Premios de literatura León 2020

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Ă?ndice Ă?ndice

La Lavoz voz Tocando Tocandoelelfondo fondo


Introducción Introducción

melancolía dedelalamelancolía

La Laboca bocadedepapá papá conlas lasmanos manos con


Introducción

8—


E

Es con esta acción

humana —tan humana— que somos capaces de documentar nuestro paso por el mundo, así como compartir y preservar identidades, siempre encontrando nuevas formas de contarlas. Premios de Literatura León es una evidencia de ello. Por más de una década, este certamen ha premiado y publicado a esas manos y mentes inquietas que se atreven a escribir lo que nadie más, como Los mejores cuatro trabajos de entre 184 recibidos. Los escritores mexicanos Cristina Liceaga y Juan José de Giovannini en su papel de jurado fueron quienes determinaron como ganador del

Con-

curso de Cuento Corto de los Premios de Literatura León 2020 a Bernardo Humberto Govea Vázquez, con La voz de la melancolía; mientras que Neftalí Báez Rendón (Alí Rendón) y Ana Paulina Calvillo Reyes, con La boca de papá y Tocando el fondo con las manos, respectivamente, recibieron Menciones HoEl poemario del primer premio del

, de Eva Karen García Atilano fue merecedor Concurso de Poesía Libre, según el parte de las

poetisas Amaranta Caballero y Yolanda Segura. —9


Estas condecoraciones al talento de la región son posibles solo gracias al H. Ayuntamiento de León, a través del Patronato de la Feria Estatal de León y Parque Ecológico, en conjunto con el Instituto Cultural de León y Feria Nacional del Libro de León, organizaciones públicas que fomentan y celebran los vínculos humanos a través de las expresiones artísticas. Enhorabuena para los ganadores de los Premios de Literatura León 2020, y a ti, lector o lectora te deseamos disfrutes de esta publicación, resultado de una selección de los mejores escritores de la zona y un pequeño adelanto de su trigésima primera edición. ⁂

Director General del Instituto Cultural de León

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Concurso de Poesía Libre

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Eva Karen García Atilano boni

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E Incluida en el muestrario poético de Aguascalientes y Guanajuato Las avenidas del cielo (2018) y en la antología El fragor de otras voces. Diez jóvenes poetas guanajuatenses (Punto de partida, 2018).

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Tras el lavado de estómago me indicaron cortar de tajo mi relación con la carne. El carnicero de la esquina toca mi puerta y trae una bolsa con carne roja. Yo no la pedí él sugiere que la compre y lo hago. Todos los días lo mismo. Ya lo había hecho comento al doctor sí, pero estabas soñando, delirando yo digo en la vida real, sabes, no comas ninguna carne y haz ejercicio. Entonces, no como nada. En el transcurso de los días todas las personas tenían cara de bistec; los libros olían a hígado, la caída de la lluvia era sangre. Parecida a una foca barbuda salí a tomar aire por un agujero helado.

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Estoy segura de ser una foca atractiva para osos polares. Por el largo pasillo de la incertidumbre viene hacia a mí el gastroenterólogo, levanta mi ojo y dice: ¿otra vez?

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John Merrick Para iniciar algo divertido sobre cabezas de conejos, cebras, leones; algunas mujeres y hombres contra sus hijos y viceversa. Bailarinas voluptuosas y domadores de fuego se tocan el estómago de la risa; escapistas y hombres bala han perdido el control de las palabras. En la jaula hay un elefante triste que no ríe ni golpea y no habla porque su trompa toca la punta dorada de la carpa. En un acto de valentía huyó bajo los focos alienados; con él iba la ternura que parecía un cáncer, un cáncer dulce y rocoso en su cuerpo. En su última felicidad recibió a la princesa de Gales y escribió cartas de agradecimiento a quien demostrara gentileza. Esta historia nunca dejó de ser una jaula y él un elefante.

