Reconocimientos Raíces Somos 2015

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R E CO N O C I M I E N TO S A P R E C U R S O R E S Y P R O M OTO R E S D E L A TRADICIÓN EN LEÓN



INTRODUCCIÓN

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os protagonistas y precursores de nuestras tradiciones que hoy reciben este reconocimiento, ya cuentan con el más importante que se puede tener: el de su comunidad y el de sus compañeros de tradición. Pero a ese aprecio y admiración nos sumamos desde el Instituto Cultural de León en el marco del Programa RAÍCES SOMOS. Si bien las tradiciones entrañan una convicción y esfuerzo colectivos, la obra de algunas personas siempre será una variable que las fortalece; por ello en esta ocasión, deseamos dejar testimonio de la vida y obra de quienes han tenido un papel fundamental en dos expresiones de nuestro patrimonio cultural: la Danza de Indios Broncos, y el Teatro Popular expresado en los Vía crucis vivientes. En el caso de la Danza de Indios Broncos, ésta tradición puede considerarse dentro de las variantes dancísticas llamadas “Danzas de conquista”. Gestada desde mediados del siglo XVIII sobre todo en comunidades del municipio de San Felipe, se ha arraigado en el noroeste del estado de Guanajuato y en otros pueblos circunvecinos, luego de que los flujos migratorios del siglo XX llevaron esta danza hacia León, Silao, Querétaro y San Juan de los Lagos, principalmente. En nuestro municipio, desde mediados del siglo pasado, se formaron los cimientos de lo que en la actualidad es un vigoroso movimiento dancístico que siempre está presente en las fiestas patronales.

Por otra parte, entre el barullo constante de quienes integran de manera visible las manifestaciones teatrales de la localidad, se genera año con año, lejos de los reflectores, de manera discreta, un movimiento escénico que no necesita de escenarios formales ni profesionales de la escena, cobra vida desde las convicciones y creencias de cientos de personas. Los viacrucis vivientes, con extensas ramificaciones en el ámbito urbano y rural, han mostrado perseverancia para abrirse paso en los distintos momentos de nuestra historia, incluida esta época, cuando expresiones culturales de esta naturaleza tienen que construir su lugar en el marco de novedosas circunstancias sociales, que no siempre son las más favorables para su continuidad. Esta tradición sustentada en creencias religiosas particulares, pero también fincada en virtudes universales como la generosidad, el sentido de pertenencia y la lealtad a la memoria, constituye un significativo rasgo de identidad compartida. Nuestro municipio mucho debe a los hombres y mujeres que en sus colonias, barrios y comunidades han trasmitido de generación en generación los conocimientos y habilidades que han permitido la continuidad de nuestras tradiciones. Por eso, otorgar este reconocimiento público, es un mínimo gesto de gratitud con el que aspiramos corresponderles. Luis Castrejón Durán Director General del Instituto Cultural de León.


DINASTÍA HERRERA

Familia Herrera. Arriba de izquierda a derecha Guillermo Herrera, Arcadio Herrera, Andrés Herrera. Sentado de sombrero Miguel Herrera.

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a memoria histórica de esta danza, entonces llamada de “Indios Brutos”, desde principios del siglo XX registra la presencia del maestro Arcadio Herrera, aunque los padres y abuelos de éste también ejercían la tradición. Avanzado el siglo pasado don Miguel Herrera dio continuidad a esta dinastía originaria de Nuevo Valle de Moreno, en ese tiempo se utilizaba guitarra de concha, faldas de franela con flequillos de carrizo y zapatos de madera, que a la hora de la fiesta se convertían en instrumentos que aportaban bellas sonoridades.

