Tierrassolares

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pa ii

X>3

1911

3


A

FELIPE LÓPEZ MUY CORDIALMENTE /?.

D.




)


ESPuÉs de algunos anos vuelvo a Barcelona, tierra buena.

En

otra ocasión

os he dicho mis impresiones de este país grato y amable, en donde virtud

común y

el

la

laboriosidad es

orgullo innato y

las tradiciones defensa contra

decadencias. Salí de París

nevada, que anunciaba

la

el

el

sustento de

debilitamientos y día de la primera

crudez del próximo

in-

vierno. Salí en busca de sol y salud, y aquí, des-

de que he llegado, he visto del sol español,

ses;

la

luz alegre

y sana

un cielo sin las tristezas parisien-

y una vez más me he asombrado de cómo


Q

U

É

B

DARÍO

N

Jean Morcas encuentra en París

de Grecia,

el

cual tan solamente

mismo

el

en las tierras solares. Bien es cierto que se refiere

más

al

ambiente que a

respirar que al mirar.

Pero

la

cielo

da todo su gozo el

luz,

la

bondad de

poeta

más

al

este cielo

entra principalmente por los ojos y los poros, abiertos al cálido cariño del

inmenso y maravillo-

so diamante de vida que nos hace

la

merced de

existir.

Cuando os

escribí de

España

fué a raíz de la

guerra funesta. Acababa de pasar

Estaba dolorosa y abatida país.

Y

la

la

tempestad.

raza, agonizaba

os hablé, sin embargo, de

la

el

mina de

energía, del vasto yacimiento de fuerza que hallé

en esta provincia de Cataluña, gracias ter

al

de los habitantes, de antaño famosos por em-

presas arduas y bien realizadas; y admiré

queza y

el

no han mirado nunca con buen mirar a sana cigarra de

Castilla.

irremediable muerte.

la

po-

la

corte-

España estaba, por

opinión general, condenada a

10

ri-

hormigas ambas que

tente Bilbao, afortunadas

la

la

movimiento productor de esta Barce-

lona modernísima, hermana en trabajo de

a

carác-

No

la

perpetua ruina,

se veía venir por


.

T

ninguna parte

caba en de

SOLARES

ñ R R A S

J

la

el

caballero esperado, a quien bus-

la lejanía del

camino

hermana Ana. Hubo

profetas del

creía

aparecimiento de ^os

mal y la irrupción de los improvisa-

dos salvadores. Todo indicar

el

el

mundo

el

mundo

llamado a poner nueva sangre en

Todas

Se

dijera

un consejo de

músculos nuevos

pellejo del

del

cuer-

políticas.

cual se iba a hinchar con

el

mundo

el

se

y todos los politiquistas sa-

las políticas

bían un secreto con

el

era hábil para

una senda propicia; todo

po agotado.

En

mirada ansiosa

la

el

maltrecho León.

pensamiento se veían apenas

unas cuantas esperanzas entre

el

coro de emi-

nencias amojamadas. Apenas los pocos violentos, los revolucionarios, los iconoclastas, lo posible

olía

hacían

por encender una hoguera nueva.

Y

demasiado a podrido en Dinamarca

Hoy,

al

pasar, mi impresión es olra.

Desde

hace algún tiempo se ha notado un estremecimiento de vida en políticas

la península.

Cierto que las

y los politiquistas continúan con sus

ruidos inútiles y sus discursos verbosos; cierto

que

ni los del

carlismo renuncian a su vago so-

ñar, ni los de la república pierden

momento para 11


RUBÉN proclamar que

ellos

DARÍO son los dueños

del porvenir

grandeza nacional, entre escándalos y rivalidades poco provechosas al verdadero ideal

y de

la

perseguido; cierto que rial,

por un lado, y

por otro, tiempos

el

clericalismo inquisito-

el

militarismo monljuichesco,

no han cambiado un ápice desde los

terribles

en que cayó, rojamente,

po-

el

bre y grande conservador D. Antonio Cánovas;

pobre y grande libeEmilio Castelar; cierto que cierta prensa en

que nadie sucede

cierto ral

que los antiguos

mes y

al

diretes continúan en

rancia de cultura, aún

hambre

del pueblo

una tradicional igno-

persiste;

no mengua;

cierto

cierto

reza general y la inquina porque tra el otro,

o di-

baturrillos, tiquismiquis,

que

que

sí, del

se sigue manifestando; cierto que

ta

una fragancia de juventud en

pe-

uno con-

gue oliendo a podrido en Dinamarca. Pero, bien:

la

el

si-

fijaos

flor llega

has-

nosotros. Voces individuales, pero poderosas

y firmes, dicen palabras de bien y de verdad que el

Hay un rumor. ¿Es un despertamiento. Se

país comienza a escuchar.

una resurrección? No, es renace.

Se

vuelve a vivir en un deseo de acción,

que demuestra y anuncia una próxima era de 12


SOLARES

TIERRAS No

victorias.

los

tenían razón los desconsolados,

que juzgaron

el

daño irremediable. He ahí los

buenos pensadores de

la

nueva España que pien-

sa; he ahí los buenos profesores de trabajo, los

bravos catedráticos de actos, que enseñan a las generaciones flamantes el

la

manera de conseguir

logro, de sembrar para recoger.

Los

superfi-

ciales del pedantismo desaparecieron; los superficiales del odio inmotivado, fiva palabra,

existen

de

la

improduc-

de las envidias absurdas, esos no

más que en

mismos. Existe, empero,

una juventud que ha encontrado su verbo. Existen los

nuevos apóstoles que dicen

saludable de tencia; los

la

la

doctrina

regeneración, del gozo de la exis-

buenos escritores de desinterés y de

ímpetu; los nuevos poetas que hablan armonio-

samente, con sencillez o con complicación, se-

gún sus almas, deben

decir,

Y

que sienten,

lo

que juzgan que

en amor y sinceridad, con desden del

lodo verbal, de to.

lo

la

vulgar hazaña, del

reír

injus-

eso en toda España, desde entre los vas-

cos y catalanes activos, hasta entre los vibrantes

andaluces y entre los habitantes de

la corte.

La salud

la

gárru-

será, pues, luego, total.

13


U

Mas

me

Barcelona

tan propio, y sin

versalizada

DARÍO

N

É

B

con su carácter

embargo, desde antes tan

más que

floridas hierven

detiene,

europeizada.

'unl-

Sus ramblas

de almas, con su paseo de Gra-

cia; las fábricas

vecinas han adquirido

mayor

empuje. Llegan numerosos los barcos a traer

el

material de las industrias y salen cargados de la

exportación pingüe que aumenta la existente queza.

Se

alzan palacios flamantes.

dad ayuda

La

ri-

electrici-

progreso por todos puntos. La

al

urbe se ensancha y

lamente turban

la

la

población crece.

Tan so-

paz activa de producir las agi-

taciones que de tanto en tanto siguen manifes-

tándose y tomando incremento en

el

elemento

obrero.

Hay un huevo que empolla desde hace

años

revolución latente, pero de ese huevo no

la

saldrá ni con

mucho

la

soñada gallina gorda de

ios socialistas; antes bien, el ave roja de la anarquía. El obrero aquí

viendo por

momento a

sí solo.

no se deja embaucar y va

Los

cabecillas pueden de un

otro perder su cabeza- El trabajador

aquí se impone, y su imposición se nota.

No

se

ve un solo establecimiento público que esté ve-

dado a 14

la blusa,

y la blusa hace ostentación de


— T

B

I

R A 3

1^

3 O L A

B S

í^

su presencia en todas partes. La cultura general es también mayor, notar,

como ya

otra vez lo he

hecho

que en otras provincias. El ambiente bar-

celonés es

el

de un pequeño París. Sus artistas

y escritores, genuinamente catalanes, están en contacto con todo el mundo. Esta tierra de hombres de labor material, vasto nido de menestraes también sustentadora de fuertes cerebros,

les,

de aladas almas, de finas y sutiles imaginaciones.

En

lo cual

go

el

siglo xix surge

el

marqués de Campo;

no obsta para que nazca después Santia-

Rusiñol. Rusiñol, espíritu encantador,

pintor

de soñaciones, maestro de melancolías, y en todas sus obras pone algo de

ha aprendido en sas de ser

en

la vida.

el

cual

la tristeza

que

las partes dolorosas y misterio-

Le conocí en París, después de

muy amigos desde lejos. Es la primera vez que la persona no me causó decepción por el

artista.

Personal e intelectualmente es

Gracias a Dios que no

me

lo quite

nunca!

el

me ha

el

mismo.

quitado aún

\m

don de admirar. Admirar

de veras, con mente sincera, con

el

corazón o

ambas cosas. Me habló entonces Rusiñol de su drama L Héroe y de la recon

la

cabeza, o con

16


RUBÉN

DARÍO

sonancia del estreno, pues en

enseñanza popular dicha, ble artista,

si

la

pieza hay dura

con manera de no-

con claridad que pone a

la

vista de

todos una amarga lección de los injustos horrores de la guerra.

Los

del gobierno, los del

poder

y los entorchados, protestaron e iban a provocar grueso escándalo; las representaciones cesaron por orden de

go tuvo que

la

autoridad, y

salir

5e

dramatur-

para Francia. Ahora veo en los

carteles anunciada título

el artista

una obra nueva, que por su

juzgo causará,

si

cabe, mayores protestas.

llama El Mistich, El soñador hace así su

ofrenda de bien a los oprimidos, ayuda a los de abajo.

Como

debe hacerlo: desde arriba.

Otros poetas traducen a los clásicos, y a los

modernísimos extranjeros. Hay un «teatro no» que equivale a l'Oeuvre, o

Se

al

lati-

Libre de París.

publican excelentes revistas de ideas y de

arte,

y libros de ingenios y talentos bregadores

presentados en formas artísticamente llamativas

Todo ésto en catalán. Pues como el noble poeta Marqui-

y de bella tipografía.

son raros los que,

na, prefieren vestir de castellano sus ideas.

La juventud— ¡brava 16

«joventut»!

— cultiva

su


SOLARES

TIERRAS campo, siembra su torre en

el

semilla.

Alza, construye su

limitado cerco en que se

oye su

len-

gua: pero desde lo alto de su torre, ve todos los horizontes.

Fecundo núcleo de vivaz

civilización,

generosa y gallarda Barcelona de ahora, se afianza en su seguro valor y alza la cabeza orgullosa coronada de muros, enBarcino,

la vieja

tre la

la

montana y

mar, que vio partir en otros

el

siglos los barcos de sus conquistadores. ¿Existe el

catalanismo? ¿Existe

contra

el

resto de

nismo se entiende la

catalanismo,

el el

la

lo si

creo

nir

ha-

amenazadora bancarrota ge-

derecho de

la

Mas

hormiga para decir a

así

como

el

la

man-

ansia de porve-

ha unido a los obreros catalanes con todos

los de la península en

mo

el

mismo haber

cigarra: «¡baila ahora!»; y la voluntad de

dar en su casa.

lo

ni

por catala-

deseo de usufructuar

separación de ese

para salvarlo de neral, el

odio que se ha dicho

España? Yo no

noto ahora. Existe

ber propio,

el

sentimiento,

el

comienza a unir a na con

la libre

una misma mira y un mis-

deseo de vuelo y expansión la

intelectualidad libre catala-

intelectualidad española,

repre-

sentada por admirables personalidades pertene2

17


RUBÉN

DARÍO

cicnícs a todas las provincias, ligados así todos

por

la

solidaridad del pensamiento y

el

propósito

de olvidar pasados defectos y errores, y colaborar en la

misma

Cierto, rcpiío,

bondad y de gloria. que quedan los anquilosados de tarea de

ayer, los rezagados de

la pacotilla;

sucia y seca hojarasca desaparece

nueva selva,

al

renovarse

dín, a la entrada triunfal

la flora

de

pero toda al

la

brotar la

del viejo jar-

recién nacida pri-

la

mavera. La América española ha mandado también sus embajadores, y

mando más

poco a poco se va

íntima relación entre

ambos

for-

conti-

nentes, gracias a la fuerza íntima de la idea, y a la internacional

potencia del arte y de

Pues hasta, por mayor decoro,

misma ha sacado

ventajas,

la

la

palabra.

vida comercial

ayudada por

los pre-

dicadores de las letras y misioneros del perio-

dismo. La unión mental será

más y más

funda-

mental cada día que pase, conservando cada país su personalidad y su

manera de expresión.

Se cambiarán con mayor

frecuencia las delega-

ciones de los intereses y las delegaciones de las deas. Seremos, entonces

sí,

pana, antes de que avance 18

la el

más grande Es-

yanqui haciendo


SOLARES

TIERRAS

Panamaes. Que cada región tenga y conserve su egoísmo

altivo,

pues de

la

dos esos egoísmos se forma

conjunción de io-

la

común grandeza;

cada grande árbol crece y se

fortifica

dos forman

me

la floresta.

Esto

solo y to-

hace pensar

la

Barcelona de las rojas barretinas y de las compañías de vapores, Gual, y

la

altos,

Barcelona de Rusiñol y de

de las copiosas fábricas y nutridos

almacenes; flores

la

la

que hace oro, labra

y se fecunda a silenciosos

hierro, cultiva

misma, entre lo» montes

y las inmensas aguas

que

hablan.

19





L^


U

DARÍO

N

E

B

mucho de lo típico, en los barrios singulares, como el Perchel, la Trinidad y la escalonada Alcazaba; mas la ciudad no os ofrecerá mucho que satisfaga a vuestra imaginación, sobre todo

imagináis a

la

francesa, y no buscáis sino pande-

navaja, mantón y calañas.

reta,

si

Hay

la

reja

cantada en los versos, y los ojos espléndidos de las mujeres, y la molicie,

Hay

y

el

las callejuelas estrechas

ambiente de amor. y antiguas

,

y las

ventanas adornadas con los tiestos de albahacas

y claveles, como en los cromos; hay bastante morisco y no poco medioeval. Mas, del lado del mar, surge una Málaga cosmopolita y nueva, y más que cosmopolita, inglesa, durante la «season», pues demás está decir que desde que un

Mr. Richard Ford escribió en su «Hand-Bock for

Spain» que

íravellers in

«superior a todos los de

fermedades

del

desconocido», tada.

el

clima de Málaga es

Italia

pecho» y que «aquí

la

invierno es

Los ingleses no han llegado a Andalucía

quios,

24

el

invasión británica estuvo decre-

tan solamente por bien de sus

les,

y España para en-

y

así,

como

lo

pulmones y bron-

hace observar José Noga-

que es autoridad y que es andaluz: «en las


SOLARES

TIERRAS

zonas andaluzas donde se extiende inglesa

— exclusivamente

modo

reacciona de un

rior

inglesa

Por Málaga, por

otra gente.

la influencia ,

la

vida inte-

maravilloso. Parece el

campo de

Gibral-

y por Huelva, van entrando los ingleses en mansa y tranquila invasión de intereses que de

íar

por mí observado consiste en

Y

el

fenómeno

lo bien

y rápida-

ensanchan y afirman.

día en día

mente que se entienden y hermanan

A

el inglés.

los

dos días de

el

andaluz y

llegar, el

inglés es

«don Guillermo», o «don Roberto», o «don Jorge».

acomodan bien a sus may hay, andando el tiempo, deseos del enrara vez desperdiciados. De ahí va salien-

Unos y

neras,

íruque

do

el

otros se

núcleo de una raza nueva y vigorosa». El

extranjero ha traído a Andalucía trabajo,

el

impulso del

ha implantado fábricas, ha dado gran

aumento a

la

exportación de frutas y de vinos.

¿Quién se acuerda ya

del inglés «aborrecido»?

El nombre de uno está grabado en un to público, el inglés

do por Estas

la

causa de

Robert Boyd,

la libertad,

monumen-

c,ue fué fusila-

junto con Torrijos.

villas floridas, estos chalets llenos

de mo-

renas meridionales y rubias anglo-sajonas, 25

al


RUBÉN lado de

la

Caleta y

DARÍO

el

Polo, hacen recordar que

por aquí pasó Byron y afirman que esto es encantador. Sobre todo, no hay ese las

bullir lujoso

ciudades balnearias revueltas por

emponzoñadas por

el

la

casino. Aquí no hay casi-

no, ni moda, ni viene Liane de Pougy, ni sieur de Phocas. Aquí

de

moda y

hay

luz,

mon-

montes apacibles,

Mediterráneo, barcas pescadoras. «Laiios y

el

boquerones», corrige un andaluz que

mas

palabras que he escrito.

En

¿Larios? rios.

lee las últi-

efecto, en la ciudad todo es

La propiedad,

la influencia

La-

política, están

en poder de ese apellido. Vais por un paseo y encontráis una estatua del marqués de Larios. Lo calle principal

de

la

ciudad, es

las casas todas que forman esa

los Larios; de los Larios tas

regadas en

la

la calle

calle,

de Larios;

pertenecen a

son también otras cuan-

población.

fábricas de hilados, con unos

Hay dos grandes ocho

mil trabajado-

res, y demás

está deciros que esa fábrica es de los

Hay

diez fábricas y refinerías de azúcar,

Larios.

y pertenecen igualmente a la famosa familia. ¿Y ese gran asilo?— De Larios. Desde Gibraltar hasta

Almería, 26

me dicen,

todo es de

ellos.

Málaga es


SOLARES

TIERRAS la

ciudad de los Larios.

será de ellos? catedral,

|síí

— ¿Y

la catedral,

— La catedral no;

pero

también

el reloj

de

la

Estas son andaluzadas en serio.

«Les damos por armas

la

forma de

ciudad y fortaleza de Gibralfaro, con los cautivos en un

la

el

misma

corral de

campo colorado, y por

rencia y en cada una de sus torres, las

de los patronos de Málaga,

reve-

imágenes

San Ciríaco y Santa

Paula, y por honra del puerto las ondas del mar,

y por orladura de las dichas armas,

el

yugo y

las

flechas». Así se expresa la real cédula en

que los

Reyes Católicos, Don Fernando y Doíía

Isabel,

concedieron a Málaga

el

blasón que queda dicho.

Gibralfaro es una ruina,

como todo lo que queda He visto la bella

recordando

el

poderío árabe.

puerta de las Atarazanas sirviendo de entrada a

un mercado, en

el

mismo

lugar en que se levan-

taba una magnífica mezquita en tiempos no de tanta miseria para

el

pueblo malagueño. Es

la

obra de los cristianos y civilizados vencedores.

La labrada piedra

contesta:

Le galib Ule Aláh:

El vencedor solo es Dios... 27


RUBÉN y

DARÍO

herencia arábiga se encuentra por todas

la

partes, en la faz de las mujeres, en las figuras del

pueblo, en las rejas de las casas, en los guturales gritos de los vendedores ambulantes.

Cuando he

recorrido la cindadela de la antigua

Alcazaba, he creído ver revivir ante mis ojos

pasada

existencia. Habitan gentes en las

la

mismas

viejas construcciones, casas estrechas y escalo-

nadas en

la altura,

desde donde se domina

el

ancho puerto.

En rintia

algún punto veis, sobre una columna codel

tiempo de

la

dominación romana,

el

arco en herradura que vio pasar los albornoces

blancos y los estandartes verdes. poeta y novelista Arturo Reyes,

el

He conocido

al

primero de los

malagueños y bien amado de sus conterráneos; jamás he visto moro de pintura o de

portaliras

verdad que

le

supere en aspecto. ¡Qué modelo

para Benjamín Constantl

moda de

He

visto vestida a

la

París y en un elegante carruaje, a Za-

lema; y, con una

flor

en

la

cabeza, comprando

pescado, cerca del seco Guadalmedina, a Zoraida.

28


T

/

E Q

SOLAPES

Á S

/?

Entrando a

la

pueblo pobre,

realidad de la vida, halláis un

falto

de sangre y de trabajo. El ex-

ceso de población apenas halla salida escasa en los inmigrantes que atraviesan

el

Océano.

indolencia nacional... Iba yo recorriendo

Y

la

la ciu-

dad, en un tranvía tirado por flojos caballos. Allá,

en un lugar llamado Puerta Nueva, se en-

contró un carro en tos sacos, y

el

en

la vía,

carro unos cuan-

el

carrero consiendo uno de ellos.

El hombre

vio venir

indiferente,

y siguió cosiendo su saco. ¿Pasaría-

el

tranvía con una mirada

mos? ¿No pasaríamos...? dió a hablar con

el

carrero; oí

saco...

A

los cuatro minutos,

pasar, eí pour cause. El

de

el

tranvía

pudo

hombre había acabado

coser su saco...

En un

lugar de la larga

hondonada que forma

lecho del sediento Guadalmedina, he visto una

especie de lamentable mercado

y

vagas palabras,

pocos gestos El hombre seguía consiendo su

vi

el

El conductor descen-

fruta, cestas

de pulpos

ranjas doradas.

Lo

como

al aire libre,

peces

en Ñapóles, y na-

pintoresco no quita

la

sensa-

ción de miseria, entre calles y callejuelas llenas

de malos olores, de charcos peslilenciales, de 29


RUBÉN focos de enfermedad.

DARÍO Me

explico la abundancia

de pálidos rostros, de colores marchitos en las

más hermosas facciones. Hoy veo, en un diario, que vacunas sacrificadas es de

más de

el

veinte;

y Málaga

tiene

ciento treinta mil habitantes... \Y la carne

paga una peseta

el kilo,

de derechos de consu-

mo! Un muy discreto y activo he tenido García,

número de reses

el

placer de tratar,

me da

los

periodista, a quien

el

Sr. Fernández y

más penosos

detalles:

«La

carestía de los artículos alimenticios, dice, equi-

vale a un grave motivo de alarma.

para los pobres, resulta un artículo de

La carne, lujo.

chos enfermos tienen que prescindir de ese

mento necesario para reponer

las fuerzas,

su precio excesivo no

al

lo

pone

alcance

Muali-

porque

más que

de las personas bien acomodadas. La leche es

mala y cara. ¿De qué nos sirve nuestra vecindad con Marruecos, ja

de

si

rara vez disfrutamos la venta-

recibir, en cantidad suficiente, huevos y

aves a precios económicos, importados de los terrenos inmediatos a nuestras posesiones de

África? El pescado mismo, con excepción de los

días de pesca abundante y extraordinaria, sufre


SOLARES

TIERRAS carestía. ¿El

bacalao? Si

gobierno no toma

el

buen acuerdo de pedir a las Cortes

el

supre-

la

sión de los derechos arancelarios, se venderá tan caro, que,

como sucede con

la

carne,

alcance de los pobres. Sólo faltaba

al

to en los precios fícil

no estará el

aumen-

de los alquileres, y ya es tan

encontrar albergue higiénico y barato,

un avóro con alma. De

modo que

el

acentúa para todas esas clases de quienes

la

lucha por

de estos infortunios.

Con

sociedad a

decir que la

penosí-

en las zarzas

la piel

se vislumbra, se expresa que

como

malestar se

la

la existencia resulta

sima, y que van dejándose

di-

el

remedio no

desgracia que

nos afluye parece mayor porque se vive sin esperanzas». Hay, pues, necesidad en las clases pobres,

hambre en

La antigua

el

pueblo.

religiosidad ha

mermado mucho,

y,

en sus sufrimientos, ya no se vuelven los necesi-

tados a

Se

la

siente

que va de

Divinidad, ya no se ruega a Dios...

una invasión de protestas anárquicas, la

ciudad a

la

campiña, a pesar de las

congregaciones religiosas que luchan por conservar su influencia, a pesar de las vírgenes que

podéis ver en algunos

sitios,

a

la

entrada de

al-

31


RUBÉN

DARÍO

gunas casas, adornadas de

flores artificiales,

y

aníe las cuales arde una pálida lamparilla de de-

voción tradicional.

Hoy,

de Diciembre, aniversario

11

del fusila-

miento de Torrijos y sus compaperos, he ¡do a ver

el

monumento levantado en memoria

pantoso

sacrificio...

res de recuerdo.

y pedregales,

Por

vi

del es-

coronas profusas,

calles sucias, entre

flo-

baches

llegué, por el barrio del Perchel, a

Carmen, donde estaba

la iglesia del

convento. Por

cuerda

No

el

antiguo

el

camino, un compañero

me

re

página sangrienta que inmortalizó ar-

la

tísticamente un célebre pincel. Encontrábanse en

Gibraltar unos cincuenta desterrados a causa de

sus ideas

liberales,

mente por

el

y fueron llamados secreta-

gobernador de Málaga, Moreno,

proponiéndoles pronunciarse con ellos en favor

de las libertades de

la

Constitución,

como

se

decía entonces. Salieron de Gibraltar cincuenta

y un hombres. En camino, pasaron el cortijo

de

la

Alquería, y

por las tropas que 52

allí

mandó con

la

noche en

fueron copados

ese objeto

el

mis-


T

I

mo

SOLARES

E R Q A S

gobernador de Málaga. Lograron escapar

dos ingleses, de

tres

que venían en

Llegaron los presos por ciembre, y

La

mañana

la

expedición.

del 10 de Di-

día siguiente, a pesar de ser día

al

domingo, con lados.

la

el

permiso episcopal, fueron

capilla la

fusi-

pasaron en una inglesia del

La ejecución empemañana y duró media hora.

entonces convento carmelita.

zó a

las siete

de

la

El último que mataron fué abuelo,

oyó

me

el

dice la persona que

los tiros desde

el

Boyd. «Mi

inglés

me acompaña,

vecino matadero de reses.

Calcula que se tirarían mil

tiros...

De

lo

que no

hay que asombrarse, teniendo en cuenta que entonces se usaban fusiles de chispa, que estaba lloviendo y que se mojaba la pólvora de las cazoletas, por lo

que fallaban muchos

quejidos de las víctimas y los el

mismos soldados de

horror de

tal

el

y ayudó a bien morir a

Los

estado nervioso de

la ejecución

manera, que

tiros.

el fraile

aumentaban que confesó

las víctimas se volvió

loco...»

Al llegar a la iglesia, un chicuelo zaparrastroso

me

sale al paso.

— ¿Qué quiere usted? 3

33


RUBÉN

DARÍO

—Visitar — Venga. — Dime: ¿en dónde estuvieron la iglesia.

El chico contestar.

me

mira asombrado.

Le explico más. Se

mataron hace tiempo... Por

— Venga usted. Ya rio en

Én

encerrados To-

y sus compañeros?

rrijos

sé.

No

cae en

Aquí está

qué

de unos que

trata

fin

halla

el

cuenta.

la

confesona-

donde los confesaron. efecto: en

una

capilla

que está

al

lado dere-

cho del altar mayor, y cuya entrada aún conser-

va

la

gruesa reja que sirvió de cárcel de una no-

che a los sacrificados, logré ver entre

la

obscuri'

dad, aislado, un confesonario viejo y polvoroso.

Luego salgo con mi amigo acompañante a buscar

el

lugar en que fueron ultimados.

Lo encon-

tramos, preguntando, en una callejuela inmunda.

Hay una base

gastada, de mármol, sobre

la

que

Hay una insNi una flor. Hay coma-

reposa una tosca cruz de hierro. cripción borrada, ilegible.

dres conversando en las puertas de las casuchas vecinas,

y muchachos mugrientos

jugando a

pleno cielo, y un perro soñoliento hacia

por donde se va

54

al

mar

azul...

el

lado


.

TIERRAS

SOLARES

Esta es M谩laga

de donde son las fa-

mosas pasas,

las

la Bella,

famosas mujeres y

el

vino pre-

ferido para la consagraci贸n

35


U

DA

N

É

B

II

Por

mañana he

la

ido a ver «sacar

el

copo» a

los pescadores, a un lado del esbelto y blanco faro.

Las gentes están ya de

el sol.

Miro animación por

cerca de

la

Plaza de

puñado de barracas rasteros.

La

calle

la

fiesta

como

la

mar y

las calles, sobre

todo

Constitución, donde un

atrae a los transeúntes y fo-

de

lujo, la calle

Larios, ofrece

sus vitrinas llenas de dulces, de pintura criarde

y de artículos de París. Allá en

más

la

playa hay ropas

vistosas que de costumbre, mantones blan-

cos y azules, pañuelos y corbatas policromas, entre las gentes

de

la red.

que van a presenciar

la

sacada

Tirada por unos cuantos hombres y las aguas por odres in-

muchachos, sostenida en fladas,

dad

do

va saliendo poco a poco ante

del Mediterráneo azul

y

la

inmensi-

del cielo azul.

Cuan-

llega a la arena y la recogen rápidamente los

pescadores— después de larga 36

fatiga,

—se

ve

la


SOLARES

TIERRAS

carga de boquerones semejantes a vivas rebanaduras de plomo, los opalinos y flácidos calamares, la pescadilla

teada y profusa.

como una lanza, la sardina plaDe allí los recoge el vendedor

que va después gritando su calidad y llevando, como la balanza los platillos, dos callejero,

cestos laterales colgantes del palo que sostiene

sobre sus hombros.

Por

las calles

va

la

gente atareada en busca

de los preparativos de las cenas caseras. Los paveros, «de su banda de pavos en compañía»,

como

canta la sonora guitarra del poeta Rueda,

van, en efecto, conduciendo, con una vara larga

como de

alcalde y un

ancho sombrero, a los su-

culentos animales que son de costumbre y ley en

noche de Navidad. Se compran en

las dulcerías

y confiterías las sabrosas cosas miliunanochescas o monjiles, hechas de harinas y mieles, y cuya nomenclatura regocijaría a pantagruélicos abates: turrones y mazapanes, pestiños, roscas, tortas de aceite

y manteca, y entre cien otros, los

polvorones de Estepa y Laujar, los alfajores exquisitos y golosinas de almendras y azúcar

se deshacen inefablemente en

el

paladar.

que

Apenas 37


RUBÉN me

a

referiré

la

DARÍO

charcuíerie nacional, con sus

salchichones de Vich, sus chorizos de Candelario

y

la

Rioja y Extremadura, sus incomparables

morcillas y salazones^ y la egregia butifarra catalana.

Las

frutas tienen admirable representa-

ción en los puestos que se establecen a la entrada

de

Nueva, con una variedad y lozanía

la calle

que sorprenden. lunto a

la

uva deliciosa

del país,

cuya fama es universal, y junto a las doradas naranjas dulcísimas, se ve la americana chirimoya

y

la

misma caña de

azúcar, y

brotado en este suelo tropical. El la

mercado de

la

banana, que han

amor de un clima

al

frutas en plena calle es a

manera de un zoko árabe, por su

movimiento, rriquillos

lo

casi

bullicio

y

pintoresco de las gentes, los bo-

cargados, los tipos mismos populares

y perdurable influencia que los antiguos habitantes africanos dejaron en el ambien-

y

te

la invisible

de esta ciudad indolente, poética y llena de cá-

lida gracia.

Y

he de celebrar siempre, ante todo y después

de todo,

el

dablemente

hechizo de la

la

mujer malagueña, indu-

primera en hermosura en todo

reino de belleza que es la tierra de España.

el

Hay


T

E

/

¡?

/?

3 O L A

A S

que ver Málaga en un día como

y paseos, su Caleta y

lles

el

I?

n S

éste,

con sus ca-

Palo, su

Alameda y

su nuevo Parque, animados de maravillosas ro-

sas vivientes, que van y vienen, sin coqueterías de países

más

parisienizados, pero todas carne

y colores de vida, de salud y amor.

floral

mismo

las

malagueñas de

la aristocracia,

Lo

que sa-

ben bien los usos y modas de París y Londres, que

las

de

la clase

media y

en sus rostros un

las del pueblo, llevan

poema de encanto

natural

y una atávica chispa encendedora de corazones que hacen

revivir en las

tiempo práctico,

más

prosaicas almas de este

un enamorado son de guzla, o

una declamación que valga por una kásida. La

malagueña es sultana u odalisca. la

mirada, o halaga con

O

la sonrisa.

impera con

Hay cuerpos

que van rítmicamente andando con manera que

el

Hay

incensu pataií dea os sale de los labios.

ojos malagueños que son inmensos, y en su

inmensidad está todo el

amor, junto con

el cielo

la

como

y todo

la

saturada del perfume de

mahometano

el

mar y todo

inmensa voluptuosidad.