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Despertar nuevos Entre una cosa y otra habitamos en espacios pequeños saltamos de sus ventanas expuestos al sol

creemos que en el camino todo queda a la mitad y se nublan los sentidos

y una red de agujeros para resolverlo nos cubre la música de Chopin en armonía con los rayos X atraviesan nuestros oídos y horizontales jardineras orinadas por los perros

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Navidad De repente los buzones del vecindario se llenan de postales afectuosas, foquitos en marquesinas colorean las banquetas y el vecino apuesto te da los buenos días porque es su naturaleza. No tiene prisa la gente, la gente va segura con sus pensamientos no avanza ni brinca un centímetro más allá. Vuelta a la derecha la simplicidad de los ojos sobre botines rojos trineos noches buenas noches blancas, objetos que tienen alma porque son del mismo tamaño y te vuelves su lecho de muerte cerrando buzones sin una mancha fracasa en todo.

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Postal de mí El día que decidí no esperarlo alguien entró a la casa y se robó la televisión, no vi el azulejo quebrado en la escalera y caí con la cabeza hundida como un dodo —en el transcurso de los días la hinchazón de la navidad se parecía a mí—. Todo en el jardín murió y regresé al cuarto. Desde ahí miro todo desde el parapeto azul de mis tijeras oxidadas.

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Inquilino Cuando escucho que tocas te abro con un hacha veo tu universo que pende de mi columna. Dios está sentado a la derecha del intestino grueso y dice: Te abro con un hacha. Y pasa ante mí un río que empuja las arterias. Te abro con un hacha. Y las borucas de la sangre hacen Crin crin sun sun Crin crin sun sun. Te lo diré de una vez: si la suerte te es dada no me hagas pasar a la historia como una tonta.

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Queremos lo que no se quiere Por ejemplo, las cosas perdidas. Tener un amor es una cosa perdida. Es un peine que corta el cabello muerto. Y no te acostumbras y no lo buscas está perdido. Por eso me gusta pasear alocadamente entre desconocidos o taxistas que nadie busca ni conduce ni reza (o puede ser que algún día yo lo haga) y solo debo ahorrar un poco para el tratamiento de mi futura alopecia.

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Cumpleaños Pronto llegaré a los treinta. Tendré la conjunción de un pájaro y una piedra. El pájaro seguirá a la parvada entre los cedros, su sombra será una cortina oscura sobre mi vestido, sentiré su libertad y el corazón ligero. Todas las cosas son cortas y pequeñas ahora. La caída de una pestaña me parece determinante. Algunas caminatas alargarán los años y las arrugas, también las deudas. Todos en estrecha comunión con su pico. Por estas razones falta una piedra. En esta parte/ en esta otra parte tiene lugar, incluso, en los riñones.

Qué elegante hemorragia cuando recorre la lluvia fresca del día: A este río rojo lo llamaremos grano de arena.

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De ventana a ventana Con el deseo de encontrar alguna novedad abro la ventana de mi cuarto y encuentro otra. No hay metĂĄfora en los cristales ni un vecino amable que proponga el recorrido de sus cortinas. Esta escena me parece horrible. Y un vagabundo vive mejor que yo en un tĂşnel.

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Antipalabra Bajo una hilera de estrellas marchitas me siento cabizbaja y cedo por un momento al mito de que llorar es anestesiante.

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Concurso de Cuento Corto

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Bernardo Humberto Govea Vázquez Cornelius Agrippa

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B Maestro en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Guanajuato. Funambulista de circo que se disfraza de cuentacuentos para compartir historias. Tal vez algún día se convierta en un elefante o, si el clima lo permite, en un paraguas, o tal vez en un ropero, si los recuerdos se le amontonan de repente. Mientras eso no pase escribe cuentos y toma café descafeinado.

