AUDICIÓN RADIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA, POR M24, DEL 20 DE DICIEMBRE DE 2012 Es un gusto, amigos, poder retomar esta comunicación a través de esta emisora con la que a lo largo de estos años tratamos de volcar alguna información, algún punto de vista que ayude a enriquecer la perspectiva de una audiencia que hace mucho nos acompaña. Creo desde hace tiempo que el odio es en definitiva un pésimo consejero, porque muchas veces, demasiadas, está presente en cualquier tipo de relación humana. Y el odio, como la vanidad, al decir del poeta “envenena toda huerta”. Y es necesario manejar el azadón, pero obviamente nos falta el varón que la riega, está en su puerta. ¿Por qué digo esto? Oigo gente inteligente, instruida en términos genéricos que solamente por razones de odio construye elaboraciones fantásticas, recobecadas elaboraciones, apenas con alguna frase dicha por terceros o sacada de contexto. No se toma el trabajo de averiguar, de preguntar, no, ¿para qué? Gente relativamente inteligente se deja manejar por el odio que lleva adentro, por muchas cosas, las más diversas que no es el caso ponerse hoy a analizar. A titulo de ejemplo, señal por ahí, hace un tiempo las inversiones que de una forma u otra se iban a hacer por empresas públicas o motorizar por empresas públicas. Se sacaron sesudos análisis que no era posible, sencillamente a partir de contabilizar lo que significa el PBI, el déficit fiscal, y con razones matemáticas no se tuvo en cuenta para nada por ejemplo que se está por abrir una licitación para alguien que monitoreado por empresas públicas, va a hacer una inversión en una regasificadora por miles y miles de dólares, y que con el servicio lo irá amortizando a lo largo de una década y pico. Es decir, es una inversión de origen público, cuyas finanzas corren otro camino. O los molinos de viento, que se están haciendo inversiones por aquí y por allá, por distintos actores, monitoreados obviamente por empresas públicas, pero que hacen inversiones que son importantes en su esfera propiamente dicha. Pero nombro esto al pasar. En estos días por ejemplo otra conclusión fantástica, pido tener más tiempo para que durante el verano poder volcar información para que la gente piense y para que los que debieran preocuparse por la suerte del Uruguay ayuden, porque hay que enfrentar el problema del narcotráfico. Necesitamos una discusión mucho más amplia, porque las medidas que cuentan son enfrentar el narcotráfico, que es la más penosa de las plagas de la historia policial latinoamericana. Y se mira para el costado. ¿Es que el narcotráfico ya habrá comprado tanto formador de opinión? No lo puedo creer. Existe un enorme contradicción flagrante entre anotar, por un lado, que la gran preocupación de los orientales es el problema de la seguridad, y no darse cuenta la relación que hay, relación de patología, relación de enfermedad en el problema de seguridad global por las repercusiones
directas y sobre todo indirectas que tiene el veneno del narcotráfico en nuestra sociedad. Si el problema de la seguridad es la preocupación central o más importante de los uruguayos, existe una distorsión en las conductas delictivas que han traído esta forma delictiva que se desparrama y que va mucho más allá del narcotráfico. Un tercio de los presos que hay en el Uruguay son consecuencia del narcotráfico. Cada tres uno. Pero los usos y costumbres que tiene la característica de este verdadero negocio de mercado clandestino, los usos autodefensivos que tiene el narcotráfico y el tráfico de estupefacientes tiende a derramarse socialmente hacia otras esferas del delito y está tiñendo en sus formas de costumbre, hasta las tradiciones delictivas de nuestra historia. Como ha pasado en otras partes de América, como está pasando, tiende a irrumpir en todos los valores de la convivencia y además, según anota la experiencia internacional, tiende a corromper a los órganos represivos, tiende a interferir en las relaciones políticas de las repúblicas, compra las voluntades de gurises pobres, con la sensación de triunfo fácil, con el escapismo que genera previamente al meterlos en el uso de un vicio. Termina enajenando familias enteras, trata de dominar barriadas enteras, tiende a aplicar la ejecución como forma de ajuste de cuentas y de justicia sumarísima, tiende a pudrir las relaciones en las cárceles, a los carceleros, a domesticar policías, a negociar suculentos apoyos. Por el contrario, si no se acepta, a golpear en derredor de la familia de aquella gente que ocupa puestos claves desde el punto de vista represivo. Es que en el fondo, el narcotráfico no es solo un delito con responsabilidades individuales, por su naturaleza es un negocio que tiene que construir redes y por lo tanto termina construyendo realmente telas verdaderamente sociales. Necesita fuerza de dominación. No es el delito individual que busca meramente la clandestinidad y escapar y huir. Es precisamente por su naturaleza un tipo de delito que necesita la dominación y que cae en la guerra de mercado. El Uruguay como pequeño país, como pequeño mercado, no tiene las fantásticas apetencias de otros, pero la historia de las repúblicas centroamericanas está allí como drama para el que la quiera ver, para el que la quiera observar, para el que quiera aprender cuáles son las consecuencias. Y entonces, cuando van cincuenta y pico de años de política meramente represiva, uno tiene que llegar a la conclusión de que esto es, entre otras cosas, también un fenómeno de mercado. No debería de seguirse cometiendo el error de dejar este mercado librado precisamente al camino del delito. Porque lo que es en el fondo la explotación de una enfermedad… porque, ojo nosotros estamos a leguas de considerar que el consumo de cualquier forma de estupefaciente tenga algún beneficio como algunos dicen. No, no creo en el beneficio de ninguna adicción, por el contrario. Pero peor, mucho peor que la existencia de la adicción es el veneno del narcotráfico que se apodera de este mercado clandestino.
