Palabras del Presidente José Mujica en M24, correspondientes al 28 de marzo de 2013 Es un gusto, amigos, el poder saludarlos por este espacio. Hoy, tal vez, dejando en el aire una invitación a mirar un poco hacia atrás, hacia nuestra historia, porque en realidad un pueblo, una nación, no es solo su historia, su memoria, su pasado. Pero no se puede comprender el ser de una nación si no se tienen ideas y nociones claras sobre lo que ha sido la trayectoria de su pueblo, su trazo histórico, sus partos dolorosos, sus contradicciones. Por ello, la vida es siempre porvenir, pero el porvenir obliga a buscar en nuestras propias raíces, en nuestro propio sentido, en nuestra herencia eso que nos ha identificado en los logros y también en el dolor. Por eso, cuando nos vamos acercando a abril, un mes donde el Uruguay va a poner sobre el tapete el recuerdo de las Instrucciones del año XIII, ese documento tan formidable que echa luz tal vez sobre el modo de pensar de Artigas y de parte de su tiempo que tanto ha tenido que ver con nuestra génesis, es bueno empezar a establecer un marco de referencia que no es otra cosa que una invitación a que los uruguayos escudriñen en los textos de historia, en las distintas versiones que intentan reflejar precisamente aquel tiempo y las vicisitudes que sobre él y con él se construyeron. Recordemos el cuadro histórico en aquel junio de 1812 cuando al campamento artiguista llega la orden de Buenos Aires en la persona de Manuel Sarratea para establecerse como nuevo jefe de aquel conjunto de orientales que habían recorrido la larga marcha de la Redota. Y empieza una lucha de intrigas, de sobornos que van a desembocar hasta la intención de un atentado contra la vida de Artigas, y donde curiosamente las intrigas por el poder que sembraba Sarratea van a ir alejando de las huestes artiguistas a algunos hombres letrados importantes como Baldenegro, Perico Viera, Ventura Vázquez, el cura Figueredo, Manuel Calleros, Joaquín Suárez, Bartolomé Hidalgo y otros se irán alejando del artiguismo. Sin embargo, los relatos del propio Artigas nos dicen que “los gauchos, los más pobres, hicieron ver entonces que no obedecerían otras órdenes que las mías y protestaron que no marcharían jamás si no marchaba Artigas a la cabeza”. Allí, en esos años, se empieza a burilar una historia que Cáceres va a comentar. Cáceres era un oficial joven que nos ha dejado sus memorias y dice por ahí hablando de Artigas: “desde entonces quizás tuvo cierta predilección por los gauchos, pues le he oído decir que había encontrado más virtud o constancia en ellos que en los hombres de educación”. En el fondo, el Congreso de Abril que se va a dar a principios de 1813, porque en Buenos Aires se empezaba a reunir la anunciada Constituyente y había que mandar los delegados de la Banda Oriental, en realidad va a ser una reunión de gente calificada esencialmente de gente rica, esencialmente de hacendados. Y nos han llegado noticias por algunos documentos que se conservan desde esa época, pero ya en el fondo de esa multitud que rodeaba a Artigas y que es una especie de germen de nuestra nacionalidad, está insinuada una verdadera ubicación de sectores muy distintos que, en la medida que pasan años y años y años de lucha, los más poderosos que al principio rodearon el camino de la revolución se van a ir apartando y van a ir quedando, rodeando al artiguismo la masa de los más pobres; y dentro de los pobres los últimos son los más pobres de todos: los indios. ¡Vaya paradoja la de nuestra historia! Que ha sido
construida seguramente con el aporte de todos los sectores de la sociedad, pero que también nos ilumina que unos y otros han participado en la construcción de nuestra historia pero que hay una gigantesca falange anónima de los cuales apenas nos llegó a veces alguna nomenclatura como Encarnación Benítez, Juan José Culta, etcétera, de personajes que son la expresión de ese fondo social pobre que compuso las filas del artiguismo hasta el último momento. En este Congreso de Abril que va a ser convocado en abril de 1813, en derredor del campamento de Tres Cruces, allí van a aparecer las ideas más fundamentales, primigenias, de la independencia del Río de la Plata. Es el primer documento que habla con claridad, en 1813, de pedir la independencia irrestricta de todos los territorios del Río de la Plata, la independencia de España, la independencia total y absoluta. Y esto es muy importante porque recién tres años después en el Congreso de Tucumán alguien se va a animar a plantear el pedido definitivo de esta independencia y van a aparecer en estas propuestas del Congreso de Abril la idea definitiva de organización republicana que va a demorar muchísimo tiempo. Va a haber delegaciones de Belgrano, de Pueyrredón, andando por Europa buscando príncipes en las casas europea y va a haber documentos como las declaraciones de Lavalle: “está visto que la república es una merienda imposible para nuestros pueblos” pensando con los cambios que se habían dado luego de la Revolución Francesa en Europa, pensando que la república era inviable para la organización americana. Entonces, sorprende que este documento sea el primero que habla nítida y categóricamente de la idea de organización republicana. Y sorprende, además, y para entender esto habría que acudir a las memorias de General Paz que visita a Artigas viejo en el exilio en Paraguay, y más o menos Artigas le dice que basándose en la experiencia de los Estados Unidos él quería que cada provincia se diera su gobierno y que todas en su conjunto integraran la nación y el gobierno general nacional se ocupara de las cuestiones generales y los gobiernos provincianos del gobierno de cada una de las provincias con autonomía. Y dice, más o menos por ahí, que Buenos Aires pretendía gobernar a las provincias como el imperio romano mandando sus procónsules a