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El vestuario incluía pesadas coronas de lámina con espejos, y al grito de: ¡vara, fierro! comenzaban a ejecutar sus coreografías y a desarrollar variados ritos, muchos de los cuales ya no son practicados, aunque se guardan en la memoria de las generaciones mayores. Esta dinastía, hasta la actualidad se ha caracterizado por su esfuerzo de preservar esta danza con la mayor fidelidad posible, pero también son ampliamente reconocidos por su disciplina y rigor tanto en su ejecución como en sus enseñanzas. Entre las danzas que formaron había un espíritu de sacrificio, se honraba el compromiso, y se aplicaba un estricto reglamento. A esta dinastía pertenece don Guillermo Herrera, quien a sus 72 años continúa instruyendo y compartiendo con los grupos de nueva formación los principios más ancestrales de esta danza, honrando de ese modo a sus antecesores y preservando su legado.

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DON FILIBERTO RODRIGUEZ RODRIGUEZ

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on Fili”, como también se le conoce, es quizás uno de los últimos sobrevivientes de la primera generación

de precursores de la Danza de Indios Broncos. Nació en el municipio de San Felipe, en 1927. Toda su vida ha sido campesino y agricultor. Entre el gremio de los danzantes es una referencia siempre presente, algunos lo conocen, otros sólo saben de él por las historias que han pasado de generación en generación. A mediados del siglo pasado, siendo muy joven, viajó una temporada a León con la esperanza de algún trabajo, entonces ya se había encontrado con la danza y no tardó en sumarse al movimiento que aquí ya sucedía. Ha sido uno de los principales protagonistas y testigos de la historia y evolución de esta danza en el último siglo: vio irse las varas de encino, de huizache; vio apagarse la guitarra de madera para dar paso al banjo y la tambora.

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Supo de tiempos cuando un compromiso se formalizaba a través de mensajeros que se desencaminaban durante días, pero igualmente, para llegar al lugar de la festividad los danzantes requerían largas jornadas por los caminos reales. Don Fili comparte: “No era de mucho gozar pero cuando uno es llamado por una vocación tiene que cumplir, porque sino ya no tiene gracia ni merito. Cuando se agarra un compromiso hay que honrarlo, porque no vale el dinero, sino la palabra”.

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Foto: Dirección de Identidad

DON VÍCTOR GUEVARA PÉREZ

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ació en 1950 en el municipio de San Felipe, su vocación como danzante la encontró en su tierra de origen a la edad de 7 años,

siendo discípulo de importantes patriarcas de la danza como don José y don Filiberto Rodríguez.

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En 1975, ya estando en la ciudad de León, conoció a Gil Fernández, danzante del grupo de Don Miguel Herrera, quien lo invitó a formar una danza en la que fungiera como capitán, aceptó y con la ayuda de José Torres (“el Kali”) quien se encargaba de enseñar los pasos, fundaron la Danza Guadalupana Indio Piel Roja, de la que hasta el día de hoy es maestro. Su capacidad y tenacidad lo fueron convirtiendo en un detonador del gran movimiento de Danzas de Indios Broncos que hoy existe en nuestro municipio, pues a partir de sus instrucciones y esfuerzos fueron surgiendo capitanes como Martín López, Roberto Belmonte, Carlos Ibarra, Mario Gómez. Los cuales al paso de los años se han consolidado, como dignos continuadores de la tradición. Esto ha sido posible por su genuina y natural vocación de compartir y trasmitir sus saberes. Aunado a ello, es un diestro ejecutante del banjo, y al ser discípulo de las principales dinastías su repertorio de sones y coreografías abreva en los más antiguos acervos.

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DON JOSÉ TORRES HERRERA

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ació en 1931 en la hacienda San José del Resplandor. Creció en la orfandad y desde joven trabajó como jornalero o cargador en

el ferrocarril. Tenia 15 años cuando se encontró con la danza. Desde entonces ha sido su devoción y su destino. Sin ser capitán, su entrega a la tradición le ha hecho ganar una notable autoridad y reconocimiento. Las “coronas” que nacen de sus manos con pluma que consigue por el bulevar Madrazo o por Santa Rosa de Lima, son usadas por muchos danzantes. Pero además, “el Kali” (así se le conoce entre los amigos), ha tenido un papel fundamental como promotor de su tradición lo cual ha contribuido a que sea valorada en diversos ámbitos: “Cuando me pongo mi traje siento emoción porque lo voy a disfrutar, y es que esto me ha gustado mucho, tanto que no me importa que suframos aguaceros, calores, frillazos.

