Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición del 16 de enero de 2014
Es un gusto, amigos, en estos tiempos veraniegos, cuando se inicia el año, retomar está conversación. Hemos estado en estos días un poco rompiendo el chiquero, hablando, seguramente para muchos, demasiado, sobre la carne; sobre los problemas que rodean la producción, la industria, la exportación, el trabajo. Esa cosa tan importante en la historia del país que es la producción pecuaria. Pero sería bueno recordar, grabarse en la memoria, en el juicio colectivo, la visión de la sociedad; que inevitablemente entramos en tiempos electorales y se supone que en esos tiempos, nuestra gran discusión —seguramente no la única, pero la gran, la de fondo— debería estar muy embebida, muy teñida por todos los problemas que significan la lucha por el trabajo de la Nación. Podemos dar y decir lo que queramos y soñar y predecir y mirar hacia atrás, pero nada es más importante para el porvenir de la Nación que su historia y su presente en el campo del trabajo. Porque, sencillamente, cada vez que hemos tenido crisis en el campo del trabajo nos estacamos, y a la corta o la larga, toda la sociedad tiende a padecer las consecuencias del estancamiento. Hemos progresado muchísimo y la cifra de ocupación, de caída de la pobreza, son elementos de carácter positivo, pero recordemos que eso es posible por el repunte en el campo del trabajo. Nadie nos va a regalar como país, nunca, la prosperidad. La prosperidad se arranca a partir del trabajo humano, que no es lo único. Sí, no es el único factor que existe en la vida de una sociedad, pero termina siendo el trabajo el elemento determinante de la marcha de todos los demás aspectos. Importa, naturalmente, todo el campo del trabajo, en sus mil formas: el trabajo productivo, el trabajo industrial, el trabajo de servicios. Pero importa en primer término recordar y categorizar, y es bueno que para el criterio del pensamiento electoral de nuestro pueblo, tenga en cuenta estas cuestiones.
Es muy importante el valor que recogemos del trabajo, el valor que recogemos de ese producto. Y me quiero detener en esa parte sustantiva del producto, hijo del trabajo que sale del país, las más de las veces en barco, a veces en camiones; que camina kilómetros que acude a mercados a veces muy lejanos. Porque de ese trabajo, es importante lo que se hace, pero tan importante como ello es lo que se recoge, cómo se vende. Puedes trabajar mucho, pero si vendes mal, una parte de ese esfuerzo se va a perder, o lo van a recoger otros. Quiere decir que hay una lucha permanente por acceder a mercados y por vender lo mejor posible. Por qué hay que luchar por vender lo mejor posible, y esa es la política exterior, y esos son los acuerdos comerciales, y esa la lucha por abrir mercados, y ese es el ir y venir. Es el precio de gestiones que hay que hacer para poder vender en este mundo. Y por qué debemos vender, porque somos un país pequeño, y al ser muy pequeño, no podemos hacer todo lo que necesitamos para vivir. Hay que recordar, hay una parte sustantiva de los bienes que necesitamos para vivir que los tenemos que comprar en el exterior. Y si tendemos a vivir cada vez mejor, tendemos a consumir cada vez más cosas, lo que quiere decir que cada vez compramos más cosas en el exterior. Y esas cosas que compramos en el exterior, obviamente, las tenemos que pagar, directa o indirectamente, con lo que vendemos. Entonces, la cantidad de trabajo que hacemos es sustantiva, y es sustantiva la cantidad de trabajo que procuramos vender en el exterior. Y es sustantivo al precio, la lucha por obtener el mayor valor posible de ese esfuerzo que una parte de los orientales hace para poder tener acceso al exterior, y es importante, después, en el cómo y en el qué gastamos esa parte sustantiva que vendemos al exterior. Estas cosas son a, b, c, no estoy diciendo ninguna novedad, pero lo curioso es que lo más importante, lo que no es novedad, pero que es decisivo, es lo que más se olvida en el ir y venir de una campaña electoral. Qué me importan los chismes, qué me importa tu pasado, qué me importa lo que hiciste o lo que no hiciste. Qué me importa, me importa cómo marchamos hacia adelante; porque las heridas que tengo hacia atrás solo el tiempo me ayuda a cicatrizarlas. El porvenir de los que van a venir tiene que ver con lo que vamos a volcar en el esfuerzo colectivo como sociedad hacia delante. Y el pasado en todo