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La voz de la melancolía

inventó a los dioses. Nadie pudo explicarse por qué tanto dolor y, sobre todo, de dónde provenía. La única solución fue crear espíritus vengativos y crueles. Mi madre me contó que una noche mientras estaba dormida escuchó una voz masculina de mediana edad, la cual le habló de forma clara para decirle que moriría dentro de diez años. Ella era una mujer de fe y creyó en estas palabras como si algún espíritu divino se las hubiera dicho. Hizo sus cuentas, fue fácil sumar y dar con la fecha, en el 2015 moriría. En ese año le detectaron cáncer nivel 4. No había que extrañarse, aquella voz ya lo había anunciado. Siempre me ha intrigado la relación de estas voces con la clarividencia. Anunciaciones nocturnas que dan cuenta del porvenir. No dudo que se trate realmente de un espíritu, pero no estoy seguro de que sea masculino; pienso que es una voz sin género, una energía suelta por el mundo que encuentra resonancia en los ecos de la noche. Tal vez solo se trata de la voz de la melancolía. Natalia también la escuchó. Fue un hecho similar al de mi madre, una voz que le dijo la fecha de su muerte, pero a ella no la hizo sumar, simplemente le dijo a qué edad moriría. En alguna ocasión platicamos sobre todo esto y por su tono y timbre. — 31


¿Qué ventaja puede tener saber el año en que moriremos o nuestra edad cuando esto pase? Sin duda al momento de conocer esta información la ansiedad se apodera de nosotros. Entra en nuestro cuerpo, tal vez la respiragarganta y esparcirse lentamente por todo nuestro cuerpo: órganos, huesos y médula. Al saber cuándo moriremos cualquier otra cosa pierde sentido. Ya

seres queridos. Es mejor ahorrarse tanto dolor, el propio y el de terceros. Lo prudente es hacerse a un lado, de la vida y de todo, dedicarse únicamente a esperar mientras dejamos que el cuerpo se llene de vacío, de un soplo helado. Siempre me ha gustado pensar que las voces que escucho provienen de la

de alguna forma le hablaron y lo convirtieron en uno de ellos. Creo que todos los cuentacuentos oyen ecos, sonidos, palabras, con mayor o menor intensidad. Es como si Anthony Browne, Roald Dahl, Gianni Rodari o Graciela Montes nos susurraran al oído: “Sal a contar, ve, comparte mi cuento por todos lados”. En mi caso, es como si los gorilas de Browne, incluyendo a Willy el tímido, me hablaran y me lo pidieran como un favor personal. Me gusta pensar que escucho las voces de la literatura, que soy una especie de Hace poco hice un viaje a Cuba para participar en un festival. Ahí conocí a Uri, a quien coronaron como rey de la narración oral en la isla. Una mañana se organizó un evento en la plaza principal de San José de Lajas. En el centro del quiosco se puso un trono, tras una ceremonia breve otros cuentacuentos le colocaron una corona de cartón. Para no demeritar la gloria de su majestad, el accesorio era bastante grueso y con una apariencia de durabilidad a toda prueba. Después, el rey narró una historia y, como era lógico, lo hizo con un gran derroche de talento, que dudo, sinceramente, tenga algún soberano europeo en la actualidad. dores. Por suerte, me tocó sentarme junto a Uri y platicamos, se le veía satis32 —


fecho consigo mismo, todo un soberano en aquel camión destartalado. Me contó cuánto ganaba, estaba orgulloso de un sueldo mensual de veintisiete dólares que le daba ventajas que poca gente tenía en la isla. Después, un momento de silencio. No sé qué tan largo fue; lo aproveché para mirar por la ventanilla, las casas de San José, su gente y el calor devorándolo todo. En el Caribe el sol es como una gran vaca amarilla, que se percibe fuera de foco, el animal rumia y rumia las construcciones y, también, a ciertas personas, aquellas que tienen la suerte, mala o buena, de quedarse quietas a mitad de la calle. Uri rompió el silencio, me contó que esa tarde su hija cumplía dieciséis años. Tras un letargo lo felicité, le hice la pregunta de si pasaría tiempo con ella. Su respuesta fue un sencillo no. Ni siquiera la conoce. Un día la madre de la chica le llamó para decirle de su paternidad, que ella no quería saber nada de él, ni le pedía cosa alguna, solo cumplía con avisarle. Le aclaró que si algún día deseaba conocer a su hija, la puerta de su casa estaría abierta. Pero que jamás volvería con él. A Uri le dio miedo conocer a la chica, tal vez porque no quería escuchar los reproches de su expareja. Después, el tiempo pasó, o por lo menos así me lo explicó él, y un día simplemente se dio cuenta de que su niña ya tenía sin duda, con mucha más razón. Así, sumando año tras año, el rey de los cuentacuentos dejó pasar el tiempo. No conoce a su hija, pero se acuerda perfectamente de su cumpleaños. Antes de recibir esa llamada, la de su ex, Uri sabía que tendría una hija, por eso la noticia no le sorprendió, incluso conocía el futuro de la chica. Una noche un sonido lo despertó, fue entre las tres y cuatro de la mañana. Era una voz clara y de mediana edad que le informó que su primogénita moriría a los veinte años. Lástima, en realidad le queda poco tiempo para conocerla. desquitarse de su padre. Mientras me contaba esto, yo no podía quitarle los ojos a la corona. Fue justo en ese momento cuando me di cuenta de que ese cartón duraría muchos años, pues su textura, grosor y calidad son muy diferentes al que se comercializa en México. — 33