Este es don particular de

del

tal,

paraíso.

Son

hembra de la ilusión

aquí,

moruna

las anticipadas hu-

59


RUBÉN ríes,

y como

cismo

la

DARÍO

a sus abuelas les impuso

catoli-

el

devoción, hay en ellas una inquietante

mezcla de ángeles católicos y zoraidas sarracenas. Tienen

más provocador de

el

los pudores.

Las cabelleras son copiosas y doradas o renegriHe visto pasar dos hermanitas de las más

das.

opuestas cabelleras:

una nocturna, de noche

la

otra auroral. Llevaban

tempestuosa;

la

caído por

espalda, y no se podía

la

menos de

pensar ya en Margarita, ya en Mignon.

meralda?

A

Esmeralda

vais al suburbio, en

el

la

pelo

el

¿Y Es-

veis a cada paso.

Y

si

medio gitano, veis apare-

aun en horribles tugurios, sus dos ojos ne-

cer,

gros llenos de pasión y maleficio.

La

goletera, la heroína de Arturo Reyes, sale

multiplicada de su barrio, seguida del novio y de los varios Pipirigañas que

Como

andan alrededor suyo.

no soy muy ducho en

distinguir las

Goleta entre las del Perchel y de

me

antoja una Trini cada

moza de

la

de

la

Trinidad, se

las

que llaman

barbianas, con bellos ojos y caras y cuerpos de celeste

a

pecado mortal. En

40

paseo, por

la tarde,

amoroso en su dulce

in-

se juntan todas esas Trinis en grupos

fa-

orilla del

finito,

mar

el

quieto y


SOLARES

TIERRAS

de pequeñas hogueras en que en

miliares, cerca

sartas se asan las ricas sardinas recién salidas

y que se comen calientes, regadas después con el chispeante Moníilla que pone luz sodel copo,

lar

en

la

cabeza y suelta estas ágiles lenguas, es-

tas ágiles

manos y

pre se toca

estos ágiles pies, pues siem-

la guitarra,

siempre se

jalea,

se acom-

con las palmas, siempre se can-

pafia al tocador

tan las gimientes

malagueñas o

los rítmicos tan-

gos, y a veces se ve a una brava muchacha ciar

un paso en que luce

el

ini-

garbo heredado de

las

antiguas danzarinas andaluzas. Las percheleras

y

son famosas por su gracia y su

las trinitarias

habilidad para

mirado

al

canto y

el baile.

Así las he ad-

pasar, mientras un sol cariñoso teñía

ya de oro, de cristal

el

violeta,

de púrpura,

el

inmenso

mediterráneo.

Los hombres pasan con sus

trajes

nuevos, las

americanas ceñidas a la torera, los

sombreros

grises cordobeses, los zapatos de charol con la inevitable

caña de color

claro.

Y

con ciertos an-

dares y ademanes que hacen ver que drito

el

compa-

bonaerense ha heredado algo de por acá.

las mujeres

andan como que se

deslizan,

Y

con los 41


RUBÉN mantones de

DARÍO amigos, y llevan las

hermosísimas, adornadas con

cabezas

como

lana, blancos, rojos, azules,

las corbatas de los novios y

flores,

profusamente, rosas fresquísimas y rosadas, claveles ultraviolentos, y unas especies de crisante-

mas

pajizas que llaman goyeíinas, y que comple-

tan la decoración floral. Quién va a la casa a pre-

parar

la

cena de

la

noche, quién va a las barra-

cas a comprar juguetes con los niños; juguetes

que tienen todo

el

carácter local: guitarritas, cas-

tañuelas, panderetas y figuras de nacimiento, que

se venden

lado del pin-pan-pum, divertimien-

al

to grotesco en

que

la brutalidad

y

instinto

el

de

agresión humanos encuentran contentamiento, lo

mismo en

la feria

de Neully que en

la

diminuta

fiesta

pascual malacitana. Las borracheras popu-

lares

comienzan a hacer ruido por

oyen pasar

las

la

noche.

Se

sonoras «parrandas», reuniones

de muchachos y muchachas del pueblo, que van

cantando coplas por cuerdan

la

las

celebración del día,

sebre, José,

el

niño Jesús,

paso va entremezclada ca, al

42

calles,

son de

las

la

el

la

coplas que re-

Virgen en

buey y

la

muía.

copla amorosa o

zambombas,

al grito

el

pe-

Y de

satíri-

de los

pi-


SOLARES

TIERRAS tos, al

chocar de las almireces y castañuelas,

rasgueo

Hay

de la inseparable guitarra.

al

quien se

acuerda todavía de por qué se celebra esa noche;

hay quien piensa, por

en

la tradición,

de los reyes magos, en

la

la

estrella

aldea de Belén, en

el

Dios de los cristianos que nació pobremente, que

murió hace muchos siglos, y por ratos

muy

cual se

el

pasan

agradables y regocijados.

La nochebuena se viene, nochebuena se va,

la

y nosotros nos iremos y

no volveremos más.

¡Carrasclás, que gordo está

el

pavo;

carrasclás, que gordito está;

carrasclás, qué enjundia que tiene;

carrasclás, carrasclás, carrasclás!

¿Quién se acuerda en París,

al engullir el

«bou-

din» blanco, ni de Cristo ni de la muerte...?

Luego se va aquí a tes

invaden

la

la

iglesia,

misa del gallo. Las geniluminada

como para

la

alegre fiesta. El órgano lanza sus chorros armo-

niosos.

Los

villancicos resuenan,

como

las co-

43


RUBÉN

DARÍO

pías de una celeste juerga.

voz humana,

del

Los

registros de la

bombardón, de

la chirimía,

de-

rraman sus sonidos como en un trueno de música. !a

Hay verdadero gozo en el ambiente, aunque muy grande. Las campanas

devoción no sea

han anunciado

nacimiento del buen Pastor, ce-

el

lebrado por los pastores y adorado por los reyes.

Todo eso de

ir

a los

está

muy

losina, tanto vino

mal de

bien; y así

ha llegado

la

hora

ágapes copiosos en que hay tonta goencendedor de sangre y

ani-

el

ritual:

iCarrasclás, que gordo está

el

pavo;

carrasclás, que gordito está; carrasclás, qué enjundia que tiene;

carrasclás, carrasclás, carrasclás!

Luego será

la

danza, los cantos; airosas sevi-

donairosos panaderos, saltantes y garbosas jotas. Y el buen pueblo continuará en la zamllanas,

bra; saldrá por la población

caminando

pás de sus instrumentos, echando las estrellas, estrofa

y estrofa;

la

aire,

bajo

parranda llena-

rá con sus ecos todos los barrios;

44

al

com-

al

el

vino

irá

de-


SOLARES

TIERRAS ¡ando vencidos, y

la

última canción se escuchará

hasta después de que haya salido

el sol.

Sol andaluz, que vieron los primitivos

celtas,

que sedujo a los antiguos cartagineses, que des-

lumhró a los navegantes fenicios^ que atrajo a los

brumosos vándalos, que admiró a

los

roma-

nos, pero que, sobre todo, fué la delicia de los africanos de ojos y sangre solares;

todo

el

es

más que

donador de gracia y amor en esta

Málaga es

predilecta del divino Helios.

días, dice D. Juan Valera,

Málaga se jactaba de la libertad.

tierra.

«En

oíros

cuando teníamos en

España un pronunciamiento cada de

él

seis meses,

ser la primera en

Ahora que felizmaníe

el

peligro

la libertad

peligra,

Málaga, con su región, bien puede

tarse, si

no de ser

la

primera, de

y de descollar mucho en

humanas y de

la

el

ir

cultivo

muy

no

jac-

adelante

de las letras

palabra hablada y escrita.

Es

singularísimo que los hijos de esa región se distingan hablando y escribiendo, por dos cualida-

des extremas en las que se la

cifra

todo

el

poder de

palabra humana. El discurso hablado del ma45


RUBÉN

DARÍO

lagueño es torrente impetuoso que arrebata y conmueve: acusaciones serias, chistes, burlas, sistemas políticos y económicos, y hasta filosofías

de

la historia,

inventado todo de repente

y derribar para convertido en masa de proyectiles a los contrarios y meterlos debajo de los bancos; tal

es la elocuencia torrencial de

la

región mala-

gueña: algo semejante a una venida del Guadal-

medina.» Esas son cualidades solares. El sol da su a la

a

brillo

la

la

imaginación malagueña, su fuerza

fecundidad malagueña, su singular encanto a

hembra malagueña; Castelar no era de Mála-

ga, era de Cádiz; hermana solar también; pero

Cánovas era malagueño. La paleta del egregio maestro Moreno Carbonero concentra mucho de esta luz poderosa y dominante. Los poetas malagueños Díaz de Escovar, que hace

oyendo

el latir

que lleva

la

cantares

del corazón de su pueblo; Reyes,

primacía, ardoroso moro, y

más que

andaluz supermalagueño; Rueda, maestro en gay saber andaluz; Urbano, delicado; Sánchez Rodríguez,

triste

y melodioso; González Anaya, ena-

morado melancólico de su los Reyes, que labra

46

el

tierra;

Fernández de

verso sincero y vibrador;


I

T

I

E

I^

R A S

SOLARES

iodos los poríaliras malagueños son dignos de su raza solar.

Son almas que

vismos, de los cuales brota

el

sufren lejanos ata-

canto

como

la

rosa

del rosal.

Hay una

estatua que levantar en Málaga: la de

Hamehet-el-Zegrí.

Y

así

concluyo estas líneas sobre

la

Nochebue-

na, en pleno sol.

47


U

B

DARÍO

N

É

III

Los extranjeros que llegamos en tual a

la

hora ac-

España, sufrimos ciertamente desengaños-

Hemos

llegado tarde; les lauriers sont coupés.

El progreso es

el

enemigo de

lo pintoresco,

y su

nivelación no va dejando carácter local ni origi-

nalidad en ninguna parte.

Hay andaluces de

hora presente que protestan contra

la

la

Andalucía

de figuras de pandereta y caja-de-pasas, que tanto ha

dado que

escribir,

cantar y pintar,

Andalucía byroniana, de Gautier, cis;

la

la

de D'Ami-

protestan porque quieren otra Andalucía se-

mejante a los Dorados comerciales en que piensa mi amigo Maeztu. |AhI desgraciadamente ya

no encontramos

la

venida a menos o

poética Andalucía sino

muy

muy

ida a más. El progreso

aquí en Málaga, por ejemplo, ha traído los altos

hornos y se ha llevado los encantos de antaño. Las particularidades andaluzas que antes daban 48


SOLARES

TIERRAS

viva lección de las gracias autóctonas y de las locales bizarrías, la indumentaria misma, todo lo

que constituía tema para páginas de colorido y de dibujo característicos, queda en los viejos libros.

En

El Solitario es

la calle principal

el

como en Palermo o

mente, y poeta

la

como Nepote.

de Málaga hay tiendas pa-

dos clubs. En

risienses,

corso

tan antiguo

paseo principal hay en

el

Bois, relativa-

ciudad cuenta con un automóvil, ¡oh

Ovando

Santarén!, que no podría entrar

en tus octavas reales.

Los malagueños progresistas que quieren su ciudad igual a no importa qué «ciudad moderna», con las abominaciones rectangulares que

odiaba

como

el

gran Yanqui, están en su derecho,

los venecianos

nalazzo y echar

al

que quieren rellenar

Ca-

olvido las góndolas. Están

en su derecho; pero también están en artistas del

el

mundo que

el

suyo los

defienden la belleza del

pasado y la razón del arte. Nada más odioso para mí que un doctor japonés vestido de londinense, que durante

el

tiempo que nos tocó estar

juntos en un compartimiento de ferrocarril,

me

hablaba con desprecio de los pintores japoneses 4

49


RUBÉN y de

la

DARÍO

poesía de su raza, y

me

elogiaba

la

inva-

sión del parlamentarismo y Is occideníalización

de sus compatriotas de ojos

más tor

simpático que

la

circunflejos.

idea del fuerte y noble pin-

Moreno Carbonero, que

según

me

Y nada

un proyecto,

inició

dicen, de reconstruir la ruinosa Alca-

zaba morisca malagueña, para resucitar en

la ciu-

dad luminosa un rincón pintoresco y animado de la vida antigua, sin duda alguna más activa, y,

más

sobre todo,

bella

damas desdeñan ya

que

la presente.

la mantilla.

No

Las

altas

se encuentra

una maja sino en cromos. Los hombres quieren, por su parte, parecer ingleses, como los elegantes

de iodos lugares. El pueblo bajo no

vagos restos de

las tradicionales

tiene sino

maneras. Los

toreros quieren ser personajes sociales.

Luis» es

el

modos de gran señor y de su trufas.

«Don

célebre Mazzantini, y se habla de sus

El otro Mazzantini,

biblioteca y de sus el

cadeíy se mete

en los asuntos electores de su pueblo, perora,

toma parte coleta

y

activa en las luchas políticas.

queda, por milagro,

como un recuerdo

como una costumbre, que acabará por

Los 60

tipos bizarros de antes

La

caer.

quedan para mo-

I


.

SOLARES

TIERRAS

y pour T exporialion El mismo cante flamenco ha degenerado, ha de

délos

pintores

los

perdido sus bríos antiguos. ruinas,

tanto

Vagan aún

gloriosas

como Chacón, famoso por sus

como por sus buenas

ticos caprichos,

Don Alfonso

«jipíos»,

fortunas en aristocrá-

y Juan Breva,

«cantaor» de

el

va hoy

XII, que, viejo corpulento,

por ahí cantando en falsetes lamentables las

eter-

nas malagueñas de quejas e hipos, o las amorosas y armoniosas soleares, último aeda del antes triunfante flamenquismo. Dicen de

uno de

los

Chacón que es

que han contribuido a

cante, porque

ha sido

el

como

el,

ruina del

decadente con talento de

los «cantaores», y los que le

querido hacer

la

han seguido y han

han resultado con

caso de todos los serviles acólitos que sin xión ni fuerza imitan.

el fra-

refle-

Donde algo queda de

pasadas gracias nativas es en

el

baile,

las

pues las

danzarinas andaluzas guardan aún las mismas condiciones que las hacen aparecer en los exá-

metros de Juvenal. La exportación que ya señala

hoy en más auge que nunca. El español se ha hecho un número preciso en

el satírico,

baile

está

lodo programa de cafc-eoncert o music-hall que 51


RUBÉN

DARÍO

se respeta, y hay países en donde es singular-

mente gustado, como en Rusia y en los Estados Unidos. Carolina Otero conoce los rublos,

y

el ilustre

la

admiración de

cubano José Martí contó,

en una de sus bellas cartas, a los lectores de

La

Nación, de Buenos Aires, cómo los yankis salían de su frialdad anglosajona

al

mover sus estupen-

das piernas aquella ruidosa y preciosa Carmencita, que quedó, para regocijo de los ojos, perpetuada en

la tela

de Sargení, que guarda

el

Luxem-

bourg. Así, toda joven que aprende a bailar, sueña, si

es bella, con la felicidad que existe en ro,

con

hay

las contratas en

gloria y

amor

el

extranje-

grandes ciudades en que

rico,

en las victorias de las

Carmencitas, Oteros, Guerreros y Chavitas que

van conquistando

el

jota, vito, seguidilla

mundo

a son de sevillana,

o tango. Entretanto se van

cerrando los cafés típicos de cante, aun en esta

misma Andalucía de ias guitarras, coplas y claAquí en Málaga había cinco, por ejemplo,

veles.

entre ellos

uno,

el

famoso de

Silverio,

muy mediocre y poco

se cerró

el

y apenas queda

atrayente.

sonadísimo Burrero, en

En

Sevilla

la calle

de las


SOLARES

TIERRAS

Sierpes, después de haber tenido en su tablado

todas las celebridades guitarreras y coreográfi-

cas de

la tierra,

que como sabéis, es «de María

Santísima». Restan apenas las vistosas y decorativas casas de cante y baile que

puedan

satis-

facer la curiosidad del viajero, en ciudades de

segundo orden, como Ronda, Vélez-Malaga o Antequera, lugar por donde muchos quieren que salga

el sol...;

o

allá

en Algeciras, o La Línea,

en las cercanías de Gibraltar, en donde los ingleses de

guarnición van a dejar sus libras con-

la

vertidas en castizas pesetas.

Yo he

ido a ver aquí en

paña. Leí

el

Málaga

el

café de Es-

anuncio en un diario: «Todas las no-

ches, grandes bailes nacionales y cante, por la célebre cantadora por res,

y

zano.

el

A

Tangos

la

Niña de Poma-

aplaudido cantador José Beda, las siete

y media. Entrada

el Jere-

consumo».

al

El local es un largo salón, con mesitas, cualquier café, y en

el

como

centro un tablado, sin ador-

no alguno. Concurrencia heteróclita;

humo de

uno que otro «señorito», uno que otro

gunos campesinos, que aquí llaman

cigarros; militar, al-

catetos.

De 53


RUBÉN

D

R

A

O

I

pronto, los acordes de un piano se oyen, y apa-

recen en

el

tablado seis u ocho

mozas

semimajas; es decir, de majas, que a

vestidas de la

conocida

indumentaria han agregado adornos y pompones a

la francesa.

Llevan colores vistosos en las faldas cortas y los corpinos; y en las cabezas,

acampanadas, en

rizadas y de peinados bajos, portan

moños de

cintas y flores de tintes violentos, flores natura-

o

les

son

artificiales.

las

pañan con ne

el

Bailan p.nmero las boleras, que

que llevan esas faldas cortas, y se acomlas castañuelas, bailan

el ole,

ritmo de un vals; los panaderos,

más

paciosos, por dos parejas; las sevillanas, el vito,

jotas.

las soleares, las «seguirillas»,

Hay

cierta gracia;

el

tie-

des-

jaleo,

y hasta

pero deslucen las arru-

gadas medias color de carne, ro, los

que

los trajes sin

esme-

zapatos usados, las sonrisas forzadas en

las caras llenas de pintura, los horribles calzones

que se exhiben

al

dar las ligeras vueltas o

al

ha-

cer un quiebre de cintura.

Después de

las boleras bailan las flamencas

sus polos, medios polos, zapateados, tangos y otros bailes. Las flamencas llevan faldas largas,

54


SOLARES

TIERRAS

no llevan castañuelas; pero hacen sonar

los de-

dos imitándolas, y tienen un coro de jaleadores que las anima con gritos, con los tradicionales «oles» y «arzas», y que sigue

ritmo con las

el

palmas. Todas esas danzas se parecen; jero,

el

no conocedor,

difícilmente

hay

guir la diferencia que

entre

extran-

el

puede

una y

distin-

otra, la

cual diferencia es de pasos y compases, con cl

ritmo

más o menos

precipitado o contenido.

Después que han bailado, descienden boleras y flamencas a

visitar a los

mesiías, a hacer gastar lo

gún

la

consumidores en las

más que

se pueda, se-

consigna del dueño del café. Todas las

que he visto son

muy

jóvenes y bonitas, afeadas

tan solamente por lo sórdido de los vestidos.

Hay una

niña de trece a catorce años, portadora

de monstruosas piernas postizas. Pregunto a un vecino qué dice

la liga

a este respecto, y

me

contra la trata de blancas contesta que estas jóve-

nes son, o por lo menos dicen que son, hones-

De mesa en mesa van trasegando manzaniy más manzanilla, de mesa en mesa donde

tas. lla

hay extranjeros o forasteros, porque los nativos conocen

el

juego y no se dejan explotar. Las ca55


RUBÉN

DARÍO

ras de las muchachas, cubiertas de polvos y de afeites,

exageradamente brochadas de

resplandores de

la luz eléctrica

toman

rojo, a los

reflejos ex-

traños, se ven en una verdad lamentable, con un

aspecto cuasi grotesco, penoso y

lices

triste,

en su

como en un cuadro de Zuloaga. Las

fiesta,

infe-

beben, beben, para volver a bailar y volver

a beber. Las interpelan conocidos, de chaqueta o

americana corra y sombrero cordobés, groseras galanterías,

murmuran

les-

les dicen

proposicio-

nes, se burlan de ellas, y, a veces, las insultan...

El piano inicia de nuevo

el

son, y ellas, descara-

das, bestiales, ingenuas, suben de nuevo a las tablas.

Toca a

los cantadores la tarea.

realidad hay uno sólo de los

Cantaor en

dos hombres bien

afeitados y ceñidos que se sientan en sendas sillas.

Uno

toca la guitarra. El otro,

clava los ojos en

el aire,

el

mirando hacia

cantaor^ arriba,

y comienza a quejarse, a quejarse largamente; con un bastón pesado golpea

compás,

do, grito, ay, lamento; y

como a6

si

las tablas, llevando el

y la queja se extiende, ondulante, gemila

boca sigue

abierta,

fuese saliendo de ella una interminable


TIERRAS

SOLARES

gemebundas, hasta que sale

cinta de notas

verso de la copla, que se refiere a tres cosas,

el

una de estas

que desde hace mil años forman

el

tema de los poetas andaluces: su mamá, su novia, la muerte,

o una de tantas vírgenes de su

devoción. Entre verso y verso hay unos ayes

desgarradores, unos ayes feroces, de alguien a quien se está asesinando, y entonces', del públi-

co conocedor salen unos cuantos ¡ole ya! aprobativos, mientras la guitarra sigue en rasgueos,

o canta o gime también como rreante cantaor.

Y

niío».

el

afeitado y be-

Luego se anuncia

el

sale a cantar un chico de

«america-

unos diez o

doce años, que bien pudieran ser catorce o quiny grita, y gime, y berrea también amores desesperados, habla de la Virgen y de una puñalaice,

ta.

Y

ole ya.

Cuando

llegó el chico a

mi mesa

me

pidió un chocolate.

A

él

no

le

obligan a beber montilla

ni

manza-

nilla.

— ¿Por qué llaman «el Americanito»? —Porque zoy americano. —¿De dónde? — De Buenozaire. te

57


RUBÉN

DARÍO

— ¿Y acuerdas de Buenozairc? — No zefíó. — ¿y cuánto hace que viniste de allá? — Doze años. íc

iCómo no haya venido dre!

Y

en

el

vientre de su

ma-

vuelta otra vez a los bailes de las pobres

muchachas

pintarrajeadas, a los clamores deses-

perados de José Beda

gos de

la

«el Jerezano»,

y a los tan-

«niña de Pomares». Sale uno fastidia-

do, aburrido. Gauíier y D'Amicis llegaron a estas tierras en tiempos mejores.

tamente, no tenían

a

el

veneno

Sus almas,

del Livor

cier-

que mata

las generaciones de hoy; pero también las co-

sas de España eran distintas entonces. Imperaba la alegría

bandistas,

de Fortuny. Había diligencias, contra-

mendigos pintorescos... Hoy éstos

abundan de todas ria

de

la

to sobre

layas...

Y la vulgaridad

universal civilización lleva rieles

el

utilita-

desencan-

o en automóvil a todos los rinco-

nes del planeta. Si no fuesen las soberbias mujeres, el

hechizo de la

Eso ayuda a

la

tierra, la

imaginación y hace que aun se

levanten castillos «en España».

58

dulzura del sol.


SOLARES

TIERRAS

IV

Algunos historiadores malacitanos recuerdan cierta

to el

horrorosa tempestad que padeció este puer-

año 1567. «Aunque no ha sido

Málaga de des,

los

más combatidos por

no obstante,

des—dice

el

poeta Díaz de

de los temporales más

las tempesta-

Escovar— que la

terribles,

muchos daños y no pocas el

puerto de

registra varias tristes efeméri-

ron de luto a los habitantes de

cido

el

cubrie-

ciudad».

Uno

que ocasionó

víctimas, fué

el

acae-

8 de Febrero de 1567. Pocas noticias de-

mismo, y sólo Martínez de Aguilar, en su Breve descripción talladas

encontramos sobre

el

cronológica de ia fundación de la ciudad de

Málaga^ impresa en 1819, nos da algunos datos que hacen comprender ral.

Marzo, en

el

la

importancia del tempo-

tomo segundo, página 72 de

la

Historia de Málaga, escribe algunas indicacio-

nes sobre este suceso. El puerto estaba lleno de

m


Q

U

DARÍO

N

É

B

navios importantes, que debían conducir carga-

mento de

artillería,

municiones y otros bastimen-

tos para las plazas de África.

A

bordo de estos

navios se hallaban seis mil hombres del

ejército,

que tenían necesidad de desembarcar en Cartagena. El mar, agitado violentamente, arrojó contra las

piedras de los muelles

muchos de aque-

llos barcos. Veinticuatro días, según Martínez de

Aguilar, duró

el

corros y grande cer tanto y tanto

No

temporal, siendo el

so-

difíciles los

pánico de los que veían pere-

hombre y perdida

tanta riqueza.

están conformes los historiadores, de quienes

estos datos tomamos, respecto

al

vios que se hicieron pedazos.

que fueron

veintisiete, cantidad

número de na-

Marzo asegura con

la

cual

no

está conforme Martínez de Aguilar, que escribe

fueron veintitrés, añadiendo que sólo se salvó de aquel horrible desastre un navio vizcaíno. El se cubrió de víctimas, pues

mar

muchos soldados y

marineros perecieron.

Esto

me hace

recordar otra catástrofe reciente

que tanta conmoción produjo; me dida del buque-escuela de

la

refiero a la pér-

marina alemana que

se despedazó contra los escollos, a 60

la vista

de

la


SOLARES

TIERRAS

población malagueña. El barco había salido fuera del puerto, a pesar de

amenazar mal tiempo, a

hacer algunos ejercicios. La tempestad se vino violentamente, y cuando

el

capitán quiso entrar a

ponerse en salvo, no pudo conseguirlo y

chocó contra

las rocas.

murallones y desde

hombres, fué

el

la

buque

el

Todos miraban desde

playa

la

los

muerte de tantos

logró salvar a algunos, grande

y, si se

número de

los que perecieron.

Quiénes se

pudieron asir a cables o boyas, quiénes lograron

ganar

la

costa a nado, a pesar del fragor y fuer-

za de las olas enormes. Fué aquel un día de luto

para

la

escuadra alemana, para Alemania entera

y su emperador.

Y

he podido ver en este aniver-

sario las coronas que ornaron las tumbas de al-

gunos de

los

que perecieron en

glés de esta ciudad. cuela,

como

la del

el

cementerio

in-

La pérdida de ese barco-es-

«Vienne» francés, es de esos

golpes terribles que

la ira

del

mar asesta sobre

los países que conquistan su elemento

der de las escuadras, y la escuadra y

con la

el

po-

nación

argentinas saben de esos duelos con recordar solo

A

nombre de veces

el

la

mar

el

perdida «Rosales».

asalta a la tierra, o temerosa-

61


RUBÉN meníc

DARÍO

amenaza; fuera de

la

clismos cíclicos,

como

los formidables cata-

aquel en que se hundió

la

misteriosa Atlántida. Algrunos sabréis del clamor

que se oyó en «iEl

mar

Callao en tiempos ya lejanos:

el

se sale!»

Y

mi memoria no yerra, he

si

leído que hubo, en efecto,

Pues

bien, aquí en tierra

una invasión del mar.

malagueña se oyó a me-

diados del antepasado siglo, en

año en que

el

mismo mes y

sufrió Lisboa su histórico

terremoto, se

oyó

y

terrible

mismo espantoso clamor.

el

Serían las diez y media de

la

mañana, dice Díaz

de Escovar— que sabe admirablemente los pasa-

dos y presentes secretos, leyendas e

historias de

su ciudad-— del 27 de Noviembre de 1755. cuando violentas oscilaciones, que, según

el

autor de las

Conversaciones malagueñas, duraron de cinco a seis minutos, conmovieron los edificios de Málaga.

A

la

vez se esparció entre los vecinos

pavorosa voz de que

«el

mar se

salía».

la

Díaz de

Escovar, que es varón creyente y valiente en su fe católica, confiesa

sertaciones sobre fia

que no ha de entrar «en

si la

voz fué

hija

di-

de una extra-

realidad o alucinación de exaltadas fantasías».

No faltan 62

historiadores, cuyas dotes de veracidad


SOLARES

TIERRAS son notorias, que

la

como

presenten

verdadera.

Barban de Castro parece dar a entender que

la

voz no fue sobrenatural, sino que se esparció y propaló de unos en otros, casi instantáneamente. Esto es más racional y

que nada hay imposible

más

si

verosímil por

Dios

lo quiere.

ceme que Málaga, país en donde cen

la

más

Paré-

los gitanos di-

buenaventura, lleno aún de terrores me-

como

dioevales

estaba, fue posiblemente presa

de una vasta autosugeslión colectiva, días des-

pués de

O

la

ruina de la capital lusitana.

había terremoto y maremoto, y alguien gri-

mar se

tó: «|el

rece,

sale!»

Aunque

dice en su Cronología:

tando

ni

esto último pa-

pues ese mismo citado Barban de Castro

el

«¿Quién creyera que es-

mar entonces con

serenidad visible, pues era

cionada para

ello,

la

la

mayor quietud y

hora más propor-

se pudiese persuadir a todo

un pueblo tan numeroso a que creyese que

mar se

le

tragaba?

Se puede con

el

toda verdad

asegurar a nuestros venideros, que apenas hubo

persona de todos estados y condiciones que

no creyese a un tiempo mismo que

como

el

mar,

decían, se había salido, y era menester

69


RUBÉN

DARÍO

huir aceleradamente a los montes». tes volaron las gentes,

por

A

los

mon-

que según pare-

lo

ce no fué cólera del mar, sino

broma neptunia-

na; de gente se llenaron los cerros de

San

Cris-

tóbal y Gibralfaro, que están ¡unto a la ciudad.

De Escovar

escribe que: «El magistrado de la

ciudad recorrió las alturas, costándole gran trabajo y no pocas palabras convencer a los que

allí

se refugiaba de que sólo existía una alarma in-

fundada, que tenía por base

mar estaba espíritus

tan

el

miedo, pues

el

sosegado como intranquilos los

de los habitantes de Málaga. Los me-

nos temerosos volvieron a

la

Se

ciudad.

publi-

caron bandos referentes a los hechos ocurridos, en los que se anunciaba que

si

ocurriese novedad

alguna se avisaría por medio de había sobre

la

la

campana que

Puerta de Mar, en cuyo

sitio

un

regidor perpetuo, con centinelas avanzadas, en cl

caso de notar algún movimiento peligroso, o

extraño en

el

mar, dispararía algunos tiros

que servirían de señales».

cómica en medio de

Y si

al aire,

gustáis de la nota

las tribulaciones,

he aquí

lo

que cuenta, entre otras cosas, un escritor que presenció los sucesos: «El Dignidad de Tesoro 64


SOLARES

TIERRAS de nuestra

iglesia, al ver correr

campo quiso

buscar

el

que en

calle

que

manteo y

el

seguirlas,

a las gentes a

y pareciéndole

de Beatas se atrasaba a otros, por-

sombrero

el

le

estorbaban, los

soltó en la calle, para seguir la marcha, alzándo-

se bien la sotana. Advirtiendo después que en ella llevaba, entre el

(me contó

él

pecho, metidos los guantes

mismo), que los arrojó

reciéndole que aun aquello

zo»,

Y

servía de embara-

agrega Medina Conde: «Fueron muchas

las confesiones generales

formó más

He

le

pa-

al suelo,

este susto

que se hicieron, y re-

que muchas misiones».

ido a ver en día de

mar agitado

la

playa

malagueña. El agua, que tantas veces ha mostrado a mis ojos su espejo de azules profundos

y pacíficos, ruge y se arquea y avanza hacia la tierra de manera tal, que bien se explica hayan

padecido «¡El

el

mar se

legendario susto los que gritaban: sale!»

