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Albert Piferrer, Marketing Director and Clinical Affairs Topcon España, S.A.
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Corría el año 1984 cuando James Cameron dirigió una película serie B que en principio no debía suponer más que un entretenimiento de sábado por la tarde para acompañar al tradicional plan de “sofá y manta”.
Así nació Terminator, un robot cibernético que con forma humana viajaba al pasado para aniquilar sin ningún tipo de escrúpulos a Sarah Connor, la madre del futuro líder de la resistencia humana que representaba la principal amenaza para las máquinas en la guerra que se desataría entre unos y otros.
El resultado de esta ingeniosa trama no fue otro que el del comienzo de una exitosa saga de secuelas en las cuales se plasmaban en la gran pantalla las peripecias de los protagonistas en una guerra sin fin entre la raza humana y las máquinas creadas por ellos mismos, las cuales habían llegado a un nivel de sofisticación tal, que les
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Opiniónpermitía pensar por ellas mismas, aprender, planificar y tomar sus propias decisiones de la manera más fría y siniestra, para poder dominar el planeta. Seguramente parte del gran triunfo de esta serie radica en la ambición de nuestra especie, de ser capaces de crear seres a nuestra imagen y semejanza. ¿Pero es posible alcanzar tal punto de sofisticación? y en ese caso, ¿cómo podemos beneficiarnos de ello? Sin duda alguna se trata de aspectos que merecen un análisis minucioso. Volviendo a la vida real, cabe destacar que la tecnología ha sumado numerosos y significativos éxitos en el último siglo, algunos de los cuales merecen especial atención por nuestra parte. Descubrimientos como los rayos X (Wilhem Conrad Röentgen, 1896) o la ecografía (Floyd Firestone, 1940) -por poner algunos ejemplos- y su aplicación en diferentes especialidades médicas, han revolucionado la capacidad diagnóstica y de seguimiento de las patologías para los profesionales de la medicina. Desde entonces el desarrollo de sistemas de obtención de imagen no invasivos ha sido unos de los grandes protagonistas. En el campo del cuidado de la visión hemos podido beneficiarnos de distintas evoluciones como los retinógrafos no midriáticos, lámparas de hendidura digitales, equipos de refracción computerizados o incluso OCT’s que permiten obtener cortes transversales de distintas partes del globo ocular sin ningún contacto con el paciente gracias a la proyección de un láser y a sofisticados software de análisis. Además, los equipos tienden a incorporar modos de
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Sistema de refración computerizado Chronos Topcon OCT Sewpt Source, Topcon Software IMAGEnet6, Topcon Lámpara hendidura digital SLD701, Topcon
captura más automatizados para poder optimizar y estandarizar las condiciones de trabajo y los resultados independientemente del lugar o el usuario que los esté manipulando.
Sin embargo, el gran avance que estamos ya viviendo y dominará en los próximos años va a ser la implantación de la Inteligencia Artificial (IA) y su conexión con dichos sistemas. Conceptos como “big data” o “machine learning”, empiezan a sonar cada día más en los medios y están transformando el mundo. Pero ¿qué es la IA? ¿Realmente tenemos un competidor no humano inteligente a nuestro lado? Definida de manera sencilla y coloquial, podríamos decir que la IA se basa en el desarrollo de algoritmos para hacer que las máquinas copien la manera de pensar y actuar de la especie humana.
En este sentido y a base de años, se están desarrollado miles de algoritmos que permiten llegar a un ordenador a ciertas conclusiones. Los sistemas funcionan por comparativa de datos, imágenes, etc.
Por ejemplo, en un algoritmo para detección de DMAE, los programadores introducen en un ordenador una base de datos de miles de retinografías de pacientes con DMAE diagnosticadas previamente por oftalmólogos. Seguidamente se crea un algoritmo debidamente programado que sea capaz de “aprender” qué signos son característicos de dicha patología en las imágenes previamente introducidas. Una vez realizado este procedimiento, el algoritmo es capaz de clasificar cualquier nueva imagen como imagen con DMAE (si es que existen signos de la enfermedad) o sin DMAE (si es que no los hay). Pero no todo acaba aquí. Seguidamente, se evalúa la eficacia del sistema para optimizarla. Para ello, se detectan los errores que ha cometido (falsos positivos y falsos negativos) y se le introducen datos
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para que “aprenda” de sus errores aumentando su eficacia. El resultado final es la obtención de potentes herramientas que son capaces de comparar 1 o varias imágenes con su base de datos de miles de imágenes, en cuestión de muy pocos segundos, para determinar si existen signos de una patología concreta. Hace escasos años, asistí a una conferencia en Euretina, ofrecida por uno de los integrantes del equipo que diseñó Watson, un macro ordenador de IBM basado en algoritmos de IA, al cual se le están introduciendo miles de datos de multitud de fuentes, enciclopedias, diarios, diccionarios, noticias, estudios médicos, etc, desde hace décadas. Watson compitió, allá en 2011 en un concurso televisivo de preguntas de cultura general de EEUU llamado Jeopardy!, con 2 campeones
Opinión humanos de distintas ediciones del mismo programa. Los 2 campeones habían alcanzado un índice de aciertos del 95% en sus anteriores participaciones. Para detener el tiempo y responder a las preguntas, los concursantes debían pulsar un botón físico en el momento en que supieran la respuesta. Se tuvo que montar un dispositivo mecánico para que Watson fuera capaz de pulsar el botón físico. De esta manera, todos estaban en igualdad de condiciones respecto al factor “tiempo de reacción”. El vencedor del programa fue Watson. Sólo falló algunas preguntas poco estructuradas con escasas palabras. Su acceso inmediato a 200 millones de datos y su análisis detallado de los mismos en breves segundos, resultó devastador para sus contrincantes. De hecho, posteriormente, Watson ha sido utilizado para consultar posibles tratamientos oncológicos a ciertos pacientes que
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Programa Jeopardy, 2011. Watson compite con 2 concursantes humanos campeones del programa.