Dos días después los organizadores del evento me dieron un reconocimiento por mi trabajo como narrador oral. Sin embargo miré con cierto de la corona del rey, aunque, claro, era un pliego más delgado. ¿Cómo dejas pasar el tiempo? Dieciséis años no se te escapan de las manos así como si nada. Si algo similar me llegara a pasar me derrumbaría, sería demasiado el peso al darme cuenta de que el tiempo se me escapó, de que dejé fuera de mi vida a un ser querido. No entendía por qué Uri se veía tan entero, tan dueño de sí mismo y no perdido en el dolor. De llegarme a pasar algo así con Natalia la buscaría para pedir mil disculpas, aunque solo escuchara reclamos e culpas, bien o mal, sería mi trabajo, el cálido resguardo de todas las voces de Al regresar a casa pensé que todo estaría bien con Natalia, la imaginaba preocupada por sus proyectos, pero nada fuera de lo común. Siempre sentí un gusto extraño y en ocasiones incontrolable por darle obsequios, cuanta cosa pudiera ser de su agrado, sobre todo al salir de viaje. Intenté traerle Cuba entera, pero solo me alcanzó para dos o tres recuerdos, además de una piedra muy bonita que me robé de una casona antigua. El objeto iría sin duda a su colección. A media noche despertó. Eran, y me acuerdo perfectamente, las 3:45, casi las cuatro de la mañana, aún duraba la llamada hora del lobo. Sin abrir bien los ojos se movía por la cama buscando algo, se veía desesperada. En un instante hizo tres movimientos, al verla no tuve tiempo de nada. Un segundo se quedó quieta mirándome a su lado. Era a mí a quien buscaba. Se acercó para darme un beso cargado de ansiedad, después se volvió a dormir como si nada. Tal muestra de afecto llevaba la impronta de su personalidad, llena de energía y pasión. No voy a mentir, su acción me produjo una erección que tardó más de cinco minutos en disminuir. Esa noche su boca dejó en mí toda el incidente. Seguro piensa que lo inventé. Al amanecer me dijo que era un extraño en su vida. 34 —


Olvidé que la empatía que siento por Uri es debido a que cometí su mismo error, pero no fue una hija a quien olvidé e hice a un lado, sino a Natalia. No pude hacer nada, o mejor dicho, lo intenté todo y nada sirvió. Ella se fue. Siempre he creído que los cuentacuentos son una especie de vagabundos, tros, siempre seremos peregrinos. Sé que suena a una vieja idea, anacrónica e incluso torpemente romántica, sin embargo hay que recordar que narrar historias es una de las actividades más antiguas de la humanidad. En todo narrador hay una evocación natural al pasado y a los orígenes. Con el tiempo en soledad. Nadie tiene que cargar con el peso de esperar a un judío errante. Hace tres noches escuché la voz, claramente me dijo la fecha de mi muerte. No hay error y le agradezco su sinceridad. Haciendo cuentas he descubierto que moriré el mismo año que Natalia, solo un par de meses después. La noticia me hace sentir feliz, como si la relación comenzara de nuevo, como si tuviéramos un pacto. Fue la voz de la melancolía quien produjo este acuerdo. Le agradezco este gesto de misericordia, tan poco común en su accionar. Morir en fechas cercanas me parece justo. ⁂

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Concurso de Cuento Corto

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Alí Rendón Metaforense

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a Premio San Miguel Writers’ Conference & Literary Festival 2016. Autor de poemas (Celaya, 2018); la novela Lo que escuché mientras caía (Montea, 2017) y el libro de cuentos La realidad con capacidades diferentes (Pictographia, 2013). Guanajuato 2010. Ha publicado en Revista Playboy y en la antología de cuento joven Territorio Ficción ( , 2017).