Las espumas saltan sobre

las

macizas obras del puerto que aquel gran mala-

gueño que se llamó D. Antonio Cánovas Castillo dejó a su ciudad

5

del

nunca olvidada. Por 65

el


R

U B

É

lado del faro

y a

la furia

largo de

lo

espuma de

la hirviente

sobre

la

marina se manifiesfa igual,

que se extiende hacia

la vía

Hablando en poeta

parle de la Caleta. la

DARÍO

h

los briosos caballos de

diría

la

que

Neptuno, o

leche de los rebaños que «carnerean»

revuelta superficie, o bien

agitado

el

jabón que mil colosales Nansicaas derraman de colosales artesas, llega alzándose, echando al aire saladas pulverizaciones,

rompiéndose en

las

piedras, hasta salpicar los jardines que en flori-

das mansiones hay para encanto de hidalgos, ricos

o adinerados extranjeros.

He visto,

a pesar de

la

mar brava, que

los pes-

cadores estaban sacando sus redes con gran trabajo.

Me

he acercado a

ellos.

Unos

veinte

bres de cada lado tiraban, apiovechando

gada de

la ola,

las

a veces

les

el

sol

agua no

y casi desnudos, ha-

A veces les bañan

hace retroceder

y se entierran hasta encorvados con 66

la vuelta del

ganado.

Poco a poco, bajo cen su tarea.

la lle-

cuerdas resistentes; y luego

hacían esfuerzos para que les quitara lo

hom-

la

más

la

los espumarajos;

potencia del agua,

arriba de los tobillos,

cuerda del hombro.

Y

parece


SOLARES

TIERRAS que

el

monstruo está

la fatalidad,

colérico, sin razón,

contra esos pobres trabajadores del

mar. Porque las cóleras del mar son

todas las cosas de todos.

como

naturaleza, iguales para

la

La hormiga o

así,

el

hombre,

acorazado o

el

lancha del pescador, son aplastados por

la

misma

mano, sorbidos por

invisible

unidos en

visible elemento,

la

manda

azotar,

o

si

están

el

la

mismo

destrucción, en la

universal muerte. Thalasa no sabe la

como

allí

si

el

rey loco

los pies de ese

otro rey para mojarlos o no. Ella vive en su misterio. finito.

Hace su Apenas

eterna obra, cumple su destino insi

se comunica con los corazones

que se acuerdan con

la palpitación del

suyo, con

mentes de los sonadores y pensadores que se hunden en lo insondable del tiempo y del eslas

pacio, con los buzos de Dios.

La ronca mar sigue en sus vaivenes y en sus clamores furiosos, y los pescadores «copo».

Un

grito seríala el

tiran

momento de

de su

unir el

empuje. Entre los que trabajan hay ancianos,

hombres robustos, adolescentes dorados de niños que están

aprendiendo

agua

Un

y del viento.

capataz

los vigila.

oficios

A

sol,

del

lo lejos

67


RUBÉN se recortan en

el

DARÍO

lejano horizonle las velas

lati-

nas que andan aguas adentro. Los colores del

agua cambian. Aquí es

el

blanco lácteo de las

espumas, en seguida un gris verdoso, en seguida verdeoscuro, luego verdepálido, luego azul. las

Y

voces del mar enojado son roncas, hondas,

cuando se desploman

los arcos de cristal

y de

ámbar, alborotadas como de muchedumbre saltar los ramilletes

al

enormes, las cascadas es-

pumosas, y con ruido de sedas, de papeles que se rozan, de cóndor que se arrastra, del aire entre los ramajes de pinos de un bosque.

Gracias a Dios.

A

pesar de

la'

cólera del mar,

a pesar del ímpetu de esas poderosas fuerzas, he aquí que los pescadores han sacado por el

fin

«copo», y más cargados de peces que otras

ocasiones en que los he visto trabajar con viento propicio y Mediterráneo en calma.

La red ha

traído un buen por qué de calamares, sardinas,

rojos salmonetes, pequeños y saltantes boquerones, un crecido, feo y amarillento pulpo.

pescadores están contentos.

Y me

sando— asociación de ideas — en Hugo y en N. S. Jesucristo. 68

Los

alejo— pen-

Wells, en Víctor




I

ABÉIS oído a un «caníaor»? Si lo habéis oído, os recordaré esa voz lar-

ga y gimienle, esa cara rapada y seria, esa mano que mueve el bastón para llevar el compás. Parece que el hombre se está muriendo, parece que se va a acabar, parece que se acabó.

A

mí me ha conturbado

do,

tal hilo

tal

gemido de otro mun-

de alma, cosa de armonía enferma,

copla llena de rota música que no se sabe con qué

afanes va a hundirse en los abismos del espacio. El «cantaor», aeda de estas tierras extrañas, ha

recogido

el

alma

triste

de

la

España mora y 71

la


RUBÉN echa por

la

DARÍO

boca en quejidos, en largos ayes, en

Más que una

lamentos desesperados de pasión.

pena personal, es una pena nacional

hombres van gimiendo al son de las tarras.

Son cosas

la

antiguas, son cosas melodio-

sas o furiosas de palacios de árabes... a Juan Breva, el

«cantaor» de

el

He oído

más renombre,

que acompañó en sus juergas

don Alfonso

que estos

histéricas gui-

rey alegre

al

Juan Breva aulla o se queja,

XII.

lobo o pájaro de amor, dejando entrever todo

pasado de estas regiones asoleadas, toda rería,

toda

la

inmensa

tristeza

que hay en

la

el

mo-

la tie-

rra andaluza; tristeza del suelo fatigado de las

llamas solares, tristeza de las melancólicas hembras de grandes ojos, tristeza especial de los mis-

mos

cantos, pues

no se puede escuchar uno que

no diga muerte, cuchillada,

o nota crepuscular. cantar a un to a

mozo

la orilla

virgen penosa

del

mar he oído

pescador, que descansaba jun-

una barca; y su canción era tan

amarga, como lo

A

luto,

mismo

vida, que

las

las coplas

ponen

tan

de Juan Breva. Cantan

muchachas

tienen un novio.

triste,

frescas,

rosadas de

claveles en las ventanas y que

Porque

así

son aquí

la

vida y

el


SOLARES

TIERRAS amor; todo

lo contrario

de

lo

que piensan los

que sólo han visto una Andalucía a

francesa,

la

de exposición universal o de caja de pasas.

verdad os digo que este es suelo y de la muerte. El to

y

laíta».

reino del

amor popular

es inquie-

si

el

vientre de un navajazo.

Hace algún tiempo, en un

malagueño, se celebraba una

moza

gallarda

descon-

La mujer ama con ardor y con miedo. engaña al novio, le partirá éste el

fatal.

Sabe que pecho y

el

En

«Una punapatio

florido

fiesta,

y

cierta

se puso a cantar. Cantaba

ravillosamente.

ma-

De pronto cantó una copla que

dice en dos de sus versos:

¿No hay

quien

me pegue un

tirito

en medio del corazón?

Un

loco,

sacó una

o un enamorado novio, estaba

pistola,

y

le

pz^ó

el tiro,

allí,

y

en medio del

corazón. Estos salvajes amorosos son taño no habría sido pistola, sino gumía.

así. AnTodos los

poetas de estas regiones son dolorosos y excesivos, fatalistas, o violentos. del sol.

Todos

Todos son amados

no: he aquí uno

amado de la

luna...

73


RUBÉN En uno de que

estos crepúsculos de invierno, en

Mediterráneo ensaya un aspecto gris que

el

borrará

do a

DARÍO

la

aurora del siguiente día, he comenza-

leer el libro

daluza,

el

de un poeta nuevo de

tierra

cual acaba de aparecer y es ya

el

an-

más

sutil

y exquisito de todos los portaliras españo-

les.

Al hojear su libro Arias tristes, lo juzgaríais

de un poeta extranjero. Fijaos más; es un poeta

como su nombre. Se Arcipreste, y Jiménez, como

completamente de su llama Juan, el

como

el

tierra,

Cardenal. Surge en momentos en que a su

país comienzan a llegar ráfagas de afuera, so-

bre

más de una

parte derrumbada de la antigua

muralla chinesca que construyó

y macizó

el

la

intransigencia

exagerado y falso orgullo nacional.

Quiero decir que llega a tiempo para de su esfuerzo. del siglo XIX

Como

triunfo

todo joven poeta de fines

y comienzos del xx, ha puesto la

Mas,

desdoro de

lejos del

la

imitación y ajeno a

indigencia del calco, ha aprendido a ser

mismo

étre

el

siringa francesa de Verlaine.

oído atento a

la

el

soi méme — y

sos sencillos como

lirios

dice su

y musicales

él

alma en ver-

como aguas

de fuente. Este poeta está enfermo, vive en un 74


SOLARES

TIERRAS

sanatorio, allá en Madrid. Así, en su poesía no

busquéis salud gozosa

ni

rosas de

risa.

Cuando

más, a veces, una sonrisa, una sonrisa de convaleciente:

Convalesccntc

pero en

la

más granCuando Camille Mau-

cual se insinúa

des misterios de clair, el

di squisitti malí..,

la vida.

uno de

los

crítico meditativo del «Arte en silencio»,

se complacía en escribir versos, colocó un volu-

men de

verbales sonatinas de otoño bajo la in-

vocación de Schumann; Jiménez tiene

como

trono de su libro musical y melancólico

al

pa-

melo-

dioso Schubert. Antes de cada división de sus

poemas, aparecen, a las notas

la

manera de introducción,

de «El elogio de las lágrimas», de

la

Se penetra así, a la influencia de la música, a uno como parque de dulzura y de pena en donde, al amor de la luna, un alma dice, como el risueñor, sus arias crepusculares o nocturnas. Nunca como ahora «Serenata», de «Tú eres

se ha cumplido

el

paz».

precepto de Pauvre Lelian:

De Id musíque avant dijo el celeste

la

touíe chose,..

Ya

antes

Shakespeare: 75


RUBÉN

DARÍO

The man íhat hath no music Nor is noí mov'd with concord Is

fií

for trcasons, síraíagems,

The moíions

And

in himself,

of swcet sounds,

and spoils;

of his spirit are dull as night.

dark as Erebus...

his affecíions

Conozco de esos

Y

seres.

veo, en cambio, a

través de esta poesía de sinceridad y de reserva,

a un tiempo mismo, ritu

sitivo.

de

la

transparencia de un espí-

fino como un diamante y deliciosamente sen-

He

aquí un

lírico

de

familia de Heine,

la

de Verlaine, y que permanece, no

la familia

solamente español, sino andaluz, andaluz de triste

Andalucía.

Es de

de su existencia y claman sión,

el

secreto de su

adornando su poesía con

interior, lejos

mundo

de

la

flores

cracia artística de todas partes,

su

el

tierra

fondo son suyos como y

el

de su jardín

Su

el

de

pero el

cultura le la aristo-

la

expre-

perfume de

ritmo de su sangre. Desde Becquer

no se ha escuchado en ínsula un son de

76

ilu-

especulación «literaria» y del

del arribismo intelectual.

unlversaliza, su vocabulario es

sión y

la

los que cantan la verdad

este ambiente de la pen-

arpa, un eco de mandolina,


SOLARES

TIERRAS más

personal,

más

individual.

Pudiendo ser obs-

curo y complicado, es cristalino y casi ingenuo.

Se el

si

diría

que tiene timideces de orfandad, como

Maestro

pour le pauvre Gaspard!

¡priez

no se viesen

a

brillar

la luz

de

la

luna las es-

puelas de oro de sus pies de príncipe, que

mulan

esti-

un pegaso joven y ardiente

los bríos de

cuyas crines están húmedas de rocío matinal. El poeta dice, dulce

el

como

tán alumbradas por

«Es

Ingenia de Morcas:

la

sol», pero sus ansias el

y sus visiones es-

Y hay

clair-de-Iune.

allí

en esos versos admirables y exquisitos, las mis-

mas

mismas ansias que en las mozas enamo-

visiones y las

coplas populares que cantan las radas, y los sonoros,

duros y aullantes can-

íaores. Allí está la irremediable obsesión de la

muerte, de la podredumbre sepulcral, de los co-

razones partidos, de

que

el artista

tiene

la tristeza

matadora. Sólo

una cultura europea, y

fuese su «acento» mental, no se

origen

ni la patria,

der germánicos

acompañaría a violetas.

la

o

le

no

si

conocería

el

y sus arias podrían ser

lie-

sonatinas parisienses

que

música de Debussy. Hay un olor

Hay

paisajes entrevistos

como por 77


RUBÉN

DARÍO

una ventana, cielos y campos de viñeta. Hay una gran castidad poeana, a pesar de los gritos de

la

vida;

hay valles que tienen un ensueño y

un corazón: El valle tiene un ensueño

y un corazón; sueña y sabe

dar con su sueño un son

triste

de flautas y de cantares,

hay

flautas pánicas, dulces flautas

campesinas.

iDeliciosos romances!

Río encantado, las ramas soñolientas de los sauces,

en los remansos dormidos

besan los claros

y un

el

cristales.

cielo es plácido y dulce,

ciclo bajo y flotante,

que con su bruma de plata

va acariciando los árboles.

Ese romance suena a

la

música del divino

Góngora; y para nosotros, los americanos, a la música de un rimador de encantos y de tristezas, 78


SOLARES

TIERRAS

de un adorable orfeo cubano, ha tiempo desaparecido.

Esas notas

las

das que acariciaba

la

hemos oído en

las cuer-

mano de Zenea. Escuchad

a Jiménez:

Llora la

el

ángelus de otoño

campana de

la iglesia,

un ángelus mustio, muerto entre la lluvia y la niebla.

Recordad a Zenea:

Baja Arturo

al

occidente

Bañado en púrpura

Y

al

soplar

el

regia

manso

alisio

Las eolias arpas suenan.

En todo

el

libro

de Jiménez hay una, diríase^

sonrisa psíquica, llena de lica

que da

el

anhelo de

la

suavidad melancó"

lo imposible,

antigua

enfermedad de soñador. Los que hablan de un arte

enfermo, juzgo

hay

arte enfermo,

las

hay

almas es como en

equivocan.

No

artistas enfermos;

y en

que

la

se

naturaleza.

Hay ma79


— U

R

É

B

DARÍO

h

ñeras de expresión que da

obscuro destino.

el

Los antiguos no andaban errados cuando hablaban de la influencia de los astros. Hay maneras de expresión que da exijáis a

una pálida

el

flor

obscuro destino, y no de

lis

que tenga los co-

lores violentos de una rosa roja, ni modestia a la cola del

pavo

real, ni

un solo de ruiseñor

papagayo. El poeta nace, turales nacen; lo que

sí;

al

todas las cosas na-

no nace es

lo artificial. Así,

no penséis en que Francis Jammes o Juan R. Jiménez harían mejor en pensar en el porvenir político

de sus respectivas naciones, que en decir

los sentimientos que brotan al calor apacible de

sus dulces musas.

No

naciste absolutamente tu tierra,

por

la

seas alegre, poeta, que

amado de

la tristeza,

morena y amadora y

triste

por

An-

dalucía; y porque tu sino te ha puesto al nacer

un rayo lunático y visionario dentro del cerebro.

Hay en rias;

este libro

vagas reminiscencias

por ahí pasa, un momento, un enlutado

misterioso semejante el

enlutado «qui

me

al

de

la estrofa

ressemble

musseíiana,

comme

suena uno que otro acorde de

fiesta

íntima, sia decoración ni preciosismo

80

litera-

un frére»; galante

—y

se al-


SOLARES

TIERRAS

zan, bajo la claridad lunar, los chorros de agua

de Lelian, «svelíes parmi aquí; allá,

más

allá,

marbres».

les

Y

Febe,

siempre:

Las noches de luna tienen una lumbre de azucena, que inunda de paz y de ensueño

Yo no

el

alma

la tristeza.

sé qué hay en

la

luna

que tanto calma y consuela, que da unos besos tan dulces a las almas que

la

besan.

Si hubiera siempre una luna,

una luna blanca y buena, triste

lágrima del cielo

temblando sobre

la tierra,

los corazones que saben

por qué las flores se secan,

mirando siempre a

la

;

luna

se morirían de pena.

Mi

jardín tiene

una fuente

y la fuente una quimera, y

la

quimera un amante

que se muere de

6

tristeza...

-

gl


p U

N

E

B

Hay de cuando

D

R

A

O

I

en cuando, entre los sedo-

sos romances, estrofas que hacen vibrar sus consonantes de armónica, sus acordes de oca-

Y

rina.

Lo

amor

del astro en todos los siglos misterioso

preciso se junta a lo indeciso.

el

melancoliza todo. El poeta explicará su atrac-

lo

ción: «Libro

no

za. Si

monótono,

soñadores, pues de luna en

el

lleno de luna

existiera la luna,

alma

tal

triste,

y de

no sé qué

modo

entra

que, aunque

la

triste-

sería de los el

rayo de

apena más,

inunda de consuelo: un consuelo lleno de

la

grimas,

como

lá-

Los que os hayáis estreestrellas, oyendo venir en la

la luna.

mecido bajo las

brisa la sonata de un piano, sintiendo qué pobre

es la vida entre la noche y ante

caer

la

mismo

la

muerte, dejad

mirada sobre estas rimas iguales, de un color, sin otros matices

que los que en

noche surgen confusamente de los macizos jardín, allá

en

la

donde

negrura.

Y

están las flores casi

soñad conmigo con

la

del

ahogadas las visio-

nes blancas de siempre y con los poetas muertos:

Enrique Heine, Gustavo Becquer, Pablo Verlaine,

Alfredo de Musset: y lloremos juntos por

nosotros y por iodos los que nunca lloran.» Mi-

€3


SOLAR ES

TIERRAS rad con simpatía

esa juventud que, en estos

impudentes tiempos, tiene

el

franco valor de las

lágrimas: Lacrímabiliter. Juzgad que ha elegido bien

el

patronato de Schuber. «Llave de plata de

de las lágrimas», dice Shelley de

la fuente

la

música. El poeta nuevo loca esa llave y hace caer

el

agua de

la fuente

una vez más. Así, An-

dalucía, entre todos tus tocadores de guitarra

de pandereta, entre todos los que hacen

y

literatu-

ra alegre con tu color y tu exuberancia, te ha

nacido un sonador de viola, de arpa, que sabe a

cantar, noble y deliciosamente,

recóndita nostalgia, el

fondo de

tu

la

pecho.

la

sordina, la

melancolía que llevas en

En

copioso y fuerte-

tu

de claveles, ha

mente perfumado

jardín

abierto sus pétalos

armoniosos una rosa de plata

lleno

pálida espolvoreada de azul.

vida y en

el

Y yo

tengo

fe

en

la

porvenir. Quizá pronto, la nueva

aurora pondrá un poco de su color de rosa en €sa

flor

de poesía nostálgica.

canta por

la

noche

al

Y

hechizo de

al

ruiseñor que

la luna,

sucede-

rá una alondra matutina que se embriague de sol.

83




i


E venido, por un instante, a visitar viejo paraíso

un nieros,

ferrocarril

hecho entre

piedra dura.

He

moro. He venido por osado, bizarría de inge-

las entrañas

visto

la

de otro; abajo, en

tiguo ensueño.

nes.

boca de un

abismo, cerré

el

túnel

y agua

al

an-

Y cuando he admirado la ciudad tenido muy amables imaginacio-

He pensado

He recordado

el

la

progreso moderno conduce

el

de Boabdil, he

de montes de

inmensas rocas tajadas; he

pasado sobre puentes entre sonora. Así

el

en visiones miliunanochescas.

el título del lírico libro del

proven87


RUBÉN zal

D

La granada

Aubancl:

Q

A

Y

entreabierta.

ideado las impresiones de

O

I

he

pequeña alma de

la

una coccinela pequsñiía que se pasease por una

granada

entreabierta...

Va por

la

corteza rugosa

que acaba en una corona, que ha sido

como una

las durezas lisas

o ásperas de

llegar al borde, desde

palacio de pedrería... el

de

la

cascara, hasta

donde se divisa

Y

el interior

los rayos solares

encanto de los juegos de la

flor roja

brasa. Va, la pequeñita coccinela, por

la luz

granada entreabierta; y

la

en

el

ponen

corazón

coccinela penetra

entre las riquezas que se presentan a sus ojos,

y se maravilla de ese esplendor, y luego sabe que el corazón de la granada es dulce como la miel.

Como alma.

la

almita de esa bcstezuela de Dios mi

He mirado

corteza rugosa de la antigua

la

mahometana,, en un tiempo muy poco

capital

propicio, entre calles lodosas

blado; ta

mas luego he

que deja ver

propio corazón.

el

Y

y bajo un

ido hacia la parte entreabier-

corazón de su historia y su he visto

la

pedrería fantástica

de un arte exótico, amoroso y sensual. pués,

el

sol

ciudad se

ha

me

cielo nu-

brillado;

y

así, la

Y

des-

encantadora

ha mostrado primero brumosa y


T

SOLARES

ñ R R A S

I

Y

luego luminosa.

sé que

el

corazón de

nada entreabierta es dulce como

Razón tuvo

Es

este

rey que lloró

el

uno de

los países en

para una primavera sin

Un

nes.

fin,

la

gra-

la miel.

como una

mujer...

que uno crearía,

un Jardín de

ilusio-

«carmen». Carmen, verso... jóvenes

enamorados, parejas dichosas de todos los puntos de la tierra,

os amáis, en

el

si

sois ricos, venid a repetiros que

tiempo de

men granadino; y

si

de vuestro deseo, en

el

compañía de un poeta

He

la

primavera, a un car-

sois pobres, venid en alas

carro de una ilusión, en

favorito...

Verso, carmen.

tenido, por llegar en este frío Febrero,

un

singular gozo; estar solo en la Alhambra y en Generalife.

En

el

otra estación, la afluencia de via-

jeros abruma y perturba, como en todos los lugares adonde puede guiar el rojo Baedcker. Pues

es esta una de las ciudades

por los rebaños de guía, discreto,

cando de

la

la

la

más

frecuentadas

agencia Cook. Además,

el

no ha pretendido instruirme evo-

sombra

del erudito Riaño.

Los rebaños

agencia Cook, que van a dar de comer a

las

palomas de Venecia, a

rio

de Pisa, y a reflexionar sobre

oír el

eco del baptistela

inclinación

89


RUBÉN de

la

DARÍO

que andan en busca de

torre; los

la

espe-

cialidad señalada en las guías, o narrada por los

commis-voyageurs, ya se sabe

lo

que vienen a

ver a Granada: los mosaicos y azulejos, que an-

taño destrozaba

cómo gozaban

dótica: «iah,

Chorro e Jumo, gos de

Alhambra anec-

aquellos moros!»;

rey de los gitanos y los tan-

el

las giíanillas, en las cuevas, en

compran

En

turismo; la

el

cestillas

donde se

de mimbre y candiles de cobre.

otra ocasión y en otra parte,

me

he compla-

cido en bailes de gitanas que bailaban maravi-

cómo

llosamente, y he contado

Duran dejó caer en Esmeralda un

luis

el

la

pintor Carolus

corpino de una pequeña

En cuanto al lamentacomo los contrabandistas

de oro.

ble rey fálof, veslido

de

el

era romántica, con una indumcnturia de

comparsa de ópera cómica, «jpalojinglese!» he mirado

al

pasar, a

la

entrada del palacio.

le

Ya

está muy viejo el pobre modelo de Fortuny, y vive apenas de las propinas anglosajonas.

No me

perdonaríais que a estas horas os re-

sultase con

el

descubrimiento de Granda. Todos,

más o menos,

acariciáis el recuerdo de vuestro

«último abencerraje», y

90

si

no,

el

yanqui

Was-


SOLARES

TIERRAS

hington Irving os habrá, de seguro, conducido

por estas encantadoras regiones. Pero no es posible

poner

templar

la

el

pie en este suelo atrayente,

de leyenda, sin hacer un poquito

¿Quién no se

briand.

con-

decoración histórica de estos recintos el

Chateau-

un caso igual

siente en

poseído de ese tartarinismo sentimental, que sin

que notemos a

la

inmediata su influencia, nos

solidariza un tanto con los tipos de nuestras lecturas,

con los personajes que nos han hecho

pensar y sonar un poco, por

que nos

liberta

la

por instantes de

tra existencia práctica

poesía de su vida, la

cuotidiana? Así, pues, no

he de negaros que he evocado a raja cerca de su mirador,

vez más aquellos

la

prosa de nues-

la bella

Linda-

que he lamentado una

atroz expulsión de los .moros, de

moros

cultos, sabios, poetas,

con indus-

trias hermosas y pueblo sin miserias. Desde la Alhambra se mira el soberbio paisaje que pre-

senta Granada y su vega Deliciosa. la

antigua capital,

con sus tejados riscas, su

el

viejos, sus construcciones

amontonamiento

al frente, la

A la derecha,

barrio actual del Albaicín,

oriental

ciudad nueva, en que

la

mo-

de viviendas; universalidad 91


RUBÉN cdilícia

sigue

el

DARÍO

patrón de todas partes; a

la iz-

quierda, la verde vega, con sus cultivos y sus

inmensos paños de

billar;

mansión de encajes de

más

acá, cerca de la

piedra,

los cármenes,

estas frescas y pintorescas villas, donde los gra-

nadinos cultivan en los ardientes veranos sus

heredadas gratas perezas, sus complacencias

amorosas y sus tranquilas indolencias. En fondo, la sirena coronada de blancura.

dad se sienten saudades prende

el

del

En

recibir

lle-

una nueva revelación de

Se

belleza de la vida.

ver-

pasado. Se com-

entusiasmo de los artistas que han

gado aquí a

el

la

piensa en los novelescos

guerreros y amadores que vinieron del África

cercana a anticiparse en este país espléndido un

poco

mahometano. Nadie ha vivido

del cielo

poesía

como

hombres

la

esa misteriosa y pensativa raza de

tristes

de amor y de fatalidad.

Su

arte

labra esas mansiones de recelo y capricho con talento de abejas.

La decoración viene de

turaleza misma, de

geometrías de cristales

de

92

la clara del

la nieve.

las herraduras

las líneas

Su

de

florales,

la

na-

de las

huevo batido o de los

arco diríase imitado de

de sus caballos; sus columnas de


TIERRAS los datileros,

SOLARES

o de los

tallos

Y

de las azucenas.

hay algo de inaudito y de fantástico en todo esto, tal, que vienen al pensamiento esas

de manera

moradas

ilusorias en

que habitan los inmortales

príncipes de los cuentos c,ue cuenta la prodigiosa

Scherezada.

Y

tan

no puede separarse

la

poesía

de estas mágicas arquitecturas, que sus decoradores y ornamentistas aprovechaban sus magníficas caligrafías

para adornos, adornos que

mismo tiempo que

los ojos

con sus combinacio-

nes y bizarrías de caracteres, halagan

con

el

sentido de las suras o

los versos. cia, frescor,

Y

al

la

mente

la significación

de

¿ese encanío del agua, transparen-

armonía, en los patios de mármol,

para creyentes en cuya religión son obligatorias las abluciones,

paraíso

el

y ardientes polígamos en cuyo

primer premio es

la

limpia,

perfu-

mada, adolescente y siempre virgen belleza menina?

fe-

El agua por todas partes, en las copiosas albercas, en los estanques que reproducen las bizarrías arquitecturales, en las anchas tazas la

que sostienen los leones del famoso

como

patio,

o

simplemente brotando de los surtidores coloca93


RUBÉN

DARÍO

dos entre

mármol. Compren-

las lisas losas de

dían aquellos príncipes imaginativos que habla-

ban en tropos pomposos, que

la

vida tiene he-

chizos que hay que aprovechar antes de que

sobrevenga

fatal

la

desaparición. Fijaos en

el

significado de las inscripciones decorativas que

«Yo soy una esposa

a cada paso encontraréis:

las vestiduras nupciales, dotada de hermo-

con

sura y perfecciones. Contempla

me

rodea y comprenderás

la

el

gran verdad de mis

palabras. Mira también mi corona,

semejante a

la luna nueva. Ibn

este orbe del esplendor

y

esplendor que

la

encontrarás

Nazar es

la belleza.

en su elevado puesto sin miedo a

el

sol

de

Permanezca la

hora del

ocaso. Mientras yo, llena de gloria por misericordia suya,

Contempla

publico siempre sus felicidades.

esle esplendor.

Aquí se establece para

administrar justicia a sus siervos. Siempre que

de aquí se

aleja,

encontrarlo.

sus vasallos se entristecen de no

Pues por mi Señor Ibn Nazar colma

Dios de beneficios a los que

hecho descendiente

del

le

sirven. Habiéndole

Señor de

la tribu

de Jax-

red Saad, hijo de Obada». jGloriosos nazaritas

y

feliz

94

Abul Walid Ismael!

Y

allí

en dos nichos


SOLARES

TIERRAS de

la

Gomares:

sala de

«j

Alabanza a Dios!

Yo

deslumhro a los seres dotados de hermosura con mis adornos y mi diadema, pues los luceros descendieron a mí desde sus elevadas mansiones.

Aparece fiel

vaso de agua que hay en mí como un

el

que en

quibla del templo permanece absor-

la

to en Dios.

A

pesar del transcurso del tiempo,

continuarán mis generosas acciones dando alivio al

que tiene sed, y albergue

al

Pues

indigente.

por mí pasan las numerosas liberalidades de mi

Señor Abul Hachac. Nunca dejan de

brillar

en mí

sus resplandores, pues su luz resplandece aun en las tinieblas

de

dedos de mi

artífice

la

noche. Tallaron sutilmente los

mis labores, después de ha-

ber ordenado las piedras de mi corona.

mejo él,

al solio

Me

ase-

de una esposa, pero soy superior a

pues contengo

la felicidad

de los desposados.

Aquel que venga a mí sediento,

le

conduciré a un

lugar donde encuentre agua limpia, fresca, dulce

y sin mezcla. Pues yo soy a manera del arco iris cuando aparece, y el sol nuestro Señor Abul Hachach.

No

tiempo cuanto

dejen de vivir sus bondades tanto la

casa del Excelso continúe con-

cediendo los favores de

la

peregrinación».

Por 95


RUBÉN

DARÍO

todos lugares encontraréis las alabanzas

choso dueño y morador,

y,

Nada que contenga mayor

al di-

sobre todo, a Alah.

filosofía

que

la

divisa

de los Alhamares: «Sólo Dios es vencedor».

Para

disfrutar tranquilamente de la magnificencia

y suavidad de estos parajes y recintos, ninguna ayuda mejor que la tradición, eso que no está en los libros ni certifican los documentos. Así, al llegar a la pila en

donde algo que se asemeja a

una gran mancha sangrienta llama del visitante,

no escuchéis a

los

la

atención

que os dicen que

Ginés Pérez de Hita inventa, y creed firmemente en que esa oscura tacha de mármol es debida a las rojas degollaciones de que se habla en las

leyendas de zegríes y abencerrajes. estéis en el patio de Lindaraja,

Y

cuando

no pongáis aten-

ción a los arabizantes que os pretendan explicar la

elimología del nombre y negar

la linda figura;

sada,

muy

la

existencia de

antes bien: imagináosla

blanca,

muy

ardiente para

el

muy

ro-

amor, y

con unos ojos almendrados, de negros mirares,

como corresponde cuento.

a una verdadera sultana de

Los traductores como Lafuente Alcántara

pueden serviros para saber que en 96

la

taza de la


SOLARES

TIERRAS fuente, en esc patio, dejó

mientos:

un poeta estos pensa-

«Yo soy un orbe de agua que se

ostenta

a las criaturas diáfano y transparente; un gran

océano, cuyas riberas son obras selectas de már-

mol escogido, y cuyas aguas, en forma de perlas, corren sobre un inmenso hielo primorosamente labrado.

Me

llega a inundar

el

agua; pero

yo, de tiempo en tiempo, voy desprendiéndome

con que

del transparente velo

me

cubre. Enton-

ces yo y aquella parte de agua que se desprende

desde los bordes de

un trozo de

la fuente,

hielo, del

aparecemos como

cual parte se liquida

y

parte no se liquida. Pero cuando mana con mucha abundancia, sólo somos comparables a un cielo tachonado de estrellas. Yo también soy una

concha, y

la

reunión de las perlas son las gotas.

