los inte-
la
De ahí que conceptuemos este como una infamia, porque, una de
reses británicos». ferrocarril
dos: o esta línea aprovecha
a los ingleses:
si
al país,
lo primero,
el
o aprovecha
más
elemental
patriotismo aconsejaba que se concediese a una
compañía nacional, o por si lo
lo
menos, no inglesa;
segundo, jamás, en manera alguna, debía
haberse otorgado
la
concesión a quienquiera
que fuera, y menos aun, a una compañía inglesa. Si los ingleses no se encuentran bien en Gibralíar; si el si la
Peñón
les
parece incómodo y angosto;
residencia en Gibraltar les es penosa, por
la falta
de campos, de espacio, de comunicacio-
nes, ¡que se vayan! pero que
no vengan a
exigir
de nosotros esas facilidades de que carecen. Desgraciadamente, para oprobio nuestro, esas facilidades las obtienen con creces; gracias a nosotros, Gibraltar reúne para ellos todos los atrac-
150
T
E R
I
Todo eso
es
la
pura verdad, y mi amigo español
hace notar que se
dando hasta do mucha
tierra.
tierra
ha dado y se
les
¡Hasta
tierra! Sí,
de España y
muelle nuevo, y
€l
SOLARES
A S
y todas las comodidades imaginables».
íivos
me
í^
más
la
allá,
les sigue
se ha
traí-
que se pisa, en es,
ciertamente,
«tierra española...»
¿Y agua? Hay aljibes admirables en que toda
el
agua que cae en
el
se aprovecha
Peñón; pero se
trata-
ba no hace mucho de concesiones de no sé qué fuentes de
la sierra al
lado de
San Roque. Y ha
habido un diputado a cortes que sostenía con entusiasmo esa concesión. «Gibraltar tiene en
el
parlamento español «sus» diputados. Los ingleses no civilizan nunca, corrompen, y corruptor inglés se extiende
el espíritu
como una
lepra
a
muchas leguas a la redonda del Peñón.» No obsPodrán los ingleses no civilizar; más,
tante...
desde Castellar, Ronda, y demás lugares que se
van acercando a Gibraltar, de donde se desbor-
da
la
invasión británica, advertís un aseo, una
una higiene, un confort y un pale-ale^ poco tienen de españoles...
actividad,
que muy
151
RUBÉN No
he encontrado en los habitantes de Gibral-
lar, originarios
fiesto
Se
DARÍO
de familias españolas, un mani-
deseo de volver a
advierte que un
nado de
antigua bandera...
espíritu se
ha posesio-
mundo ama He recordado
Todo
la raza.
la
nuevo el
trabajo
el
la palabra y procura la actividad. del siempre citable Nietzsche: «Las razas labo-
riosas no pueden soportar la ociosidad.
Fué un
golpe magistral del instinto «inglés» santificar
domingo en ellas,
a
tal
el
masas y hacerlo aburrido para
las
punto que
el
temente a su trabajo de
como
en Gibraltar, es
inglés aspira inconscienla
el
semana.» El domingo
domingo en Londres, o
en cualquier ciudad anglosajona. Religiosa o no, población se encuentra
la
triste,
opaca, sin mo-
vimiento, en un exceso de santificaciones.
Todos
los ciudadanos de Gibraltar que hablan
español piensan en inglés. El Peñón está bien asido,
como por
las
poderosas mandíbulas de
un gigantesco bulldog. Este no soltará fácilmente,
antes bien quiere avanzar, tierra adentro.
Como
he dicho, no se permite
España ninguna desea mantener 152
fortificación el
campo,
tal
al
Gobierno de
vecina. Inglaterra
como quedó
esía-
SOLARES
TIERRAS
blecido en 1810, cuando fueron volados los fueríes existentes.
«De 1810 a
español, cuantas veces
ecá, dice
hemos
foríificaciones derruidas
las
Inglaterra ha hallado
intentado levantar
o construir otras,
medio de hacer obstrucción.
Nuestras tentativas por recuperar en Algeciras
la
bahía de
rango a que tenemos derecho, o
el
simplemente por organizar territorio,
un escritor
corresponden a
la
la
siglo XIX. El último proyecto, teresa, puesto
defensa de nuestro
segunda mitad del el
que más nos
in-
que se aplica a los modernos ade-
lantos de la artillería y a las recientes innovacio-
nes en
el
arte
de
la
fortificación,
lleva la fecha
de 1900.»
Los te,
ingleses, por su parte,
hacen perfectamen-
pues una vez bien fortificada
la
parte espa-
ñola y arfillada con cañones modernos, El Pe-
ñón
estaría,
dada una conflagración europea, en
verdadero peligro.
155
N
el
Gibel-Musa^ vapor
pués de tierra
tres
inglés, des-
horas de mar, llego a
mahometana. De^de a bordo
ha comenzado para mí
lo
pintoresco
con
el
amontonamiento, sobre cubierta, de moros y judíos de distintos aspectos, blancos, morenos, de ropajes oscuros o de vestidos
vistosos. Había
ancianos de largas barbas blancas, semejantes a los
Abrahames de
las ilustraciones bíblicas,
y
mocetones robustos, hombres de faces serenas y meditativas, mercaderes con morrales y cajas. Había rimeros de paquetes, armas, bagajes. Ha157
R
U
humeantes de cazoleta diminuta. Cabe-
bía pipas
zas con
con turbante, con capuchón. Había
fez,
animales.
do su
DARÍO
N
É
B
Un
árabe de negra mirada iba cuidan-
caballo.
Un
viejo de dulce
y venerable as-
pecto acariciaba un cordero. Las inglesas del
pasaje y unas norteamericanas de gorrita impertinente
no
y rosados colores sacaban instantáneas,
sin la protesta de algunos
que veían en
tal
de los africanos,
acto un atentado contra
el
pre-
cepto koránico. Atrás quedaban las costas an-
(¿No es
daluzas.
donde
lato,
el
oh soberbio y famoso muÁfrica empieza más bien que en allá,
los Pirineos?). El
de
las cóleras
sados, y
a poco
el
la
que
las;
han sacudido los días pa-
ciudad fué apareciendo a mi vista, y
el interior,
y más
le
apacible, a pesar
firmamento de un azul pacífico. Poca
antes, a un lado,
hacia
mar estaba
las alturas
que se extienden
en donde hormiguean las Rabi-
allá, la casita
ponderado corresponsal
blanca del nunca bien del
Times, Mr. Harris
(iperpetúe Alah su felicidad y sus días!), que en tantas andanzas se ha metido, y cuya cabeza ha
sido deseada por tantos alfanjes de hijos del Profeta.
158
Ese
brillantísimo colega y Mr.
Mac-Lean
SOLARES
TIERRAS tuvieron que salir
más que velozmente
a causa
de políticas aventuras, en las cuales estaba mezclado
el
sultán modernista,
abd-ul-Aziz (¡que Alah
de orejas!), tas
el
cual
le
sportman Moulai-
dé unos buenos lirones
no piensa más que en
bicicle-
y máquinas fotográficas, cosa que no había
pensado
el
buen Loti cuando
le
vio niño en la
corte de su padre.
Por fondo,
fin la
la
ciudad se presenta, sobre
ciudad blanca,
muy
el
celeste
blanca, tatuada de
minaretes verdes. Confieso que es para mí de
un singular placer esta llegada a un lugar que se
compadece con mis les,
lecturas y ensueños orienta-
a pesar de que sé que es una ciudad profa-
nada por
la
invasión europea, adonde la
zación ha llevado, con escasos bienes,
civili-
muchos
de sus daños habituales. Por de pronto, he ahí la
muchedumbre de
intérpretes del hotel, de due-
ños de botes de desembarco que pretenden desollarnos en todas las lenguas posibles.
Y
ya en
el muelle, después de pasar la aduana, muchedumbre de guías, y de los que el señor Echegaray llamaría, por no hablar como Quevedo, ga-
leotes. jLa
aduanal
Yo no
sé que es lo que 159
le
Q
U
E
B
DARÍO
N
dice en árabe a uno de los empleados de turbante
y albornoz
como
el
que
intérprete
me
conduce; pero,
en algunos países cristianos, no
equipaje, y ha de costarme esa de-
registrado
el
ferencia
consabido premio. Entro a
el
me han la
ciudad
por una de las tres puertas juntas arábigas que
hay en
los
muros blancos,
entre
una muchedum-
bre de albornoces, turbantes y babuchas, burritos cargados, cargadores que atropellan, men-
digos que tienden turales,
la
mano y
dicen palabras gu-
amontonamientos de fardos, de
de cargamentos de todas clases. Hacia
cajas, la
iz-
quierda subo por una calle estrecha, y a poco
estamos en
el
mercado, o Zoko Chico, punto en
donde se encuentra
eí
hotel en que he de habitar
durante mi corta permanencia.
A
pesar de las
tiendas europeas, a pesar de la indumentaria de los turistas y vecinos europeos,
el
ciudad es completamente oriental.
primera vez en
la
aspecto de
Me
la
siento por
atmósfera de unas de mis
más
preferidas obras, las deliciosas narraciones que
han regocijado y hecho soñar mi infancia, en español, y complacido y recreado más de una vez mis horas de hombre, en 160
la
incomparable y com-
SOLARES
TIERRAS
pleta versión francesa del Dr.
Noches y una Noche. Es que
Mardrus: Las mí!
mezcla
iras esta
de árabes, de moros, de Rabilas, de europeos, que constituye
la
población accesible, existe
el
misterio y la poesía de la verdadera vida de Orien-
como en los tiempos más remotos. Pues, como muy bien se ha observado, el Marruecos contemporáneo es siempre el imperio moro del íe, tal
siglo duodécimo, con su organización feudal, su lujo
y sus artes exquisitas.
mensa
distancia que
Y comprendo
hay entre esos
la
espíritus
in-
de
creyentes y fatalistas musulmanes y las almas
de Europa y América; entre esas razas
del ani-
mal humano llenas de ferocidades, de noblezas, de arrojos, de vicios y de virtudes naturales, y las razas nueatras que el progreso y la civilización han llenado de artificialidad, de sequedad y
de desencanto. El desdén inmenso que estos
hombres sienten por nosotros,
tiene su
principal en el concepto distinto de
la
base
vida que
hay en su cerebro. Ellos no guardan, como los que somos cristianos,
ciertas ideas del
que hacen dura y despreciable
la
pecado
vida terrestre,
y en su inmortalidad teológica, no esperan 11
161
ni
RUBÉN premios
ni
DARÍO más
castigos que vayan
de nues-
allá
comprensión.
tra
Salgo
del hotel a dar
mi primera vuelta por
la
mansa y
en
ciudad, caballero en una muía
una
morisca forrada de paño
silla
cede, en otra muía,
el
Me
pre-
guía, un español que hace
idioma
el
sigue, a pie, un morito viva-
racho, de grandes ojos negros. látigos; el guía para los
no se apartan
Me
rojo.
largos años reside aquí, y que conoce perfectamente.
vieja,
moros
Ambos
llevan
del pueblo,
que
camino, y
el
morito para mi
muía. Así pasamos por toda
la
larga y única ca-
del
lle
que pueda merecer este nombre, hasta llegar
al
gran Zoko, o Zoko de Barra,
principal.
No
quiero conocer los alrededores. las casas en
el
mercado
nos detenemos, pues por esta vez
No
lejos están
que habitan los cónsules, algunas
con hermosos jardines y de arquitectura
Más
afuera, en los declives del terreno,
oriental.
o sobre
graciosas colinas, hay otras construcciones en
donde moran ña.
Hay
162
extranjeros.
Después es
la
campa-
profusión de áloes y tunas, lo que en
SOLARES
TIERRAS
España llaman higos chumbos, y datileros e higueras. Manchas de flores rojas y amarillas entre los
Todo
nios.
muy
repliegues del terreno, y gencianas y gera-
aldehuelas valles,
Y
una luz grata y
lo ilumina
distante, advierto
cálida.
No
grupos de casas bajas,
como sembradas
en
el
seno de los
y de donde se eleva una column de humo.
sobre una altura, de pronto,
la
silueta
de un
Unos cuantos soldados entran montados en sus hermosos caballos y armados de las lar-
jinete.
gas espingardas que se creerían tan solamente propias para las panoplias de adorno y las co-
museos y armerías. Son de las tropas que vienen del interior, en donde una nuelecciones de los
va insurrección se ha levantado de manera
tal,
que desde hace algunos días son escasas las caravanas que entran a Tánger, sufre
La
el
y,
por
lo tanto,
comercio.
tarde cae y vuelvo al hotel.
He bajado
a
la
playa, allá lejos, en
donde hay
casetas de baño y pasan de cuando en cuando
moros montados en sus burros, que vienen de no sé dónde, del campo vecino, de detrás de las alturas cercanas.
Hay
cerca un quiosco blanco y 16»
RUBÉN
DARÍO
pintoresco, casas blancas de techos rojos, habi-
taciones en que ricos extranjeros se solazan enfrente de las
aguas
Desde aquí se
azules.
divisa una parte de la población;
en algunos puntos jardines y arboledas;
más
murallones, las orientales construcciones
lejos,
cúbicas, construidas
Hay algunas de dos otras bajas, con
como
en un vasto anfiteatro.
pisos, y tales rodeadas de
muchas
puertas.
Una que otra lancha se ve por ahí cerca en el mar quieto. Hay una grande paz. Por aquí deben habitar de esos ingleses y norteamericanos hábiles
y curiosos que han sentado sus reales en esta y han explotado y explotan
tierra
cialmente, o
como
el
país comer-
dice un buen censor, que han
hecho experiencias industriales e industriosas.
Los
chalets y
moradas que hay cerca de mí,
muestran todos los aspectos de nuestras mansiones de ricos occidentales.
