Desgrabación de audición del Presidente Mujica por M24 del 33 de febrero de 2012

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Audición por M24 del Presidente de la República, José Mujica Un gusto amigos poderlos saludar por este espacio, poder volcar algunas reflexiones, alguna información, algún punto de vista para que la gente le dé vuelta. Hace, queridos amigos porque el alma de un veterano es una mochila llena de recuerdos, hace unos 65 años era niño y solía acompañar a mi abuelo en aquellas primaveras cuando se sembraba maíz, el cultivo en el Uruguay en aquella época, estrictamente, tesoro de los pobres. ¿Por qué? Porque se precisaban doce, quince kilos de maíz semilla para sembrar una hectárea. Esos maíces se elegían de las mejores espigas de la cosecha; se guardaban en un galpón; se guardaban colgadas; se desgranaban; para el próximo año ser sembradas. Así, de año en año. Las filas iban separadas a 80 o 90 centímetros una de otra, por lo menos. Y en realidad no había más de cuatro o cinco plantas por metro lineal en cada fila. Los rendimientos, ¡ah!... cuando se lograban 800 kilos por hectárea se estaba muy contento, se decía: “¡logramos, conseguimos el ocho!” Han pasado 65 años y todo ha cambiado. Y ha cambiado particularmente en los últimos 15 o 20 años con una velocidad que a los seres humanos nos cuesta registrar. Hoy el maíz ya no es un cultivo de los pobres porque se planta mucho más cantidad de semilla, que es muchísimo más complejo y cara y tiene atrás una alta tecnología. Son plantas más chicas, que dan por lo menos dos choclos cada una. Se plantan en filas cerquitas y las filas son densas. En realidad hay cinco, seis, siete veces más cantidad de plantas por hectárea que antes. Son semillas híbridas por esta razón o por la otra. Por muchas razones. Tienen altísima tecnología, resultan caras. Hay que fertilizar, y en condiciones de semi sequía, con malas condiciones suelen dar 2 o 3 mil kilos por hectárea. Pero cuando la humedad no es limitante, cuando llueve abundantemente pueden dar 7 u 8 mil kilos por hectárea y aún bastante más en algunos casos. Todo ha cambiado. No solo cambió la forma de cultivar, cambiaron las herramientas. Cambió el capital que hay que invertir. Hoy reina la siembra directa, cambió la forma de trabajar, cambió la forma de cosechar las variables. Y tuvo que ir cambiando el hombre, el que trabaja. Hoy necesita, inevitablemente aun para tomar decisiones ante los dilemas que se le plantean, necesita un hombre, un trabajador, con un horizonte intelectual mucho más vasto porque todo es de altísimo rendimiento, de altísimo costo y de altísimo riesgo. Y requiere, por supuesto, un hombre mucho más avezado. En realidad, este relato sencillo que hago me viene a la memoria por lo siguiente: me invitaron no hace mucho tiempo a andar en una cosechadora


moderna; me gusta las máquinas agrícolas, me encantan. No puedo disimular el campesino trotamundos que llevo adentro. Pero estas máquinas de hoy son seres de otra especie; no es que tengan más caballaje, más motor; más HP. No, no. Son portadoras de lenguaje digital, llenas de indicadores y de señales que hay que saber registrar. Nos están diciendo “perdemos demasiada semilla, hay que regular”; o nos están diciendo “esto anda mal”; o etcétera, etcétera. Permanentemente nos están dando órdenes, para mejorar el trabajo. Y naturalmente el mantenimiento, no solo el entendimiento de estas máquinas, resulta harto complejo a tal punto que muchos agricultores optan por el camino de arrendar servicios y sacarse no solo el capital parado gigantesco de la maquinaria, sino los dolores de cabeza del mantenimiento de estos nuevos seres de altísimo rendimiento. ¿Qué nos ha pasado? Nos ha pasado en el campo de la agricultura, como en todos los campos, que estamos bombardeados por el salto tecnológico y los cambios que se precipitan en la época que nos toca vivir. Esto es lo esencial. Las anécdotas que trate de resumir no son otra cosa que el condimento para entender que toda nuestra vida hoy está bombardeada, por todas partes, por los gigantescos cambios que se acumulan permanentemente en el campo del trabajo por el advenimiento de un alud de conocimiento aplicado que se transforman en tecnología. Es obvio que la primera resultante es que el hombre tiene que variar y tiene que ponerse a tono. De aquí que la calificación, la preparación y la actitud constante no solo de aprender, sino de aprender a aprender constantemente porque podemos asistir a tales o cuales cursos que nos preparen para esto, pero nunca nos prepararán para lo que aparecerá mañana. Habremos de tener una actitud técnico-científica que nos permita rápidamente reaprender si no queremos quedar atrás o al costado. Esta carrera parece infinita. La mejor imagen para darse cuenta de esto la tendríamos con los celulares y la tendríamos con el corriente lenguaje digital de manejar los celulares. Esto cambia de año en año y, seguramente, que los más veteranos tenemos una dificultad notable para podernos adaptar; y seguramente que los pibes, los que están saliendo del cascarón tienen mayores facilidades. Pero convengamos en esto tan simple: el cambio tecnológico es una presencia permanente; jamás existe una tecnología definitiva y estable, sino que esto supone que permanentemente estamos asistiendo a la acumulación del cambio tecnológico. De aquí que no debe de haber preocupación más central que inducir a esta actitud de aprender a aprender. No solo aprender oficios, no solo aprender destrezas, no solo aprender conocimiento, sino a generar la actitud de poder


