AUDICIÓN RADIAL DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, JOSÉ MUJICA, POR M24, DEL 27 DE DICIEMBRE DE 2012 Es un gusto, amigos, poder saludarlos por este espacio al cual acudimos semanalmente trayendo alguna información, algún comentario. En este caso al cerrar un año, en cierta medida, compartir, como dice una revista por ahí en uno de sus titulares “Compartir nos produce felicidad”. Seguramente que a esta revista de la cual hablo le va bastante bien, pero no cabe duda que cerrar un año y al pasar la Navidad, uno siente la necesidad de agradecer, agradecer fundamentalmente que habiendo cambiado el mundo, habiéndose terminado esa fuerte ráfaga de viento a favor, de viento de cola por la crisis europea, por la crisis americana, de todas maneras nuestra sociedad camina, nuestra sociedad, por una vez, no ha sentido el peso enorme de esas crisis, de las cuales a través de la información permanentemente nos golpean noticias. Tenemos que agradecer a todos aquellos que luchan por el pan, que luchan por el techo, a los que luchan en los campos y en las fábricas por hacer comida, por todos los que tratan de completar las necesidades materiales imprescindibles para la marcha de nuestra vida como pueblo. También, ¿por qué no? agradecer a aquellos que practican la libertad y no niegan la libertad contradictoria de otros. En fin, a los miles que cubren multitud de tareas anónimas, que no pasan a la historia pero hacen la historieta cotidiana de nuestra sociedad, porque al fin y al cabo gregarios somos y no podemos vivir en soledad y dependemos del resto de los seres humanos que cohabitan en nuestro país. Agradecer a todos los que dan, fundamentalmente a todos aquellos que dan algo y no están esperando una retribución, pero con mucha humildad, sobre todo aquella gente que nos prestó sus manos en las 1500 y pico de intervenciones que en barrios humildes se llevan adelante, tratando de solucionar problemas de vivienda a gente muy humilde, que no tiene otra cosa que el día y la noche, pero tienen hijos. Allí hubo gente voluntaria que ha dado una mano y esto vale mucho. Por eso, por el valor que tiene esto, por la docencia que encierra, por la actitud ética que encierra, no como Presidente, sino como viejo militante social tengo la obligación de agradecer a los que saben que con esfuerzos de esta naturaleza no se cambia el mundo, pero se mejora enormemente la circunstancia social y material en que tienen que criarse gurises pobres de nuestra sociedad, que mañana nos van a sustituir en el campo de la vida, del trabajo y de la marcha de nuestra sociedad. Por eso a todos reconocimiento, pero fundamentalmente a esa franja de soldados anónimos que han dado una mano por todas partes. Queremos leer un pequeño párrafo que un amigo decía estos días: “Invitar públicamente a quienes quieran sumarse a trabajar en esta dura batalla que no es fácil, que es una lucha cotidiana y despareja, es un camino en el que tropezamos, caemos, corregimos y avanzamos día a día, en el Plan Juntos y en la Fundación Juntos, que forman parte de un proyecto que trata de ir más allá de los imprescindibles bloques y ladrillos que hay que ir poniendo en esas 1500 y pico de intervenciones que se hacen por todo el país. No tenemos condiciones objetivas para poder acelerar los procesos de inclusión, pero si
logramos contagiar y contagiarnos de solidaridad en este camino de mutuo aprendizaje, tal vez podamos alcanzar el objetivo. Necesitamos –decía mi querido amigo- una batalla cultural por encima de todas las cosas, por impedir que nos ganen la cabeza, que nos transformen en algo que no somos ni queremos ser. Una batalla por entender que si no nos juntamos y nos damos idea, si sumamos carencias y virtudes tal vez podemos hacer mucho. Una batalla necesaria e imprescindible por encima de cualquier partido, de cualquier sector, de cualquier bandera, de los muchos vicios que muchas veces nos inmovilizan como sociedad y nos hacen duros, hipercríticos, escépticos”. Duele mucho en un mundo que promueve y mide el bienestar y la felicidad en bienes materiales comprobar que hay gente que no tiene ni tendrá las mismas oportunidades, que siguen por fuera de todo, sobre todo si son niños. Y han pasado cosas, por ejemplo hechos que no tuvieron casi cobertura como tienen otras noticias menos alentadoras. ¿Qué toneladas de armas que aportó el Ministerio del Interior se transformaron en tantas toneladas de varillas para la construcción? Un hecho francamente lleno de simbolismo que casi no tuvo importancia. Como la gente que recibía un humilde techo pero seguro, abrigado y con saneamiento, que inmediatamente por dignidad nos pide una ayuda para arreglar la boca y allí estuvo presente como “soldado anónimo” la Facultad de Odontología arreglando dientes y muelas “a troche y moche”, poniendo a la Universidad