A
poco rato de vagar, he aquí que sale de una
dama rubia, mientras en lo interior suena un piano. Pongo el oído atento a lo que tocan. Es algo del Oíello de Verdi. No de las casas una bella
está fuera de lugar.
164
SOLARES
TIERRAS Un
caballero español
Ben-Ibrahim, moro de Francia,
Italia
Mohamed-
que ha viajado por
y España, y que conoce perfectala literatura
traje flotante
española.
Es
demasiado europeizado,
tipo elegante, quizá
que a su
presenta a
letras,
mente, para ser moro,
un
me
y soberbio ha agregado
una magnífica leontina hecha por un platero maun
drileño, y
reloj suizo,
de cincelados oros, con
campanilla de repetición, que se complace en
hacerme
oír
cuando pascamos...
poeta Zorrilla y
pregunta
si
me
recita
sí,
habla del
Me
como yo
re-
Zorrilla sabía árabe y,
sueltamente y creyendo decir
que
Me
versos del maestro.
la
verdad,
le
digo
Mohamed
su contentamiento es grande.
no ha perdido mucho de su carácter nacional a pesar de sus viajes y de su confesado afecto por las mujeres cristianas, sobre todo
por esas huríes
singulares de París. Él continúa en fe
la
completa
de sus mayores, y es un mahometano practi-
cante que no olvida, a la hora señalada, su plegaria,
con
donde
la
la
mirada hacia
el
punto cardinal en
ciudad sagrada se encuentra. Pero no
es suficientemente ortodoxo...
un bar, o cosa por
el estilo,
Hemos
entrado en
que hay cerca de mi 165
RUBÉN hotel,
y
allí
DARÍO
Mohamed
se ha mostrado demasia-
muy usada por los célebres rumies Harris y Mac Lean...: el whisky-and-soda. «Amigo Mohamed, do aféelo a una bebida nacional
le
digo, tengo una
británica,
vaga sospecha de que vuestro
profeta no os ha dicho precisamente que
es bueno, y
menos
el
whisky».
Mohamed
el
vino
sonríe,
pero no con irreverencia occidental, antes bien
como la
quien va a decir una cosa de razón a quien
ignora.
tan
«Es
cierto
que
mucho no solamente
él el
peca, porque
le
gus-
whisky, sino los
nos de España, y sobre todo
vi-
champaña que
el
aprendió a saborear en los bulevares parisienses,
y cierto moscato espumante de que Italia le
te
dio muestra exquisita, pero
que conoce
muy
él
la
admirable
es un creyen-
bien su religión, y las condi-
ciones que hay que llenar para que los pecados
sean perdonados y sea abierto
el
mahometano
paraíso. El peca, y luego va a la Meca.
No vez a
ha faltado, desde hace tiempo, una sola la
consagrada costumbre, obligatoria para
todo buen musulmán, y así Alah digno». Esto dicho,
Mohamed bebe
le
reconoce
su licor es-
cocés con fruición y vuelve a hablar de poesía. 166
SOLARES
TIERRAS A
este propósito
me
confía que se ha atrevido a
hacer versos en español, y
me
recita algunos,
no
más malos que los de tales incircuncisos que yo me sé. Me cuenta que hay marroquíes y tunecinos que cultivan
la
literatura
castellana,
y
me
pondera a un su amigo de Túnez, llamado Abul Nazar, de quien me recita unos versos a la Giralda sevillana, que rrilla,
le
habrían satisfecho a Zo-
por moros y por zorrillescos. Abul Nazar, siente en verdad
como Mohamed-Ben-Ibrahim, que
el
alma
tan católica,
del
autor de Granada, era, siendo
enormemente sarracena. Los versos
de Abul Nazar, son los siguientes: Giralda, alminar gentil
En que
la belleza
mora,
Eres cautiva señora
En
extranjero pensil.
Yo te llevara a un paraje Que fuera harén opulento. Donde regalas'e el viento Tus alharacas de encaje. Vieras con
Que
el
ajimez,
ojos finge de tu cara, 167
RUBÉN Las
DARÍO
lejanías del Sahara,
Los bosques de Mequinez. Sobre
cielos carmesíes
Las huríes,
Aun más blancas que el marfil. Se apostaran por mirarte
E En
tu
imitarte
apostura
Desde
tu altura
gentil.
sonara
Dulce y clara
La canción
del Muezín;
Te abanicaran palmeras
Y
tuvieras
De rosas blando
cojín.
¡Quién abrochara tu
De mi
Con
y
el
talle
valle
nardo embriagadorl
a tu pecho floreciente
Diera ardiente
Cálido beso de amor,
¿Qué más morisco y qué más
zorrillcsco?
Es^
son de guzla es ciertamente una oriental que se 168
I
SOLARES
TIERRAS
intercalaría sin detonar, entre las
del autor
de
Tenorio o las del injustamente olvidado padre Arólas.
Anoche he estado en
el
principal café
moro.
Por una puerta estrecha que da a una angosta callejuela, se entra al
Hay
no
muy
espacioso recinto.
tapices para los del país, y mesitas para los
visitantes extranjeros.
Mi amigo español y yo
nos sentamos en una de
las últimas.
Había cerca
de nosotros varios franceses y señoras inglesas.
Un mozo de el
rojo fez nos sirve en pequeñas tazas
café ya azucarado y sin colar,
como
es uso y
como
lo
en
restaurant judío-oriental de la rué Cadet.
el
solemos tomar los aficionados en París
La atmósfera está cargada, pues no son pocos
Unos fuman el tabaco solo, y mezclado con cáñamo indiano. De pronto
los fumadores.
otros
inicia la
orquesta
—
ila
orquesta!
— un
son de los
La orquesta se compone de ocho o diez músicos que tocan los más inverosímiles violines y violones. Veo un solo violoncello europeo tocado por un morenote barrigón que mueve toda
suyos...
169
P el
U
DARÍO
N
É
B
cuerpo cuando toca. Es un solo motivo repe-
tido una, dos, innumerables veces,
lánguido, hipnotizante; y
motivo
como no andan muy
acordes iodos los que ejecutan, da
En
presión hay en mí?
paso, por
la
a veces, cierta angustia.
persistente,
la
disonancia
¿Qué im-
verdad, vuelve a cada
escena iluminada por las lámparas
de cobre, por dumentarias,
el
ambiente, por los tipos y sus inreminiscencia miliunanochesca;
la
pero también pienso que no es
la
primera vez
monótono y veo esas
que escucho ese
aire
gulares figuras.
A
junta entonces
no lejano recuerdo de
sición de 1900.
poético,
el
triste,
el
Me
la
sin-
idea de cuenío árabe se
Expo-
la
regocija un tanto, por
lado
el
que esto esté en su centro y lugar,
aunque me amargue mi contentamiento que todo se hace para satisfacer
la
el
notar
curiosidad y
recibir las pesetas del turista, del perro cristiano.
Las cuerdas
chillan
rozadas por los arcos cur-
vos, y de las cajas sonoras, hechas unas en for-
ma
A
esto
acompañan varios guitarrones a manera de
laú-
de zuecos, salen las voces gimieníes.
des, con labores de nácar incrustados, y a todo
se unen las voces cantantes de los músicos mis170
1
I
SOLARES
B Q Q A S
mos, entre los que hay jóvenes y
dando
viejos,
abun-
entre los últimos siempre los rostros bíbli-
cos, las caras de viejos profetas aullantes.
Hay que
salir
de ahí para librarse de
la repeti-
ción dolorosa y llorosa del motivo oriental, que llega a causar malestar en los nervios.
El canto o
más
bien recitado del muezzin, es
de esas cosas que no se olvidan cuando se las I f f
oye. la
En
lo
profundo de
la
sombra nocturna, o a
hora del crepúsculo, o bajo
maravillosa
la
luna que brilla sobre zafiro celeste, su voz, en
un ritmo repetido y único, confía
al
viento y pro-
mundo que Alah es grande. Esta campana humana que llama a la oración y que recuerda a las razas más creyentes del orbe la omnipotencia del Dios poderoso, es de lo más mulga
al
impresionante intelectualmente que se puede todavía encontrar sobre tierra
la
faz de la tierra, de la
árida de destrucciones mentales, seca de
vientos de filosofía, y que casi no halla en donde
resguardar
el
resto de las creencias
bles ilusiones divinas que
y de ama-
han sido por tantos 171
P
B
ü
siglos
E
sosten y
el
DARÍO
N la
gracia del espíritu de los
pueblos.
Flaubert afirmaba, que
si
se golpeaba sobre
graves y pensativas de estos africanos, no saldría más que lo que hay en un
las cabezas bellas y
cruchon sans biére ou
dun
sepulcre vide.
he oído salir de estos cerebros
—
Yo
quizá de los
menos europerizados que en mis pocos momentos africanos he conocido
— pensamientos
y ocurrencias interesantes.
No
porque
serios
ellos ten-
gan un punto de vista diferente del nuestro en vida, en
el
progreso y en
la
la
esperada inmortali-
dad, dejan de mostrar una sensatez y largas vistas
que muchos cristianos desearían. Son excep-
ciones, es cierto; pero
no hay que olvidar que
Europa y encendió lámmundo cuando había enseñanza en
esta raza tuvo en jaque a
paras
al
Córdoba, y gloria en Granada y en Bagdad. El zapatero que tiene su taller en un miserable tenducho, os dice razones discreías y, sobre todo, os trata con toda la urbanidad apetecible,
desde luego que entráis bajo su techo. Esos
re-
mendones de babuchas son curiosísimos, y, según mi iníérpreíe, hacen entre la morería, como 172
SOLARES
TIERRAS
los barberos de nuestras civilizaciones cristianas:
o
charlar de los sucesos que pasan y entretener
impacientar
En
al
con sus conversaciones.
cliente
este caso, pues, el silencioso vivir de la raza,
tiene su contraparte...
Día de mercado. El
igrran
zocco es un vasto
cafarnaum, un hervidero de colores y de figura» bizarras,
una colección
rara, para el extraño,
de
escenas pintorescas.
He
aquí las caravanas en reposo, después de
haber cruzado rías
el
desierto para traer las mercade-
de lejanas comarcas. Los camellos, que
hasta hoy había visto tan sólo en jardines zoológicos, en la
bohemia de
los circos errantes, los
camellos, feos y misteriosos, cantados tan bella-
mente en los versos de Valencia, eslán aquí en su ambiente y bajo su de a
cielo,
unos echados, otros
esfíngicos, jeroglíficos...; y junto sudaneses de carbón, beduinos de gestos
pie, tristes,
ellos,
fieros, entre bultos
heteróclitas.
Más
y amontonamientos de cosas allá,
muías, caballos desensi-
llados o con las consabidas monturas rojas.
173
Y
RUBÉN
DARÍO
un mundo de gentes diversas, un andaníe museo de biología comparada, y una variedad de vesti-
mentas y de
tintes
que sorprenden e interesan.
Aquí está un moro berberisco, con su capucha calada que
le
cae atrás en pico: su
'traje
asemeja a una clámide con mangas que a medio brazo, y
el
aire
que se
le
llegan
poco reservado, en su
cara que llamara
campechana
gueasen de repente
instintos terribles en sus pu-
pilas.
si
Lleva las piernas desnudas,
tada, los pies descalzos.
do, rapado
el
Luego un
no relampa-
la
barba
kabila
afei-
cefilu-
cabello por delante hasta formarle
una calva sobre
el
apretado y corto pelo negro;
los ojos crueles, la boca voluntariosa bajo un
bigote escasísimo.
Luego un árabe rubio
mirada soñadora y barba
fina,
casi,
de
y un árabe more-
no, de cara afilada, mentón puntiagudo que pro-
longa
la
barba negra, cráneo alargado, gesto
y siempre duro. Luego negros colosa¿senegalenses? ¿abisinios? ¿sudaneses?
autoritario les;
Perdonad mi escasez de antropología en tan curiosas sensaciones africanas; mas lo único que os
diré,
eran,
174
es que
como esos gigantescos negros
o deben haber sido, los que cuidaban los
T
I
B R Q A S
S O L A R B
S
melosos y los Icones de la reina de Saba. Los vestidos hacen sus juegos de color en la plaza hormigueante. rosado, ya
el
Ya
es
el
jaique blanco, ya
jaique verdoso, ya
ro o leonado; ya
el
el
jaique
jaique obscu-
amplio albornoz majestuoso^
el
ya los mil turbantes de varias formas. Veo bantes rojos en
tur-
centro, y alrededor blanquísi-
el
mos, en un pesado retorcimiento de
telas, tur-
bantes blancos de centro negro, turbantes todos
negros y turbantes todos blancos; y unos que parecen hechos con camisas viejas y otros que
parecen gordas trenzas de fulares de tela es
áspera y pobre; otra os da idea del gran
señor que llan
en
Una
lujo.
la
la lleva,
por los tejidos de oro que
albornoces que indican una categoría.
bri-
Hay
ondulante seda o preciosa lana.
Hay babu-
chas ricas y babuchas miserables.
te
A
tal
a
la
comerciante
de mi amigo
le
veo una leontina semejan-
Mohamed
rostro que parece haber
pasado por
noso ambiente de París. Si cuencia en peregrinación a entre este
mundo
he vivido, con
la
Ben-lbrahim, y un
irá la
el
pecami-
también con Meca...
tan diferente al
mundo
fre-
Y paso en que
sensación de estar en un am175
RUBÉN
D
Q
A
I
O
biente de fantasía.
