DE ANTIGUOS TERRITORIOS Y PAISAJES. LAS ANTIGUAS HISTORIAS DEL POPOL VUH. Pablo J. Rivero Vallado
Escriba maya, único personaje dedicado a pintar y trasncribir mitos y leerlos.
DE ANTIGUOS TERRITORIOS Y PAISAJES. LAS ANTIGUAS HISTORIAS DEL POPOL VUH. Pablo J. Rivero Vallado
Pedro Azara Nicolás ARQUITECTURA Y CULTURA UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE CATALUNYA. MÀSTER UNIVERSITARI EN TEORIA I HISTÒRIA DE L’ARQUITECTURA.
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“NO HABÍA TODAVÍA UN HOMBRE, NI UN ANIMAL, PÁJAROS, PECES, CANGREJOS, ÁRBOLES, PIEDRAS, CUEVAS, BARRACAS, HIERBAS NI BOSQUES: SÓLO EL CIELO EXISTÍA”. POPOL VUH, PRIMERA PARTE. CAPÍTULO I. (P.169)
Es un hecho que sobre el espacio en Mesoamérica, y estudios sobre el Popol Vuh, existen muchos y variados acercamiento, sin embargo, me parece que retomar aquellos fragmentos y reflexionar sobre el paisaje y el territorio, a partir del mito, contribuye a destacar la problemática que la visión del medio ambiente, y la relación con el entorno, ha resaltado en los últimos tiempos. En las sociedades mesoamericanas, se puede observar cómo se relacionaban con el territorio, recreando y conviviendo en sus ciudades con un paisaje mítico, deseable para mantener la estructura política y social. Lo estructurado de esta perspectiva se puede observar, en el caso de la conquista, cuando más allá de cambiar con la inserción de una nueva religión, como una parte importante de la experiencia del entorno, se lleva a cabo un proceso sincrético que integra, en la forma de experimentar y observar, lo que les rodea . El pueblo del grupo maya Quiché, seno dentro del cual se escribió el libro del Popol Vuh, pertenecen al altiplano guatemalteco. Esto los ubica dentro de un contexto, muy específico, natural pero sobre todo cultural. El mismo tér-
mino, tanto en tiempos prehispánicos como actuales, se refería a la nación de la misma lengua y a su pueblo. La última ciudad de este poderoso pueblo de la región fue Qumarkaj, que traducido es “casa o cabaña construida de caña”, donde q’uma’r es ‘podrida o caña’ y ka’aaj casa . Esta fue destruida, durante la conquista por Pedro de Alvarado, en 1524, y la población fue trasladada a Santa Cruz del Quiché, a tan solo dos kilómetros, donde se presume fue escrito el Popol Vuh (Vela 2007). Ya desde el nombre del grupo mayance, Quiché, podemos empezar a hablar de una relación de identidad con el entorno, con el paisaje. La sílaba “ki” significa muchos y “ché” significa árbol, con lo cual hace referencia a la existencia de muchos árboles o también a un bosque o tierra de muchos árboles. La idea de descripción del paisaje, como un elemento relevante y de pertenencia al lugar, es visible. Las formas diversas en las que este documento fue denominado, nos da una idea de la importancia que todavía tenía en el momento de su descubrimiento, en el siglo XVI. Desde el nombre Popol Vuh, que significa “el libro del Consejo”, hace referencia a su uso, para toma de decisiones por parte de los señores o reyes mayas. Dicho libro, fue obtenido en una peregrinación a la costa oriental de Yucatán, con lo cual fue llamado “Saq Petenaq ch’aqa Palo”, la luz que vino de junto al mar. Además, lo llamaban “Qa Mujib’a”l, nuestro lugar en las sombras, ya que hablaba sobre una época en que el mundo se encontraba en la oscuridad, o “Saq K’aslem”, el amanecer de la vida, debido a que relata cómo la estrella de la mañana, el Sol y la Luna trajeron luz al mundo, y cómo sus propios ancestros habrían surgido de un gran bosque para fundar el reino quiché.
Fig.1.- Códice Cortesiano, de época prehispánica, en forma de acordeón.
Fig.2.- El dios del maiz se alza sobre una polvareda, en un ámbito acuático, rodeado de lirios de agua, al momento de la creación.
TERRITORIOS SIMBÓLICOS. Conceptos.