manejar militarmente la soberanía de las provincias. La idea federal aparece con Artigas y es incuestionablemente Don José Artigas el fundador del federalismo. El federalismo que, en última instancia, fue el gran derrotado en la historia política de América del Sur porque recordemos que Bolívar también tenía una idea de organización federal de su sueño: la gran nación latinoamericana. Esta cuestión del federalismo hace, y por eso vale la pena bucear en estos viejos documentos que establecen por un lado la enorme modernidad y vigencia de Artigas, porque esta idea federal que después fue mangoneada por la historia, la corriente unitaria en esta parte heredó el centralismo español y no podía concebir la organización de un nuevo estado si no era centralizadamente mandando desde un centro. Esto se oponía a la idea federal de autogobierno de cada una de las regiones que componían tan gigantescos territorios en una época de comunicaciones tremendamente difícil. Por eso nuestro Artigas es un personaje que hace a la historia del Río de la Plata y a la historia latinoamericana. En ciertos aspectos es el más moderno de los viejos libertadores, porque hay un ‘algo’ que llega hasta nuestros días cuando buceamos en documentos y buceamos en el pasado buscamos, dándonos cuenta o no, herramientas que nos sirven para el hoy, que nos sirven para el mañana. La idea federal de
organización es una idea central y en honor a la verdad, desde el punto de vista de los hechos, como dice por ahí: “garantizar el pacto no es negar el pacto, no es negar la nación, sino que la construcción de la nación necesita precisamente la existencia de un compromiso explícito”. Y esto va a ser, tal vez, uno de los puntos de fricción desde el primer momento con Buenos Aires, y es incuestionable que va a quedar como un saldo, como una acumulación histórica las contradicciones con Buenos Aires, y si bien Artigas jamás se planteó una cuestión de nacionalidad independiente, él concebía la nación como el todo de la unidad del Río de la Plata. El peso de sus luchas, junto a otros factores, van a contribuir a posteriori a hacer germinar nuestra diferenciación. Pero en honor a la verdad, con un sentido muy amplio Artigas es el fundador del federalismo en el Río de la Plata y esto hay que entenderlo como que es la pata jacobina de la Revolución de Mayo y desde ese punto de vista nuestro Artigas es nuestro, pero es también de todo el Río de la Plata y hay que entenderlo con ese espíritu de grandeza, por su manera de ver la organización de estas regiones en el momento que asomaban a la libertad. El mes de abril debería ser un mes de reflexión y ¿por qué no? de aprendizaje para con las nuevas generaciones de toda esta larga y comprometida peripecia que va a tener que ver a la larga con el dibujo de nuestra nación y la fisionomía que va a adquirir políticamente la organización y la libertad en todo el Río de la Plata. Por eso, nos parece importante que en una semana de turismo donde se festeja la tradición, donde hay tareas rurales que se transforman en espectáculo, como la doma, deberíamos entender que la cuestión de reinterpretación de nuestra historia nacional y sobre todo de este período tan candente, el período artiguista, deberían de ser uno de los deberes que nos comprometan en su contemplación a lo largo del mes de abril, porque es una manera como con el intento de encontrarnos un poco a nosotros mismos. Nunca olvidemos, nunca, que a lo largo de 1800 y pico, después de las guerras de independencia sobrevinieron largos capítulos de guerras civiles. Dibujada la independencia nacional todavía durante mucho tiempo la región, de una forma u otra, se entreveraba con nuestras disputas internas y va a ser prácticamente un siglo púrpura con enorme inestabilidad política y con enfrentamientos varios. La generación de 1870-1880 cansada tal vez de tanta peripecia político-militar y tanta inestabilidad, empezó a desenterrar el olvidado artiguismo como una necesidad de tener un ‘algo común’ que nos representara y nos afirmara. Fue la época de Artigas fundador de nuestra nacionalidad. Fue la época del bronce. Fue la época donde el Uruguay necesitaba construir un mito de unidad nacional por la dureza de sus contradicciones internas. Esta fue la historia de nuestros bisabuelos, tal vez, y hoy no es tiempo de reproche. En realidad la historia verdadera fue más compleja. Artigas no fue fundador directo de nuestra nacionalidad. Sin duda, que el peso de las luchas artiguistas fueron fecundando una matriz que unido a otros factores va a explicar el origen de nuestra nacionalidad. Eso es indudable. Pero es también indudable que la presencia del artiguismo y su siembra republicana cuando andaban buscando reyes y fueron a buscar hasta príncipes rusos ante el fracaso de no conseguir príncipes ingleses, como soñaba alguno o franceses, como soñaban otros. Como todo ello no les fue posible, hablando de la confusión natural que reinaba en la época, en gentes que pasaron a la historia como prohombres sorprende que ya en 1813 Artigas planteara definitivamente la adopción republicana como forma de organización de esta parte del continente. Y sorprende también por lo temprano su mensaje de organización federal. Y sorprende también su
visión liberal en el sentido profundo del término en cuanto a la tolerancia religiosa y ciudadana de organización del futuro estado. Por ello, también su apego a tratar de desterrar el despotismo militar. Por eso es que este viejo documento que supone una siembra de novedad en el conjunto de su época debiera ser una nutriente para empezar a cotejar y a pensar nuestra historia hacia el futuro. De ahí que si esta es una semana de tradición, buena cosa fuera que al mismo tiempo fuera un tiempo de reflexión sobre el acontecer de nuestra historia y sobre el significado que tiene el artiguismo en nuestra génesis.