Semejantes a las joyas que artífice

colocó en

zar, del

la

la diestra

mano de un

corona de mi Señor Ibn Na-

que con solicitud prodigó para mí los

te-

soros de su erario. Viva con doble felicidad que hasta leb,

el

día

el solícito

de los hijos de

la

varón de

la estirpe

de Ga-

prosperidad, de los ventu-

rosos, estrellas resplandecientes de la bondad,

mansión deliciosa de 7

la

nobleza.

De

los hijos de

97


RUBÉN la

DARÍO

Rabila de los Jazrcch, de aquellos que clama-

ron

la

verdad y ampararon

al profeta, él

ha sido

nuevo Saad, que con sus amonestaciones ha

di-

sipado y convertido en luz todas las tinieblas.

Y

constituyendo a las comarcas en una paz estable,

ha hecho prosperar a sus vasallos. Puso

la ele-

vación del trono en garantía de seguridad a

dido

el

Y

y a los creyentes.

religión

más

alto

grado de

a mí

belleza,

me ha

Occidente,

ni

ni

jamás

mayor que yo en Oriente

ni

en

en ningún tiempo alcanzó cosa se-

mejante a mí rey alguno Arabia».

conce-

causando mi

forma admiración a los eruditos; pues se ha visto cosa

la

ni

en

el

extranjero ni en

Salones, torres, ajimeces, bordadas

piedras, aéreos calados, baños, jardines, miradores... allá

más

Aquí encuentro que había

que había Salud; más allá

allá

Justicia;

más

que había Belleza;

que había Placer. Eran sabios aquellos

hombres de

turbante; eran buenos, eran fuertes y

eran artistas.

más grande, más suntuosa, Generalife es más cordial, más

Si la Alhambra es

más imponenle, el íntimo, más amable. escribió en

98

el

«Delicioso para

álbum de

la

el

amor»,

dulce mansión una


SOLARES

TIERRAS

mujer llamada D.° Cristina Santoyo. D.^ Cristina sintetizó así todo lo

que pueden

hilar los literatos

y rimar los poetas sobre este rincón hechicero.

Yo no

si

marquesa de Campotejar, dueña

la

actual de esa maravilla, es joven; pero si es, tiene

no

lo

que haberlo sido y que haber amado en

este nido de ensueño; y, por lo tanto, haber teni-

do por escenario de su amor rían todos los reyes

de

la

el

tierra.

que

le

envidia-

Cuan

explica-

bles son los entusiásticos arranques del viejo

Dumas, en

las cartas en

que se manifiesta poeta

y amoroso: «Lo que hay de maravilloso en

el

Generalife, señora, no son por cierto sus salas,

sus baños, sus corredores, pues que esto

contraremos en conservado;

lo

la

lo en-

Alhambra mejor y más bien

que es

allí

bello, maravilloso,

son

sus jardines, sus aguas, su vista. Permaneced» pues, en medio de esos jardines lo que os sea posible, señora;

embriagaos con los perfumes

que no encontraréis iguales, porque en parte nin-

guna se hallarán reunidos en un más pequeño espacio tantos naranjos, tantos jazmines, tantas rosas; impregnaos con la muelle frescura que

despide

el

agua, porque tampoco en parte algu99


RUBÉN

DARÍO

na veréis brotar tantas fuentes, despeñarse tantas cascadas, rodar tantos torrentes; y, en

fin,

mirad

por cada abertura, que cada abertura es una ventana abierta sobre

el

paraíso.

Y

lo

que más os

seducirá, señora, es ese sabor de Arabia que ha

quedado flotando en

el aire».

Yo

he gustado ese

sabor de Arabia desde que penetré por entre doble

fila

de cipreses y entré por

la

me ampa-

puerta del Generalife. Buenos genios

raban en mi paseo hija del jardinero,

solitario.

Por guía tuve a

una preciosa niña de

catorce años, rubia y seria, que secular ciprés, bajo

Zoraida, y les,

y

el

el

la

baja y ancha

la

trece a

me enseñó

el

cual se sentaba la sultana

estanque, y los mirtos, y los rosa-

las salas en

que en los viejos lienzos se

representan los antiguos señores, y

el

gran árbol

genealógico, y las galerías silenciosas en donde

dan ganas de suspirar y de besar. ¿Para qué hablaros de lo demás? ¿Para qué deciros vulgares noticias de las guías, datos y fechas que os resultarían ridículos?

Granada

¿Para qué hablaros de

actual, de la ciudad

que hace

política

la

y

en donde se pregonan las últimas noticias del conflicto ruso-japonés?

100

He dejado Granada ron


SOLARES

TIERRAS

pena, por su corazón de mármol labrado, por su viejo corazón, por sus divinas vejeces,

más adorables una

de los pocos lugares de rría

permanecer,

Y

la tierra

no fuese que

siempre más

adelante,

fuera del

si

fas de una

el espíritu

tiende

íhe worldí»

romanza que en mi niñez al partir

su corazón desgarrado

las estro-

oía cantar:

de Granada, sintió,

y allá en la vega, al perderla de vista,

con

débil

-

adelante, si es posible

han venido a mi memoria

Aben Amct,

Es uno

en que uno que

mundo, «anywhere out of

al dejarlo,

que hace

naturaleza singular.

voz su lamento expresó...

101





UNQUE es invierno, he hallado rosas en Sevilla. El cielo ha estado puro

y francamente hospitalario pasadas las primeras

horas de

la

mañana. La Giralda se

ha destacado en espléndido campo de azur. Luego, las mujeres sevillanas, entrevistas por las rejas

que hay a

la

marmófama. He visto,

entrada de los patios

reos y floridos, dan razón a

la

pues, maravilla.

I

No

sin razón es esta la ciudad de

don Juan y

ciudad de don Pedro. Siempre

la

poesía, la

leyenda, la tradición, os saldrán

al

encuentro.

la

105


RUBÉN

DARÍO

Estrella, el Burlador,

bero... rrilla

Por eso

el

el

Monarca

cruel,

se recomendaba aquí evocando

de su Tenorio y de su Rey

moda, a

viene, por

el

Bar-

grande y armonioso José Zo-

la

el

jusliciero. El

Semana

nombre turismo

Santa. Es decir,

a pagar cuentas enormes de hospedaje, a dormir

sobre una mesa de

en veces, y a ver pa-

billar

sar las procesiones, entre católicos irreligiosos,

santos macabros, cristos lívidos y sangrientos

con cabelleras humanas. Al mismo tiempo,

el

viajero escuchará los gritos extraordinarios de las saetas

rá la

y las carceleras.

buena ocasión para

ir

En

el

día aprovecha-

a ver a las cigarre-

ras en la fábrica, con sus deshabillés sugereníes; si

ha leído La femme et le pantin, de Pierre

Louys, tanto mejor; y volverá a su país dicien-

do que ha conocido

el

encanto sevillano. No,

ciertamente, indiscutiblemente, llano está en otra parte.

dan

al

encanto sevi-

La Semana Santa y

son notas singulares, y

feria

el

la

las cigarreras ayu-

color local que se ha conocido en las lec-

ínras; pero

el

alma de Sevilla no

tiene

gran cosa

que ver con todo ese pintoresco reglamentario, NI con eso,

ni

con

el

industrialismo y la vida co-

106

I


I

SOLARES

TIERRAS mercial

que puebla de barcos las riberas del

Guadalquivir; te

ni

aun con

batallón trashuman-

el

de toreros calipigios que se entretiene en

la es-

trecha y retorcida calle de las Sierpes. El encan-

de Sevilla está en

to íntimo

su pasado.

Su alma

ciosa; así

alma

el

lo

que nos comunica

habla en

triste

soledad silen-

la

de toda

la vieja

España.

Dicen sus secretos las antig-uas callejuelas en las

horas nocturnas.

Y nada

es comparable a la

me-

lancolía grave de sus jardines, esos jardines que

ha interpretado

pictórica

melodías del color

do de Santiago

el

y magisíralmente en

talento excepcional y hon-

Rusifiol

— ese

«ruiseñor» de

la

fuerte Cataluña. íSevilla!

Las

injusticias

de

gran fundamento: abominad las Sierpes en

donde

existió

menco que se llamaba

el

la la

fama no tienen célebre calle de

un célebre café

Burrero...;

fla-

abominad

la

manzanilla misma, que es un brevaje aceitoso y

poco amable; abominad, aunque os gusten los toros, a los toreros fuera del coso.

Pero adorad,

extasieos, para vuestro reino interior, en los jar-

como en Aranjuez, mágica Granada. De todo lo que han

dines del Alcázar sevillano—,

como en

la

107


RUBÉN

DARÍO

contemplado mis ojos, una de

las

cosas que más

han impresionado a mi

espíritu

sos y frescos

Ni las vetustas murallas

retiros.

son esos

carcomidas de siglos, que aún atestiguan

deleito-

poderío de los conquistadores romanos, restos visigodos, ni

viejo

ni los

esbelta Giralda muarita-

cuyo nombre alegra como una banderola,

na, la

la

el

Torre del Oro

ficencias del Alcázar, que renuevan en mi ria las

ni

a la orilla del río, ni las magni-

sensaciones experimentadas en

la

memoAlham-

nada me ha hecho meditar y soñar como estos jardines que vieron tantas bra granadina,

históricas grandezas, tantos misterios

voluptuosidades. La culpa

la tiene

y tantas

en gran parte

ese don Pedro que tenía tanto de don Juan...

Cuando uno que llevan

el

comprendía

entra, a un lado de las galerías

nombre de aquel raro monarca que la belleza

morisca, que tuvo

mucho

de oriental, mucho del Arum-al-Raschid de «Las mil y el

más blando de

por el

una noches»,

el

lo

primero que conmueve es

los silencios,

fino hilo líquido

apenas turbado

que cae de un surtidor en

ancho estanque de verdes aguas. El suave

viento 108

mueve

el

ramaje de dos grandes magno-


I

SOLARES

TIERRAS vecinas.

lias

Y

y arrayanes, se des-

entre rosales

cienden dos graderías y se va a ver lo que se

Hay

llama los baños de doña María de Padilla.

una grande y larga piscina, bajo bajas bóvedas góticas. res

Nada más.

Pero, ¿qué imporía? Pinto-

ha habido que han intentado resucitar

sual capítulo de la bella novela de vida. al

amor de vuestras

pájaros de

la

¿No

donde

el

oís

primavera?

el

sen-

Quedaos

¿No oís cantar los ¿No veis al monarca

ideas.

que se acerca entre las tes?

el

flores

nuevas y

lujurian-

agua transparente en

ruido del

cuerpo sonrosado de

la

real querida

forma a su rededor círculos de diamante? Ella ríe, el

duro rey sonríe. Cerca hay palomas blan-

cas y de plumajes que

la luz tornasola;

y un pa-

vón de Oriente, vestido de orgullo, ostenta sus gemas, como un

visir

de

fiesta.

Ahí tenéis

el

encanto sevillano.

Más

allá iréis al

jardín

de

la gruta,

y

allí

los

arrayanes forman un famoso y pueril laberinto; y en un rústico templete, bajo extraña bóveda, una blanca estatua de dos mujeres unidas por

la es-

palda, arroja de sus cuatro pechos cuatro chorros

de agua. Neptuno decorativo os saluda en

el 11a-

109


RUBÉN mado

jardín

DARÍO

Grande, y en

el

León hay seña-

del

ladas huellas leoninas: hic sunt leones. efecto aquí

donde se conserva

cesar Carlos V.

Allí,

cenador del

mármoles y los maderas admirable-

entre los

policromos azulejos y las

mente

el

Es en

guardan

talladas, las águilas imperiales

orgullo de sus actitudes y recuerdan la pre-

el

sencia desvanecida de

la

soberbia y soberana

persona.

Cuando

salís,

lleváis

una sensación imbo-

rrable.

Como

decía antes, por las calles os llamará

siempre, con su callada voz,

la tradición.

En

va-

no, en las vías estrechas, os hará pegaros a la

pared

el

tranvía eléctrico.

En vano

los

vendedo-

res de antigüedades os querrán atraer con sus letreros en

inglés.

Por muy poco meditativos o

poetas que seáis, tendréis que pensar en uno de ios

dos hombres-sombras zorrillescos, don Pedro

o don Juan. Allá en la iglesia del hospital de la

me

he inclinado ante nombres

Candad,

ilustres,

saístas, pintores y tallistas; bastará

el

de mosolo de

Murillo mulíiplicado en obras excelentes,

como


SOLARES

TIERRAS

un Dios Niño que se apoya en gracia, y un

el

mundo, iodo

Moisés en que Bartolomé Esteban

demuestra que celeste suavidad y pincel dulce no impiden el dar cuando le venía en voluntad

le

una nota de

fuerza.

Y

luego

y maca-

realista

el

bro Valdés Leal, cantado en las labradas rimas de Gautier, que renueva en triunfo

de

la

más de un cuadro

el

muerte, y las visiones cadavéricas

de los frescos del camposanto pisano.

Cuenta un cronista que muerto llo

la

descomposición en

a su amigo

el

artista:

menester mirarlo con

Mas, pasad a la

visión de

la

la

el

ataúd, dijo Muri-

«Compadre, esto es

mano

en las narices».

No

os detengáis en

sacristía.

San Cayetano, de Céspedes,

San Miguel, de Roela. Ved ese retrato del tiempo llero

ver pintada tan a lo

al

viejo,

ni

en

el

ved ese caba-

firmado por Valdés Leal y ved esa espada

antigua, que en estos tiempos de ruines prosas

no hay mano digna de

tocar.

Ese caballero or-

gulloso, cuya estatua se ha inaugurado reciente-

mente, es un révenant, es un habitante del en-

sueño, es un vecino de I

I

Ilusión, es 111

un héroe de

la

la

ciudad de

la

eterna

poesía, un fantasma de


RUBÉN

DARÍO

capa y espada. Ese hombre es

amor y

el

campeón de

la

asesino del

el

Es

voluptuosidad.

el

Sr. D. Miguel de Manara, celebrado en la inmortalidad del arte bajo

el

nombre de Don Juan.

Y

esa es su espada. Está en una sacristía, porque

ya sabéis que metió

diablo cuando se hizo viejo se

el

fraile.

En guías

mucho hay que admirar y las pero allí también, como en

la catedral

lo

detallan;

todos lugares, es

el

pasado

el

que os detiene con

su historia o con su página legendaria. Así, de ese pulpito que encontráis en un patio, en donde

predicaron varones ilustres

como

el

vigoroso Vi-

cente Ferrer, pasáis a las maravillas de las naves, en

donde gloriosas paletas dejaron

valor y de renombre.

Y

la

telas

de

anécdota tradicional

os espera asimismo por toda capilla y rincón, desde la

colosal

Gamba,

llaman la

el

el

hasta

San el

Cristóbal, junto al altar de

pequeño Niño Jesús,

mudo, obra de Montáñez.

Y

a!

cual

aquí llega

nota curiosa.

Encontráis gentes de añeja devoción, a quienes dirigís la palabra,

y que, por más que

les habléis,

no os dan contestación alguna. Esos son

fanátl-

113


T

E

/

¡?

€os que han hecho

mesa

del silencio

una de derna

3 O L A

A S

I?

al

niño rubio del aliar

el

la

pro-

por un tiempo determinado.

las capillas-— y aquí la

— está

E 3

¡?

En

anécdota es mo-

famoso San Antonio, de

Murillo,

cuadro que fué mutilado por un visitante norteamericano, que creyó oportuno aislar

el

santo

del resto de la composición para provecho propio.

Sabido es que

el

cónsul español en Boston

íuvo denuncia del paradero del fragmento pictó-

y logró rescatarlo. Hoy, gracias

rico

habilidad de un pintor eminente,

el

al

arte

y cuadro apa-

rece restaurado, y no se notan las señales de la

amputación

No

del

robador yanqui.

os detendré ante las muchas obras

artísti-

cas y renombradas que aquí se guardan, pues

son tantas y

tales

que hay libros de eruditos,

como Cean Bermúdes, que

están dedicados a

dios. Pero no dejaré de deciros que veáis cierto

fúnebre

monumento que

de Pérez de Alesio,

el

está cerca del Cristóforo

cual

monumento

es obra

moderna y muy celebrada, compuesta de cuatro figuras que soportan una urna, y que segura-

mente os es familiar por urna

8

las ilustraciones.

En esa

— idescubríos! — están las cenizas, las discu113


RUBÉN

DARÍO

íidas cenizas de Cristóbal Colón,

tuvieron depositadas en

Creo que

más

el

la

que antes es-

Habana.

catedral de la

impasible e indiferente de lo»

americanos, no dejará de sentir así sea una vaga

emoción delante de ese puñado de huesos. Hasta después podrá llegar

la eterna

ros comprender que no es

Eironeia, y hace-

muy grande

el

favor

que nos hizo.

La tarde estaba alegre y dorada cuando pasé Puente deTriana para ir al barrio de ese nom-

el

bre tan cantado en las coplas. ¿Diré que tuve

más de una

ilusión

deshecha? Fuera de una que

otra ventana llena de los tiestos usuales en toda

Andalucía, y una que otra cara de cromo o de caja de cerillas,

no pude satisfacer mi curiosidad

de belleza sevillana. Vi

mucho mozo de chaqueta

y pantalón ajustado, haraganeando en las esquinas,

no

lejos

de los muelles en que

el

sevillana

trabajador suda en los afanes del tráfago moderno. Vi portales sin aseo y tiendas de salazones, y

una diligencia a trico

la tarde,

114

antigua, que

al

lado del eléc-

trenvía iba cargada de gentes y maletas a la

Torre del Oro bañada del oro

el río

de un color sucio amarillento;

alguna parle. Vi

de

la

y


SOLARES

TIERRAS y a

lo lejos las alturas

esfumar

el

crepúsculo.

que empezaba a borrar, a

Y

si

no volví contento de

Triana, puesto que quizás yo iba con la idea de

un Triana fantástico, o imposible o demasiado a la

francesa, tuve un desquite con la salida de

una bella niña y una iglesia.

Dona

Inés del

vieja

dueña de una

vieja

alma mía y su inseparable

guardadora.

116





Ní^

modesta

estación;

un

qu2 va mal que bien por

ómnibus

la calle,

so-

bre baches y fango.

Mal tiempo. He ahí mi primera impresión en ilusire

y secular Córdoba.

En cambio,

la

los ver-

des naranjos, en los cercanos jardines, y flores

a pesar del tiempo,

me

resarcieron del inicial

desencanto. El hotel en que vía principal de I

del

la

me hospedo da

población,

la

a

la

alameda llamada

Gran Capitán, en memoria de aquel magní-

fico guerrero D.

Gonzalo, cuya casa natal estuvo

por este punto. Cuando

la

lluvia

ha cesado y 119


RUBÉN puedo en

la

DARÍO

veo grupos de gentes estacionados

salir,

alameda,

eterno grupo de ciudad espa-

el

ñola, que conversa y

«mata»

las horas.

Fuera de este paseo, de que están orgullosos los habitantes, las otras calles te típicas,

ciudad a

descendiendo de

la baja,

o Ajerquia.

la

son marcadamenparte alta de la

No

he podido mela

ama-

argentina, a cada paso que he

dado

nos que tener presente en mi memoria a

Córdoba

ble

en

la

antigua

Córdoba andaluza. No

gan nada de semejante, fuera

del

raza llevado por los hombres de

que

el

nombre imponía

el

es que ten-

espíritu

de

la colonia,

recuerdo, y

el

la

sino

haber

sido centro de estudio y de saber en tiempos re-

motos esta ciudad abuela, como esa en no íaa lejanos, continuando su tradición en los presentes.

de

No

son pocos los pergaminos de nobleza

la patria

latinista

de Séneca y de Lucano, a

moderno

la

cual un

hace declarar sus grandezas

en clásicos exámetros: Illa

cum ínter

ego sum quodam

dedit

illa

latialis gloria

romanas sum prima colonia

sola que patricio nomine clara

120

Roma

mihi quee sibi jura dabat.

fui.

facía


SOLARES

TIERRAS Deliciis fruor ipsa

mcis Moníisque Marian

ad cujus grcmium doíibus aucía cubo... Piscosus

me

Boeíis amat,

me

argéntea cingit

unda cabalino fonte sacraía magis,

y vaya

et., etc.

esa transcripción de sabios metros en

gracia a las dos Córdobas gloriosas, pues ese lado del

mar también pudiera

la

de

con

repetir

ésta:

Mille mihi Senecae, Lucani mille fuissenl, si

mihi Mecoenas unus ab urbe foret.

Decía, pues, que las calles de la población

han parecido de zón, pues según

lo

más

la

característico,

me

y con ra-

monografía histórico- topo-

gráfica de Ramírez, «ni en su dirección ni en

su

anchura han sufrido alteración alguna sustancial desde los tiempos más remotos, y son, por la general,

como todas

las de las poblaciones an-

tiguas, estrechas y torcidas,

por

lo

tro

de

o poco alineadas,,

que es cosa digna de reparo que en la

el

cen-

ciudad se encuentren algunas calles de

mediana anchura». Yo,

ni

en Granada,

ni

en Se12t


RUBÉN villa, ni

DARÍO

en Málaga, he encontrado ese ambiente

de antigüedad de

esta capital esclarecida y en

una época foco, puede decirse, de universal.

Y

lles, la reja

río de

en

la

estrechez y soledad de las ca-

siempre,

la

ventana propicia

el

al

amo-

romance, los patios misteriosos que se

entrevén. Si en un lugar, a está

sabiduría

la

modo de

nombre de Séneca, y evocáis

plazoleta,

la

memoria

de aquel admirable filósofo y periodista avant la lettre, conocimientos mentales no tan viejos se

os presentarán en esas casas de tas,

las vías

angos-

y de las cuales suele brotar, inesperadamen-

te, el

eco de un piano.

la señorita

puede

doña Pepita Jiménez;

forjando sus ilusiones no, en una o en otra el ilustre

Allí

el

muy allá

bien vivir

puede estar

doctor Faustino; y

si

morada puede haber nacido

D. Juan Valera, porque es sabido que,

como Ambrosio de Morales

y

el

gran Góngcra,

D. Juan es cordobés.

De edades

en Córdoba De César quedan, cuando des-

lejanísimas quedan

huellas cesáreas.

pués de ser cartaginesa fué romana.

Como colo-

nia patricia consta en las medallas y en los

bros que fué notable.

1^

Y aun

li-

afirma uno de sus


TIERRAS

SOLARES

historiadores que, siendo pretor de las citerior

y

ulterior

Españas

Marco Claudio Marcelo,

«la

ciudad fué ampliada y ennoblecida con suntuo-

y parece se hizo de moda en Roma, por aquel tiempo, poseer una quinta en los ame-

sos

edificios,

nos campos de Córdoba». Hoy de aquellas grandezas quedan apenas lápidas, inscripciones monumentales, columnas miliarias, monedas de Au-

gusto en que hay borrosos problemas para los

que aún

numismatds, y un venerable puente,

al

sostienen sus pesados arcos sobre

turbio

dalquivir.

el

Fué goda y luego árabe, y

tas la elevaron en verdad a su

más

Gua-

los islami-

alta potencia.

Leer esa historia es penetrar en su vida cuasi fabulosa de capital imperial, de un imperio de

cuento miliunanochesco.

Hoy queda

casi

nada en comparación de los

antiguos esplendores califales; pero lo que queda,

la

mezquita convertida en catedral y cuya

como

transformación enoja a todo artista viajero,

D'Amicis, da idea de qué clase de cerebros cubrían aquellos prestigiosos turbantes.

¿Qué

sería

aquella magnífica Rusafa, o huerto real, en don-

de

el

poderoso Abderramán

I,

que también,

como 125


RUBÉN buen

DARÍO anticipándose

oriental, era profeta,

bano José María Heredia compatriota esta tierra?

de

la historia

cu-

cantó a su

palmera, entonces extranjera en

la

Y

viejo,

el

al

sobre todo, ¿qué escenario

como

Camaralzamán y

del príncipe

la

princesa Badura, u otros príncipes en cuyas vi-

das se interesaba tanto Dinarzada, no sería

la

Azhara de Abderramán

el

nombre de

la

III,

llamada así por

favorita del harén?

pudo venir a habitar en compañía de

la

el

palacio

el

reina de Soba.

En

verdad,

rey

Salomón

No

os repeti-

ré los datos algo prosaicos de cronistas crislia-

nos como Díaz de Rivas; pero

sí lo

que refieren

narradores árabes contemporáneos de aquel espléndido

califa:

«Las casas edificadas bajo un plan uniforme, con mucho gusto y magnificencia y coronadas de azoteas, tenían jardines plantados de naranjos,

y correspondían a

dad

del alcázar a

construcción de este

mán inmensos en

la

la

grandeza y suntuosi-

que estaban agregadas. En sitio

tesoros.

real

la

empleó Abderra-

Los obreros ocupados

construcción eran mil, mil y quinientas las

muías y cuatrocientos los camellos que condu124


SOLARES

TIERRAS

cían materiales. Ayudáronle en la dirección de la

obra los más célebres arquitectos de Bagdad, Toslhat y Kaiorán, y de Constantinopla, que

le

envió su aliado Constantino VI, regalándole

al

mismo tiempo cuarenta columnas de granito, las más hermosas que pudo encontrar. Pasaban de mil doscientas las de varias clases de

mármoles

que había hecho traer a gran precio de algunas provincias de España, de Francia, de cia, África

y Asia. El exterior, así

rior del alcázar, contra la

bes, estaba prolijidad

el

como

el

el

el inte-

mismo empeño y

resto del edificio, y en

se encontraba cuanto

Gre-

costumbre de los ára-

hermoseado con

que

Italia,

arte

el

interior

ayudado de

la

ri-

queza puede producir de más bello y encantador.

Las paredes estaban incrustadas de arabescos de mucho gusto, las ventanas y puertas eran de cedro adornadas de preciosas esculturas, y los techos pintados de azul celeste y esmaltados

de oro.

«Pero como era natural, nada llegaba al primor y riqueza que en el salón destinado para su morada había prodigado el califa. Los adornos de sus muros estaban formados de oro, perias y 125


RUBÉN

DARÍO

Otras piedras preciosas, y en varios sitios, según

En una

costumbre, se leían aleluyas alkoránicas.

magnífica fuente de alabastro, que estaba en medio de la pieza, arrojaban

agua por

la

rios animales de oro, y en su centro

cisne del

mismo

metal.

Sobre

boca va-

nadaba un

fuente pendía

la

una perla de extraordinario precio que había regalado

el

tinopla. El retrete

emperador León, de Constan-

donde estaba

vorita, se veía cubierto por

tido

el

las luces

medio

un artesonado reves-

del resplandor

la

del alcázar, se veía la estatua

de

no

puerta principal la

sin indignación de los

musulmanes, que censuraban

la

hermosa

el

impiedad del ca la

forma

expreso precepto del Koran.

jardines que rodeaban

dían a lo

es-

más severos

que se había atrevido a representar

humana, contra

hermo-

plata líquida caía en un

so pilón de alabastro. Sobre

clava,

que despedían

de cien arañas, saltaba un chorro de

azogue que cual

Los

lecho déla fa-

de oro y acero, y sembrado de piedras pre-

ciosas; y en

lifa,

al califa

el

demás en primor y

palacio corresponbelleza,

íasía más fecunda había prodigado

pues

la ftin-

allí

cuanto

puede lisonjear los sentidos. Bosques de mirtos 126


T

SOLARES

B R Q A S

I

y de laureles se mezclaban con los olivos, cuyo

verdor se retrataba en las cristalinas aguas de

vagaban encerra-

los estanques: animales raros

dos en jardines dispuestos para

este fin

y aves

de vistosos plumajes y agradable canto anima-

ban tan encantadora mansión.» Al suspender esa descripción, no creeríais oir la voz de Dinarzada: «¿Hermanita, quieres contar

mosos cuentos que

nes no se gloiia hoy

uno de

los her-

sabes?» De tales mansio-

la

más

soberbia de las tes-

tas

coronadas y solamente pueden contemplar-

se,

con ayuda de

la

imaginación, en las renom-

bradas narraciones que he citado y que ha saca-

do a y

el

la luz

al arte

y

modernos

talento admirable del Dr.

Vagando de un punto a veces en

dado con

el

la

sabia voluntad

Mardrus.

otro y perdiéndome a

laberinto de esas calles orientales,

fuentes, ruinas,

he

un curioso monumento

al

ángel Gabriel, que, según tradición, ha librado

a

la

ciudad repetidas veces de pestes, tempesta-

des y calamidades, y por fin encontré lo único que verdaderamente atrae a los extranjeros: la mezquita.

En

descripción

este caso,

alguna,

como en

otros,

no cabe

pues muchas hay en las 127


RUBÉN

DARÍO

guías y en cien libros de viajes. Diré,

asombró cios de

como

este edificio de fe,

do Al-Andalus, y que uní mi voz a la

me

los otros edifi-

amor y de guerra que dejaron en

han lamentado

que

sí,

las

s\i

ama-

mil

que

vandálica religiosidad de los

católicos que creyeron preciso demoler obras del arte

y afear

el

recinto de Alah para adorar mejor

a Jesucristo.

La selva de columnas,

profusión de los ar-

la

cos, hacen pensar en lo que sería cuando no había tapiadas puertas y la luz penetraba lateral.

Se

diría

una vasta petrificación de palmeras.

Y

gracias que aún queden joyas arquitecturales y

de mosaico, cual ese prodigioso mihrab o sagrario

mahometano, que es

admiración de los

la

conocedores. Aunque hay en construcción española

como el coro, más que para tan bellas

el

muy

visitante

no

los islamitas,

la

parte de intrusa

notables trabajos, tiene

pensamientos

que sabían

moradas de oración. Al

entrar,

edificar

da de-

seos de cambiar los zapatos por un par de babuchas, y murmurar que «sólo Dios es grande».

128


129




U

Q

DARÍO

N

E

B

Reina Cristina, que está construido en una altura

y en

el

cual se eleva un largo mástil, se hacen

señales semafóricas con Gibraltar. Al día siguiente

tomo en

el

muelle inglés

nacionalidad, que

el

vapor de

me conduce

Un malagueño que

al

no

le invita

a que

le

misma

Peñón.

se llama Paquito y que es

portador de una guitarra, va a bordo.

miss se ha acercado a

la

él

y en

Una joven

muy buen

dé una lección

castella-

al aire libre,

sobre cubierta. Paquito se excusa. Luego, solas conmigo,

— iVamos, Voy

me

allá

a

hace sus confidencias.

que los ingleses no

me

agradanl

a Gibraltar ppr unos días a ganar un dine-

riío...

A

usted, si gusta, le invito para que

me

oiga tocar y cantar.

La enorme mole se va agrandando sobre el cielo invernal. Se distinguen las casas escalonadas sobre la roca, y más tarde los muefondo del

lles

y escolleras; por todas partes

el ir

y venir de

barcos, y, con ayuda del anteojo, las innumerables baterías, la floración de cañones que hacen del

promontorio un inmenso panal de piedra y

132


SOLARES

TIERRAS acero en que aguardan

el

momento

propicio para

lanzarse los enjambres de avispas de fuego que alborotará la

— ¿Qué

mano de

la guerra.

parece, Paquito?

le

Paqnito alza los hombros, resignado. Después,

a media voz, co,

canta, junto a la borda del bar-

una canción, con ritmo de tango, cuyas padesgreñadas estrofas, no por serlo

trióticas y

dicen

L

me

menos

lo

que siente

España

corazón popular.

el

fué la nación

que más lauros conquistó; por

la tierra y

por

mar

el

extendió su autoridad;

sacrosanto

al grito

de Castilla y de León,

más

clavaba en lo

alto

su glorioso pabellón.