Estos se alejan de todas aquellas categorías externas construidas por los estados, como los territorios agrarios, geográficos, político-administrativos, etc, siendo tan solo aquellas representaciones territoriales estructuradas, aquellas que concuerdan con una lógica interna, propia de la cultura. Dentro de esta categoría de territorio simbólico entra el espacio sagrado y son aquellos que vemos marcados por la cosmovisión, la mitología y las prácticas rituales. El concepto de paisaje, con el peso de la concepción europea de la naturaleza, ha llegado a pasar por encima del concepto de territorio y el espacio, “adjudicándole un carácter concreto, vivencial y próximo- El paisaje es identificado como típico de un área y del pueblo que la habita, e igualmente los habitantes se identifican con ciertos paisajes como emblemas de su identidad y de su territorio. El concepto territorio es utilizado tanto por la geografía cultural como por la antropología (Barabas 2003:21) y se refiere a los espacios geográficos culturalmente modelados, no solamente aquellos inmediatos a la percepción (paisaje) sino también los de mayor amplitud, que son reconocidos en términos de límites y fronteras. El paisaje se convierte en metonimia del territorio. En el paisaje ritual y sagrado, se resalta el aspecto próximo, vivencial y cultural, o más precisamente religioso, de la relación entre la sociedad y su medio, a pesar de tener una condición más efímera que la del territorio, siendo reactualizada por los fieles en su relación con los seres sagrados. Las peregrinaciones suelen ser estos procesos de activación, encaminados a darle significado ritual al espacio, algunas relacionadas con mitos antiguos o espacios oníricos, 4
que crean lazos simbólicos supracomunitarios. El paisaje ritual puede abarcar desde el propio de cada comunidad hasta el de una región devocional surcada de caminos de peregrinación que conduce a santuarios. Entre los grupos indígenas mesoamericanos, la naturaleza y el territorio poblado son espacios sagrados en los que pueden revelarse las entidades territoriales que moran en ellos, haciéndolos particularmente sagrados. Pero también porque los espacios se conciben como animados, poseídos por entidades territoriales extraordinarias y poderosas. A través del concepto de cultura, entendido como un sistema de símbolos, se comprende el territorio como un espacio culturalmente construido por una sociedad a través del tiempo, y diferenciando del espacio, del lugar, a través de la construcción de paisajes (Barabas, 2006: 23).
LA TIERRA Y EL CONSEJO. Paisaje onírico.
En un primero momento, todo estaba en un estado de suspenso, en absoluta calma, en total silencio. No había nada en movimiento, estaba “vacía la extensión del cielo”. La faz de la tierra no era visible, solo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. En este paisaje, o el no paisaje, no había nada que pudiera topar con otra para hacer ruido, ni cosa alguna que se moviera en el cielo. A la inexistencia de algo que produjera movimiento o ruido, se resaltaba el hecho de que por debajo del agua tampoco había vida alguna, además de estar todo en una absoluta obscuridad. Por momento se podría pensar porque los mayas consideraban los cenotes o cavernas subterráneas como alegorías
de estos espacios, más allá de tener condiciones semejantes. En esta quietud de paisaje mínimo aparecen, de forma espontánea, Tepeu y Gucumatz, “el Creador y el Formador, los progenitores”, quienes se reunieron en consejo, en las “aguas rodeados de claridad”, una claridad que ellos mismo emanaban, y definieron que cuando llegara el momento de amanecer, o de salir el sol, debería aparecer el hombre. En ese mismo momento, dispusieron la creación y el crecimiento de los árboles y los bejucos y el nacimiento de la vida y el origen del hombre. “¡Hágase así! Que se llene el vacío!¡Que esta agua se retire y desocupe (el espacio), que surja la tierra y que se afirme!”. Tepeu y Gucumatz dijeron “Tierra” y al instante fue hecha. “Como la neblina, como la nube y como la polvareda fue la creación, cuando surgieron del agua las montañas y al instante crecieron las montañas”. El paisaje descrito al principio de todo el mundo maya es una de infinita quietud, de fertilidad, evocado por la sensación de humedad y reforzado por la creación espontanea de las deidades. Un paisaje que empieza a crearse, llenando vacíos, dando vida a los diferentes elementos que posee. De esta manera, el paisaje de fertilidad de lo onírico es tomado como inicio de la estirpe humana.
EL ORIGEN DE LA TIERRA. Paisaje a ordenar.
