Palabras del Presidente José Mujica en su audición en AM 24, correspondiente al 5 de abril de 2013. Presidente Mujica: Es un gusto poder retomar este intercambio a través de la onda amiga con la cual llegamos a una audiencia, parte de la cual hace muchos años nos acompaña. Insistíamos en la audición pasada en la importancia que tiene contemplar nuestra historia para aprender, incluso, algunas lecciones, porque la historia es el drama de los pueblos, con sus frustraciones, con sus logros, y es una especie de docencia viva. Y señalábamos el papel que cumplieron las Instrucciones que el artiguismo vuelca en el año XIII, en 1813, en ese congreso hecho en un campamento militar en Tres Cruces, como el primer e imborrable esquema ideológico de ideas acuñadas como ideas centrales, sintéticas, duras, pero que bosquejan una verdadera Constitución para la organización política del Río de la Plata. Y no cabe duda de que ubicándose en la época, con una revolución francesa a nivel del mundo que había sucumbido bajo lo que significó el bonapartismo, más atrás, con la revolución de la independencia que fundó los Estados Unidos, la primera república moderna como un grito por la lucha entre la igualdad entre los hombres y poniendo en tela de juicio definitivamente el origen divino de las monarquías, la devoción al poder absoluto que durante tantos siglos se había arrastrado en nuestra humanidad. Este documento encierra todas las vicisitudes del pensamiento y es en el Río de la Plata en ese momento y en la historia de América Latina, un documento de carácter francamente revolucionario; porque no solo veíamos que planteaba la independencia total y vaya, y vaya que se vacilaba. Se vacilaba enormemente, y no fueron pocos los doctores que cuestionaban la posibilidad de una independencia absoluta, pero además, lo hacía con una formulación de carácter republicano, sin vueltas, y esto a muchísima gente le resultaba intolerable; se sostenía que era imposible que la organización republicana pudiera funcionar. Y sobran las evidencias de próceres, como Aguiar, que buscaban príncipes ingleses, o los Pueyrredón que buscaban príncipes franceses, u otras que buscaban alguna dependencia de otra casa. Anduvieron por todos lados recorriendo Europa, nadie agarraba viaje mirando lo que pasaba en el Río de la Plata y lo que estaba pasando en el incendio de América Latina. Pero lo cierto está en la idea de que fundar una república perturbaba a muchísima gente importante y no era para menos. Había pasado la oleada de la revolución francesa y el mundo se aprestaba a una época relativa de restauración conservadora. A resulta de lo cual florecerían algunas monarquías constitucionales, y a resulta de las cuales al final los procesos republicanos se abrirían paso en el mundo. Pero todo ello va a significar un largo proceso, sorprende la audacia del artiguismo y digo del artiguismo porque un hombre no es responsable de una época y la época hace responsable también al conductor, hay una mutua influencia entre el caudillo conductor y lo que está en la base de la sociedad. Vale decir como un viejo autor argentino bastante genial, Alberdi. Diría Alberdi viejo criticando a Alberdi joven, criticando a los caudillos, va a decir más o menos más adelante: yo no los comprendí, eran vástagos de una democracia primitiva, cómo se iban a expresar las masas, cuál era la organización que podían darse los hombres en aquella realidad primitiva no constituida, aglutinados alrededor de la figura fuerte de un caudillo. Todo eso está como una forma natural de organización humana para
las luchas colectivas, pero lo cierto está en que este principio de orientación republicana hace temblar a mucha gente importante en el Río de la Plata. Van a pasar muchos años antes de que esta idea sea aceptada y van a haber muchas idas y venidas, pero junto a esta idea explosiva hay otra no menos explosiva y es la que, desde el punto de vista práctico, es la causa fenomenal del incendio opositor que se desató a partir de los intereses del puerto de Buenos Aires, la idea de confederación. Cada provincia, en una enorme región donde se pasaban meses andando en carreta para comunicarse de un lado a otro, cada provincia tendría su gobierno, su legislación, sus poderes autónomos y el gobierno nacional solo se ocuparía de las cuestiones generales. Esta es una, yo diría, dinamita explosiva, porque, entre otras cosas, al plantear además como requisito ineludible que la capital no puede estar en Buenos Aires, va a encender los intereses de todas las provincias del litoral, porque hay que ubicarse en el contexto de la época: los estados nacientes no tienen otra fuente de ingreso real más importante; las más importante son los derechos de aduana. En el estado primitivo no hay forma de cobrar contribuciones ni IVA ni nada de todo eso, ni impuesto a la renta —todo eso que va a aparecer después —; en el estado primitivo la manera de recaudar son los derechos de aduana y los derechos de peaje y entonces la posesión del puerto es clave, porque el puerto es el embudo por el cual hay que pasar, en gran medida, todo lo que es mercadería importada y todo lo que es exportado, y son precisamente los impuestos que se cobran ahí los que van a servir, entre otras cosas, para arreglar ejércitos armados y con ellos tener poder militar, y con ellos imponer poder político. Esta es una verdad amarga, por supuesto, que la posición del puerto va a dar supremacía a los intereses que manejan el puerto de importación y exportación. El alto comercio de ida y venida pasa a ser como el sector central de la dirección de la economía, frente al cual tiene que pagar peaje el resto de la sociedad. No tiene que extrañar para nada que todas las provincias que están ubicadas con salidas hacia el río y que tienen necesidad de vender y, eventualmente de comprar, y claman por tener una libertad de comercio que estaba muy centralizada, van a entender que en esta idea federal le va la vida, y en esto del gobierno local les va la vida. Van a ser los primeros que van a componer rápidamente esa explosión que se llamó