donde siempre debió estar, junto a las necesidades de su pueblo. Eso que arrancó en un pedido de la gente de Villa Ilusión y se fue extendiendo y se está extendiendo, habla a las claras que a veces no alcanza con los recursos materiales, si los recursos materiales no están manejados por sangre, por corazón, por entusiasmo, por compromiso de la gente. Pero naturalmente, como cualquier sociedad contemporánea, más allá de los agradecimientos, siempre sabemos que tal vez nuestra humana condición nos impone que el vaso siempre esté por la mitad y que por más que le pongamos, siempre está por la mitad, porque siempre nos quedan cosas, nos quedan deudas, nos quedan desafíos, nos quedan acechanzas, nos quedan peligros, nos quedan contradicciones porque en nuestra sociedad por ahí sentimos los rezongos, naturalmente. Ha aumentado con creces el poder adquisitivo de los salarios y los salarios en estos años tuvieron subas considerables, aunque no toda la que quisieran aquellos que reciben un salario. Pero naturalmente, quienes lo tienen que pagar, se suelen quejar —con sus razones— que ha subido demasiado el salario, pero no ha aumentado la productividad y que esto nos está creando una crisis de demanda y que por lo tanto el Estado tiene que gastar menos y tiene que recortar el poder de demanda, porque no ha aumentado la productividad suficiente y así sucesivamente siguen estos debates que expresan las contradicciones que existen en nuestra sociedad. De todas maneras, cuando así razonamos y cuando así pensamos, buena cosa fuera que tuviéramos un poco de memoria y recordáramos que no hace ni
siquiera 10 años, nuestra situación como sociedad se debatía en una de las crisis más ondas y dolorosas que le costó el empobrecimiento a muchos compatriotas, cuyas causas y consecuencias algunas de las cuales llegan hasta hoy. Basta decir que es una larga historia. Basta decir que hemos llegado objetivamente a un nivel de recuperación que nos coloca prácticamente en la frontera similar desde el punto de vista de la frialdad de los números objetivos, recién en aquellos años venturosos donde se consideraba a nuestro país la Suiza de América. Han pasado casi 50 y pico de años, y desde el punto de vista de la riqueza global recién efectivamente se ha cubierto la gigantesca brecha que se abrió antes y durante la dictadura en contra del nivel de vida del pueblo uruguayo. De aquí en más pienso que si el Uruguay logra sostener, si se quiere, su caso cansino pero positivo, como todo indicaría si logramos una brecha de crecimiento de alrededor del 4 % anual en los años venideros, recién el Uruguay dejará atrás su historia. En gran medida depende de nosotros mismos. Pero hemos llegado sí, quiero señalar, no a modo de balance, porque no me gusta hacer balance… el desafío que tenemos por delante. Ayer se promulgó esa decisión que tomó el Parlamento con respecto a la fundación de una nueva universidad: la Universidad Tecnológica, un algo que expresa el rezago del Uruguay. Era casi el único país de América Latina que no tenía una universidad pública dedicada al incremento tecnológico y científico. Este es un hecho que por un lado apunta al desafío que tenemos por delante, pero ese desafío implica que no se trata de entrarle a competir a la vieja y querida Universidad de la República, sino a complementar, sobre todo en el espacio en partes del territorio nacional y también en el desarrollo de un conjunto de disciplinas que se imponen modernamente y que todavía no se pudieron encarar por la enseñanza pública en nuestro país. Me refiero a las mil gamas tecnológicas que el progreso material ha diversificado en el mundo contemporáneo. Complementar y articular el esfuerzo docente de carácter superior, al parecer, es el desafío del ahora y fundamentalmente acordarnos de que el interior también existe y que con él arrastramos una larga y penosa deuda, porque como decía Estramin “no solo hay que morir en la capital”. Cuando se está en el interior para estudiar hay que venir a Montevideo y difícilmente se retorne. Y en un proceso de muchas décadas, sin que nadie se lo propusiera, ni por razones de maldad, el hecho práctico es que permanentemente se le estuvo quitando el factor inteligencia al interior del país. Llegado a un punto medio de nuestro crecimiento y de nuestro desarrollo —por lo que decía antes— todo indicaría que la prosperidad del Uruguay del futuro depende de la capacidad de movilizar en gran medida los humanos recursos del interior del país. Y aquí la importancia que tiene el camino de la inversión. La inversión con mayúscula, no solo la inversión en equipamiento, sino la inversión en capacidad, un verdadero bache que tiene el Uruguay de
hoy. Por eso mĂĄs que nunca hay que pensar que el futuro depende del esfuerzo que somos capaces de ir orientando hoy. Feliz aĂąo, amigos.