En
dátiles en
más lejos unas galletas de más allá, dulce de no sé qué
más
moro vende
confitura;
apetitoso aspecto; fruta;
este lado, un
allá
habas; acullá aceitunas, y almen-
dras, y pan del país hecho de un trigo especial
que llaman dura. Luego, son unos ambulantes vendedores de
babuchas y cueros, curtidos, de colores vivos, orfebrerías y tejidos de oro de Fez: chiarenaSy y jaiques
Y
hechos a mano.
en sus tenduchos,
otros mercaderes aguardan indolentes a los com-
pradores de
sillas
de montar, de turbantes, de
arneses, de puñales, de hierros y aceros distintos,
de vasos y jarras.
¿Y
las
mujeres?
Yo no he
visto sino tales envoltorios blancos, pobres viejas,
que como todas
pudor oriental de cé, en
las
mahometanas, tenían
la cara.
A
un descuido, a verle
el
una jovencita alcan-
el
rostro, por
un lado;
era hermosa,
mas me
pareció que estaba tatuada
en
Mirad
un
la mejilla.
tiene en
si
artista,
en estas tierras,
donde ver vida aparte, seres aparte, y
soñar su sueño, aparte...
Caminando
llego hasta un
grupo de gentes
que ven a un encantador de serpientes. 176
Más
lejos,
SOLARES
TIERRAS
unos aissaouas hacen sus sabidas
terribles proe-
zas. Al son de unos roncos tambores golpeados
por las manos de sus dos compañeros, brujo comienza a
mover
busto, luego todo
el
pies,
la
el
el
salvaje
cabeza primero, luego
mover
cuerpo, sin
los
en una danza de cobra, de adelante atrás o
de un lado para otro. Los moros
Uno
lencio.
le
miran en
si-
de los tamboreros echa en un brase-
ro cierto polvo resinoso, que produce fuerte hu-
mareda, en Ja
meíe
la
cabeza
cual, sin dejar el
su rítmico vaivén,
aissaoua y aspira con fuerza.
Diríase que se hipnotiza y que se anestesia.
A
poco toma un puñal agudo y se traspasa un brazo,
una mano, una
oreja, la lengua;
ase a puña-
dos brasas que uno ve que queman, pues se siente un repugnante olor a carne asada...; se
echa de barriga sobre un sable afiladísimo y se le
ve en
la piel
una herida que brota sangre...;
se mete una especie de cuña en ojo y
el
rias víboras
de un
que dicen ser venenosas y se deja
picar en los labios, en
el
cuello, en la lengua...
Los tamboreros siguen su son, un canto nasal y 12
la órbita
globo sale fuera, horroroso...; ase va-
chillón.
Para
al
que agregan
final, el
brujo feroz 177
RUBÉN toma un poco de tencia
como
DARÍO
paja, la
da a examinara
nuestros prestidigitadores,
la asis-
la
enro-
hace una pelota cníre sus ásperas manos,
lla, la
sopla en
ella
y
la
paja se enciende y arde sobre
sus palmas hasta que se consume. Los concu-
dan unos cuantos ochevos y concluye para recomenzar más tarde. rrentes
le
la
Al retirarme veo en otro extremo de
que forma un en
el
declive,
función
la
plaza,
gran muchedumbre sentada
suelo silencióse. Frente
al
grupo de albor-
noces, jaiques y turbantes de colores, se alza un
árabe de negra barba, todo vestido de blanco» tipo,
en verdad, hermoso y aristocrático. Habla,
recita.
Mi
intérprete
me
explica:
«Es
el
poeta que
cuenta cuentos». Viejos, muchachos, hombres,
le
escuchan como a quien trajese noticias de reinos extraordinarios, de países de ilusión. Bello es
espectáculo
al
armonioso
brillar del sol
de
el
la tar-
de sobre los hombres, sobre las vestiduras, sobre las cercanas casas cúbicas y blancas. El poeta,
el
narrador, dice con entonaciones admi-
rables, en su gutural
178
y ronca lengua, sus hisío-
TIERRAS
SOLARES
Y
hay algo en su declamación
rías,
del
sus cuentos.
modo
Cuando
de
recitar
de los actores franceses.
concluye, todos desfilan ante
él
y
le
dejan su óbolo.
Y
al partir
este país en
y
despedirme de ese lugar y de
al
donde jamás un tholva
leerá
de Nietszche, vuelve a mi memoria
libro
el
ravilloso, el libro glorioso, a quien se
un libro
ma-
debe tanta
magia, tanto color, tantas sanas alegrías y visiones interiores,
el
adorable Alf lailah oua lailah
Las mil noches «Está referido
cuerdo y
más
y una
— pero
noche
— que
—
empieza:
Alah es más sabio y más
bienhechor
— que había — en lo que
transcurrió y se presentó en la antigüedad del
tiempo y
el
pasado de
la
edad y
del
momento
un rey entre los reyes de Sassan en las la India
y de
la
islas
de
China...»
179
c ^^méi
scRiBiR sobre Venecia, insistir sobre
Venccia... ¿todavía? Bien se pudiera,
para nosotros, sobre todo, con
un poco del montón estético ruslíiniano, con Molmenti, con los mil de la bibliografía veneciana,
hacer,
al
uso del
fácil liíeraturismo,
pintorescos retazos, lequín,
dijese:
menti».
del viejo traje de Ar-
desecho de los últimos carnavales...
en mis días.
me
como
una labor de
Uno
No
podría aparecer de repente que
«Eso es de Ruskin», o «es de Mol-
Os doy mejor
mis instantáneas
lo mío,
mis impresiones,
intelectuales, a
toda
luz^
para 183
R
U
E
B
que todos
las
DARÍO
ISi
comprendan y
Esto
las vean.
me
aírae desde hace ya tiempo las simpatías de las
excelentes personas que gustan de la claridad y
de
la sencillez...
Así, pues,
guardo mi
flauta
y mi
violín,
que
me
habrían servido para ejecutar vagas rapsodias en esta ocasión,
y digo simplemente que estoy en
misma ventana del hotel Bellevue, por donde me asomaba hace cuatro años, veo la misma joya bizantina de San Marcos, las palomas, la plaza, con el Vcnecia, de nuevo, y que, desde
la
Campanile de menos, y los ingleses eternos, que van a visitar la iglesia, el palacio, y a dnr de co-
mer a
las palomas...
ré de Venecia
La primera vez me enamo-
con locura: hoy, creo que estoy
siempre enamorado de
ella,
pero haría un matri-
monio de conveniencia... No porque muerta,
como Maurice
mena no muere,
la
juzgue
Barres, porque Anadió-
sino por las malas frecuentacio-
nes y relaciones que ha tenido; no por su decadencia, sino por su profanación. Profanación del
peor vicio cosmopolita que viene a
flotar
en gón-
dola, para dar color local a sus caprichos; del ridículo
184
literario
de todas partes, que escoge
SOLARES
TIERRAS como
decoración de insensatez estos lugares di-
vinizados por
la
poesía y consagrados por
la
historia; de! dinero anglosajón y alemán que vul-
gariza los palacios y las costumbres, del turismo
que invade con sus
carneril
tropillas
de meditaciones, todo recinto de tuario de recuerdo. Esto se
desgracia! en polis.
se da
Y
es
cita.
el
la
todo rincón
todo san-
arte,
ha convertido,
joh,
ciudad de los Snobs, en Snobó-
peor snobismo existente
el
que aquí
¿Sabéis que podéis encontrar en
el
Danieli aristocracia adventicia, falsa y pentapoli-
tana? Chiflados de todas partes vienen a querer convertirse en ruiseñores y a creer que hacen brillar la
renovación de grandes nombres. Perio-
distas ricos y novelistas de París, de Londres,
de otras partes, vienen a vivir dos meses de novela pseudosentimental que les dé para ponerla
en una serie de artículos, en un volumen... Pintores de rezagado romanticismo enfermos, ultrahisterismo, rematados, ainda
ideas morbosas, llegan realizar escándalos de ríen y la Piazzeta se lista
mais
o de
llenos de
a proyectar telas y a
que los Esclavones son-
conmueve,
aun... Tal
nove-
bulevardero, busca aquí temas o decorado, 185
RUBÉN
D
para sus escenas, para su
lámparas de
las siete
la
R
A
literatura
O
I
asfalíita.
Y
Arquitectura no se apa-
gan, y las Piedras de Venecia siguen impasibles. ...Piedras de Venecia,
¿quien diría vuestros
encantos, vuestros misterios, vuestros maravillo-
sos secretos, vuesíras floraciones de idea y de arte?
Muchos
lo
han dicho
—y
el
mejor, y
mo, ese inexcusable D'Annunzio...
Y
el últi-
he aquí que
D'Annunzio se me asemeja a esa prodigiosa Venecia...
¿Raro? No
«Venecia, la celeste
la
Venecia
compañero de
sé.
Vamos
a ver.
poética, la soberbiamente dulce,
— decía
viaje,
yo a un amigo mío,
mientras
la
góndola nos
conducía en esas aguas soñolientas cuyo palu-
dismo se mezcla a tanta reminiscencia tual...
Y me esforcé
presentarle,
en hacer todo
lo posible
para
en cortas frases, una monografía
veneciana, una imagen pequeña
queño espejo, de blica, del
intelec-
la
como
en un pe
soberana y magnífica repú-
poderío antiguo, de
grandezas comerciales y
la
maravilla de sus
políticas,
de su vida ar-
tísticamente real y práctica, y cruel y terrible y
poética y sangrienta.
Le cincelé en poca prosa
un Puente de los Suspiros... Le hice ver 186
el
Ca-
SOLARES
TIERRAS
nalazzo, casi en verso, con estrofa por palacio...
Le
con mi mejor manera,
diluí,
amar y
el
la
dulzura de
ardor de amor, en ese ambiente. Le
hice sentir a Giorgione, y adorar
el
Ticiano, a su
manera. Vio de oro, de mármol y de sol amable la
ciudad de silencio, de amor y de crepúsculo.
Saqué mi
violín...
En
esto llegó, en otra góndo-
un agente de una casa de
la,
bles...
Fuimos a
Vimos mucha» y hubo que comprar. Ha-
una Venus de mármol,
pacotilla...
y mue-
los almacenes.
cosas de todas clases bía
cristalería
cristales finísimos
Recordé un cuento de
Hubo que hacer
propósito de un lindo vaso.
y a
julio Piquet,
su-
mas...
Habíamos
ñas
vendedor, para su comisión... Afuera bri-
al
llaba
en inglés... El agente hacía se-
un bello sol sobre
D'Annunzio... ¿y qué?...
el
Eso
gran
Eso
canal...
Eso
es
es nuestro tiempo.
es nuestra vida actual.
Eso
es:
pompa y
oropel, brillo y negocio... ...La
mal
el agua negra y dorados. Va adornos Relucen sus
negra góndola va por
oliente.
entre las viejas puertas, las paredes viejas y las rejas
de las famosas prisiones. El gondolero no
deja de enseñarme su lección de historia hasta 187
RUBÉN que
le
DARÍO Va
pido silencio.
gran canal. La tarde es
al
negra góndola. Sale
la
literaria.
El sol va ado-
rablemente dorando con oro violeta las aguas, y con oro rojo pálido la cúpula de San Giorgio:..
La
luz, el paisaje, la
armonía suprema natural,
horizonte «histórico»,
el
el
aire melificado por siglos
de besos de amor, los poetas que por aquí pasaron, los duxes, los conquistadores...
iQué her-
moso escenario para veinte años vírgenes y una liraí Yo tengo casi el doble, y sin palma; y el instrumento apolíneo creo que se
Buenos
me quedó
en
Aires...
Llego
al
Lido en momentos en que puedo pre-
senciar un lamentable espectáculo. D. Carlos de
Borbón y su esposa D.^ Berta de Rohan, bajan a
tierra,
de su barquilla a vapor, o a gasolina,
una especie de automóvil marítimo. Hace afíos os he hablado, con respeto y simpatía, de ese rey en
no
le
el
destierro...
ha limado
soyl»— es
la
partibus es
el
Hoy
tiempo.
le
veo y me parece que
Su
D.**
misma. El aspecto el
Berta del
— «jRohan
monarca
mismo, y su humor que se
in
trans-
parenta por sus maneras, pintado admirablemente
por Luis Bonafoux, debe ser 1«8
el
mismo.
Y Cé"
TIERRAS sar,
cl
perro, de
S O L A R t S
que hablé también hace ya tiem-
po, sigue siempre
al
lado del amo, símbolo de
la
carlista fidelidad.
Conozco
mayor
la
parte
con sus extrarías
nuestras,
de las repúblicas políticas
movidas
desde los palacios presidenciales y casas de distintos colores,
dar
la
presó
y llego a este propósito a recor-
ocurrencia que en una revista francesa ex-
un
chispeante
argentino,
escritor
Luis
B. Tamini: Los pueblos latinoamericanos unidos en un gran imperio o reino, y proclamado y coronado señor, D. Carlos de Borbónl La broma
da que pensar, sobre todo,
si
se han leído los
versos en que un poeta y diplomático del Perú, el
distinguido Sr.
Chocano, dice con su épica
trompa:
Ve
a Porfirio
Grande y Quien
Los
le
si él
es fuerte y es grande,
fuerte es su pueblo.
Y
él
nos da
la lección.
diga tirano, ya sabrá que en América
rieles
Yo no
I:
que se clavan son los
grilletes
de hoy.
sé lo que dirán de eso mejicanos poco
entusiastas por los rieles del presidente Díaz,
como
cl
escritor
Ciro Cebdilos.
Mas
volviendo 189
RUBÉN me
a D. Carlos, no
que
inicia
DARÍO uniría
yo a
Tamini, desde que
la
proclamación
he visto
le
salir
de
6u lanchiía a vapor en las playas de ese Lido por
donde vaga
recuerdo de Byron. Le he visto,
el
muy elegante, muy muy sportmant, muy inglés, con
con su esposa, se, él
ella
doblado
breriío de paja y
lones,
como
británica.
el
allí
su som-
ruedo de los panta-
es de uso entre
Hasta
parisien-
la
correcta gente
todo va perfectamente.
