Palabras del Presidente de la República, José Mujica, correspondientes al 18 de abril de 2013 Amigos, es un gusto saludarlos y, un tanto con el pie en el estribo, intento grabar este espacio, porque puedo faltar algunos días, tironeado por la agenda de carácter internacional. Para redondear lo que hemos estado planteando del artiguismo, no encuentro mejor cosa que leer algunos párrafos muy pequeños de esa formidable antología poética de nuestro Mario Benedetti, que dice de Artigas: “Se las arregló para ser contemporáneo de quienes nacieron medio siglo después de su muerte. Creó una justicia natural para negros, zambos, indios y criollos pobres. Tuvo pupila suficiente como para meterse en camisa de once varas y cojones como para no echarle la culpa a los otros”. Y más adelante dirá nuestro Mario: “Lo abandonaron, lo jodieron, lo etiquetaron, pero no fue por eso que se quedó para siempre en tierra extraña. Por algo nadie quiere hurgar en su silencio de viejo firme. No fue tosco como Lavalleja, ni despótico como Oribe, ni astuto como Rivera. Fue sencillamente un tipo que caminó delante de su gente, fue un profeta certero que no hizo públicas sus profecías, pero se amargó profundamente con ellas”. Yo invito a los uruguayos a hurgar en profundidad en el mensaje de lo que significa para nosotros el artiguismo. Amigos, vivir es andar y es además recordar que un país es de todos, con su gente, con sus contradicciones, con sus acuerdos, con sus desacuerdos, con sus colores. Un país no es de nadie porque es de todos. Como tal, nos comprende con sus contradicciones y solo logramos hacer lo que es viable, y no necesariamente lo que soñamos o lo que queremos. La práctica de gobernar nos ha obligado, más de una vez, a tener la flexibilidad que tienen las cañas, ese vegetal humilde que está allí, pero que no hay temporal que lo descuaje, porque se dobla, pero vuelve a la verticalidad, a su porte, en cuanto pasa el temporal. No se cae como los grandes árboles. Es muy pero muy flexible, y es una lección del andar en la vida. Porque en materia de ideas, y hablando de la enseñanza —queridos oyentes— hace mucho, mucho, mucho que personalmente consideramos que la enseñanza en el Uruguay termina siendo una víctima estructural de una formidable centralización burocrática que termina siendo paralizante, que se fue instaurando a lo largo de los años en nombre de una causa muy noble: la autonomía, autonomía que se nombra mucho, pero no puede concebirse autonomía contra la libertad. Y precisamente, esa brutal centralización burocrática en los hechos termina con la autonomía y con la libertad. Es sabido que en los procesos de discusión que nos ha llevado la agenda pública de este tema tan importante, porque la enseñanza tiene que ver con muchas cosas, pero tiene que ver con la equidad en el futuro, qué será de nuestros muchachos, esos que no reciben las herramientas mínimas fundamentales que les permitan luchar para mejorar su vida en el mundo que está amaneciendo; ese mundo complejo, desde el punto de vista técnico, desde el punto de vista social, no va a tener piedad con los no calificados. Por lo tanto, aquellos que no reciban en parte el bien que significa la capacitación
intelectual y sobre todo que no reciban el poder engendrar la sed intelectual por autoaprender —que es la verdadera llama de la vida— van a quedar como estancados, como paralizados, al costado del camino, como resentidos, como otra sociedad. Nosotros no creemos que pueda haber profunda docencia contra la libertad, la libertad de pensar, la libertad de crear, la libertad de inventar, la libertad de ensayar, la libertad de enamorar, porque en definitiva no solo se está padeciendo una enseñanza por disciplina, sino que se está descubriendo, y eso requiere un enorme margen de autonomía, obviamente, primero para Primaria, autonomía para Secundaria, autonomía para la UTU, pero dentro de cada una de las ramas autonomía para cada institución, con el coraje de entender que a partir de un mínimo común hay que crear y hay que darle coraje a los cuerpos docentes, para que cada cual, colectivamente, sean dirigentes de sí mismos. Pero no hay audacia para semejante paso, no la hay. Nuestro medio, en nombre