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En busca de nuevas formas de paternidad

Enriqueta Burelo

Es un deleite, leer la Gaceta UNAM, la cual ofrece periódicamente una especie de reviste donde encontramos artículos diversos escritos por especialistas en el tema, en la Gaceta de fecha 24 de julio, nos encontramos que centralmente está dedicada a la alimentación sana y a tener cuidado con dietas que son la moda actual y que pueden dañar nuestra salud, en ese contexto, me encontré este entrevista a Leonardo Felipe Olivo Santoyo investigador del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH). Hay hombres que buscan ya nuevas formas de paternidad, firmado por Laura Mireles Santoyo, de la cual tomé una serie de reflexiones que me parecieron interesantes.

En las familias tradicionales, la figura paterna fue durante siglos, un símbolo de autoridad, la voz del padre era la última palabra, era sagrada, su lugar se ubicaba en la cabecera de la mesa, y a él se le sirve de manera prioritaria, otro de sus roles era el de ser el principal proveedor de bienes económicos, hoy los pilares en los que se asentaba la paternidad en nuestro país, autoridad y provisión económica, se tambalean ante los nuevos roles que desempeñan las mujeres.

Olivos Santoyo, refiere que la paternidad ha sido el espacio de confrontación de varios hombres para decir: “yo no quiero eso”, en relación con lo que a ellos les tocó vivir con sus propios progenitores. Puede parecerles que no es óptimo que sólo ellos ejerzan la autoridad dentro de la familia o que sean los únicos proveedores y, si es así, comienzan a participar más en aspectos poco valorados y reconocidos, como los cuidados de los hijos De acuerdo con la más reciente Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (2019), el promedio de horas semanales de trabajo para las mujeres de 12 años y más es de 59.5 y en los hombres de 53.3 horas, lo que implica una diferencia de 6.2 horas más para ellas. Los varones reportan 9.8 horas más de trabajo en el mercado laboral, pero ellas presentan 24.5 horas más en el trabajo no remunerado de los hogares; el tiempo dedicado a los cuidados es de 12.3 y de 5.4 horas para ellas y ellos, respectivamente. Hasta el momento, lo que más han desarrollado los varones es su capacidad de jugar con los infantes. Estamos lejos de la equidad, pero hacia allá apunta el avance. “Podrían faltar dos o tres generaciones para que la situación se remonte”, considera el universitario. Si algo nos ha enseñado la Covid-19, recuerda Olivos Santoyo, es que el trabajo de cuidados es fundamental y que no puede ser únicamente una obligación femenina, sino una corresponsabilidad compartida de los padres.

Nos encontramos en una situación de transformación profunda que, en general, los hombres todavía no avizoramos; agrega Olivos Santoyo ¿cuál es el lugar que vamos a ocupar después de este maremágnum, del papel enorme que las mujeres protagonizan en distintos lugares de la sociedad y del mundo? Esto es una suerte de revolución global, y la respuesta de los varones ante la pérdida de su lugar central en el mundo es de azoro, de conmoción que se puede expresar de distintas formas, señala. “Estamos en un pasmo, en una falta de claridad de cuál será nuestro lugar y cuáles serán las formas de rearticular nuestras relaciones con las mujeres y con otros hombres”, añade el investigador.

“El privilegio no se pregunta, no se cuestiona, se da por hecho, se vive, se disfruta, se asume. En la medida que aparecen y se convierten en un asunto naturalizado, las estructuras de poder son la garantía de su reproducción al infinito”. Por eso, ante las nuevas masculinidades, los hombres tienen discursos diversos y diferentes direcciones; al mismo tiempo estamos frente a uno de los periodos de violencia contra las mujeres más brutales, alerta Olivos Santoyo.

No todo es miel sobre hojuelas, frente a este escenario de transformación, de deconstrucción masculina, nos enfrentamos a la reavivación de una misoginia beligerante. La violencia contra ellas tiene que ver con la pérdida de centralidad que los hombres hemos comenzado a experimentar debido a las impresionantes transformaciones impulsadas por las mujeres. “Uno cree que todo esto es en clave de igualdad y libertad, pero las nuevas masculinidades también se están produciendo en una hiperviolencia, hipermisoginia y en una hiperhomofobia, transfobia, racismo, clasismo”, y demás elementos sobre los que descansa la masculinidad hegemónica. Por supuesto, hay grupos en la sociedad que todavía se resisten al cambio. Existe una paternidad irresponsable, y por ello el 18% de los hogares son monoparentales (encabezados por mujeres que se quedaron solas porque los hombres se dieron media vuelta y dejaron a su familia). “La falta de manutención es tan grande que vemos que se han comenzado a castigar tales ‘usos y costumbres’”. Tenemos por ejemplo la 3 de 3, una ley surgida desde la ciudadanía que indica que si eres deudor alimenticio no podrás ocupar ningún cargo en los tres niveles de la administración pública, ni por supuesto ser seleccionado para un cargo de elección popular.

En las escuelas hay una dimensión formal; pero están otros espacios que también nos “educan”, como los medios de comunicación y cada vez más las redes sociodigitales. Sus contenidos, considera, deberían llevarnos a una reflexión en torno a la importancia de que los padres tengan otro lugar en la crianza y educación de hijas e hijos. Se deben generar discursos que legitimen y hagan deseable que los varones se entreguen en cuerpo y afecto a sus hijas e hijos. Pero “si seguimos viendo y escuchando lo mismo, esto no va a cambiar”, enfatiza Olivos Santoyo.

Édgar González Martínez

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