La polvareda que dio fin al paisaje onírico, creó el primer paisaje terrestre, formando la tierra, las montañas y los valles; paisaje en el que las corrientes de agua se dividieron, conviviendo con los accidentes topográficos. La creación de la tierra fue desarrollada por el Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra, los fecundado-
res mandado por Tepeu y Gucumatz, “cuando el cielo estaba en suspenso y la tierra se hallaba sumergida dentro del agua”. Era un paisaje poco claro, “había entonces muy poca claridad sobre la faz de la tierra, aún no había sol”, en el que el caos estaba representado por un ser que se autoproclamaba como el creador, Vucub-Caquix (Siete Guacamaya). Este fue vencido, junto con los dioses del Xibalbá por los Gemelos Hunahpu e Ixbalanqué. Quienes luego subieron en medio de la luz y se elevaron hacia el cielo; al primero le tocó el sol y al otro la luna. Entonces se iluminó la bóveda del cielo y la faz de la tierra, morando en el cielo. Es un paisaje entendido dentro de una cosmovisión diferente, en donde los astros son adorados, antropomórficos. “Alegráronse los animales, chicos y grandes, y se levantaron en las vegas de los ríos, en las barrancas y en las cimas de las montañas; todos dirigieron la vista allá donde sale el sol. Luego rugieron el león y el tigre. Pero primero cantó el pájaro que se llama Queletzu”. Un paisaje dominado, un paisaje recorrido, un paisaje animado. La humanización de los astros, y por lo tanto del paisaje, sucedió a que se secara la superficie de la tierra a causa del sol. El astro era, en este tiempo, semejante a un hombre, era el sol cuando se manifestó. Antes de que saliera todo era humedad y fango. En seguida fueron repartidos los diferentes espacios dentro del paisaje. Primero los venados y las aves recibieron su morada, “entre la maleza y las hierbas, entre los bosques se multiplicarían”. Los primeros hombres “fueron dotados de inteligencia; vieron y al punto se extendió su vista, alcanzaron a ver, alcanzaron a conocer todo lo que hay en el mundo”. De esta manera examinaron los cuatro rincones y los cuatro puntos de la bóveda del cielo y la faz de la tierra, el paisaje poseía una dirección y un sentido, tan solo contemplado por la raza maya.
Fig.3.- Los animales traen ofrendas de vasijas y platos a Itzamná, los gemelos tienen sus cerbatanas y los escribas mono, Hun Batz y Hun Chuen, hermanastros de los primeros, toman notas.
Fig.4.- Vucub Caquix, en el árbol, es disparado por Hunahpú con su cerbatana.
XIBALBÁ.
Paisaje mítico. El paisaje mítico es inspirado por una realidad como base. El camino al Xibalbá se muestra como unas escaleras muy inclinadas, que se bajan hasta llegar a la orilla de un río, que corre rápidamente entre barrancos, llamados Nu Zivan Cul y Cuzivan (Barranco Angosto y Barranco Estrecho). Luego se debía pasar por el río que corre entre jícaros espinosos. Hasta llegar al otro lado, donde se encontraba el Xibalba descrito en el Popol Vuh. Este es un conjunto de Casas, muy cerca de un cruce de cuatro caminos, donde no puede faltar el juego de pelota rodeado de encinas. Los seres que habitaban el Xibalba, siempre estuvieron relacionados a un paisaje de barrancos y precipicios, en donde la claridad era escaza y la convivencia con animales propios de las cavernas era común, llegando incluso a ser los mensajeros en sus designios. El ambiente de peligro, otorgada por los accidentes topográficos, recrea un paisaje de peligro que permanecerá incluso hasta nuestros días.
TULAN-ZUIVAN Y CHI-PIXAB. Nuevos Paisajes.