Mas
¿esa banderita española que parte los corazones, en
la
popa de
patrióiica,
automóvil? ¿Y esos macomo comparsas de zarzuela
la lanchiía
rineros, vestidos
con cintas amarillas y rojas en
vesti-
dos y sombreros?... |Oh, Daudeí, oh, Volíairet
Llevo en
la
obscura barca
rres, cullivando
el
libro en
que Ba-
siempre su yo, realiza preciosas
páginas de amable
filosofía.
Y me
fijo
en las que
hablan de «las sombras que flotan sobre ¡os ponientes
del Adriático».
Goethe, otra otra las
la del
la
Es una
la
sereno
del sentimental Chateaubriand,
borrascoso lord Byron, dos unidas,
de Musset y George 5and; otra
190
del
la del pintor
T
SOLARES
E Q Q A S
1
suicida,
Leopoldo Robert; luego
de Gauíier,
de Taine,
la
la
de Wagner. Pienso que esas som-
la
bras tienen mucha culpa, con los evocadores de ellas,
de que
la
encantada ciudad pueda justa-
mente ser dominada Snobópolis. Desde más de un honesto burgués atacado de mal de novela
vivi-
da, hasta los equívocos Aldesward, se acogen^
quién
a
al
amparo de
...iMusset,
la del
sesudo Tai"
dejan tranquila.
la
George Sandí Acaba de publicarse
correspondencia de ese famoso par de román-
ticos,
de
sombra de Musset, quién
de Wagner. Solamente a
la
ne sospecho que
la
la
la
y no por pura indiscrección del encargado publicación o de las familias respectivas^
sino por postuma voluntad de aquella terrible señora, que pensó en
dad
el
futuro, en
que
del porvenir tendría interés en
timidades poco delicadas, y ción del
ménage a
la
la
humani-
saber sus in-
estupenda situa-
trois sentimental y físico
que
sostuvieron su inaudito carácter y su extraordi* nario temperamento. Sand, Musset, Pagello...
Da pena
leer
esas cartas, pena por
el
pobre
Musset, jovencito, soñador, alcvoholizado, y en
manos de semejante
literata!
La
literatura
los
191
U
R
DARÍO
N
E
U
unió, y Pagcllo, que
aparece el
como
allí
el
único que está en
amantes, apenas
canza a
el
más
Oigo, por bajo
el
Vuelvo a
la
A
los
dos curiosos
velo de oro de
la gloria al-
mismos
fue-
letíre.
noche, en
el
taciturno cielo,
la
literaturas,
interesante bruto. Él es
la vida.
librarlos del ridículo. Ellos
ron snobs a van/ la
les,
no entendía de
góndola y me
silencio de los cana-
como eco de
cantos.
hacia en donde,
dirijo
en una gran barca adornada de farolillos de co-
suenan violines y
y guitarras. Allí, una graciosa muchacha, acompañada por los
lores,
flautas
instrumentos, canta sus canciones. La barca está
rodeada de góndolas, y todos los que han llega-
do atraídos por seguramente y hay
allí,
la
armonía, escuchan.
espíritus de pasión,
Hay
allí
almas de ideas;
seguramente, de los cosmopolitas de
Snobópolis.
Hay
quienes, silenciosos, sueñan su
sueño, y quienes se engañan a
sí
mismos, en una
aventura de farsa, en una comedia amorosa, artística
o
uno de
literaria.
De todas maneras,
es este aún
los lugares de la tierra en donde, los
enamorados
del
amor o de sus
visiones, pueden
encontrar un refugio, a despecho de los profanos 192
SOLARES
TIERRAS Aunque se
invasores.
no puede haber
quiera,
on automóvil. No hay más que
de D. Carlos
el
sobre las aguas... Se puede también apartar por
momentos, mejor que en ninguna
parte, la dolo-
rosa realidad cotidiana. «El único medio eficaz
de soportar
la vida,
es olvidar
la
vida», dice
el
ya citado M. Taine. Aquí se puede gozar de ese olvido, pues Venecia, todavía, a pesar de los
judíos de las fábricas de vidrios, a pesar de los clientes del
café Fiorián, a pesar de los estetas
de larga cabellera, es un país de sueño y de sión,
ilu-
Y
un reino florido de versos y de melodías.
la belleza
de las mujeres venecianas, consagrada
en rimas y en cuadros magistrales, con sus gloriosas cabezas que Ticiano amaba, está desírucrible, atractiva,
demandando
del canto y el tributo del
ran,
no
tras,
como
terribles la
amor.
la
allí, in-
ofrenda
Amor que
inspi-
y estrepitosas Pentesileas de
ilustre
jamona
del lírico
le-
de Las
Noches, sino prodigios de gracia y de decoro juveniles, primaverales,
casi
aquella divina /
impúber condesa que adoró a Byron.
Guiccioli,
tiempo 13
como
cuyo nombre vibra en
como un
trino
la
la
noche del
de italiano ruiseñor. 193
NA vuelta por da
al
la
Cascine, una recorri-
Lungarno, un saludo a Miguel
Ángel, una reverencia a Dante, y des-
pués de subir por
la
puerta
Romana
a
resi irar el
dulce aire en que se recrea la vegetación florida
que rodea
al
amable San Miniaío, descender por
este suelo que hollaron los pies de Beatriz, hacia la ciudad.
Luego, pasar por
las venerables
cons-
trucciones de dominó, detenerse un rato en el
Gambrinus,
e
ir
en seguida a un resíaurant, en
donde no se coma a
la
francesa, y en
balancee en su armazón de níquel
el
donde se grande y 197
RUBÉN
DARÍO
panzudo frasco de purísimo vino íoscano. Es un buen programa para turista que va de prisa. Si sois artistas, esta ciudad es para largas perma-
nencias, para venir a pintar un gran cuadro, vivir
una
un gran
bella vida, escribir
fuese uno
rada por
más en
la vieja
la
aunque
libro...,
inmensa bibliografía
urbe florida de los
lirios
inspi-
y de las
rosas.
Por
la
noche he ido
al teatro
en que cantan
Paccini y Bonci. Aquí no se exige
como
el traje
de
la
eti-
queta.
Es algo
que
que en otras partes es función extraordi-
lo
así
si
se diese a entender
naria y singular divertimiento, aquí es espectáculo natural
y propio.
Se
está en casa de la Opera,
de confianza. Magnífica orquesta, concurrencia, en donde brillaban
hermosísimos ojos de luz negra, o de
ardientes resplandores azules; copiosas cabelleras de heroínas d'annunzianas, y un ambiente de
comunicativa alegría.
son los viejos Puriíaniy
que se cantan. Gloria a
los la
Y
la
música antigua, a
melodiosa ópera romántica, a los maestros
que nos deleitan sin fatigarnos mucho con
el
193
«vapor del
arte».
el
cerebro,
Las músicas nuevas y
SOLARES
TIERRAS sabias son para
cabeza: las que encantaron a
la
nuestros abuelos son para
el
corazón. Feliz quien
puede todavía gustar de esos goces de antaño, y salir del teatro
alada,
como
con
imaginación fresca,
la
el
alma
respirando un recién cortado bou-
quef de ilusiones,
y,
como en
sados recuerdos, o en
la
el
encanto de pa-
esperanza de amor aún,
tarareando una romanza que aún no han alean-
do a
ajar los callejeros organillos.
PEQUEÑA ÓPERA LÍRICA
Por
la
mañana, después de
leer los
versos de
un poeta joven y ardoroso, R. Blanco Fombona, he tenido una singular soñación, de esta manera...:
«En cuanto a
«Pequeña ópera
la
lírica»,
conocimiento mío. Lo del cardenal
persona del autor de esta diré
vi la
que es un antiguo
primera vez en casa
de Ferrara, en Roma, y
allí
nos pre-
sentó en términos amables y corteses, messer Gabriel Cesano. Juntos visitamos frecuentemente
en sus horas laboriosas Cellini, a quien
po después en
al
insigne Benvenuto
solíamos acompañar, algún tiem-
la
ciudad de Florencia, cuando sa199
RUBÉN lía
D
Q
A
O
]
de pasco y aventura, durante cuatro días que
allí
permaneció. Benvenuío
cariño, porque
en estima y
lo tenía
mostraba un
una
gentil hablar,
gallarda figura y un ímpetu brillante para censas
de placer y pendencia, además de sus relaciones
con
las
musas, docto en finas rimas, finas dagas
y finas palabras. Desrazonábamos a
la luz
de
la
luna, a las orillas del Arno. Él tenía a veces sú-
bitos arranques de intransigencia
como escudo
y ponía yo
paciencia fuerte, para no acabar
amor en choque y sangre. Mi mayor edad me daba más tranquilos argumentos. Las discusiones eran sobre Cristo Nuestro Setanto intelecto de
ñor, sobre
el
poder de Venus, sobre
un salero de oro.
Me
el
mérito de
solía repetir sentencias de
graves pensadores y exámetros de sensuales poetas. Fraternizábamos en Epicuro, pero yo cre-
yendo siempre en jesús santo, y él no. Me repetía con frecuencia un apotegma del sesudo y honesto
daña
Marco al
Aurelio:
mundo, y en
«En
general,
particular
el
vicio
no
no daña sino a
aquel que no puede abandonarlo cuando quiere.»
Tenía las más suaves y amables maneras y las
más
inesperadas y agresivas sonrisas.
200
Una no-
SOLARES
TIERRAS
mozo, se armó
che, en una hostería, apaleó a un
camorra, sacó escurrí.
sas. El
la
espada, llegó
la jusíicia,
yo me
Sus frecuenfaciones eran de todas guimismo día en que me presentó a un gran-
de de España,
le vi
hablar con gentes equívocas.
«La vida es eso», coníesíaba a mi exírañeza. Era gran partidario de los Médicis y amaba sobre todo a Lorenzo, porque era poeta y se apellidaba Magnífico. Apenas había comenzado a vivir
el
verdaderamente, y ya quería escribir el diario de su vida. Era injusto, porque la juventud es pasión
y
la
pasión no es
jusíicia.
Yo
nuestro gran Benvenuto: «Tutli sorte, che
tuosa, o
hanno
si
faíío
essendo
mano
descrivere
veriíieri e la
be cominciare una
le virtü
uomini d'ogni
somigiie, dove-
da bene,
loro vita: tal
gli
qualche cosa che sia vir-
veramente che
rieno,
observaba con
le
di lor
ma non
bella impresa,
si
propria
dovcrre-
prima che
passdíto Teta de quarant'anni». Partió a Flandes; llegó a París y fué favorecido por co.
Tuvo una
Cellini,
por
riña
e hirió
lo cual fué
el
rey Francis-
con La Primatrice a causa del
gravemente a un mal enemigo, a prisión. Seguía siempre
vo de su individuo, y
el
de los versos, y
el culti-
el
de su 201
RUBÉN
DARÍO
fresca y valiente vida. Concluía una carta suya
que
recibí en Florencia,
compone
«et ¡n ¡sto vitas habitu Iliter».
Tan pronto
con una
placide,
de
la infancia
non mo-
rumor de guerra en cual-
oía
quier parte, quería volar, buscaba relincha en Job.
de Séneca...
cita
Amador de gozo,
el
caballo que
había sido des-
sabedor de sufrimiento; y en su
fra-
gante primavera, miraba a todos lados azorado, cual
si
sospechase que iban de pronto a
salir ca-
bezas de lobos de entre las rosas. Desconfiaba
de
la
más
dulce amistad, pues en
el
corazón de
cada próximo bien podía haber un nido de dias.
Gustaba largamente
del
buen vino de Espa-
ña, del excelente acero, de la carne en
exaltaba con facilidad,
ba en un instante a
la
perfi-
mas de
la
blandura.
flor.
Se
violencia pasa-
Un
día,
con mes-
ser Luigi Alamanni, que era alegre y razonable,
por una cuestión de
arte, casi llega
a
la
ofensa.
Guardaba en su estancia hermosas armas,
ricas
de poemas, camafeos de diosas y figuras itifálicas. Dejé de verlo por la ausencia.
sedas, libros
Un
Luego, no supe más de
él.
mano me
conocimiento de que ha-
dijo estar en
nuestro amigo ro-
biendo partido a un país lejano y entrado en 202
SOLARES
TIERRAS
guerras, se había hecho coronar rey. Otro refirió
que
metido
lo
me
habían matado. Otro que se había
fraile.
...Hoy, en una
mañana ardorosa de
das de Mayo, del año de 1904, en
la
las calen-
ciudad de
Florencia, he escrito las líneas anteriores, que he leído varias veces
con meditación y cuidado. ¿Lo
que contienen, es una creación de bien un la
fijo
la fantasía,
o
recuerdo de una pasada realidad, o
concentración de un sueño?... Pasemos. Pa-
semos...
Un poco
de barata sabiduría alcánica
no haría mal; o un poco de teosofía hindú y de H. P. B.
No me
interesan esas proezas. El
que tenga ojos que vea. ¡Para los demás todo es inútil!
El Arno está
allí,
no
de donde escribo.
lejos
Acabo de ver una vez más
el
Perseo, los sátiros que rodean
al
palacio viejo,
el
Biancone... Es-
toy saturado de italianidad y de floreníinismo...
Doy
a Dios gracias por los aislamientos intelec-
tuales que
me
procura, y por lo lejos que estoy
de tantas otras gentes...