caso tiene que servir para aprender y multiplicar la sabiduría y la capacidad de lo que vamos a hacer hacia delante. Y al estar en campaña electoral, lo que más me asusta es lo poco, lo nada que se tocan los temas esenciales del país. Cómo no va a ser importante la cría ganadera, el precio al que podemos colocar cada novillo, cuánto es el producto de cada frigorífico, o cuánto va por el mundo. Pero esto importa en los lácteos, esto importa en los granos, esto importa en saber el precio de la celulosa y saber cuál es la aventura que hay atrás de cada uno de los procesos productivos que a la larga o la corta va a determinar una buena parte del bienestar del todo la sociedad. Porque junto a ese trabajo productivo viene el peso fiscal, no solo vienen las divisas, vienen los recursos con los que se pagan los impuestos, y es con los impuestos con los que podemos hacer frente a necesidades objetivas que toda sociedad tiene por acá y por allá. Entonces, ese trabajo productivo no es el trabajo solo de los que están metidos en cada uno de los asuntos; esa la parte de la colmena que está trabajando por el todo, y que lo necesita el todo, la sociedad. Por lo tanto, son problemas globales de toda la sociedad, en primer término, obviamente, de su sistema político. En nuestra época, en nuestro tiempo, todos sabemos del brutal impacto de renovación tecnológica que todos los días se nos presenta en la vida; todos los días tenemos una sorpresa de nuevas tecnologías, en esto y en aquello, pero no solo está en las comunicaciones, en los trabajos industriales, en los aparatitos que componen nuestra vida, por aquí, por allá. No, el impacto tecnológico se da en las ciencias médicas, en el campo de la biología, en todos los terrenos, y si se da en todos los terrenos tenemos que empezar por reconocer que si este país es un país, hoy, agroexportador, es un país agroindustrial —porque el grueso de sus industrias funcionan acordes a la necesidad del fenómeno agropecuario en general—, y es la industria frigorífica y son los molinos y son los hilos y es el transporte y es la tecnología que se aplica en cada uno de estos fenómenos, que está sometida a cambios permanentes. A título de ejemplo, querido oyente, cualquiera sabe que un eucalipto común, si usted lo corta, rebrota, sí, y a los tantos años tiene una tanda de palos para cortar, si más o
menos lo limpia y etcétera. Pero eso era antes, querido amigo, ya no es así. Por qué, porque la renovación tecnológica es tan rápida que aquellos que se dedican a generar materia prima para la celulosa prefieren plantar una nueva variedad entre filas del viejo monte. Porque las nuevas variedades tienen un rendimiento sensiblemente mayor a las viejas, y la renovación tecnológica es tan alta que no vale la pena esperar que el monte rebrote, y lo que más vale es sembrar una nueva variedad, siempre y cuando se esté al día en la cuestión genética que está variando, precisamente, la composición de la madera atrás de la búsqueda de un mayor rendimiento como materia prima de carácter industrial. Y digo esto por señalar un hecho, pero se pueden señalar otras cosas, el advenimiento de las nuevas semillas, muchas veces con un trabajo fitotécnico de años. Es carísimo. Me vendieron un sobrecito de semillas de tomate que me costó 3.600 pesos, apenas tiene 1.000 semillitas. Seguramente que de esas 1.000 semillitas, no se consiguen más de 800 plantas, porque algunas fallan, etc., etc. Quiere decir que al final del almácigo es posible que cada plantita cueste 5 pesos, cada plantita sin trabajar cueste 5 pesos. Esto no es así en el tomate activo, y esto por decir una cosa, esto es el tomate de hoy, pero hay que plantar precisamente las nuevas variedades que tienen mayor resistencia, resisten mucho más la comercialización de mercado y siempre que se le dé lo que se necesita, tienen, a la