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Opinión
Raúl Martín Herranz. OD PhD. Profesor Titular de la Universidad de Valladolid. Responsable del Grupo de Investigación en Optometría del IOBA. Coordinador del Grado en Óptica y Optometría de la Universidad de Valladolid. Honorary Associated Professor de la Faculty of Health and Human Sciences de la Plymouth University (Reino Unido).
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Vuelta a la normalidad ¿qué normalidad?
Vivimos una época ciertamente difícil en la que proponer un artículo de opinión profesional sin hacer referencia a la pandemia de la COVID-19 es francamente complicado.
La COVID-19 ha afectado profundamente a la sociedad y no hay sector que no se haya visto afectado con mayor o menor profundidad. Su impacto es sencillamente dramático. Primero, por el alto coste en vidas -que, salvo unos pocos negacionistas indocumentados, toda la sociedad ha podido apreciar en su crudeza-. Después por el tremendo impacto en el sistema público de salud, que no sólo se ha visto desbordado por la atención a los pacientes COVID-19 exigiendo una dedicación nunca vista a los profesionales sanitarios, un incremento del gasto sanitario (incluida la compra de vacunas), y con toda probabilidad, afectando a la atención sanitaria que han necesitado y necesitan los pacientes no COVID-19 tanto en atención primaria como especializada. La suspensión de planes de cribado y detección precoz de diferentes enfermedades, la
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disminución en el seguimiento de enfermedades crónicas, o la cancelación de cirugías no urgentes, etc. (entre las que sin duda están numerosas patologías oculares) son solo algunos ejemplos. Pero también es dramático el coste económico para el conjunto de la sociedad, en el que destacan las pérdidas de las empresas que han tenido que suspender o incluso cerrar su actividad, el impacto sobre el empleo, el aumento del gasto público dedicado a las coberturas sociales (ERTES, desempleo, etc.). Y finalmente, no es menor el impacto anímico que sin duda nos ha afectado a todos también en mayor o menor medida. El sector de la Óptica y la Optometría no ha sido ajeno a esta situación y la pandemia está dejando un gran impacto. Una encuesta de la AEO (www.aeo.es) indica que el sector cerrará el año con menos de la mitad de la facturación obtenida en 2019 (numerosas empresas con facturación en torno al 20%), pero sin duda el grueso del impacto económico estará aglutinado por las pérdidas en ventas de productos (gafas y lentes de contacto) además de los salarios -parcialmente amortiguado por los ERTES a los que se han acogido aproximadamente el 60% de las empresas del sector- ya que según el Libro Blanco 2018 de Fedao-Vision y Vida la facturación por servicios profesionales suponía aproximadamente un
Opinión 5,5% de la facturación del sector. Por el contrario, un reciente artículo sobre el impacto de la COVID-19 en el sector de la Optometría en EEUU estima 1.700 millones de dólares de pérdidas durante cada mes de pandemia de los cuales unos 465 M$ (27%) corresponden a consultas por servicios profesionales. El resto a la venta de productos [410 M$ (24%) gafas, 240 M$ (14%) en lentes de contacto] y salarios [540M$ (32%)]. Llama la atención que aproximadamente el 27%
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de la facturación en EEUU corresponde a servicios profesionales frente a poco más del 5% en España. A nivel académico la pandemia también ha afectado enormemente a la docencia como se describe en un reciente artículo en la revista Ophthalmic Physiol Opt del College of Optometrist de Reino Unido que muestra cómo se han adaptado a esta crisis seis universidades de distintos países y continentes (incluida España). El desafío ha sido enorme especialmente para mantener una docencia práctica en la que -al igual que en el ejercicio profesional- es imposible mantener las medidas relativas a la distancia por lo que ha exigido y exige extremar las medidas de limpieza, desinfección, ventilación, etc. Además, la Universidad ha demostrado que es posible incorporar la docencia on-line en materias que sólo dos años antes habría sido imposible, eso sí, tras un profundo esfuerzo e inversión en nuevas tecnologías y un esfuerzo notable por parte de alumnos y docentes. Afortunadamente, la estrategia y ritmo de vacunación está permitiendo “ver la luz al final del túnel” y numerosos titulares hablan de una vuelta a la normalidad, e incluso de una nueva normalidad. Pero ¿cómo va a ser la normalidad que viene? La normalidad previa a la pandemia sin duda nos permitía “tomar una caña e ir de vacaciones” pero la sociedad española estaba marcada por una “curiosa” parálisis, lentitud o bloqueo institucional desde hace ya demasiados años, con gran repercusión e importancia social y económica, tanto a nivel general como en lo que se refiere al sector de la Óptica y la Optometría en particular a nivel académico o profesional. En algunos casos se dispone de un marco normativo con leyes que tienen más de 15 o 20 años que difícilmente va a ser capaz
Opinión de responder a los desafíos que se tendrá que enfrentar la España del siglo XXI en esta etapa post-pandemia. Por citar algunos ejemplos; la Ley de Ordenación de Profesiones Sanitarias (LOPS, 44/2003) define claramente al Óptico-Optometrista como profesional sanitario y “actualizó” sus competencias profesionales -43 años después de su primera descripción en un BOE de 1960-. Desde entonces (transcurridos 18 años) han ocurrido cambios significativos en nuestra sociedad. Mientras que la LOPS describe a los profesionales sanitarios como Licenciados y Diplomados, desde 2010 los títulos universitarios han pasado a denominarse Grados Universitarios, por lo que la LOPS ha quedado superada en este y otros aspectos (el lector interesado podrá repasar los aspectos relativos a la formación continua “como derecho y deber facilitado por las instituciones y centros sanitarios” (Art. 12 y Capítulo IV) aún por desarrollar, por . . .
