Desgrabación de audición del Presidente por M24 del 23 de abril de 2013

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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición de Radio Uruguay correspondiente al 23 de abril Amigos, siguiendo con lo que nos habíamos planteado tocar en el transcurso de este mes, algunos temas colindantes con el pensamiento artiguista, muy particularmente, con las Instrucciones del Año XIII. Nos gustaría hacer algunas previas salvedades. En realidad, cuando se juzga el pensamiento a la distancia histórica, debemos cuidarnos mucho de no transferirle al pasado nuestras visiones, nuestro punto de vista, pero, sobre todo, mucho menos juzgar a los hombres del pasado, cualquiera fuera su estatura, a través del conjunto de ideas y de pensamiento que tenemos contemporáneamente, porque el pensamiento es fruto de una época, de un tiempo y de una circunstancia, e históricamente hay que procurar tener la honradez intelectual de verlo así, y no pedirle al pasado respuestas que va a ir construyendo el porvenir. Para ser más claro: las dudas que tenían muchos prohombres del Río de la Plata con respecto a la declaración global de la independencia, o las dudas que muchos prohombres de la estatura de Belgrano y otros que tuvieron cuando en Europa estaban los estertores de la epopeya napoleónica, cuando habían pasado todos los aconteceres de la Revolución Francesa, las dudas que tenían muchos, de pensar como inviable el sistema republicano, tenían un cierto margen de razón, empujado por los elementos que se constataban desde el punto de vista histórico en ese momento. Por eso no podemos tener la crueldad, no de no compartir, sino de no entender el valor de la duda en ese tiempo histórico. Este es un doble mérito del artiguismo y de Artigas en las Instrucciones del Año XIII; porque a pesar de todo eso que estaba pasando en el mundo, arranca con una definición muy clara en las Instrucciones del Año XIII en cuanto a exigir la independencia absoluta de España, por un lado, y segundo, a afirmar la definición republicana para esta región, como necesidad de carácter histórico. Mientras otros dudaban, Artigas afirmaba la necesidad de la definición republicana, con separación de poderes. De la mano de estas dos definiciones fundamentales, viene la concepción de federalismo, es decir, la enorme autonomía, con gobiernos locales para cada una de las provincias, cada uno de los territorios, como forma posible de un sistema de garantías políticas de provincias que, siendo iguales, se dan un gobierno común para las cuestiones generales. Estas definiciones sorprenden por la claridad que, en el medio de la duda de la época, se manifiesta. Y el hecho de que en lo inmediato no prosperara, habla a las claras de la enorme resistencia que existía como consecuencia de los dilemas de la época. A las Instrucciones del Año XIII, se suman dos definiciones importantes: la libertad de comercio, plantada en esta región que empezaba a tener sus propios intereses y que durante mucho tiempo por el sistema monopólico de comercio español, de grosos intereses resentidos, esa libertad de comercio que era fundamental por lo menos para la zona francamente ganadera de la región, que tenía interés en la colocación de sus cueros y seguramente generaba más


resistencia hacia el norte argentino, donde distanciados del mar por cuestiones de transporte y de costo, se había comenzado a desarrollar una incipiente industrialización artesanal para el mercado interno —léase fabricación de carretas, de ponchos, de textiles, etcétera— porque sorprende que aún en los tiempos de la revolución, la población de Tucumán superaba a la población de Buenos Aires. El avance colonial viene desde el Alto Perú hacia el Río de la Plata. Nuestro virreinato fue el último y va a retomar importancia recién con el comercio del cuero. Lo cierto está en que si tenemos la habilidad de juntar las ideas centrales de estas Instrucciones del Año XIII y sumamos el Reglamento para la seguridad de los hacendados en la campaña —que fue el origen de la distribución de tierra y que fundamentalmente es un plan de asentamiento de población, la seguridad iba a venir de la mano de asentar gente definitivamente en el territorio, y si le sumamos después por el año 15, que tiende a crear, insinuar— y dibujar un mercado común en la región, con un cierto margen de proteccionismo selectivo —para aquellas cosas que pudiendo venir de ultramar venían a competir con lo que industrialmente se estaba iniciando acá, pero que abría las puertas a poder exportar y, utilizando lenguaje moderno, a la introducción sin costos arancelarios de lo que llamaríamos bienes de capital—, este dibujo sencillo, entre las Instrucciones del Año XIII, el Reglamento de Tierras y la Ley de Aduanas —a lo cual podemos sumar algún documento de las cartas donde plantea la cuestión de los indígenas y en el fondo la cuestión de la equidad, para usar un lenguaje moderno, favorecer a los más postergados, lo que le da una tremenda hondura social a la visión artiguista—, tenemos un dibujo esquemático de las principales ideas que significó no solo Artigas, sino toda la corriente de pensamiento que lo rodeó y que lo tuvo a él como representante y gestor fundamental. Por eso, nosotros encontramos, uniendo aquella salvedad inicial —porque el reparto de tierras artiguista, por ejemplo, está basado en un concepto muy correcto: era la tierra para producir ciento y pico de cueros anuales que en los valores de la época era lo necesario para que una familia de humilde clase media pudiera sostenerse según algunos estudios hechos comparativos con la productividad de la época— que esta idea de asentamiento de gente estaba de la mano con un sentido fundacional de nación, y adquiere una enorme importancia. Pero tenemos que ver estas cuestiones en el contexto de su época. Lo peor que existe en términos genéricos es cuando, esquemáticamente, se toman las medidas y se quieren trasplantar así como así hacia atrás o hacia adelante. El margen de proteccionismo selectivo que se planteaba Artigas parece la cosa más racional para ser viable, un mercado en la región de carácter importante a lo cual se unía que él entendía que la actividad comercial debería estar reservada a oriundos de la región. Artigas parece insinuar, y el artiguismo parece insinuar bien claro, la idea de que la actividad comercial no debe dejarse en manos de extranjeros, pero no definiendo lo de “extranjero” con el sentido que podemos tener hoy de uruguayos, sino con un sentido francamente regional, americanos, como definían en la época. Por eso, este conjunto de ideas expuestas en estos documentos, con la sobriedad de la época,


sorprenden, sobre todo cuando uno intenta hacer análisis comparativos con otros gobiernos, con otros pensamientos en la época y, en definitiva, sirve para atender y entender el enorme peso social que tuvo el artiguismo. Como dice Alberdi viejo, criticando a Alberdi joven: “Yo no los entendí —se refería a los caudillos—, eran vástagos de una democracia primitiva. La forma en que la gente se aglutinaba para expresarse políticamente no podían ser todavía las organizaciones partidarias definidas, las corrientes ideológicas aclaradas a través de consabidos manifiestos. Era una aglutinación relativamente primitiva en derredor de hombres representativos de peso y muy importantes”. De ahí la definición “vástagos de una democracia primitiva”. No puede pensarse que la gente que acompañó a Artigas, sobre todo la que lo acompañó hasta el final, lo hiciera por gestos de disciplina, sino que lo hacía precisamente por una comunión muy profunda con la manera de pensar y de sembrar que había tenido en esos duros años la gesta artiguista, que está en la base de nuestra historia.


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