AUDICIÓN RADIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA POR M24 DEL 17 DE ENERO DE 2013 Es un gusto, amigos, poder retomar esta conversación a través de la emisora amiga. Ante los avatares del verano en el Uruguay de vacaciones, donde una parte importantísima del estamento político está acampada en las espléndidas playas del este. De todas maneras creemos útiles algunas reflexiones, hijas de las circunstancias de estos días. Todos sabemos que no solo de pan viven los pueblos y la gente. Es muy cierto esa vieja afirmación, pero no es menos cierto que tampoco vivan sin pan, es decir, que la gente pueda vivir sin trabajo, sin techo, sin cientos o miles de cosas materiales que tenemos que adquirir y que muchas veces son importadas y vienen de lejos para hacer el marco material que rodea a nuestras vidas, sin esa sumatoria constante de esfuerzo que resumimos en el concepto “pan”. Es muy cierto que no solo los hombres viven de cuestiones materiales, pero no menos cierto es que la vida de los pueblos es imposible si no se tiene en cuenta lo material. Siendo una nación pequeña en dimensiones, con un mercado y una fuerza de trabajo, en proporción, pequeña, todos sabemos que tenemos que luchar mucho tratando de vender nuestro trabajo, por lo menos la parte más competitiva con el mundo exterior que tiene nuestro trabajo, ya sea por historia, por recursos naturales, por tradición, por lo que fuere. Exportar para los uruguayos es de vida o muerte, porque por el hecho de ser pequeños es muchísimo lo que tenemos que comprar en el exterior para poder vivir, para hacer frente a nuestras necesidades materiales, y precisamente mucho de eso que tenemos que importar, en el fondo lo pagamos con aquello que podemos exportar. Esto es sencillo, esto es evidente, esto es una regla ineludible para el Uruguay, no para el Uruguay blanco, colorado o frenteamplista, es decisivo para el Uruguay todo. Este problema lo tenemos todos como nación. Ahora bien, siendo así, resulta tremendamente doloroso cómo nos cuesta ver la importancia de ciertas conveniencias nacionales lógicas que ayuden —precisamente en este mundo difícil en que nos toca vivir— a la política de exportar o a la política de capital, o las dos cosas. Parece mentira que no podamos darnos cuenta que cualquiera sea el tamaño de nuestras diferencias como nación tenemos algunas cuestiones determinantes comunes que nos hacen a todos o que nos deberían hacer a todos. Es imposible creer que haya gente formada que no se dé cuenta que la política exterior tiene como cometido central ayudar a vender el trabajo de nuestra gente y ayudar a multiplicar de una forma u otra los distintos grados posibles de inversión que se arriman a nuestra vida. Parece imposible que no se den cuenta en este país que debiera ser una tarea común que nuestro trabajo prospere y se multiplique, que tenemos que cuidar a muerte los clientes que podemos tener en el exterior y tratar, por todos los medios, de multiplicar esos clientes y de sostenerlos, y que en definitiva la prosperidad de nuestra gente en mucho depende de la marcha de estas cosas. Parecería que en este país cuesta ver que la diplomacia es algo más que esas celebraciones que se hacen en las embajadas. Parece que cuesta darse cuenta que es un instrumento la diplomacia que trabaja para que nos podamos expresar en el muro de los hechos, en primer término, económicos y luego, políticos y culturales. Y este orden está íntimamente relacionado, pero obviamente tiene prioridades, por aquello que dije al principio, es cierto que el hombre no vive solo de pan, pero menos vive sin pan, es decir, sin trabajo, y la política exterior del Uruguay en primer término debe apuntar a multiplicar