Los primeros cuatro hombres y sus mujeres, aguardaban a que amaneciera, desde el paisaje ordenado. Estos habían recibido noticias de una ciudad, a la cual se habrían de dirigir. Esta se llamaba Tulan-Zuivan, Vucub-Pec, Vucub-Zuivan (la cueva de Tulan, Siete Cuevas y Siete barrancas), las cuales hacen referencia a los lugares que, en general, ocuparían los pueblos mesoamericanos, y que consideran como origen de la vida y de los pueblos . En estas ciudades habi6
taban sus dioses, Tohil (dios creador del fuego), Avilix, Hacavitz y Nicahtacah (los primeros tres son dioses Quichés). En Tulán-Zuiva, se acostumbraba ayunar y se observaba una vigilia perpetua, mientras se aguardaba la llegada de la aurora y la salida del sol. Es un paisaje solar, en donde al no existir otra preocupación, más que la adoración del astro, abandonaron el oriente para buscar donde establecerse. Llegaron a la cumbre de una montaña, donde se reunió todo el pueblo Quiché y las tribus para celebrar un consejo y tomar decisiones. La montaña se llama Chi-Pixab (el mandato o el consejo), en donde los pueblos son representados como personas ante el consejo, y las personas como pueblos. Desde este paisaje de montaña, se mantiene pura la raza, ya que en el viven los primeros hombres con sus esposas, ayunando de forma permanente. Los refugios de los dioses, dentro del paisaje, eran los grandes puntos topográficos: Tohil fue escondido en el gran bosque, en el cerro que hoy se llama Patohil, donde la barranca es su refugio; Hacavits fue dejado en una gran pirámide colorada (pirámide artificial de las que se construían en tiempos prehispánicos) en el monte del mismo nombre, donde fundaron un pueblo; Avilix fue llevado a un barranco del bosque Pavilix; y Mahucutah fue escondido en un cerro desmontado. Los dioses poseen el paisaje y estos los representan, en donde la peregrinación entre sitios le da orden al paisaje y al mundo maya.
PAXIL DE CAYALÁ Y HACAVITZ. El paisaje constante.
Estos dos lugares en el paisaje, es donde se desarrolla el peregrinaje mítico para la obtención
del material con el que el hombre fue creado, mazorcas amarillas y las mazorcas blancas, que fue traído desde Paxil, de Cayalá, que significa separación o extensión de las aguas o inundaciones y Cayalá, podrido, podredumbre de agua . Este espacio es conocido como el paraíso, el Tamoanchán azteca. Los progenitores, desde Chi-Pixab, fueron a este lugar y lo describen “porque habían descubierto una hermosa tierra, llena de deleites, abundantes en mazorcas amarillas y mazorcas blancas, y abundante también en pataxte y cacao, y en innumerables zapotes, anonas, jocotes, nances, matasanos y miel”. La ciudad mítica de la montaña, donde residían los Dioses y los primeros hombres, Balam Quitzé, Balam Acab, Mahucutah e Iqui Balam, era considerado el modelo ideal de ciudad. Si bien no describen como era en su interior, si señalan las murallas en las orillas de la ciudad, y como emplearon tablas y aguijones de abejas para defenderla. Esto para detener los ataques de los pueblos Quiches, que querían sublevarse a los dioses. Además hicieron unos fosos alrededor de la ciudad. Esta ciudad estaba en el monte Hacavitz. Los padres, que habitaban en Hacavitz, regresaron una vez que desempeñaron su papel. Renuevan el paisaje con cada peregrinar, “nosotros nos vamos, nosotros regresamos; sanas recomendaciones y sabios consejos os dejamos. Nosotros nos volveremos a nuestro pueblo, ya está en su sitio Nuestro Señor de los Venados, manifiesto en el cielo. Vamos a emprender el regreso, hemos cumplido nuestra misión, nuestros días están terminados. Volveréis a ver vuestros hogares y vuestras montañas, estableceos allí, y que así sea. Continuad vuestro camino y veréis de nuevo el lugar de dónde venimos”. El monte Havavitz es visto como un lugar de abundancia, del cual se toman como mo-
delo de ciudad, tanto en su forma de emplazamiento, como defensivo. Su relación con el Oriente, de donde proviene el sol, era primordial, creando un paisaje de ciudades fundadas y dirigidas a el. “Desde ahí contemplaban el oriente, de donde habían venido, donde estaban sus montañas y sus valles, donde se multiplicaron, en la montaña, donde fue su ciudad. Al salir se separaron, y dejaron a sus hermanos mayores y menores en Tulán”.
