Palabras del Presidente de la República, José Mujica, correspondientes al 28 de noviembre de 2014. Amigos, un gusto podernos comunicar a través de la radio amiga y hoy con un poco de nostalgia, tal vez, hacia nuestros años mozos. Tengo 79 años y un poco de trajín en mis arrugas y en mis huesos pero recuerdo perfectamente cuando era un muchachito y, como tal, crédulo lleno de esperanzas. Recuerdo aquella noche de elecciones hace muchos años, hace muchas décadas, que en las primeras horas de la noche, para sorpresa del Uruguay y del mundo estaba ganando la elección por primera vez en casi un siglo no solo el Partido Nacional sino que dentro del Partido Nacional un ala no precisamente herrerista que en aquellos años se atrincheraba en la prensa importante de la época y que tenía un predicamento cuyo cerno más importante había correspondido a una de las divisiones que durante el golpe de Estado de Terra se procesaron dentro del Partido Nacional. Pasadas las horas ese estupor era sorprendido por otro estupor, la llegada de la información de los circuitos del interior más profundo le daban el triunfo dentro del partido a lo que se llamaba el ala herrero-ruralista. El doctor Herrera, anciano, estaba casi en su último intento al final triunfando, luego de tantos procesos electorales sin poder alcanzar el objetivo. ¿Qué había pasado? Abrumadoramente había perdido el Partido Colorado el timón, el gobierno del país, luego de haber gobernado casi un siglo ininterrumpidamente. En aquel momento particularmente los jóvenes no podíamos saber, no podíamos darnos cuenta del cuadro histórico por el cual estábamos transitando. Es tal vez, que en el fondo estábamos enterrando nuestro peculiar pequeño estado de bienestar que con dolores de cabeza y con contradicciones había hecho posible un Uruguay singular, superando esas contradicciones, incluso hasta superando un golpe de Estado, tal vez coletazo de la gran crisis de 1929 de la Bolsa de Nueva York. El hecho está en que estábamos enterrando una etapa de la historia del Uruguay porque estábamos sufriendo las consecuencias de una caída de precios fenomenal, cada vez teníamos que poner más carne y lana para comprar lo mismo, diríamos deterioro de los términos de intercambios que nos iban sumiendo en un estancamiento que en el fondo le costó el timón a la presencia del Partido Colorado en el Gobierno. Pero ese estancamiento significaba una época especial del mundo que en lo más sustantivo no pudo revertirse, aun con los intentos de algo que estaba en boga, el desarrollo industrial de sustitución para intentar aminorar la capacidad de lo que teníamos que importar. Comenzaba un larguísimo capítulo de frustración nacional que duraría varias décadas, aunque, naturalmente, no lo sabíamos. Fueron décadas de estancamiento económico, de fenomenal crisis en la inversión, de inflación casi permanente, de ajustes y de déficit fiscal y de políticas regresivas crecientemente en el campo social, porque cada vez había menos para repartir y la disputa por los bienes que se creaban iba creando condiciones más difíciles, hasta reformas constitucionales para tener ejecutivos más fuertes. Todo ello pautó una larga época de estancamiento, de crisis y frustración, que también se manifestó en las luchas sociales y políticas, que también trajo luchas y luchas cruentas y golpes de Estado.
En el fondo se nos movía el piso y fue un tiempo larguísimo, que en lo personal se me fue la juventud, tiempo gris, tiempo de poca esperanza y de estancamiento, tiempo en que nos tuvimos que acostumbrar a exportar parte de nuestros hijos. El Uruguay engrosaba cada vez más una diáspora de gente que se iba. Ese Uruguay que sufrió el choque de haber estado en términos relativos bien hasta fines de la década del 40 a postrimería de la guerra y abruptamente empezó a estancarse y a quedarse, sufrió por un lado avatares de carácter político pero conformó una parte de nuestra historia reciente que ha tenido repercusiones hasta ayer nomás. Hace unos años, motivados por la batuta de la historia, con el fogón de la economía abajo, ese mismo mundo internacional que deterioró los términos de intercambio en una época, con sus cambios, en un mundo cada vez más interdependiente, empezó a despertar la llamita de este tiempo que empezamos a convivir, una especie de resurrección de nosotros mismos, un restañar de esperanza, un empezar a crecer con vigor, un cambio de color, de temperamento y de esperanza, un irnos menos para el exterior, un llegar otros que habían abandonado la Patria. Seguramente todo esto es consecuencia de los factores que se quiera, y no es hoy precisamente el momento de pormenorizar, pero estamos también en otra época donde los términos de intercambio otra vez volvieron a modificarse, esta vez a favor nuestro en términos relativos, una cierta tendencia a vender más caro lo que vendemos en el mundo y una tendencia por la competitividad internacional a bajar los precios de lo que compramos. Ni por asomo soy de los que reduce el acontecer humano al mero acontecer económico, pero tampoco se puede olvidar o se puede dejar en el tintero. Las épocas están dibujadas por cómo nos va en la feria de carácter internacional y naturalmente el pequeño país sufre como pocos y se beneficia como pocos según la coyuntura internacional, porque es enorme la dependencia del intercambio con el mundo exterior. Quiero hacer votos por la estabilidad política, por recobrar la serenidad al cierre de un pleito de carácter electoral. Tener el coraje que las decisiones, las disyuntivas internas planteadas son parte de una etapa y de un capítulo de decisión pero que el país sigue andando y que en definitiva, el nosotros lo componen todas las opiniones, todas las tendencias, todos los colores y el nosotros tiene la responsabilidad en el fondo del mundo que va a quedar y del país que va a quedar sustantivamente para las generaciones que nos sucedan. Este tono de resurgimiento que puede ser como se quiera, una combinación de viento de cola y de políticas y de esfuerzos individuales y empresariales y de mucho tejido social, cada cual lo puede interpretar a su real querer, saber y entender, pero compone un patrimonio público que está allí, que el sostenerlo, el acrecentarlo, el profundizarlo, el desarrollarlo, depende de todos nosotros, por eso, en todo caso, en los encuentros entre adversarios debemos sentir y respetar que a pesar de ser adversarios tenemos algo en común y por lo tanto nuestros compatriotas son eso, cualquiera sea su opinión y componen parte del nosotros. Por ello en las horas de futuro tenemos que preocuparnos de conservar y mejorar todo el terreno ganado en esta resurrección que nos permitió la economía y el desarrollo social, no
para envanecernos sino, por el contrario, para seguir luchando por lo mucho que nos falta y teniendo a plena conciencia que nadie nos va a regalar la prosperidad que en el fondo es responsabilidad de nosotros lograrla. Somos pocos, tal vez hasta un poco demasiado tranquilos, por momentos con tintes de indolencia pero muy capaces, con muchísima capacidad, en un país donde abundan los recursos, tenemos que multiplicar la confianza en nosotros mismos. La confianza no es solo un problema ético y moral sino que se construye con el esfuerzo diario, con la bonhomía del mutuo respeto y la tolerancia que mantenga permanentemente, cualquiera sea el acontecer, esa notable característica del pueblo uruguayo: el convivir, que nos hace sentir orgullosos de ser uruguayos, de sentirnos hermanados con nuestros compatriotas, aun cuando discutimos y discrepamos tajantemente, de todas maneras son parte de nosotros mismos. Buena cosa es que lo recordemos el lunes y el martes venidero, y el tiempo venidero, por encima de todo el nosotros, el país.