Audición del Presidente José Mujica del 20 de diciembre de 2013

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Palabras del Presidente de la República, José Mujica, en su audición radial por M24 correspondiente al 20 de diciembre de 2013. Es un gusto, amigos, poder saludarlos por este espacio. Al llegar a fin de año, si uno observa algo que cantan las calles, es insustituible que hay una especie de irreprimible deseo en el grueso de la gente, de nuestro pueblo, de poder gastar y gastar y consumir más, distintas cosas en relación a la época del año que nos toca vivir. Y es obvio que una parte del pensar, de las reacciones políticas, por ejemplo, que puede tener la gente, en mucho, consciente o inconscientemente, está muy condicionada por la respuesta que puede dar a esos deseos irreprimibles que forman parte de la cultura de nuestro tiempo. Se puede discutir todo lo que se quiera —si esos deseos a veces hiperconsumistas, a veces muy lógicos, porque los seres humanos tienen que consumir, pero a veces muy acicateados por la cultura que nos toca vivir, se puede discutir todo lo que se quiera—, pero es un hecho innegable; en todo caso, desde el punto de vista filosófico es otra la discusión. Pero hoy, en términos bien sencillos y concretos: si los gobiernos —y esto no es un problema de nuestro país— no atienden, con el devenir de sus políticas públicas, en todo lo posible ese hecho que está en forma irreprimible dentro de la mayoría de la gente, que quieren más y más y más poder adquisitivo… repito, si los gobiernos en sus políticas públicas desconocen ese deseo imperioso de las grandes masas, seguramente que buena parte de esas mayorías, de esas grandes masas le van a dar la espalda. Esto que estoy diciendo es muy elemental, elemental de elemento, muy fundamental. Si se olvida y si aturdimos o confundimos nuestra visión por las ideas que podemos tener, tal vez quisiéramos ver un mundo distinto, y por querer ver un mundo que soñamos, corremos el riesgo de no ver el mundo en el que vivimos tal cual es. Seguramente que se puede tener una visión de futuro y de lucha muy crítica con las realidades sociales y distributivas que genera el capitalismo, y con esa visión tratar de poner proa en el sentido de impulsar transformaciones y cambios que superen al propio capitalismo. Pero lo que no podemos ignorar olímpicamente es lo que es como realidad hoy, y que está, no en nuestras ideas o en nuestras intenciones, sino que está en algo mucho más importante, en nuestra realidad. Además de ser una forma obvia de organizar el trabajo, de apropiarse de plusvalor, también genera tradiciones, cultura; termina tiñendo el campo del derecho y hasta hace constituciones motorizadas por sus necesidades. En realidad constituye una especie de gigantesca telaraña en la cual, estés de


acuerdo o no, estamos enganchados, por costumbres, usos, tradiciones, valores, aparte de las cuestiones tan fundamentales como las que tienen que ver con el trabajo y la generación de riqueza. Esto es independiente de lo que se pueda pensar en materia de juicios de valor, es un dato de la realidad. Es innegable que el capitalismo es un formidable generador de riqueza, como nunca había visto hasta ahora el hombre. Pero es también innegable que tiende a concentrar esa riqueza y que por lo tanto reparte mucho menos de lo que produce. Y nos da un cuadro de la sociedad: que la sociedad puede enriquecerse y hasta en cierta medida prosperar, pero queda un costo humano al costado del camino, grande, de tendencia muy grande que, como mínimo, obliga a los Estados que intentan tener decencia de visión a luchar por mitigar, por esos extremos sumergidos por un lado, pero mitigar significa tener recursos fiscales para tratar de atender los bolsones y las inevitables desgracias que tiene una sociedad. Ayer estuve en una sección… en algún lugar del viejo Vilardebó, una especie de fondo de la sociedad. Y hay cosas que le dejan a uno… como decía el poeta “ganas de poner el corazón bajo el zapato”… ¡Cuánta es la deuda social! Y por esto hay que luchar por otro lado para que la economía funcione, entendiendo las reglas de la realidad. ¿Para qué? Para, a esa economía, arrancarle contribución, porque no otra cosa es lo impositivo, arrancarle contribución para atender las cosas que van quedando al costado del camino. Alguien las tiene que hacer, y esa es una forma de hacer convivible la sociedad, pero sin olvidar que este deber es posible si la economía funciona y genera recursos. ¿Que no alcanza con generar recursos? ¿Que la tendencia es a concentrar? Claro que sí. Esa es parte de la lucha y parte de la incomprensión. No puedes pretender tener un peso fiscal que en el fondo desanime, precisamente, al motor fiscal que tiene el capitalismo, que es el deseo de ganar. Pero hay que colocarse al costado y sacarle algo para intentar mitigar, por lo menos, lo que el capitalismo no resuelve y no va a resolver jamás. Después está la visión que se tenga de largo plazo. Sí, sí, sí, pero en el corto plazo hay vidas humanas que están transcurriendo, y cada una de esas vidas humanas no tiene tiempo para “el más allá” o para la utopía de “algún día”, tienen la necesidad de vivir, como es hoy, lo mejor que puedan. Y ese es el grado de felicidad posible a lograr con este milagro de la vida. Sin embargo muchas de estas cosas son muy elementales, pero por elementales, olvidadas. Reiteradamente hemos visto, hasta el cansancio, que el hiperconsumo de nuestra época es una forma cultural contemporánea que es funcional a la necesidad de acumulación que tiene el capitalismo. Encaja perfectamente, es perfectamente coherente. Pero también hay que recordar que esto nos rodea por todas partes, estés de acuerdo o no. Y que estamos en él inmersos, y cualquier sea la versión crítica y filosófica del futuro que se