Y
gusto los versos de
este poeta hispanoamericano, que es
tan de
Italia,
asimismo
tan del Renacimiento, aunque sea
203
RUBÉN muy
DARÍO
de hoy y tenga sangre española, y hiya na-
cido en Caracas y habite en París. «Pequeña
ópera
instrumento
el
¿qué me importa cómo se llame
lírica»...
si
suena bien y seduce
El instrumento suena ya
Venecia, ya ricana,
como una
la
armonía?
como una mandolina de
melancólica guitarra ame-
o bien como una
de arte nuevo Mas,
lira
quien lo toca, íenedlo por seguro, es un hombre;
un hombre que dice
la
verdad de su sentimiento
y de su pensamiento,' a veces
mente posible, a veces pagando
momento
al
intelectual
sía castellana
ya
la
lo el
más
personal-
natural tributo
por que pasa
la
joven poe-
Ha pasado
de ambos continentes.
primera tentativa de Querubín, D. Juan se
pueda
afirma, sin que
evitar,
un instante u otro,
un acceso de sentimentalismo, pues tiene pupilas
que contemplan
el
crepúsculo y oídos que oyen
la revelación de un son de flauta.
mo
Un
donjuanis-
a veces pensativo, a veces precioso, a veces
felino...
Como
de su don Juan gato. El dirá
el
encanto de las piedras preciosas, madrigalizará arcaicamente, pegará
Mas, cuando
lo
que debe a
dice: Vida, es
la literatura.
de verdad, y parece
que se desnudase, que se pusiese en pleno sol en 204
SOLARES
TIERRAS
de su animalidad, con
el orgrullo
ímpelu de ha-
el
cer cosas fuertes y naturales, primitivas, que nifiestan energía,
músculo y voluntad.
Y
ma-
así con-
tradice al espíritu de decadencia un soplo de hu-
manismo. El cansancio, fermedad de filosofías
un
la tristeza
urbana,
las lecturas, el residuo
la
en-
de las varias
apuradas, dan paso a un soplo sano, a
aire germinal, a
un aliento agrario.
...Me dan ganas
de beber leche, de domar un potro,
de atravesar un
río...
Esto está ajeno a las parodias de corrupción estética
que infestan algunos de nuestros rinco-
nes
literarios,
mo
de importación, «porque así se hace ahora»,
verlenianismo por fuerza,
sibilinis-
cosas que a muchos parecen nuevas, y que ya son, en verdad,
de acción,
la
la frente, la
poesía
le
Hombre enérgico, va bien, como el laurel a
viejas.
banderola a
casco. ¿Por qué |oh,
muy
te
la
lanza y
el
penacho
al
habías de dejar contagiar,
amigo de Benvenuto y de Lorenzo!, por
rebajamiento de las aspiraciones, por
la
el
humilla-
ción ante su propia conciencia, por las petifes
205
RUBÉN
DARÍO
saleíées del liíeraturismo industrial que privan en las bajas regiones de la mentalidad parisiense,
o
mejor dicho, bulevardera? Si caes, tanto peor para
ti,
y rompe, antes, tus relaciones epistola-
hombros
res con la Primavera, y encógete de
ante los pañuelos blancos que dicen adiós. leído estos versos
menta siempre a
con
el
He
placer que se experi-
la influencia
de
la
juventud, con
todos sus bellos excesos, exuberancias e
irrefle-
xiones. Tal fosco aspecto de ateísmo,
conta-
gio de superhombría germánica,
tal
tül
ligereza de
expresión, no van con mis pensares y mis gustos.
Lo que
sí va,
neral, y a la
es
femenina
continua tendencia a la vida,
amor
el
a
Belleza en ge-
la
belleza en particular,
la vida,
a
y
la
dominación de
la
con sus países de ensueño y sus realida-
des armoniosas, productoras, floréales, genésicas.
Va
ese gran placer del sensitivo que toca los
nervios del
mundo
y los siente vibrar
con sus nervios; va so, y la savia
el
pagana y
culto del la
al
unísono
beso y del vjr-
locura sensual de toda
panida. El grupo de rimas es corto. Siete cañas tiene la siringa,
206
y de cada una de ellas
fluirá
una
rít-
TIERRAS mica voz.
No
SOLARES
alargaré esta disertación sobre la
breve ópera en que se canta un alma. Sería fabricar un baúl para un collar de perlas o «hacer
una
casa para un ruiseñor.»
ITALOTERAPIA
El mejor sistema de curación para los to,
inmensos para
la
capitales, para
el
la fatiga
hastío de! tumul-
pereza cerebral, para
la
neurastenia que os hace ver tan sólo bil
y oscuro de vuestra vida: este
tes, estos
de
desolante
el
lado dé-
sol, estas
gen-
recuerdos, esta poesía, estas piedras,
viejas.
207
14
WATERLOO
uando descendí
me
condujo a recorrer
batalla. ral.
un carruaje
del íren,
el
campo de
Hacía un bello día primave-
La vasía campiíia verde se extendía baña-
da de sol fresco, de
luz dulce.
Y
fué primero el
gran recuerdo de Hugo, narrando
la
formidable
caída del dueño del águila, y a los sonoros cía* riñes líricos
y a
las terribles trompetas épicas
apareció todo lo que
el
arte
ha creado por obra
del más tempestuoso derrumbamiento de gloria
y de soberbia que hayan visto tonces
me convencía
los siglos.
Y
en-
de que en realidad no puede 211
RUBÉN
DARÍO
ya fácilmente concebirse otro Napoleón que
Napoleón idealizado de sos de Heine,
el
la
leyenda,
el
de los cuadros lívidos de Henri
de Groux. Los lugares de peregrinación y de rismo,
la realidad
las colecciones
la
diós,^
tu-
de las reliquias conservadas en
que se exhiben, todo contribuye
a afirmar mayormente
de
el
de los ver-
el
carácter exírahumano
acción que tuvo entre los hombres
cuyas cenizas están bajo
la
el
scmi-
cúpula de los
Inválidos. (Semidiós..., cenizas, cenizas de semidiós..., ¡mísero planeta!) El
gran león conme-
morativo se alza sobre su alto pcdeslal; los mo-
numentos dicen en guerreros; la
letras
borrosas nombres de
Ferme Papeloíte
alza su torrecilla
Hougomont aún mantremendo capítulo de Los mise-
sobre las blancas paredes; tiene ruinoso el
rabies, las ruinas de la capilla,
quemados,
el
pozo; todo es
el
del magnífico trozo de historia
suerte del
mundo. Aun
temporáneo de
la
tal
la
patente
que cambió
la
tronco de árbol, con-
sangrienta función, se yergue,
destrozado y mordido por dad, o
Cristo de pies
la ilustración
la
curiosidad o
la pie-
admiración de estrictos visitantes. La
Belíe Alliance, blanca y vieja, junto a la verde
S12
SOLARES
TIERRAS alameda, da su testimonio el
como una
cuartel general de Wéllington
vende leche
fresca.
un galpón, está
el
dos en Waíerlóo.
En
abuela.
En
hay un café y se anciano, bajo
el castillo
carretón y los barriles, toma-
Y en
un hotel inglés en que hay
un bar, se exhiben huesos, balas desenterradas, apolilladas casacas, petits-chapeaux, autógrafos
de Blucher, Wéllington y otros del
Times que dieron cuenta de
jefes,
números
la batalla,
sables
franceses, holandeses, ingleses, hierros viejos,
memorias ment, da
viejas.
Una
vieja inglesa
la explicación,
vende
Después, uno, se toma,
al
hace
el
tarjetas postales...
lado, un bcck, o un
whisky-and-soda, entre ingleses, que no
pensando en
la
boni-
leyenda del Águila, en
el
faltan,
inmenso
Napoleón, semidiós en cenizas.
Y
he ahí que
al
dejar
el
vasto
campo en
el
Mont-Saint-Jean, en donde tanta sangre se derra-
mó
por el Cabito, por el Pelón, por uno de los
más tremendos rra, harta
azotes de Dios, cae sobre
de osamentas,
la clara
azules cielos. Vacas rojas,
pacen sobre
campesino
la felpa
ara.
bondad de los
manchadas de blanco,
ondulada de
&uena a
la tie-
lo lejos
la llanura.
un mugido.
Un Un
213
U B
Q
DARÍO
N
B
pájaro pasa sobre mi cabeza, Tranquilidad.
como una
flecha.
Mayo. Paz.
POR EL RHIN Adiós, Colonia, que aprendí a amar en Heine,
y que me eres grata por tu catedral portentosa, por el agua que inventó Fariña y por mi amigo Johan Fasíhenrath, que traduce a los poetas españoles y ha llevado
al zorrillesco
idioma del Doctor Fausto.
D. Juan Te-
norio a hablar en
el
Te saludo por
las
once mil vírgenes que desem-
barcaron en
suelo, guiadas por la divina Úr-
sula; por
por
el
tu
Conrado de Hochsteden,
tu
Arzobispo;
arquitecto de tu fábrica sagrada, que entró
en tratos con
diablo antes que
el
Margarita; por
el
amante de
bravo obispo Engelbert [de
el
Falkembourg y por Hermann Gryn, cuyas armas aún he podido contemplar esculpidas en tu rathaus. Llevo de barcas, del
domo
ti
la
visión de tus puentes de
labrado que erige
to sus oraciones de piedra, iglesia,
al
firmamen-
armoniosa y severa
hermana gótica de las maravillas de
Burgos, de París, de las antiguas basílicas de 214
SOLARES
TIERRAS las ciudades
meníe;
el
que antaño sabían orar caíólica-
magnífico esplendor moderno de tus
construcciones, de tus paseos entrevistos y de
una emperatriz Augusta, marmórea y serena, sentada sobre su blanco pedestal ante un plantío casi heraldizado de tulipanes multicolores. jEl Rhin!
Y
siempre
por todas partes...
Wagner, y
las
Y
la
vasta sombra hugueana
sombra de otro coloso,
la
armoniosas baladas de tantos
poetas. Perm.iíid que, por primera vez, cite versos
ñ propósito, de un poeta que
me
es íntimamente
personal y querido: la celeste
...;
Grctchcn; claro de luna; del ruiseñor; y en la luz
el aria, el
nido
una roca agreste,
de nieve que del cielo llega
y baña a una hermosura que suspira la
queja vaga que a
la
Loreley en
la
Y
agua ózul
sobre
el
noche entrega
lengua de el
la lira.
caballero
Lohengrín; y su cisne, cual
un cincelado témpano
si
fuese
viajero,
con su cuello enarcado en forma de S.
Y
del divino Enrique Heine
un canto 215
£ U a
DAR
N
É
B
la orilla del Rhin;
Wolfang y de
la
y del divino
larga cabellera,
uva teutona
la
O
¡
el
el
manto:
blanco vino.
El vaporciío, flamante y elegante, sale por río.
hacia Maguncia. Miro a un lado
verde, y a otro la
fila
la
el
campaña
de grises edificios comer-
Hay una que otra chimenea su humo. Se oye el rumor de la ciu-
ciales y marítimos.
que lanza dad, y a
y
lo lejos el
agudo clamor áz una
sirena.
antes de las últimas villas y chalets que seña-
lan
el
término de población, alcanzo a divisar
una especie de gigantesco guerrero, rey de dra, o
monumental burgrave que aparece como
una evocación de
Y
comienza
tillos
pie-
el
la
pasada feudalidad teutónica.
desfile
de
castillos,
de esos cas-
de cuento y de grabado que han deleitado
nuestra infancia en páginas de dorados libros,
en antiguos almanaques
keepsakes.
Y
o en ornamentados
sobre las torres arruinadas, o so-
bre las restauradas almenas, pasa
el
vuelo de las
tradiciones legendarias.
Y
es
el
pasado recóndito,
la
Media «enorme y delicada >, o 216
prodigiosa los
Edad
nombres de
T
SOLARES
E Q Q A S
J
ayer, resplandecientes de gloria y sonoros de
He
armonía.
su
castillo
aquí ya Bonn, que,
más
altas
que
de Poppclsdorf, levanta dos banderas
de gloria: Arndt, Beeíhoven. He aquí las
montañas a un
lado, y a otro
el
siete
derruido Godes-
bcrg; y una vasta procesión de poéticas resurrec-
¿Son nombres? ¿Son
ciones empieza. cien
creaciones de
y de lira
la
¿Son Son un nmndo de
cincuenta nombres? mil?
la historia,
de
la fantasía
popular
celeste potencia de los maestros de la
y del arpa.
tras vais
Y sucede
que, a menudo, mien-
pensando en una brumosa soñación, o
mirando con los ojos de vuestra mente ras de luz de luna, nacidas de
la
las figu-
melodía de los
poemas, pasa de pronto ante vuestros carnales ojos,
por
la
cultivada ribera, a perderse en la ne-
grura de un túnel, una locomotora, que arrastra
su cauda de vagones.
Cuando Hugo vino
toda-
vía no había ferrocarriles en estas regiones que sintieron antaño
el
paso de los dragones y de
los gigantes. El maestro recogió las la
sagas rhenanas, y los
prosa suya, hecha
repitió
como con
muchos ecos de y aprisionó en
las
mismas rocas
duras de los montes y de los cimientos indestruc217
RUBÉN
DARÍO
de los castillos señoriales. Pero las leyen-
tibies
das son innumerables y vencen
Su gran enemigo,
glos.
toca y transforma.
al
paso de los
si-
el
progreso, apenas laa
Lo que
es estudio folklórico
para los eruditos, vive y palpita siempre en imaginación y en el corazón populares y en
—
la el
santuario de los incontaminados poetas. ...Gryn, el
matador de leones, pasa. Surgen
entre las viejas piedras, en las leyendas ciudada-
nas, testas de fieros a zobispos, o de duros y se-
veros burgomaestres. Soberbios bandidos son
amados, antes que Hernani, por
deliciosas y de-
licadas castellanas. Entre huestes semejantes a
perros rabiosos, florecen dulces rubias que melifican el espanto de las torturas
y carnicerías.