larga, un mayor rendimiento. Pero, naturalmente hay un costo de implantación mucho mayor a lo que era el costo antiguo. No creo que quienes están discutiendo la campaña electoral tengan que saber estos detalles, o la multitud de detalles que se esconden en cada proceso productivo. Pero no se puede ignorar el a, b, c con el cual respira y vive y siente nuestro país. Los medios materiales están determinados por esta revolución tecnológica, y estar al día con esa revolución tecnológica, poderla seguir, significa una tasa creciente de capital que hay que invertir por unidades de trabajo cada vez mayor. Esto significa que hay que multiplicar la capacidad de invertir para tener la capacidad de producir de acuerdo a lo que está imponiendo la tecnología contemporánea. Y esto significa después rendimiento, para usar una palabra que se usa en economía, productividad del trabajo. El aumento, la multiplicación de la productividad, que en el fondo es un promedio, hijo del valor del producto que deja cada hora-hombre que se trabaja en lo que fuere, es
expresivo en el campo de lo agropecuario. Por qué, porque la revolución de la biología está golpeando con todo, la revolución de la mecánica, la revolución de la informática, está golpeando con todo. He visto a 3 personas cosechar 100 hectáreas de trigo en menos de 1 día, 3 personas, 2 con trilladoras y 1 acarreando precisamente con una gigantesca tolva, llenando camiones que llegan y llegan y llegan. Y esto es posible por el tamaño fenomenal de la inversión que hay atrás de cada uno de los trabajadores que está embebido en esa tarea. Pero también estos nuevos trabajadores poco tienen que ver con los paisanos antiguos; han tenido que “refritarse” su capacidad tecnológica, sus conocimientos, para estar acordes, para poder manejar semejantes herramientas. No se trata de que gasten más energía, gastan más capacidad, han tenido que invertir previamente en su formación. Y esto que apenas estoy señalando es una constante en todos los frentes de trabajo; permanentemente y sordamente en todos los frentes de trabajo; por eso me parece triste una campaña de carácter electoral que no entra, precisamente, en la vorágine de considerar las consecuencias de todos estos fenómenos y de todos estos cambios que no son solo cambios en una línea recta, porque con la aparición de nuevas tecnologías hay una tendencia al aumento de la productividad, pero hay una tendencia paralela al aumento del tamaño de las inversiones que hay que hacer y, por lo tanto, el riesgo está en juego. Pero aparecen, naturalmente, otros nuevos problemas que no existían. A título de ejemplo, esa revolución que ha significado la siembra directa en los campos del Uruguay, que han hecho del Uruguay un país exportador de granos en forma importantísima, esa revolución de la siembra directa está siendo matizada por la aparición de algunas malezas, que se ríen de los herbicidas que hemos estado utilizando, porque la naturaleza también se recicla, la naturaleza también hace trabajos genéticos y la naturaleza, en sus malezas, también saca nuevas variedades de resistentes. Y hay que estudiar esta nueva aparición de malezas que no existían como plagas y que se están transformando en plagas. No para decir “no usamos más herbicidas”, sino para decir “tenemos que variar la composición y la investigación de los viejos herbicidas”. Porque esta es una lucha que no para más; y podríamos decir “mejor no usemos más herbicidas”. Y cuando uno lee los números de FAO, que nos señalan que las malezas se comen el 30 y pico por ciento de la cosecha mundial, y uno sabe que en la cosecha mundial está la vida de millones de personas, se da cuenta de que no podemos volver
