Audición del Presidente José Mujica del 20 de setiembre de 2013

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Audición del Presidente Mujica por M24 del viernes 20 de setiembre de 2013

Amigos, es un gusto poderlos saludar por este espacio con el que procuramos volcar algunas reflexiones. En este caso por algún tema nacional. Todo el mundo debería de saber que en nuestro país existe una auténtica separación de poderes, que la Justicia para bien, para mal o para regular, está totalmente separada e independiente del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo. Y lo está en su doble faz, las fiscalías que son autónomas e independientes y, obviamente, en el juego propio de la Justicia cuando decide a través de sus sistema de jueces, a través de su organismo que la rige, la Alta Corte de Justicia. Y es conocido que el Poder Ejecutivo ha tenido fallos adversos, más de una vez y, como tal, ha tenido que acatar porque se puede discrepar con la Justicia. Naturalmente. Pero siguiendo nuestro orden de derecho y constitucional, discrepar no significa, que se puede no acatarla. Que en definitiva es la verdadera función que tiene nuestra sociedad. Pero no nos gusta, y esto es opinión, que la política “se cuele” dentro de los juzgados. Porque le hace mal a la Justicia y, en alguna medida, se termina envenenando en parte la convivencia. Por eso, buena cosa fuera que los actores políticos no procuremos mezclar a la Justicia en nuestras vicisitudes y crispaciones de carácter político. Esta es una vieja lección, pero naturalmente, como tantas cosas, los hombres siempre estamos expuestos a caer en viejos errores que no podemos superar. Amigos, estamos en un mundo que tiene sus características y lo he dicho por ahí, para mí vivimos en una época portentosa por la renovación tecnológica y científica, por el empuje. Una, desde la base de la sociedad, desde la mecánica productiva, desde la mecánica del trabajo se viene impulsando transformaciones de


carácter planetario con una velocidad que repercute en todos nuestros usos y costumbres. Y se están creando los síntomas de una humanidad distinta. Un chico puede tener una especie de novia a través de Internet allá en la India, desde acá, desde el Uruguay. Hay comunidades de hombres científicos de todos los países que prácticamente hablan a diario. En muchos aspectos las fronteras están francamente permeables, las nuevas generaciones tienden a viajar y andar por el mundo. A tener aventuras y conocer. Lo de la globalización no es cuento, ni tampoco es bondad ni es bonito. Cada día existe una mayor interdependencia y apenas anotemos lo siguiente; en el último siglo la economía se multiplicó como 20 veces y, desde el año 90 a la fecha aproximadamente, cada seis años se duplica el comercio mundial. Y esto con todas las trabas que existen para el comercio mundial, por estas y otras razones. Lo que se está estableciendo es que en la base de la economía se va acrecentando la interdependencia de esta sociedad que tiende a globalizarse pero que no tiene gobierno, o mejor dicho, en mi humilde opinión, es un proceso que se da espontáneamente empujado por el mercado y por la acumulación. Pero no tiene, ni por asomo, dirección política. Que es una manera de delegar. Con esa base, la política en el sentido importante del término, sigue empantanada y no puede arreglar conflictos que aparecen en la escena de la humanidad. En este mundo interdependiente y creciente, globalizado, pero globalizado por el interés privado poderoso. Si una compañía importante se instaló en China para bajar los costos y exportar al mundo, y los salarios suben demasiado en China y le suben los costos, decide irse a Pakistán porque tiene salarios más baratos y está trabajando para el mundo. Y allí no hay organismo internacional ni legislación ni nada por el estilo que pueden causar eso. Pero eso provoca la súbita bonanza para uno y las desgracias para otro. Esto está pasando por el mundo entero. La globalización no tiene Gobierno. No debe de extrañarnos que la política no pueda suturar problemas graves y entonces esos problemas graves desembocan


