Desgrabación de audición del Presidente por M24 del 14 de diciembre de 2012

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AUDICIÓN RADIAL POR M24 DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA – 14 DE DICIEMBRE DE 2012 Es un gusto, amigos, poder saludarlos a través de este espacio con el cual intentamos arrimar alguna información, algún comentario que consideramos puede ser útil por lo menos a una parte de la audiencia que hace mucho tiempo nos acompaña por esta onda amiga. Me ha llegado, entre tantas, una carta que dice así: “No tenemos duda de que nuestro país ha consolidado una profunda y virtuosa transformación en su matriz productiva, seguramente y en opinión de muchos —entre los que nos contamos— irreversible. Proceso que debe continuar de forma inteligente, con coraje y esfuerzos individuales y colectivos por el bien de todos. La construcción está comprometida con nuestro país y con nuestra gente. También con las transformaciones y cambios que todos vislumbramos como necesarios. Pero éstos no siempre se perciben a simple vista. Sin apreciar la totalidad del territorio, la percepción es parcial. Existe una suerte de dificultad generalizada y colectiva en ver por dónde irá el futuro cercano, con sus desafíos, riesgos y oportunidades. El año próximo nuestro sector seguirá impactando positivamente sobre nuestra economía y sobre el empleo con una diversificación de requerimientos sin precedentes en nuestros registros y probablemente en la historia de la República”. Y continúa esta misiva que nos ha enviado, con un montón de datos y prospección hacia el futuro, la Cámara de la Construcción del Uruguay. Esto es un documento que no redactamos nosotros ni nuestros amigos, es un documento objetivo que expresa la percepción del trabajo futuro en materia de construcción en el Uruguay. Una cosa importantísima desde el punto de vista de la infraestructura, de la inversión inmobiliaria, del desarrollo de la vivienda, etcétera. Les he hecho perder algunos minutos para leer por lo menos parte de este encabezamiento donde empresarios comprometidos con el trabajo concreto dan una visión que poco tiene que ver con la visión que a veces algunos analistas, interesados políticamente, hacen. Para nada señalan un clima de derrota sino por el contrario un clima positivo y de compromiso, señalando obviamente la responsabilidad que tenemos todos en seguir adelante con políticas pacientes, firmes, y que, fundamentalmente, incrementen el valor general que se vuelca en el conjunto de la sociedad. Me ha parecido interesante reflejar la opinión de la Cámara de la Industria de la Construcción, que tanto ha tenido que ver con el crecimiento del Uruguay en estos años. Amigos, podríamos hacernos una pregunta y con esto quiero salir al paso algunos conceptos relativamente en boga que los considero no necesariamente equivocados, ni mucho menos malintencionados, sino poco profundos. ¿Qué es industrializar? Nosotros nos atenemos a esta definición: generar más valor en menos tiempo. Y eso puede ser en un país cualquiera, esto de generar más valor en menos tiempo a través, por ejemplo, del incremento de la actividad fabril, de la actividad de muchas chimeneas, de muchos talleres, de


muchas industrias clásicas, pero también esto de generar más valor en menos tiempo puede darse en economías, a través de un incremento de la colocación de actividades de servicios conocidas, como la venta de servicios de salud hacia el exterior, como la venta de servicios que rodean toda la informática, o puede ser el caso de países como Nueva Zelanda con un incremento permanente y sistemático de la productividad de su sector agropecuario, donde las cifras globales de valor lo colocan como un país francamente desarrollado, aunque los productos que vende —aparentemente corderos, lácteos— dan la impresión de ser simples materias primas de consumo. Sin embargo, lo que hay atrás de esa producción neozelandesa donde constantemente —por hectárea, por trabajador, por hora de trabajo— se va incrementando la cantidad de valor que se extrae, lo define como un país industrializado. Entonces, lo que define el concepto de industrialización —más que la categoría del producto o la naturaleza del producto— es el conjunto de valor que se genera y ello está atado a la tecnología, a la inversión de capital, a los conocimientos, al desarrollo científico que hay atrás en esa cadena que produce los productos. Más claro, un grano de maíz tradicional, rutinario, de los que se guarda la semilla de un año para otro colgada en el galpón, podrá dar —si llueve— por mejor que la trabajemos, 1.000, 1.500 kilos. Un maíz híbrido con un par de cruzas y mucho trabajo para lograr esa semilla y trabajo de gente calificada —por lo tanto, una semilla cara— si se le da todo el paquete inteligente de complementos y se le suma el factor riego va a pasar los 10.000 kilos por hectárea. ¿Dónde está la diferencia? Aparentemente, es el mismo producto, grano de maíz, pero hay una diferencia abismal de uno al otro. Este último caso pasa a ser, aunque parezca un producto primario, en realidad es la consecuencia de un complejo trabajo de genética, de selección, de afinamiento y de un paquete tecnológico complejo que se invierte arriba. Por lo tanto, industrializar no equivale a taparse de chimeneas, ni el concepto de industrializar tiene que ver en demasía con la naturaleza de los productos que se colocan. Tiene que ver mucho más con lo que hay atrás para llegar al producto. Y en esto hay frecuentemente una confusión. Una lechería tradicional que produce 2.500 litros por hectárea tiene poco que ver con una lechería que está produciendo 10.000, 12.000 litros por hectárea. De todo eso tenemos elementos de nuestro país. Diríamos, la que está produciendo 10.000, 12.000 litros por hectárea requiere de una inversión de capital grande por hectárea, un paquete tecnológico muy ajustado, etcétera. Todo esto nos obliga a tener en cuenta que al concepto de industrialización hay que acompañarlo, es una carrera en todo intento productivo, pero que debe adaptarse a las condiciones concretas que tiene un país, a sus relaciones de mercado, a sus mejores posibilidades. No podríamos ser nosotros probablemente un país de una fina metalurgia, especialistas en los mejores aceros por nuestra tradición, por nuestra cultura, hasta por nuestras dimensiones, por nuestra falta de conocimiento en esta materia, pero podemos ser un país como Nueva Zelanda, altamente industrializado, generador de mucho valor en nuestro trabajo. Y estas cosas conceptualmente las tenemos que asumir, las tenemos que ir asumiendo y enriqueciendo. No resulta útil