ejemplo). En el caso concreto del Grado en Óptica y Optometría, además la Orden CIN 727/2009 describe un listado de competencias que los alumnos deben adquirir a lo largo de su formación que amplia las descritas en la LOPS de 2003. Parece claro que la LOPS de 2003 por relevante que fue su papel puede no ser el marco normativo ideal para la situación actual y futura y solo espero que no sea necesario esperar otros 25 años para “su actualización”. Otro ejemplo, con importantes repercusiones sobre la organización académica y la investigación relacionada con los Grados en Óptica y Optometría que puede ser desconocido para una gran parte del sector, es lo que se conoce como “catalogo de áreas de conocimiento”
Opinión definido en los años 80 y a pesar de que la Ley Orgánica 6/2001 indica que “se tiene que revisar” y así lo recoge la propia LOU, no se ha revisado o actualizado en la última década. Es preciso aclarar que no existe el área de conocimiento de Optometría y el área “tradicional” al que se adscriben los Ópticos-Optometristas en las diferentes Universidades es el de Óptica, perteneciente a la rama de conocimiento de Ciencias Experimentales (Física) mientras que el ámbito profesional y en numerosas ocasiones también investigador de estos Ópticos-Optometristas se encuadra dentro de las Ciencias de la Salud, lo que supone un cierto contrasentido entre la LOPS y la organización académica actual (LOU, ANECA; etc.) con gran impacto en algunos aspectos relativos a la organización académica de los Grados en Óptica y Optometría que después se traducen en disfunciones posteriores con respecto al sector profesional. Al igual que la inversión en innovación y desarrollo científico ha demostrado que el trabajo iniciado en la década de los 90 del sigo XX por investigadores centrados en conocer el sistema inmune y proponer vacunas de ARNm -que nada tenían que ver con los coronavirus en sus orígenes y sí con la prevención de otras enfermedades infecciosas así como la profilaxis y tratamiento del cancer- ha permitido el desarrollo en tiempo record de vacunas que van a permitir superar la COVID-19, es lógico plantear que el desarrollo profesional de la Óptica-Optometría (o de cualquier otro sector) solo puede venir de la
mano de la investigación y la innovación. Por ejemplo, aunque eclipsado por la COVID-19, se disponen de nuevas herramientas y alternativas de manejo de la miopía que sin duda serán “el estándar” en unos pocos años (si no lo son ya), que muestra una aplicación clínica de los resultados de obtenidos por la investigación. Difícilmente se podrá liderar este desarrollo innovador desde un país que según algunas noticias (y los datos publicados por el INE) se sitúa un 14,5% por debajo de la media de la Unión Europea y la OCDE en financiación de la educación e investigación y que mantiene una insuficiencia de recursos públicos estimada en 1.600 millones de euros (la inversión en I+D+i según el INE fue del 1,25% del PIB -15.500 millones de euros- en 2019). Además, si en el caso concreto del Óptico-Optometrista no se cuenta con el “área de conocimiento” de la Optometría para poder vehiculizar esta innovación, competir en igualdad por los recursos necesarios para financiar la I+D+i odesarrollar y potenciar la cultura de la innovación en las empresas nacionales del sector (que apenas dedican un porcentaje mínimo a la I+D+i muy lejos de la inversión de las empresas que conforman en sector de farmaindustria que superan los 1.000 millones € anuales de inversión desde el año 2015 con un crecimiento superior al 5% anual y que daba empleo a más de 5.000 titulados universitarios
Opinión en 2019), el panorama no resulta muy alentador. La pandemia nos ha enseñado algunas cosas que nos resistíamos a aceptar. Ha demostrado que es posible el teletrabajo en numerosas empresas y sectores, o realizar reuniones de forma telemática para tomar decisiones, cerrar acuerdos comerciales, defender tesis doctorales, realizar contratos, impartir cursos de formación, y así un largo etc. Ha permitido que los servicios de telemedicina sean una realidad y ahora es común aceptar una consulta con un profesional sanitario desde casa, por teléfono o internet. Ha normalizado el hecho de “pedir cita” no sólo para ir al Óptico-Optometrista sino prácticamente para cualquier servicio profesional o incluso comercial desde la . . .
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peluquería hasta una visita a la sucursal bancaria. Hace solo dos años si nos hubieran preguntado por algunas de estas opciones muchos habríamos respondido que simplemente no es posible y sin embargo hoy “nos parece normal”.