Tiempo

que de

feliz

fijo

para siempre ya pasó. Al comparar

con

De

ira

antigua situación

causa pena y dolor.

y de vergüenza

deberíamos al

la

la actual,

llorar

conlemplar, y es la verdad, 133


RUBÉN

DARÍO

que nuestra dignidad

manchada

está

desde que vio ondear

bandera inglesa

la

en

el

Peñón de

Qué vergüenza

Gibraltar.

da,

que vergüenza da, y es

Aunque

el

verdad.

la

mundo sabe

que ese invencible Peñón

hoy es inglés por una traición.

Porque jamás pudo vencer el

pueblo inglés

al

español,

y en lucha igual, franca y el

Águila se humilla ante

leal,

el

León.

Pero ha de llegar el

día en que

volvamos

nuestro Peñón a recobrar y ese día cerca está,

y subiendo a lo y

allí

más

alto,

gritando ¡viva España!

nuestro glorioso pabellón clavar.

¡Alas poor, Paquito! Mientras das

al aire

sua-

vemente esa cordial protesta, yo admiio a estos fuertes y temibles

134

hombres. Este Peñón es

el

más


T

SOLARES

E R Q A S

I

vasto

altar, el

más

colosal

monumento de

la

con-

Por un lado se impone do-

quista y de la guerra.

minante sobre España, por otro sobre África, y el Mediterráneo que vio en lejanos tiempos la omnipotencia

presencia hoy

latina,

omnipo-

la

de Britannia, sobre las olas

tencia

,

on the

waves.

El vapor atraca

al

muelle. AI pisar tierra, creo

entrar en un cuartel.

Las murallas,

las

amenazantes baterías de

mi

vista.

los fuertes,

la altura

AI entrar por una puerta de

un soldado

me

están ante la

ciudad,

da un cartoncito con un número

y un permiso para circular por ella hasta el cañonazo de las doce. En una plazoleta, oficiales rojos enseñan

banda suena a hotel

el ejercicio

lo lejos.

a soldados kakhi.

Por

fin,

Una

heme aquí en un

carísimo— parece que no hay de otros en

ciudad— y

la

luego, en la calle, para aprovechar mi

tiempo.

Noto

que, a pesar de todo,

desarraigar pañol.

En

el

idioma.

las vitrinas

Toda

no se ha logrado la

gente habla es-

de las tiendas, los objetos 135


RUBÉN

DARÍO

están expuestos con los precios escritos en ingles

y en español. Asimismo circula,

moneda española

la

y se puede pagar una cosa, correspon-

Mas la sello. Hay

dientemente, en chelines o en pesetas.

poderosa

Roma moderna impone

su

algo de cada colonia que podéis observar paso. Aquí un negro,

más

vende labores de Persia y

allá

al

un hindú, que os

del Indostán.

extrañarán, por la vecindad, los moros,

No

os

y

los

muchos malíeses y judíos en sus tiendas curioLos tipos son marcadísimos. He visto en

s'as.

verdad y en una esquina, a Alí Baba. renta ladrones, entre ellos

Y

los cua-

cochero que

el

me

pa-

sea; y a Shylock, junto a un sórdido mostrador,

un Shylock como tido de negro. rillos,

que hace Novelli, todo ves-

Pasan, en fiacres de toldos ama-

soldados y

cuarteles. Veo,

el

no

oficiales, lejos,

que se dirigen a lo»

humo

de chimeneas, y

oigo agitación de máquinas. Sobre todo se siente el

de

peso de una consigna y

la

la

regularidad dura

vida militar. Aquí se han de leer

mucho

los

versos de Rudyar Kipling. Todos esos caras morenas de comerciantes de

Tommy 136

la

India, sonríen al

que pasa. Los judíos están contentos


T

I

SOLARES

B R R A S

porque hacen negocio. Los gibralíarinos están satisfechos porque los bien.

Y

negocios van siempre

misma ma-

los españoles vecinos, de la

nera, pues

hay aquí buen mercado para los pro-

ductos que se importan. Por su parte, los militares llevan una existencia de lo

pues

tienen

más

agradable,

desde «whisky-and-soda» hasta

«music-hall», con estrellas de

la

Alhambra

londi-

nense, y cacerías en tierra española, con todo

el

confort y cuidado que un inglés pone en esas

cosas.

Allá lejos,

puerto

pasadas

las puertas del lado sur del

— una española,

otra inglesa, puertas ge-

melas que decoran sendos escudos, tiempo de

no—; más

la

antigua dominación,

allá

el

uno

el

otro

de los jardines que en

la

del

moder-

roca es-

cueta han hecho florecer con bellas vegetaciones, las activas autoridades,

he ido a ver los trabajos

délos grandes diques en construcción. Los bajadores bullen en nosos.

Se me

la

tra-

inmensa escavación, afa-

dice que de algunos días a esta

parte se han recibido órdenes de apurar las ta137


U

JR

N

E

B

Se escucha

reas.

el

D

R

A

I

ruido de las dragas.

o Los

pitos de vapor silban, las vagonetas cargadas de tierra corren, la

multiplicada labor se siente in-

Se ve que es que dirige. Hay aspectos cansable.

energía británica la

la

imprevistos, de rinco-

nes floridos, cerca de las garitas y de los depósitos. El

rade,

me

cochero que he tomado en Gunners Palleva hasta

una de

las baterías bajas,

donde un enorme cañón rodeado de

proyectiles,

también enormes, amenaza

Hay en

entrañas de rra,

la

mar.

al

la»

colosal roca vastos trojes de gue-

en previsión de posibles cercos, así fuesen

los traídos por consecuencia de

una

liga conti-

nental.

Hay cordones de bocas de fuego

en las distin-

tas salientes del Peñón. Y, a pesar de lo que se

murmura contra

hay una admirable teligencia cl

capacidad del

la

disciplina,

ordenada

y eficaz

ejercito inglés,

y se ve que una

in-

ha precedido a todo

abastecimiento y defensa de ese formidable

castillo natural

sobre las olas.

No

soy

perito en

cuestiones militares, pero no sé hasta qué punto

tenga razón un miembro de

la

Comunes, Gibson Bowles, en 138

Cámara de

los

las afirmaciones

I


SOLARES

TIERRAS hechas en un ruidoso

folleto

sobre

la vulnerabili-

dad y debilidad estratégica de Gibraltar. Sin embargo, a la simple vista, no me parece de una imposibilidad absoluta que por

un

ejército

a tomar

la

lado de

el

tierra,

audaz y bien dirigido pudiese llegar gran fortaleza, apoyado por moderní-

simos cañones, que encontrarían

el

más

estupen-

do blanco que imaginarse puede. Por esto es

muy tado

de Inglaterra

explicable la actitud celosa

que, cada vez que fortificar

su

el

gobierno español ha inten-

territorio

sos, ha protestado por

por los lados peligro-

medio

del

embajador en

Madrid, y ha impedido toda probabilidad de turos perjuicios. el

Por su

fu-

parte, el almirantazgo

y

ministerio de guerra londinenses tienen siem-

De Rooke a White, todos mando en el Peñón han sido

pre buenos centinelas. los que

han tenido

espíritus hábiles

y meritorios soldados.

ce que en los versos de Paquito

hay profecías Pont, en

The

difíciles

el

de cumplirse.

Galleries,

Me

pare-

malagueño,

En

Highest-

en Signal-Síation, hay

muchos ojos vigilantes. Y cada día que pasa se va aumentando el número de cañones", el trabajo de

los diques de carena y el arreglo y

buen man139


RUBÉN

DARÍO

ícnimiento de los innumerables galpones, bode-

gas y depósitos de municiones y víveres. Hay talleres excelentes

y cantidades de carbón creci-

dísimas. El nuevo muelle, concluido casi, es de

primer orden,

Una

lluvia

como

los oíros en construcción.

de libras esterlinas amaciza y fortale-

ce todo eso.

Difícil

de abordar

el

gobernador,

el

secretario

colonial,

Mr. Evans, es en verdad tipo simpático

y

Un mi compañero

afable.

ocasional, Mr.

Fox

sonriente zorro anglosajón, que viaja por placer

y sport, y que ha recorrido todo el mundo, se hace lenguas del secretario. «¿Y la guerra,

Mr. Fox? ¿Y

la

guerra?»

— «No sabe nadie lo que

puede pasar. Pero Inglaterra es tan prudente

como

potente, y

no crea usted que se

precipite a

causar conflictos, de los cuales no se puede cular

Bretaña está

lista

simpatiza con

por

resultado.

el terrible

la

el

No

obstante, la

cal-

Gran

para todo evento. El pueblo

Japón,

más que por la alianza, el Oso. En cuanto al

antigua enemiga con

estado de la marina y del ejército, no crea usted 140


SOLARES

TIERRAS

a los pesimistas. Se ha trabajado y se trabaja. 5ir Charles Beresford, no diría ahora lo que en

época no muy

lejana.

Esta es

la

opinión del ven-

cedor de Ladysmiíh y de su amable secretario».

Miss Fox, que acompaña a su padre y que los

más

lindos ojos azules en

el

rosado rostro, aprueba. Lo cual tinenti,

más

me

fino

tiene

y son-

hace, incon-

no tener ningún cuidado por

la

buena

suerte asegurada de los barcos y soldados de su

majestad

En un

el

rey Eduardo.

solo día he visto pasar un hermoso cru-

cero francés, tres barcos de guerra de otras na-

como doscientos vapores merSe espera pronto a la escuadra nacional.

cionalidades y cantes.

Además,

el

King Alfred y

Singapoore se dirigen a días, la visita del

Mr. Fox pintorescas. les

el

Diadem, que de

Inglaterra.

Y

dentro de

emperador de Alemania.

me hace Hay un

saber cosas interesantes y club Ladysmith que da bai-

de máscaras en sus salones, situados en 141

el


R

B

U

Fíat Bastión

E

Road. El

su parte, predica

DARÍO

h

ejército

de salvación, por

bien y pone en las calles los

el

grandes letreros usuales, con máximas evangélicas y declamatorios consejos. Pero los oficiales

que escuchan y siguen

al

pie de la letra la

palabra de esos comisionistas del Señor, son

pocos como

los temperantes de tal

o cual aso-

entre

el

hunting y

unas salidas gratas por

el

lado de

ciación. Prefieren

la

el

tennis,

Línea, en

donde hay cante flamenco, guapas mozas españolas y

y

cocia, pire,

el

a

Variety

la

consiguiente pale-ale y whisky de Esaquí, en la ciudad

armada, está

el

Em-

manera de Londres, con una London

Company, en que hay una

llama mademoiselle Vanmeeren.

«star» que se

— «¡Soberbio,

Mr. Fox\—¡ I fhínk so, Mr. Darío, The Channel Fleet will thus fínd ampie amiisement for their

evenings on shoreh

Miss Fox mira, distraídamente, hacia

la

costa

de España, donde Tarifa semeja una ciudad sin vida.

La banda ensaya, no

lejos,

todos los him-

nos nacionales habidos y por haber. Las sombras nocturnas se adelantan.

li»

1


SOLARES

TIERRAS —I Alio, Mr.

Darío!

— — ¿Una taza de té? iAlIo,

Mr. Fox!

Tomar una

taza de té con Mr.

Fox

es un pla-

cuando no da en hablar de cacerías y otros

cer,

sports.

Miss Fox

le

acompaña siempre, y loma

parte activa en charlas sobre literatura, sobre

ocultismo, sobre artes.

Ambos son admiradores

de Rodín, y se esfuer-

zan en convencerme de que los franceses no

comprenden

al

Los ingleses y Fox. Se celebra

gran escultor y los ingleses

Miss

los norteamericanos, dice la

sí.

poesía de Rudyard Kipling,

algunas de cuyas composiciones, demasiado argóticas, confieso

modestamente no comprender.

Se

trata del valor japonés, y no soy simpático cuando expongo mis simpatías por Rusia. Así,

llegamos a tratar de la

la

cuestión anglo-española,

eterna cuestión de Gibraltar.

— Los españoles,

dice Mr. Fox, dicen que los

Ingleses ocupan Gibraltar por una traición. los japoneses se les del

a

acusa de traidores por causa

golpe por sorpresa que inició

tual.

Y

¿Qué guerra no

es,

la

guerra ac-

en realidad, traidora? 145


RUBÉN ¿y qué cosa rra?

Ahora

DARÍO

es íraición, cuando se traía de gue-

bien, si los ingleses dejaran actual-

mente poner excelentes y modernísimas ciones en

el

Fraile, en

La

Camorro^ en

Lefia, en

Palomas y en otros lugares

las

del litoral del es-

unos tontos.

trecho, confiese usíed que serían

Puesto que usted ha leído

«Más trar

allá del

fortifica-

alemán de

al filósofo

Bien y del Mal», no tengo que en-

en mayores diseríaciones.

Además

el

tiempo

€S oro.

Miss Fox pone un poquito más de brandy en mi

té.

Pronto he de dejar

y de muerte.

Me

el

he de

Peñón, erizado de hierro dirigir

a

la

vecina África,

cuyas costas se divisan, alzándose en grande Atlas. Mis amigos ingleses

el

fondo

el

me dan una

carta de presentación para un rico árabe, que re-

side en Tánger, y llevo

además

otra, del

cónsul argentino en Málaga, para

dor español de correos en

144

la

el

amable

administra-

ciudad blanca.


7

¡

En

SOLARES

E R R A S

csíos días ha habido,

como muy

a menu-

do, divertimientos alegres para los distinguidos oficiales

de esta férrea guarnición. Persona que

ha asistido a

ellos,

me

celebra la distinción y las

elegancias de las jiras sportivas.

huníing de

lo

más ameno y

gozar los invitados de ríos—, uno de

la

la

Ha

sido un fox

variado, después de

hospitalidad de Mr. La-

egregia familia que sabéis. Ga-

lopes animados hacia Salí Pans, por amables colinas, por

Agua

Corte; persecución de un zorro

cerca de Polmones Village;

amazonas animosas

y bravos cazadores, que iban en caballos veloces; magnífica jauría;

Van

perros de fina raza.

Cornetas de monte, en

fin,

Cuanto exige Moralín,

En su poema La Caza. 10

145


RUBÉN como

diría,

versos, bia.

el

DARÍO

en los buenos tiempos en que hacía

señor presidente Marroquín, de Colom-

Además de

los cuales

uno

zorros, ha habido jabalíes, entre viejo y terrible

que

menta a dos sabuesos. Nada os

hirió

diré

grave-

de las ex-

celentes provisiones, siendo ingleses los de la partida. les

Hasta versos se han rimado, en los cua-

se dicen bromas anglosajonas que tocan

«honorable secretario».

humor

He

britanocalpense:

Oh wherc and oh where is íhe gallant Oh whcre and oh where can he be?

«Hon. Sec?

There's no one to keep íhese bold «Ihrusíers»

No

signs of E. M. can

We

met

al

aquí esa muestra del

ai cihe

Farm»

we

in

check

see.

(sure 'Iwas afíer íhe Ball)

And gossiped and «coffe-housed» íhere, And drinks (though Íhe need of Dutch courage While violéis deckel each dame Iherc.

is small)

Chorus.-hná Ihere, oh yes Ihere, was Íhe genial «Hon. Sec

.

*

His smile beaming broadly and bland

As field money lickels he swift did eollecl By scores were Ihey Ihrusl in his hand.

Eso, con otras estrofas más, se ha cantado

con uno de esos joviales aires ingleses que ha146


SOLARES

TIERRAS bcis oído

más de una

miliíares

que guardan

que humilla

el

vez. Así se divierten los la

vasta fortaleza de rocas

amor propio de

Así se divierten,

como

la

Europa

entera.

en todas partes donde

moran. Unos son enviados a

o a otras

la India,

posesiones coloniales. Oíros hay que viven aquí

desde hace mucho tiempo. fano, se oyen tambores.

pasa, solemne.

Se

A

veces suena un

Un grupo

el

de soldados

un compa-

lleva a enterrar a

ñero que quedará por siempre en están en

el

pí-

peñón,

como

cementerio viejo, bajo túmulos grises,

llenos de inscripciones, víctimas de Trafalgar...

Pero son

Como

los

amos de cuanto su

leyese

las anteriores

amigo español que

está en el

yo, sonríe amargai-nente. ta

dónde

vista abarca.

líneas a

mismo

un mi

hotel

que

— «¿Usted no sabe has-

llega la conquista de la libra esterlina

de los cañones del Peñón, en

tierras

y

de España,

en tierra de nuestro D. Quijote? Pues escuche.»

Y me

lee

unos recortes que saca de su

cartera:

«Junto a Algecirqs los ingleses disponen de

campos para

jugar

al «golf»,

de cotos para ca147


RUBÉN

DARÍO

de huertas para recrearse. Apenas alguien

zar,

necesita en Algeciras vender una casa, los ingle-

ses

adquieren, y a buen precio. Pronto habrá

la

en Algeciras

más

propietarios ingleses que es-

panoles. Sin embargo, Algeciras, es bralíar

una plaza

fuerte.

como

Gi-

Bien es verdad que esta

condición no se halla justificada sino por una vetusta batería artillada por algunas piezas de las

que se cargan por

la

boca; pero no importa,

buena, o mala, Algeciras es una plaza de guerra,

y como

más

ni

tal,

está sujeta a reglas

menos que

Sin jxtremar,

man — por que rige

ser la

la

ni

plaza de Gibraltar.

como en

allí la

especiales,

Gibraltar se extre-

jurisdicción militar la única

dignidad,

el

honor,

si

todavía estos

vocablos quieren significar algo en nuestra patria,

debieran imponernos cierta línea de conduc-

modo que La

ta.

Entretanto, del propio

El

Campamento y Puente Mayorga son

les

arraba-

de Gibraltar, Algeciras se convierte paulati-

namente en una dependencia co.

Línea,

Hay una

pital Gibraltar,

ñón, 148

el

del imperio británi-

provincia inglesa que tiene por ca-

y que comprende de hecho

Campo,

Algeciras y todo

el

el

Pe-

territorio


SOLARES

TIERRAS

hasta Tarifa por un lado, y de

Ronda por

Es verdad que

tiene autoridades

esta provincia

otro.

y judiciales españolas; pero quien gobierna efectivamente en ellas es el Fociviles

militares,

mandato suyo,

reign Office de Londres, y por

general gobernador de Allí

no se hace nada

la

sin anuencia

de los inglelo

que

aprobación

táci-

ses, en tanto que los ingleses hacen les parece,

ta

o

la

el

plaza de Gibralíar.

seguros de hallar

la

allí

sanción legal de parte de España. La so-

beranía española en aquella región de

Penín-

la

sula es una pura ficción. Conviene hablar claro

y que lo proclamemos muy alto; es indispensable que España lo sepa: existe de hecho, encla-

vada en

los dominios de la

monarquía española,

una provincia inglesa de Gibralíar, de

Peñón es

la

cabeza y

la

quiera,

desde

la

significa para

intereses».

Bretaña en

Márquez y

margen

Todo

del

el

el

intereses por do-

estrecho hasta la

mundo sabe

lo

que

los ingleses la fórmula «crearse

La intervención la la

cual

cindadela.

Los ingleses se han creado serranía de Ronda.

la

activa de

la

Gran

colonia portuguesa de Lorenzo

transformación de ésta en una es149


RUBÉN

DARÍO

pccie de protectorado británico, débese principal-

mente

ai ferrocarril

de Delagoa a Komati-Port,

cuyo primer interesado es un subdito también

la

zona recorrida por

el

inglés. Así

ferrocarril

de

Algeciras a Bobadilla cae, según la teoría diplo-

mática inglesa «dentro de

esfera de los inte-

la

De ahí que conceptuemos este como una infamia, porque, una de

reses británicos». ferrocarril

dos: o esta línea aprovecha

a los ingleses:

si

al país,

lo primero,

el

o aprovecha

más

elemental

patriotismo aconsejaba que se concediese a una

compañía nacional, o por si lo

lo

menos, no inglesa;

segundo, jamás, en manera alguna, debía

haberse otorgado

la

concesión a quienquiera

que fuera, y menos aun, a una compañía inglesa. Si los ingleses no se encuentran bien en Gibralíar; si el si la

Peñón

les

parece incómodo y angosto;

residencia en Gibraltar les es penosa, por

la falta

de campos, de espacio, de comunicacio-

nes, ¡que se vayan! pero que

no vengan a

exigir

de nosotros esas facilidades de que carecen. Desgraciadamente, para oprobio nuestro, esas facilidades las obtienen con creces; gracias a nosotros, Gibraltar reúne para ellos todos los atrac-

150


T

E R

I

Todo eso

es

la

pura verdad, y mi amigo español

hace notar que se

dando hasta do mucha

tierra.

tierra

ha dado y se

les

¡Hasta

tierra! Sí,

de España y

muelle nuevo, y

€l

SOLARES

A S

y todas las comodidades imaginables».

íivos

me

í^

más

la

allá,

les sigue

se ha

traí-

que se pisa, en es,

ciertamente,

«tierra española...»

¿Y agua? Hay aljibes admirables en que toda

el

agua que cae en

el

se aprovecha

Peñón; pero se

trata-

ba no hace mucho de concesiones de no sé qué fuentes de

la sierra al

lado de

San Roque. Y ha

habido un diputado a cortes que sostenía con entusiasmo esa concesión. «Gibraltar tiene en

el

parlamento español «sus» diputados. Los ingleses no civilizan nunca, corrompen, y corruptor inglés se extiende

el espíritu

como una

lepra

a

muchas leguas a la redonda del Peñón.» No obsPodrán los ingleses no civilizar; más,

tante...

desde Castellar, Ronda, y demás lugares que se

van acercando a Gibraltar, de donde se desbor-

da

la

invasión británica, advertís un aseo, una

una higiene, un confort y un pale-ale^ poco tienen de españoles...

actividad,

que muy

151


RUBÉN No

he encontrado en los habitantes de Gibral-

lar, originarios

fiesto

Se

DARÍO

de familias españolas, un mani-

deseo de volver a

advierte que un

nado de

antigua bandera...

espíritu se

ha posesio-

mundo ama He recordado

Todo

la raza.

la

nuevo el

trabajo

el

la palabra y procura la actividad. del siempre citable Nietzsche: «Las razas labo-

riosas no pueden soportar la ociosidad.

Fué un

golpe magistral del instinto «inglés» santificar

domingo en ellas,

a

tal

el

masas y hacerlo aburrido para

las

punto que

el

temente a su trabajo de

como

en Gibraltar, es

inglés aspira inconscienla

el

semana.» El domingo

domingo en Londres, o

en cualquier ciudad anglosajona. Religiosa o no, población se encuentra

la

triste,

opaca, sin mo-

vimiento, en un exceso de santificaciones.

Todos

los ciudadanos de Gibraltar que hablan

español piensan en inglés. El Peñón está bien asido,

como por

las

poderosas mandíbulas de

un gigantesco bulldog. Este no soltará fácilmente,

antes bien quiere avanzar, tierra adentro.

Como

he dicho, no se permite

España ninguna desea mantener 152

fortificación el

campo,

tal

al

Gobierno de

vecina. Inglaterra

como quedó

esía-


SOLARES

TIERRAS

blecido en 1810, cuando fueron volados los fueríes existentes.

«De 1810 a

español, cuantas veces

ecá, dice

hemos

foríificaciones derruidas

las

Inglaterra ha hallado

intentado levantar

o construir otras,

medio de hacer obstrucción.

Nuestras tentativas por recuperar en Algeciras

la

bahía de

rango a que tenemos derecho, o

el

simplemente por organizar territorio,

un escritor

corresponden a

la

la

siglo XIX. El último proyecto, teresa, puesto

defensa de nuestro

segunda mitad del el

que más nos

in-

que se aplica a los modernos ade-

lantos de la artillería y a las recientes innovacio-

nes en

el

arte

de

la

fortificación,

lleva la fecha

de 1900.»

Los te,

ingleses, por su parte,

hacen perfectamen-

pues una vez bien fortificada

la

parte espa-

ñola y arfillada con cañones modernos, El Pe-

ñón

estaría,

dada una conflagración europea, en

verdadero peligro.

155





N

el

Gibel-Musa^ vapor

pués de tierra

tres

inglés, des-

horas de mar, llego a

mahometana. De^de a bordo

ha comenzado para mí

lo

pintoresco

con

el

amontonamiento, sobre cubierta, de moros y judíos de distintos aspectos, blancos, morenos, de ropajes oscuros o de vestidos

vistosos. Había

ancianos de largas barbas blancas, semejantes a los

Abrahames de

las ilustraciones bíblicas,

y

mocetones robustos, hombres de faces serenas y meditativas, mercaderes con morrales y cajas. Había rimeros de paquetes, armas, bagajes. Ha157


R

U

humeantes de cazoleta diminuta. Cabe-

bía pipas

zas con

con turbante, con capuchón. Había

fez,

animales.

do su

DARÍO

N

É

B

Un

árabe de negra mirada iba cuidan-

caballo.

Un

viejo de dulce

y venerable as-

pecto acariciaba un cordero. Las inglesas del

pasaje y unas norteamericanas de gorrita impertinente

no

y rosados colores sacaban instantáneas,

sin la protesta de algunos

que veían en

tal

de los africanos,

acto un atentado contra

el

pre-

cepto koránico. Atrás quedaban las costas an-

(¿No es

daluzas.

donde

lato,

el

oh soberbio y famoso muÁfrica empieza más bien que en allá,

los Pirineos?). El

de

las cóleras

sados, y

a poco

el

la

que

las;

han sacudido los días pa-

ciudad fué apareciendo a mi vista, y

el interior,

y más

le

apacible, a pesar

firmamento de un azul pacífico. Poca

antes, a un lado,

hacia

mar estaba

las alturas

que se extienden

en donde hormiguean las Rabi-

allá, la casita

ponderado corresponsal

blanca del nunca bien del

Times, Mr. Harris

(iperpetúe Alah su felicidad y sus días!), que en tantas andanzas se ha metido, y cuya cabeza ha

sido deseada por tantos alfanjes de hijos del Profeta.

158

Ese

brillantísimo colega y Mr.

Mac-Lean


SOLARES

TIERRAS tuvieron que salir

más que velozmente

a causa

de políticas aventuras, en las cuales estaba mezclado

el

sultán modernista,

abd-ul-Aziz (¡que Alah

de orejas!), tas

el

cual

le

sportman Moulai-

dé unos buenos lirones

no piensa más que en

bicicle-

y máquinas fotográficas, cosa que no había

pensado

el

buen Loti cuando

le

vio niño en la

corte de su padre.

Por fondo,

fin la

la

ciudad se presenta, sobre

ciudad blanca,

muy

el

celeste

blanca, tatuada de

minaretes verdes. Confieso que es para mí de

un singular placer esta llegada a un lugar que se

compadece con mis les,

lecturas y ensueños orienta-

a pesar de que sé que es una ciudad profa-

nada por

la

invasión europea, adonde la

zación ha llevado, con escasos bienes,

civili-

muchos

de sus daños habituales. Por de pronto, he ahí la

muchedumbre de

intérpretes del hotel, de due-

ños de botes de desembarco que pretenden desollarnos en todas las lenguas posibles.

Y

ya en

el muelle, después de pasar la aduana, muchedumbre de guías, y de los que el señor Echegaray llamaría, por no hablar como Quevedo, ga-

leotes. jLa

aduanal

Yo no

sé que es lo que 159

le


Q

U

E

B

DARÍO

N

dice en árabe a uno de los empleados de turbante

y albornoz

como

el

que

intérprete

me

conduce; pero,

en algunos países cristianos, no

equipaje, y ha de costarme esa de-

registrado

el

ferencia

consabido premio. Entro a

el

me han la

ciudad

por una de las tres puertas juntas arábigas que

hay en

los

muros blancos,

entre

una muchedum-

bre de albornoces, turbantes y babuchas, burritos cargados, cargadores que atropellan, men-

digos que tienden turales,

la

mano y

dicen palabras gu-

amontonamientos de fardos, de

de cargamentos de todas clases. Hacia

cajas, la

iz-

quierda subo por una calle estrecha, y a poco

estamos en

el

mercado, o Zoko Chico, punto en

donde se encuentra

hotel en que he de habitar

durante mi corta permanencia.

A

pesar de las

tiendas europeas, a pesar de la indumentaria de los turistas y vecinos europeos,

el

ciudad es completamente oriental.

primera vez en

la

aspecto de

Me

la

siento por

atmósfera de unas de mis

más

preferidas obras, las deliciosas narraciones que

han regocijado y hecho soñar mi infancia, en español, y complacido y recreado más de una vez mis horas de hombre, en 160

la

incomparable y com-


SOLARES

TIERRAS

pleta versión francesa del Dr.

Noches y una Noche. Es que

Mardrus: Las mí!

mezcla

iras esta

de árabes, de moros, de Rabilas, de europeos, que constituye

la

población accesible, existe

el

misterio y la poesía de la verdadera vida de Orien-

como en los tiempos más remotos. Pues, como muy bien se ha observado, el Marruecos contemporáneo es siempre el imperio moro del íe, tal

siglo duodécimo, con su organización feudal, su lujo

y sus artes exquisitas.

mensa

distancia que

Y comprendo

hay entre esos

la

espíritus

in-

de

creyentes y fatalistas musulmanes y las almas

de Europa y América; entre esas razas

del ani-

mal humano llenas de ferocidades, de noblezas, de arrojos, de vicios y de virtudes naturales, y las razas nueatras que el progreso y la civilización han llenado de artificialidad, de sequedad y

de desencanto. El desdén inmenso que estos

hombres sienten por nosotros,

tiene su

principal en el concepto distinto de

la

base

vida que

hay en su cerebro. Ellos no guardan, como los que somos cristianos,

ciertas ideas del

que hacen dura y despreciable

la

pecado

vida terrestre,

y en su inmortalidad teológica, no esperan 11

161

ni


RUBÉN premios

ni

DARÍO más

castigos que vayan

de nues-

allá

comprensión.

tra

Salgo

del hotel a dar

mi primera vuelta por

la

mansa y

en

ciudad, caballero en una muía

una

morisca forrada de paño

silla

cede, en otra muía,

el

Me

pre-

guía, un español que hace

idioma

el

sigue, a pie, un morito viva-

racho, de grandes ojos negros. látigos; el guía para los

no se apartan

Me

rojo.

largos años reside aquí, y que conoce perfectamente.

vieja,

moros

Ambos

llevan

del pueblo,

que

camino, y

el

morito para mi

muía. Así pasamos por toda

la

larga y única ca-

del

lle

que pueda merecer este nombre, hasta llegar

al

gran Zoko, o Zoko de Barra,

principal.

No

quiero conocer los alrededores. las casas en

el

mercado

nos detenemos, pues por esta vez

No

lejos están

que habitan los cónsules, algunas

con hermosos jardines y de arquitectura

Más

afuera, en los declives del terreno,

oriental.

o sobre

graciosas colinas, hay otras construcciones en

donde moran ña.

Hay

162

extranjeros.

Después es

la

campa-

profusión de áloes y tunas, lo que en


SOLARES

TIERRAS

España llaman higos chumbos, y datileros e higueras. Manchas de flores rojas y amarillas entre los

Todo

nios.

muy

repliegues del terreno, y gencianas y gera-

aldehuelas valles,

Y

una luz grata y

lo ilumina

distante, advierto

cálida.

No

grupos de casas bajas,

como sembradas

en

el

seno de los

y de donde se eleva una column de humo.

sobre una altura, de pronto,

la

silueta

de un

Unos cuantos soldados entran montados en sus hermosos caballos y armados de las lar-

jinete.

gas espingardas que se creerían tan solamente propias para las panoplias de adorno y las co-

museos y armerías. Son de las tropas que vienen del interior, en donde una nuelecciones de los

va insurrección se ha levantado de manera

tal,

que desde hace algunos días son escasas las caravanas que entran a Tánger, sufre

La

el

y,

por

lo tanto,

comercio.

tarde cae y vuelvo al hotel.

He bajado

a

la

playa, allá lejos, en

donde hay

casetas de baño y pasan de cuando en cuando

moros montados en sus burros, que vienen de no sé dónde, del campo vecino, de detrás de las alturas cercanas.