EL TERRITORIO QUICHÉ. Los cuartos reyes Quichés, a semejanza de aquellos cuatro primeros progenitores, construyeron Chi-Izmachí, penúltima ciudad, a las faldas de la Montaña de Hacavitz, ubicada al sur de Utatlán, última capital. Donde construyeron edificios de cal y canto. Solamente fueron tres Casas Grandes, pirámides, como símbolo del linaje y la forma de situarse en el territorio. El paisaje urbano se fue estructurando, los pueblos empezaron a fundarse uno por uno y las diferentes ramas de las tribus se iban reuniendo y agrupando junto a los caminos, los caminos que habían abierto. Pero toda la serie de inmolaciones realizados por los reyes Quichés, provocaron que las ciudades se empezaran a fortificar por miedo a que la gente fuese tomada para el sacrificio, la llamda guerra de los escudos, a ejemplo y semejanza de aquella de Hacavitz. La paz entre los diferentes pueblos y tribus era efímera, y esto llevaba muchas veces a la destrucción de los campos y los pueblos de las naciones vecinas, pequeñas y grandes, “dejando volcanes de piedra, que casi fueron cortadas como con un filo de un hacha”, como lo fue el poblado de Quicab, en la costa del Pacífico. El territorio se regenera en una forma
Fig.5.- Uno de las numerosas escenas donde aparecen los Señores de Xibalba.
cíclica, típica de los pueblos mesoamericanos. Los ríos, espacios de limpieza sagrados, eran donde los dioses, Tohil, Avilix y Hacavitz , se manifestaban con la apariencia de tres muchachos y “caminaban por virtud mágica de la piedra”. El cultivo del maíz, y la veneración alrededor de este, consiguió que el cultivo del maíz, físicamente conocido como milpa, fuese la actividad de los grupos sedentarios mayas. Los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, para conseguir la aprobación de su abuela y de su madre, se dedican a realizarla. El lugar donde habrían de realizar la milpa, era desbrozado con hacha y luego trabajada la tierra con azadón. En esta ocasión, al regresar al día siguiente a la milpa, los árboles y los bejucos se habían plantado y entrelazado nuevamente. Era un espacio en donde los animales, grandes y chicos, les habían pedido a las plantas que se levantaran de nuevo, animales como el león, el tigre, el venado, el conejo, el gato de monte, el coyote, el jabalí y el pizote. Una vez más el territorio cotidiano estaba animado, tanto a nivel vegetal como animal, formando pequeños paisajes rituales dentro del territorio.
AMBIENTE Y PAISAJE. A manera de conclusión.
El territorio ritual es encarnado en forma de paisaje para los pueblos mayas, como aquel que siendo experimentado, de forma más cercana, expresa la cosmovisión del mundo como un espacio cargado de alma, humanizado. El conocimiento a profundidad del paisaje, desde un escrito como el Popol Vuh, ha quedado un poco limitado, bien podría integrar otros escritos Quichés como el Título de los señores de Totonicapan, La Historia quiché de Don Juan de Torres, los títulos de la casa Ixcuin Nehaib y el Títulos de
los Señores de Sacapulas. Pero también aquellas fuentes del norte, de los mayas yucatecos, como los libros del Chilam Balam, con nueve diferentes versiones, o el Ritual de los Bacabes. Sin duda alguna, la visión sobre un paisaje animado, y en continuo cambio, nos habla de una visión más holística, y sobre todo compatible con aquella que la sostenibilidad propone. Una sostenibilidad, relacionada al territorio de un pueblo, más allá de posturas contextuales, nos habla de mejores acercamiento a problemas contemporáneos. Bibliografía citada y consultada. Barabas, A., Diálogos con el territorio, simbolizaciones sobre el espacio en las culturas indígenas de México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, D.F., 2003. Barabas, A., Dones, dueños y santos. Ensayos sobre religiones en Oaxaca, Instituto Nacional de Antropología e Historia, CONACULTA, Porrúa, México, 2006. Clément, G., El jardín en movimiento, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2012. Clément, G., Giardini, paessagio e genio naturale, Quodlibet, Macerata, 2013. De la Garza, M., Literatura Maya, Biblioteca Ayacucho, Venezuela, 1992. Montaner, J.M., Sistemas arquitectónicos contemporáneos, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 2008. Vela,E., Popol Vuh, El libro Sagrado de los Mayas, Revista Arqueología Mexicana 88, Editorial Raíces, México, D.F., 2007.
Fig.6.- Juego de pelota con Hun Hunahpú y el viaje a Xibalbá.
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Pablo José Rivero Vallado. 26 junio del 2014.
ARQUITECTURA Y CULTURA UNIVERSITAT POLITÈCNICA DE CATALUNYA. MÀSTER UNIVERSITARI EN TEORIA I HISTÒRIA DE L’ARQUITECTURA.