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La boca de papá En verdad eres un dios […]. No soy un dios —¿por qué me comparas con los inmortales?—, sino tu padre por quien sufres dolores sin cuento soportando entre lamentos las acciones violentas de esos hombres. , Canto

: Telémaco reconoce a Odiseo. Homero

que bajes de la camioneta. Mejor vámonos, dice tu mujer. Vámonos. Amigo, quiero hablar con usted, por favor. El extraño da golpecitos a la ventanilla. Tu esposa activa los seguros desde el asiento del copiloto. petición. Su tono de piel es fruto del sol de mediodías como este. ¿De dónde salió?, ¿de un coche del estacionamiento? ¿Estuvo mirando a tu esposa? No le hagas caso, vámonos. Te relampaguean las noticias que miraste toda la mañana, antes de que buscaras videos de bondage en la red: asaltos, tiroteos, cristalazos, secuestros, decapitados, desaparecidos, fraudes telefónicos, narcomantas, trata de pero con una franja negra que silencia digitalmente sus ojos. No recuerdas si traes el arma en la camioneta. ¿Y el vigilante del estacionamiento? Solo ves al franelero del restorán tomando sombra muy atento a su teléfono. En WhatsApp sale que este viejo ataca en los estacionamientos, dice tu esposa. El hijo de Sam cruza tu cabeza, Juana Barraza Samperio, José Luis Calva Zepeda y muchos más. También cuerpos desnudos en baldíos, cuerdas apretadas, gritos que se van para siempre. Expertos hablando de sujetos que son bombas de tiempo que explotan hasta que reciben un empujón: el factor estresante, que puede ser una decepción amorosa o una pérdida, una — 41


experiencia cercana e intensa que termina proyectando al delincuente hacia actos antisociales en serie. Vámonos ya, qué esperas. Vámonos. ¿Y los niños?, le dices a tu esposa que ya se puso sus lentes oscuros. Miras que el tipo te señala un coche abollado del costado del copiloto. Orita les llamo para que no se salgan, pero ya vámonos. ¿Y si mejor le hablas a la policía? Enciendes la camioneta, pero el hombre se interpone en el camino. Los sobre los tuyos y toca el claxon. Ese tacto te recuerda cuando te abrazaba, cuando te jalaba con la misma resolución y terminaban en la cama; todo eso que se acabó cuando te descubrió la aplicación para ligar, las fotos, el bondage. Ella maldice y se lleva la otra mano al cabello. Acelera y se va a quitar, ordena. ella sea la rogona, que llore un poco. Te comienza a latir fuerte el corazón y deseas apretarle la mano hasta que grite. El extraño es el único que junta las manos. Sigues la dirección de esos ruegos y, de pronto, la abolladura del coche señalado te ofrece una forma reconocible. Sí, te recuerda la boca fruncida de alguien. No, no seas tonto, no te bajes. Una boca así es capaz de decirte cosas que duelen, te dices, pero aprietas un botón. No, no, no, vámonos, vámonos. ¡Señor, no nos mate…!, dice tu esposa. Al mirar la abolladura con la ventanilla abajo aceptas que es el hocico de tu padre, sí, de ese viejo que hasta su muerte se opuso a que vivieras con tu mujer. Aquí está la boca que se arrugaba luego de gritarte por haber mojado la cama y que, a pesar de estar encogida, podía estar sonriendo hacia adentro simultáneamente. Cuando te dejaba en pura trusa en el jardín y cerraba la casa bajo llave, sabías que la puerta cerrada era una extensión de aquella mueca. Bajas de la camioneta a pesar de los jalones y gritos de tu esposa. Una alarma indica que las llaves están pegadas y la puerta abierta. El hombre 42 —