Hay

cerca un quiosco blanco y 16»


RUBÉN

DARÍO

pintoresco, casas blancas de techos rojos, habi-

taciones en que ricos extranjeros se solazan enfrente de las

aguas

Desde aquí se

azules.

divisa una parte de la población;

en algunos puntos jardines y arboledas;

más

murallones, las orientales construcciones

lejos,

cúbicas, construidas

Hay algunas de dos otras bajas, con

como

en un vasto anfiteatro.

pisos, y tales rodeadas de

muchas

puertas.

Una que otra lancha se ve por ahí cerca en el mar quieto. Hay una grande paz. Por aquí deben habitar de esos ingleses y norteamericanos hábiles

y curiosos que han sentado sus reales en esta y han explotado y explotan

tierra

cialmente, o

como

el

país comer-

dice un buen censor, que han

hecho experiencias industriales e industriosas.

Los

chalets y

moradas que hay cerca de mí,

muestran todos los aspectos de nuestras mansiones de ricos occidentales.

A

poco rato de vagar, he aquí que sale de una

dama rubia, mientras en lo interior suena un piano. Pongo el oído atento a lo que tocan. Es algo del Oíello de Verdi. No de las casas una bella

está fuera de lugar.

164


SOLARES

TIERRAS Un

caballero español

Ben-Ibrahim, moro de Francia,

Italia

Mohamed-

que ha viajado por

y España, y que conoce perfectala literatura

traje flotante

española.

Es

demasiado europeizado,

tipo elegante, quizá

que a su

presenta a

letras,

mente, para ser moro,

un

me

y soberbio ha agregado

una magnífica leontina hecha por un platero maun

drileño, y

reloj suizo,

de cincelados oros, con

campanilla de repetición, que se complace en

hacerme

oír

cuando pascamos...

poeta Zorrilla y

pregunta

si

me

recita

sí,

habla del

Me

como yo

re-

Zorrilla sabía árabe y,

sueltamente y creyendo decir

que

Me

versos del maestro.

la

verdad,

le

digo

Mohamed

su contentamiento es grande.

no ha perdido mucho de su carácter nacional a pesar de sus viajes y de su confesado afecto por las mujeres cristianas, sobre todo

por esas huríes

singulares de París. Él continúa en fe

la

completa

de sus mayores, y es un mahometano practi-

cante que no olvida, a la hora señalada, su plegaria,

con

donde

la

la

mirada hacia

el

punto cardinal en

ciudad sagrada se encuentra. Pero no

es suficientemente ortodoxo...

un bar, o cosa por

el estilo,

Hemos

entrado en

que hay cerca de mi 165


RUBÉN hotel,

y

allí

DARÍO

Mohamed

se ha mostrado demasia-

muy usada por los célebres rumies Harris y Mac Lean...: el whisky-and-soda. «Amigo Mohamed, do aféelo a una bebida nacional

le

digo, tengo una

británica,

vaga sospecha de que vuestro

profeta no os ha dicho precisamente que

es bueno, y

menos

el

whisky».

Mohamed

el

vino

sonríe,

pero no con irreverencia occidental, antes bien

como la

quien va a decir una cosa de razón a quien

ignora.

tan

«Es

cierto

que

mucho no solamente

él el

peca, porque

le

gus-

whisky, sino los

nos de España, y sobre todo

vi-

champaña que

el

aprendió a saborear en los bulevares parisienses,

y cierto moscato espumante de que Italia le

te

dio muestra exquisita, pero

que conoce

muy

él

la

admirable

es un creyen-

bien su religión, y las condi-

ciones que hay que llenar para que los pecados

sean perdonados y sea abierto

el

mahometano

paraíso. El peca, y luego va a la Meca.

No vez a

ha faltado, desde hace tiempo, una sola la

consagrada costumbre, obligatoria para

todo buen musulmán, y así Alah digno». Esto dicho,

Mohamed bebe

le

reconoce

su licor es-

cocés con fruición y vuelve a hablar de poesía. 166


SOLARES

TIERRAS A

este propósito

me

confía que se ha atrevido a

hacer versos en español, y

me

recita algunos,

no

más malos que los de tales incircuncisos que yo me sé. Me cuenta que hay marroquíes y tunecinos que cultivan

la

literatura

castellana,

y

me

pondera a un su amigo de Túnez, llamado Abul Nazar, de quien me recita unos versos a la Giralda sevillana, que rrilla,

le

habrían satisfecho a Zo-

por moros y por zorrillescos. Abul Nazar, siente en verdad

como Mohamed-Ben-Ibrahim, que

el

alma

tan católica,

del

autor de Granada, era, siendo

enormemente sarracena. Los versos

de Abul Nazar, son los siguientes: Giralda, alminar gentil

En que

la belleza

mora,

Eres cautiva señora

En

extranjero pensil.

Yo te llevara a un paraje Que fuera harén opulento. Donde regalas'e el viento Tus alharacas de encaje. Vieras con

Que

el

ajimez,

ojos finge de tu cara, 167


RUBÉN Las

DARÍO

lejanías del Sahara,

Los bosques de Mequinez. Sobre

cielos carmesíes

Las huríes,

Aun más blancas que el marfil. Se apostaran por mirarte

E En

tu

imitarte

apostura

Desde

tu altura

gentil.

sonara

Dulce y clara

La canción

del Muezín;

Te abanicaran palmeras

Y

tuvieras

De rosas blando

cojín.

¡Quién abrochara tu

De mi

Con

y

el

talle

valle

nardo embriagadorl

a tu pecho floreciente

Diera ardiente

Cálido beso de amor,

¿Qué más morisco y qué más

zorrillcsco?

Es^

son de guzla es ciertamente una oriental que se 168


I

SOLARES

TIERRAS

intercalaría sin detonar, entre las

del autor

de

Tenorio o las del injustamente olvidado padre Arólas.

Anoche he estado en

el

principal café

moro.

Por una puerta estrecha que da a una angosta callejuela, se entra al

Hay

no

muy

espacioso recinto.

tapices para los del país, y mesitas para los

visitantes extranjeros.

Mi amigo español y yo

nos sentamos en una de

las últimas.

Había cerca

de nosotros varios franceses y señoras inglesas.

Un mozo de el

rojo fez nos sirve en pequeñas tazas

café ya azucarado y sin colar,

como

es uso y

como

lo

en

restaurant judío-oriental de la rué Cadet.

el

solemos tomar los aficionados en París

La atmósfera está cargada, pues no son pocos

Unos fuman el tabaco solo, y mezclado con cáñamo indiano. De pronto

los fumadores.

otros

inicia la

orquesta

ila

orquesta!

— un

son de los

La orquesta se compone de ocho o diez músicos que tocan los más inverosímiles violines y violones. Veo un solo violoncello europeo tocado por un morenote barrigón que mueve toda

suyos...

169


P el

U

DARÍO

N

É

B

cuerpo cuando toca. Es un solo motivo repe-

tido una, dos, innumerables veces,

lánguido, hipnotizante; y

motivo

como no andan muy

acordes iodos los que ejecutan, da

En

presión hay en mí?

paso, por

la

a veces, cierta angustia.

persistente,

la

disonancia

¿Qué im-

verdad, vuelve a cada

escena iluminada por las lámparas

de cobre, por dumentarias,

el

ambiente, por los tipos y sus inreminiscencia miliunanochesca;

la

pero también pienso que no es

la

primera vez

monótono y veo esas

que escucho ese

aire

gulares figuras.

A

junta entonces

no lejano recuerdo de

sición de 1900.

poético,

el

triste,

el

Me

la

sin-

idea de cuenío árabe se

Expo-

la

regocija un tanto, por

lado

el

que esto esté en su centro y lugar,

aunque me amargue mi contentamiento que todo se hace para satisfacer

la

el

notar

curiosidad y

recibir las pesetas del turista, del perro cristiano.

Las cuerdas

chillan

rozadas por los arcos cur-

vos, y de las cajas sonoras, hechas unas en for-

ma

A

esto

acompañan varios guitarrones a manera de

laú-

de zuecos, salen las voces gimieníes.

des, con labores de nácar incrustados, y a todo

se unen las voces cantantes de los músicos mis170


1

I

SOLARES

B Q Q A S

mos, entre los que hay jóvenes y

dando

viejos,

abun-

entre los últimos siempre los rostros bíbli-

cos, las caras de viejos profetas aullantes.

Hay que

salir

de ahí para librarse de

la repeti-

ción dolorosa y llorosa del motivo oriental, que llega a causar malestar en los nervios.

El canto o

más

bien recitado del muezzin, es

de esas cosas que no se olvidan cuando se las I f f

oye. la

En

lo

profundo de

la

sombra nocturna, o a

hora del crepúsculo, o bajo

maravillosa

la

luna que brilla sobre zafiro celeste, su voz, en

un ritmo repetido y único, confía

al

viento y pro-

mundo que Alah es grande. Esta campana humana que llama a la oración y que recuerda a las razas más creyentes del orbe la omnipotencia del Dios poderoso, es de lo más mulga

al

impresionante intelectualmente que se puede todavía encontrar sobre tierra

la

faz de la tierra, de la

árida de destrucciones mentales, seca de

vientos de filosofía, y que casi no halla en donde

resguardar

el

resto de las creencias

bles ilusiones divinas que

y de ama-

han sido por tantos 171


P

B

ü

siglos

E

sosten y

el

DARÍO

N la

gracia del espíritu de los

pueblos.

Flaubert afirmaba, que

si

se golpeaba sobre

graves y pensativas de estos africanos, no saldría más que lo que hay en un

las cabezas bellas y

cruchon sans biére ou

dun

sepulcre vide.

he oído salir de estos cerebros

Yo

quizá de los

menos europerizados que en mis pocos momentos africanos he conocido

— pensamientos

y ocurrencias interesantes.

No

porque

serios

ellos ten-

gan un punto de vista diferente del nuestro en vida, en

el

progreso y en

la

la

esperada inmortali-

dad, dejan de mostrar una sensatez y largas vistas

que muchos cristianos desearían. Son excep-

ciones, es cierto; pero

no hay que olvidar que

Europa y encendió lámmundo cuando había enseñanza en

esta raza tuvo en jaque a

paras

al

Córdoba, y gloria en Granada y en Bagdad. El zapatero que tiene su taller en un miserable tenducho, os dice razones discreías y, sobre todo, os trata con toda la urbanidad apetecible,

desde luego que entráis bajo su techo. Esos

re-

mendones de babuchas son curiosísimos, y, según mi iníérpreíe, hacen entre la morería, como 172


SOLARES

TIERRAS

los barberos de nuestras civilizaciones cristianas:

o

charlar de los sucesos que pasan y entretener

impacientar

En

al

con sus conversaciones.

cliente

este caso, pues, el silencioso vivir de la raza,

tiene su contraparte...

Día de mercado. El

igrran

zocco es un vasto

cafarnaum, un hervidero de colores y de figura» bizarras,

una colección

rara, para el extraño,

de

escenas pintorescas.

He

aquí las caravanas en reposo, después de

haber cruzado rías

el

desierto para traer las mercade-

de lejanas comarcas. Los camellos, que

hasta hoy había visto tan sólo en jardines zoológicos, en la

bohemia de

los circos errantes, los

camellos, feos y misteriosos, cantados tan bella-

mente en los versos de Valencia, eslán aquí en su ambiente y bajo su de a

cielo,

unos echados, otros

esfíngicos, jeroglíficos...; y junto sudaneses de carbón, beduinos de gestos

pie, tristes,

ellos,

fieros, entre bultos

heteróclitas.

Más

y amontonamientos de cosas allá,

muías, caballos desensi-

llados o con las consabidas monturas rojas.

173

Y


RUBÉN

DARÍO

un mundo de gentes diversas, un andaníe museo de biología comparada, y una variedad de vesti-

mentas y de

tintes

que sorprenden e interesan.

Aquí está un moro berberisco, con su capucha calada que

le

cae atrás en pico: su

'traje

asemeja a una clámide con mangas que a medio brazo, y

el

aire

que se

le

llegan

poco reservado, en su

cara que llamara

campechana

gueasen de repente

instintos terribles en sus pu-

pilas.

si

Lleva las piernas desnudas,

tada, los pies descalzos.

do, rapado

el

Luego un

no relampa-

la

barba

kabila

afei-

cefilu-

cabello por delante hasta formarle

una calva sobre

el

apretado y corto pelo negro;

los ojos crueles, la boca voluntariosa bajo un

bigote escasísimo.

Luego un árabe rubio

mirada soñadora y barba

fina,

casi,

de

y un árabe more-

no, de cara afilada, mentón puntiagudo que pro-

longa

la

barba negra, cráneo alargado, gesto

y siempre duro. Luego negros colosa¿senegalenses? ¿abisinios? ¿sudaneses?

autoritario les;

Perdonad mi escasez de antropología en tan curiosas sensaciones africanas; mas lo único que os

diré,

eran,

174

es que

como esos gigantescos negros

o deben haber sido, los que cuidaban los


T

I

B R Q A S

S O L A R B

S

melosos y los Icones de la reina de Saba. Los vestidos hacen sus juegos de color en la plaza hormigueante. rosado, ya

el

Ya

es

el

jaique blanco, ya

jaique verdoso, ya

ro o leonado; ya

el

el

jaique

jaique obscu-

amplio albornoz majestuoso^

el

ya los mil turbantes de varias formas. Veo bantes rojos en

tur-

centro, y alrededor blanquísi-

el

mos, en un pesado retorcimiento de

telas, tur-

bantes blancos de centro negro, turbantes todos

negros y turbantes todos blancos; y unos que parecen hechos con camisas viejas y otros que

parecen gordas trenzas de fulares de tela es

áspera y pobre; otra os da idea del gran

señor que llan

en

Una

lujo.

la

la lleva,

por los tejidos de oro que

albornoces que indican una categoría.

bri-

Hay

ondulante seda o preciosa lana.

Hay babu-

chas ricas y babuchas miserables.

te

A

tal

a

la

comerciante

de mi amigo

le

veo una leontina semejan-

Mohamed

rostro que parece haber

pasado por

noso ambiente de París. Si cuencia en peregrinación a entre este

mundo

he vivido, con

la

Ben-lbrahim, y un

irá la

el

pecami-

también con Meca...

tan diferente al

mundo

fre-

Y paso en que

sensación de estar en un am175


RUBÉN

D

Q

A

I

O

biente de fantasía.

En

dátiles en

más lejos unas galletas de más allá, dulce de no sé qué

más

moro vende

confitura;

apetitoso aspecto; fruta;

este lado, un

allá

habas; acullá aceitunas, y almen-

dras, y pan del país hecho de un trigo especial

que llaman dura. Luego, son unos ambulantes vendedores de

babuchas y cueros, curtidos, de colores vivos, orfebrerías y tejidos de oro de Fez: chiarenaSy y jaiques

Y

hechos a mano.

en sus tenduchos,

otros mercaderes aguardan indolentes a los com-

pradores de

sillas

de montar, de turbantes, de

arneses, de puñales, de hierros y aceros distintos,

de vasos y jarras.

¿Y

las

mujeres?

Yo no he

visto sino tales envoltorios blancos, pobres viejas,

que como todas

pudor oriental de cé, en

las

mahometanas, tenían

la cara.

A

un descuido, a verle

el

una jovencita alcan-

el

rostro, por

un lado;

era hermosa,

mas me

pareció que estaba tatuada

en

Mirad

un

la mejilla.

tiene en

si

artista,

en estas tierras,

donde ver vida aparte, seres aparte, y

soñar su sueño, aparte...

Caminando

llego hasta un

grupo de gentes

que ven a un encantador de serpientes. 176

Más

lejos,


SOLARES

TIERRAS

unos aissaouas hacen sus sabidas

terribles proe-

zas. Al son de unos roncos tambores golpeados

por las manos de sus dos compañeros, brujo comienza a

mover

busto, luego todo

el

pies,

la

el

el

salvaje

cabeza primero, luego

mover

cuerpo, sin

los

en una danza de cobra, de adelante atrás o

de un lado para otro. Los moros

Uno

lencio.

le

miran en

si-

de los tamboreros echa en un brase-

ro cierto polvo resinoso, que produce fuerte hu-

mareda, en Ja

meíe

la

cabeza

cual, sin dejar el

su rítmico vaivén,

aissaoua y aspira con fuerza.

Diríase que se hipnotiza y que se anestesia.

A

poco toma un puñal agudo y se traspasa un brazo,

una mano, una

oreja, la lengua;

ase a puña-

dos brasas que uno ve que queman, pues se siente un repugnante olor a carne asada...; se

echa de barriga sobre un sable afiladísimo y se le

ve en

la piel

una herida que brota sangre...;

se mete una especie de cuña en ojo y

el

rias víboras

de un

que dicen ser venenosas y se deja

picar en los labios, en

el

cuello, en la lengua...

Los tamboreros siguen su son, un canto nasal y 12

la órbita

globo sale fuera, horroroso...; ase va-

chillón.

Para

al

que agregan

final, el

brujo feroz 177


RUBÉN toma un poco de tencia

como

DARÍO

paja, la

da a examinara

nuestros prestidigitadores,

la asis-

la

enro-

hace una pelota cníre sus ásperas manos,

lla, la

sopla en

ella

y

la

paja se enciende y arde sobre

sus palmas hasta que se consume. Los concu-

dan unos cuantos ochevos y concluye para recomenzar más tarde. rrentes

le

la

Al retirarme veo en otro extremo de

que forma un en

el

declive,

función

la

plaza,

gran muchedumbre sentada

suelo silencióse. Frente

al

grupo de albor-

noces, jaiques y turbantes de colores, se alza un

árabe de negra barba, todo vestido de blanco» tipo,

en verdad, hermoso y aristocrático. Habla,

recita.

Mi

intérprete

me

explica:

«Es

el

poeta que

cuenta cuentos». Viejos, muchachos, hombres,

le

escuchan como a quien trajese noticias de reinos extraordinarios, de países de ilusión. Bello es

espectáculo

al

armonioso

brillar del sol

de

el

la tar-

de sobre los hombres, sobre las vestiduras, sobre las cercanas casas cúbicas y blancas. El poeta,

el

narrador, dice con entonaciones admi-

rables, en su gutural

178

y ronca lengua, sus hisío-


TIERRAS

SOLARES

Y

hay algo en su declamación

rías,

del

sus cuentos.

modo

Cuando

de

recitar

de los actores franceses.

concluye, todos desfilan ante

él

y

le

dejan su óbolo.

Y

al partir

este país en

y

despedirme de ese lugar y de

al

donde jamás un tholva

leerá

de Nietszche, vuelve a mi memoria

libro

el

ravilloso, el libro glorioso, a quien se

un libro

ma-

debe tanta

magia, tanto color, tantas sanas alegrías y visiones interiores,

el

adorable Alf lailah oua lailah

Las mil noches «Está referido

cuerdo y

más

y una

— pero

noche

— que

empieza:

Alah es más sabio y más

bienhechor

— que había — en lo que

transcurrió y se presentó en la antigüedad del

tiempo y

el

pasado de

la

edad y

del

momento

un rey entre los reyes de Sassan en las la India

y de

la

islas

de

China...»

179




c ^^méi


scRiBiR sobre Venecia, insistir sobre

Venccia... ¿todavía? Bien se pudiera,

para nosotros, sobre todo, con

un poco del montón estético ruslíiniano, con Molmenti, con los mil de la bibliografía veneciana,

hacer,

al

uso del

fácil liíeraturismo,

pintorescos retazos, lequín,

dijese:

menti».

del viejo traje de Ar-

desecho de los últimos carnavales...

en mis días.

me

como

una labor de

Uno

No

podría aparecer de repente que

«Eso es de Ruskin», o «es de Mol-

Os doy mejor

mis instantáneas

lo mío,

mis impresiones,

intelectuales, a

toda

luz^

para 183


R

U

E

B

que todos

las

DARÍO

ISi

comprendan y

Esto

las vean.

me

aírae desde hace ya tiempo las simpatías de las

excelentes personas que gustan de la claridad y

de

la sencillez...

Así, pues,

guardo mi

flauta

y mi

violín,

que

me

habrían servido para ejecutar vagas rapsodias en esta ocasión,

y digo simplemente que estoy en

misma ventana del hotel Bellevue, por donde me asomaba hace cuatro años, veo la misma joya bizantina de San Marcos, las palomas, la plaza, con el Vcnecia, de nuevo, y que, desde

la

Campanile de menos, y los ingleses eternos, que van a visitar la iglesia, el palacio, y a dnr de co-

mer a

las palomas...

ré de Venecia

La primera vez me enamo-

con locura: hoy, creo que estoy

siempre enamorado de

ella,

pero haría un matri-

monio de conveniencia... No porque muerta,

como Maurice

mena no muere,

la

juzgue

Barres, porque Anadió-

sino por las malas frecuentacio-

nes y relaciones que ha tenido; no por su decadencia, sino por su profanación. Profanación del

peor vicio cosmopolita que viene a

flotar

en gón-

dola, para dar color local a sus caprichos; del ridículo

184

literario

de todas partes, que escoge


SOLARES

TIERRAS como

decoración de insensatez estos lugares di-

vinizados por

la

poesía y consagrados por

la

historia; de! dinero anglosajón y alemán que vul-

gariza los palacios y las costumbres, del turismo

que invade con sus

carneril

tropillas

de meditaciones, todo recinto de tuario de recuerdo. Esto se

desgracia! en polis.

se da

Y

es

cita.

el

la

todo rincón

todo san-

arte,

ha convertido,

joh,

ciudad de los Snobs, en Snobó-

peor snobismo existente

el

que aquí

¿Sabéis que podéis encontrar en

el

Danieli aristocracia adventicia, falsa y pentapoli-

tana? Chiflados de todas partes vienen a querer convertirse en ruiseñores y a creer que hacen brillar la

renovación de grandes nombres. Perio-

distas ricos y novelistas de París, de Londres,

de otras partes, vienen a vivir dos meses de novela pseudosentimental que les dé para ponerla

en una serie de artículos, en un volumen... Pintores de rezagado romanticismo enfermos, ultrahisterismo, rematados, ainda

ideas morbosas, llegan realizar escándalos de ríen y la Piazzeta se lista

mais

o de

llenos de

a proyectar telas y a

que los Esclavones son-

conmueve,

aun... Tal

nove-

bulevardero, busca aquí temas o decorado, 185


RUBÉN

D

para sus escenas, para su

lámparas de

las siete

la

R

A

literatura

O

I

asfalíita.

Y

Arquitectura no se apa-

gan, y las Piedras de Venecia siguen impasibles. ...Piedras de Venecia,

¿quien diría vuestros

encantos, vuestros misterios, vuestros maravillo-

sos secretos, vuesíras floraciones de idea y de arte?

Muchos

lo

han dicho

—y

el

mejor, y

mo, ese inexcusable D'Annunzio...

Y

el últi-

he aquí que

D'Annunzio se me asemeja a esa prodigiosa Venecia...

¿Raro? No

«Venecia, la celeste

la

Venecia

compañero de

sé.

Vamos

a ver.

poética, la soberbiamente dulce,

— decía

viaje,

yo a un amigo mío,

mientras

la

góndola nos

conducía en esas aguas soñolientas cuyo palu-

dismo se mezcla a tanta reminiscencia tual...

Y me esforcé

presentarle,

en hacer todo

lo posible

para

en cortas frases, una monografía

veneciana, una imagen pequeña

queño espejo, de blica, del

intelec-

la

como

en un pe

soberana y magnífica repú-

poderío antiguo, de

grandezas comerciales y

la

maravilla de sus

políticas,

de su vida ar-

tísticamente real y práctica, y cruel y terrible y

poética y sangrienta.

Le cincelé en poca prosa

un Puente de los Suspiros... Le hice ver 186

el

Ca-


SOLARES

TIERRAS

nalazzo, casi en verso, con estrofa por palacio...

Le

con mi mejor manera,

diluí,

amar y

el

la

dulzura de

ardor de amor, en ese ambiente. Le

hice sentir a Giorgione, y adorar

el

Ticiano, a su

manera. Vio de oro, de mármol y de sol amable la

ciudad de silencio, de amor y de crepúsculo.

Saqué mi

violín...

En

esto llegó, en otra góndo-

un agente de una casa de

la,

bles...

Fuimos a

Vimos mucha» y hubo que comprar. Ha-

una Venus de mármol,

pacotilla...

y mue-

los almacenes.

cosas de todas clases bía

cristalería

cristales finísimos

Recordé un cuento de

Hubo que hacer

propósito de un lindo vaso.

y a

julio Piquet,

su-

mas...

Habíamos

ñas

vendedor, para su comisión... Afuera bri-

al

llaba

en inglés... El agente hacía se-

un bello sol sobre

D'Annunzio... ¿y qué?...

el

Eso

gran

Eso

canal...

Eso

es

es nuestro tiempo.

es nuestra vida actual.

Eso

es:

pompa y

oropel, brillo y negocio... ...La

mal

el agua negra y dorados. Va adornos Relucen sus

negra góndola va por

oliente.

entre las viejas puertas, las paredes viejas y las rejas

de las famosas prisiones. El gondolero no

deja de enseñarme su lección de historia hasta 187


RUBÉN que

le

DARÍO Va

pido silencio.

gran canal. La tarde es

al

negra góndola. Sale

la

literaria.

El sol va ado-

rablemente dorando con oro violeta las aguas, y con oro rojo pálido la cúpula de San Giorgio:..

La

luz, el paisaje, la

armonía suprema natural,

horizonte «histórico»,

el

el

aire melificado por siglos

de besos de amor, los poetas que por aquí pasaron, los duxes, los conquistadores...

iQué her-

moso escenario para veinte años vírgenes y una liraí Yo tengo casi el doble, y sin palma; y el instrumento apolíneo creo que se

Buenos

me quedó

en

Aires...

Llego

al

Lido en momentos en que puedo pre-

senciar un lamentable espectáculo. D. Carlos de

Borbón y su esposa D.^ Berta de Rohan, bajan a

tierra,

de su barquilla a vapor, o a gasolina,

una especie de automóvil marítimo. Hace afíos os he hablado, con respeto y simpatía, de ese rey en

no

le

el

destierro...

ha limado

soyl»— es

la

partibus es

el

Hoy

tiempo.

le

veo y me parece que

Su

D.**

misma. El aspecto el

Berta del

— «jRohan

monarca

mismo, y su humor que se

in

trans-

parenta por sus maneras, pintado admirablemente

por Luis Bonafoux, debe ser 1«8

el

mismo.

Y Cé"


TIERRAS sar,

cl

perro, de

S O L A R t S

que hablé también hace ya tiem-

po, sigue siempre

al

lado del amo, símbolo de

la

carlista fidelidad.

Conozco

mayor

la

parte

con sus extrarías

nuestras,

de las repúblicas políticas

movidas

desde los palacios presidenciales y casas de distintos colores,

dar

la

presó

y llego a este propósito a recor-

ocurrencia que en una revista francesa ex-

un

chispeante

argentino,

escritor

Luis

B. Tamini: Los pueblos latinoamericanos unidos en un gran imperio o reino, y proclamado y coronado señor, D. Carlos de Borbónl La broma

da que pensar, sobre todo,

si

se han leído los

versos en que un poeta y diplomático del Perú, el

distinguido Sr.

Chocano, dice con su épica

trompa:

Ve

a Porfirio

Grande y Quien

Los

le

si él

es fuerte y es grande,

fuerte es su pueblo.

Y

él

nos da

la lección.

diga tirano, ya sabrá que en América

rieles

Yo no

I:

que se clavan son los

grilletes

de hoy.

sé lo que dirán de eso mejicanos poco

entusiastas por los rieles del presidente Díaz,

como

cl

escritor

Ciro Cebdilos.

Mas

volviendo 189


RUBÉN me

a D. Carlos, no

que

inicia

DARÍO uniría

yo a

Tamini, desde que

la

proclamación

he visto

le

salir

de

6u lanchiía a vapor en las playas de ese Lido por

donde vaga

recuerdo de Byron. Le he visto,

el

muy elegante, muy muy sportmant, muy inglés, con

con su esposa, se, él

ella

doblado

breriío de paja y

lones,

como

británica.

el

allí

su som-

ruedo de los panta-

es de uso entre

Hasta

parisien-

la

correcta gente

todo va perfectamente.

Mas

¿esa banderita española que parte los corazones, en

la

popa de

patrióiica,

automóvil? ¿Y esos macomo comparsas de zarzuela

la lanchiía

rineros, vestidos

con cintas amarillas y rojas en

vesti-

dos y sombreros?... |Oh, Daudeí, oh, Volíairet

Llevo en

la

obscura barca

rres, cullivando

el

libro en

que Ba-

siempre su yo, realiza preciosas

páginas de amable

filosofía.

Y me

fijo

en las que

hablan de «las sombras que flotan sobre ¡os ponientes

del Adriático».

Goethe, otra otra las

la del

la

Es una

la

sereno

del sentimental Chateaubriand,

borrascoso lord Byron, dos unidas,

de Musset y George 5and; otra

190

del

la del pintor


T

SOLARES

E Q Q A S

1

suicida,

Leopoldo Robert; luego

de Gauíier,

de Taine,

la

la

de Wagner. Pienso que esas som-

la

bras tienen mucha culpa, con los evocadores de ellas,

de que

la

encantada ciudad pueda justa-

mente ser dominada Snobópolis. Desde más de un honesto burgués atacado de mal de novela

vivi-

da, hasta los equívocos Aldesward, se acogen^

quién

a

al

amparo de

...iMusset,

la del

sesudo Tai"

dejan tranquila.

la

George Sandí Acaba de publicarse

correspondencia de ese famoso par de román-

ticos,

de

sombra de Musset, quién

de Wagner. Solamente a

la

ne sospecho que

la

la

la

y no por pura indiscrección del encargado publicación o de las familias respectivas^

sino por postuma voluntad de aquella terrible señora, que pensó en

dad

el

futuro, en

que

del porvenir tendría interés en

timidades poco delicadas, y ción del

ménage a

la

la

humani-

saber sus in-

estupenda situa-

trois sentimental y físico

que

sostuvieron su inaudito carácter y su extraordi* nario temperamento. Sand, Musset, Pagello...

Da pena

leer

esas cartas, pena por

el

pobre

Musset, jovencito, soñador, alcvoholizado, y en

manos de semejante

literata!

La

literatura

los

191


U

R

DARÍO

N

E

U

unió, y Pagcllo, que

aparece el

como

allí

el

único que está en

amantes, apenas

canza a

el

más

Oigo, por bajo

el

Vuelvo a

la

A

los

dos curiosos

velo de oro de

la gloria al-

mismos

fue-

letíre.

noche, en

el

taciturno cielo,

la

literaturas,

interesante bruto. Él es

la vida.

librarlos del ridículo. Ellos

ron snobs a van/ la

les,

no entendía de

góndola y me

silencio de los cana-

como eco de

cantos.

hacia en donde,

dirijo

en una gran barca adornada de farolillos de co-

suenan violines y

y guitarras. Allí, una graciosa muchacha, acompañada por los

lores,

flautas

instrumentos, canta sus canciones. La barca está

rodeada de góndolas, y todos los que han llega-

do atraídos por seguramente y hay

allí,

la

armonía, escuchan.

espíritus de pasión,

Hay

allí

almas de ideas;

seguramente, de los cosmopolitas de

Snobópolis.

Hay

quienes, silenciosos, sueñan su

sueño, y quienes se engañan a

mismos, en una

aventura de farsa, en una comedia amorosa, artística

o

uno de

literaria.

