Palabras del Presidente de la República, José Mujica, correspondientes al 4 de julio de 2013 Un gusto, amigos, poderlos saludar por este espacio con el que tratamos de mantener como podemos una comunicación. Hoy, un poco casi con el pie en el estribo, sobre un avioncito, pero con una necesidad de plantear algunos problemas o alguna visión de esas cosas que consideramos que son decisivas para el país, para el futuro y que, sin embargo, muy poco se difunden o casi nada se discuten. Siendo un país pequeño, el más pequeño en población, no en recursos, en población de América del Sur, es obvio que nuestro país tiene una enorme dependencia del comercio mundial, de lo que pueda hacer, porque siendo pequeño las necesidades de hoy imponen ineludiblemente la necesidad creciente de importar consumos de todo tipo y ello significa que para pagarlos hay que tener también la posibilidad de vender muchísimo en el exterior. En otros términos: la inserción internacional que no es para saludarse decorosamente entre los señores presidentes o ministros, sino la inserción internacional que es un elemento no solo para comunicar culturas, para intercambio político, es esencialmente viabilizar el comercio, el flujo del intercambio, es un hecho fundamental y muy fundamental para los que somos pequeños. Queda claro que el “hacia dónde va ese mundo”… porque querido amigo, el mejor economista es aquel que logra predecir cómo será el porvenir desde el punto de vista económico y sobre todo el comportamiento de las sociedades, porque esto es diabólicamente complejo y sometido a las tradiciones y las distintas culturas. Un ejemplo, en 1990 Japón fue sacudido por una crisis inmobiliaria, parecida a la que tuvo Estados Unidos hace pocos años, una burbuja que reventó y la economía se estancó en 1991, 1992, 1993, era una pesadilla. Japón estaba estancado, como enfermo. Vinieron los economistas del mundo occidental, los del Fondo Monetario y le aconsejaron su receta, convencieron al gobierno japonés