tenga, no podemos ignorar que está allí. Y que no le podemos dar vuelta a la espalda a las necesidades concretas de la gente hoy. Y hay que funcionar con esas reglas, y entender que la lucha es por enfrentar esas “reglas”. Frecuentemente se mide la riqueza de un país por el BPI general, Producto Bruto Interno, el per cápita sobre todo. Y los números internacionales nos dicen que estamos viento en popa. Estamos en lo más alto de América Latina. Y así se clasifican las sociedades, por ejemplo, los noruegos tienen ochenta mil y pico de dólares de ingreso per cápita por año. Nosotros tenemos 16 mil y pico. Pero todos sabemos que estos indicadores no pueden trasuntar la peripecia humana. Entre otras cosas, porque en todo promedio siempre los petisos se ahogan. Pero no podemos negar que es imprescindible la lucha por que la economía crezca. Esto es una batalla de hoy, porque la gente no espera. En esa cultura estamos inmersos todos y, en primer término, los Gobiernos tienen que tener sensibilidad de verlo. Por supuesto, este asunto va mucho más allá de lo que podemos pensar y la ideología no debe ser una anteojera para no ver lo que es la realidad concreta. Y estas cuestiones pueden resultar y son, en parte, contradictorias, porque incentivar el desarrollo de la economía hoy significa, entre otras cosas, que inapelablemente una parte se desvíe hacia el hiperconsumo. Y la corrección del hiperconsumo es una cuestión de batalla cultural de largo plazo, de aprender a gastar, de aprender a descender de nuestro tiempo. El tiempo de la vida es el metro fundamental de la libertad humana. Para ser totalmente libre hay que tener tiempo disponible. El único bien que no se puede comprar es el tiempo de nuestra vida. Esto, esto es una larguísima lucha cultural. El hoy concreto de las grandes mayorías es el irreprimible deseo de poder gastar más. Y soy consciente de que estas cuestiones son contradictorias. Hasta son contradictorias con la sustentabilidad de nuestra civilización en el largo plazo. El corto plazo, lo inmediato, nos impone una realidad, y la realidad más dura que nos impone es que la vida, hermosa, hay que vivirla hoy y es un bien natural inconmensurable. Pero el mundo tiene problemas de "hacia el futuro", ¿será sustentable esta civilización así como va? Este es otro plano de la gran cuestión. Lo peor, lo peor es la conciencia alfeñique que no puede resistir ver planos distintos que tiene la propia realidad concreta, el hoy, la superficie en la cual vivimos, la hondura, el tiempo proyectado hacia adelante y la consecuencia que tiene, este nuestro hoy, hacía el futuro.


Pero naturalmente el hombre de la calle me va a decir: "viejo me subió la luz el 7 %". Y tenés que buscar la forma de inventar que pueda ganar un peso más. Esto es en concreto, la realidad concreta que nos encuadra la utopía, los sueños, la esperanza, la realidad. Pero aunque muchos no la comprendan, la hondura, la hermosura de esta batalla interminable. Y ahí, por eso los proyectos de desarrollo, por eso la política de inversión donde uno… donde bien claro, a veces, no tenemos ni la tecnología ni el capital para hacer determinadas cosas. Y tenemos, por ejemplo, para que la gente me pueda entender con claridad, que el año que viene a la altura de estas fechas el primer producto de exportación del Uruguay se va a llamar la celulosa. Me estoy refiriendo en volumen de plata, de dinero. ¿Por qué? porque va entrar a funcionar la planta más grande del mundo, por ahora —siempre la última que se hace es la más grande—, y va a tener un impacto. Y que lo hacemos facilitándole la presencia de capital extranjero, sí, es obvio. Pero ese capital en la suma no la teníamos, ni teníamos la tecnología, ni mucho menos inserción para entrar en el mercado mundial. Nuestras viejas papeleras, nuestras viejas fábricas de celulosa que tienen 40, 50 años, no podían participar en esa competencia de carácter mundial por su tamaño, por su estatura, por su tecnología, por el paquete de lo que significa lo moderno. Lo repito hasta el cansancio, si vendiéramos una empresa como CONAPROLE, seríamos unos incautos, por lo menos, no quiero usar otra palabra. Porque esa la hizo la historia del Uruguay con decisión. Pero no debemos vacilar en hacer alianzas con capitales que nos traen tecnologías y nos insertan en el mercado que no podemos entrar. Porque de lo contrario nos quedamos de brazos cruzados y de brazos cruzados no crece la economía. Y si no crece la economía, a Juan Pueblo que quiere ganar más, no lo atendemos, y todo esto es un círculo vicioso. ¿Qué quiere decir esto?, hay que “separar los bagres de las tarariras”. No es lo mismo cualquier inversión de afuera, no es lo mismo. Hay que verlo precisamente con políticas concretas caso por caso. Esto será parte de la discusión del año entrante. No podemos contemplar a los dioses con los brazos cruzados.


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