De todas maneras,

es este aún

los lugares de la tierra en donde, los

enamorados

del

amor o de sus

visiones, pueden

encontrar un refugio, a despecho de los profanos 192


SOLARES

TIERRAS Aunque se

invasores.

no puede haber

quiera,

on automóvil. No hay más que

de D. Carlos

el

sobre las aguas... Se puede también apartar por

momentos, mejor que en ninguna

parte, la dolo-

rosa realidad cotidiana. «El único medio eficaz

de soportar

la vida,

es olvidar

la

vida», dice

el

ya citado M. Taine. Aquí se puede gozar de ese olvido, pues Venecia, todavía, a pesar de los

judíos de las fábricas de vidrios, a pesar de los clientes del

café Fiorián, a pesar de los estetas

de larga cabellera, es un país de sueño y de sión,

ilu-

Y

un reino florido de versos y de melodías.

la belleza

de las mujeres venecianas, consagrada

en rimas y en cuadros magistrales, con sus gloriosas cabezas que Ticiano amaba, está desírucrible, atractiva,

demandando

del canto y el tributo del

ran,

no

tras,

como

terribles la

amor.

la

allí, in-

ofrenda

Amor que

inspi-

y estrepitosas Pentesileas de

ilustre

jamona

del lírico

le-

de Las

Noches, sino prodigios de gracia y de decoro juveniles, primaverales,

casi

aquella divina /

impúber condesa que adoró a Byron.

Guiccioli,

tiempo 13

como

cuyo nombre vibra en

como un

trino

la

la

noche del

de italiano ruiseñor. 193





NA vuelta por da

al

la

Cascine, una recorri-

Lungarno, un saludo a Miguel

Ángel, una reverencia a Dante, y des-

pués de subir por

la

puerta

Romana

a

resi irar el

dulce aire en que se recrea la vegetación florida

que rodea

al

amable San Miniaío, descender por

este suelo que hollaron los pies de Beatriz, hacia la ciudad.

Luego, pasar por

las venerables

cons-

trucciones de dominó, detenerse un rato en el

Gambrinus,

e

ir

en seguida a un resíaurant, en

donde no se coma a

la

francesa, y en

balancee en su armazón de níquel

el

donde se grande y 197


RUBÉN

DARÍO

panzudo frasco de purísimo vino íoscano. Es un buen programa para turista que va de prisa. Si sois artistas, esta ciudad es para largas perma-

nencias, para venir a pintar un gran cuadro, vivir

una

un gran

bella vida, escribir

fuese uno

rada por

más en

la vieja

la

aunque

libro...,

inmensa bibliografía

urbe florida de los

lirios

inspi-

y de las

rosas.

Por

la

noche he ido

al teatro

en que cantan

Paccini y Bonci. Aquí no se exige

como

el traje

de

la

eti-

queta.

Es algo

que

que en otras partes es función extraordi-

lo

así

si

se diese a entender

naria y singular divertimiento, aquí es espectáculo natural

y propio.

Se

está en casa de la Opera,

de confianza. Magnífica orquesta, concurrencia, en donde brillaban

hermosísimos ojos de luz negra, o de

ardientes resplandores azules; copiosas cabelleras de heroínas d'annunzianas, y un ambiente de

comunicativa alegría.

son los viejos Puriíaniy

que se cantan. Gloria a

los la

Y

la

música antigua, a

melodiosa ópera romántica, a los maestros

que nos deleitan sin fatigarnos mucho con

el

193

«vapor del

arte».

el

cerebro,

Las músicas nuevas y


SOLARES

TIERRAS sabias son para

cabeza: las que encantaron a

la

nuestros abuelos son para

el

corazón. Feliz quien

puede todavía gustar de esos goces de antaño, y salir del teatro

alada,

como

con

imaginación fresca,

la

el

alma

respirando un recién cortado bou-

quef de ilusiones,

y,

como en

sados recuerdos, o en

la

el

encanto de pa-

esperanza de amor aún,

tarareando una romanza que aún no han alean-

do a

ajar los callejeros organillos.

PEQUEÑA ÓPERA LÍRICA

Por

la

mañana, después de

leer los

versos de

un poeta joven y ardoroso, R. Blanco Fombona, he tenido una singular soñación, de esta manera...:

«En cuanto a

«Pequeña ópera

la

lírica»,

conocimiento mío. Lo del cardenal

persona del autor de esta diré

vi la

que es un antiguo

primera vez en casa

de Ferrara, en Roma, y

allí

nos pre-

sentó en términos amables y corteses, messer Gabriel Cesano. Juntos visitamos frecuentemente

en sus horas laboriosas Cellini, a quien

po después en

al

insigne Benvenuto

solíamos acompañar, algún tiem-

la

ciudad de Florencia, cuando sa199


RUBÉN lía

D

Q

A

O

]

de pasco y aventura, durante cuatro días que

allí

permaneció. Benvenuío

cariño, porque

en estima y

lo tenía

mostraba un

una

gentil hablar,

gallarda figura y un ímpetu brillante para censas

de placer y pendencia, además de sus relaciones

con

las

musas, docto en finas rimas, finas dagas

y finas palabras. Desrazonábamos a

la luz

de

la

luna, a las orillas del Arno. Él tenía a veces sú-

bitos arranques de intransigencia

como escudo

y ponía yo

paciencia fuerte, para no acabar

amor en choque y sangre. Mi mayor edad me daba más tranquilos argumentos. Las discusiones eran sobre Cristo Nuestro Setanto intelecto de

ñor, sobre

el

poder de Venus, sobre

un salero de oro.

Me

el

mérito de

solía repetir sentencias de

graves pensadores y exámetros de sensuales poetas. Fraternizábamos en Epicuro, pero yo cre-

yendo siempre en jesús santo, y él no. Me repetía con frecuencia un apotegma del sesudo y honesto

daña

Marco al

Aurelio:

mundo, y en

«En

general,

particular

el

vicio

no

no daña sino a

aquel que no puede abandonarlo cuando quiere.»

Tenía las más suaves y amables maneras y las

más

inesperadas y agresivas sonrisas.

200

Una no-


SOLARES

TIERRAS

mozo, se armó

che, en una hostería, apaleó a un

camorra, sacó escurrí.

sas. El

la

espada, llegó

la jusíicia,

yo me

Sus frecuenfaciones eran de todas guimismo día en que me presentó a un gran-

de de España,

le vi

hablar con gentes equívocas.

«La vida es eso», coníesíaba a mi exírañeza. Era gran partidario de los Médicis y amaba sobre todo a Lorenzo, porque era poeta y se apellidaba Magnífico. Apenas había comenzado a vivir

el

verdaderamente, y ya quería escribir el diario de su vida. Era injusto, porque la juventud es pasión

y

la

pasión no es

jusíicia.

Yo

nuestro gran Benvenuto: «Tutli sorte, che

tuosa, o

hanno

si

faíío

essendo

mano

descrivere

veriíieri e la

be cominciare una

le virtü

uomini d'ogni

somigiie, dove-

da bene,

loro vita: tal

gli

qualche cosa che sia vir-

veramente che

rieno,

observaba con

le

di lor

ma non

bella impresa,

si

propria

dovcrre-

prima che

passdíto Teta de quarant'anni». Partió a Flandes; llegó a París y fué favorecido por co.

Tuvo una

Cellini,

por

riña

e hirió

lo cual fué

el

rey Francis-

con La Primatrice a causa del

gravemente a un mal enemigo, a prisión. Seguía siempre

vo de su individuo, y

el

de los versos, y

el culti-

el

de su 201


RUBÉN

DARÍO

fresca y valiente vida. Concluía una carta suya

que

recibí en Florencia,

compone

«et ¡n ¡sto vitas habitu Iliter».

Tan pronto

con una

placide,

de

la infancia

non mo-

rumor de guerra en cual-

oía

quier parte, quería volar, buscaba relincha en Job.

de Séneca...

cita

Amador de gozo,

el

caballo que

había sido des-

sabedor de sufrimiento; y en su

fra-

gante primavera, miraba a todos lados azorado, cual

si

sospechase que iban de pronto a

salir ca-

bezas de lobos de entre las rosas. Desconfiaba

de

la

más

dulce amistad, pues en

el

corazón de

cada próximo bien podía haber un nido de dias.

Gustaba largamente

del

buen vino de Espa-

ña, del excelente acero, de la carne en

exaltaba con facilidad,

ba en un instante a

la

perfi-

mas de

la

blandura.

flor.

Se

violencia pasa-

Un

día,

con mes-

ser Luigi Alamanni, que era alegre y razonable,

por una cuestión de

arte, casi llega

a

la

ofensa.

Guardaba en su estancia hermosas armas,

ricas

de poemas, camafeos de diosas y figuras itifálicas. Dejé de verlo por la ausencia.

sedas, libros

Un

Luego, no supe más de

él.

mano me

conocimiento de que ha-

dijo estar en

nuestro amigo ro-

biendo partido a un país lejano y entrado en 202


SOLARES

TIERRAS

guerras, se había hecho coronar rey. Otro refirió

que

metido

lo

me

habían matado. Otro que se había

fraile.

...Hoy, en una

mañana ardorosa de

das de Mayo, del año de 1904, en

la

las calen-

ciudad de

Florencia, he escrito las líneas anteriores, que he leído varias veces

con meditación y cuidado. ¿Lo

que contienen, es una creación de bien un la

fijo

la fantasía,

o

recuerdo de una pasada realidad, o

concentración de un sueño?... Pasemos. Pa-

semos...

Un poco

de barata sabiduría alcánica

no haría mal; o un poco de teosofía hindú y de H. P. B.

No me

interesan esas proezas. El

que tenga ojos que vea. ¡Para los demás todo es inútil!

El Arno está

allí,

no

de donde escribo.

lejos

Acabo de ver una vez más

el

Perseo, los sátiros que rodean

al

palacio viejo,

el

Biancone... Es-

toy saturado de italianidad y de floreníinismo...

Doy

a Dios gracias por los aislamientos intelec-

tuales que

me

procura, y por lo lejos que estoy

de tantas otras gentes...

Y

gusto los versos de

este poeta hispanoamericano, que es

tan de

Italia,

asimismo

tan del Renacimiento, aunque sea

203


RUBÉN muy

DARÍO

de hoy y tenga sangre española, y hiya na-

cido en Caracas y habite en París. «Pequeña

ópera

instrumento

el

¿qué me importa cómo se llame

lírica»...

si

suena bien y seduce

El instrumento suena ya

Venecia, ya ricana,

como una

la

armonía?

como una mandolina de

melancólica guitarra ame-

o bien como una

de arte nuevo Mas,

lira

quien lo toca, íenedlo por seguro, es un hombre;

un hombre que dice

la

verdad de su sentimiento

y de su pensamiento,' a veces

mente posible, a veces pagando

momento

al

intelectual

sía castellana

ya

la

lo el

más

personal-

natural tributo

por que pasa

la

joven poe-

Ha pasado

de ambos continentes.

primera tentativa de Querubín, D. Juan se

pueda

afirma, sin que

evitar,

un instante u otro,

un acceso de sentimentalismo, pues tiene pupilas

que contemplan

el

crepúsculo y oídos que oyen

la revelación de un son de flauta.

mo

Un

donjuanis-

a veces pensativo, a veces precioso, a veces

felino...

Como

de su don Juan gato. El dirá

el

encanto de las piedras preciosas, madrigalizará arcaicamente, pegará

Mas, cuando

lo

que debe a

dice: Vida, es

la literatura.

de verdad, y parece

que se desnudase, que se pusiese en pleno sol en 204


SOLARES

TIERRAS

de su animalidad, con

el orgrullo

ímpelu de ha-

el

cer cosas fuertes y naturales, primitivas, que nifiestan energía,

músculo y voluntad.

Y

ma-

así con-

tradice al espíritu de decadencia un soplo de hu-

manismo. El cansancio, fermedad de filosofías

un

la tristeza

urbana,

las lecturas, el residuo

la

en-

de las varias

apuradas, dan paso a un soplo sano, a

aire germinal, a

un aliento agrario.

...Me dan ganas

de beber leche, de domar un potro,

de atravesar un

río...

Esto está ajeno a las parodias de corrupción estética

que infestan algunos de nuestros rinco-

nes

literarios,

mo

de importación, «porque así se hace ahora»,

verlenianismo por fuerza,

sibilinis-

cosas que a muchos parecen nuevas, y que ya son, en verdad,

de acción,

la

la frente, la

poesía

le

Hombre enérgico, va bien, como el laurel a

viejas.

banderola a

casco. ¿Por qué |oh,

muy

te

la

lanza y

el

penacho

al

habías de dejar contagiar,

amigo de Benvenuto y de Lorenzo!, por

rebajamiento de las aspiraciones, por

la

el

humilla-

ción ante su propia conciencia, por las petifes

205


RUBÉN

DARÍO

saleíées del liíeraturismo industrial que privan en las bajas regiones de la mentalidad parisiense,

o

mejor dicho, bulevardera? Si caes, tanto peor para

ti,

y rompe, antes, tus relaciones epistola-

hombros

res con la Primavera, y encógete de

ante los pañuelos blancos que dicen adiós. leído estos versos

menta siempre a

con

el

He

placer que se experi-

la influencia

de

la

juventud, con

todos sus bellos excesos, exuberancias e

irrefle-

xiones. Tal fosco aspecto de ateísmo,

conta-

gio de superhombría germánica,

tal

tül

ligereza de

expresión, no van con mis pensares y mis gustos.

Lo que

sí va,

neral, y a la

es

femenina

continua tendencia a la vida,

amor

el

a

Belleza en ge-

la

belleza en particular,

la vida,

a

y

la

dominación de

la

con sus países de ensueño y sus realida-

des armoniosas, productoras, floréales, genésicas.

Va

ese gran placer del sensitivo que toca los

nervios del

mundo

y los siente vibrar

con sus nervios; va so, y la savia

el

pagana y

culto del la

al

unísono

beso y del vjr-

locura sensual de toda

panida. El grupo de rimas es corto. Siete cañas tiene la siringa,

206

y de cada una de ellas

fluirá

una

rít-


TIERRAS mica voz.

No

SOLARES

alargaré esta disertación sobre la

breve ópera en que se canta un alma. Sería fabricar un baúl para un collar de perlas o «hacer

una

casa para un ruiseñor.»

ITALOTERAPIA

El mejor sistema de curación para los to,

inmensos para

la

capitales, para

el

la fatiga

hastío de! tumul-

pereza cerebral, para

la

neurastenia que os hace ver tan sólo bil

y oscuro de vuestra vida: este

tes, estos

de

desolante

el

lado dé-

sol, estas

gen-

recuerdos, esta poesía, estas piedras,

viejas.

207



14



WATERLOO

uando descendí

me

condujo a recorrer

batalla. ral.

un carruaje

del íren,

el

campo de

Hacía un bello día primave-

La vasía campiíia verde se extendía baña-

da de sol fresco, de

luz dulce.

Y

fué primero el

gran recuerdo de Hugo, narrando

la

formidable

caída del dueño del águila, y a los sonoros cía* riñes líricos

y a

las terribles trompetas épicas

apareció todo lo que

el

arte

ha creado por obra

del más tempestuoso derrumbamiento de gloria

y de soberbia que hayan visto tonces

me convencía

los siglos.

Y

en-

de que en realidad no puede 211


RUBÉN

DARÍO

ya fácilmente concebirse otro Napoleón que

Napoleón idealizado de sos de Heine,

el

la

leyenda,

el

de los cuadros lívidos de Henri

de Groux. Los lugares de peregrinación y de rismo,

la realidad

las colecciones

la

diós,^

tu-

de las reliquias conservadas en

que se exhiben, todo contribuye

a afirmar mayormente

de

el

de los ver-

el

carácter exírahumano

acción que tuvo entre los hombres

cuyas cenizas están bajo

la

el

scmi-

cúpula de los

Inválidos. (Semidiós..., cenizas, cenizas de semidiós..., ¡mísero planeta!) El

gran león conme-

morativo se alza sobre su alto pcdeslal; los mo-

numentos dicen en guerreros; la

letras

borrosas nombres de

Ferme Papeloíte

alza su torrecilla

Hougomont aún mantremendo capítulo de Los mise-

sobre las blancas paredes; tiene ruinoso el

rabies, las ruinas de la capilla,

quemados,

el

pozo; todo es

el

del magnífico trozo de historia

suerte del

mundo. Aun

temporáneo de

la

tal

la

patente

que cambió

la

tronco de árbol, con-

sangrienta función, se yergue,

destrozado y mordido por dad, o

Cristo de pies

la ilustración

la

curiosidad o

la pie-

admiración de estrictos visitantes. La

Belíe Alliance, blanca y vieja, junto a la verde

S12


SOLARES

TIERRAS alameda, da su testimonio el

como una

cuartel general de Wéllington

vende leche

fresca.

un galpón, está

el

dos en Waíerlóo.

En

abuela.

En

hay un café y se anciano, bajo

el castillo

carretón y los barriles, toma-

Y en

un hotel inglés en que hay

un bar, se exhiben huesos, balas desenterradas, apolilladas casacas, petits-chapeaux, autógrafos

de Blucher, Wéllington y otros del

Times que dieron cuenta de

jefes,

números

la batalla,

sables

franceses, holandeses, ingleses, hierros viejos,

memorias ment, da

viejas.

Una

vieja inglesa

la explicación,

vende

Después, uno, se toma,

al

hace

el

tarjetas postales...

lado, un bcck, o un

whisky-and-soda, entre ingleses, que no

pensando en

la

boni-

leyenda del Águila, en

el

faltan,

inmenso

Napoleón, semidiós en cenizas.

Y

he ahí que

al

dejar

el

vasto

campo en

el

Mont-Saint-Jean, en donde tanta sangre se derra-

por el Cabito, por el Pelón, por uno de los

más tremendos rra, harta

azotes de Dios, cae sobre

de osamentas,

la clara

azules cielos. Vacas rojas,

pacen sobre

campesino

la felpa

ara.

bondad de los

manchadas de blanco,

ondulada de

&uena a

la tie-

lo lejos

la llanura.

un mugido.

Un Un

213


U B

Q

DARÍO

N

B

pájaro pasa sobre mi cabeza, Tranquilidad.

como una

flecha.

Mayo. Paz.

POR EL RHIN Adiós, Colonia, que aprendí a amar en Heine,

y que me eres grata por tu catedral portentosa, por el agua que inventó Fariña y por mi amigo Johan Fasíhenrath, que traduce a los poetas españoles y ha llevado

al zorrillesco

idioma del Doctor Fausto.

D. Juan Te-

norio a hablar en

el

Te saludo por

las

once mil vírgenes que desem-

barcaron en

suelo, guiadas por la divina Úr-

sula; por

por

el

tu

Conrado de Hochsteden,

tu

Arzobispo;

arquitecto de tu fábrica sagrada, que entró

en tratos con

diablo antes que

el

Margarita; por

el

amante de

bravo obispo Engelbert [de

el

Falkembourg y por Hermann Gryn, cuyas armas aún he podido contemplar esculpidas en tu rathaus. Llevo de barcas, del

domo

ti

la

visión de tus puentes de

labrado que erige

to sus oraciones de piedra, iglesia,

al

firmamen-

armoniosa y severa

hermana gótica de las maravillas de

Burgos, de París, de las antiguas basílicas de 214


SOLARES

TIERRAS las ciudades

meníe;

el

que antaño sabían orar caíólica-

magnífico esplendor moderno de tus

construcciones, de tus paseos entrevistos y de

una emperatriz Augusta, marmórea y serena, sentada sobre su blanco pedestal ante un plantío casi heraldizado de tulipanes multicolores. jEl Rhin!

Y

siempre

por todas partes...

Wagner, y

las

Y

la

vasta sombra hugueana

sombra de otro coloso,

la

armoniosas baladas de tantos

poetas. Perm.iíid que, por primera vez, cite versos

ñ propósito, de un poeta que

me

es íntimamente

personal y querido: la celeste

...;

Grctchcn; claro de luna; del ruiseñor; y en la luz

el aria, el

nido

una roca agreste,

de nieve que del cielo llega

y baña a una hermosura que suspira la

queja vaga que a

la

Loreley en

la

Y

agua ózul

sobre

el

noche entrega

lengua de el

la lira.

caballero

Lohengrín; y su cisne, cual

un cincelado témpano

si

fuese

viajero,

con su cuello enarcado en forma de S.

Y

del divino Enrique Heine

un canto 215


£ U a

DAR

N

É

B

la orilla del Rhin;

Wolfang y de

la

y del divino

larga cabellera,

uva teutona

la

O

¡

el

el

manto:

blanco vino.

El vaporciío, flamante y elegante, sale por río.

hacia Maguncia. Miro a un lado

verde, y a otro la

fila

la

el

campaña

de grises edificios comer-

Hay una que otra chimenea su humo. Se oye el rumor de la ciu-

ciales y marítimos.

que lanza dad, y a

y

lo lejos el

agudo clamor áz una

sirena.

antes de las últimas villas y chalets que seña-

lan

el

término de población, alcanzo a divisar

una especie de gigantesco guerrero, rey de dra, o

monumental burgrave que aparece como

una evocación de

Y

comienza

tillos

pie-

el

la

pasada feudalidad teutónica.

desfile

de

castillos,

de esos cas-

de cuento y de grabado que han deleitado

nuestra infancia en páginas de dorados libros,

en antiguos almanaques

keepsakes.

Y

o en ornamentados

sobre las torres arruinadas, o so-

bre las restauradas almenas, pasa

el

vuelo de las

tradiciones legendarias.

Y

es

el

pasado recóndito,

la

Media «enorme y delicada >, o 216

prodigiosa los

Edad

nombres de


T

SOLARES

E Q Q A S

J

ayer, resplandecientes de gloria y sonoros de

He

armonía.

su

castillo

aquí ya Bonn, que,

más

altas

que

de Poppclsdorf, levanta dos banderas

de gloria: Arndt, Beeíhoven. He aquí las

montañas a un

lado, y a otro

el

siete

derruido Godes-

bcrg; y una vasta procesión de poéticas resurrec-

¿Son nombres? ¿Son

ciones empieza. cien

creaciones de

y de lira

la

¿Son Son un nmndo de

cincuenta nombres? mil?

la historia,

de

la fantasía

popular

celeste potencia de los maestros de la

y del arpa.

tras vais

Y sucede

que, a menudo, mien-

pensando en una brumosa soñación, o

mirando con los ojos de vuestra mente ras de luz de luna, nacidas de

la

las figu-

melodía de los

poemas, pasa de pronto ante vuestros carnales ojos,

por

la

cultivada ribera, a perderse en la ne-

grura de un túnel, una locomotora, que arrastra

su cauda de vagones.

Cuando Hugo vino

toda-

vía no había ferrocarriles en estas regiones que sintieron antaño

el

paso de los dragones y de

los gigantes. El maestro recogió las la

sagas rhenanas, y los

prosa suya, hecha

repitió

como con

muchos ecos de y aprisionó en

las

mismas rocas

duras de los montes y de los cimientos indestruc217


RUBÉN

DARÍO

de los castillos señoriales. Pero las leyen-

tibies

das son innumerables y vencen

Su gran enemigo,

glos.

toca y transforma.

al

paso de los

si-

el

progreso, apenas laa

Lo que

es estudio folklórico

para los eruditos, vive y palpita siempre en imaginación y en el corazón populares y en

la el

santuario de los incontaminados poetas. ...Gryn, el

matador de leones, pasa. Surgen

entre las viejas piedras, en las leyendas ciudada-

nas, testas de fieros a zobispos, o de duros y se-

veros burgomaestres. Soberbios bandidos son

amados, antes que Hernani, por

deliciosas y de-

licadas castellanas. Entre huestes semejantes a

perros rabiosos, florecen dulces rubias que melifican el espanto de las torturas

y carnicerías.

Caballeros que parten en peregrinación a Palestina,

son salvados de

las desgracias

por

el

Se-

ñor, a quien elevan capillas votivas. El milagro

como en Jacobo de Vorágine; hay dragones como en las vidas de los santos, y gigantes como en las Mil y una Noches^ y aparecidos como en los cuentos del pueblo. Mujeres ideales,

florece

de ojos azules, son

lirios

de felicidad y rosas de

consagración. Bárbaros velludos 21S

como osos y


SOLARES

TIERRAS feroces

como

mueren de amor por

tigres, se

las

blancas y finas adoradas. Princesas de lángui-

dos cuellos cantan romanzas acompafíándose con

el

arpa, ante reyes paternales, de largas

barbas y ojos pensativos. Peregrinos tocan a las puertas de los castillos en noches tempestuosas.

Los alquimistas hacen

Los templarios

tareas.

zan, en

la

oro en sus nocturnas

el

combaten,

o

empla-

hoguera, a sus verdugos, ante

tribunal de Dios.

Los cuernos de caza hacen

el

re-

sonar los bosques y los rudos cazadores persi-

guen en caballos como huracanes, ciervos y jabalíes. Lorelay, envuelta en gasa lunar, melodiosa,

amorosa, peligrosa,

mujer, la ilusión, la

la

sirena, se sienta en su roca.

Antorchas llameantes cos.

San Clemente

furia del río

brillan

libra

a

la

entre los peñas-

suave

Ina,

de

la

y de los bandidos. Uta, muere abra-

zada a su amante Reichenstein, en un suicidio

amoroso que ha de ser, corriendo los tiempos, un común faits-divers. El Arzobispo Haíío, a quien

la

historia

alaba y

la

leyenda vitupera,

muere, por castigo de Dios, a causa de su mal corazón,

comido por

los ratones.

El

Conde 319


RUBÉN Eppo

DARÍO

encuentra en una montaña a una bella jo-

ven robada por un gigante;

y,

con ayuda de

la

Santísima Trinidad, salva a

la

dama y echa

al

monstruo en un precipicio en donde muere despedazado. La enorme persona de Cario aparece aquí,

allá.

Su

Magno

Emma, casada

hija

contra

su voluntad, va a habitar con su esposo Egimardo, en

el

campo; luego

el

emperador, ante

ellos,

un día que los encuentra por casualidad, y los reconoce,

felices, les

perdona y

ELmismo César

lacio.

siones, con

el

les lleva a

sale, en coche, en

su paexcur-

bandido Elbegart, que es un ban-

dido cuerdo y valiente. Condes viólenlos y caprichosos son vencidos en sus mansiones feudaes por

la

unión de los comerciantes de las ciuda-

des coligadas. El caballero de Stanferberg se

enamora de una ondina y es correspondido; luego es infiel a su juramento de amor y es castigado por

Una

la

cólera de las ondas vengadoras.

sirena discreta y hacendosa, va a hilar en la

rueca, a ella.

la

casa de un joven que se apasiona por

Una noche

aguas

del Rhin,

la

y muere

los cristales del río.

220

sigue, la ve entrar en las

Los

al

lanzarse tras ella en

espíritus salen

de las


SOLARES

TIERRAS tumbas a amonestar a tunantes.

los caballeros

Lobos furiosos castigan a

sas que, enamoradas de castidad y su don

los

demasiado las profeti-

hombres, pierden su

pitónico.

Bodegas ocultas

guardan un vino de dioses que inútilmente es

buscado en

los

campos

misteriosos. El diablo,

Satanás en persona, sale de sus abismos y entra en tratos con las personas que andan en apuros

y dificultades, y las saca de

alma y de

la

ellos,

a trueque del

salvación eterna. Pero Nuestra Se-

ñora suele aparecer a tiempo con su poder, y manda a los infiernos al perverso demonio. Un joven pintor ve de noche renovarse en Oppen-

meins, entre esqueletos, una batalla entre suecos

y españoles, de diestra

la

caballería

guerra de Treinta años.

conduce a

la

Una

dama que

la

monta y a la que se quiere casar por ftierza, a la mansión de su amante. Y cien y cien más páginas, de sangre y de bruma, de luz pálida o de

resplandores rojos, hasta llegar a esa Maguncia

famosa en que nació cifer

el

hombre que después Lu-

ha hecho mayor competencia

al

Creador:

Gutenberg. Desfile de castillos, desfile de leyendas, revuelo

221


RUBÉN

D

de poesía y de encanto

por

ras,

por

el

polvo de bella.

río sereno,

el

O

¡

en este viaje de ho-

elernamcníe perfumada

vino pálido que dan las viñas de sus ori-

y

llas,

lírico,

Q

A

Adelaida

cania la

ruina nace en

von el

«Del

Síolíerfoíh:

más

Rhin una vida

Giran los espíritus que por tanto tiempo

han descansado en

las

tumbas; resuenan las

canciones con extraños saludos que yo debo

re-

suavemente en mis canciones y en mis ensueños. Cuando veo volar al pájaro en hs altu-

petir

ras del azul del aire; cuando veo deslizarse los

barcos en

la

de las brumas grises,

lejanía

parece que dice palabras

el

pájaro

al

espacios, y otras palabras escucho

paso de

no d^ al

la

arte,

canlo de

to a

embarcación.» de americanas la

Y

yo

me

hender los rápido

al

tarrbién, peregri-

tierras,

hecho

vida launa, he puesto

el

al sol

y

cído aten-

esas palabras de las aves y de las barcas

germánicas, y de esa bruma he visto surgir

la

eterna gracia de las almas aladas,

la

sagrada poesía, a odios humanos, ses mcdcrrcs,

la

ni las ni la

cual

no vencerán

sequedades de los

de

ni los

intere-

mediocridad de las chata»

cabezas de los regeneradores 222

la virtud

igualitarios.

Pues


T la

SOLARES

E Q R A 3

I

soberanía del espíritu se basa en lo que está

más

allá del bien

planeta

y del mal, más

mismo y de nuestros concentos de

dad y de mentira: en

FRANCFORT

lo infinito,

triste,

honrada, judía.

pesar del abuso del artnouveau que

como

ver-

en lo absoluto.

S. M.

Francfort, ciudad seca,

A

de nuestro

allá

la

invade

a rodas las ciudades alemanas, a pesar de

8US tranvías eléctricos y de los palacios moder-

nos de sus banqueros,

tiene

un

aire

de antigüe-

dad, un olor de vejez y un sello imborrable de

ghetto y el

á<¿

judengasse. Por algo hacen detener

carruaje cuando,

al

os señalan una casita ca,

pasar por vieillotte

la calle

Boerne,

de estampa, blan-

con su fachada terminada en punta, sus ven-

tanas con cortinillas de encaje, sus dos rejas de hierro en la parte baja.

cuna allí

del

Es

la

casa- madre,

poder de los Roíhschild.

manejó sus primeros millones

Judeorum, tronco de

los

la

Allí vivió el

viejo

y rex

barones de hoy. La se-

quedad y la tristeza de esta ciudad de finanzas apenas es alegrada aquí, allá, por la figura de 223


RUBÉN

D

R

A

O

1

mármol o de bronze de un pensador, de un

más

poeta. Aquí Schiller, allá Goethe,

Pasan

sing.

tipos de ShiJock, o

cas, por las calles en

de

la

como

allá

hermosas Rebe-

donde se alzan

extraña en esta tierra de circuncisos.

de los negocios,

no hay lugar más

teatros están cerrados.

anda por

las calles.

triste.

A

A

el

De noya los

las diez,

y media, nadie

las diez

Tanto como

En

la agita-

ción de los rapaces mercaderes de oro.

el arte

muros

los

sinagoga. La restaurada catedral se ve

día, se siente el hervor

che,

Les-

catolicismo,

el

parece estar aquí en dominio ajeno. Ape-

nas se sabe aquí que existe un museo Goethe, en donde, junto con documentos iconográficos, se

guardan objetos y manuscritos

del

gran alemán.

El verdadero santuario de Francfort del Mein, es la casita

de verjas de hierro y de las

cortinillas

blancas; la casa de los viejos Roíhschild.

La sombra César

del

israelita,

Emperador de

adoración

mammónica

grande que

la del

íher

la

más ignorado Gun-

contemporánea,

remoto y casi

Schwarzburg, y aun que

la

del fabuloso

Carlomagno, cuya estatua se alza en 224

banca, del

se ve, por los ojos de nuestra

el

rojo y


SOLARES

TIERRAS viejo puente sobre

el

río

moroso que

divide la

población.