Pero algunos de estos cambios han llegado para quedarse y van a formar parte de nuestra sociedad durante al menos un buen tiempo -sino de forma permanente-. Desconozco como será el ejercicio profesional post-pandemia, pero algunas cuestiones sencillas como el hecho de normalizar la cita previa sin duda ayudará al sector a visibilizar y valorar adecuadamente los servicios profesionales que ofrece a la sociedad, por citar un ejemplo de sencilla aplicación. Sin embargo, la normalidad que nos espera después de esta terrible pandemia también nos va a traer viejos problemas -algunos atascados en despachos desde hace demasiado tiempo- que tienen repercusión tanto a nivel profesional como académico y que para ser resueltos van a requerir reformas y consensos que no parecen menores. Algunos van a exigir acuerdos profesionales y otros consensos políticos, pero si algo ha demostrado esta pandemia es la dificultad para llegar a acuerdos en nuestra sociedad actual. Por ejemplo, algunos aspectos en los que existe un amplio consenso en la comunidad científica y profesional como son las herramientas para enfrentarse a una pandemia (confinamientos, desinfección, uso de mascarilla, etc.) o los criterios de vacunación (ficha técnica de las vacunas, informes de la AEM o de la propia OMS) han supuesto un enconado enfrentamiento político -tanto nacional, autonómico y también a nivel europeo- resuelto con diferentes decisiones que han sido adoptadas desde despachos políticos sin el aval o la evidencia científica necesaria o mínimamente deseable -creando un falso debate entre salud y economía-. Por ejemplo, se han normalizado tasas de incidencia acumulada que superan ampliamente el valor de 10 casos por cada 100.000 habitantes considerado como el umbral para hablar de transmisión comunitaria (en numerosas ocasiones a lo largo de esta crisis se han alcanzado valores 10, 20 o 30 veces superiores a este umbral y se han cuestionado o evitado las medidas de confinamiento).
Es quizá responsabilidad de todos que la vuelta a la nueva normalidad suponga un cambio real respecto a la situación pre-pandemia, exigiendo cada uno desde su ámbito personal y profesional, que se busquen soluciones con la generosidad y el consenso necesario para llegar a fórmulas que avancen en el desarrollo y mejora del conjunto de la sociedad, afrontando los grandes desafíos profesionales y académicos que tiene pendiente el sector de la Óptica y la Optometría con la sociedad española, como por ejemplo la incorporación del
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OpiniónÓptico-Optometrista en el sistema público de salud sin crear diferentes niveles de profesionales y normalizando las relaciones con el resto de profesionales sanitarios para situar el paciente y su salud en el centro de la atención sanitaria a nivel visual. No menos importante es la revisión del catálogo de áreas de conocimiento que tiene que ser reclamada por todo el sector para garantizar que se desarrollen los ecosistemas adecuados que sirvan de catalizadores para la I+D+i multidisciplinar del sector de la Óptica y la Optometría en sus vertientes técnica y sanitaria, incluyendo un acercamiento bidireccional entre el sector profesional y el académico que ha sido modelo de éxito en universidades y países “considerados de referencia”. Sin olvidar la actualización del marco normativo que evite contradicciones y actualice la legislación a la situación actual y futura del ejercicio profesional que afecta desde la revisión de la LOPS, adecuación de las competencias profesionales y académicas, la formación continua, el proyecto de ley de colegios profesionales, el desarrollo del uso de
PLUS la telemedicina en el sector, la aplicación de la digitalización, el uso de algoritmos de inteligencia artificial, etc. que van a transformar la práctica profesional en la próxima década y van a precisar de grandes reformas, sin duda. Para lograrlo, es importante que se apueste y reclame la búsqueda de estos consensos por todos los agentes implicados (colegios y asociaciones profesionales, asociaciones de empresas, academia, grupos políticos y administraciones, etc.) que supone no la redacción o presentación de documentos y reivindicaciones “partidistas” (sin duda legítimos), sino la capacidad de sentar en la misma mesa a los que piensan diferente para afrontar esta búsqueda de soluciones desde una voluntad sincera de mejorar y avanzar en que la nueva normalidad no suponga la vuelta a los problemas de anterior normalidad.
1 Libro blanco de la visión en España 2018. Fedao-Vision y Vida. ISBN: 978-84-09-07072-5. 2 Bailey GM. Eyecare industry comes together in COVID-19 virtual town hall. Disponible en: www.optometrytimes.com/coronavirus/eyecare-industry-comes-together-covid-19-virtualtown-hall 3 Jonuscheit S, Lam AKC, Schmid KL, Flanagan J, Martin R, Troilo D. COVID-19: ensuring safe clinical teaching at university optometry schools. Ophthalmic Physiol Opt. 2021;41:144-156. doi: 10.1111/opo.12764. Disponible en: https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/33300622/ 4 Zhang C, Maruggi G, Shan H, Li J. Advances in mRNA Vaccines for Infectious Diseases. Front Immunol. 2019;10:594. 5 García N. Financiación: España es el segundo país que más redujo el gasto por estudiante. 2020 Disponible en: www.eleconomista.es 6 Inversión I+D de la industria farmacéutica. 2020 Disponible en: www.farmaindustria.es
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