de ideas que en su enunciado teórico son correctas, no percibe lo que a lo largo de los últimos 40 a 50 años hemos hecho, crear una escalera interminable de responsabilidad donde todo se diluye. Debería de recordarse que nosotros queríamos la autonomía total para UTU pero no para que se quedara en UTU, para que desarrollara cuatro o cinco centros regionales que cuando a su vez llegaran a cierta estatura, 15 mil, 18 mil estudiantes, cada uno de esos institutos regionales se transformara en un instituto autónomo, independiente, público, para que estuviera ligado a las necesidades de la región. No creemos en las cosas gigantescas, en las escaleras interminables, creemos más bien en lo mediano, en lo pequeño, en lo que se conecta con el medio, en lo que puede ser sentido por la gente. Pero no tuvimos comprensión, no tuvimos la capacidad de convencer y hemos tenido que seguir y seguir. Por eso, haciendo lo que podíamos, con flexibilidad, impulsamos la aparición de la Universidad del interior, porque consideramos que tenemos una enorme deuda que en definitiva se traduce en el estancamiento del interior y una conciencia muy clara de que el interior necesita desarrollo técnico e intelectual, porque el futuro se está jugando en gran medida en la profundización del conocimiento y la cultura en el interior del país, porque hemos tenido un largo proceso, no de maldad, sino que constantemente la inteligencia del interior, por una razón u otra, sociológicamente ha terminado en Montevideo. El interior necesita ese desarrollo, porque es a partir de ese crecimiento intelectual y técnico del interior que podemos aspirar a ser un país desarrollado. Por eso, por un lado tengo que saludar el esfuerzo que está haciendo la Universidad de la República (UdelaR), pero lo está haciendo, no por empuje estructural, sino por empuje de la dirección actual que tiene la UdelaR que comprende perfectamente el papel que debe jugar el interior y está haciendo todo lo que puede y más por llevar la docencia al interior. Yo no tengo otro camino que aplaudirla y que saludarla. Realmente nuestro pensamiento tiende a pensar en unidades más chicas, descentralizadas, pegadas a las distintas regiones, a las cuatro o cinco
regiones que pueden dibujarse con claridad en este país. Hacemos lo que podemos en nuestras circunstancias, porque no pudimos conseguir el apoyo político para lograr la autonomía de UTU que parecía el camino más lógico y más práctico, hacer evolucionar una realidad que ya existía, y tuvimos que recorrer el largo camino de ponernos a inventar una Universidad Tecnológica para el interior del país, porque fue lo que pudimos lograr. Por eso, tenemos que tener claro que un país es de todos y expresa entre todas las posibilidades, también los frenos, también las limitaciones. Uruguay es un país no reaccionario, de ninguna manera reaccionario, pero es un país conservador. En cuanto se habla de cualquier cosa de cambio, se desatan los demonios. Hay como una resistencia implícita en nosotros a cuestionar todo lo que sea intento de cambio. Tal vez se expresa la mediana de nuestra edad como sociedad, tal vez. Tal vez tememos mucho a los experimentos de cosas que conocemos poco, tal vez. Pero la verdad es que arriba del planeta solo termina subsistiendo lo que cambia, porque lo único permanente, como Ley que hay en la naturaleza, es el cambio. Y si bien es cierto que es un disparate estar cambiando todos los días porque ello equivale a la inestabilidad, tampoco podemos permanecer a lo largo de décadas aferrados a un esquema, cuando vemos que ese esquema, que pudo haber sido sensato en un momento, con el paso del tiempo, por evolución de la sociedad o por cambios que se van procesando en la tecnología y por los aportes que da el tiempo, deja de ser un empuje hacia el progreso. Lo que antaño fue progreso, se transforma en un freno y en algo conservador. Creo sinceramente que nuestra enseñanza precisa creer mucho más en la capacidad de los profesores y de los maestros, en la capacidad colectiva pero organizados en unidades, en direcciones de liceos que no queden esclavizados para cualquier cosa y tienen libertad de creación muy grande, a partir de un mínimo programa