HAMBURQO O BL REINO DE LOS CISNES

Huysmans ha sido injusto con Hamburgo, y su duro humor se ha expresado en párrafos acres. Es que Duríal no fué a visitar el paraíso de los cisnes, y

M. Folaníin comió mal a dos marcos

cincuenta. latina,

Hamburgo

es alegre, casi con alegría

en cuanto cabe en un centro sajón.

burgo es

la

Ham-

ciudad trabajadora, negociante, inde-

pendiente, con su estricto senado, sus fábricas,

sus canales, sus grandes hoteles, sus almacenes copiosos, y es también

la

ciudad que se divierte

se embellece, coquetea con

el

extranjero, tiene

un

San Panuque que se parece a Montmaríre como la cerveza al champaña, cates al aire libre, su

a

la orilla del Alster

animado de

yates,

y a donde

se va en vaporcitos, y en donde, los domingos, garridas muchachas

fllrían al

son de

la

música.

Tiene un gran barrio lujoso que algunos llaman la

Judea, porque poderosos semitas gozan en

villas

15

y cottagea de

la felicidad

que da

el

dinero.

225


RUBÉN Huysmans

D

A

R

O

/

habla, feroz, de caraqueños que en-

contró en este emporio comercial.

Yo no he

en-

contrado a ningún compatriota de Bolívar, aun-

que no es raro

oir

hablar español, pues son mu-

chos los hispanoamericanos residentes, y los hamburgueses que se han venido a establecer con sus familias

na en

criollas,

después de hacer

las lejanas fieras calientes.

fortu-

Las arquitectu-

ras distintas surgen entre los verdores de los jar-

dines o

al

lado de las ordenadas alamedas.

Helkendorf, fresco y florido, tiene rincones deliciosos de descanso,

de amor y de ensueño,

pues no es imposible ejercer esa delicada función de soñar en una ciudad en donde los habitantes,

por

muy

prácticos que sean, tienen un poético

paraje formado por un

remanso

del río, en

el

paraje una cantidad numerosa de cisnes es tenida por

el

erario público. Estos poetas

cual

man-

no

tie-

nen otra ocupación más que consagrarse a belleza,

ser

blancos— hay algunos negros

deslizarse gallardamente, con

dejó

como

la

—y

dignidad que les

herencia Júpiter. Ellos cumplen exac-

tamente con sus obligaciones, y además de pitanza que les ofrecen sus guardianes,

226

la

la

el públl-


SOLARES

TIERRAS co los

gratifica

es cristalino,

con migas de pan. El remanso

la ribera florida; las

llueven gracia

mágica sobre ese divino especmeditabundo

táculo, que pondría

Bonhomet.

bulat

cristales

tardes de oro

Y

al

doctor Tri-

los líricos habitantes

de esos

que multiplican sus olímpicos aspectos,

más

dulce beatitud en la capital de

los falsificadores

y mercaderes teutónicos. Aun-

que, en verdad,

no he dejado de sentirme un

gozan de

la

poco inquieto cuando, comiendo en compañía de un mi conocido, exportador semita,

me ha

dicho,

con una manera de satisfacción glotona, que cisne,

muy

y

como

el

al

|ay!

sabroso. a propósito de líricos cisnes, os he dicho

que Hamburgo

San

ganso, bien preparado, es,

el

Pauli...

A

un Montmaríre que se llama

tiene

mí me

lo

habían asegurado,

así,

menos. ¿Un Montmartre...? Para marineros.

Con uno que

otro café de nota, en que se puede

comer halagado por los tealritos

la

orquesta. Por lo demás,

son sórdiíos, con chaníeuses de

deshecho, espesas mugidoras de romanzas, o flacas parcas que dicen en inglés o en

chillonas canciones.

No

alemán

hay un solo cabaret, un 227


RUBÉN

DARÍO

solo poeta melenudo o sin melena que evoque

recuerdo de Privas, de Rictus o de Montoya.

el

En

un gran salón de audiciones populares, da con-

una banda

ciertos

militar.

En

la plaza,

un guig-

nol atrae al populo; los letreros de la luz eléctrica t)rometen maravillas,

y en

versión es mala y fastidiosa. taurantes, con

Quedan

sopas dulces,

las

los diversos bráten,

y

la

el interior, la di-

excelente cerveza.

Folantin, por un lado, tuvo razón.

Des

los res-

las salchichas,

M. de

Pero, ioh,

Esseintes!, ¿y los cisnes?

BERLÍN Al conocer Alemania, y sobretodo, Berlín, he creído comprender al emperador. Guillermo militar,

II,

creyente fervoroso, apasionado de arte,

inquieto, viajero, abarcador, es

de coronada

el

único cerebro

en que hoy caben los antiguos

testa

ideales de grandeza, de dominación y de digni-

dad cesárea que constituyeron, durante tanto tiempo, lismo.

el

poder y

Todos

los

la

fuerza del vigoroso feuda-

monarcas de hoy, más o me-

nos, con excepción quizá del autócrata de Rusia,


T

SOLARES

B R Q A S

I

merecen

el

paraguas de Luis Felipe. Guillermo

II,

compatriota de Lohengrin, vidente que ha pre-

no hace mucho tiempo y anunciado a las naciones, por medio de un simbólico dibujo cévisto

lebre, el

despertamiento y

raza amarilla contra

mo

II,

sabe

que,

si

la

no fuese

si llegaría

acometida de

la

la

blanca Europa; Guilleróbice pietista, quien

el

hasta realizar

la

liga

medioeval

mundo — el Papa y el Emperador;— Guillermo II, vive más allá del momento, dominadora

del

inspirado en lo pasado, presintiendo lo porvenir,

y amacizando la

el

presente robusto de su país, con

rigurosa disciplina que lo militariza todo, prín-

cipe de ideal sustentado por la realidad de la

cuando ya

fuerza, creyente

casi

no hay rey que

crea ni en su propio derecho divino, respetuoso

de

la tradición eclesiástica

misma Francia

romana, cuando

la

cristianísima echa de su suelo a

las congregaciones religiosas y está

dominada

por un gobierno que no desearía otra cosa que la

completa ruptura del concordato y

ción absoluta de

la

iglesia;

la

Guillermo

separaII,

cuya

actividad asombra, cuyo talento no hay quien no

reconozca, cuyo carácter es de acero

como su


U

R

B

B

DARÍO

N

voluntad, está en su verdadero centro en este Berlín geométrico, alegre de otra alegría que la

de París, hollado a cada momento por

paso

el

de las tropas, con su Unter den Linden que extiende su verde avenida entre las casas lujosas,

con su movimiento comercial y su circulación activa,

y en donde, junto a las conmemoraciones

de las armas, se levantan las conmemoraciones de las artes y de las ciencias. vino Euforión surgió en esta del cisne

de Weimar, pues

Y

no en vano

tierra

eii

a

la

el di-

evocación

esta capital bárba-

ra a cada paso se mira florecer la gracia helénica,

ya en

la

composición de los

artificiales pai-

sajes, en las arquitecturas urbanas, en las cons-

trucciones monumentales.

Yo no

sabría alabar

cierta protestante hipocresía general

que se nota

en

del

la vida; pero, sí, la bella libertad

arte

en

sus mejores manifestaciones, una larga comprensión de

la

armonía, del desnudo, de

mia griega.

Y

esto se explica. Aquí, en tierra

germánica, Goethe resucitó de

la

la

olímpica persona

homérica Helena, Lessing meditó sus

cidaciones del Laoconte, Juan ne, el ruiseñor, se

230

la eurit-

dilu-

Pablo pensó: Hei-

abrevó de agua

castalia;

Mcm-


SOLARES

TIERRAS sen construyó su

luz de la

Helade alcanzó las brumas sep-

tentrionales. Allí en

silencioso

mental sobre las glo-

Roma.

riosas ruinas de

La

edificio

Charlotemburg, siguiendo

camino de copudas alamedas,

al

el

sua-

ve rozar de los pinos, entre los macizos de rosas, entre los plantíos de tulipanes, he llegado al

severo y sencillo templete que sirve de lugar de

reposo a los restos imperiales de los abuelos de Guillermo

II.

Un

coloso marcial de larga y rubia

me ha permitido la entrada. Y he tenido, verdad, como la vaga sensación de un ensue-

barba en ño.

A

través de los vidrios de un color azul dul-

ce y de cielo,

la

onda solar penetra maravillosa-

mente, de manera que baña

el

recinto

con su

te-

nue y paradisiaco resplandor. Y a esa blanda y mágica luminosidad se ve alzarse la alta figura tristemente grave de un divino centinela,

el

ar-

cángel Miguel, armado de su espada flamígera,

y luego, he

allí

mausoleos.

Y

tres

en

el

yacentes estatuas sobre tres

fondo un Jesucristo de mo-

saico, que dice con su leyenda y con su expre-

sión sabias y celestes palabras. Allí descansa en la

paz de Dios Federico Guillermo

II;

allí

des291


RUBÉN cansa en

la

DARÍO

misericordia de Dios Guillermo

I,

emperador de Alemania y rey de Prusia. Y he allí,

a su lado, a

la

Dama

porfirogénira que es

semejante a una diosa. El artista no haría con

más amor que

que ha puesto

el

al

hacer ese

cuerpo admirable apenas cubierto por fino de la túnica, el cuerpo de

Diana o

el

el

lino

cuerpo

de Venus. ¿Es Diana, es Venus dormida? Diana

no

es,

pues

la

maternidad se revela en esa

flor

en plena hermosura; no es Venus, pues antes bien que la tentadora gracia de la carne, se des-

prende de esa forma una dignidad casta y serena,

Y

la luz

tamizada pone una caricia paradi-

siaca sobre esa realización pagana; y Miguel,

apoyado en su arma una paz sepulcral los príncipes de

mo

flamígera, vela silencioso:

llena el estrecho habitáculo

mármol; e iguales a los

paria, en la sola

de

del últi-

y posible igualdad de la

transformación eterna, quedan en sus criptas se-

mejantes a santuarios, esos puñados de huesos

de Hohenzollern. Berlín: cuarteles,

más

museos, estatuas, paseos con

estatuas, derroche de

alameda de

la Victoria,

mármol como en

mármol para lodos

la

los


SOLARES

TIERRAS

Hohensíauffen, mármol para los Hohenzollern, y

bronce y mármol para

el

gran Federico, para

gran Guillermo, para Molíke, para Bismarck;

el

al-

macenes, pasajes llenos de tiendas de bric-a-brac*

pomposas

restaurantes de cervezas

cigarrerías,

y restaurantes de vinos; grandes teatros y un musichall enorme.

Y

un aquárium que llamó

atención de Huysmans.

pero no

lo vio todo,

Huysmans

naturalmente.

vio mucho,

A

mí me ha

parecido entrar en un círculo del Dante, en cual hubiera necesitado,

go

el

como

doctor Holmberg. El

la

Virgilio, a

el

mi ami-

aquárium es subte-

rráneo, y no es solamente aquárium, pues se ex-

hiben hasta loros y arañas y otros bichos pesedillescos,

como ese horroroso ptatydacíilus aegip-

cianus que está a

rana estirada, y erizado

como

el

la

entrada, semejante a una

zomurus gigánteus, lagarto

Más

de púas de hierro.

allá,

la

africana bitisgabónica, serpiente con la piel pin-

tada art-nouveau, y

el

pithon feroz y

con su apéndice de cascabeles;

el

el

crótalo

naja búngarus,

venenosísimo y aterciopelado; iguanas crestadas, nudos de viboritas enredadas

como maca-

rrones, y grises, y ílácidas; y luego la anacanda

299


V

U

brasileña.

N

É

B Se

D

desciende, y en un estanque, entre

peñascos, hay focas y leones marinos* y a un lado,

papagayos blancos; y después una gran donde se oyen arrullos de paloma y

pajarera,

cuchilleo de aves.

A

un lado, apenas separados

por una barrera baja y

muy

franqueable, los co-

codrilos semejantes a troncos, a piedras.

seguida,

la siboldia

so y leproso lagarto. ¿Os atrae de nuevo jarera?

Y

en

máxima japonesa, monstruo-

Es que canta

la

gymnorhinia

igual a un cuervo que tuviese

la

pa-

tibhcen,

una blanca sobre-

pelliz y que tocase la flauta. Un hoyo lleno de agua: el cocodrilo negro de China, como un gran

«garrobo».

aquárium,

Y

por

os atrae

fin,

la fantástica

del

verdadero

vida submarina que tan-

to ha interesado al autor de la inaudita flora

el

Océano,

A

Rebours. Es

los peces de sue-

ños calenturientos, los aspectos de visión diao de locura. Veo en un fondo de arenas y de roca, naranjas que se mueven, crustáceos imbólica,

previstos, caprichos madrepóricos, semivivieníes

rábanos que se encogen, hipocampos y es-

trellas

res,

234

purpúreas. Erizos

como

pelotas de

alfile-

entre lechugas de cristal verdemarino.

Y


SOLARES

TIERRAS gruías.

Y

un pecezote hinchado, inflado, junto

escorpión de mar. ve,

Hay una brocha que

al

se mue-

una vejiga de manteca, plumones y espumas.

Entreabiertas, grandes valvas que parecen abanicos, cactus y raquetas de lawn tennis.

Pagurus

inverosímiles van arrastrando sus casas llenas

de púas y protuberancias. Y la pluralidad de los peces, la variedad de sus tipos, son desconcertantes.

Y

veis en todas sus faces monstruosas,

hasta en las

más

increíbles, la reproducción

de

fisonomías humanas que habéis observado, des-

de las comunes hasta las deformes del raquitis-

mo, de

la idiotez,

de

la imbecilidad,

Y

hay formas y gesimaginarios y alucinatorios; y

crueles de los manicomios. tos que creeríais

de los casos

os convencéis que los pintores holandeses de cierlos

cuadros demoníacos, y

el

mismo Rops y

Odilon Redon, con sus fantasías monstruosas e ilusorias, la

no han creado nada, pues todo

imaginación del hombre

más

lo

que

torturado de vi-

siones infernales pueda imaginar, existe en los secretos misteriosos y en los profundos laboratorios de la naturaleza. Seguís,

con

la

y os encontráis murena que se envaina en un tubo como 235


RUBÉN un espeso sable

nan entre

el

arena, está

gris.

D

A

R

O

1

Pequeños pulpos evolucio-

agua burbujeante. Inmóvil sobre la

la

negra raya chata, de pizarra terro-

sa con su arpón largo.

Y

pasa despacioso

el

homard, enorme alacrán marino acorazado, que en vez del venenoso garfio, tiene una mariposa

de terciopelo negro ornada de amarillo. Berlín: ciudad que sabe la ordenanza, el te,

griego, y también

el

el latín,

plat-deustch; ciudad fuer-

pecadora, pero pecata; elegante, pero dura;

rica,

banquera; de

arte;

común; con mujeres

pero con cierto mal gusto

lindas, pero

que tienen unos

pies aplastadores de ilusiones; ciudad de secretos

escándalos y de corrección excesiva; ciudad en

que se siente de

la

la influencia del

cuartel junto a la

universidad; ciudad llena de cosas contra-

dictorias,

donde visitando un templo, os aborda

un proxeneta que os promete

el

pecado, y en un

bar, entre gentes pecadoras, se os aparece

una

mujer que os ofrece periódicos religiosos y os

vende jimágines de Cristo!


SOLARES

TIERRAS VIENA

Me

habían dicho: «Es una hermana de

Es una hermana de

París que íiene los ojos

azules de tanto mirarse en

Hay no

en

la

la

Parísi^.

el

más

espejo del Danubio.

ciudad una alegría comunicativa, y

si

gracia impregnada de parisina, posee la

elegancia, la gallardía de la seducción.

Para mí, Viena y vals eran dos ideas juntas en mi mente. Viena, vals, placer.

Un gran

torbellino

de mujeres hermosas en brazos de magníficos danzadores, deslizándose en anchas salas

lisas,

mientras afuera pasaban sonoros carruajes, se

alzaban soberbios monumentos, bullía

Más o menos,

el

mundo.

he podido encontrar realizada esa

con mucho progreso además y mucho jardín atrayente, y mucho divertimiento, y mucha belleza femenina, y el centenario del

imaginación,

padre del vals, Jo'^eph Johan Strauss, que acaba

de celebrarse. En su honor

morzar en

el

Volksgarten.

una reverencia

poeta Grillparzer, cuyo monu-

al

mento se alza no

me he invitado a alEn su honor y con

lejos

lente rostbrafen y

de donde

me

sirven exce-

una pilsen de oro pálido, que 237


RUBÉN es

como

seda helada, mientras

líquida

orquesta anima

suave

el

niosos y ondulantes.

donde Strauss

DARÍO En

mismo

este

la

jardín fué

Aquí nació

a cuyos compases se balanceó

halago de

brava

con ritmos armo-

aire

dirigió la suya.

la

el

orbe;

el

vals,

el

vals,

melancolía, lengua del gozo, música

de amor, creación de un músico minor, pero que adoptarían los

más

allos

We-

y mayores, como

como Chopín, como el mismo poderoso Beethoven. ¿Que Lanner, el amigo y rival, tuvo ber,

parte en

el

invento? Nadie se acuerda de Lanner,

como no sea para hacer constar que mucho menos talento que Strauss.

hoy,

Juraría que

tenía

no hay uno solo de los que lean

estas líneas, que no haya tenido en su vida un

momento de animado

placer,

o de dulce

tristeza,

mágico brotar de esa pequeña y cristalina cascada melodiosa que se llama El Danubio

al

azul...

Yo

le

debo muy copiosa cosecha de

re-

cuerdos y de ensuePos, ya lanzada por las orquestas, ejecutadas en confidenciales pianos, o

suspirada por errantes organillos; sobre iodo por los organillos...

También como

París, es este

un país de

arte,


SOLARES

TIERRAS

y en una avenida os encontraréis con un grande y pensativo Goethe, sentado en su sillón de bronce, o en una plazuela con un Mozart, jóvenes

y airosos, o con Beeíhoven, o con

Schiller;

todas partes, un ambiente propicio

al

y en

pensamien-

to,

y, sobre todo, un invisible soplo que incita

al

placer.

En París más goce que

aquí

iiay

más vicio que goce, De todas maneras,

vicio.

aquí lanzó su último aliento

Marco

probo y sensato

Aurelio, que, entre sus mejores sentencias,

ha dejado

poco

ésta, si

purista,

muy

cuerda:

«En

mundo, y en partino daña sino a aquel que no puede aban-

general, cular,

el

vicio

el

no daña

al

donarlo cuando quiere».

Viena placentera, pero también Viena laboriosa,

pensadora,

política,

guerrera, religiosa.

Todo

sentimental,

artística,

encontraréis a vuestro

paso. Aquí su palacio imperial; su catedral, enor-

me

vegetación de piedra;

más

allá,

Santa María

Síiegen, vasto bouquet de ojivas y flechas, lo antiguo; y

su

más

peristilo

ce, lo

allá,

su teatro de

la

Opera, con

coronado por dos caballeros de bron-

moderno; o

el

Hofburgíheater, serio y ele-

gante, al cual se llega por entre dos

filas

de es239


RUBÉN

DARÍO

tatúas de mármol, que tienen por fondo verdores

de árboles y macizos de

flores;

o

la

Raíhaus im-

ponente con su elevada torre central; o

el

palacio

del Reichsrath, y el frontispicio del parlamento,

todo griego; y ante este último, mientras a sus pies,

entre simulacros

marmóreos, se

vierte el

agua armoniosa de una ánfora. Palas Atenea, gigantesca, se apoya en su lanza de oro y tiene

en

la diestra la

alada Victoria.

Dulces rincones amorosos, blandos

retiros,

labrados quioscos y curvos chorros de agua, en los jardines, en

el

Stadípark, lleno de risas de

niños; en Schwarzenberg,

suspiros, o en

el

mismo

fácil

a las citas y a loa

Volksgarten, con su

templo a Teseo, y sus alamedas, sus umbrías, sus tibios nidos, sus fragancias de parque y sus

rumores de bosque.

no vale tivos,

el

O

allá,

en

el

Prater,

que

si

Bois parisiense, tiene especiales atrac-

en sus recodos de floresta y sus techum-

bres de hojas y su larguísima avenida. Mas,

nada como ese fastuoso

e histórico

Schonbrunn,

donde recordáis a Versalles y a Le Nóíre, y al gran Napoleón, y al triste Aiglon, hijo del Águila.

Flota un ambiente singular entre las bien or-

140


SOLARES

TIERRAS

denadds arquitecturas vegetales, entre pletes de

ramas y

las verdes cúpulas

que forman los recortados

tilos, las

los tem-

y arcadas coí)as edu-

cadas y pomposas de ios castaños. Las mitologías de las fuentes se bañan en la exhalación de vaporizadas perlas de su propia

lluvia.

Grata

quietud invita a sentarse en los místicos bancos

de los parterres, a meditar, a soñar, a imaginarse las bellas representaciones de la historia,

mientras en su magnífica altura, •la Gloriette

destaca sobre bio,

el

fondo celeste su pórtico sober-

aún persistente decoración de más de una

comedia y drama imperiales y

reales.

LA TUMBA DE LOS NUEVOS ATRIDAS

Un capuchino de visitantes

larga barba guía ai grupo de

— campesinos, forasteros e ingleses. Al

bajar la escalera estrecha de la bóveda,

de los pasos. Luego,

el

el

ruido

ruido de las llaves de su

reverencia. Luego, silencio.

Y

el

cicerone de ca-

pucha, comienza a decir su lección, recorriendo las

tumbas

viejos, en

16

del

lado derecho, los sarcófagos

donde reposan reales

e imperiales hue-

241


RUBÉN

D

R

A

O

i

sos viejísimos, entre las cajas de metal gris

la-

brado de esculturas macabras y simbólicas, tras duras rejas férreas. A mí no me interesan esos príncipes antiguos que tienen su página corres-

pondiente en los anales austríacos: no Matías, ni Ana,

Yo voy

hacia

malditos,

perseguidas por de'

el

idénticos en

el

destino, la familia misteriosa

los Atridas

modernos, esos Haps-

No me

impresiona tanto

sabeth,

la

el

la

ataúd en

el

el

de

la

paz de

estaba destinado a ceñir

ni

caja mortuoria,

que duermen su

emperador de

«emperatriz errante»,

Aquí reposa, en

el

la

de las campanas; Eli-

del cerro

anarquismo, y Rodolfo, ta.

la

los otros sarcófagos en

eterno sueño, Maximiliano,

barba de oro,

pero

duque de Rcichstadt,

del

nombre de María Luisa en

como

viejos,

sufrimiento, en la desventura, en

que están los restos el

atrae

Carlos.

coronadas testas

las

burgos rubios o brunos, jóvenes o

la tragedia.

me

ni

en donde duermen los

la izquierda,

porfirogénitos

y fatídica

Leopoldo,

ni José, ni

la

que segó

el

novela sangrienla

muerte,

el

que

corona de los empe-

radores de Austria y de los reyes de Hungría. El

capuchico explica rápida y precisa rnenie, en ale242


SOLARES

TIERRAS man,

la

vida de cada uno de los príncipes difun-

tos que reposan en

el

subterráneo; y

el

profundo

silencio de los visitantes es tan solamente inte-

rrumpido por un vago rumor de palabras entredichas en voz baja, cuando se detiene ante

el

el

grupo

sepulcro del archiduque Rodolfo de Haps-

burgo. Pequeña iglesia de los capuchinos, que encierra tanta desventura, los despojos de esa familia predestinada fatídicamente a ser azotada

por

la

desgracia; tristes grandezas desapareci-

das entre

la

locura y la sangre; seres de vidas

extraordinarias que realizan las

más lúgubres y

dolorosas creaciones de los poetas del destino,

de los dramaturgos del misterio.

LA SECESIÓN

Cuando en 1900

vi

en

el

Grand Palais

la

sec-

ción correspondiente a los secesionistas viene-

mi entusiasmo fué vivo y justo. He ahí unos cuantos adoradores sinceros de la libertad del

ses,

arte,

buscadores de

lo

nuevo, de

lo raro,

según

sus temperamentos, o intérpretes personales de las

antiguas tradiciones artísticas, sin blague 243


RUBÉN

DARÍO

bulevardera, sin esteticismos montmartreses, sin los

mamarrachos que,

absurdos

entre

pocas

obras de talento, exhiben unos cuantos desalmados, en

¿Es que la

el

Salón de los Indcpendents parisienses.

el

ambiente es otro? ¿Es que en Viena

lucha por

La verdad es artistas

de

vida y por

la

la gloria

es distinta?

que, en todos los esfuerzos de los

Secesión, noto una sinceridad y

la

una noble independencia y una consagración a la

¡dea y a la realización de la belleza,

muy

dis-

tantes de los extravagantes épateurs apurados

de arribismo que abundan en

En

la capital

edificio propio construido

francesa.

y arreglado con-

forme con los gustos y pensares estéticos de los organizadores del museo, la obra de la Secesión se exhibe en

la

metrópoli austríaca

timonio innegable del tesón, de talento de sus puros artistas. El

seo «de excepción»

Nada de

lo

como

que hay en

él

la

como un

tes-

energía y del

museo es un mu-

diría Vittorio Pica.

es vulgar ni común, y

se manifiesta en todo un don de alta gracia y una

voluntad de hermosura y una fuerza de pensamiento, que honran y elevan sobremanera a

la

luchadora mentalidad austríaca. Aquí se ve que 244


SOLAPES

TIERRAS no se busca asustar

más

burgués, sino

al

bien

darle una nueva revelación de belleza. Aquí

nen nobles sacerdotes teriosa,

y

dad de

lo

humanas

el

pincel

y

el

el

vida mis-

la

cincel dicen la profundi-

desconocido,

existencias y

ensueño y

tie-

el

lo

arcano de nuestras

enigma que

existe en

toda cosa. Sintéticos o complicados, expresan

sus meditaciones y sus visiones interiores, o en

un extraño aparato simbólico hacen surgir un aspecto de

la

luz el alma,

y hay

dito,

verdad posible, o hacen florecer de

o cristalizan la

lo indeciso

franca expresión y

toda rutina. Aquí es

el

único

museo

y

el

lo recón-

desdén de

del

mundo

donde no solamente se ha destrozado

la

mica hoja de parra, sino que se ha tenido lor

de revelar lo

más

oculto, a punto de ciertas cuartetas

La leyenda

tier.

cuadros que

me

íntimo, de

no ocultar

que se os vienen a

la

en

acadéel

lo

va-

más

memoria

memorables de Théophile Gautiene

sus cultivadores. Veo cien

atraen;

no os

diré los

nombres

de los autores, pues no están en las telas y no tengo tiempo para anotar un catálogo. Sí recor-

daré co»

al

el

potente Franz Metzner,

autor de ese

el

Rodin austría-

poema soberbio de mármol 245


RUBÉN

DARÍO

que se llama La Tierra, y de admirables estudios decoraíivos y de bustos y de estatuas de una originalidad imponente y comprensiva.

La

Tierra,

de Metzner, está expuesta en un saloncito especial,

adornado tan solamente de expresivos

mones y de su

Y

sencillez.

vida y

el

sola,

en que se manifiestan

la figura

ritmo terrestres y

sobre su base

como

la

la

la

la

fuerza natural, está

majestad y

un simulacro sagrado. Lo que viado a

tela-

impresionante y elegante

la

el

misterio de

Secesión ha en-

Exposición de San Luis, atestigua

el

valor de sus pintores, decoradores, estatuarios, ceramistas, mueblistas. Ferdinand Andri envía

sus figuras valientes, que renuevan algo del arcaico arte asirlo; Metzner, sus soberbias creacio-

nes plásticas, sus sintéticas expresiones de

la

persona humana; Klimt, sus cuadros simbólicos

de factura extraordinaria y de significación honda,

como El manzano de

oro,

La

vida es un

combate. La Jurisprudencia y La Filosofía, que tantas discusiones causó cuando se expuso en

París en la última Exposición Universal.

Salgo de

la

Secesión encantado de encontrar

un verdadero templo 246

del arte en tiempos en

que


SOLARES

TIERRAS

los templos del arte están en posesión de los

mercaderes, de los insinceros, de los pacorillistas

o de los

histriones.

Y

saludo ese esfuerzo

generoso, deseando que en nuestros países de arte naciente se junten las energías individuales

de los puros, de los incontaminados, y procuren hacer algo semejante, lejos de las escuelas

de limitación y

chatura de

la

atrofia

y de

las

modas vanas que nada tienen que ver con

la

eternidad de la belleza.

BUDA-PEST ...Buda-Pest: azul;

el

Rey; María Teresa;

el

Danubio

paprikahum, vino de Tokai...; y una vieja

zarzuela que deleiíeó mis años infantiles.

Madgyares, en

Los

cantaba un coro:

la cual

Vamos señores

A

la feria

Que hoy

de Buda,

es

cl

día

De vender y comprar.

Y los

trajes vistosos

el leguito del

de alamares y galones, y

convento: 247


U

DARÍO

N

É

B

Ego sum^ ego sum El leguiío del convento

Ego

surUy

además

Campanero y

y me

hechizó

la

sacristán...

ciudad bizarra, o

dos ciudades gemelas unidas por

más

bien las

los magníficos

puentes, con su clima, sus flores, sus paseos, su barrio elegante y

moderno en que

casi todas las

nuevas construcciones son arf nouveau^ o secesión,

mansiones caprichosas de los magnates y

propietarios de pingües pushtas y «economías».

Es una

delicia

pasear por

el

kiralgi var, y

sus pa-

agua azul

del ar-

lacios y verdores, a orillas del

monioso

río.

Hay

bie,

como

edificios espléndidos

magnífico parlamento, que se

refleja

en

el

el

Danu-

y sus plazas espaciosas, las calles y aveni-

das, y sobre todo, las

mundo hacen

mirar esta

más

bellas mujeres de!

como un

tierra

terrenal

paraíso. iOh! todos los países tienen lugares de

gozo y

bellas mujeres, pero la

y de

hermosura, creedmc, es

la

un lugar, en un suburbio de

que se llama Os Buda Vara,

Amor Buda-Pest. Hay

Ciudad

la

del

ciudad de Pest,

jardín, paseo; feria

nocturna, lleno de atracciones, teatritos, ventas 248


SOLARES

TIERRAS

diversas, castillos luminosos, flores, perfumes,

músicas nacionales,

trajes pintorescos;

y

he

allí

una colección de beldades que habrían

visto

dejado meditabundo y soñador

Salomón

como

que,

al

mismo

rey

sabéis, era de gusto ex-

quisito.

Un momento ha

habido de duelo nacional, más

que duelo ha sido una glorificación, una apoteosis: la

muerte de Jokai. Impregnado del encanto

de esta ciudad fascinadora, he asistido a los

fu-

nerales de su poeta, de su novelista, de su pen-

sador nacional. Pasaban los carros cargados de

coronas por estaba

la

la

gran calle Andiassy, en donde

morada

del escritor; el cortejo era so-

lemne y fastuoso; representantes asistían a la

memoria

del

gobierno

ceremonia en que se honraba

del viejo revolucionario; vistosos

la

y pin-

torescos uniformes militares, universitarios, heráldicos, desfilaban en la severa procesión.

Y

en

en los balcones, adornados de colgaduras de duelo, se veía una

muchedumbre de

rostros di-

vinos en que brillaban maravillosos ojos húngaros.

lleza

Y

ante ese esplendor y ese prodigio de be-

femenina,

al

pasar

el

carro de las

más fres249


R

U

B

B

DARÍO

N

cas coronas, de los estudiantes, compré a una florista

un ramo de rosas,

de lejanas

tierras,

con

el

y, poeta

desconocido

corazón palpitante, con

un temor de emoción, arrojé yo también mi ofrenda

tfO

al

anciano Jokai.


índice TIERRAS SOLARES Pég».

9

Barcelona

Málaga

La

tristeza

21

andaluza

69

Granada

85

Sevilla

105

Córdoba

117

Qibraltar

129

Tánger

155

Venecia

181

Florencia

195

DE TIERAS SOLARES A TIERRAS DE BRUMA Waterlóo

211

Por

214

el

Rhin

Francfort S.

M

225

Berlín

228

Viena

257

La tumba de

los

nuevos atridas

241

La Secesión

245

Buda Pest

247

251



^y/-\'-m-^^s-wo^w^単

hm


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7519 D3 1917

Darío, Rabán Obras completas

V.3

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