Caballeros que parten en peregrinación a Palestina,
son salvados de
las desgracias
por
el
Se-
ñor, a quien elevan capillas votivas. El milagro
como en Jacobo de Vorágine; hay dragones como en las vidas de los santos, y gigantes como en las Mil y una Noches^ y aparecidos como en los cuentos del pueblo. Mujeres ideales,
florece
de ojos azules, son
lirios
de felicidad y rosas de
consagración. Bárbaros velludos 21S
como osos y
SOLARES
TIERRAS feroces
como
mueren de amor por
tigres, se
las
blancas y finas adoradas. Princesas de lángui-
dos cuellos cantan romanzas acompafíándose con
el
arpa, ante reyes paternales, de largas
barbas y ojos pensativos. Peregrinos tocan a las puertas de los castillos en noches tempestuosas.
Los alquimistas hacen
Los templarios
tareas.
zan, en
la
oro en sus nocturnas
el
combaten,
o
empla-
hoguera, a sus verdugos, ante
tribunal de Dios.
Los cuernos de caza hacen
el
re-
sonar los bosques y los rudos cazadores persi-
guen en caballos como huracanes, ciervos y jabalíes. Lorelay, envuelta en gasa lunar, melodiosa,
amorosa, peligrosa,
mujer, la ilusión, la
la
sirena, se sienta en su roca.
Antorchas llameantes cos.
San Clemente
furia del río
brillan
libra
a
la
entre los peñas-
suave
Ina,
de
la
y de los bandidos. Uta, muere abra-
zada a su amante Reichenstein, en un suicidio
amoroso que ha de ser, corriendo los tiempos, un común faits-divers. El Arzobispo Haíío, a quien
la
historia
alaba y
la
leyenda vitupera,
muere, por castigo de Dios, a causa de su mal corazón,
comido por
los ratones.
El
Conde 319
RUBÉN Eppo
DARÍO
encuentra en una montaña a una bella jo-
ven robada por un gigante;
y,
con ayuda de
la
Santísima Trinidad, salva a
la
dama y echa
al
monstruo en un precipicio en donde muere despedazado. La enorme persona de Cario aparece aquí,
allá.
Su
Magno
Emma, casada
hija
contra
su voluntad, va a habitar con su esposo Egimardo, en
el
campo; luego
el
emperador, ante
ellos,
un día que los encuentra por casualidad, y los reconoce,
felices, les
perdona y
ELmismo César
lacio.
siones, con
el
les lleva a
sale, en coche, en
su paexcur-
bandido Elbegart, que es un ban-
dido cuerdo y valiente. Condes viólenlos y caprichosos son vencidos en sus mansiones feudaes por
la
unión de los comerciantes de las ciuda-
des coligadas. El caballero de Stanferberg se
enamora de una ondina y es correspondido; luego es infiel a su juramento de amor y es castigado por
Una
la
cólera de las ondas vengadoras.
sirena discreta y hacendosa, va a hilar en la
rueca, a ella.
la
casa de un joven que se apasiona por
Una noche
aguas
del Rhin,
la
y muere
los cristales del río.
220
sigue, la ve entrar en las
Los
al
lanzarse tras ella en
espíritus salen
de las
SOLARES
TIERRAS tumbas a amonestar a tunantes.
los caballeros
Lobos furiosos castigan a
sas que, enamoradas de castidad y su don
los
demasiado las profeti-
hombres, pierden su
pitónico.
Bodegas ocultas
guardan un vino de dioses que inútilmente es
buscado en
los
campos
misteriosos. El diablo,
Satanás en persona, sale de sus abismos y entra en tratos con las personas que andan en apuros
y dificultades, y las saca de
alma y de
la
ellos,
a trueque del
salvación eterna. Pero Nuestra Se-
ñora suele aparecer a tiempo con su poder, y manda a los infiernos al perverso demonio. Un joven pintor ve de noche renovarse en Oppen-
meins, entre esqueletos, una batalla entre suecos
y españoles, de diestra
la
caballería
guerra de Treinta años.
conduce a
la
Una
dama que
la
monta y a la que se quiere casar por ftierza, a la mansión de su amante. Y cien y cien más páginas, de sangre y de bruma, de luz pálida o de
resplandores rojos, hasta llegar a esa Maguncia
famosa en que nació cifer
el
hombre que después Lu-
ha hecho mayor competencia
al
Creador:
Gutenberg. Desfile de castillos, desfile de leyendas, revuelo
221
RUBÉN
D
de poesía y de encanto
por
ras,
por
el
polvo de bella.
río sereno,
el
O
¡
en este viaje de ho-
elernamcníe perfumada
vino pálido que dan las viñas de sus ori-
y
llas,
lírico,
Q
A
Adelaida
cania la
ruina nace en
von el
«Del
Síolíerfoíh:
más
Rhin una vida
Giran los espíritus que por tanto tiempo
han descansado en
las
tumbas; resuenan las
canciones con extraños saludos que yo debo
re-
suavemente en mis canciones y en mis ensueños. Cuando veo volar al pájaro en hs altu-
petir
ras del azul del aire; cuando veo deslizarse los
barcos en
la
de las brumas grises,
lejanía
parece que dice palabras
el
pájaro
al
espacios, y otras palabras escucho
paso de
no d^ al
la
arte,
canlo de
to a
embarcación.» de americanas la
Y
yo
me
hender los rápido
al
tarrbién, peregri-
tierras,
hecho
vida launa, he puesto
el
al sol
y
cído aten-
esas palabras de las aves y de las barcas
germánicas, y de esa bruma he visto surgir
la
eterna gracia de las almas aladas,
la
sagrada poesía, a odios humanos, ses mcdcrrcs,
la
ni las ni la
cual
no vencerán
sequedades de los
de
ni los
intere-
mediocridad de las chata»
cabezas de los regeneradores 222
la virtud
igualitarios.
Pues
T la
SOLARES
E Q R A 3
I
soberanía del espíritu se basa en lo que está
más
allá del bien
planeta
y del mal, más
mismo y de nuestros concentos de
dad y de mentira: en
FRANCFORT
lo infinito,
triste,
honrada, judía.
pesar del abuso del artnouveau que
como
ver-
en lo absoluto.
S. M.
Francfort, ciudad seca,
A
de nuestro
allá
la
invade
a rodas las ciudades alemanas, a pesar de
8US tranvías eléctricos y de los palacios moder-
nos de sus banqueros,
tiene
un
aire
de antigüe-
dad, un olor de vejez y un sello imborrable de
ghetto y el
á<¿
judengasse. Por algo hacen detener
carruaje cuando,
al
os señalan una casita ca,
pasar por vieillotte
la calle
Boerne,
de estampa, blan-
con su fachada terminada en punta, sus ven-
tanas con cortinillas de encaje, sus dos rejas de hierro en la parte baja.
cuna allí
del
Es
la
casa- madre,
poder de los Roíhschild.
manejó sus primeros millones
Judeorum, tronco de
los
la
Allí vivió el
viejo
y rex
barones de hoy. La se-
quedad y la tristeza de esta ciudad de finanzas apenas es alegrada aquí, allá, por la figura de 223
RUBÉN
D
R
A
O
1
mármol o de bronze de un pensador, de un
más
poeta. Aquí Schiller, allá Goethe,
Pasan
sing.
tipos de ShiJock, o
cas, por las calles en
de
la
como
allá
hermosas Rebe-
donde se alzan
extraña en esta tierra de circuncisos.
de los negocios,
no hay lugar más
teatros están cerrados.
anda por
las calles.
triste.
A
A
el
De noya los
las diez,
y media, nadie
las diez
Tanto como
En
la agita-
ción de los rapaces mercaderes de oro.
el arte
muros
los
sinagoga. La restaurada catedral se ve
día, se siente el hervor
che,
Les-
catolicismo,
el
parece estar aquí en dominio ajeno. Ape-
nas se sabe aquí que existe un museo Goethe, en donde, junto con documentos iconográficos, se
guardan objetos y manuscritos
del
gran alemán.
El verdadero santuario de Francfort del Mein, es la casita
de verjas de hierro y de las
cortinillas
blancas; la casa de los viejos Roíhschild.
La sombra César
del
israelita,
Emperador de
adoración
mammónica
grande que
la del
íher
la
más ignorado Gun-
contemporánea,
remoto y casi
Schwarzburg, y aun que
la
del fabuloso
Carlomagno, cuya estatua se alza en 224
banca, del
se ve, por los ojos de nuestra
el
rojo y
SOLARES
TIERRAS viejo puente sobre
el
río
moroso que
divide la
población.
HAMBURQO O BL REINO DE LOS CISNES
Huysmans ha sido injusto con Hamburgo, y su duro humor se ha expresado en párrafos acres. Es que Duríal no fué a visitar el paraíso de los cisnes, y
M. Folaníin comió mal a dos marcos
cincuenta. latina,
Hamburgo
es alegre, casi con alegría
en cuanto cabe en un centro sajón.
burgo es
la
Ham-
ciudad trabajadora, negociante, inde-
pendiente, con su estricto senado, sus fábricas,
sus canales, sus grandes hoteles, sus almacenes copiosos, y es también
la
ciudad que se divierte
se embellece, coquetea con
el
extranjero, tiene
un
San Panuque que se parece a Montmaríre como la cerveza al champaña, cates al aire libre, su
a
la orilla del Alster
animado de
yates,
y a donde
se va en vaporcitos, y en donde, los domingos, garridas muchachas
fllrían al
son de
la
música.
Tiene un gran barrio lujoso que algunos llaman la
Judea, porque poderosos semitas gozan en
villas
15
y cottagea de
la felicidad
que da
el
dinero.
225
RUBÉN Huysmans
D
A
R
O
/
habla, feroz, de caraqueños que en-
contró en este emporio comercial.
Yo no he
en-
contrado a ningún compatriota de Bolívar, aun-
que no es raro
oir
hablar español, pues son mu-
chos los hispanoamericanos residentes, y los hamburgueses que se han venido a establecer con sus familias
na en
criollas,
después de hacer
las lejanas fieras calientes.
fortu-
Las arquitectu-
ras distintas surgen entre los verdores de los jar-
dines o
al
lado de las ordenadas alamedas.
Helkendorf, fresco y florido, tiene rincones deliciosos de descanso,
de amor y de ensueño,
pues no es imposible ejercer esa delicada función de soñar en una ciudad en donde los habitantes,
por
muy
prácticos que sean, tienen un poético
paraje formado por un
remanso
del río, en
el
paraje una cantidad numerosa de cisnes es tenida por
el
erario público. Estos poetas
cual
man-
no
tie-
nen otra ocupación más que consagrarse a belleza,
ser
blancos— hay algunos negros
deslizarse gallardamente, con
dejó
como
la
—y
dignidad que les
herencia Júpiter. Ellos cumplen exac-
tamente con sus obligaciones, y además de pitanza que les ofrecen sus guardianes,
226
la
la
el públl-
SOLARES
TIERRAS co los
gratifica
es cristalino,
con migas de pan. El remanso
la ribera florida; las
llueven gracia
mágica sobre ese divino especmeditabundo
táculo, que pondría
Bonhomet.
bulat
cristales
tardes de oro
Y
al
doctor Tri-
los líricos habitantes
de esos
que multiplican sus olímpicos aspectos,
más
dulce beatitud en la capital de
los falsificadores
y mercaderes teutónicos. Aun-
que, en verdad,
no he dejado de sentirme un
gozan de
la
poco inquieto cuando, comiendo en compañía de un mi conocido, exportador semita,
me ha
dicho,
con una manera de satisfacción glotona, que cisne,
muy
y
como
el
al
|ay!
sabroso. a propósito de líricos cisnes, os he dicho
que Hamburgo
San
ganso, bien preparado, es,
el
Pauli...
A
un Montmaríre que se llama
tiene
mí me
lo
habían asegurado,
así,
menos. ¿Un Montmartre...? Para marineros.
Con uno que
otro café de nota, en que se puede
comer halagado por los tealritos
la
orquesta. Por lo demás,
son sórdiíos, con chaníeuses de
deshecho, espesas mugidoras de romanzas, o flacas parcas que dicen en inglés o en
chillonas canciones.
No
alemán
hay un solo cabaret, un 227
RUBÉN
DARÍO
solo poeta melenudo o sin melena que evoque
recuerdo de Privas, de Rictus o de Montoya.
el
En
un gran salón de audiciones populares, da con-
una banda
ciertos
militar.
En
la plaza,
un guig-
nol atrae al populo; los letreros de la luz eléctrica t)rometen maravillas,
y en
versión es mala y fastidiosa. taurantes, con
Quedan
sopas dulces,
las
los diversos bráten,
y
la
el interior, la di-
excelente cerveza.
Folantin, por un lado, tuvo razón.
Des
los res-
las salchichas,
M. de
Pero, ioh,
Esseintes!, ¿y los cisnes?