del coche habla mientras avanzas hacia la boca de tu padre estampada en la blancura de la carrocería. No quiero incomodarlo, amigo, pero tenía que hablarle a solas. Apenas escuchas al hombre que ahora señala con el pulgar a tu camioneta roja. Lo anduve buscando por este rumbo toda la mañana. Tocas la boca-abolladura del coche, su mancha roja. Calor, dureza, una nueva mancha de la sudoración de tus dedos: ¿test de Rorschach? Por último, Eso fue lo de la mañana, ¿se acuerda?, por eso quería hablarle a solas. Miras que tu camioneta tiene un golpe en la fascia delantera. ¿Cómo vamos a arreglarnos, amigo? ¿Le dirás que en la mañana estuviste en casa, solo, con la nota roja, los videos bondage y un café? Amigo, ese es el golpe que me dio usted en la mañana… El rojo de tu camioneta en el auto blanco es el bilé de unos labios sobre una camisa. … Pero se me peló y ya no lo pude alcanzar. Ahora es como si el hombre te estuviera hablando a través de la abolladura, es el ventrílocuo de su carro chocado. Como ve es del mismo rojo que su troca. Es del mismito rojo. Y es que no le quería decir delante de su esposa; pues ya ve que como usted iba saliendo del motel en la mañana cuando me chocó, pues… no quería incomodarlo. No, este hombre no es un ventrílocuo; es tu padre muerto quien le metió la mano por el trasero y lo está haciendo hablar. No, hombre, ya me incomodaste, le dices como si le hablaras a la boca vieja troquelada en el coche. Cierras los ojos y continúas: ¿Motel?, no, mira, yo estaba en mi casa… ¿Qué, le vas a contar lo de las noticias y los videos bondage?… Yo estaba en mi casa, la que trae la camioneta en las mañanas es mi… Te interrumpen unos gritos. Abres los ojos. Tus niños vienen corriendo del restorán con unas cajitas de cartón y juguetitos. Piensas en que ninguno de ellos heredó la boca de tu padre que es la misma que tú sí sacaste, aunque la uses más para guardar silencio. ⁂ — 43



Concurso de Cuento Corto

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Ana Paulina Calvillo Reyes La hija del sepulturero

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A Impresora, tipógrafa y editora en tercera generación, radica en Guanajuato desde 1996 donde ha realizado diversos proyectos de promoción cultural en el área de teatro y literatura. Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes en el Programa de Estímulos a la Creación y Desarrollo Artístico en dos ocasiones. Es socia de Editorial Los Otros Libros donde se desempeña como coordinadora editorial. Textos suyos fueron publicados en la antología Palabras germinales de Ediciones La Rana.

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Tocando el fondo con las manos

idénticas nos alzabas a cada una en una pierna y tu bigote travieso haciéndonos cosquillas te hacía ver como si estuvieras en el cine pero no era el cine sino nuestro jardín enorme que podabas los domingos para que Galia y yo jugáramos sobre las montañas de pasto cortado que irían a parar al camión de la basura en bolsas negras donde también se escondían cando en la ventana del segundo piso la silueta de mamá y sin que nos viera quitábamos los pétalos para comer el centro que nos hacía invisibles. Entonces ser la elegida para ir al tianguis de pulgas predecía una mañana soleada cabalgando con impaciencia sobre tus hombros mientras seleccioencendía una lucecita al apretar el botón y por la noche iluminar la cueva hecha de sábanas y rodillas encorvadas la piel húmeda el cabello pegado a la frente y a la mañana siguiente venía la abuela con la inyección y sin decirme nada hablaba con mamá de mí como si yo no estuviera o no pudiera comprenderla no hables con extraños decían los comerciales en la televisión quizá presentarme con la abuela soy tu nieta mucho gusto pero contesta cuando te hablen y ella no me hablaba aunque me bajara el pantalón de franela para pinchar la nalga. — 49


