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"No se olviden de la periferia", por Pablo Artal
No se olviden de la periferia
Pablo Artal
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Catedrático de Óptica en la Universidad de Murcia
He bromeado a veces sobre nuestra situación por vivir en la periferia. Si España está en la periferia del mundo de la ciencia y la innovación, mi laboratorio se encuentra en la periferia de España, en Murcia. Así, que aquí me tienen en la periferia de la periferia. Si quieren una nota de optimismo, piensen que nuestro planeta se encuentra muy periférico en la galaxia, así que en el fondo quien no sea periférico que tire la primera piedra.
Pero, de lo que les quiero hablar es de otra periferia, la de nuestro sistema visual. A menudo olvidada por todos. Y, sin embargo, tan importante. Ya saben ustedes que los seres humanos solo tendemos a valorar las buenas cosas que tenemos cuando las perdemos. Al tenerlas aseguradas no les damos importancia y en ocasiones incluso las despreciamos por cotidianas.
Si piensan sobre la capacidad que tenemos para ver el mundo que nos rodea, llegarán a la conclusión de que disponemos de un sistema visual realmente maravilloso. Si les preguntara que es lo que más valoran de su visión, seguramente me responderían que su capacidad de ver detalles. Y, de hecho, esa es la forma habitual de evaluar la calidad de la visión, midiendo la agudeza visual, que no es más que una indicación del tamaño de los trazos más pequeños de letras que se pueden leer. Si alguien tiene una buena agudeza viene a ser el equivalente para decir que tiene una buena visión.
Pero para ver los detalles más finos sólo usamos una parte muy pequeña de la parte central de nuestra retina, la fóvea. El resto del campo visual, lo que constituye la visión periférica, aunque no nos permite ver detalles, juega un papel tremendamente importante. Durante nuestra actividad habitual, cuando detectamos algún objeto que requiere nuestro interés por los lados, rápidamente movemos nuestros ojos para colocar la fóvea sobre el mismo para identificarlo correctamente. Mediante los movimientos oculares hacemos un barrido continuo del mundo que nos rodea. Pero sin la visión periférica estaríamos seriamente limitados. La importancia de nuestra visión periférica sólo la apreciaremos si por alguna desafortunada causa la perdemos quedándonos sólo con una visión tipo túnel. Varias enfermedades, como el glaucoma, la retinitis pigmentaria, desprendimientos de retina o los ictus pueden causar una reducción de la visión periférica. Además de estas enfermedades, hemos
descubierto hace algunos años otra razón del posible deterioro de la visión periférica que había pasado desapercibido, y que ocurre tras la cirugía de cataratas.
El cristalino disminuye su transparencia con los años provocando deslumbramientos que limitan la visión. Sin prisa, pero sin pausa, el problema se va haciendo más severo hasta que aparecen las cataratas. El cristalino se opacifica y deja de formar imágenes nítidas en la retina, llegando en casos avanzados a la ceguera. En la actualidad, la solución a este problema es muy simple. Una operación que consiste en extraer el cristalino cataratoso y sustituirlo por una lente artificial transparente. Estas lentes, llamadas intraoculares, son muy finas para que puedan implantarse dentro del ojo por incisiones muy pequeñas de forma que la cirugía sea mínimamente invasiva.
A pesar del éxito incontestable de estas lentes, había algo de ellas que no me acababa de convencer. Ser tan delgadas las hace fundamentalmente diferentes del cristalino al que sustituyen que tiene un espesor mucho mayor. Y esto debería tener alguna consecuencia. Ya saben ustedes bien que nada es gratis en la vida y mucho menos en nuestra fisiología. En colaboración con el doctor José María Marín del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia quisimos saber más sobre las diferencias entre los ojos normales y con lentes implantadas estudiando personas en las que en un ojo mantenían su cristalino y en el otro tenían una lente intraocular. Aunque la visión central era similar en ambos casos, en la retina periférica los ojos con lentes intraoculares presentaban una peor calidad óptica. El consenso sobre el éxito de las lentes actuales parecía casi unánime a pesar de algunos datos preocupantes que suelen pasar inadvertidos. Hay un mayor numero de accidentes y caídas tras las cirugías de cataratas. Una explicación es que se produce un aumento de la movilidad entre las personas que recuperan la visión, lo que sin duda aumenta las posibilidades de tener un accidente. Pero, además, nosotros demostramos que todas las lentes intraoculares que se implantan actualmente producen una pobre visión periférica que puede tener un impacto en muchas actividades cotidianas.
Una vez identificado el problema, diseñamos unas nuevas lentes intraoculares inspiradas en las propiedades del cristalino natural. Si nuestra teoría era correcta, algo tan sencillo como la elección del tipo de lente que se implanta ayudaría a reducir las posibles caídas en muchas personas mayores aumentando su esperanza y calidad de vida. Tras recorrer el proceso desde la idea y la invención, a la fabricación de las lentes y su certificación, más de 1.000 personas llevan ya estas lentes en sus ojos. Y hemos confirmado que proporcionan una visión periférica mejor que con el resto de las lentes y los pacientes son capaces de detectar objetos con menores contrastes. Estas lentes, con el nombre comercial de ArtIOL, tienen forma de menisco invertido y van a ayudar a mejorar en la calidad de vida de muchas personas mayores.