Desgrabación de audición del Presidente por M24 del 23 de noviembre de 2012

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AUDICIÓN RADIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA, POR M24, DEL 23 DE NOVIEMBRE DE 2012 Es un gusto, amigos, poder saludarlos a través de este espacio con el que procuramos, en la medida de lo posible, mantener el hilo de una comunicación que lleva muchos años, que lleva mucho tiempo y a la cual mucho, mucho tenemos que agradecer. Es casi seguro que ocho o nueve años en la vida humana de un hombre, de una mujer, parecen poco tiempo. Pero más allá de la historia de una sociedad, ese pequeño conjunto de años resulta casi nada, apenas unos instantes, un pequeño paréntesis en la historia nacional aún de una nación joven como la nuestra. Repito, parece que ocho o nueve años es muy poco. Sin embargo querido pueblo cuanta cosas han pasado en estos pocos años. En primer término, estos últimos años no tienen parangón posible. No hay un conjunto de años en que se pueda comparar en la historia nacional, habría que remontarse a los tiempos de la Segunda Guerra Mundial para ver una expansión general del Uruguay de las dimensiones que ha tenido este puñadito de años. Nos volvimos viejos en un país que otrora era vanguardia en América Latina y se fue quedando, más de 50 años de postración. Sin embargo en estos poquísimos años, últimos, lo que más importa es que la pobreza fue cayendo a un promedio anual del 13 %, el 14%. Así en 2004 había casi el 40 % de la población abajo de la línea de pobreza. Y hoy hay nada más y nada menos que 850 mil menos orientales abajo de la línea de pobreza. Claro, el tiempo pasa y pasa por nuestra cabeza y por nuestra vida, y seguramente que esa multitud de gente con todo derecho ambiciona más y tiene todo el derecho. Pero buena cosa fuera que tuviéramos un poco de memoria ocho o nueve años atrás. La indigencia en el 2004 era casi el 5 % de la población, la indigencia, es decir, la pobreza extrema. Hoy va quedando el núcleo más duro, apenas queda el medio por ciento. Queda sí, siempre hay pobreza, siempre hay un “cacho” duro de indigencia, hay que seguir pelando, no puede conformarnos. Pero saquemos la cuenta lo que hemos avanzado en este puñadito de años finales. El desempleo hoy oscila entre el 6 y el 7 %. ¿Cuáles eran nuestras cifras? Recuérdelo. La gran preocupación de los orientales en 2003 y 2004 que se iban en masa para el exterior. El salario real apenas en los últimos cuatro años creció un 2 y pico por ciento en términos reales. Por ejemplo, solo desde el 2009 el salario de los docentes a hoy creció el 20 %; el de los policías desde el 2009 creció el 32 %; el de los trabajadores de supermercados creció desde 2009 más del 30 %; las empleados domésticas, olvidadas, desde el 2009 a hoy tuvieron un aumento salarial del 46 %. El salario mínimo cuadruplicó, creció 125 % en términos reales. Para sintetizar, en el 2004 el 10 % de la población más rica del país tenía ingresos promedios anuales, que sumados eran 18 casi 19 %, 19 veces la sumatoria del ingreso que tenía el 10 % más pobre. Hoy o mejor dicho ayer,


porque las cifras son todavía viejas, en el 2011 esta diferencia había descendido. El ingreso promedio de los más ricos sumaba 13 veces el ingreso promedio del 10 % de gente más pobre. Ha habido cambios espectaculares. El PBI fue creciendo anualmente por encima del 4 %, del 5 %. La inversión total hoy que hace el país anda rondando entre el 19 % y el 20 %, una cifra histórica para este país. Siempre estábamos en el fondo de la tabla en América Latina y hay cosas que están por ahí que se mueven por todas partes. En el 2004 los recursos que el Estado puso sumados para salud, para educación, para vivienda, para el INAU y para el MIDES, no llegaba a 20 mil millones de pesos. En el 2012 la suma de las partidas a esos diferentes estamentos del Estado sumó 66 mil millones de pesos. Yo no tengo el tiempo para seguir reseñando cosas. Apenas un último dato, el salario real de los uruguayos aumentó más de un 36 % en los últimos siete años. El salario real promedio de los uruguayos aumentó casi el 37 % en los últimos siete años. El mayor crecimiento desde que el Uruguay recuperó la democracia. Encima de esto hay que poner el bajo desempleo. Tenemos que sumar a esto una activa política redistributiva donde participaron desde los Consejos de Salarios a tantas otras medidas que se fueron tomando. Lo que más importa es la consecuencia de todo esto, pretendemos que sean conquistas a partir de lo cual siga progresando la sociedad uruguaya. Lo que se ha logrado no será suficiente pero no debe de retroceder jamás. No hacemos lo que queremos en materia de economía. Apenas un pequeño país de economía abierta que tiene que exportar mucho soporta los avatares del mundo, y si Europa cae y cae su demanda, y muchas cosas que vendíamos tenemos que venderlo a precio vil o no vendemos, y si pasan esas cosas y otras por el estilo naturalmente tienden a repercutir en las entrañas de nuestra sociedad. Somos un pequeño país que tiene un mercado interno muy pequeño, el mercado interno no puede solventar la peripecia de la caída de nuestros saldos exportables naturalmente. ¿Que en nuestra sociedad existe las contradicciones propias de una sociedad capitalista? Vaya… ¿Que hay gente interesada? Pero quién no está interesado, desde los que van a trabajar cada mañana están interesados por mejorar sus ingresos, el empresario que invierte con el afán de multiplicar sus riquezas. Sí. El mundo se está moviendo con intereses, unos más fuertes, otros más pequeños, pero esa rueda de intereses está allí. La confluencia y los choques de esos intereses explican las reacciones que se dan en el campo de la economía. La economía suele no tener sentimientos, por eso los gobiernos tienen que mirar el todo y no una parte. El todo indica que en los momentos de crisis hay empresarios que ponen el freno, no invierten porque no cubren los gastos, prefieren paralizar su actividad, pero no arriesgan, tratan de conservar. Ello repercute sobre aquellos que lo único que tienen para vivir es la venta del trabajo de sus manos. Y cuanto menos calificados más sufren y cuanto más pobres más sufren, más tienden a sufrir. Las crisis siempre afectan al eslabón más débil de la cadena social. Esto es casi una ley.


