Desgrabación de audición del Presidente por M24 del 6 de diciembre de 2012

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AUDICIÓN RADIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA, POR M24, DEL 6 DE DICIEMBRE DE 2012 Es un gusto, amigos, poder retomar esta comunicación que nos une con parte de una audiencia que hace mucho tiempo nos acompaña por esta emisora y a la cual le tenemos fidelidad e íntimo respeto. Alguien decía hace muchas décadas: “Pequeño el Uruguay y débil. Su política internacional no puede igualarse a la de los grandes organismos dilatados y fuertes. Las circunstancias nos imponen, pues, una acción discreta, tan moderada como eficaz y bien dirigida”. Amigos, esta es la segunda regla de recomendación que dejó escrita el doctor Luis Alberto de Herrera hace muchísimos años y, desde luego, como en tantas otras cosas, olvidadas, sin entender que los grandes hombres cuando se van no pertenecen a un partido, son capital de la nación y algunas cosas hay que repensar de las cosas que sembraron y enseñaron. Esta recomendación está con otro conjunto de recomendaciones que apuntan a las formas más eficaces e inteligentes de defender los intereses del Uruguay que, muchas veces, pasan por el camino de la discreción, por el trabajo serio y esforzado, y teniendo en cuenta que, por momentos, sí somos un algodón entre dos cristales poderosos en el marco de esta región. Sé que han pasado muchas cosas y que el mundo está cambiando aceleradamente. No tengo dudas de que el año que viene China va a ser el primer comprador del Uruguay, si ya no lo es por diversos factores, y China es también el principal comprador de Brasil. Y estas dos anécdotas tan simples, tan pequeñas, aparentemente, reflejan que estamos de lleno navegando hacia un tiempo totalmente distinto a aquel que tuvo que ver con nuestra formación y conformación histórica. Sin embargo, el viento es viejo y sigue soplando. ¿Por qué? Porque históricamente la jurisdicción del Río de la Plata sus canales, los puertos, el balizamiento, los peajes, en fin, el uso de ese río singular, tan ancho como mar, río que en el fondo es un estuario, pero que siempre fue conveniente considerarlo río, porque si se le considerara estuario íbamos a tener otras dificultades de tipo internacional. Lo cierto es que esas dificultades existieron siempre, porque hay una multitud de intereses en juego que se recrean, todos válidos, a veces concordantes y, a veces, que entran precisamente en colisión. Durante muchas décadas pasadas y lejanas, históricamente recordemos que desde el lado argentino se sostenía la doctrina Zeballos, doctrina que más o menos decía que la Argentina era la heredera natural de los derechos de España en esta región y que por lo tanto como consecuencia de esa herencia todo el río era argentino hasta nuestra orilla. Por supuesto que del lado uruguayo jamás se aceptó esa doctrina y, por supuesto, que desde siempre hubo disputas. Ya en la época de la colonia, cuando ni la Argentina existía ni el Uruguay existía, allá por 1790 ya había conflictos entre el puerto de Montevideo y el de Buenos Aires. El puerto de Montevideo era el asiento de la marina del Atlántico sur que esgrimía España y


