Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición por Radio Uruguay, correspondiente al 19 de noviembre de 2013. Un gusto, amigos, poder saludarlos. Hoy quisiera, como está arrancando la campaña electoral, volcar dos reflexiones, porque estamos en tiempos de programas, la gente discute el qué hacer, parece que está bien. Pero quisiera recordar un primer punto de cualquier programa, por aquello de “se ve cara, pero no se ve corazón”. Para nosotros, por experiencia, el primer punto de todo programa es la ética pública, es decir, el compromiso, la buena fe con la suerte de la gente, lo cual no quiere decir que no se cometan errores; pero una cosa es cometer errores, o reconocer que no le dan los medios o la fuerza, y otra cosa es la mala fe. Y cuando digo la buena fe, me refiero fundamentalmente para con aquellos que son más débiles. Hay que recordar paralelamente, como consecuencia de esto, que el segundo punto debería ser el republicanismo. Las repúblicas surgieron contra la aristocracia, contra toda forma de aristocracia, contra las castas sociales, contra las monarquías absolutas, y subrayando una cosa en el universo que costó mucho, en el universo humano: nadie es más que nadie. Hay aristocracias de viejo cuño muy conocidas. Pero también las hay en las tendencias modernas, en las tendencias reales. Hay estereotipos de carácter jerárquico construidos en nuestra propia época por la plata, por la posición social, por si sos o no sos académico, pero la más importante, si sos pobre o sos rico. El país precisa, antes que nada, buena fe, desinterés personal; precisa gente que no use la política para enriquecerse. No es malo que la gente aspire a ser rica, lo malo es que use la política para eso, que es una cosa distinta, porque la política es el interés general de todos. De ahí que la buena fe hay que medirla y se mide si se ve que la gente comparte con los débiles, si practica un compañerismo militante y real con la gente que está lastimada. El programa es importante, pero los más sesudos papeles “están pintados” en manos de gente que en el fondo es miserable o lo único que le importa es “la de ellos”. Resumiría: la política no es para los egoístas, pero mucho menos para los que tienen el corazón en el bolsillo. Quiero señalar, además, que hemos tenido —pasando a otro punto— que sacar un decreto limitando el número de farmacias que una firma puede adquirir, porque “a ojos vistas” se estaba produciendo un fenómeno de concentración peligrosísimo en esta área, todo monopolio y, sobre todo en un país pequeño, termina siendo una fuente de especulación. Y en el caso de las farmacias, abre la puerta a sostener de hecho una corriente importadora y
distribuidora en una cosa tan importante como son los productos médicos, las medicinas para la defensa de la salud de la gente. Este decreto no pretende resolver las cosas, es apenas ganar tiempo para sacar una ley de farmacias que se está discutiendo. Pero repetimos, el peor monopolio es el monopolio de compra, que en este caso puede ser un monopolio cuasi en los hechos, en cuanto a la importación de los medicamentos. De ahí que tratamos de evitar la concentración excesiva en intereses que están defendiendo “la suya”, pero entendemos que mejor es encontrar una sana competencia que se sostenga. Queremos además hoy desearle a la Presidenta de la Argentina, que se ha reincorporado a sus tareas de dirección, le deseamos firmemente no solo recuperación, sino suerte en los avatares que hay que transcurrir, por los que hay que pasar en la dirección de un país tan importante como la República Argentina. Y lo deseamos, además, por la estabilidad de los pueblos argentinos. Que tengamos diferencias notorias hoy por cuestiones de intereses que consideramos legítimos no equivale de ninguna manera a compartir la actitud hostil que practica cierta derecha en el Uruguay. Por el contrario, tenemos conciencia bien clara de que cada vez que la vida obligó a confrontar, o por errores humanos o por lucha de intereses, primero se perjudicó el pueblo uruguayo y después el pueblo argentino. Nuestro deber es mirar muy hacia el futuro y aprender de la historia. Por eso, fervorosamente deseo que la Presidenta de los argentinos recobre la plenitud de sus condiciones, entre otras cosas, por la suerte del pueblo argentino. Y finalmente quiero señalar que no compartimos la actitud, como de despedida, que alguna gente de oposición tiene; por el contrario, daremos batalla hasta el último día, y nos vamos a sentir serenamente republicanos cuando entreguemos la dirección de este país. Y seremos absolutamente conscientes de que hasta el último minuto vamos a tratar de impulsar soluciones o, por lo menos, mitigaciones, a veces, a los dolores más graves que puede tener nuestra sociedad. Que no intenten creer que nos van a “correr con el poncho”.