Con este panorama nos sentimos, por otro lado, comprometidos con algo que no podemos arriar y es la inversión pública. No debemos arriar ni la inversión pública ni la inversión privada, porque arriar la inversión es comernos el futuro. Tenemos cosas alentadoras que se les van a legar al Gobierno que viene. Por la mitad del año que viene la gigantesca fábrica de Conchillas entra a operar desde el punto de vista real. La inversión más grande de la historia económica de este país y esperamos que aporte más de mil millones de dólares anualmente en materia de exportaciones y va a generar un plus de energía eléctrica. Nos sentimos francamente orgulloso de la inversiones de ANTEL que va a terminar gastando más de 400 millones de dólares en fibra óptica que se entierran para hacerles carretera a cada uno de los hogares uruguayos y va ser en 2014 el primer país de América Latina que cada hogar tiene una conexión directa, que puede utilizar una conexión directa. Y esto en la civilización digital hacía el futuro tiene una importancia de carácter fenomenal y fundamental, y es el complemento del Ceibal. ¿Para que educamos a los gurises en el uso de las “ceibalitas”, en el lenguaje digital? Los educamos para que tengan la posibilidad de acceder a ese mundo vertiginoso que no pertenece a las coordenadas nuestras, de los viejos, pero que es indudablemente el mundo del porvenir. Por eso nos sentimos orgullosos de que el pueblo uruguayo haya logrado sostener en la propiedad nacional a esta empresa que está dando batalla en cosas que son estratégicas y que casi seguramente va a ser el motor que va a terminar solventando la reconstrucción del ferrocarril nacional. Esto es harina de otro costal. Nos sentimos agradecidos al esfuerzo de ANCAP, a sus trabajadores, a su cuerpo de gerentes, a la gente que trabaja en ello, a su dirección por las inversiones en la planta de desulfuración, las inversiones de ALUR en Capurro, en Paysandú, en otras partes. El esfuerzo que se está haciendo en materia petrolera, el esfuerzo colosal de inversiones en ese olvidado departamento de Treinta y Tres que se va a ir transformando en una agencia exportadora de cemento y cal para el sur de Brasil. Nos sentimos orgullosos de otro conjunto de proyectos. No podemos ni debemos parar la inversión, no. Este es un hecho, pero es un hecho que junto con esto debemos de cuidar el gasto, sobre todo el gasto superfluo en todo lo posible. ¿Por qué? Porque es la hora en que la batalla principal se llama “detener la inflación”, la tendencia a la inflación que porfiadamente subyace en nuestra economía. Hoy tenemos esa dura tendencia que está allí instalada en nuestra economía y no podemos dejar solo al Banco Central para que acuda a recursos monetarios, porque tendría la gravedad de afectar una de las zonas más delicadas del trabajo: el trabajo exportador del Uruguay. No solo con recursos monetarios debemos de enfrentar y dar esta batalla. Debemos utilizar todas las herramientas disponibles posibles. Repetimos, por ello le hemos planteado y le