en la guerra y los hombres seguimos metidos en la prehistoria. No podemos sacarnos de ese flagelo de la guerra. Sabe, querido oyente, si se suman todos los presupuestos militares del mundo, la humanidad gasta dos millones de dólares por minuto. Repito, dos millones de dólares por minuto de presupuestos militares. Todos sabemos la importancia que tiene la medicina para la lucha por la vida y los progresos que hace. Las ciencias médicas están apuntaladas por un sistema de investigación que va avanzando y avanzando y avanzando. Pero todo eso que se hace en el mundo, en materia de investigación médica, es más o menos un quinto de lo que se hace para la investigación militar. Por supuesto, que esto está a cargo de las grandes potencias. Por supuesto que países como nosotros no somos “ni arte ni parte”. Estamos prácticamente ausentes de estas carreras. Pero naturalmente soportamos la consecuencia como cualquier hijo de vecino. Pero uno se puede poner muy poeta e idealista y puede pensar con razones matemáticas, pero recortar esos presupuesto es una fuente de recursos para enfrentar los problemas de la humanidad. Claro que sí, obvio. Si gastamos dos millones de dólares por minuto y podemos reducir a gastar uno, ese uno por minuto, cuantas cosas se podría hacer. Pero en el mundo que vivimos no funcionan estas cosas, es muy fácil autocriticarnos. Pero estos presupuestos en el fondo son la consecuencia de la desconfianza, la consecuencia de la lucha de intereses, la consecuencia de estar en guarda por las dudas frente a la agresión ajena, a la conquista ajena, a intereses privados poderosos, al sistema enorme de delincuencia internacional. Y entonces, en el marco de todas esas contradicciones, porque no aparece este despilfarro que la humanidad hace, que bien podía ser una fuente para suturar problemas que la humanidad tiene.


Estamos muy lejos de conformar ese mundo, porque, en última instancia, los países más importantes no pueden salir de su nacionalismo chovinista y la competencia entre unos y otros empujan a esa carrera armamentista que termina en gastos que resultan impresionantes. Tal vez es muy difícil inventar una fuerza peor que el nacionalismo chovinista de las grandes potencias. Curiosamente, el nacionalismo que es una fuerza defensiva, creadora y de afirmación para las sociedades pequeñas o débiles que es, por lo tanto, una fuerza positiva que se transforma en una pesadilla opresora. Cuando los brazos de las grandes economías centrales son fuertes, de los Estados, que hacen marcar o intentan hacer marcar el paso del mundo. [Esta es una realidad hoy, por eso el poco poder que la humanidad ha logrado trasladar a intentos centrales de sistemas de acuerdos que garantizan la paz, que garanticen la soberanía, que garantiza o intenten garantizar y asegurar la no intervención y que infundan respeto persuasivo y tolerancia que es lo que menos existe en este nuestro mundo]. Si no podemos establecer una conducción consensuada, este brutal fenómeno de la globalización… Si hace más de 20 años, 30 años que se discute la tasa Tobin, un pequeño impuesto a todas las transiciones financieras del mundo y no podemos avanzar un milímetro. Lo que da una idea. Lo mínimo por lo cual deberíamos luchar y aspirar es tener un mundo de tolerancia que significa respetar lo que es distinto y lo que es diverso. Porque en el mundo no se precisa tolerancia para lo que se está de acuerdo. La tolerancia se precisa cuando se expresan discrepancias, cuando se tiene diferencias y no podemos comulgar con los aprestos de intervención, con el pretexto de un mundo mejor, porque en todo caso la realidad y las experiencias indican exactamente lo contrario. Si no podemos superar las contradicciones del mundo, lo mínimo que tenemos que aprender es que el mundo conviva.


Pero otra vez el ejemplo lo deberían dar los grandes países y no pueden superar sus contradicciones y no pueden superar frecuentemente la lucha de intereses sordos que se mueven en sus entrañas, más allá de las políticas cuando los intereses financieros y económicos se transformen en la espina dorsal de las decisiones por encima de lo que le conviene a las sociedades y a los pueblos. Esta es la realidad del mundo en que vivimos y a veces tengo la sensación de que hemos contribuido como humanidad a desarrollar una sociedad que ya no gobernamos, que nos lleva por delante, que vamos atrás de ella. ¡Ojalá que me equivoque!


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