BERLÍN Al conocer Alemania, y sobretodo, Berlín, he creído comprender al emperador. Guillermo militar,
II,
creyente fervoroso, apasionado de arte,
inquieto, viajero, abarcador, es
de coronada
el
único cerebro
en que hoy caben los antiguos
testa
ideales de grandeza, de dominación y de digni-
dad cesárea que constituyeron, durante tanto tiempo, lismo.
el
poder y
Todos
los
la
fuerza del vigoroso feuda-
monarcas de hoy, más o me-
nos, con excepción quizá del autócrata de Rusia,
T
SOLARES
B R Q A S
I
merecen
el
paraguas de Luis Felipe. Guillermo
II,
compatriota de Lohengrin, vidente que ha pre-
no hace mucho tiempo y anunciado a las naciones, por medio de un simbólico dibujo cévisto
lebre, el
despertamiento y
raza amarilla contra
mo
II,
sabe
que,
si
la
no fuese
si llegaría
acometida de
la
la
blanca Europa; Guilleróbice pietista, quien
el
hasta realizar
la
liga
medioeval
mundo — el Papa y el Emperador;— Guillermo II, vive más allá del momento, dominadora
del
inspirado en lo pasado, presintiendo lo porvenir,
y amacizando la
el
presente robusto de su país, con
rigurosa disciplina que lo militariza todo, prín-
cipe de ideal sustentado por la realidad de la
cuando ya
fuerza, creyente
casi
no hay rey que
crea ni en su propio derecho divino, respetuoso
de
la tradición eclesiástica
misma Francia
romana, cuando
la
cristianísima echa de su suelo a
las congregaciones religiosas y está
dominada
por un gobierno que no desearía otra cosa que la
completa ruptura del concordato y
ción absoluta de
la
iglesia;
la
Guillermo
separaII,
cuya
actividad asombra, cuyo talento no hay quien no
reconozca, cuyo carácter es de acero
como su
U
R
B
B
DARÍO
N
voluntad, está en su verdadero centro en este Berlín geométrico, alegre de otra alegría que la
de París, hollado a cada momento por
paso
el
de las tropas, con su Unter den Linden que extiende su verde avenida entre las casas lujosas,
con su movimiento comercial y su circulación activa,
y en donde, junto a las conmemoraciones
de las armas, se levantan las conmemoraciones de las artes y de las ciencias. vino Euforión surgió en esta del cisne
de Weimar, pues
Y
no en vano
tierra
eii
a
la
el di-
evocación
esta capital bárba-
ra a cada paso se mira florecer la gracia helénica,
ya en
la
composición de los
artificiales pai-
sajes, en las arquitecturas urbanas, en las cons-
trucciones monumentales.
Yo no
sabría alabar
cierta protestante hipocresía general
que se nota
en
del
la vida; pero, sí, la bella libertad
arte
en
sus mejores manifestaciones, una larga comprensión de
la
armonía, del desnudo, de
mia griega.
Y
esto se explica. Aquí, en tierra
germánica, Goethe resucitó de
la
la
olímpica persona
homérica Helena, Lessing meditó sus
cidaciones del Laoconte, Juan ne, el ruiseñor, se
230
la eurit-
dilu-
Pablo pensó: Hei-
abrevó de agua
castalia;
Mcm-
SOLARES
TIERRAS sen construyó su
luz de la
Helade alcanzó las brumas sep-
tentrionales. Allí en
silencioso
mental sobre las glo-
Roma.
riosas ruinas de
La
edificio
Charlotemburg, siguiendo
camino de copudas alamedas,
al
el
sua-
ve rozar de los pinos, entre los macizos de rosas, entre los plantíos de tulipanes, he llegado al
severo y sencillo templete que sirve de lugar de
reposo a los restos imperiales de los abuelos de Guillermo
II.
Un
coloso marcial de larga y rubia
me ha permitido la entrada. Y he tenido, verdad, como la vaga sensación de un ensue-
barba en ño.
A
través de los vidrios de un color azul dul-
ce y de cielo,
la
onda solar penetra maravillosa-
mente, de manera que baña
el
recinto
con su
te-
nue y paradisiaco resplandor. Y a esa blanda y mágica luminosidad se ve alzarse la alta figura tristemente grave de un divino centinela,
el
ar-
cángel Miguel, armado de su espada flamígera,
y luego, he
allí
mausoleos.
Y
tres
en
el
yacentes estatuas sobre tres
fondo un Jesucristo de mo-
saico, que dice con su leyenda y con su expre-
sión sabias y celestes palabras. Allí descansa en la
paz de Dios Federico Guillermo
II;
allí
des291
RUBÉN cansa en
la
DARÍO
misericordia de Dios Guillermo
I,
emperador de Alemania y rey de Prusia. Y he allí,
a su lado, a
la
Dama
porfirogénira que es
semejante a una diosa. El artista no haría con
más amor que
que ha puesto
el
al
hacer ese
cuerpo admirable apenas cubierto por fino de la túnica, el cuerpo de
Diana o
el
el
lino
cuerpo
de Venus. ¿Es Diana, es Venus dormida? Diana
no
es,
pues
la
maternidad se revela en esa
flor
en plena hermosura; no es Venus, pues antes bien que la tentadora gracia de la carne, se des-
prende de esa forma una dignidad casta y serena,
Y
la luz
tamizada pone una caricia paradi-
siaca sobre esa realización pagana; y Miguel,
apoyado en su arma una paz sepulcral los príncipes de
mo
flamígera, vela silencioso:
llena el estrecho habitáculo
mármol; e iguales a los
paria, en la sola
de
del últi-
y posible igualdad de la
transformación eterna, quedan en sus criptas se-
mejantes a santuarios, esos puñados de huesos
de Hohenzollern. Berlín: cuarteles,
más
museos, estatuas, paseos con
estatuas, derroche de
alameda de
la Victoria,
mármol como en
mármol para lodos
la
los
SOLARES
TIERRAS
Hohensíauffen, mármol para los Hohenzollern, y
bronce y mármol para
el
gran Federico, para
gran Guillermo, para Molíke, para Bismarck;
el
al-
macenes, pasajes llenos de tiendas de bric-a-brac*
pomposas
restaurantes de cervezas
cigarrerías,
y restaurantes de vinos; grandes teatros y un musichall enorme.
Y
un aquárium que llamó
atención de Huysmans.
pero no
lo vio todo,
Huysmans
naturalmente.
vio mucho,
A
mí me ha
parecido entrar en un círculo del Dante, en cual hubiera necesitado,
go
el
como
doctor Holmberg. El
la
Virgilio, a
el
mi ami-
aquárium es subte-
rráneo, y no es solamente aquárium, pues se ex-
hiben hasta loros y arañas y otros bichos pesedillescos,
como ese horroroso ptatydacíilus aegip-
cianus que está a
rana estirada, y erizado
como
el
la
entrada, semejante a una
zomurus gigánteus, lagarto
Más
de púas de hierro.
allá,
la
africana bitisgabónica, serpiente con la piel pin-
tada art-nouveau, y
el
pithon feroz y
con su apéndice de cascabeles;
el
el
crótalo
naja búngarus,
venenosísimo y aterciopelado; iguanas crestadas, nudos de viboritas enredadas
como maca-
rrones, y grises, y ílácidas; y luego la anacanda
299
V
U
brasileña.
N
É
B Se
D
desciende, y en un estanque, entre
peñascos, hay focas y leones marinos* y a un lado,
papagayos blancos; y después una gran donde se oyen arrullos de paloma y
pajarera,
cuchilleo de aves.
A
un lado, apenas separados
por una barrera baja y
muy
franqueable, los co-
codrilos semejantes a troncos, a piedras.
seguida,
la siboldia
so y leproso lagarto. ¿Os atrae de nuevo jarera?
Y
en
máxima japonesa, monstruo-
Es que canta
la
gymnorhinia
igual a un cuervo que tuviese
la
pa-
tibhcen,
una blanca sobre-
pelliz y que tocase la flauta. Un hoyo lleno de agua: el cocodrilo negro de China, como un gran
«garrobo».
aquárium,
Y
por
os atrae
fin,
la fantástica
del
verdadero
vida submarina que tan-
to ha interesado al autor de la inaudita flora
el
Océano,
A
Rebours. Es
los peces de sue-
ños calenturientos, los aspectos de visión diao de locura. Veo en un fondo de arenas y de roca, naranjas que se mueven, crustáceos imbólica,
previstos, caprichos madrepóricos, semivivieníes
rábanos que se encogen, hipocampos y es-
trellas
res,
234
purpúreas. Erizos
como
pelotas de
alfile-
entre lechugas de cristal verdemarino.
Y
SOLARES
TIERRAS gruías.
Y
un pecezote hinchado, inflado, junto
escorpión de mar. ve,
Hay una brocha que
al
se mue-
una vejiga de manteca, plumones y espumas.
Entreabiertas, grandes valvas que parecen abanicos, cactus y raquetas de lawn tennis.
Pagurus
inverosímiles van arrastrando sus casas llenas
de púas y protuberancias. Y la pluralidad de los peces, la variedad de sus tipos, son desconcertantes.
Y
veis en todas sus faces monstruosas,
hasta en las
más
increíbles, la reproducción
de
fisonomías humanas que habéis observado, des-
de las comunes hasta las deformes del raquitis-
mo, de
la idiotez,
de
la imbecilidad,
Y
hay formas y gesimaginarios y alucinatorios; y
crueles de los manicomios. tos que creeríais
de los casos
os convencéis que los pintores holandeses de cierlos
cuadros demoníacos, y
el
mismo Rops y
Odilon Redon, con sus fantasías monstruosas e ilusorias, la
no han creado nada, pues todo
imaginación del hombre
más
lo
que
torturado de vi-
siones infernales pueda imaginar, existe en los secretos misteriosos y en los profundos laboratorios de la naturaleza. Seguís,
con
la
y os encontráis murena que se envaina en un tubo como 235
RUBÉN un espeso sable
nan entre
el
arena, está
gris.
D
A
R
O
1
Pequeños pulpos evolucio-
agua burbujeante. Inmóvil sobre la
la
negra raya chata, de pizarra terro-
sa con su arpón largo.
Y
pasa despacioso
el
homard, enorme alacrán marino acorazado, que en vez del venenoso garfio, tiene una mariposa
de terciopelo negro ornada de amarillo. Berlín: ciudad que sabe la ordenanza, el te,
griego, y también
el
el latín,
plat-deustch; ciudad fuer-
pecadora, pero pecata; elegante, pero dura;
rica,
banquera; de
arte;
común; con mujeres
pero con cierto mal gusto
lindas, pero
que tienen unos
pies aplastadores de ilusiones; ciudad de secretos
escándalos y de corrección excesiva; ciudad en
que se siente de
la
la influencia del
cuartel junto a la
universidad; ciudad llena de cosas contra-
dictorias,
donde visitando un templo, os aborda
un proxeneta que os promete
el
pecado, y en un
bar, entre gentes pecadoras, se os aparece
una
mujer que os ofrece periódicos religiosos y os
vende jimágines de Cristo!
SOLARES
TIERRAS VIENA
Me
habían dicho: «Es una hermana de
Es una hermana de
París que íiene los ojos
azules de tanto mirarse en
Hay no
en
la
la
Parísi^.
el
más
espejo del Danubio.
ciudad una alegría comunicativa, y
si
gracia impregnada de parisina, posee la
elegancia, la gallardía de la seducción.
Para mí, Viena y vals eran dos ideas juntas en mi mente. Viena, vals, placer.
Un gran
torbellino
de mujeres hermosas en brazos de magníficos danzadores, deslizándose en anchas salas
lisas,
mientras afuera pasaban sonoros carruajes, se
alzaban soberbios monumentos, bullía
Más o menos,
el
mundo.
he podido encontrar realizada esa
con mucho progreso además y mucho jardín atrayente, y mucho divertimiento, y mucha belleza femenina, y el centenario del
imaginación,
padre del vals, Jo'^eph Johan Strauss, que acaba
de celebrarse. En su honor
morzar en
el
Volksgarten.
una reverencia
poeta Grillparzer, cuyo monu-
al
mento se alza no
me he invitado a alEn su honor y con
lejos
lente rostbrafen y
de donde
me
sirven exce-
una pilsen de oro pálido, que 237
RUBÉN es
como
seda helada, mientras
líquida
orquesta anima
suave
el
niosos y ondulantes.
donde Strauss
DARÍO En
mismo
este
la
jardín fué
Aquí nació
a cuyos compases se balanceó
halago de
brava
con ritmos armo-
aire
dirigió la suya.
la
el
orbe;
el
vals,
el
vals,
melancolía, lengua del gozo, música
de amor, creación de un músico minor, pero que adoptarían los
más
allos
We-
y mayores, como
como Chopín, como el mismo poderoso Beethoven. ¿Que Lanner, el amigo y rival, tuvo ber,
parte en
el
invento? Nadie se acuerda de Lanner,
como no sea para hacer constar que mucho menos talento que Strauss.
hoy,
Juraría que
tenía
no hay uno solo de los que lean
estas líneas, que no haya tenido en su vida un
momento de animado
placer,
o de dulce
tristeza,
mágico brotar de esa pequeña y cristalina cascada melodiosa que se llama El Danubio
al
azul...
Yo
le
debo muy copiosa cosecha de
re-
cuerdos y de ensuePos, ya lanzada por las orquestas, ejecutadas en confidenciales pianos, o
suspirada por errantes organillos; sobre iodo por los organillos...
También como
París, es este
un país de
arte,
SOLARES
TIERRAS
y en una avenida os encontraréis con un grande y pensativo Goethe, sentado en su sillón de bronce, o en una plazuela con un Mozart, jóvenes
y airosos, o con Beeíhoven, o con
Schiller;
todas partes, un ambiente propicio
al
y en
pensamien-
to,
y, sobre todo, un invisible soplo que incita
al
placer.
En París más goce que
aquí
iiay
más vicio que goce, De todas maneras,
vicio.
aquí lanzó su último aliento
Marco
probo y sensato
Aurelio, que, entre sus mejores sentencias,
ha dejado
poco
ésta, si
purista,
muy
cuerda:
«En
mundo, y en partino daña sino a aquel que no puede aban-
general, cular,
el
vicio
el
no daña
al
donarlo cuando quiere».
Viena placentera, pero también Viena laboriosa,
pensadora,
política,
guerrera, religiosa.