aquí se atendía militarmente toda esa inmensidad de mar. Era desde ese punto de vista de suma importancia, porque son bien conocidas las bondades naturales, ventajosas que tenía el puerto de Montevideo frente al de Buenos Aires, en un río endiablado cuyo fondo se mueve permanentemente, donde por afluencia de los arrastres del Paraná y del Uruguay permanentemente hay problemas con los canales de navegación, etcétera. Es una historia larga y conocida de encuentros y desencuentros, siempre con una sórdida disputa y siempre hubo intereses del otro lado, intereses privados que de una forma u otra trataban de ponerle un palo en la rueda al puerto de Montevideo, a nuestros intereses. Y al revés, el puerto de Montevideo sirvió en épocas penosas, de lucha intestinas para ser un buen asiento a las mercaderías que venían de Europa y, de una forma u de otra, el alto comercio montevideano lograba infiltrar, contrabandear hacia las provincias del litoral, etcétera. Quiere decir que la lucha de puertos no es desinteresada de las cuestiones económicas. Ha pasado muchísimo tiempo, muchísimo tiempo, pero esas contradicciones en alguna medida están, y están presentes en las dificultades, pero tenemos que agradecer al segundo Perón, al viejo, al anciano, al que con mucha experiencia y cargado de años volvió un día y entre las cosas que trajo por su experiencia pasada, asumió una actitud diplomática que quiso que el Río de la Plata no fuera más escenario de disputas. Y de allí surgió una voluntad diplomática que hay que reconocer que culminó en un tratado de reconocimiento y en la creación de mecanismos institucionales que nos permitieran cogobernar las cuestiones más esenciales que acontecen en el río. De allí han salido instituciones que están hasta hoy. Sin embargo, los intereses siguen estando y los intereses juegan y, si bien el tiempo pasa, se han ido acumulando enormes posibilidades porque cualquiera se da cuenta que esa yugular que se llama Paraná-Uruguay, fundamentalmente el Paraná, es una vía formidable de navegación y de navegación de bajo costo. Todo lo que se pueda sacar por agua se hace más competitivo en materia de precios y de allí surgió el viejo proyecto de la hidrovía, a esta altura todavía sin una fuerte concreción, proyecto, el de la hidrovía, que tiene origen e iniciativa en la Cancillería brasilera, que en su momento pensó que unir Puerto Cáceres en el corazón del Mato Grosso con Nueva Palmira para todo ese centro sur de Brasil —ni que hablar de Paraguay y de buena parte de Bolivia—, era la mejor opción en materia de transporte; mucho más económico para esa parte de Brasil que salir al Atlántico vía terrestre. Porque hoy sabemos que un convoy de barcazas puede sustituir a miles de camiones con costos infinitamente más bajos. Y esta es una deuda pendiente porque todos sabemos que para que en Nueva Palmira los barcos puedan cargar a tope, necesitamos que se pueda navegar con seguridad, el Canal Martín García es la vía natural más económica. También puede ser una vía alternativa para los puertos argentinos del litoral, pero hay en juego otros intereses, también legítimos que pelean por la de ellos. Y hay otras cosas, todos los operativos de dragados, las tentativas de dragar por acuerdo de las dos naciones son un parto difícil porque los procesos


