Hazle al Cuento: El trópico de los caballos

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PRIMER LUGAR

Seudรณnimo: Marte

SCHOENSTATT REGINA HERNANDEZ CERVANTES

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Z

atara corría en busca de algo, y la Sombra se abalanzaba en pos de ella. Las ramas más altas de los árboles enanos de aquella parte del bosque le rozaban el rostro. Bastante concentrada estaba en salvar su vida como para andar pensando en ramitas. En su mente solo había sitio para un concepto: “Escapar y encontrar”. Escapar de la Sombra. Encontrar, lo que sea que debiera encontrar. Saltaba árboles caídos y se agachaba para pasar por debajo de las raíces de los troncos más grandes. Nunca se detenía, utilizaba las lianas más gruesas para atravesar pequeños pantanos de un solo impulso. Aquella zona se encontraba repleta de criaturas a las que era mejor ni mirar. Zatara nunca había estado por aquella zona antes, lo intuía. Los Kakrajs son unas criaturas de lo más perceptivas y lo que la joven percibía por entonces era puro peligro. Peligro por todas partes. Aunque el corazón comenzara ya a pegar unos golpes de lo más potentes en el pecho de Zatara, ella seguía sin detenerse ni un instante. Que nadie corre por siempre es una de aquellas certezas, y Zatara sabía aquello como cualquiera sabe que el sol vive de día. Si la Sombra no se detenía, Zatara tenía que seguir. Luego se escondió en una planta dorada que parecía una corona de un rey de cuento. A algunos metros de distancia se hallaba un risco. ¿Qué más daba? Se trataba de correr hasta allí o esperar a que la Sombra la encontrara. Finalmente, Zatara salió de allí, la acción trajo consigo un poco de ruido que la Sombra percibió. Zatara se lanzó, una roca filosa golpeo su frente…

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Cuando despertó, lo primero que

Entonces, estos empezaron a salir

hizo fue mirar el cielo. Observó y vio a

arriba de los árboles y a los lados. Ro-

un olmo que parecía lo suficientemen-

dearon a Zatara, mientras que los sha-

te hueco como para que todo su cuerpo

dows atacaban al ergo. Finalmente, los

pudiera entrar en él, se acercó y entró.

cazadores quitaron a Zatara su Flyer. El ergo se llevó arrastrando a Zatara, hasta

“¿Quién está ahí?” Zatara salió de allí

un lugar llamado el manto Auer, un pe-

y el ergo pudo verla. Afuera se escucha-

queño lugar que era un cementerio de

ba el sonido de algo revisando el terre-

duendes, con un hoyo de pozo.

no violentamente. “Necesito algo para no pensar”, dijo Zatara, pues la Sombra

Zatara empezó a soñar con sirenas.

leía sus pensamientos. El ergo le dio una

Una de ellas se acercó y le dio un beso.

taza y la bebió.

Bailaban una danza muy hermosa. El ergo colocó en la parte herida de Zata-

—¡Puaj, sabe horrible! —Al menos te ayudará —dijo el ergo. De pronto se quedaron dormidos. A la mañana siguiente emprendieron un largo viaje, luego el ergo presintió algo. Zatara se agachó para olisquear un poco. —¿Qué hueles? —preguntó el ergo. —A rancio, a cuero. —¡Corre, los cazadores de Flyers nos pisan los talones!

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ra un poco de tierra de la ave que había en ese lugar y empezó a fumar su pipa. Zatara despertó danzando muy hermoso y abrazó al ergo, luego buscaron un lugar acogedor para dormir. El ergo sacó de uno de sus bolsillos una manta para cubrirse los dos. Al día siguiente llegaron a una pequeña aldea, había un caminito empedrado que llevaba hasta una pequeña casa. Zatara corrió y llamó a la puerta, la cual fue abierta por una mujer muy hermosa de pelo naranja que se hacía llamar Madre. Estaba esperando un bebe y te-


nía una niña azabache, que son negras y de ojos verdes. Pronto sería la feria del pan, pero Madre quiso llevar a Zatara a un lugar muy peculiar, llamado El Núcleo. Ahí encontró a la Sombra, a la cual venció fácilmente. La feria del pan se trataba de que la Madre hacía pan y lo repartía entre muchas criaturas: hadas, órlufs, centauros, chicos de la sal, auras, gamules, entre otras. Ese día Zatara cargaba al ergo, lo lanzaba al aire y lo atrapaba; pero lo dejo caer, pues al frente estaba su enemigo: la Sombra. La estaba esperando desafiante; sin embargo, Zatara volvió a triunfar. Se desmayó, le estaba ocurriendo una metamorfosis; la Sombra era el líder del Trópico de los Caballos, pero como Zatara lo venció, ahora ella era la líder. Pero ya no se levantó con su

pequeño cuerpo,

sino en el de un caballo. Luego aparecieron los caballos del Trópico y Zatara se fue. El guardián del bosque le preguntó al ergo: —¿No vas a extrañar a Zatara? —No, no voy a extrañar a Zatara —mirando a la Kakraj bebe recién nacida que tenía en brazos.

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