renegar de lo que somos. En todo caso, debemos de renegar de lo mal que a veces hacemos algunas cosas que podríamos o deberíamos hacer mejor. ¿Qué nos indica esto? Uno de los factores que determinarían una industrialización mayor, un salto de industrialización en el sentido de la posibilidad de aumentar enormemente la generación de valor en el Uruguay, sería la masificación del uso del riego en nuestros procesos productivos de naturaleza agropecuaria. Pero esto nos obligaría. Es sabido que en el Uruguay el agua más barata es la que llueve pero también es sabido que en el Uruguay la gran masa de agua que llueve se nos termina escurriendo y se va al mar. Es poca el agua que llueve que retenemos arriba del territorio y la fuente más barata para usar en gran cantidad el agua de riego es aquella que tenemos capacidad de mantener en el territorio y que tiene su origen en el ciclo de lluvias del Uruguay. Esto implica la multiplicación de los azudes, de los tajamares, de las distintas formas de retención de agua. Y esto, naturalmente, significa inversión importante en movimientos de tierra. El Uruguay tiene, sobre todo en el norte pobre, condiciones geográficas muy favorables por sus suelos quebrados, sus casi ollas naturales, pero naturalmente hay que hacer obras y después hay que administrar esa agua. La forma más barata es regar por gravedad allí donde se puede, pero naturalmente esto para tener un uso masivo requiere dos o tres cosas decisivas. Una, que las obras se hagan en el lugar adecuado y eso lo indica el mapa. Y muchas veces el lugar adecuado no coincide con las formas de propiedad que tienen la tierra y el suelo. Alguna gente muy inteligente ha hecho verdaderas sociedades de agua. Son todavía muy pocas. Como el que va a hacer un gran tajamar va a sacrificar parte de su suelo que va a quedar tapado, los otros, los que van a usar esa agua en alguna forma le garantizan una renta por hectárea cubierta de agua acorde con la potencialidad productiva de la zona. Pero no tenemos un andamiaje legal y jurídico que garantice este tipo de acuerdos. No tenemos madurez como sociedad, salvo en general la experiencia de algunos sectores, fundamentalmente los arroceros de este país. Pero estamos muy lejos que los grandes sectores productivos puedan por sí solos evolucionar en un tema que requiere de cultura nacional, formación, tecnología, porque es fácil decir “regar”, pero acá juegan muchos factores económicos. Hay razones de oficio y naturalmente también hay que cuidar a la naturaleza. Pero quiero señalar enfáticamente, tal vez no exista hoy en el Uruguay ningún paso de audacia de carácter industrialista más importante que plantearnos una política por lo alto de generar fuentes, formas y caminos que masifiquen el uso del riego en los procesos productivos en general que practica el Uruguay. Quede hecho esto como definición general: el país deberá internarse en asumir estas cuestiones desde desglosar el camino jurídico a establecer políticas de inversión, tanto públicas como privadas, que favorezcan el desarrollo de una política de riego en gran escala. Claro que aparecen por aquí y por allá dificultades que habrá que enfrentar. A título de ejemplo, nos hemos encontrado con algunas grandes sociedades.