licitatorios en esta materia son enormemente difíciles, creo que apenas existen cuatro compañías en el mundo que se dedican a estos trabajos de dragado, y estas compañías disputan entre ellas o se ponen de acuerdo. Nosotros hemos hecho pacientemente una investigación, porque en el Uruguay nuestra dirección de puertos dispone de un par de dragas que hacen trabajos de mantenimiento, y hemos sacado cuentas que a pesar de todos los sinsabores que puede tener la administración del Estado, en realidad, por metro cúbico, por trabajo hecho nos sale muchísimo más barato el dragado con nuestra draga que cuando tenemos que contratar en alguna licitación de carácter internacional. Nos cobran un ojo de la cara, hablando pronto y mal para que se entienda bien, pero además hay que bancarse largos procesos licitatorios llenos de disputas y de trampas, porque yo sé que están las cuestiones jurídicas, todo muy bien, todo muy correcto, pero cuando se juegan millones de dólares aparecen recursos y reclamos por todas partes. Y al que le toca perder una licitación de estas, patea y patea jurídicamente y todo se demora y a veces hay que ir para atrás. A lo largo de la década del noventa, creo que el otro dragado que se hizo en Martín García costó siete u ocho años de trámites hasta que se pudo concretar. Por estas dificultades que acabo de narrar, que son auténticas, pero que además sirven de pretexto para demorar la pelota en la cancha. Hartos de esperar y siendo un problema muy gravitante para el Uruguay, hace meses, varios meses, le propusimos discretamente por iniciativa nuestra al gobierno argentino, al más alto nivel, hacer una empresa mixta, propiedad de los dos gobiernos que de aquí en más se encargue de los dragados en la región, era el asunto de construir esa sociedad. Al final, tuvimos una respuesta positiva en términos generales y hubo gente que se puso a trabajar en esto. Naturalmente, nosotros teníamos —como en toda negociación— una visión, tuvimos que negociar, eso estaba bastante avanzado, estaba y está bastante avanzado por carriles diplomáticos discretos, porque a lo largo de todos estos años cada vez que se arma bochinche se tranca todo y acá lo que interesa es el dragado. Pero no hemos tenido la suerte que esperábamos: una vez más se armó bochinche porque en definitiva el señor delegado del Partido Nacional, a quien mucho respetamos, tiene todo el derecho de hacer el informe que quiera a su partido e informarlo, pero si lo andan volanteando sin hablar con nosotros, cuando teníamos por otro lado negociaciones encausadas, nos ponen un palo en la rueda y no tiene vuelta, y no tiene vuelta. Toda la discreción y la reserva para tratar de encontrar una solución a un problema muy gravitante para los intereses del Uruguay se rompe o si no se rompe se pone en peligro por hablar de más. Por eso, yo comencé este espacio recordando un consejo del doctor Herrera: “Pequeño el Uruguay y débil, su política internacional no puede igualarse a la de los grandes organismos dilatados y fuertes. Las circunstancias nos imponen pues, una acción discreta tan moderada como eficaz y bien dirigida”. Uno tiene que tener conciencia de lo que tiene y ha de trazar la táctica de acuerdo a los recursos y a las posibilidades que tiene. Cuando nosotros tenemos dificultades hacia un lado, pendularmente tratamos de encontrar fuerzas del otro lado y esto es la


historia de lucha de los intereses por el Uruguay. Esta no es una cuestión de guapos del barrio, no es una cuestión de matones de boliche, no es una cuestión de orgullo, es una cuestión de intereses teniendo en cuenta el panorama de la gente que se gana la vida en el trabajo. Nuestro proverbial respeto para con la Argentina que tiene enorme repercusión en el campo del trabajo uruguayo, desde las temporadas turísticas a la inversión inmobiliaria, al comercio, a la cantidad de uruguayos que viven del otro lado y que se les considera prácticamente connacionales. Que hay dificultades, las ha habido siempre, que hay dolores de cabeza, todo lo que se quiera, yo no tengo ninguna duda y no tengo que disimularla, pero defender los intereses del trabajo de los uruguayos necesita precisamente tener conciencia de la historia y aprender de la historia. Por eso, en esto le doy una enorme pelota al doctor Herrera, aquel viejo que desafiando al oficialismo en su época se subió —creo que a un barco— y se fue a Buenos Aires cuando murió Evita Perón, tratando de suscribir con una actitud una posición diplomática defendiendo los intereses de Uruguay, en un momento donde las relaciones eran un desastre, desastre que nos perjudicó económicamente, tal vez como una de las mayores heridas que ha tenido nuestra economía a lo largo de cinco o seis años. Por lo pronto hay un trabajo de investigación de un economista joven por ahí, Oddone, que coloca en esa fecha precisamente, el arranque del estancamiento de la Suiza de América. No quiero decir con esto que el 100 % del estancamiento, de lo que pasó durante 40 o 50 años de penoso avance de nuestra economía es consecuencia solo de eso. No, la historia es más complicada pero fue un factor ocasional que tuvo una enorme influencia. Yo pido a la gente que con honradez intelectual se preocupa de estas cosas que mire el hoy, pero mire el hoy a través de la experiencia histórica del Uruguay y que saque cuentas por ejemplo de los millones de dólares que tuvimos que pagar a estudios de abogados por el conflicto que llevamos a La Haya y que, al final, tuvimos que arreglar con paciencia los millones de dólares que perdimos con los años del puente cortado. Amigos, no se dejen llevar por las relaciones del primer vuelo, piensen en la globalidad de intereses que tienen estas cosas. Yo pediría a los partidos del Uruguay que aprendan de su propia historia.


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