averiguar por nuestra propia cuenta permanentemente y entender ese bombardeo que nos está rodeando. Esta es la razón de fondo de por qué venimos planteando insistentemente un cambio notable en la forma difundir el conocimiento tecnológico y en la necesidad de masificar en las jóvenes y en los jóvenes. Porque otra característica del mundo contemporáneo que está haciendo trizas algunas tradiciones culturales en el campo del trabajo, empiezan a menudear: las mujeres camioneras, las finalistas, mujeres en la industria de la construcción, y van a sobrevenir las mujeres manejadoras de las máquinas trilladoras. Y la separación de sexos va perdiendo importancia porque ya el “quid” de la cuestión no está en la fuerza sino en la habilidad, y la habilidad es una cuestión de afinar el conocimiento. Curiosamente este desafío contemporáneo tiene la peculiaridad de borrar viejas fronteras en el campo del trabajo. Pero, naturalmente, este salto tecnológico debe ser acompañado por el conjunto de la sociedad uruguaya, porque de lo contrario los bolsones que queden rezagados en la adquisición de nuevo conocimiento en su aplicación con el trabajo, desgraciadamente van a quedar condenados a las tareas de poco valor y, por tanto, su ingreso, su salario, su futuro va estar techada por esa incapacidad. Esto hay que entenderlo. La cuestión de difundir conocimiento -conocimiento útil, aplicable- es una forma de luchar por la equidad social hasta donde podemos luchar en las fronteras de una sociedad como la nuestra. Y entonces esta cuestión de difundir el conocimiento tecnológico no solo es una necesidad para apuntalar el desarrollo del país, que lo es; obviamente, el advenimiento de nuevas tecnologías supone un aumento cuando se le aplica un aumento de la productividad y, por lo tanto, va a tender a crear las condiciones que puedan multiplicar la mejora del ingreso. Pero no es equitativo por sí mismo, no es igualitario por sí mismo: tiende también a fragmentar la sociedad, aquellos que pueden llegar al conocimiento van a estar premiados en gran medida por el efecto de esta explosión tecnológica. Y los que quedan al costado del uso del nuevo conocimiento en su aplicación, por el contrario, van a ser los nuevos condenados de los tiempos modernos. Esto tiende a verse por todas partes de la tierra porque la bonanza tecnológica y el progreso tecnológico no necesariamente equivale a la construcción de sociedades más equitativas. Las sociedades más equitativas imponen la necesidad de crear condiciones ambientales de formación en la gente, para que nadie quede rezagado en cuanto a asistir a la fuente del conocimiento y sobre todo de la aplicación y la difusión del conocimiento.


Basta ir a una obra de construcción contemporánea y uno verá la aparición por aquí y por allá de tecnologías en las cuales uno ni soñaba, y verá aparecer herramientas que no las entiende y verá lenguajes que no entiende. Por todas partes: en el campo de la enfermería, en el campo de los servicios humanos, en el campo de la mecánica, en el campo de la electrónica, en el campo de la aplicación de los conocimientos hidráulicos. Por todas partes esta explosión es evidente. ¿Y entonces? Por ello nos sentimos en el día de ayer enormemente gratificados por el acuerdo que hizo la UTU con la aviación, para generar futuros técnicos en mecánica de aviación. Una mecánica cada día más demandante, más cara, con mayores aplicaciones porque los avioncitos vinieron para no irse; por todas partes los avioncitos son instrumentos de comunicación y de trabajo. Su mantenimiento pasa a ser una cosa central. Y esto seguirá y seguirá y seguirá, y cada vez va ir demandando precisamente gente más y más calificada. Con este agregado, en los tiempos de hace no tantos años, 30 o 40 años, aprendías una profesión y era suficiente para ganarte la vida durante largo tiempo. Eras esto o eras lo otro. Tenías un tiempo de tu vida para estudiar y otro tempo para trabajar. Todo indica que los tiempos modernos nos van a ir imponiendo la necesidad permanente de trabajar por un lado y estudiar por el otro. Todo un tiempo de alguna manera. ¿Por qué? Porque de lo contrario tendemos a quedar rezagados como nos está pasando a muchos veteranos con respecto al lenguaje digital. Y si es así, si este hecho que a nosotros nos parece innegable aparece por todas partes, nos obliga a cambios fenomenales en la matriz educativa, y yo diría en el grado de democracia que debe de adquirir la matriz educativa y formativa para la gente. Pero no pensemos que la educación y la formación tecnológica son simple responsabilidad de un puñado de profesores, o maestros, o instructores. Si queremos quitarle categoría. No. Naturalmente que siempre necesitaremos gente especializada para poder sembrar en las cabezas nuevas el conocimiento. Esto es una altísima y noble especialización que debe de ser comprendida y respetada por todos los ciudadanos. A los maestros, a los profesores, a los instructores le estamos entregando el mayor capital que tenemos: nuestros muchachos, los que van a quedar cuando nos vayamos de este mundo. Por eso merecen mirarse, conocerse y quererse con atención. Pero hay dramas de la vida que no se puede pretender que se solucionen en una clase. Todos tenemos que entender que el verdadero apoyo está afuera de la clase y está por las calles; y está en el seno de las familias y está en la tensa responsabilidad de no darles la espalda a nuestros muchachos y a nuestros


hijos, y saber que ellos también tienen algo que decir y tienen que participar en todo esto. Por eso ponemos proa al entendimiento, ponemos proa no a que no tengamos puntos de vistas diferentes en materia tan compleja. No pretendemos jamás la una unanimidad porque eso equivaldría la muerte. ¡No, no! Lo que pretendemos es el íntimo y mutuo respeto que debemos de tener entre todos y que debemos de dimanar un poco entre todos. Esta es la mayor lucha, tal vez de nuestro tiempo, por entendernos y por entender que en términos globales la educación es tarea de todos. Absolutamente, de todos.


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