mesa los domingos muy cerca de la vitrina con las copas de cristal de romarrugados el único sillón con brazos pues quitaron el otro cuando murió el abuelo que yo no conocí pero los domingos no había niños en la mesa solo un tiempo después Larisa que ya casi no era niña aunque tenía la misma edad que Galia y presumía frente a nosotras no subas los codos nos daba clases para que un día tal vez contra todo pronóstico pudiéramos lograrlo. Por esos días también tus viajes y las noches ventosas en que la jacaranda enfurecida quería entrar por la ventana a soltar su morado por toda la habitación y azotaba sus ramas una vez y otra hasta que me trepaba en la litera al abrazo de Galia mientras tú llegabas pero no llegabas y las semanas se volvían

cambio no sabes nadar le tienes miedo al agua y no te acercas a la alberca más que un día en Cuernavaca con los primos de mamá que te quitaron los zapatos y te aventaron y entonces regresamos a la ciudad en silencio un viaje sin palabras y nosotras no entendimos pero nos callamos porque eso sí lo entendíamos y yo veía tus ojos en el retrovisor a escondidas sin que me miraras sin que supieras que te estaba viendo porque tuviste miedo de morir y yo sentí vergüenza de no sentir tu miedo y de amar el agua hasta que un día en la alberca antes de empezar la clase Larisa vio un traje de baño igual al mío y me explicó que aquella niña era mi hermana pero que nos amabas a las dos y que por eso solo nosotras dos teníamos el mismo traje quise buscar a mi-hermana-de-traje desde entonces y cuando me tocaba subir al trampolín me demoraba bajando las manos para hacer eterno el momento de tocar los fundidades del agua una gota resbalando por la espalda por los hombros el cuello la nariz ¿cómo era mi-hermana-de-traje? ¿se me parecía? antes que la

pero nunca más la vi y cuando Larisa se dio cuenta me explicó que ya se había ido para que pudieras visitarla en tus viajes. 50 —


Pero no te fuiste no en seguida al menos no en el tiempo necesario para que olvidara casi por completo a mi-hermana-de traje y parada frente al ropero jugaba a adivinar qué vestido tendría ella también igual al mío solo podía elegir los que tú me habías traído pero el anaranjado no ese no entraba en el juego porque siempre fue mi preferido aunque no pudiera usarlo los comedor y colarme por debajo de la mesa sin que nadie me viera para llegar a tus piernas seguir con el dedo las grecas que formaban dragones en la alfombra mientras el calor de tus pantorrillas se me instalaba en la mejilla hasta que me quedaba dormida debajo de la larga mesa del comedor de la abuela que no nos hablaba a ninguno de los dos pero sí a otros. Ahora quedamos solo tú y yo sin Galia y sin mamá ni Larisa ni la abuela aunque una manguera drena tu vientre que ha reventado por dentro tu cuerpo es un fruto seco arrugado pálido y en el reloj las manecillas se niegan a avanzar quieren prestarnos tiempo pienso y seguramente preferirías que fuera Galia pero soy yo quien toma tu mano que se ha reducido y los dedos de huesos nudosos caen sin vida sobre la sábana vuelve en ti despacio papá imagina que regresas manejando de otro viaje que a los lados del camino se alzan las montañas . Solo una vez regresaste en avión porque dejaste el coche en algún lado era el Chevrolet 50 que me habías regalado muchas veces cuando crezcas y alcances los pedales y una vez escuché que se lo decías a Galia también así que cuando fuimos a recogerte al aeropuerto yo estaba enojada y no quise apretar la cara contra la ventana para buscarte como lo hacía Galia pero te vi de todos modos desde lejos y las lágrimas me traicionaron deja de llorar dijo mamá con impaciencia y tú soltaste las maletas para levantarnos una en cada brazo el hombre más fuerte del mundo y mojé tu cara pero a ti no te importó porque también querías llorar entonces lloramos los tres juntos en medio de la sala lloramos por tu ausencia y tu llegada y también por el Chevrolet 50 que era mío y tuyo y también de Galia junto a las maletas mamá miraba sin ver de veras nada la boca apretada esperando su turno que no llegó esa vez al menos no en el aeropuerto. — 51


