Hazle al Cuento: Videojuego al revés

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CUENTO categoría 1

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videojuego al revés Lucas Mateo Lozano Garay / 8 años

H

abía una vez un niño que se durmió muy temprano el 5 de enero del año 3,000 d. C.

Aunque era una época donde todos tenían mucha tecnología y muchos robots, el pequeño Bartolomé de apenas 8 años no tenía ni un lápiz de mente-escritura, o un balón de fuego, ni lentes de futuro-visión; ni siquiera una consola de videojuegos, como la mayoría de los niños.

Por eso esperaba con ansias que a la mañana siguiente, junto a su zapato, apareciera una consola llamada XT1000, la más avanzada que se había inventado y que permitía ver imágenes en 3D y tocar las cosas como si fueran reales. Era lo más popular en todo el mundo. Los niños que lo jugaban querían ser los campeones del videojuego Pistolero sangriento, en el que se mataba de manera muy violenta a las personas.

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A la mañana siguiente, Bartolomé lloraba desconsoladamente, pues en lugar de traerle la consola que tanto esperaba, los Reyes Magos le trajeron sólo una pequeña caja que decía “iMacjina”.

Aunque no era lo que estaba esperando, abrió la caja para ver de qué se trataba.

– ¡Papá! Ven a ver esto, que no entiendo cómo se juega.

– Oh, hijo – dijo el papá – te trajeron el mejor regalo que pudieron.

– No lo creo papá – respondió el niño, secándose las lágrimas – no veo ni la pistola, ni las granadas, ni siquiera un cuchillo para encajar en la pantalla portal.

– Es el mejor juego, ¡porque no trae ningún juego! – contestó entusiasmado el papá.

– ¡No entiendo tus acertijos, papá!

El papá se fue sonriendo dejando a su hijo muy enojado, y Bartolomé no tuvo otra opción que aprender por él mismo.

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Pasaron 3 meses y el niño no salía del cuarto de juegos, se la pasaba jugando con su iMacjina en la computadora de su papá.

– Es un juego nunca visto y te hace sentir muy bien, aunque no ganes – decían muy contentos quienes lo jugaban.

Muy pronto la casa se llenó de niños.

Primero los amigos de la escuela, luego los primos, después muchos niños de la ciudad. Iban a conocer el maravilloso juego del que todos hablaban:

El papá de Bart le ayudó a poner el juego en Internet, de manera que lo pudieran jugar a través de la red totalmente gratis.

Para jugarlo sólo tenían que ser invitados por el mejor amigo de cada persona, y así

el juego lograba formar una gran cadena de regalos. Los niños ya no jugaban Pistolero Sangriento, y las ventas de este juego bajaron completamente, lo que provocó que todos los adultos quisieran saber por qué les gustaba tanto este nuevo juego.

– Es que me dan muchos puntos por visitar de manera virtual a los viejitos del asilo – dijo una niña que vivía en China.

– Si me comunico por medio de mi avatar sin decir groserías, me dan un trofeo que llena la mitad de la pantalla – comentaba Neymar, un niño de 8 años.

– Si mi avatar respeta a otros avatares, ponen mi foto en el Cara-Libro – decía emocionada Huguette.

Así, descubrieron que el juego era un éxito para los niños de todo el mundo porque les permitió ser buenos, respetuosos, amigables, serviciales y amorosos, cuando ya habían dejado de serlo. Los niños se divertían de manera muy sana y dejaron de jugar esos juegos violentos. Ahora les gustaba portarse muy bien.

Cuando esos niños crecieron, el mundo era un lugar muy feliz.

A los 77 años, le dieron a Bartolomé el premio Nobel de la Paz por haber creado El videojuego al revés, y por no haber cobrado ni un solo peso para que todos lo jugaran.

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