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no respondían a tratamientos convencionales, alcanzando ya algún caso de éxito atendiendo a las pautas que ofreció gracias al análisis de todos los estudios clínicos existentes en un breve espacio de tiempo, cosa imposible para un ser humano.
Pero ¿es oro todo lo que reluce? Las maquinas pueden alcanzar una capacidad de deducción extremadamente rápida y precisa. Actualmente ya existen algoritmos para detección de ciertas patologías oculares con capacidad de acierto del 97% o superior. Sin embargo, son sistemas rígidos e inflexibles, que carecen de empatía, intuición, cercanía, psicología, capacidad de improvisación y tantos otros aspectos que nos caracterizan.
Entraba un paciente con dolor de espalda en la consulta del traumatólogo. Tras una buena anamnesis, atender a sus explicaciones y realizar la batería de pruebas pertinentes, el especialista determinó increíblemente, que el dolor venía “…debido a una operación en el oído derecho al que fue sometido el paciente años atrás”. El paciente sorprendido e incrédulo preguntó al doctor la relación entre ambos hechos, a lo que el doctor le expuso: “Debido a su operación, usted perdió un 30% de la audición en el oído derecho. Por este motivo cuando le hablan siempre tiene tendencia a girar unos pocos grados la cabeza hacia la derecha para poder oír mejor a . . .
Opiniónsu interlocutor por el oído izquierdo. Esta constante mala postura, tensiona de tal manera las cervicales que le han provocado subluxaciones en la C2 y C4 y los consecuentes desajustes de zonas más bajas de su columna. De ahí su dolor de espalda generalizado. Únicamente necesita corregir esta postura con la ayuda de un quiropráctico”. Muy seguramente una máquina hubiera detectado las lesiones en las vértebras. A lo mejor, incluso antes que el doctor. Pero ¿hubiese acertado la causa del dolor para poder ofrecer una posible pauta adecuada para este caso?
Partiendo de la base que el futuro no lo sabe nadie, los hechos ponen en la palestra una realidad denominada IA que ha llegado a nuestro mundo para quedarse y revolucionar nuestra sociedad. En la actualidad vivimos rodeados de algoritmos de IA, que controlan nuestros movimientos por las redes para investigar nuestros gustos y ofrecernos “desinteresadamente” productos que puedan resultarnos “interesantes”, con cámaras en las calles que leen nuestros rostros para su identificación, ordenadores que detectan signos de enfermedades o incluso probabilidades de contraerlas antes de que aparezcan dichos signos, etc. Paralelamente, las autoridades deben seguir adaptando las legislaciones a las nuevas tecnologías con tal de que se regule su correcta aplicación. Desde Topcon pensamos firmemente que los profesionales médicos en centros hospitalarios, centros de salud o consultas privadas, pueden obtener grandes beneficios disponiendo de la IA a su servicio. La IA, conjuntamente con una buena legislación, representa una potentísima herramienta que les ofrecerá la posibilidad de aumentar sus niveles de eficiencia optimizando los procesos para sus diagnósticos, acortando los tiempos de análisis, de toma de decisiones, etc, en donde los principales beneficiados serán los pacientes.
Finalmente cabe destacar que la evolución de la IA implica intrínsecamente la creación de algoritmos que contribuyen a mejorar a los ya existentes. ¿Máquinas ayudándose entre ellas para ser mejores y rivalizar con sus propios creadores? Un futuro vertiginoso y repleto de incógnitas nos acecha. Quién sabe si el exitoso James Cameron acertó en sus predicciones, aunque, en cualquier caso, no olvidemos que, al fin y al cabo, en este mundo cibernético nosotros somos los creadores y si la situación se complicara siempre podríamos volver a nuestros orígenes recurriendo al “gran apagón”.