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Foto: Karla Evelia Gasca

Cuando salemos fuera a contratos de dos o tres días a veces le batallamos, pero entre más sufro más me gusta. Para tener fortaleza, me encomiendo a la Virgen de San Juan, a San Juditas, pero casi más regularmente a la Virgen de la Luz nuestra patrona de León que está en Catedral. Yo sin esta danza no podría vivir. Por eso dije: hasta que los pies me ayuden a caminar seguiré adelante, si Dios me deja más años pos a ver qué. Me resigno a lo que marque el destino”

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Foto: Karla Evelia Gasca

DON CECILIO GONZÁLEZ ROBLEDO

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ació en el municipio de San Felipe en 1954. El oleaje migratorio lo trajo a la ciudad de León desde hace medio siglo, donde

principalmente ha desempeñado el oficio de la albañilería. Considera que su dedicación a la tradición le fue entregada por sus ancestros a través del sueño; pues el impulso de hacer una danza lo recuerda como una revelación:

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“Al poco tiempo de llegar aquí a León me quería regresar, nomás que a los 16 años se me reveló este camino. Hasta tengo en la pared unas palabras de un amigo: PARA TI MAESTRO CHILO: Tú no sabías esta cosa/ yo soy uno de los danzantes que tuviste en tu sueño/ cuando viste a la cruz clavada en un bello cerro/ desde entonces con fervor formaste esta bella danza/ para alabar a la cruz que soñaste en tu infancia…” Don Cecilio, dió origen y es capitán del grupo Halcón Dorado, una de las danzas emblemáticas; y además de su empeño por fortalecer las estructuras y ritualidades de los Indios Broncos, es una de las personalidades de esta tradición que se ha ocupado de enriquecer el acervo de sones, con los cuales ejecutan sus coreografias: “Nosotros buscamos ritmos, si oyemos algo más o menos que nos gusta le acomodamos pasos. Esto viene siendo igual como los compositores de música o los arreglistas de voces. Seguiré en esto hasta que ya no pueda porque las imágenes que honramos nos dan protección, pero además es una misión que le viene a uno, penetra el pensamiento y como que da energía…”

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BARRIO DE SAN MIGUEL: El viacrucis más antiguo 111 AÑOS DE TRADICIÓN

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trios, plazas, calles, bodegas, salones de fiesta, aproximándose la Semana Santa se convierten en espacios escénicos donde

cientos de leoneses ensayan sus respectivos papeles en las representaciones. Ligados a las parroquias o siguiendo su propia ruta organizativa, cientos de pespuntadores, ebanistas, maestros, obreros, albañiles, profesionistas, estudiantes, comerciantes, después de la jornada laboral, en cuanto llega la noche se congregan para ensayar sus personajes, al tiempo que hilvanan detalles logísticos y escenográficos. En esta tradición de Teatro Popular, destaca por su antigüedad y perseverancia el viacrucis viviente del Barrio de San Miguel, que así mismo, se ha convertido en motivación para el surgimiento de muchos más por toda la geografía urbana y rural. A principios del siglo pasado, cuando el barrio tenía pocos habitantes, ya ensayaban las escenas en los corrales y solares de la calle Río Tuxpan, antes Calle de la Vicaría y ahora bulevar Torres Landa.

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Foto: Mi Barrio de San Miguel de la Real Corona: Revista Conmemorativa del Cuarto Centenario, Junio 1997

Gracias al esfuerzo encabezado en distintas épocas por personas como don Agustín Hernández Lira, don Domingo Ramírez, don Alberto Ojeda. Si bien es la suma del trabajo de muchas personas lo que cada año les permite continuar con su tradición, entre los participantes se reconoce a la familia Hernández como un soporte principal en el que se sostiene este esfuerzo del barrio entero.

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I N S T I T U T O C U LT U R A L D E L E Ó N DIRECCIÓN DE IDENTIDAD Y PATRIMONIO


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