común. Pero parece que esto es por el momento imposible. Y por ser imposible no tenemos otro camino que plantear las ideas. Algunos van a pensar que esa autonomía concebida así es un desmoronamiento del sistema y yo creo que el sistema como está hoy, y que fue conformado en la década del 60 y que fue concebido probablemente como un elemento que pretendió ser encausador en su tiempo, se ha ido transformando en una costumbre y en un freno que está diciendo a gritos que el Uruguay le teme a la libertad. Naturalmente, el Presidente no es alguien más que el que opina, y estas cosas no se resuelven por ordeno y mando. Lo que hemos relatado con respecto a la historia de la UTU es la historia de un fracaso, pero es la historia de una adaptación. Tuvimos que aceptar lo que podía llevar de progreso la realidad en la cual nos toca vivir y transitamos hacia la creación de la UTEC porque pensamos que es la posibilidad de un progreso formidable para el interior y ayuda al proceso de descentralización que hace un tiempo ha emprendido la Universidad de la República. Pensamos que en materia de enseñanza hay una deuda y esa deuda es en el fondo con la libertad y con la autonomía en el sentido más profundo del término, y lo más profundo del término significa que hay que creer en la gente
que está metida en la enseñanza, pero que significa transferirles la responsabilidad de decidir y capacidades de decidir. Hay gente que se queja que hemos gastado mucho, como nunca, en la enseñanza, y se quejan con cierto margen de razón, y no hemos progresado lo suficiente. Yo creo que hay una crisis de carácter mundial en la enseñanza, que tiene que ver con cambios formidables, desde la responsabilidad de las familias. A veces el sistema de enseñanza es una descarga del poco tiempo de atención que le podemos dedicar a nuestros hijos y le transferimos a la enseñanza problemas que no resolvemos en la casa, ni tampoco probablemente los padres puedan actuar como los primeros maestros que tiene una criatura. Las crisis de cambio en las costumbres y organización de nuestra sociedad se están reflejando, y a veces injustamente le pedimos a maestros y profesores cosas que debieran empezar en el hogar y que no podemos resolver. Esto se está manifestando en el mundo entero y encima cae lo que significa el mundo de la informática. Pero no tengo dudas que el Uruguay del futuro va a tener una juventud masivamente introducida en el lenguaje de la informática y que el Uruguay del futuro está como acampado entre nosotros, como esperando. Todavía no puede dar un salto, pero está acumulando fuerza. Se están creando ciertas condiciones intelectuales de base, donde los niños manejan las computadoras y les están enseñando a los padres. Va a venir inevitablemente el desafío de la autocultura y del autoconocimiento, cosa, movimiento grandioso que inevitablemente va a venir si logramos tener una enseñanza que ayude a despertar y que no lo quiere resolver todo. El mundo que va a venir, y que yo no voy a ver porque soy un veterano, es el mundo donde permanentemente hay que estar reciclandose y aprendiendo, pero que a su vez hay que estar enseñando a los que están al lado nuestro y así sucesivamente. Se va el tiempo de que hiciste una carrera y ahora entras a trabajar y sanseacabó. Más bien, todo el tiempo es la lucha por perfeccionar y “aggiornar” el conocimiento que podamos aprender. Pero todavía esto está insinuado, está latente. Ese mundo necesita la libertad y si no la tiene, va a descuajarlos a todos. Tal vez somos excesivamente agresivos, excesivamente removedores y seguramente que mucha gente noble de este país no nos comprende, no nos acompaña, no nos puede acompañar, y cuando se trata de levantar la mano en el Parlamento tampoco, por eso no pudimos lograr la autonomía de UTU. Menos vamos a lograr el coraje de tener una enseñanza que se embeba de camino hacia la libertad, hacia la creatividad y hacia la responsabilidad. De todas maneras es bueno, de vez en cuando, decir en profundidad lo que pensamos, aunque no lo podamos lograr, para demostrarnos que siempre existen límites, y tener la humildad de reconocer que no hacemos lo que queremos, sino apenas lo que las circunstancias nos permiten.