Mamá se fue chupando poco a poco cada día su boca apretada guardaba entonces éramos nosotras las que la veíamos por la ventana creyendo que se comía el centro porque despacio se iba haciendo invisible o más pequeña o tal vez solo más triste y encorvada otros días abría la boca y las palabras enjauladas hasta entonces salían todas de golpe atropellándose recoge tu cuarto empieza la tarea termina de comer di la tabla del ocho recita las preposiciones comienza de nuevo come las verduras no molestes a tu hermana tállate los codos no digas groserías y no llames a las cosas por su nombre mucho menos si son parte de tu cuerpo apaga las luces mírame a los ojos cuando hables no repliques a tu madre cierra la boca —pareces tonta—. Hasta que sin darnos cuenta regresaba el silencio y mamá volvía al jardín para que tú nos contaras una historia tendidos los tres en tu cama cada una en el hueco de tu axila yo con las ganas de saber y con el miedo a preguntarte si mi abuelo te castigaba en la tina llena de agua como nos contó mamá después de Cuernavaca si tomaba tu cuello y te sumergía en el agua hasta ahogarte como yo me imaginaba cuando nadaba hasta el fondo de la alberca con los pulmones llenos de aire dejando salir cada burbuja de una en una para durar más tiempo y poder sentir la mano del abuelo apretando mi cuello y tu miedo al agua pero nunca pude aunque el aire se acabara y el cuerpo tu cama deseando ser la elegida tus bigotes traviesos me hacían cosquillas y tus manos enormes y tibias jugaban a ser tarántulas en mis rodillas y en las vez pero una vez más era a ella a quien querías. Aquí las enfermeras van y vienen penando por los pasillos casi sin tocar el suelo como si no pesaran nada de tanto en tanto una de ellas corre la cortina y te deja al descubierto tu cuerpo seco arrugado y pálido para unos ojos ajenos que nos miran con lástima con repulsión mientras toma tu mano buscando el pulso no me mira no me habla ella no sabe nada y yo con ganas de saber y con miedo a que me diga que ya no vas a despertar. Una pinza oprime tu índice que no es más el que jugaba en la boca de 52 —


ciéndole cosquillas en la cara húmeda el cabello revuelto pegado a la frente sus ojos mirando el techo tú mirando a Galia y yo a los dos tras la cortina desapercibida oculta apartada encubierta quizá un poco asustada y a través de la ventana mamá desaparecía despacio en el jardín dejando un rastro de ⁂

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Concurso de Cuento Corto |

Concurso de Poesía Libre

Se terminó de imprimir el mes de enero del 2020 en la ciudad de León, Guanajuato, México; con un tiraje de 1,000 ejemplares.

utilizó la fuente Amster en un papel bond de 120 gramos. ⁂

imprentadavalos.com


Cincuenta y seis páginas compilan la obra de cuatro escritores que plasman en oníricos escritos el sentido de la vida, las consecuencias de las decisiones y los deseos que no aspiran a más. En los Premios de Literatura 2020, dividida en dos secciones: xvi Concurso de Cuento Corto y xiii Concurso de Poesía Libre, el lector(a) podrá aventurarse en una escritura ligera pero por demás entretenida, fresca, honesta. La antología tiene como voces a Bernardo Humberto Govea Vázquez con su cuento La voz de la melancolía, a Neftalí Báez Rendón con La boca de papá y a Ana Paulina Calvillo Reyes con Tocando el fondo con las manos; esto además del poemario La fiesta del Ártico, de Eva Karen García Atilano. Más que promesas, se trata de realidades literatas que han forjado un camino basado en el talento y dedicación constante, visible en cada una de las obras contenidas en este libro, que es posible gracias al trabajo colaborativo interinstitucional en el que interviene el H. Ayuntamiento de León, a través del Patronato de la Feria Estatal de León y Parque Ecológico, así como del Instituto Cultural de León. Así pues, sírvase a reinterpretar estas páginas; obras que ya forman parte del patrimonio literario de México.


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