la Liga Federal que llegó hasta Córdoba, tal vez más allá, el planteo de la libertad de comercio que traen las Instrucciones del Año XIII que más adelante el artiguismo va a ratificar, en parte, con el reglamento de funcionamiento del puerto. No podía entusiasmar a las provincias como Tucumán a las provincias del norte donde por autarquía había comenzado hace mucho tiempo un fuerte desarrollo hacia el mercado interno y que va a ser afectado por la avalancha, esencialmente de importaciones inglesas. Ahí había un choque de intereses en términos relativos. Pero lo cierto está en que esta idea de confederación es la causa de la explosión política que va a hacer tambalear a gobiernos enteros en Buenos Aires, que van a caer, como el de Alvear, el de Posadas, y que van a ser sustituidos rápidamente por otros, y que van a llevar a un conjunto de transacciones en términos sintéticos. Es un drama de una velocidad increíble que vive toda la región; el puerto de Buenos Aires, los intereses unidos al puerto quisieron, en principio aniquilar al artiguismo y no pudieron; la contra ofensiva política se extendió rápidamente como una hoguera. En el segundo capítulo trataron de transar y de engañar, ofrecieron incluso lo que podía ser la Banda Oriental y todo eso que compone el Entre Ríos, es decir lo que va entre
el Uruguay y el Paraná. Artigas rechazó ese desmembramiento de carácter político airadamente, planteando condiciones, volviendo a la filosofía del pacto federal en las condiciones que están insinuadas en este documento. Entonces, encerrados los intereses del puerto de Buenos Aires, van a tramar por abajo lo peor, la invasión portuguesa, explotando la vieja ambición que venía desde la época de la colonia y es precisamente ese drama el que va a componer el fin de la gesta artiguista. Es un período que se arrastra hasta el año 20, como no conoció nunca más la historia del Uruguay, en una intensidad donde naturalmente se van a ir juntando un conjunto convergente de factores que van a ir creando las condiciones que, entre perderlo todo y perder una provincia, Buenos Aires no vaciló, o menor dicho, no la Argentina. Los intereses portuarios en el fondo eran los que dominaban la cuestión; y no era para menos porque acá siempre hubo una lucha de intereses. El puerto de Montevideo estorbaba, y vaya que estorbaba en esta lucha de supremacía, y mucho tiene que ver. Por eso no se puede entender la política si no se ven los intereses económicos en juego y los factores militares también entreverados. Por falta de capacidad militar para liquidar este pleito se optó por un lado por la transacción y después se optó por un camino peor que la traición. Esa es la historia de la invasión portuguesa que no vino por sí sola, en alguna medida le abrieron las condiciones y ese pleito va a crear las condiciones con el rencor, con el dolor, con la herencia de la historia y con factores internacionales que coadyuvan, como la presencia inglesa para gestar al final ese proceso de separación. Fuimos la Banda Oriental y tuvimos que construir el Uruguay. Para entender ese origen hay que leer las claves de este drama que plantea este documento, que en el fondo también plantea el germen del federalismo, porque Artigas es el fundador del federalismo en el Río de la Plata, o menor dicho del artiguismo. Y hay que remitirse, y lo vuelvo a repetir, creo que las memorias de paz en general cuando lo ven viejo son de buena fe, y resumen que Artigas viejo exilado en el Paraguay, dicen nosotros queríamos la organización de las provincias con sus gobiernos independientes y Buenos Aires los Pueyrredones y otros querían mandar desde Buenos Aires, mandando sus procónsules como Roma imperial para que mandaran militarmente y horadaran la libertad política en las provincias. He ahí el cerno de la diferencia; atrás también de estas diferencias están también los interese portuarios. Ahora bien, por eso creo que las claves de este documento son importantes, muy importantes para explicar las contradicciones que nos tocaron vivir, como historia, nacimos en la misma placenta, pertenecemos como Paraguay —ahí hay otro drama que desollar—, o como Bolivia, a la vieja administración del virreinato del Río de la Plata. Sueño primero de la fundación de los estados de la lucha por la independencia pero la historia nos fue separando y la historia tiene la realidad de lo vigente. Nacimos en la misma placenta de los pueblos argentinos; ahora bien, ese drama nos separó y también nos unió en el dolor. Porque de alguna manera todos pagamos un precio y estas son cosas que merecen ser conocidas y estudiadas por las nuevas generaciones, pero, un poco para resumir, veremos más adelante si tenemos tiempo de desarrollar que en definitiva la derrota política del artiguismo no pudo ser total, porque la semilla quedó andando, por un lado y por otro lado generó el germen político de nuestra nacionalidad, pero por otro lado es también la historia de las divisiones internas y fue el drama de las divisiones internas, porque paralelamente, el carácter radical y muy profundo del artiguismo, si bien en el
primer momento todos los sectores sociales se prendieron a favor de la revolución por la enorme discriminación del poder español que había, en la medida que la llama de la revolución se extendió en el tiempo y en el espacio, la afectación de fuertes intereses económicos y el mensaje social profundo del artiguismo fue separando gente, sobre todo clases acomodadas importantes caudillos terratenientes etc., alguien diría por ahí: la revolución nos prometió un paraíso y nos metió en un infierno, y no voy a dar el nombre de ese alguien porque la unidad nacional es un factor importante. Por eso, estos dramas nos iluminan pero también tienen que servirnos con la sumatoria de otros dramas; si bien la historia nos separó, nada ni nadie puede descuajarnos esta historia. Pertenecemos al grupo de esos pueblos y tenemos que andar bien con toda la humanidad, pero en primer término, con los pueblos que nacieron con la primera matriz y nada ni nadie podrá separarnos, definitivamente.