atrás, sino que tenemos que ir hacia delante mejorando lo que estamos haciendo. Y esto significa corregir y volver a aprender, recrear nuevas formas y así sucesivamente. Quiere decir que el hombre ha entrado en un espiral de calificación de su trabajo que nada tiene de bucólico, que más bien es de carácter estresante, pero que supone, en cada uno de los rincones de donde se trabaja, muchísimo conocimiento, y no hay derecho a tener tan tremenda ignorancia y desconocimiento de las peripecias de la gente. Creo, siento a veces afirmaciones, afirmaciones de bachiller, afirmaciones de gente que habla en términos terminantes, con juicios terminantes, de cosas que son bastamente complejas. Y que tiende a volcar opiniones que se difunden masivamente, sin ningún sustento, sin ver lo que está pasando en el mundo, en nuestro país y en nuestra sociedad. A título, de ejemplo, cuando mi abuelo trabajaba la tierra, con 12 - 15 kilos de maíz corriente se plantaba una hectárea de tierra, el maíz vendía muy poco, 700, 800, 900 kilos por hectárea, si llovía. Hoy son frecuentes, si llueve, si hay humedad, los maíces que dan 6, 7 y hasta más, mil kilos, y si tienen humedad abundante, pueden pasar los 10. 000 kilos. Pero naturalmente, son otros maíces. En primer término se planta mucho más espeso, las plantas son más pequeñas, y caben muchas más por hectáreas, y son más precoces, y son más fuertes, y producen más, siempre y cuando no le falten los elementos. Ya no son tan primitivos, y sobre todo el elemento humedad en el momento. Pero qué pasa, cada hectárea de maíz que se planta hoy debe tener un costo de 10, 12, 14 veces de lo que costaba una hectárea antigua. Quiere decir que el capital que se invierte es muy alto, y que se está sujeto a lo que pueda venir con el tiempo. Por lo tanto, el factor riesgo se multiplica, la promesa de la ganancia es posible, pero la promesa del riesgo, si faltan algunos factores como la humedad, también es enorme. Como vemos, el progreso no es sencillo, el progreso está cubierto de amenazas, también de posibilidades. Y en mucho depende de la calificación, el esfuerzo y, sobre todo, el nivel de inversión que los hombres y las sociedades puedan hacer. Me he detenido, tal vez, en demasiados detalles. Siento un dolor por tanta pavada que se habla, que no hace a la vida de la gente. Y siento angustia por la falta de considerar los problemas de carácter esencial. La lucha por la energía, estamos perdiendo cerca
de 2, 3 millones de dólares por mes, sencillamente, por no poder montar con rapidez los molinos de viento que ya el país tiene asegurados. Y no lo podemos hacer por incapacidad de montaje, por dificultades, por dificultades de todo tipo; si pudiésemos andar más rápido, seguramente que el precio de la energía lo reflejaría, pero lo tenemos que hacer. Vaya, qué linda discusión, esa sí que es una linda discusión. La interconexión con Brasil para darnos seguridad, porque una de las formas de inversión de un país es la abundancia de energía, de disponibilidad de energía. Y sabemos que estamos demasiado sujetos a la lluvia; que una gran sequía puede significar un desastre en materia del precio de la energía, porque la que no producen baratas los ríos la tiene que entrar a producir el petróleo, y este lo tenemos que importar. Vaya, qué linda discusión para aprender estas cosas, y tantas otras cosas por el estilo. Esta audición es un humilde pedido a elevar la categoría del debate electoral, para que le sirva a nuestra gente, para conocernos, para conocernos mejor como país, como lo que somos, con nuestras claridades y con nuestras sombras. Hemos progresado muchísimo; llevamos casi una década creciendo y es posible. Tenemos que apurar el tranco. En la próxima década el país tiene que ponerse en un per cápita a los 25 mil dólares para entrar en la esfera de los países desarrollados. Por qué digo esto. Digo porque solamente un vuelo económico de esa naturaleza nos puede permitir la capacidad de ahorro interno como para asegurar que en los momentos de crisis, por lo menos, nos mantenemos y no retrocedemos. Por qué, porque una economía de ese volumen es lo que nos garantiza una tasa de inversión segura, que nos va a mantener aun, en los momentos de crisis internacionales, cuando los precios caen o cuando hay dificultades. Nosotros no podemos incidir en el mundo, somos tomadores de precios. En lo que podemos incidir es en casa, en lo que hacemos nosotros, en cómo lo hacemos, en las previsiones que tomamos, en cómo multiplicamos nuestra capacidad y nuestra habilidad. Esto debería ser el cerno de nuestra discusión electoral.