Entonces creo que vale la pena la discusión a lo largo y a lo ancho de todo el país. ¿Por qué? Porque pueden surgir diversos caminos, pero en todo caso no deberíamos de quitarnos la responsabilidad de enfrentar a tiempo este fenómeno. De momento llevamos varios años reprimiendo y lo único que hacemos es amontonar gente en la cárcel, pero el asunto sigue “a tambor batiente” por allí. ¿Vale la pena esa discusión o no vale la pena? ¿Estaremos tan equivocados? ¿Este flagelo no debiera ser una causa nacional en la forma de enfrentarlo? He visto que alguna gente nos dice: “tenemos que propagar que el vicio es malo”. Chocolate por la noticia, sí, sí, estamos totalmente de acuerdo. Pero cuantas cosas malas, a pesar de saber que son malas, los hombres tercos y débiles terminamos acompañando. ¿O no sabemos que el cigarro es malo, horriblemente malo? Y por eso hay gente que sigue fumando. Pero en este caso el problema es la enfermedad social que nos mete en el delito, lo más grave, y nos mete en el delito porque sigue existiendo el mercado, y como existe un mercado acotado, clandestino y caro, con alta tasa de ganancia, esto sigue siendo negocio a pesar de todas las represiones, porque tiene una altísima tasa de ganancias. Si no le arrebatamos la tasa de ganancia, las otras formas policiales de enfrentarnos por el momento demuestran que no alcanza. ¿Podemos estar equivocados? Podemos estar equivocados. Pero hemos visto lo que está pasando en muchas partes de América. Hemos visto lo que pasa en México, se ha llegado a cosas extremas. El gobierno del otro lado de la frontera de Estados Unidos premia a algunos policías por el éxito que han tenido en la represión del narcotráfico y a los pocos días le matan a todos, no a ellos, a los que recibieron las medallas, le matan a los familiares, por una forma de castigar, con un tipo de ferocidad que termina enfermando a toda la sociedad. El Uruguay no aprende, no quiere ver con la experiencia internacional los peligros a los que nos estamos enfrentando. ¿Por qué estamos en la globalización? ¿Para qué tenemos tanto aparato de comunicación si se nos escapa lo esencial, si no vemos cosas que son de carácter esencial? Creo que es mal camino el no querer ver los peligros, mal camino esconder la cabeza como el avestruz. Tal vez existan opciones mejores que las que se nos ocurren a nosotros. No tenemos el paladino de la verdad absoluta, lo que nosotros queremos es llamar la atención sobre la existencia de esto y promover que vengan ideas si se quiere, pero no sacarnos una responsabilidad porque hoy estamos a tiempo. Mañana, me temo mucho que sea demasiado tarde, por eso esta discusión. No debería de sacarse las conclusiones politiqueras pequeñas en las que cae gente que es inteligente, sino que por el contrario nos tendrían que proponer un arsenal de fórmulas y de cosas y de caminos en todo caso, si se ve la gravedad de esto que está por delante. Pero tal vez —vuelvo al principio—como tantas veces, el odio le hace trampa a los seres humanos.