planteamos con claridad, lo ha planteado el Ministro de Economía y el Ministerio de Trabajo, pero no en un sentido impositivo de ordeno y mando. En el sentido de que somos parte de los dilemas de nuestra sociedad y como todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad en lo que pasa y en lo que pasará en el porvenir. Porque tontos de nosotros si perdemos todo lo que hemos conquistado. En un momento de incertidumbre mundial donde la economía europea se cae a pedazos y cuando hay tendencias cada vez más duras que cuestionan la capacidad de exportar y los mercados se cierran, debemos de entender que hay un momento relativo de retracción y que lo tenemos que sortear, que no es lo mismo la situación del país con una inflación del 5 % a una inflación del 8 % o el 9 %, porque el problema no es ni el 5 %, ni el 8 % o el 9 %, el problema es el 10 %. Si cruzamos la barrera del 10 % nos precipitamos precisamente y tal vez saltemos y nos queden muchísimas conquistas por el camino. El Gobierno no quiere transferirle al próximo Gobierno la necesidad de un ajuste fiscal, de ninguna manera, preferimos plantear las cosas con claridad hoy. El compromiso número uno es detener la inflación. ¿Por qué? Repetimos, estamos muy cerca, con muy poca capacidad de maniobra, es enormemente peligroso de acontecer cosas no previsibles en el campo internacional que precipiten precisamente sobre nosotros contingencias imposibles de enfrentar con un margen tan pequeño. Debemos, por lo tanto, hoy jugar muy duro contra la inflación. Por un lado, repetimos, cuidar el gasto de todo lo superfluo; no dejar solo al Banco Central en esta peripecia porque esto sería utilizar nada más que el recurso monetario y ello no es suficiente, nos traba el porvenir; tenemos la necesidad de contener la suba salarial coyunturalmente. ¿Por qué? Porque el gran objetivo es mantener lo logrado ante la incertidumbre. Repetimos, no deberíamos de parar la inversión, porque eso es porvenir. No deberíamos olvidarnos de la presión inflacionaria y por lo tanto no contribuir a incrementarla. Es casi —yo diría— una especie de deber nacional de los sectores que tienen de medianos ingresos para arriba. Pero existe todo el derecho franco a pensar lo contrario. Existe el derecho a pensar que existe margen, en el sentido que algunos piensan que algunos como ganaron mucho tienen que poner su parte, sin entender que el capitalismo no funciona en términos generales así. Y que lo que nos podemos encontrar es con una dura retracción en el campo de la inversión y en el campo del riesgo que es un motor a la larga imprescindible. Dentro de las columnas del “todos” están los trabajadores, nuestros trabajadores y nosotros apelamos precisamente a la conciencia y al compromiso de los trabajadores. ¿Por qué? Porque en definitiva la llama inflacionaria a quienes más termina perjudicando es precisamente a los trabajadores de ingresos más bajos, a los trabajadores más débiles. Precisamente son ellos los que en una sociedad como la nuestra pagan el mayor costo, pasan las peores aventuras. No deberíamos olvidarnos de esto. Y esto debería pautar nuestra actitud porque la inflación compromete las


conquistas que hemos logrado ir arrimando entre todos, precisamente a favor sobre todo de los más humildes, tratando de construir una sociedad más equitativa. No deberíamos caer en ningún autoengaño. Todos somos responsables, Gobierno y trabajadores organizados, los que por estar organizados son los más concientes. Acá, el Gobierno y los trabajadores organizados van a dar su verdadera talla, la profundidad de su talla. Aquellos que tienen mejores ingresos, aquellos funcionarios y trabajadores que tienen mejores ingresos en este momento especial de la coyuntura inflacionaria deberían acompañar en no dar más presión a esa inflación. Es casi una tradición y una rutina que cuando ajustamos los salarios, con todo el derecho, se recupera lo que se perdió por inflación, y se suman algunos puntos hacía adelante. Pues bien, no es una coyuntura para sumar puntos hacía adelante. ¿Por qué? Porque precisamente debemos de parar esta presión al punto en que hemos llegado. En los últimos tiempos se ha hecho no creíble las afirmaciones del rango del Banco Central. No. Tenemos que reparar y recuperar la fe pública en lo que decimos. Si el Banco Central hace anuncios que la inflación se va a mover entre el 5 y el 7 %, allí tenemos que estar. Y hemos estado mirando para otro lado haciéndonos un poco condescendientemente, los distraídos, tal vez por afán de repartir más. Estamos en un límite. Nos sentimos y somos literalmente trabajadores y vivimos de la misma manera que vive cualquier trabajador común y corriente de este país. Hoy tenemos la obligación de mirar por todo el país. No queremos razonar con una billetera en la cabeza, porque pensamos que primero están los compañeros más débiles, los que seguramente de seguir avanzando la inflación pagarán el precio más caro. La guerra contra la inflación es precisamente evitar que los más débiles gasten el precio de una guerra. Pero depende de la madurez colectiva que asumamos como sociedad y este es el debate de estos días. De todas maneras, tenemos confianza. No habrá imposiciones. Lo único que hay que derrotar es la inflación y en todo caso los errores que a veces los hombres podemos cometer. Pero seguimos teniendo una visión positiva del Uruguay a pesar de todos sus avatares. Por eso confiamos en la formidable “entendedera” de los trabajadores del Uruguay.


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