Grandes por la cantidad de capital que han invertido, con la boca muy callada, sin hacer ruido. Con cientos de padrones de propiedades de 5, 10, 15, 40 hectáreas; la más grande de 200. La sumatoria de todos estos padrones hace que algunas de estas sociedades tengan más de 2.000 hectáreas, cosa curiosa. Pero uno cuando ve esa nube de padrones no le encuentra explicación productiva ninguna y lo único que le queda es “esto fue un refugio de valor”. Esta platita que había atrás, desconfiando de los papeles y sin posibilidad de tener otro tipo de inversión se ha refugiado en la compra de tierras para evitar que se devalúe y más que nada como un ejercicio especulativo y de seguridad, porque apostar a tener un capital invertido en tierras, más allá que no se produzca con él es ganar en seguridad, porque en el correr del tiempo el valor de la tierra va subiendo por sí mismo. Y mucha gente que maneja plata por ahí, por el mundo, naturalmente se puede ver tentada, por lo menos nosotros tenemos el nombre, hemos visto los padrones, etcétera. Este animal existe y obviamente que este animal, por ejemplo, es un formidable obstáculo para tener políticas de regadío donde tengamos que compaginar la propiedad, el interés, etcétera. Estas cosas tendrán que ser revisadas por un Uruguay que sea inteligente y no se arreglan por la vía impositiva. En el fondo tenemos que coadyuvar a que el Uruguay sea, en todo lo que podamos, un país de sólida clase media rural en la cuestión de la distribución del suelo; que la política de Colonización siga caminando. Cada ocho días, aproximadamente, una familia se instala con otra familia en el esfuerzo de colonización. Y a muchos les parecerá poco, pero hoy Colonización es el propietario más grande, silenciosamente, de tierras que hay en el Uruguay. Y hay que tener en cuenta que estas cuestiones de la tierra no deben de ser una fábrica de pobres, tampoco la tierra debe ser un factor de pura concentración en manos de gente que ni conocemos. Los dos extremos consideramos que son negativos y junto a la cuestión del riego tendremos que ponerlo arriba de la mesa a partir del año entrante. Lo cierto es que estos son parte de los problemas que la vida y el desarrollo nos trae y el crecimiento nos trae. Todo indicaría que estos sectores están ligados a la capacidad de exportar del Uruguay. Se van a mantener firmes y como tanto el interés general pasa porque no existan cataclismos en este sector, y en todo caso alguna deformación que puede venir sustantivamente por el mundo financiero, no por el mundo productivo estrictamente, encontrar la forma inteligente de manejarla. El Uruguay hace muchos años que tiene un Instituto de Colonización que no lo inventamos nosotros, que es una verdadera reliquia histórica, que ha hecho una obra de carácter colosal y durante muchísimo tiempo estuvo abandonado. No se le dio ninguna clase de recursos, se le dejó vegetativamente envejecer y creemos que sigue cumpliendo una enorme tarea de carácter social, pero que no puede ni debe ser una fábrica de pobres, sino de familias instaladas que vivan decentemente, que vivan, por lo tanto, con las necesidades crecientes de urbanización que tiene el campo uruguayo y sustantivamente que apunten a sectores francamente redistributivos como ha demostrado a lo largo y a lo ancho del país la lechería.


Pero estas cosas no se arreglan de un día para el otro. La vida nos trae posibilidades, también nos genera problemas y naturalmente en este largo proceso tenemos que seguir trabajando. Todavía queda por el camino otras cosas que el Uruguay no hace. Hemos tenido algunas sorpresas. A título de ejemplo: tenemos que traer tecnología de cosas que no sabemos. Hay gente que en el Uruguay ha descubierto que alguno de nuestros peces nativos, el sábalo, tiene posibilidades fantásticas, incluso se está reforzando el trabajo ictícola de otros países llevando alevinos de esta especie y este es un sector que puede dar lugar —como está pasando en muchísimas partes del mundo—a una producción muy interesante complementaria con el factor riego, si decidimos tener masas de agua importantes, a la orden, en parte de la superficie del suelo uruguayo, allí naturalmente tenemos condiciones para el desarrollo del cultivo de esta agricultura de peces —como habría que llamarla— que está en boga en muchas partes del mundo y entre nosotros es cuasi incipiente y que requiere esfuerzo, calificación científica y enfrentar algunas cuestiones naturales que tenemos, por ejemplo, la tararira, ese pez que se come todo y que depreda sobre todo a las poblaciones cuando desovan y que naturalmente en algunos casos, en materia de icticultura puede ser una plaga. Hay que estudiar cómo la sujetamos. La cosa más curiosa que a veces se traslada, no sabemos cómo, aparecen en tajamares aislados. Hay gente que dice que los huevos pueden venir en la pata de algunos patos silvestres. Algo de eso puede haber. Pero comento estas cosas para señalar que en todo esfuerzo productivo tiene que haber ciencia investigando, tiene que haber tecnología y tiene que haber gente que se esté formando. De aquí que no podemos hablar de un país productivo que no avance junto al país tecnológico y al país científico, pero que lo tecnológico y lo científico estén muy unidos a las necesidades concretas que en cada uno de los territorios se nos presentan. No podemos gastar plata en ciencia que poco vamos a usar, tenemos sí que hacer un esfuerzo muy grande ligado a los problemas concretos y sobre todo a las posibilidades de futuro que se nos vayan planteando. Como verá, querido oyente, el “progresar” como señalaba la Cámara de Industria, lo tenemos que ver como un desafío y ese desafío y esas posibilidades de lo logrado tienen que ser un ímpetu para plantearnos nuevas metas, nuevos avances, nuevas cosas que empujen al Uruguay hacia delante, porque a pesar de nuestra crónica falta de entusiasmo, muy común entre mucha gente en el Uruguay, a pesar de todo ello el Uruguay va, el Uruguay camina, el Uruguay progresa. Está muy lejos de tocar el cielo con la mano pero el Uruguay depende del esfuerzo que le podamos poner entre todos.


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