Todo
sentimental,
artística,
encontraréis a vuestro
paso. Aquí su palacio imperial; su catedral, enor-
me
vegetación de piedra;
más
allá,
Santa María
Síiegen, vasto bouquet de ojivas y flechas, lo antiguo; y
su
más
peristilo
ce, lo
allá,
su teatro de
la
Opera, con
coronado por dos caballeros de bron-
moderno; o
el
Hofburgíheater, serio y ele-
gante, al cual se llega por entre dos
filas
de es239
RUBÉN
DARÍO
tatúas de mármol, que tienen por fondo verdores
de árboles y macizos de
flores;
o
la
Raíhaus im-
ponente con su elevada torre central; o
el
palacio
del Reichsrath, y el frontispicio del parlamento,
todo griego; y ante este último, mientras a sus pies,
entre simulacros
marmóreos, se
vierte el
agua armoniosa de una ánfora. Palas Atenea, gigantesca, se apoya en su lanza de oro y tiene
en
la diestra la
alada Victoria.
Dulces rincones amorosos, blandos
retiros,
labrados quioscos y curvos chorros de agua, en los jardines, en
el
Stadípark, lleno de risas de
niños; en Schwarzenberg,
suspiros, o en
el
mismo
fácil
a las citas y a loa
Volksgarten, con su
templo a Teseo, y sus alamedas, sus umbrías, sus tibios nidos, sus fragancias de parque y sus
rumores de bosque.
no vale tivos,
el
O
allá,
en
el
Prater,
que
si
Bois parisiense, tiene especiales atrac-
en sus recodos de floresta y sus techum-
bres de hojas y su larguísima avenida. Mas,
nada como ese fastuoso
e histórico
Schonbrunn,
donde recordáis a Versalles y a Le Nóíre, y al gran Napoleón, y al triste Aiglon, hijo del Águila.
Flota un ambiente singular entre las bien or-
140
SOLARES
TIERRAS
denadds arquitecturas vegetales, entre pletes de
ramas y
las verdes cúpulas
que forman los recortados
tilos, las
los tem-
y arcadas coí)as edu-
cadas y pomposas de ios castaños. Las mitologías de las fuentes se bañan en la exhalación de vaporizadas perlas de su propia
lluvia.
Grata
quietud invita a sentarse en los místicos bancos
de los parterres, a meditar, a soñar, a imaginarse las bellas representaciones de la historia,
mientras en su magnífica altura, •la Gloriette
destaca sobre bio,
el
fondo celeste su pórtico sober-
aún persistente decoración de más de una
comedia y drama imperiales y
reales.
LA TUMBA DE LOS NUEVOS ATRIDAS
Un capuchino de visitantes
larga barba guía ai grupo de
— campesinos, forasteros e ingleses. Al
bajar la escalera estrecha de la bóveda,
de los pasos. Luego,
el
el
ruido
ruido de las llaves de su
reverencia. Luego, silencio.
Y
el
cicerone de ca-
pucha, comienza a decir su lección, recorriendo las
tumbas
viejos, en
16
del
lado derecho, los sarcófagos
donde reposan reales
e imperiales hue-
241
RUBÉN
D
R
A
O
i
sos viejísimos, entre las cajas de metal gris
la-
brado de esculturas macabras y simbólicas, tras duras rejas férreas. A mí no me interesan esos príncipes antiguos que tienen su página corres-
pondiente en los anales austríacos: no Matías, ni Ana,
Yo voy
hacia
malditos,
perseguidas por de'
el
idénticos en
el
destino, la familia misteriosa
los Atridas
modernos, esos Haps-
No me
impresiona tanto
sabeth,
la
el
la
ataúd en
el
el
de
la
paz de
estaba destinado a ceñir
ni
caja mortuoria,
que duermen su
emperador de
«emperatriz errante»,
Aquí reposa, en
el
la
de las campanas; Eli-
del cerro
anarquismo, y Rodolfo, ta.
la
los otros sarcófagos en
eterno sueño, Maximiliano,
barba de oro,
pero
duque de Rcichstadt,
del
nombre de María Luisa en
como
viejos,
sufrimiento, en la desventura, en
que están los restos el
atrae
Carlos.
coronadas testas
las
burgos rubios o brunos, jóvenes o
la tragedia.
me
ni
en donde duermen los
la izquierda,
porfirogénitos
y fatídica
Leopoldo,
ni José, ni
la
que segó
el
novela sangrienla
muerte,
el
que
corona de los empe-
radores de Austria y de los reyes de Hungría. El
capuchico explica rápida y precisa rnenie, en ale242
SOLARES
TIERRAS man,
la
vida de cada uno de los príncipes difun-
tos que reposan en
el
subterráneo; y
el
profundo
silencio de los visitantes es tan solamente inte-
rrumpido por un vago rumor de palabras entredichas en voz baja, cuando se detiene ante
el
el
grupo
sepulcro del archiduque Rodolfo de Haps-
burgo. Pequeña iglesia de los capuchinos, que encierra tanta desventura, los despojos de esa familia predestinada fatídicamente a ser azotada
por
la
desgracia; tristes grandezas desapareci-
das entre
la
locura y la sangre; seres de vidas
extraordinarias que realizan las
más lúgubres y
dolorosas creaciones de los poetas del destino,
de los dramaturgos del misterio.
LA SECESIÓN
Cuando en 1900
vi
en
el
Grand Palais
la
sec-
ción correspondiente a los secesionistas viene-
mi entusiasmo fué vivo y justo. He ahí unos cuantos adoradores sinceros de la libertad del
ses,
arte,
buscadores de
lo
nuevo, de
lo raro,
según
sus temperamentos, o intérpretes personales de las
antiguas tradiciones artísticas, sin blague 243
RUBÉN
DARÍO
bulevardera, sin esteticismos montmartreses, sin los
mamarrachos que,
absurdos
entre
pocas
obras de talento, exhiben unos cuantos desalmados, en
¿Es que la
el
Salón de los Indcpendents parisienses.
el
ambiente es otro? ¿Es que en Viena
lucha por
La verdad es artistas
de
vida y por
la
la gloria
es distinta?
que, en todos los esfuerzos de los
Secesión, noto una sinceridad y
la
una noble independencia y una consagración a la
¡dea y a la realización de la belleza,
muy
dis-
tantes de los extravagantes épateurs apurados
de arribismo que abundan en
En
la capital
edificio propio construido
francesa.
y arreglado con-
forme con los gustos y pensares estéticos de los organizadores del museo, la obra de la Secesión se exhibe en
la
metrópoli austríaca
timonio innegable del tesón, de talento de sus puros artistas. El
seo «de excepción»
Nada de
lo
como
que hay en
él
la
como un
tes-
energía y del
museo es un mu-
diría Vittorio Pica.
es vulgar ni común, y
se manifiesta en todo un don de alta gracia y una
voluntad de hermosura y una fuerza de pensamiento, que honran y elevan sobremanera a
la
luchadora mentalidad austríaca. Aquí se ve que 244
SOLAPES
TIERRAS no se busca asustar
más
burgués, sino
al
bien
darle una nueva revelación de belleza. Aquí
nen nobles sacerdotes teriosa,
y
dad de
lo
humanas
el
pincel
y
el
el
vida mis-
la
cincel dicen la profundi-
desconocido,
existencias y
ensueño y
tie-
el
lo
arcano de nuestras
enigma que
existe en
toda cosa. Sintéticos o complicados, expresan
sus meditaciones y sus visiones interiores, o en
un extraño aparato simbólico hacen surgir un aspecto de
la
luz el alma,
y hay
dito,
verdad posible, o hacen florecer de
o cristalizan la
lo indeciso
franca expresión y
toda rutina. Aquí es
el
único
museo
y
el
lo recón-
desdén de
del
mundo
donde no solamente se ha destrozado
la
mica hoja de parra, sino que se ha tenido lor
de revelar lo
más
oculto, a punto de ciertas cuartetas
La leyenda
tier.
cuadros que
me
íntimo, de
no ocultar
que se os vienen a
la
en
acadéel
lo
va-
más
memoria
memorables de Théophile Gautiene
sus cultivadores. Veo cien
atraen;
no os
diré los
nombres
de los autores, pues no están en las telas y no tengo tiempo para anotar un catálogo. Sí recor-
daré co»
al
el
potente Franz Metzner,
autor de ese
el
Rodin austría-
poema soberbio de mármol 245
RUBÉN
DARÍO
que se llama La Tierra, y de admirables estudios decoraíivos y de bustos y de estatuas de una originalidad imponente y comprensiva.
La
Tierra,
de Metzner, está expuesta en un saloncito especial,
adornado tan solamente de expresivos
mones y de su
Y
sencillez.
vida y
el
sola,
en que se manifiestan
la figura
ritmo terrestres y
sobre su base
como
la
la
la
la
fuerza natural, está
majestad y
un simulacro sagrado. Lo que viado a
tela-
impresionante y elegante
la
el
misterio de
Secesión ha en-
Exposición de San Luis, atestigua
el
valor de sus pintores, decoradores, estatuarios, ceramistas, mueblistas. Ferdinand Andri envía
sus figuras valientes, que renuevan algo del arcaico arte asirlo; Metzner, sus soberbias creacio-
nes plásticas, sus sintéticas expresiones de
la
persona humana; Klimt, sus cuadros simbólicos
de factura extraordinaria y de significación honda,
como El manzano de
oro,
La
vida es un
combate. La Jurisprudencia y La Filosofía, que tantas discusiones causó cuando se expuso en
París en la última Exposición Universal.
Salgo de
la
Secesión encantado de encontrar
un verdadero templo 246
del arte en tiempos en
que
SOLARES
TIERRAS
los templos del arte están en posesión de los
mercaderes, de los insinceros, de los pacorillistas
o de los
histriones.
Y
saludo ese esfuerzo
generoso, deseando que en nuestros países de arte naciente se junten las energías individuales
de los puros, de los incontaminados, y procuren hacer algo semejante, lejos de las escuelas
de limitación y
chatura de
la
atrofia
y de
las
modas vanas que nada tienen que ver con
la
eternidad de la belleza.
BUDA-PEST ...Buda-Pest: azul;
el
Rey; María Teresa;
el
Danubio
paprikahum, vino de Tokai...; y una vieja
zarzuela que deleiíeó mis años infantiles.
Madgyares, en
Los
cantaba un coro:
la cual
Vamos señores
A
la feria
Que hoy
de Buda,
es
cl
día
De vender y comprar.
Y los
trajes vistosos
el leguito del
de alamares y galones, y
convento: 247
U
lí
DARÍO
N
É
B
Ego sum^ ego sum El leguiío del convento
Ego
surUy
además
Campanero y
y me
hechizó
la
sacristán...
ciudad bizarra, o
dos ciudades gemelas unidas por
más
bien las
los magníficos
puentes, con su clima, sus flores, sus paseos, su barrio elegante y
moderno en que
casi todas las
nuevas construcciones son arf nouveau^ o secesión,
mansiones caprichosas de los magnates y
propietarios de pingües pushtas y «economías».
Es una
delicia
pasear por
el
kiralgi var, y
sus pa-
agua azul
del ar-
lacios y verdores, a orillas del
monioso
río.
Hay
bie,
como
edificios espléndidos
magnífico parlamento, que se
refleja
en
el
el
Danu-
y sus plazas espaciosas, las calles y aveni-
das, y sobre todo, las
mundo hacen
mirar esta
más
bellas mujeres de!
como un
tierra
terrenal
paraíso. iOh! todos los países tienen lugares de
gozo y
bellas mujeres, pero la
y de
hermosura, creedmc, es
la
un lugar, en un suburbio de
que se llama Os Buda Vara,
Amor Buda-Pest. Hay
Ciudad
la
del
ciudad de Pest,
jardín, paseo; feria
nocturna, lleno de atracciones, teatritos, ventas 248
SOLARES
TIERRAS
diversas, castillos luminosos, flores, perfumes,
músicas nacionales,
trajes pintorescos;
y
he
allí
una colección de beldades que habrían
visto
dejado meditabundo y soñador
Salomón
como
que,
al
mismo
rey
sabéis, era de gusto ex-
quisito.
Un momento ha
habido de duelo nacional, más
que duelo ha sido una glorificación, una apoteosis: la
muerte de Jokai. Impregnado del encanto
de esta ciudad fascinadora, he asistido a los
fu-
nerales de su poeta, de su novelista, de su pen-
sador nacional. Pasaban los carros cargados de
coronas por estaba
la
la
gran calle Andiassy, en donde
morada
del escritor; el cortejo era so-
lemne y fastuoso; representantes asistían a la
memoria
del
gobierno
ceremonia en que se honraba
del viejo revolucionario; vistosos
la
y pin-
torescos uniformes militares, universitarios, heráldicos, desfilaban en la severa procesión.
Y
en
en los balcones, adornados de colgaduras de duelo, se veía una
muchedumbre de
rostros di-
vinos en que brillaban maravillosos ojos húngaros.
lleza
Y
ante ese esplendor y ese prodigio de be-
femenina,
al
pasar
el
carro de las
más fres249
R
U
B
B
DARÍO
N
cas coronas, de los estudiantes, compré a una florista
un ramo de rosas,
de lejanas
tierras,
con
el
y, poeta
desconocido
corazón palpitante, con
un temor de emoción, arrojé yo también mi ofrenda
tfO
al
anciano Jokai.
índice TIERRAS SOLARES Pég».
9
Barcelona
Málaga
La
tristeza
21
andaluza
69
Granada
85
Sevilla
105
Córdoba
117
Qibraltar
129
Tánger
155
Venecia
181
Florencia
195
DE TIERAS SOLARES A TIERRAS DE BRUMA Waterlóo
211
Por
214
el
Rhin
Francfort S.
M
225
Berlín
228
Viena
257
La tumba de
los
nuevos atridas
241
La Secesión
245
Buda Pest
247
251
^y/-\'-m-^^s-wo^w^単
hm
/ '
7519 D3 1917
Darío, Rabán Obras completas
V.3
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